Tansy se las ingenió para echar una siestecita y se despertó con Kadan acostado a su lado, su brazo le rodeaba la cintura. Volvió la cabeza para encontrarlo totalmente despierto, mirándola fijamente a la cara. Ella parpadeó y le sonrió.
– ¿Qué estas haciendo?
– Te observaba respirar.
La sonrisa de ella se ensanchó. La mano de él estaba bajo la camisa, los dedos completamente extendidos hacían pequeñas caricias sobre la suave piel de su vientre. Ella no estaba segura de que él fuera consciente de ello.
– ¿No tienes nada mejor que hacer?
– No puedo hacerte el amor otra vez; vamos a tener compañía pronto. Así que, no. Esto es sencillamente perfecto para entretenerme.
– ¿Observarme respirar? -Le estaba robando el aliento, sólo por la forma en que la miraba con aquellos ojos y aquella intensidad. Ella se estaba ahogando.
Él se inclinó hacia adelante y le besó la punta de la nariz.
– Así es. Sólo te observaba respirar. Es un gran pasatiempo.
– Imaginaba que sería muy aburrido.
Él negó con la cabeza solemnemente.
– No. Me gusta vigilarte. Cuando empiezas a tener pesadillas frunces el ceño, te beso y te calmas gracias a mí. Tus senos se elevan y caen, y si coloco mi mano justo aquí -dobló los dedos sobre su estómago-, puedo sentir tus músculos contrayéndose cada vez que acaricio tu piel. Eres tan condenadamente suave.
Ella se dio la vuelta para alzar la vista hacia él.
– Eres tan diferente cuando estás así. ¿Cuál es el verdadero tú?
Él enmarcó su rostro con ambas manos y la besó tiernamente, tan suave que le robó el corazón.
– No sé, Tansy. Ambos. Ninguno. Me has afectado y has sacudido todo lo que sabía sobre mí. No soy un hombre gentil. No sé como dirigirme a las mujeres. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo ahora mismo, pero no quiero detenerme. -La admisión fue hecha en una baja voz, arrancada de él contra su voluntad.
Su corazón se contrajo. Ella no leía mentes en realidad… ése no era su don, o maldición. Leía objetos, y eso era diferente. Podía detener la entrada de información llevando guantes y distanciándose. ¿Cómo era la vida de Kadan? Él veía sangre y muerte. Mataba. Luchaba junto a otros hombres que mataban o morían. Y conocía sus pensamientos. Sus esperanzas y sueños. Sus sucios secretos. La mente de él tenía que encontrar una forma de protegerse. La frialdad, que creía lo convertía en una máquina de matar, era el modo en que su mente lo protegía, un escudo para que el hombre no tuviera que sentir demasiado, aunque estaba bastante segura que él no era consciente de eso. No había otra opción, o él habría estado junto a ella en ese hospital psiquiátrico.
– ¿Por qué elegiste el ejército? ¿Por qué elegiste hacer cumplir la ley? Debe ser un infierno, Kadan, todos esos asesinos y víctimas, todas esas batallas en que debes luchar.
– ¿Qué más hay para alguien como yo? Matar es lo que mejor hago. Siempre lo he sabido.
Ella negó con la cabeza, centrando su mirada en él.
– Amar es lo que tú haces mejor.
Una lenta sonrisa tiró de la boca de él.
– Eres un puñetero milagro.
– Vas a tener que lavarte la boca antes de conocer a mis padres. -Ella rodó desde debajo de él y se sentó, empujando su largo cabello para retirárselo de la cara.
Hubo un largo silencio. Cuando ella echó un vistazo sobre su hombro, Kadan ya estaba levantado, caminando suavemente sobre el suelo hacia al cuarto de baño. Ella lo había sentido más que oído. Él se movía como un puma, todo músculo ondulante y silencio.
Él regresó, su rostro mostraba líneas sombrías.
– Tus padres pueden lavar unas pocas cosas antes de que yo lo haga. Tienen varias preguntas que responder.
– Mira, Kadan, antes que todos estén aquí y decidas compartir con ellos tus teorías de conspiración sobre mis padres, quiero contarte una historia.
La boca de él se endureció en una línea cruel, pero no dijo nada.
Tansy suspiró.
– Cuando era una niña no podía ir a una escuela normal, o a una tienda de comestibles. En realidad no podía hacer muchas cosas. Mis padres me construyeron un lugar de juegos, básicamente desde el principio, eran objetos recién salidos de fábrica. Incluso así, a veces, podía captar impresiones de la gente que manipulaba los columpios o las barras. Pero quería una bici. Una bicicleta representaba la libertad para mí. Quería una con tantas fuerzas, que estaba dispuesta a llevar guantes tanto tiempo como hiciera falta mientras pudiera tener una bici. Puedes imaginar cómo se debían haber sentido mis padres al no ser capaces de tocarme, alimentarme o incluso arroparme por la noche sin usar esos guantes. Odiaba los guantes, tanto como ellos.
Intentó no sufrir por aquella niñita, pero ella ya estaba en su cabeza. Él no sentía ninguna simpatía por sus padres. Quizás sus amigos tenían razón y en verdad agua helada fluía por sus venas, porque él quería tomarla, consolarla, y meter una bala en las cabezas de sus padres. Bastardos. No habían detenido a Whitney, a pesar que debían haber sabido lo que él hacía… o al menos sospechado algo. El dinero era un factor de motivación para mucha gente. Don y Sharon Meadows obtenían inmensos ingresos con los contratos de defensa, pero tal vez eso no era suficiente para ellos.
