LA OROPÉNDOLA

Entre las persianas había ranuras grises. Amalie tenía fiebre. Windisch no podía dormir. Pensaba en los pezones mordisqueados.

La mujer de Windisch se sentó al borde de la cama. «He tenido un sueño», dijo. «Soñé que subía al desván con el cedazo en la mano. En la escalera había un pájaro muerto. Era una oropéndola. Levanté al pájaro por las patas. Debajo de él había un puñado de moscas negras y gordas. Las moscas echaron a volar todas juntas. Y se instalaron en el cedazo. Yo sacudí el cedazo en el aire. Pero las moscas no se movían. Entonces abrí bruscamente la puerta, salí corriendo al patio y tiré el cedazo con las moscas sobre la nieve.»

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