Rudi era el único alemán en la fábrica de vidrio. «Es el único alemán en toda la zona», decía el peletero. «Al principio, los rumanos se asombraban de que aún quedaran alemanes después de Hitler. ''Todavía hay alemanes", decía la secretaria del director, "todavía hay alemanes. Incluso en Rumania".»
«Eso tiene sus ventajas», opinaba el peletero. «Rudi gana mucho dinero en la fábrica. Y mantiene buenas relaciones con el tío de la policía secreta. Es un tipo alto y rubio. Y tiene ojos azules. Un alemán pintiparado. Rudi dice que es muy culto. Conoce todas las variedades de vidrios. Rudi le regaló un alfiler de corbata y unos gemelos de vidrio. Y valió la pena», decía el peletero. «El hombre nos ayudó muchísimo con el pasaporte.»
Rudi le regaló al hombre todos los objetos de vidrio que tenía en su habitación. Floreros de vidrio. Peines. Una mecedora de vidrio azul. Tazas y platos de vidrio. Cuadros de vidrio. Una lamparita de vidrio con una pantalla roja.
Las orejas, los labios, los ojos, los dedos de pies y manos, todos esos objetos de vidrio se los trajo Rudi a casa en una maleta. Los ponía en el suelo. Los distribuía en filas y en círculos. Y se sentaba a mirarlos.