– Ahí estás con esa cara, todo ceñudo y adusto. Mi padre fabricó todas las piezas de una bicicleta usando guantes todo el tiempo. Luego la ensambló y me la dieron. Nadie nunca la había tocado. -Las lágrimas le quemaban los ojos y le obstruían la garganta de modo que tuvo que aclararla, recordando aquel momento, cuando él hizo rodar la bici fuera del armario, y sus padres había estado de pie allí, con grandes sonrisas en sus rostros, diciéndole que no tenía que usar guantes para montarla.
– ¿Qué padres hacen eso, Kadan? Él pasó muchísimo tiempo en ello. Alguien más habría estado de acuerdo con que usara guantes, pero él se aseguró que no tuviera que utilizarlos en ningún momento que manejara esa bici, porque sabía que los aborrecía. Ellos me aman. -Ella no sabía si estaba implorando para que fuera verdad, o para que él la creyera-. Sé que lo hacen, Kadan, porque siempre lo he sentido. Si alguna vez me sentí abandonada era cuando Whitney venía.
Abandonada era una palabra interesante de usar. Kadan estudió su cara. Parecía frágil. No lo era. Era fuerte… increíblemente fuerte, o no podría haber hecho las cosas que hizo. Bañarse en sangre para rastrear a asesinos. Nadie hacía esto a menos que fuera fuerte, pero para él, ella parecía vulnerable y tal vez un poco perdida.
No me hagas elegir entre tú y mis padres.
Kadan se inclinó y la hizo ponerse de pie de un tirón, atrayéndola a sus brazos. No era un hombre que le gustara echarse atrás, pero por ella, por ahora, en esto lo haría.
– Por supuesto que te aman, Tansy. ¿Cómo podrían no hacerlo? -Él trazó una senda de besos desde su sien hasta la comisura de su boca, hasta que sintió que la tensión abandonaba su cuerpo y se volvía suave y flexible contra él.
– Tus ropas deberían estar listas. -Su voz era brusca-. Ve a vestirte antes que nuestra compañía llegue. -No había ninguna opción. Era blanco o negro. Sus padres estaban o traicionando a su hija, en cuyo caso estarían jodidos, o estaba pasando algo más que él no sabía y ellos se lo dirían.
Tansy encontró su ropa doblada con esmero encima de la secadora. Se puso ropa interior, vaqueros y una delgada camiseta sin mangas, antes de regresar al comedor para estudiar las figuras. Consideró entrar a la habitación de guerra, pero no quería que las impresiones de las víctimas anularan las de los asesinos. Tenía que conocer a los asesinos para entenderlos, así podría estar un paso delante de ellos y detenerlos. Y había algo que la molestaba…
– ¿Qué?
Casi saltó fuera de su piel, girando rápidamente para encontrar a Kadan detrás de ella. Soltó el aliento.
– No te me acerques de esa forma tan sigilosa. Especialmente no cuando estoy intentando recoger impresiones. Me asustas.
Él la tomó por la muñeca, deslizando un dedo sobre su frenético pulso.
– Lo siento, cariño, no puedo remediar la forma en que camino, pero no se supone que tú fueras a hacer esto nunca más. Creía que estábamos de acuerdo.
Ella puso los ojos en blanco, pero no alejó su mano. Él le estaba acariciando el interior de su muñeca, su toque era tanto suave como sexy al mismo tiempo.
– ¿Así es como lo llamas? Creo que era más un decreto, pero por supuesto, no podías hablar en serio.
– Raras veces soy cualquier cosa, excepto serio.
Esto probablemente era verdad. Tansy dio un exagerado suspiro.
– Vine aquí para darte información sobre los asesinatos.
Él acercó la mano de ella hacia su boca, sus ojos contemplando los de ella
– Tu misión ha cambiado.
Ella recuperó su mano.
– Mi misión es la misma. No puedes encontrarlos a todos por ti mismo y lo sabes. -Su ceño fruncido regresó, mientras su mirada se dirigía bruscamente a las figurillas de marfil. Eran hermosas a pesar de que cada una representaba a un asesino-. Hay algo importante aquí, realmente importante, que estoy omitiendo. Tengo que entenderlo, Kadan, porque sin ello… -Se calló, pareciendo más afligida que nunca.
Kadan tocó su mente, tratando de entender sus embrollados pensamientos. Su mente corría, analizando y desechando datos, eligiendo piezas para reunir y luego desechándolas otra vez. Tansy tenía un súper veloz y complejo ordenador por cerebro cuando se trataba de analizar crímenes. No era sorprendente que los departamentos de policía que la habían usado hubieran escrito informes tan confusos. Ella hacía el trabajo, pero era imposible seguirle el hilo a sus ideas, sus saltos de una conclusión a la siguiente, o su extraña capacidad de descubrir e identificar las pistas del caso que realmente importaban.
