LA AGUJA

Aún hay luz en casa del carpintero. Windisch se detiene. El cristal de la ventana reluce. Refleja la calle.

Refleja los árboles. La imagen atraviesa la cortina. Penetra en la habitación por entre los ramilletes de encaje. Junto a la estufa de azulejos hay una tapa de ataúd apoyada en la pared. Aguarda la muerte de la vieja Kroner. Su nombre está escrito sobre ella. Pese a los muebles, la habitación parece vacía entre tanta claridad.

El carpintero está sentado en una silla de espaldas a la mesa. Su mujer, de pie ante él, se ha puesto un camisón de dormir a rayas. Tiene una aguja en la mano. De la aguja cuelga un hilo gris. El carpintero tiene el dedo índice estirado hacia ella. Con la punta de la aguja, su mujer le quita una astilla de la carne. El dedo sangra. El carpintero lo contrae. La mujer deja caer la aguja. Baja los párpados y ríe. El carpintero le mete la mano bajo el camisón. Se lo levanta. Las rayas se enroscan. El carpintero recorre los senos de su mujer con el dedo sangrante. Los senos son grandes. Tiemblan. El hilo gris cuelga en la pata de la silla. La aguja se balancea con la punta hacia abajo.

Junto a la tapa del ataúd está la cama. La almohada es de damasco, con lunares grandes y pequeños. La cama está tendida. La sábana es blanca, y el cubrecama también.

La lechuza pasa volando ante la ventana. Con un largo aletazo recorre el cristal. Su vuelo es crispado. Bajo la luz oblicua, la lechuza se duplica.

Inclinada, la mujer va de un lado a otro ante la mesa. El carpintero le mete la mano entre las piernas. La mujer mira la aguja que cuelga. La coge. El hilo se balancea. La mujer deja resbalar su mano por el cuerpo. Cierra los ojos. Abre la boca. El carpintero la lleva a la cama cogida por la muñeca. Tira sus pantalones sobre la silla. El calzoncillo parece un remiendo blanco entre las perneras. La mujer alza los muslos y dobla las rodillas. Su vientre es de pasta. Sus piernas forman una especie de bastidor blanco sobre la sábana.

Encima de la cabecera cuelga una foto en un marco negro. La madre del carpintero apoya su pañuelo de cabeza contra el ala del sombrero de su esposo. En el cristal hay una mancha. Sobre la barbilla de la madre, que sonríe desde la foto. Sonríe ya próxima a la muerte. A un año escaso. Sonríe hacia una habitación situada pared por medio.

La rueda del pozo gira porque la luna es enorme y bebe agua. Porque el viento se enreda entre sus rayos. El saco está húmedo. Cuelga sobre la rueda trasera como un cuerpo dormido. «Como un muerto cuelga detrás de mí este saco», piensa Windisch.

Windisch siente su sexo tieso y contumaz pegado al muslo.

«La madre del carpintero se ha enfriado», piensa Windisch.

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