Capítulo 28

Hawk y yo aminoramos el paso y nos detuvimos a un metro y medio de Zachary. Dos atletas -un hombre y una mujer- que estaban practicando ejercicios se detuvieron a corta distancia y nos contemplaron.

Hawk se situó a la derecha de Zachary. Éste giró ligeramente hacia él y yo me desplacé algo más hacia su izquierda. Zachary volvió a ponerse derecho. Hawk se aproximó. Zachary apenas se volvió hacia Hawk y yo me abrí paso poco a poco. Zachary soltó un gruñido. Tal vez intentaba hablar, pero emitió una especie de bufido. Cuando dio un paso hacia mí, Hawk se acercó y volvió a golpearlo en el cuello.

Zachary refunfuñó y se abalanzó sobre Hawk. Éste se había situado fuera de su alcance, pero yo estaba dentro del brazo de Zachary y le golpeaba el cuerpo, izquierda, derecha, izquierda, derecha. Era como practicar con un pesado saco de arena. Volvió a refunfuñar e intentó abrazarme. Cuando se movió, Hawk se situó tras él y le pegó en los riñones, gancho de izquierda, gancho de derecha. Los golpes dieron en el blanco sin consecuencias evidentes. Me apretó un poco más. Pensaba acabar conmigo y ocuparse luego de Hawk. Apliqué ambas manos siguiendo el borde de la mandíbula, donde la cabeza se unía al cuello. Zachary apretó un poco más. Empecé a ver estrellitas. Apoyé ambas manos bajo su barbilla y me debatí contra su abrazo, empujando lentamente su cabeza. Hawk dio la vuelta y, de a un dedo por vez, intentó separarle las manos. El apretón cedió y quedé libre.

Hawk practicó una combinación de golpe seco con la izquierda y gancho de derecha en el mentón. La cabeza de Zachary volvió a quedar en su sitio. Hawk se apartó, sacudiendo la mano derecha. Mientras Hawk se movía, Zachary le pegó con el dorso de la mano derecha y mi amigo cayó al suelo.

Pateé la entrepierna de Zachary. Se volvió a medias y estuve a punto de errar, pero gruñó de dolor. Hawk se alejó a rastras y se incorporó. Estaba cubierto de sangre, lo mismo que Zachary. Todos sangrábamos y estábamos manchados por la sangre de los otros. Zachary respiraba roncamente. Parecía tener dificultades, como si se le estuviera cerrando la garganta a la altura en que Hawk le había dado un golpe. A lo lejos sonaba una sirena, pero donde nos encontrábamos no había persona alguna.

Hawk trazó un círculo delante de Zachary, balanceándose ligeramente.

– Negro de mierda -murmuró Zachary roncamente y escupió en dirección a Hawk.

Lo rodeé por el otro lado. Seguíamos estrechando el círculo. Al final quedamos demasiado cerca y Zachary se apoderó de Hawk. Salté sobre la espalda de Zachary e intenté ir a por todas. Era demasiado corpulento y fuerte. Me apartó antes de que pudiera golpearlo, pero Hawk quedó libre y le dio dos puñetazos más en el cuello. Zachary gruño de dolor.

Seguía aferrado a su espalda. Ambos estábamos resbaladizos a causa del sudor y la sangre, olíamos mal y estábamos agotados. Logré encajar parcialmente un brazo bajo su barbilla pero me fue imposible alzarlo. Estiró hacia atrás el brazo derecho y me sujetó de la camisa. Hawk volvió a darle dos golpes en el cuello y esta vez el dolor sí que fue real. Percibí el estremecimiento de su cuerpo y su queja me pareció muy acongojada. Estábamos progresando.

Con un brazo me pasó por encima del hombro, me sujetó por el interior del muslo y me arrojó sobre Hawk. Los dos caímos y Zachary se acercó soltando patadas. Me alcanzó en las costillas y volví a ver estrellitas. Me incorporé, Hawk hizo lo propio y volvimos a trazar un lento rodeo. Zachary hinchó el pecho al tomar aire. Ante mis ojos bailaban los miasmas del agotamiento. Hawk escupió un diente. La sirena sonaba más próxima.

– Si no acabamos pronto con él, llegará la poli -dijo Hawk.

– Ya lo sé -respondí y volví a acercarme a Zachary.

Zachary se abalanzó masiva pero lentamente sobre mí. Estaba fatigado y le costaba trabajo respirar. Eludí su brazo y le golpeé en el vientre. Intentó rematarme de un puñetazo pero volvió a fallar y Hawk le dio nuevamente en los riñones. Golpes fuertes y de experto. Zachary gimió. Arremetió contra Hawk lenta y pesadamente, como la última sacudida de una máquina averiada.