Su mente no dejaría de correr una vez que comenzara. Esa revelación envió una onda de aprehensión a través de él. Ella no iba a dejar esto, no porque fuera obstinada, sino porque no podía. No importaba cuánto se lo ordenara, o incluso si la alejaba de las evidencias; ella no podía parar hasta que los asesinos fueran atrapados. Esto nunca había sido mencionado en los informes sobre ella que había estudiado. No es que hubiera hecho algo diferente si hubiera tenido la información. No la habría encontrado, no habría sabido en lo que ella se convertiría para él en tan poco tiempo. En algunos aspectos, Tansy era muy parecida a él. Una vez iniciada una misión encontraba casi imposible echarse atras. La mente de ella estaba programada de la misma forma.
Él podía sentir la presión tirando de ella despiadadamente. Un hilo que se soltaba de una madeja más grande, que ella intentaba desesperadamente desenredar para encontrar el otro extremo. Él inspiró y exhaló, respirando por ambos mientras descansaba la barbilla sobre la parte superior de la cabeza de ella.
– Perdóname por involucrarte en esto, cariño. -Sus manos se deslizaron de arriba a abajo por los brazos de ella en un movimiento calmante, pero se estaba calmando a sí mismo, no a ella, y lo sabía. Maldición, las emociones eran difíciles de controlar.
Ella le quitó importancia a su disculpa.
– Solo déjame sujetar otra ahora mismo. Tal vez pueda entender lo que me molesta. Hay dos diferen…
Otra vez se calló y él obtuvo las mismas impresiones de su mente: un giro caótico, demasiados datos que dispararon sus alarmas, pero nada tangible que pudiera capturar con ambas manos.
Kadan miró su reloj.
– Sólo tenemos dos horas y luego tendremos compañía. Vas a estar padeciendo el dolor de cabeza más o menos en el momento en que lleguen.
Ella desestimó su advertencia y se estiró por otra de las piezas de marfil.
– Maldición, Tansy. -La agarró por la muñeca y casi tiró de ella hasta el borde de la mesa-. Ponte los puñ… -Hizo un esfuerzo por controlarse-. Guantes. Sólo póntelos.
Ella se puso los guantes y, sin pausa, tomó la serpiente. La estatuilla era muy detallada, el largo cuerpo enroscado y cubierto por un dibujo de escamas, la cabeza alzada, la boca abierta de par en par, mostrando los curvos colmillos. Incluso parecía que los ojos ardían con desafío y peligrosa amenaza. La lengua era larga y bífida. Cuando sus dedos se curvaron alrededor de la figura del juego, el aceite fluyó en su mente, un torrente rápido, acarreando malicia y regocijo. A éste le gustaba ver el dolor. Donde Rana quería que sus víctimas reconocieran su existencia, su poder, éste simplemente se alimentaba del dolor de los demás. Y le importaba poco si su presa era un animal, un niño, una mujer o un hombre. Sólo necesitaba el dolor y los gritos.
El aire se cerró de golpe en sus pulmones mientras el espeso y sangriento cieno se precipitaba en su mente, y por un momento no pudo recordar cómo respirar correctamente. Era una aterradora sensación de ser succionada, de jadear, desesperada por tomar aire, deslizándose en el asqueroso y viscoso fango, de modo que llenaba cada rincón de su mente y taponaba sus pulmones tan fuertemente que no había ninguna esperanza de respirar. Se estaba ahogando (ahogando) y no sería capaz de regresar. Pasaba demasiado rápido; su presa era demasiado fuerte.
Sintió una boca moverse contra la suya. Siénteme, nena. Estoy contigo. El aliento caliente oprimió en sus pulmones. Ella inhaló, recogió el aire para eliminar algo de la capa de aquella espesa sustancia viscosa de su interior. Otra inhalación. Él no puede tenerte. Respiraré por nosotros dos.
¡Ella podía hacerlo! Aceptó otra ráfaga de aire, estremeciéndose con el esfuerzo, forzándolo a entrar en sus pulmones, concentrándose en superar esa primera ola de violenta energía que amenazaba con consumir su mente. Serpiente [4] no podía tenerla porque tenía a su propio ángel de la guarda personal. Kadan Montague era el hombre más fuerte que nunca hubiera conocido. Y estaba a su lado… no sólo eso, sino además, respirando y compartiendo el aire con ella.
Lo encontró allí, en su mente, y una parte diminuta de ella se aferraba a él mientras permitía que la familiar ampliación expulsara su propio espíritu, para hacer sitio a la bestia que fluía en ella, amenazando con devorarla.
Él estaba impaciente por matar. No podía esperar. Los quería vivos, por mucho tiempo mientras los torturaba. Los lugares en donde había estado, donde había descubierto la apreciación de sus talentos habían desaparecido hacía mucho; pero ahora podría divertirse otra vez. Esta increíble oportunidad traía de vuelta recuerdos de un túnel en Vietnam donde había atrapado a dos agricultores. Ellos habían aguantado dos días. Gloriosa diversión. Ambos estaban balbuceando cuando acabó con ellos… y casi no lo hizo. Había estado tan tentado de abandonar sus cuerpos sangrientos y en carne viva para que los encontraran las ratas, pero no lo hizo, y había estado pensado en eso desde entonces. Quizás en esta ocasión… y había colocado una cámara donde nadie pudiera encontrarla para así poder regresar más tarde y ver cómo eran devorados vivos. Semejante diversión. Las súplicas estaban empezando, volviéndose más fuertes, aunque Tansy trató de mantener alejadas a las víctimas sólo un poco más.
