Capítulo 20

– ¿Dónde diablos está Tansy, Nico? -preguntó Jeff Hollister. Dio la vuelta en un amplio círculo y luego se puso en cuclillas para examinar el barro, buscando huellas-. Debería estar aquí.

Nico se apresuró hacia una ligera pendiente.

– Urdimos el sueño cuidadosamente, y deberíamos haberla atraído cuando abrimos esta secuencia.

– Le dije exactamente qué mantener en su cabeza cuando se durmiera y recordé cada detalle. Kadan estuvo de acuerdo en hacerlo por ella mientras se iba a dormir. Tiene que estar aquí.

Nico corrió a lo largo de la cima del estrecho risco.

– No está aquí, Jeff. Algo va mal.

Jeff frunció el ceño y cerró los ojos, buscando a través de la tierra de los sueños.

– Ninguna persona viva. Tienes razón. Algo fue mal. Levántate.

Nico se encontraba en una butaca, Jeff enfrente de él. Gator permanecía de pie entre ellos, protegiendo sus cuerpos mientras andaban por los sueños. Los contempló con alarma.

– No podéis haber matado al hijo de puta tan rápido.

– La perdimos. Ella no estaba allí, Gator -dijo Nico.

Jeff golpeó el brazo del sillón con el puño.

– La única respuesta es, mientras nosotros estábamos tejiendo los sueños, Dunbar hiló uno más familiar para ella y la atrajo antes de que pudiéramos traerla al nuestro. Él la tiene. Tenemos que recuperarla inmediatamente. Estará bajo su control. Ella no es una caminante de sueños.

– Pon a Kadan al teléfono. Él sabría si ella tiene sueños recurrentes -dijo Nico-. Deprisa. No tenemos mucho tiempo.


Demasiada sangre. Corría como un río, la corriente fuerte, amenazando con empujarla bajo ella. Tansy jadeó y se volvió, mirando en todas direcciones, intentando encontrar a Kadan. Él la sujetaría; recordaba la sensación de estar segura en sus brazos. Su aterciopelada voz le susurraba; sintió su boca contra la de ella, tan tierna que dolía por dentro. Sabía que estaba a su lado, lo sabía, pero ya no podía sentirlo

Una sombra se movía en la distancia, acercándose a zancadas hacia ella, tomando la forma de un hombre. Vadeó a través de la sangre con una mueca diabólica en su cara. Jadeó, luchando por respirar, incapaz de moverse, temerosa de hablar, de atraer su atención hacia ella. Alrededor escuchaba los lamentos de los muertos.

– Estás soñando, Tansy. -Murmuraba despierta, una letanía de esperanza, pero no creyó por un momento que pudiera.

Incluso cerró los ojos y rogó… para que cuando los abriera la indefinida sombra se hubiese ido. En lugar de eso, estaba más cerca. Un hombre de peso medio, anodino, que se perdería en una multitud. No era atractivo pero tampoco corriente, un hombre de ojos inteligentes que emitía una clase de astuta energía que ella reconoció. Su corazón se hundió. El Titiritero.

– Tansy Meadows, que agradable conocerte por fin.

Se detuvo a corta distancia de ella, recorriendo su cara con los ojos y bebiendo de su miedo, con una mirada más salvaje que cualquier animal que ella fotografiara nunca. Era un depredador, hábilmente oculto en una piel de oveja.

Tansy se tensó, elevó la barbilla, su corazón latía deprisa.

– Tú.

Él sonrió satisfecho.

– Fuiste bastante buena manteniéndome fuera de tus sueños. Estaba sorprendido de la digna rival que eras en realidad. No exactamente mi igual, pero muy buena.

– ¿Por qué crees que no soy tu igual?

– Te encontré. Tú no pudiste encontrarme.

Ella enarcó la ceja.

– Un periodista me encontró. Tú leíste sobre mí en un periódico y acertaste. Pero no puedes encontrar a mis padres y no me rastreaste tu mismo. Yo, sin embargo, te rastreé y encontré. Tu pequeña y segura casa de base simplemente no es tan segura. El pequeño cobertizo donde tallas las piezas de marfil ilegal de tu juego de asesinatos es ahora mi dominio. Y sé tu nombre, no con trampas, sino por ser el rastreador de elite que soy. Te encontré James R. Dunbar.

Tansy hizo una profunda aspiración, obligándose a mantener una mirada de absoluto desprecio en su cara cuando estaba temblando por dentro. Había un plan. No implicaba vadear a través de la sangre, pero ella lo recordaba, existía un plan, y Kadan había susurrado que estaría segura.

La furia retorció la cara de Dunbar. Se volvió roja brillante su cara moteada de manchas.

– Puta.

– ¿Por qué los hombres siempre recurren a llamar putas a las mujeres cuando les pateamos el culo? Descubrí mucho sobre ti, Dunbar. Por ejemplo, tienes un sorprendente montón de dinero en un paraíso fiscal. Parece que tus títeres no tienen una pista de que estás recogiendo la pasta mientras ellos hacen el trabajo. Haces contratos y matas por dinero. Admitiré que es bastante brillante. En realidad diseñas tus propios asesinos. Ideas un pequeño juego, preparas las cartas con víctimas concretas, también los detalles exactos de cómo deben ser asesinadas, y diriges a tus marionetas para que cometan el asesinato por ti. Incluso si son capturados, saldrás limpio.

El rojo desapareció de su cara y sus rasgos se volvieron astutos, un tanto satisfechos por el halago.