Le pegué en el cuello, detrás de la oreja, pero no como un boxeador. Eché el puño hacia atrás tanto como pude, como si de una honda se tratara, y volqué mis noventa kilos en el puñetazo. Lo teníamos liquidado y yo quería poner fin a esa historia. Zachary se tambaleó y se volvió a medias. Hawk lo golpeó como había hecho yo, con derechazos demoledores, y Zachary volvió a tambalearse. Me acerqué y volví a golpearlo en el plexo solar, derecha, izquierda, derecha, y Hawk lo cogió por detrás primero con el codo izquierdo y a continuación con el antebrazo derecho, golpeando en una secuencia oscilante la nuca de Zachary. Éste volvió a girar y, balanceando el brazo como si se tratara de la rama de un árbol, arrojó a Hawk al suelo.

Luego dio bandazos hacia mí. Le propiné dos golpes en la nariz con la zurda, pero consiguió sujetarme con la mano izquierda. Me agarró de la pechera de la camisa y me aporreó con el puño derecho. Me protegí, hundiendo tanto como pude la cabeza entre los hombros, con los brazos alrededor de la cabeza y cubriéndome el cuerpo con los codos. No sirvió de mucho. Sentí que algo se partía en mi antebrazo izquierdo. No dolió demasiado, sólo fue un chasquido, pero supe que tenía un hueso roto.

Hundí tanto como pude el dorso de mi puño derecho en su tráquea, giré el antebrazo y golpeé a Zachary en la mandíbula. Jadeó. Hawk se colocó detrás de él y le dio una soberana patada en la región lumbar. El gigante se dobló hacia atrás, semigirado, y Hawk lo alcanzó con un rodante y agresivo derechazo en la mandíbula. Zachary me soltó, dobló las rodillas y cayó boca abajo en tierra. Me aparté a un lado mientras caía.

Hawk se tambaleaba ligeramente al otro lado del cuerpo caído de Zachary. Tenía la cara, el pecho y los brazos cubiertos de sangre y sudor y el labio superior tan inflamado que se le veía la encía. Su ojo derecho estaba cerrado. Las gafas de sol habían desaparecido y gran parte de su camisa había quedado destrozada. Una manga había desaparecido por completo. Vi que movía parte del labio inferior y yo diría que intentaba sonreír. Miró a Zachary e intentó escupir. Por su mentón descendió un hilillo de saliva teñido en sangre.

– ¡Bestia inmunda! -dijo.

Yo tenía el brazo izquierdo girado de una extraña manera por encima de la muñeca. Aún no me dolía, pero la mano me latía y saltaba involuntariamente y sabía que me dolería. La pechera de mi camisa se había esfumado, tenía el pecho cubierto de sangre. Sospechaba que mi nariz también estaba rota, lo que sumaba la sexta fractura. Caminé tambaleante hacia Hawk. Me di cuenta de que zigzagueaba tanto como él.

Por el camino se acercó un coche de la policía de Montreal, con las luces encendidas y la sirena conectada. Varias personas señalaban en nuestra dirección y corrían hacia el coche. El vehículo pegó un frenazo y se apearon dos polis pistola en mano.

– Chico, no necesitamos para nada a los puñeteros polis -me dijo Hawk.

Alcé la mano derecha, con la palma hacia fuera, me temblaba. Hawk bajó la suya flojamente. Estábamos demasiado agotados para estrecharnos las manos. Simplemente nos las sujetamos, balanceándonos de un lado a otro mientras Zachary permanecía inmóvil en el suelo, delante de nosotros.

– Chico, no necesitamos a los malditos polis -insistió Hawk y su garganta emitió un ruido ronco.

Me di cuenta de que reía. Lo imité. Los dos polis de Montreal nos miraban con las armas preparadas y las puertas del coche patrulla abiertas. Otro vehículo policial se acercaba colina abajo.

Qu'est-ce que c'est? -preguntó uno de los polis.

Je parle anglais -respondí mientras la sangre manaba de mis heridas. Reí mientras respiraba entrecortadamente-. Je suis Americain, mon gendarme.

Hawk estaba prácticamente doblado de risa. Balanceaba el cuerpo de un lado a otro y se sostenía de mi mano sana.

– ¿Qué demonios están haciendo? -preguntó el agente.

Hawk intentó dominar la risa y respondió:

– Acabamos de ganar la medalla de oro en la modalidad de peloteras al aire libre.

Fue la frase más divertida que había oído o, al menos, eso me pareció. Aún nos reíamos cuando nos metieron en el coche patrulla y nos trasladaron a un hospital.

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