Tenía que escapar de Serpiente y buscar al otro, al maestro tras las marionetas. Todos esos poderosos asesinos, atados a cuerdas. Él tiraba… ellos bailaban. El susurro masculino se hizo más fuerte. Encontró el hilo, débil, pero estaba allí. El Titiritero [5]. Ahora lo tenía. Ella era un rastreador de élite y él no se escaparía sin importar cuán esquivo fuera. Bloqueó la oleada de viscoso limo que era Serpiente derramándose alrededor de ella y siguió la pista. Esto era lo que (o quién) la había estado eludiendo. La euforia la llenó cuando fijó el hilo.
Una pizca de satisfecha diversión. Nadie lo sabría nunca. Se rodeaba de genios. Psíquicos todos ellos, pero ellos no sospechaban, no tenían ninguna pista. Era su orquesta, su juego, y él era el maestro que dirigía a sus peones a utilizar sus instrumentos con tal facilidad. Él alimentaba los egos y recogía el dinero. Millones, con millones más por obtener. Millones indetectables y todos para él.
Tansy se esforzó por permanecer en ese hilo. Era tan débil, tan sutil junto a la violenta necesidad de dolor de Serpiente. Las víctimas se volvieron más fuertes, como siempre hacían, exigiendo que ella los reconociera. Los viera. Les diera justicia. Ella sacudió la cabeza en un intento de evitar llorar. Las acusaciones. El viscoso cieno se arremolinó con placer, construyendo un crescendo. Ah, sólo dame toda la noche con estos tres. No serán tan fuertes como esos del túnel, pero no tengo mucho tiempo. Él dejaría que las ratas se dieran un festín y regresaría más tarde para contemplar su obra y disfrutar del entretenimiento. Gritos. Súplicas. Ruegos. Tansy sacudió la cabeza otra vez, estirándose por ese esquivo hilo. El Titiritero no mataba, la violencia lo superaba, pero estaba allí, grabado en el marfil. Mirando. Siendo parte. Esa sutil madeja de influencia que alimentaba a los asesinos en cada lugar. Ella sólo tenía que seguir tirando del hilo para desenmarañar el misterio.
Lo conocía, sabía que había visto este rastro antes, tan ligero que lo había perdido en las dos primeras escenas del crimen, pero él había estado allí. ¿Cómo era posible que estuviera con cada uno? ¿Había estado en la Costa Oeste también? ¿Estuvo presente? Era él…
Sintió la repentina alarma de Kadan, su sistema de alerta rugiendo con auténtico peligro. Los dedos helados de miedo se arrastraron por su columna. Algo se movía (algo vivo en medio de toda la sangre, en medio de todas las víctimas). Algo que era rechoncho y tenebroso como una araña gigantesca en el centro de una telaraña. Ella retrocedió mientras la sombra giraba, y sabía que eso era tan consciente de ella como ella era de eso. El terror manó en ella mientras eso (él) parpadeaba y la miraba. Por un instante hubo un parpadeo de asombro seguido por un renuente respeto, casi compañerismo. Él no tenía miedo. Ella consiguió la impresión de satisfecha diversión.
Hola, preciosa. ¿A quién tenemos aquí?
Todo en ella se congeló. No podía moverse o hablar, paralizada por el conocimiento de que estaba dejando tantas pistas como él. El Titiritero. Y podía acecharla mientras ella lo perseguía.
Eres un hombre muerto. La voz de Kadan era baja, un látigo de amenaza, asustando tanto a Tansy como al Titiritero.
Tansy sintió las manos de Kadan sobre las suyas, presionando sus dedos, arrancándole de ellas la serpiente de marfil e inundando su mente con la posesividad, fuerza y resolución de Kadan, el asesino frío y sin piedad, comunicando un hecho, no una advertencia, incluso mientras la protegía.
Ella sintió el sobresalto de miedo del tallador de las figuras de marfil, rápidamente enmascarado. Y luego toda la presencia se marchó. El Titiritero había roto el hilo y había abandonado su mente.
Kadan clavó los dedos en la parte superior de los brazos de Tansy. Ella aún tenía aquella opaca mirada perdida. Estaba pálida, helada, su cuerpo temblando. El miedo manaba de ella en oleadas.
– Todo está bien, nena. Estoy aquí. Estás a salvo.
Ella negó con la cabeza.
– No lo estoy. Él me vio.
Kadan la atrajo hacia su cuerpo y sus brazos la rodearon.
– Nosotros lo vimos. Podemos encontrarlo, Tansy. Nadie sabía siquiera que existía. Demonios, si no hubiera estado allí contigo, no lo habría creído.
Él hablaba en voz alta, tranquila, sobre todo para traerla totalmente de vuelta a él.
– Nunca me he encontrado con alguien que pueda hacer lo que yo hago. Él es un rastreador.
Kadan ya era consciente de eso y de las posibles ramificaciones. Quienquiera que se diera cuenta que ella estaba tras su rastro tendría que tomar la ofensiva y cazarla. Kadan había sentido la conmoción del hombre y luego el repentino interés en Tansy. El Titiritero había identificado una hembra y una brillante y luminosa luz. Ella no tenía energía intensa, pero era un imán por esa razón. Kadan no quería que supiera cuán alterado estaba por el hallazgo del Titiritero, como Tansy lo había apodado.
– Sí, parece que es un rastreador. -Él no había sabido que existían hasta que había encontrado a Tansy y fue consciente exactamente de lo que ella podía hacer. Mantuvo su tono suave, sabiendo que ella realmente tenía miedo.