– Eres una chica inteligente. Te menosprecié.

Ella se encogió de hombros.

– Mucha gente lo hace. Juraría que ellos te subestimaron todo el tiempo.

Tenía que mantenerlo hablando mientras su mente luchaba por recordar el plan. Quería mantenerse a distancia de él, pero no podía moverse y él estaba deslizándose más cerca.

– Creo que me subestimas, Tansy -dijo Dunbar-. Me encontraste cuando nadie más lo había hecho, ni siquiera Whitney…

Estaba cerca, demasiado cerca. Tansy intentó echarse atrás mientras forzaba una sonrisa.

Sabía que habías trabajado para Whitney. Estabas en el programa de refuerzo psíquico original, determinando quién pasaba y quién no. Seleccionaste a tus asesinos basándote en los perfiles psicológicos. Ellos suspendieron, ¿verdad? Nunca habrían pasado, pero los cambiaste para que parecieran adecuados.

Por mucho que lo intentaba no podía mover los pies, estaban congelados. Su corazón se aceleró, y el rugido se incrementó en sus oídos. Sus palmas estaban pegajosas. ¿Cuál era el plan? ¿Por qué Kadan la envió aquí y luego la abandonó? Frenó con fuerza sus desbocados pensamientos. Él nunca haría eso, y pensarlo, siquiera por un momento, significaba que estaba dejándose llevar por el pánico.

Dunbar asintió.

– Whitney nunca sospechó, incluso cuando yo agregué realces genéticos para cada uno de ellos. -Disparó una pequeña sonrisa presuntuosa-. Asesinos de diseño. Me gusta.

Su engreimiento la molestó. No habría asesinado, pero era más responsable que aquellos los que había orquestado para llevar a cabo su plan. Había obtenido beneficios de los asesinatos.

– Cometiste un error con uno de ellos. Tu Escorpión no era tan fácil de controlar. No es un asesino.

Su cara enrojeció de nuevo. Definitivamente ella había aguijoneado su perfeccionista ego.

– Lo convertí en uno. Hará lo que yo quiera. -Señaló sus pies con la barbilla-. Cometiste un pequeño error contigo misma. Éste es mi sueño, no el tuyo. Yo lo empecé, no tú. Te lanzaste en mis manos. -Le guiñó un ojo-. Al final, yo gano.

Se le secó la boca.

– Quizás. Veremos. -Despierta. Tansy, despierta. Kadan, ¿dónde estás?

Dunbar vadeo a través de la sangre hacia ella, parándose a sólo un brazo de distancia. Ella no podía moverse. No tenía sentido gritar. Los muertos estaban ya alrededor gimiendo bastante alto, intentando advertirla, pero no necesitaban molestarse. En su interior, él sabía que la había atrapado.

Toda ella se inmovilizó. Kadan. Su único pesar. ¿No sabía él que lo amaba? ¿Sería aquello suficiente para que se diera cuenta de la verdad acerca de él mismo? Ella nunca podría amar a un monstruo, y en lo más profundo, él pensaba que lo era. No había tenido suficiente tiempo con él para mostrarle lo que era en realidad.

Te amaré para siempre. Envió el susurro fuera de su mente, esperando que lo alcanzara. Su amado guerrero. Cualquier cosa que hubiera ido mal no era culpa de él, pero lo conocía, sabía que él arrastraría la culpa durante el resto de su vida.

– En realidad no quería utilizar este sueño pero lo visitas con tanta frecuencia. No quería impregnar de sangre mis ropas. Realmente te preocupa, ¿verdad? -Él movió el brazo en un semicírculo para abarcar el lago de sangre con tantas víctimas reclamando justicia-. ¿Quién son esas personas para ti? Nada de nada, pero te haces sufrir sin razón alguna en un intento de apaciguarlos. No puedes salvarlos. Alguien los quería muertos por alguna razón.

– Dinero.

Él se encogió de hombros

– O venganza. No importa mucho. Alguien iba a matarlos. ¿Por qué no beneficiarse? No te habría matado, lo sabes. Descubrí que esperaba con ansias nuestro pequeño juego, pero no puedo dejar que sepas quién soy.

Caminó más cerca, justo frente a ella, tan cerca que podía olerlo a pesar del abrumador olor a sangre. Hizo un esfuerzo por no tener arcadas… o gritar de miedo. Se obligó a permanecer quieta, a reunir fuerzas para luchar.

Dunbar sacudió la cabeza.

– Es mi sueño, ¿recuerdas? No serás capaz de luchar. No eres una caminante de sueños.

Entonces la golpeó, asombrosamente rápido, las manos rodeándole la garganta, los pulgares clavándose profundamente y cortándole el aire. Era muy fuerte, algo que no había esperado. Cuando intentó forcejear y luchar contra él, no pudo levantar los brazos más de lo que podía mover los pies. Sus pulmones ardían. Su mente empezó a aterrorizarse.


Tansy reprimió el terror y obligó a su cerebro a funcionar en el corto tiempo que le quedaba Su mente se extendió hacia él. Estaba controlando el sueño, y eso quería decir que había encontrado un camino para encaminarse a ella, o no podría haberla atraído, pero ella tenía el sendero que llevaba a él. Lo siguió, intentando no sucumbir al negro borde que la rodeaba y a los blancos puntos que flotaban ante sus ojos.

