Capítulo 2

Kadan fue cuidadoso, no permitiendo que su sombra cayera sobre el cuerpo de Tansy Meadows. El granito bajo sus botas estaba liso y no hacía ruido que lo delatara. Permaneció a favor del viento solo por si ella poseía un sentido del olfato realzado, y para asegurarse de que no interrumpía, siquiera brevemente, el flujo de aire moviéndose alrededor del cuerpo de ella. Los Caminantes Fantasmas eran todos sensibles a los más pequeños cambios en la energía que fluía alrededor de ellos. Meadows podía no haber sido entrenada como una Caminante Fantasma, pero si estaba realzada, como él sospechaba, sería una fuerza a ser tenida en cuenta.

Examinó el área circundante, buscando cualquier arma, cualquier cosa que ella pudiera usar para defenderse. Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que sus ropas estaban cuidadosamente apiladas a alguna distancia de donde ella estaba tumbada durmiendo. Una pequeña pistola de dardos estaba junto a sus ropas, apoyada contra una roca. Kadan siguió su camino, colocando cuidadosamente cada pie para no mover las piedras sueltas, su cuerpo se movía despacio para mantener el aire inmóvil, y se estiró a por la pistola de dardos. Para seguridad de ambos, deslizó el arma en su cinturón. Ella debería haber sujetado el arma bajo su palma, donde pudiera defenderse fácilmente de una animal salvaje o un cazador. Si era una Caminante Fantasma, sus instintos de conservación no eran tan buenos como deberían haber sido.

Tras convencerse de que no había nada que ella pudiera agarrar para causarles daño a cualquiera de ellos, se acuclilló a su lado. Más que nada, deseaba ver su cara. De cerca ella era impresionante. Su piel parecía tan suave y cálida que le costó cada gota de su autocontrol evitar tocarla. Su cabello era una mezcla de auténtico platino y madejas de oro que se derramaban por su espalda y a través de la roca. Largas pestañas yacían como medias lunas, ligeras y gruesas. Su cara era un pequeño ovalo y la boca llena e invitadora. Sofocó la urgencia de inclinarse y despertarla con un beso. Era mucho más pequeña de lo que había esperado, pero sus piernas eran largas, su trasero curvado, y su cuerpo le decía que ella podría encajar en él como un guante.

La cara de él estaba a pocos centímetros de la de ella cuando abrió los ojos para mirar directamente a los suyos. El miedo brotó y cambió el profundo azul de sus ojos casi hasta el violeta por el sobresalto. Sus ojos resplandecieron con una especie de brillo pensativo, y entonces ella los entrecerró, como si la luz los hiriera. Parpadeó una vez y sus ojos ya eran claros, fríos y calculadores. Alcanzó las gafas de sol y las deslizó sobre el puente de la nariz con una despreocupada altivez que le dijo que ella era una princesa y él un mero palurdo.


Tansy abrió los ojos de un pacífico sueño y se encontró contemplando unos perfectos ojos de felino. Fríos, imperturbables, de un azul tan profundo que eran casi negros. Concentrados. Estaba mirando dentro de los ojos de un hombre que había matado con frecuencia. Greñudo cabello oscuro se derramaba de su frente, tocando una delgada cicatriz que recorría la longitud de una áspera cara que era toda ángulos y planos. Parecía curtido y todo él demasiado peligroso. Había una sombra a lo largo de su mandíbula, como si le diera igual ser lo bastante civilizado para afeitarse. No tenía expresión en su cara en absoluto, solo aquella mirada arrolladora y fija, como la de un gato.

Ella levantó su barbilla unos centímetros, las pestañas bajando para velar su expresión antes de ponerse las oscuras gafas. No hizo intento de cubrir su desnudez porque no había nada que pudiera hacer sobre eso y no quería darle a él ninguna ventaja al dejarle ver que se sentía vulnerable.

Levantándose con tanta gracia y dignidad como pudo conseguir, Tansy cruzó hacia sus ropas cuidadosamente dobladas. Tuvo que rozarlo al pasar, y él no se movió, su cuerpo sólido y musculoso rozaba la piel de ella, provocando un leve escalofrío de reconocimiento. La electricidad pasó a lo largo de sus terminaciones nerviosas y pequeñas alas volaron por su estómago. Pudo sentir aquellos ojos azul noche siguiéndola cada paso del camino. Tansy estaría eternamente agradecida de no haberse cortado nunca el pelo. La larga longitud le cubría el desnudo trasero, dándole una falsa sensación de seguridad. No tenía idea de que la sedosa masa platino y oro contra su oscura piel resultaba provocativa, y solo servía para darle un aspecto erótico y seductor, enfatizando sus curvas.

Dándole la espalda, se puso rápidamente la camisa y se introdujo en sus pantalones, haciendo varias respiraciones profundas para mantener el control. Por costumbre, Tansy enroscó su larga melena varias veces y la sujetó en la parte de atrás de la cabeza con un gran pasador. Subrepticiamente buscó su pistola tranquilizadora. No estaba en su lugar habitual en la roca que sobresalía, lo que quería decir que probablemente la tenía él. Cuadrando los hombros se volvió para encarar al extraño.