– No sólo un rastreador, Kadan -corrigió ella-, un rastreador de élite. Dejé huellas por todas partes en aquellas escenas. Si él tiene acceso a ellas, me encontrará.
– Será un rastro débil, probablemente más tenue que el que él dejó. En cualquier caso, no será capaz de identificarte más que nosotros a él.
El Titiritero había sido demasiado curioso sobre ella, demasiado consciente de que ella era su igual. Esto despertaría su fascinación, y era la última cosa que Kadan quería.
– Vamos, cariño, deja esto para esta tarde. Tenemos que planear un rescate. -Necesitaba desviar la atención de ella para darse el tiempo para pensar el mejor modo de protegerla.
Ella negó con la cabeza.
– Tengo que darte detalles antes que coloque de regreso todas las protecciones.
Su respuesta desenmarañó los nudos en las tripas de él. No había estado tan mal esta vez. El poco tiempo que estaba dedicando a sus ejercicios, incluso unos pocos minutos cada vez, parecían ser de ayuda. Su conexión se volvía más fuerte cada vez que compartía la mente de ella, y ella estaba volviéndose hacia él más y más, sin darse cuenta de ello, permitiéndole a él reforzar sus barreras mientras ella trabajaba. Esto le ofrecía un poco más de protección para disminuir las adversas repercusiones, tanto del asesino como de las víctimas, en su desprotegido cerebro.
Tansy respiró hondo e hizo retroceder el miedo que amenazaba con ahogarla. Nunca olvidaría aquél escalofriante momento cuando el Titiritero volvió su cabeza y miró justo en el interior de su mente. Kadan no tenía idea de lo que un rastreador de élite podía hacer. Ella no estaba en su mejor forma. Se había quemado, había quemado sus capacidades, pero las voces de los asesinos divertían al Titiritero. Él ignoraba a las víctimas. Ellos no eran nada para él, sólo molestias.
– ¿Tansy? -advirtió Kadan-. Has hecho bastante por esta noche. Todos los detectives que trabajan en estos casos, la brigada especial del FBI… nadie ha encontrado una relación con éste hombre. Esto es un gran sumidero.
– Sabemos que él existe, pero no tenemos ni idea de su identidad o cómo encaja todavía. Déjame revisarlo todo. Serpiente disfruta al infligir dolor. Ha estado en Vietnam, pero no durante la guerra. Obtuve la impresión de túneles en un campo de caña. -Se estremeció-. Hizo cosas terribles a los agricultores. Un hombre y su hijo. Él recordaba los detalles muy vívidamente.
– No -dijo Kadan. Los detalles estaban en su mente, muy vívidos. Cada corte, cada sádica tortura que el bastardo de Serpiente había concebido. Tansy revivía esto en su mente ahora. Kadan aún estaba intentando empujar los recuerdos detrás de la puerta por ella, intentando protegerla de la pertinaz lista de demoníacos asesinos que la perseguían, cuando esto le costaba tanto.
Tansy hizo un esfuerzo para permanecer concentrada en él, e impedir que las voces desgarraran su mente.
– La cámara es realmente importante para él, pero le preocupa que sea encontrada. Debe hacer un largo camino para regresar y recuperarla. -Sus cejas se unieron mientras trataba de convertir los detalles en imágenes más precisas-. Haz que tu equipo revise un perímetro más amplio. Él camufló la cámara para que aparente ser una vieja pieza de maquinaria y pudiera ser fácilmente pasada por alto. Trabajó en esto durante mucho tiempo, e hizo el metal para envolverla. Si la encuentras, debería conseguir algunas muy buenas impresiones de él, quizás hasta una descripción.
Los dedos de él se tensaron.
– Está bien, nena. Ahora déjale ir, así podemos combatir el dolor de cabeza antes que comience. -Ya estaba creciendo en su cabeza, rodando a través de ella como una ola. Ella había usado su talento demasiado a menudo y en intervalos muy cortos, y su mente estaba en carne viva. En ese instante estaba raspando sobre viejas heridas. Incluso él podía oír los susurros de las víctimas, mientras que en anteriores ocasiones sólo había oído a los asesinos.
Ella sacudió la cabeza y él rechinó los dientes, dominando el impulso de sacudirla fuertemente y forzarla a salir de su trance casi hipnótico.
– El otro es el importante… el Titiritero. Lo veo rodeado de papeles. Y un escritorio. No quiere que nadie lo note. Está orgulloso de su capacidad de mezclarse con el entorno. Es poco notorio y se esfuerza por mantenerlo así, aunque tenga un poco de problemas al esconder su… -Ella se tocó los ojos-. Lleva lentillas matizadas para impedir que la gente vea…
Aquel brillo en sus ojos, de azul a violeta y luego a plata brillante o a opaca. La marca de un rastreador. Él nunca había visto o escuchado eso antes, pero ahora sabía lo que estaba buscando, ahora sabía cómo era realmente ese brillo peculiar.
– Es muy astuto. Está rodeado por asesinos, por… -Ella frunció el ceño otra vez-. Siento la corrupción de Whitney en él. Conoce a Whitney. Están relacionados de alguna forma, pero no puedo verlo. Papeles. Eso es todo lo que obtengo. Hay dinero. Mucho dinero, pero… -sacudió la cabeza-. Whitney no lo sabe. Sus asesinos no lo saben. Él es el jefe, pero ninguno de ellos lo sabe.