Le golpeó fuerte en la mente, rasgando y arañando, destrozando muros, intentando desgarrar el sueño en trozos. Lo atacó usando el mismo método que él utilizaba en sus ataques a Tom Delaney, coagulando la sangre, golpeando su cráneo, chillando hasta que su mente estuvo llena de dolor y devastación. Dunbar gritó y la dejó ir, sujetándose la cabeza con las manos.

– Puta. -La agarró de nuevo, tirándola hacia delante, sujetándola por el pelo y empujándola hacia abajo… abajo… sujetándole la cabeza de manera que no pudiera escaparse.

Ella se hundió, la roja y espesa sangre, derramándose en su boca y nariz, inundando sus pulmones y su mente, levantándose como un maremoto, su peor pesadilla. Manos que tiraban de ella, empujándola más hondo, caras que la contemplaban fijamente sin comprender, el horror en sus ojos muy abiertos.

Sabía que se estaba muriendo. No había forma de pensar, o de luchar. Extendió la mano en busca de paz, dejando que ocurriera, rehusando darle la satisfacción de ver o sentir su terror.


Kadan yacía al lado de Tansy, escuchándola respirar. Era la única manera en que podía monitorizar lo que le estaba ocurriendo. No era un caminante de sueños, y su trabajo era proteger su cuerpo mientras estaba al cuidado de Jeff y Nico. Algo iba mal. El ritmo de su respiración había cambiado completamente, hasta que estaba casi hiperventilando. Estaba asustada. Compartía su mente, aunque no podía entrar en el sueño.

Jeff y Nico le habían asegurado que sería seguro. La atraerían dentro del sueño que tejerían y esperaban que el Titiritero mordiera el anzuelo. Habría una cobertura completa por parte de ellos. Dunbar no sabría lo que eran ellos hasta que fuese demasiado tarde Nunca estaría cerca de Tansy. Lo matarían y volverían rápidamente. Una vez hecho, alertarían a Ryland. Él estaba esperando en la casa de Dunbar, listo para destruir el cuerpo. Si ellos fallaban, él se ocuparía del hombre en el momento en que despertara. Los detalles del sueño estaban todavía sonando en la grabación. La hipnótica voz de Jeff diseñada para atraer a Tansy a la tierra de ensueño que había creado.

Kadan odiaba la pérdida de control. Quería ser el único que protegiera a Tansy, permaneciendo entre ella y el peligro, sin embargo sólo podía sentarse en una habitación con su cuerpo y esperarla. Cerró las manos alrededor de las muñecas de ella, necesitando anclarla a él cuando parecía tan lejana. El teléfono sonó. Su corazón saltó y lo agarró inmediatamente, escuchando con pavor la teoría de Jeff.

– Está definitivamente en un sueño. Está angustiada. El ritmo de su corazón ha aumentado; está respirando rápido y superficialmente -informó Kadan-. Voy a despertarla.

– No puedes despertarla sin más -dijo Jeff, alarmado-. No sabemos qué está pasando en el otro lado. Necesito saber qué sueña habitualmente. ¿Te lo cuenta ella?

– Algunas veces es tan vivido que cuando se despierta, todavía está en su mente y retiene imágenes. ¿Ayuda eso?

– Cuéntame, no te dejes nada fuera.

Mientras le contaba los detalles de las pesadillas de Tansy, Kadan mantuvo la mirada pegada a la cara de ella. Su mano tembló mientras la arrastraba hacia él, sujetándole la muñeca contra su pecho y sujetando la palma de ella contra su corazón.

– Te la confío, Jeff. Traemela. Nunca sobreviviré entero sin ella.

Que Dios los ayudara a todos porque aquello era una amenaza. Kadan hizo una profunda aspiración y la dejó salir, intentando encontrar un sitio en su interior que estuviera caliente. No había ninguno.

Jeff no se molestó en contestarle. Colgó, dejando a Kadan más desesperado que nunca. Había una terrible sensación de urgencia en la voz de Jeff. Pudo escuchar a Nico de trasfondo urgiendo a Jeff a darse prisa. De nuevo reinó el silencio en la habitación; el único sonido era el tictac del reloj y la respiración asustada de Tansy. Él la había convencido de esto, caminar en sueños con Jeff y Nico, prometiéndole que estaría segura. La había enviado sin él, confiándosela a sus amigos, y ellos la habían perdido.

Se tumbó a su lado y la sostuvo en sus brazos, intentando consolarla, incluso aunque sabía que su mente estaba más allá. Cuando intentó entrar en su mente, hubo un vacío, como si ella hubiera sido arrancada de él a otra esfera.

Te amaré para siempre. Las palabras susurraron en su mente y sonaban como definitivas. Su corazón saltó y él se levanto bruscamente, con una oscura mirada en su rostro.


– ¡Aléjate de ella! -Jeff Hollister irrumpió en el lago, zambulléndose, agarrando a Tansy por los hombros y pateando hacia la superficie.

Nico se estrelló con fuerza contra Dunbar, haciéndolo retroceder, quitándolo de encima de manera que perdiera el agarre sobre Tansy. Los dos hombres lucharon, mano a mano, los cuerpos juntos, cada hombre esforzándose por dominar. Nico tenía la fuerza física, pero era el sueño de Dunbar y él estaba intentando controlarlo. A diferencia de Tansy, sin embargo, no podía controlar a Nico.

Jeff buceó desde abajo, emergiendo casi a su lado, llevando a Tansy con él. La balanceó en sus brazos y corrió hacia la orilla.