Era un hombre grande y fuertemente musculado. La absoluta tosquedad de él hizo palpitar su corazón. Si tenía que ser capturada desnuda, sola y en medio de ninguna parte ¿por qué no podía haber sido esa persona un debilucho de cuarenta kilos? Ella temía algo más que su tamaño real. Él exudaba poder por cada poro. Parecía peligroso en una forma que no podía definir. Ella podía hacer caso omiso de la impresión de poder diciendo que era su apariencia, pero sabía que había más. Sus rasgos parecían haber sido tallados en piedra, cada parte era tan áspera como el granito que los rodeaba. No era bien parecido… demasiado tosco para eso. Pero era impresionante de una forma atemorizante.

– Siento haberla asustado.

Su voz era suave terciopelo oscuro, una herramienta del demonio y sarcástica como el infierno. Una intensa ira hervía a fuego lento bajo el tranquilo exterior. Ella se tocó los labios con la lengua, la única concesión a los nervios.

– De todas formas era hora de levantarse. -Se encogió de hombros-. Esta es una reserva privada, y usted no está autorizado. -Era un militar, no un cazador. Sus ojos eran mates, duros y observadores… demasiado observadores, como si esperara que ella echase a correr para escapar. Ella se movió sobre las puntas de sus dedos y giró ligeramente para esquivar el cuerpo de él, presentando menos blancos a su ataque.

– Vine a buscarla.

Porque había estado tan sobresaltada al despertarse y verlo, ella no había notado hasta ahora que estar tan próxima a él no le causaba las jaquecas que solía sufrir alrededor de los seres humanos… incluidos sus padres. La voraz energía psíquica que normalmente la rodeaba cuando estaba cerca de la gente no se hallaba presente. Sintió la ligera brisa, escuchó el continuo canto de los pájaros, el zumbido de las abejas, pero no susurros en su mente.

– ¿Vino a buscarme? -repitió ella, sintiendo una pequeña pérdida. Su mirada lo ojeó, captando todo de la forma en que ella lo hacía, su mente catalogando la imagen, anotando las marcas a lo largo de su equipo… especialmente el cuchillo en su costado.

Él sonrió como para aliviar el temor de ella. Parecía un puma justo antes de la hora de comer.

– Permítame empezar de nuevo. Soy Kadan Montague. -Con deliberación y su sonrisa ahora casi lobuna, extendió la mano.

El reflejo automático fue casi su perdición. Justo antes de que las manos de él envolvieran las de ella, Tansy dio un paso atrás con las manos a la espalda. No se atrevió a permitir el contacto físico con él. Ni deseaba ponerse demasiado cerca si las intenciones de él eran atacarla.

La sonrisa de él se ensanchó ante su reacción, calentando sus extraños ojos negros hasta que brillaron como los ojos de los gatos por la noche.

– No me tengas miedo -dijo él.

Cualquiera con cerebro se asustaría de él, especialmente una mujer. Era un hombre entre los hombres. No había nada juvenilmente atractivo en aquella tosca cara. Nada suave ni gentil en aquellos brillantes ojos, sino algo más. ¿Qué era aquello que la intrigaba y le repelía?

– Me pilló en una posición comprometida. Debe admitir que no es exactamente una situación que haga a una mujer sentirse segura.

Kadan estudió su cara… la perfecta tez, la boca plena y las largas y exuberantes pestañas… pero eran sus ojos lo que más lo intrigaban. No había duda de que estaba realzada… podía sentir la poderosa energía psíquica que ella emitía, pero había algo más también, algo que él no había visto en otros Caminantes Fantasmas antes, y el poder que fuera se mostraba en sus ojos. Él tenía que resistirse a estirarse para tocar la suave extensión de piel. Dos veces ya sus pequeños y blancos dientes habían tirado pensativamente del labio inferior, un hábito que él encontraba sexy como el infierno. Ella no estaba leyéndolo, y como eso le ocurría tan raramente, él podría decir que ella encontraba la experiencia perturbadora.

Ella tenía un poco de demasiada confianza en ella misma, lo que quería decir que poseía algún entrenamiento en defensa. Deliberadamente él permitió que su mirada se deslizara por el cuerpo de ella y luego volviera a su rostro. Ella controló el rubor, y eso significaba que tenía una sorprendente disciplina y control de su cuerpo. Él elevó un silencioso ruego para tener la misma disciplina y control del suyo. Necesitaba liberar su mente de toda aquella piel, sus dulces curvas y aquel maldito labio inferior que hacía mohines.

– ¿Qué es lo que quiere señor…?

– Kadan -interrumpió él. Mantenía la voz baja, pero le añadió acero. Ella estaba mirándolo con aquellos enormes ojos azul violáceo, y el extraño y pequeño brillo le desestabilizó el vientre y le tensó la ingle. Maldito si iba a ser él el único fuera de control.

– No lo conozco lo suficiente para llamarlo por su nombre. -Ella lo dijo remilgadamente mientras se movía hacia la izquierda, hacia la escalera de piedra natural que se elevaba desde la balsa.