Ella parpadeó hacia Kadan, incapaz de entender la oleada de imágenes e impresiones, temblando de frío, luchando con fuerza para mantener las voces a raya.
– ¿Qué significa esto?
Kadan le retiró el cabello y se inclinó hacia ella, tomando posesión de sus suaves y trémulos labios.
– No importa, dulzura, vuelve a mí. -Su voz era un aterciopelado y suave señuelo, rozando y acariciando a lo largo de su piel, jugueteando con sus nervios hasta que ella sólo fue consciente de él… sólo de él.
Ella emitió un pequeño gemido con la garganta, la angustia fluyendo hacia la mente de él, y caminó a sus brazos. Era el primer movimiento real que había hecho buscando consuelo, y él apretó su abrazo alrededor de ella, enjaulándola en un gesto protector. Sus labios se deslizaron por los cabellos y sienes de ella, susurró suaves y calmantes palabras, sin importarle cuales eran, sólo quería eliminar el mal y llenarla de calor.
Ella sepultó el rostro contra su pecho. No hizo ningún sonido; no hubo ningún sollozo, pero en su mente, él podía oír el quedo llanto, y cuando le levantó la barbilla, había lágrimas surcando su cara. Él bajó la cabeza y las lamió, siguiendo el rastro hasta la comisura de su boca.
Kadan la levantó.
– Vas a pasar mucho tiempo en la cama si sigues así.
Ella no sonrió, sólo le rodeó el cuello con los brazos y permitió que la llevara sin protestar de regreso a su dormitorio. Él la desnudó, cuidando de no sacudirla, mientras podía sentir el dolor palpitando en la cabeza de ella. Encontró las píldoras contra el dolor y le dio una con un vaso de agua, luego se tendió otra vez junto a ella, totalmente vestido, después de apagar la luz.
– No tienes porqué quedarte -protestó Tansy-. Estaré bien. La oscuridad ayuda.
– Me quedo, cariño. Tengo que atrapar las pesadillas si alguna es lo bastante estúpida para visitarte esta noche. Anda, duérmete. -Él la giró sobre el costado, la espalda contra él, acurrucando su cuerpo alrededor del de ella, una mano se deslizó bajo su camisa, la palma extendida sobre el tórax. El aliento de él era caliente y rítmico en su nuca. Él no pudo resistir cerrar sus dedos en un puño y permitir que sus nudillos recorrieran la parte interna de sus senos con suaves caricias.
Tansy encontró que su toque la calmaba y relajaba, aliviando toda la tensión en ella cuando debería ser justo lo contrario. Quizás porque había pasado su vida sin el contacto piel a piel, la sensación táctil de las almohadillas de los dedos de Kadan, el roce de sus nudillos, o el calor de su palma quitaba la rigidez de sus músculos y derretía su cuerpo.
Ella flotó en un mar de dolor, las olas se estrellaban en su cabeza, las voces se elevaban y decaían, los susurros se hacían fuertes y luego suaves, pero en vez de luchar contra éstos, enroscándose en la posición fetal y soportando horas, incluso días de agonía, fue a la deriva en una marea de calor y seguridad, sintiendo que Kadan sobrellevaba el dolor con ella.
Su respiración estabilizó la de ella. El roce de sus nudillos la distrajo del latido en sus sienes. Si el dolor amenazaba con abrumarla, él se acercaba y le daba besos a lo largo de su nuca, y luego le tironeaba del lóbulo de la oreja con los dientes. Estaba atrapada entre el dolor y el placer, dejándose ir… dejándose ir… hasta que finalmente el dolor comenzó a menguar y ella cayó en el sueño.
Kadan dormitó un rato, despertando de vez en cuando, cuando ella se movía. La abrazaba y susurraba hasta que ella se calmaba. Cerró sus ojos brevemente otra vez, yendo un poco a la deriva, acariciando aún su suave piel, las zonas internas sus pechos y la parte baja de su terso vientre. Ella ni siquiera pensaba en dejar de intentar rastrear a los asesinos. Ni una sola vez. Monitoreó sus pensamientos con cuidado y vio que una vez que ella comenzaba un rastreo, sin importar lo que viera o cuan fuerte la llamaran las voces, incluso ahora, con la amenaza directa de un rastreador de elite, estaba asustada, pero no había ideas de parar.
Soltó lentamente el aliento, su vientre tenso con nudos, todo en él protestaba por la elección de ella, cuando había sido él quien la había hecho entrar en ese lío primer lugar. Y ahora alguien tenía a sus padres. El guardaespaldas era un infiltrado, probablemente por Whitney, y con toda probabilidad era un Caminante Fantasma. Era demasiado frío, quedándose con los padres, viviendo en su casa, lado a lado, observando a Tansy… ¿y qué había dicho su padre cuándo su madre había gritado? Su voz no denotaba sorpresa por lo que el guardaespaldas había hecho. De hecho, él había sonado por un momento como si todavía estuviera al cargo.
Kadan frotó las hebras de su sedoso cabello entre los dedos. Ella había estado en peligro todo el tiempo, y no lo había sabido. Ella no podía leer pensamientos, sólo objetos, y el uso de guantes le había impedido ver el peligro. Si había sentido que cualquiera de ellos sentía culpa, nunca había relacionado esa emoción con ella. Creía en ellos. En todos ellos. Incluso en el guardaespaldas.