– Mantenlo vivo. No puedes matarlo -aulló Jeff-. Si lo haces, el sueño colapsará y ella estaría atrapada aquí. No seremos capaces de revivirla.

Dunbar se liberó e intentó vadear, esperando ganar distancia suficiente para poder terminar el sueño. Nico no quiso permitírselo, enroscando sus dedos como una serpiente alrededor del cuello del hombre y tirándolo sobre la espalda en el fango

– Date prisa, Jeff -lo llamó Nico, preocupado de que Dunbar fuera capaz de encontrar una forma de despertar antes de que ellos fueran capaces de matarlo. Todo dependía de revivir a Tansy.

Jeff la tumbó y le buscó el pulso. No había. Soltando un taco, le echó la cabeza atrás e inició una RCP [19]


Kadan observó las emociones corriendo por el transparente rostro de Tansy. El sudor mojaba su frente y alrededor de la boca, y el miedo se deslizaba en su expresión. Cuando le tomó la mano en la suya, su piel estaba pegajosa. Estaba inusualmente fría. De repente su cuerpo se agitó y arqueó. Jadeó audiblemente en busca de aire. Vio realmente huellas de dedos en su garganta, apretando fuerte, y ella forcejeó, desesperada por respirar.

El corazón le golpeaba contra el pecho, luchó para encontrar los dedos, intentando hacer palanca para soltarlos pero no había forma de encontrar las invisibles e intangibles manos. La cara de ella se tiñó de rojo, los ojos abiertos de par en par, luego repentinamente estuvo libre, aspirando fuertes y audibles aspiraciones a sus pulmones, de forma que su pecho subía y bajaba.

Kadan se encontró inhalando aún cuando no se había dado cuenta que había estado reteniendo el aliento. Tansy se estremeció, la boca muy abierta, los ojos salvajes por el terror, entonces pareció que estaba reteniendo el aliento. Un minuto. Dos. Forcejeó al principio, su cuerpo tensándose contra una sujeción invisible, hasta que simplemente se deslizó con suavidad, fuera de sus manos, su cuerpo estaba fláccido, la respiración deteniéndose en sus pulmones. Los ojos cerrados.

Kadan sintió que su propio corazón se detenía.

– ¡No!

Le presionó la mano contra los labios, buscando su aliento. Sus dedos intentaron encontrarle el pulso. Intentó la RCP. Incluso estrelló el puño contra su pecho, intentando estimularlo frenéticamente. Nada. Intentó llenarle la mente con la suya, pero sólo había vacío.

– Tansy, no. -Los ojos le quemaban. La garganta la tenía en carne viva-. No me hagas esto, joder.

La sacudió otra vez, intentando encontrar una forma de reanimarla. Su cuerpo continuó flácido y sin vida a pesar del aire que intentaba introducir en ella. A pesar de la estimulación de su corazón y mente.

Kadan rugió como un animal herido, tomando el flácido cuerpo entre sus brazos, acunándola contra su pecho. El frío se extendía como un glaciar invasor, desesperado por expulsar la tormenta de fuego de salvaje dolor que le desgarraba el pecho. El corazón se le hizo trizas en su cuerpo, la mente iba de la claridad al caos, los truenos retumbaban en sus oídos, y por un momento, toda capa de civilización desapareció y él aguantó primitivo y brutal en su cruda y despiadada agonía. Sólo otra vez en su vida se había sentido tan absolutamente perdido como ser humano. Había jurado nunca volver allí de nuevo, nunca matar a sangre fría, pero el monstruo de su interior estaba ahora perdido, reclamando, necesitando, exigiendo venganza.

Tansy. No me dejes. Nena, por favor. Estoy rogándote. Enterró la cara contra la garganta de ella. No había latidos, ni calor, ni manos gentiles para tocarlo

Recordó a un niño inocente suplicando por su madre, su padre, incluso su hermano y hermana. No me dejes. Pero ellos se fueron, y con ellos, se habían llevado todo la calidez del mundo, dejando una helada máquina de matar detrás. La última vez, él había conocido a su enemigo. Esta vez, ¿quién pagaría?

De nuevo dejó con cuidado el cuerpo de ella sobre la cama y se arrodilló un momento, las manos enmarcándole el rostro. No había tocado a su familia, pero no iba a dejarla ir sin hablarle. Diciéndoselo en voz alta.

– Te amo Tansy. Con todo mi ser, bueno y malo. Absolutamente te amo.

Se tragó lo último del abrasador dolor desgarrando a través de él y permaneció de pie, permitiendo que el frío ártico lo consumiera, inhalando, arrastrando el hielo en sus venas y pulmones y dentro de su mente, dando la bienvenida al glaciar que llevaba sobre él, y luego comenzó a reunir sus armas.

– ¡No mueras por nosotros, Tansy! -gritó Jeff-. No vas a morir por nosotros. -La golpeó con el puño con fuerza en el corazón, dándole la vuelta, tratando de drenar sus pulmones-. No es real. No puedes permitir que acabe contigo así.

Nico tiró de Dunbar atrayéndolo hacia él, cara a cara, mirando fijamente sus maliciosos ojos. Sin previo aviso, Nico chocó con fuerza su frente contra la cara de Dunbar, destrozándole la nariz, haciendo que el hombre retrocediera y tropezara. Antes de que cayera, Nico lo atrapó por la garganta, sus dedos, con su fuerza sobrehumana, impedían que le entrara aire. Lo arrastró a través del macabro lago, abriéndose paso entre la sangre y las víctimas como si no estuvieran allí, para arrojar a Dumbar a la tierra junto a Tansy.