La traición de Fredrickson la había herido. Kadan había sentido un punzante dolor perforándole el corazón. La protesta en su mente. Tristemente, fue la traición de Fredrickson lo que había hecho tambalear su firme creencia en el amor de sus padres. Ella no le había dicho nada a Kadan, y él intentó no dejar que eso lo molestara, cuando ella debería estar compartiéndolo todo, pero parte de él no la culpaba. Él no era comprensivo con sus padres en lo más mínimo.
Fredrickson había estado con la familia Meadows durante años. Tansy pensaba que más que un amigo era parte de su familia. Ella confiaba en él casi tanto como en sus padres, y él había hecho que su madre gritara de dolor. Kadan repitió el sonido en su cabeza. Era sensible al sonido, y pocas cosas se le pasaban, incluso al estar en el teléfono. El sonido había sido genuino, pero luego la parte bastarda de él sabía que se podía hacer daño a un aliado sólo para obtener el efecto necesario. Y eso daba resultados. Si Kadan no la hubiera detenido, Tansy se habría entregado en sus expectantes manos. Como su padre había dicho que ella haría.
¿Si Whitney había plantado a Fredrickson en la casa de los Meadows para vigilar a Tansy, por qué su padre no lo sabía? ¿O lo había sabido? ¿Había una ruptura en la confianza? De ser así ¿por qué Whitney no mataba simplemente a Don Meadows? ¿Y por qué los Meadows no habían denunciado sus experimentos en niños? Kadan giró las piezas del rompecabezas una y otra vez en su mente, pero nada encajaba. En el momento en que fue consciente de que todos los pensamientos del mundo no iban a solucionar nada, regresó al problema a mano. Tansy.
Ella era tan impredecible. El hombre al que ella llamaba el Titiritero iba a venir tras ella. Kadan lo sabía con absoluta certeza. Él había estado conmocionado, por supuesto; un rastreador de elite era la última cosa que el hombre hubiera esperado. Debía haber estado muy alterado, aunque se recuperó rápido. Hubo respeto, y eso tenía sentido. Pocos podrían hacer lo que Tansy hacía, caminar entre la sangre, la muerte y la suciedad de la mente de un asesino, oír los gritos y súplicas de las víctimas al morir, y surgir intacta mientras rastreaba al asesino en su refugio. Sí, el Titiritero sentiría respeto, pero sería mucho más que eso.
Nadie quiere estar realmente solo. Tansy le había enseñado eso. Él había seguido ese camino toda la vida, creyendo que así lo quería. No se había sentido solo. Había elegido su camino y se había mantenido en él, estaba cómodo con la forma en que eran las cosas. Entonces la había encontrado y supo que nunca desearía estar solo otra vez. Simplemente, Tansy sería capaz de soportar su personalidad dominante y fría como el hielo y la cruda necesidad que sólo aumentaba su ansia de ella. Ella tenía que ser capaz, porque él no daría marcha atrás.
Y ahora el Titiritero sabía que él no estaba solo. Tenía una compañera que podía seguir las mismas mentes si quisiera. Tansy había notado la satisfecha diversión, pero no había captado el interés masculino, el olor del sexo. Había intriga. Finalmente, alguien con quien compartir su oculto genio. Alguien que apreciaría su camuflaje. Ella sabría lo que implicaba controlar asesinos, manipular a todos alrededor de él y no ser atrapado. El Titiritero no había estado solo durante unos pocos momentos, y no querría volver a estarlo.
Kadan frunció el ceño mientras sepultaba el rostro en la gruesa mata de cabello de ella. El Titiritero no sería capaz de detenerse más que lo que Kadan podría. El rastreador pensaría en ello primero, pero ella no saldría de la mente de él, más de lo que Tansy podría sacar a los asesinos de la suya. Él se obsesionaría con ella. Tendría fantasías. Desearía demostrarle que él era más fuerte y podría vencerla en su propio juego. Querría lucirse, porque finalmente, había alguien que realmente podía entender y verle. El Titiritero no sería capaz de resistirse a aquel señuelo. Al final, el instinto de conservación, la disciplina, y el sentido común se esfumarían, y comenzaría a cazarla.
Kadan inhaló bruscamente, captando el olor de Tansy en sus pulmones. Suya. Hablando de obsesión. Él podía irse para no sentir una maldita cosa de… esto. Necesidad. Hambre. Sus manos temblando por el deseo de tocarla. Su boca hambrienta por el sabor a canela y sexo. Rozó con las almohadillas de los dedos la parte inferior del estómago desnudo de Tansy, cuidadoso al mantener las cerdas aterciopeladas y suaves, moviéndose en la dirección que impedía adherirse. A ella le gustaba la sensación, arqueándose hacia él incluso en su sueño. Ella era sexualmente muy sensible, su cuerpo listo para él con unas pocas caricias. Parecía exactamente tan anhelante del contacto piel a piel como lo era él. Cuando uno había tenido una vida de desolación, quizás la excesiva indulgencia y el atracón eran la única cura.
Le echó un vistazo al reloj. Tenían un poco de tiempo, no mucho. Quería traerla a la consciencia, sustituyendo el dolor por algo totalmente diferente. Agarró la sábana en su puño y tiró de ella centímetro a centímetro por su cuerpo para revelar la larga extensión de piel. Cuando la sábana se amontonó a sus pies la giró sobre la espalda, así él podría beber de la vista de ella. Nunca se cansaría de mirarla, nunca se cansaría de tocarla, o de hacerla gritar de placer.