– No dejes que este hijo de perra se mueva -ordenó y se puso en cuclillas al lado de Tansy.

Dahlia, su esposa, siempre había sido la que enfocaba la energía, y después Nico había practicado la sanación con Kadan, pero esto era un sueño, no la realidad. De todos modos, que pudiera o no sanar por sí mismo en el exterior del mundo de los sueños no tenía importancia… estaba seguro de que aquí podría. Tansy había tejido el sueño, y el Titiritero lo había usado contra ella, pero Nico podía retorcer el sueño para sus propósitos, igual que Jeff.

Se frotó las manos una contra otra, recogiendo energía de la violencia que impregnaba el aire circundante. Cuando hubo acumulado una reserva bastante grande, enfocó la energía entre sus palmas, dirigiéndola directamente hacia el corazón y los pulmones de Tansy. Una luz blanca brotó de su piel, brillando desde cada uno de sus dedos. La luz golpeó el cuerpo de Tansy, ondeando sobre ella como una ola. Su fláccido cuerpo se estremeció.

– Él está luchando contra nosotros, -dijo Nico, en voz baja y tranquila, queriendo asustar al Titiritero-. Mátalo.

Los ojos de Dunbar se abrieron horrorizados de par en par cuando los dedos de Jeff se apretaron alrededor de su garganta.

– No puedes -graznó, con voz ronca-. Estoy manteniendo el sueño.

Jeff miró directamente a los ojos del hombre, donde florecía la conmoción.

– Está mintiendo, Nico. Éste es el sueño de Tansy. Ella lo atrajo a su sueño.

– ¿Estás seguro? -preguntó Nico.

– Oh, sí, estoy seguro.

Jeff soltó a Dunbar y luego agitó la mano con fuerza, estrellando el borde contra la garganta del Titiritero, aplastándole la laringe y destrozándole la tráquea.

– Vete al infierno, bastardo -masculló.

Dunbar cayó hacia atrás, jadeando en busca de aire, ahogándose, su cara se volvió de un púrpura moteado.

– Ésta es su peor pesadilla -explicó Jeff-. Era lo bastante poderosa como para contrarrestar cualquier cosa que el resto de nosotros estuviéramos haciendo. Ella es también un caminante de sueños, por lo que es muy buena en lo que hace.

En el instante en que Jeff rompió la presa de Dunbar sobre Tansy, la luz se sumergió en su cuerpo. Ella se estremeció, tosiendo. Jadeando. Luchando por tomar aire.

– Despiértate, Tansy -ordenó Jeff.


Ryland se deslizó por el vecindario como el fantasma que era, abriéndose camino por las calles hasta que encontró la casa que estaba buscando. El patio trasero estaba protegido del resto de casas de la calle, así que saltó la cerca y atravesó el jardín hacia el pequeño cobertizo. Necesitó sólo unos minutos para abrir el cerrojo y entrar.

El cobertizo era asombroso. Cada pared estaba cubierta de estantes con toda clase posible de tuercas, pernos y tornillos. Las herramientas estaban colgadas pulcramente, cada una claramente etiquetada. No había ni una mota de suciedad. Sobre la mesa estaban las herramientas de tallar de Dunbar, las diversas hojas, afiladas como navajas y colocadas pulcramente como instrumentos quirúrgicos. Junto a las herramientas había un pedacito de marfil, mostrando la forma incipiente de una rana.

Ryland buscó por los cajones y encontró una máquina de laminando y un grupo de gruesas tarjetas. Había un archivador de tarjetas ya laminadas, y cada tarjeta tenía instrucciones precisas detallando un asesinato: el nombre o nombres de las víctimas, dirección, cómo debían las víctimas ser asesinadas, y el límite de tiempo adjudicado. Había puntos asignados para cada detalle, y al pie de la tarjeta, estaba el número total de puntos que cada asesinato podía acumular. Ryland había encontrado el juego real, junto con una página web que estaba construyendo para jugar en red.

Dunbar, tan limpio y tan preciso como era, había guardado las tarjetas ya usadas, junto con los puntos totales de cada equipo, en el archivador. Los puntos habían sido sumados meticulosamente y añadidos a las tarjetas del equipo. En otro cajón había dibujos y notas para un proyecto de videojuego titulado Juego Mortal. No había duda de que Dunbar tenía su cobertura dispuesta por si cualquier sospecha que cayera sobre él. El hombre era tan meticuloso que a Ryland no le habría asombrado encontrar archivado un contrato pulcramente firmado para cada asesinato, junto con un libro mayor y diarios de cuentas bancarias.

En el suelo, junto a la mesa, había una papelera, y podía ver claramente una caja rota con las palabras James R. Dunbar escritas en ella, y la etiqueta que Tansy había reconocido. Ryland dejó salir el aliento. Estaba en el lugar correcto. No había error. Atravesó el patio trasero hasta que llegó hasta la casa. La zona de arbustos y flores estaba bien recortada, el césped segado y el patio trasero extraordinariamente limpio. Cada ventana estaba protegida y las contraventanas libres de suciedad y polvo.

Ryland forzó una que estaba suelta y la puso a un lado para recolocarla más tarde. La ventana no estaba cerrada con llave, Dunbar no tenía ni alarma, una demostración de cuán seguro se sentía… cuán superior. No había necesidad de tales cosas. El hombre probablemente creía que le haría aparecer más inocente si alguna vez uno de los asesinatos apuntaba hacia él. Con el proyecto de videojuego en distintas etapas, realmente podría salirse con la suya al afirmar que los asesinos en serie habían visto su idea y habían decidirlo aplicarla a sus propios propósitos.

Ryland se deslizó por la ventana y se dejó caer sobre el suelo. Dunbar se preciaba de vivir solo, sin mascotas. Era un hombre que nunca querría pelos de perro o de gato en el mobiliario o en la ropa. Todas las habitaciones estaban inmaculadas, con todo en orden. Ryland se encaminó al dormitorio.

James Dunbar yacía en su cama con su uniforme. Estaba mirando ciegamente al techo, su cuerpo agitándose y estremeciéndose, inmerso en su sueño. Ryland se deslizó hasta llegar a su lado, empuñando el cuchillo, esperando. Los minutos pasaron. Los ojos de Dunbar se abrieron repentinamente y comenzó a dar boqueadas. Una mano se agitó en el aire y luego fue a su garganta mientras se ahogaba y luchaba por respirar. Ryland avanzó un paso, una sombra oscura gravitando sobre la figura en la cama. Los ojos le encontraron, allí en la oscuridad, y reconocieron la muerte cuando lo vieron. Ryland le cortó la garganta.

– Titiritero fuera -susurró suavemente, y salió.


Tansy se despertó jadeando para tomar aire, la garganta, en carne viva e inflamada, le ardían los pulmones. El corazón le retumbaba en los oídos, y por un momento estuvo completamente desorientada. Le dolía el pecho, se sentía magullada y maltratada, como si alguien la hubiera estado golpeando. Se tocó la garganta mientras giraba la cabeza buscando a Kadan.

Él estaba en pie en el otro extremo de la habitación, de espaldas a ella, sujetándose un cinturón con cuchillos de ataque y armas en cada presilla concebible. Metía cargadores adicionales en un bolsillo con cremallera y extendió la mano a por más.

Ella abrió la boca para llamarlo, pero no salió nada, su garganta estaba demasiado herida y dañada. Ella lo alcanzó con su mente, conectando, queriéndolo, necesitándolo, sólo que él no estaba allí. En su lugar había algo más, algo no del todo humano. Helado. Una máquina preparada para destruir. Donde había existido fría calma y distancia, ahora había un absoluto caos. No era una persona racional. Tansy dudó si él siquiera sabía lo que estaba haciendo. Simplemente reaccionaba. Su rol de guerrero era lo más familiar, y lo tomaba como el camaleón que era, vistiendo la piel exterior cuando su mente estaba fragmentada.

Él cree que estoy muerta. Probablemente la había visto morir. Se le encogió el corazón. Ella no podía imaginarse viendo morir a Kadan. Tansy se puso una mano en el corazón. Él probablemente había tratado de reanimarla. Estaba casi segura de que su pecho estaba amoratado.

Kadan. Ella le envió su nombre envuelto en amor mientras se sentaba de forma inestable.

Él no se dio la vuelta, el bloque de hielo en su mente era una barrera muy efectiva.

Se extendió hacia él de nuevo, llenando su mente de ella, con el perfume y el sabor de ella… canela. De amor. Derramó calidez por su mente. Su cuerpo entero podría ser de hielo y ella encontraría la manera de calentarlo. Trató de levantarse, necesitaba ir a él, su cuerpo tambaleándose débil.

Un pequeño rincón de la mente de él se desheló lo justo como para dejar escapar un crudo dolor. Explotó desde él en una ráfaga de agonía, tan intensa, tan fuerte, que la puso de rodillas. Kadan se giró rápidamente, empuñando el arma, sus ojos reflejaban un frío agudo, remoto, distante, el pesar grabado profundamente en las líneas de su cara.

Kadan. Susurró su nombre de nuevo, llamándolo de regreso a ella. Profundizó más su camino en su mente, llenándolo de imágenes eróticas, de calor y amor y de estar envuelta en la misma piel con él. El perfume de canela se incrementó. Mírame. Mírame de verdad.

Sus ojos gélidos se posaron sobre el rostro de ella, aún remotos, todavía distantes, como si no la reconociera, como si no la viera. Su mano se apretó alrededor de la culata del arma.

Ella se levantó, agarrándose a la cama. La boca de él se apretó. Su mente negaba lo que estaba viendo. Ella forzó su sabor en su boca, su perfume en su nariz, más profundamente, en sus pulmones. Respírame, Kadan. Déjame entrar.

El miedo titiló en sus ojos y él dio un paso atrás. Él negó con la cabeza ligeramente. No iba a permitirse sentir ese dolor crudo, no importaba lo real que fuera la alucinación.

Tansy le sonrió. Amable. Cálida. Ella dio un paso más cerca, apartando a un lado el arma para acercarse a él, para rodear su cuello con los brazos y presionar su cuerpo, suave y flexible y tan familiar, contra el de él. Él se tensó, cerrando ambas manos en sus caderas para apartarla. Ella podía sentir el contorno del arma presionando contra su piel. Sólo había una delgada camisa entre ellos, y el calor de ella se deslizó en la palma de sus manos.

¿Se siente como una alucinación? Ella estaba de puntillas y levantó la cara, encontrando su boca para acariciar con sus labios persistentemente los de él. ¿Lo hace?