Sus manos eran grandes, callosas, ásperas y oscuras contra la piel de ella, por tantos años pasados al aire libre ante las inclemencias del clima. El contraste entre su duro cuerpo y el suave de ella ocasionó en él una monstruosa erección, pero ahora no era tiempo de eso. No iba a ser indulgente consigo mismo, pero esta vez, era todo para ella… bien, quizás no del todo.
Bajó la cabeza y lamió su suave vientre de la manera en que un gato lamía la crema. Ella sabía ligeramente a melocotones. Inhaló su olor otra vez sólo porque le daba tanto placer, una mezcla única de canela y otras especias que fueron directamente a su ingle. Él chasqueó la lengua sobre ella, remontando las costillas y luego jugueteando en el interior de los pechos.
Tansy gimió suavemente. Él sintió los dedos de ella al deslizarse por su cabello.
– ¿Qué estas haciendo? -Su voz era una mezcla de sensualidad y somnolencia, jugando con sus terminaciones nerviosas, de modo que cada músculo se tensó y la electricidad formaba un arco sobre su piel.
Él trazó camino por la curva exterior hasta la cima de su pecho, haciendo círculos alrededor del pezón, para luego mordisquearlo gentilmente. Un grito ahogado escapó de su garganta. Ella tiró de su pelo.
– Aún no estoy despierta. -Si eso significaba una protesta, ésta falló miserablemente; el entusiasmo ribeteaba su voz.
– No tienes que estarlo. -Él se metió el seno en la boca, succionando con fuerza. Ella estaba evidentemente muy sensible, porque se arqueó hacia él, casi cayéndose de la cama.
Tansy cerró los ojos, permitiendo que las sensaciones rodaran sobre y dentro de ella. La voz de él era terciopelo puro, rozando el interior de sus muslos hasta que ella estuvo temblando de excitación. Su rodilla le separó con brusquedad las piernas, permitiéndole un mejor acceso mientras él trazaba un sendero de besos sobre su vientre, haciendo que los músculos de su estómago se tensaran de necesidad.
Él estaba totalmente vestido, el algodón de sus vaqueros rozaba contra la piel de ella, y había algo muy decadente y prohibido en estar totalmente desnuda y abierta para un hombre totalmente vestido. Las manos de él fueron a sus muslos, abriéndolos aún más ampliamente mientras bajaba la cabeza. El pelo de él le rozaba el interior de los muslos, haciéndola saltar y temblar. La sombra a lo largo de la mandíbula de Kadan raspaba, enviando llamas que bailaban sobre la piel de Tansy.
Él le mordisqueó el interior de los muslos, su lengua bañando los diminutos picotazos. Sus caderas ondularon y ella intentó alejarle la cabeza, retorciéndose y gimiendo, bastante sobresaltada por la desinhibida reacción de su cuerpo a él. Él siseó negándose a alejarse, le agarró ambas muñecas en una mano y las fijó contra su vientre, separando su cabeza unos centímetros para mirarla con sus peligrosos ojos.
– Estáte quieta.
– No puedo. -Su cabeza se movió de un lado a otro sobre la almohada-. Es demasiado. -Su peso la sujetó mientras sus hombros mantenían las largas piernas separadas, su sedosa vagina abierta para él.
No se molestó en contradecirla, sino que simplemente bajó la cabeza otra vez, dando largas y lentas lamidas, degustando la especiada crema con que su cuerpo lo recompensaba. Las caderas de Tansy continuaban sacudiéndose y corcoveando, mientras ella se retorcía bajo su implacable lengua.
La llevó al límite en minutos, disfrutando cada momento de su suave cuerpo derritiéndose bajo él. Él amaba la expresión de su rostro, el placer sobresaltado mientras olas de placer se deslizaban sobre ella. Kadan posó la cabeza en su vientre, su brazo le rodeó la cintura, sintiendo las réplicas estremecerla suavemente mientras él tocaba su mente. Él había expulsado a los demonios, cerrando de golpe la puerta a las voces, y dejando, en lugar del frío y la maldad, algo totalmente diferente. Había un sentimiento de calor, incluso de amor. Él se estremeció ante la palabra, pero allí estaba ahora, en su mente. Amor. Qué era esto y cómo tal emoción se había enroscado en su corazón y su mente.
La besó desde el vientre hasta los senos.
– No es sólo el corazón, Tansy, es toda el alma.
Ella retiró el pelo de la frente de Kadan con suaves dedos.
– No tengo ni idea lo que estás hablando.
– Sé que no lo haces. Eso está bien. Soy el chico duro, ¿recuerdas?
Él se levantó, pero Tansy lo agarró del brazo.
– ¿Estás bien? Dime si algo está mal. -Acababa de enviarla directa a la luna, y ahora ya se estaba escabullendo de ella, volviéndose un hombre remoto y distante al que apenas podía leer, y él sabía que eso la molestaba. Odiaba separarse de ella, pero tenía que tener a sus padres seguros antes de decidir si debían vivir o morir.
– Todo está bien, cariño. Sólo que no estaba listo para la forma en que me haces sentir, pero lo intento. -Había aceptado que ella era su mundo. Esto no significaba que se sintiera cómodo con ello aún.