Él no se movió. No parpadeó. Sus ojos, como los de un gato, permanecieron muy abiertos y fijos, enfocados en su cara, pero no la veía. La negativa en su mente era fuerte. Él no iría allí. No sentiría.

Con una mano envuelta alrededor de su nuca para mantenerlo cerca de ella, se desabotonó su propia camisa con la otra. Su brazo era pesado, pero él no se resistió cuando ella ahuecó la palma de él alrededor del montículo caliente, suave, invitador, de su pecho y presionó la mano sobre la de él para mantenerla allí. ¿Es esto una alucinación, Kadan? Vuelve a mí.

Él parpadeó. Ella sintió su mente moverse contra la suya. Tentativa. Con cruda angustia. El miedo se sobreponía al terror. Una brizna de esperanza. Él inspiró, introduciendo el perfume de canela profundamente en sus pulmones, como si pudiera confiar en su olfato, pero no en su mente. El frío se retiró un poco más.

Su mano se movió contra el pecho de ella, un reflejo involuntario. Su pulgar le acarició el pezón, enviando un temblor de conciencia por su columna vertebral. Ella se puso de puntillas otra vez y besó su boca.

– Kadan.

Su nombre salió. Un graznido. Su garganta protestó, pero ella pronunció su nombre, dolida por él, por aquel hombre agazapado detrás de una pared de hielo. Un hombre escudado por el frío.

Y entonces él la aplastó. Sus brazos se cerraron alrededor de ella, casi rompiéndole las costillas con su fuerza. El arma aterrizó en la silla, y al momento su cuerpo la empujó hacia atrás, hasta que ella tropezó con la pared. La envolvió, su cuerpo tan apretado contra el de ella que apenas podía respirar, su boca en el hueco del hombro, su cara mojada contra su piel. El cuerpo de él se estremeció, roto por los sollozos silenciosos. La sujetó durante mucho tiempo, sólo la sujetó, sin hablar, su mente perdida en un lugar confuso, salvaje e incontenible.

Cuando él se movió, su mano se elevó para extenderse a lo largo de la garganta de ella, esta vez amablemente, pero su pulgar le echó la cabeza hacia atrás y él tomó su boca, y nada era suave allí. Era rudo, posesivo, asumiendo el control, queriendo meterse dentro de ella.

Tansy se volvió flexible y receptiva, devolviéndose el beso, dejando que las manos merodeadoras de él tiraran de su camisa hasta poder deslizar sus manos sobre cada centímetro de su piel, lo que él quisiera, lo que él necesitara. Su boca dejó la de ella, recorriéndole a besos la barbilla, bajando por la garganta, hasta su pecho. Ella le rodeó el cuello con un brazo y se arqueó contra él, un poco indefensa mientras él la tomaba, frenético por saborearla y sentirla.

– Tengo que estar dentro de ti ahora mismo -susurró roncamente-. Ahora mismo, Tansy.

La urgencia en su voz, la hipnótica necesidad y la desesperación, la hicieron tirar del cinturón de sus vaqueros, bajándoselos por las caderas mientras la boca de él presionaba fuertemente en su pecho y sus dientes tiraban de su pezón. Ella estuvo de repente casi tan frenética como él, su cuerpo tensándose y goteando calor líquido.

La levantó con las poderosas manos en su trasero, clavándole los dedos profundamente mientras ella envolvía las piernas alrededor de su cintura y cerraba los tobillos con fuerza. Podía sentirlo empujando en su entrada, recorriendo sus pliegues apretados para estirarla con su invasión. Él no podía darle tiempo para que se ajustara, sino que la bajó, su vagina lo envolvió como un puño apretado. Ella clavó los dedos en sus hombros, echando hacia atrás la cabeza, dejando escapar un gemido.

Kadan giró, recostando su cuerpo de forma que la espalda de ella estaba contra la pared y él podía golpear duro y rápido, un intenso balanceo en un frenesí de necesidad de ser parte de ella, de saber que estaba viva, envolviéndolo con sus paredes sedosas y el fuego abrasador que derretía el resto del frío. Él no se permitió pensar. Sólo quería sentir. Saber que ella estaba viva por el tacto, por el sonido, por su perfume. No confiaba en su propia mente, pero su cuerpo la conocía, sus manos y las de él ardían, su eje dolía mientras lo hundía en ella una y otra vez.

– Mírame -le ordenó. Él necesitaba verle los ojos. Sus ojos siempre decían la verdad.

La mirada de Tansy inmediatamente saltó hacia él. Ella se veía sexy, con los ojos brillantes de pasión y su expresión casi torturada mientras él mecía su cuerpo una y otra vez, empujando con sus caderas. La respiración salía en bruscos jadeos y sus senos rebotaban, pero, como siempre, ella no reprimió nada por él, gimiendo suavemente, los músculos cerrados a su alrededor, montando su ondulante cuerpo frenéticamente con el mismo fervor con que él montaba el de ella.

El calor avanzó desde las puntas de sus pies hasta sus muslos para enfocarse en su ingle. El fuego atravesaba su corriente sanguínea, ardía en su vientre y subió a través de su pecho, hasta que llenó su mente con una ráfaga de placer tan intenso que explotó detrás de sus ojos como el estallido de un cohete. Su cuerpo se estremeció y los músculos de ella se cerraron en una llave estranguladora, sujetándole con su ardiente y sedosa vagina. Chorro tras chorro de ardoroso semen empapando profundamente, provocando más ondas violentas a su alrededor.

Kadan la empujó contra la pared, sepultando la cara en su garganta mientras jadeaba buscando aire. Prácticamente sólo podía disfrutar de sentirla entre sus brazos, su cuerpo rodeado por el de ella. Cuando pudo respirar un poco, consiguió llegar al borde de la cama y bajarla, su cuerpo se derrumbó sobre el de ella, todavía hundido en su interior, sujetándole las caderas contra las suyas.

– Juro que voy a quedarme aquí… follándote para siempre. No te dejaré ir, Tansy. Me voy a quedar dentro de ti, parte de ti, donde sé que estás a salvo cada minuto del día. -Él enterró la cara contra su pecho, la piel cálida, suave e invitadora que ella nunca separaba de él. Nunca se escondía de él-. Creí que estabas muerta. Sostuve tu cuerpo en mis brazos y creí que estabas muerta. -Un estremecimiento atravesó su cuerpo.

– Lo sé -susurró ella, sus manos acariciaron su pelo húmedo-. Lo siento tanto, Kadan.

Él negó con la cabeza, deslizando su mandíbula oscurecida sensualmente entre sus senos.

– No deberías estar conmigo. No sé lo que hubiera hecho. Me miré y vi todos esos asesinos esperando justo a mi lado. Quise matar. Incluso lo necesitaba.

La vergüenza, la culpa y el odio absoluto en su mente le rompían el corazón. Tansy le sujetó la cabeza sacudiéndola con fuerza, para que se viera forzado a mirarla.

– Tú no eres en absoluto como ellos. Ni una parte de ti. Tú sientes tanto, tan profundamente, que tu mente se cierra para protegerte. Tú no eres un frío monstruo insensible, Kadan, nunca lo has sido. Esa parte de ti es necesaria, te libra de perder el juicio. Es una protección. Sin eso, no podrías hacer las cosas que necesitas hacer para mantener del mundo un lugar más seguro. Sé que eso suena tonto y trillado, aún así es la verdad. -Ella le rozó los párpados suavemente con la boca-. Te amo exactamente como eres. Amo a ese frío guerrero que mantiene a este hombre, a ti, cuerdo, vivo y de vuelta a mí.

– ¿Qué pasaría si hubiera lastimado a alguien?

– ¿A quién? -le exigió-. ¿A quién ibas a lastimar?

Él pareció confundido.

– No sé. A alguien.

Ella sonrió y se inclinó para besar su nariz y cada comisura de su boca.

– Tú estabas en piloto automático. No sabías lo que hacías, sólo que necesitabas actuar. Estoy en tu mente. Te veo mejor de lo que tú te ves. No podías soportar la pena, y el guerrero asumió el control, pero él no hubiera dañado a nadie.

– No lo sabes con seguridad.

– Lo sé, Kadan. La pareja es confianza. Confío en ti completamente. Te doy todo lo que soy. Mi cuerpo, mi corazón, mi alma y mi mente. Confío en que me veas. Lo que quiero, lo que necesito, quién soy, en lo más profundo donde nadie más puede verlo. Y si soy tu compañera, tu compañera de verdad, tú tienes que confiar en que veo tu yo verdadero incluso cuando tú no puedes. Hago las cosas que me pides porque sé que puedo confiar en ti para protegerme, para decirme la verdad. Tú tienes que amarme hasta el final, darte a mí hasta el final, o dejarme ir.

El corazón de Kadan le golpeaba con fuerza en el pecho.

– Tú me tienes, Tansy.

– Entonces cree en mí cuando te digo que tu parte fría es una protección, no un monstruo. Sí, has matado, y eres capaz de asesinar, cumples con tu trabajo, pero no matas por diversión o por placer o porque te haga sentirte poderoso. Tú no eres un monstruo y nada nunca te convertirá en uno. Esa línea no es borrosa para ti. Habrías recuperado el sentido y habrías dejado las armas y te habrías ocultado en tu mente donde nadie pudiera verte afligido por mí. Y te estabas acongojando, es sólo que no te permitías sentirlo.

Él parpadeó y el amor se reflejó en sus ojos. Ternura. Alegría.

– No te merezco, pero maldito sea si te dejo ir.

– No te permitiría que me dejaras ir.

Kadan la besó con fuerza, su boca fue ruda, después más tierna.

– Estás desnuda y yo llevo puesta toda la ropa.

– Y las armas -apuntó ella.

– Lamento eso. -Sus caderas empezaron una seducción lenta, moviéndose en largos y lánguidos golpes-. No saldré de tu cuerpo, ni siquiera lo suficiente como para quitarme la ropa. Vamos a estar así toda la noche, y mañana vas a venir conmigo a Montana y nos casaremos.

Ella tiró de su camisa hasta que él se elevó lo suficiente como para permitirle quitársela por la cabeza y echarla a un lado.

– Creo que necesitamos algo más de tiempo para planear una boda.

– No, no lo necesitamos. -Él le chupó la oreja, acariciándosela con la lengua-. No voy a esperar. Y después te tendré desnuda en una habitación cerrada, sin ropa, y pasaré nuestra luna de miel torturándote de placer hasta que ninguno de nosotros sepa en la piel de quién está.

– ¿Ese es el plan? -Ella le apartó a un lado los pantalones vaqueros y abrió el cinturón para que sus caderas pudiera empujar más profundamente en ella, llenándola de calor y de fuego.

– Ese es el plan, -dijo él firmemente-. Así es que no te molestes en llevar bragas bajo tu vestido de novia.

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