Kadan mantuvo el ritmo, ajustándose perfectamente a sus zancadas más cortas, como si estuvieran bailando juntos lentamente. Él invadió su espacio personal solo un poco, probando para ver cómo reaccionaría.

Ella se paró con brusquedad, pero no se alejó de su alcance.

– ¿Está usted intentando intimidarme adrede?

Él dejó que una leve sonrisa curvara su boca, dándole a ella un breve vislumbre de dientes descubiertos.

– Deberías estar intimidada. ¿Qué demonios estabas pensando, durmiendo al descubierto sin un cuchillo o un arma cerca de ti? -Mantenía la voz controlada, pero había un látigo en su tono, y ella se estremeció bajo él.

– Soy bien consciente de que no fue inteligente. He estado aquí fuera algún tiempo y me cogió desprevenida.

Había algo en su tono que lo irritaba, no era remordimiento, ni una disculpa, solo una aceptación de estupidez. La estupidez mataba a la gente. Un momento de distracción podía matar a un equipo entero. Él la empujó un poco más, buscando asustarla, porque a pesar de aquel estremecimiento, no había miedo en sus ojos.

Tansy le dejó acercarse, antes de ver el cuchillo en la vaina al costado de él. No había correa de seguridad sujetando la empuñadura, ella ya había establecido que, en el momento que estuviera bastante cerca le golpearía, girando, la mano iría a por el arma en un borroso movimiento de velocidad, alejándose con rapidez. Excepto… que no llegó a ningún sitio. La mano de él frenó las suyas, capturando su puño alrededor de la empuñadura, la enorme fuerza impidiendo permitirle sacar el arma y deteniéndola en el sitio. La sujetó rígida contra su cuerpo, con un brazo trabado alrededor de la garganta de ella y el otro manteniéndole el puño cerrado sobre el cuchillo.

– ¿Qué hacemos ahora? -preguntó él, la voz baja. El aroma de ella llenó su mente y su cuerpo. Canela. Ella olía toda a mujer y canela, un cebo al que rehusaba permitirse ir, y su cuerpo respondía. Demonios, le traía sin cuidado que ella lo supiera, no por la forma en que su suave cuerpo estaba moldeado contra el de él.

Ella tragó. Él sintió el movimiento contra su antebrazo, pero no había pánico ni forcejeo. Ella incluso se relajó contra él, su mano libre subió para enganchar el pliegue del codo de él, un dedo presionó ligeramente contra el punto de presión, y eso le dijo mucho sobre ella.

– Déjeme ir ahora.

Tansy debería haber estado concentrada en liberarse. Su mente y su cuerpo deberían haber estado esperando el momento en que pudiera escapar, pero su mano estaba envuelta en la empuñadura de un cuchillo, uno que no era nuevo sino que había entrado en combate con este hombre y, con seguridad, había sido utilizado. Ella no sentía nada… nada de nada. No había susurros que se burlaran y la atormentaran, ningún túnel succionándola, ningún aceitoso vacío negro que la arrastrara hacia abajo y la sofocara. Nunca había estado tan cerca de nadie, ni siquiera de sus padres, sin tener algo estremeciéndose en su mente. Estaba tan estupefacta que apenas podía recordar que era retenida por el abrazo de un inmensamente fuerte extraño, sin nadie alrededor para ayudarla si ella no podía controlar la situación.

– ¿Y si no te dejo ir? -preguntó él, bajando la cabeza para aspirar otra vez su aroma. Canela y pecado llenaron sus pulmones. Por supuesto que iba a dejarla ir, pero no hasta que aprendiera la lección. Un poco de miedo sería bueno para ella. Ella necesitaba autopreservación para contribuir. Donde él la estaba llevando cada sencillo sentido tenía que ser afilado y aguzado como la hoja de una navaja.

Las palabras susurradas tan suavemente en su oído, y el cálido aliento abanicando su mejilla sacudieron a Tansy de su sorpresa. ¡Déjame ir! Ella lanzó la orden en la mente de él, cerrando los dedos con fuerza sobre el punto de presión, tirando debajo de su codo para poder deslizarse libre, incluso mientras su pie golpeaba atrás para barrer la espinilla de él.

No ocurrió nada. El brazo de él permaneció bloqueado alrededor de su garganta, su cuerpo ni siquiera se sacudió y el talón de ella nunca lo tocó. En realidad la mente de ella rehuyó la de él, como si hubiera rebotado con fuerza. Con la fuerza suficiente para hacer que su cabeza palpitara.

– ¿Quién es usted? -Por primera vez había temblor en su voz.

Él la dejó ir, dando un paso atrás, aún sujetándole la mano para que no pudiera sacar el cuchillo.

– Ahora lo entiendes. No eres la única en el mundo con talentos ocultos.

Muy cuidadosamente ella flexionó los dedos, indicando que quería irse. Él respondió instantáneamente, quitando la mano de las suyas para permitirle bajar el brazo. Tansy no lo miró, pero sabía que él había sentido temblar la mano de ella. Detestaba mostrar debilidad, pero nunca había tenido a nadie que la resistiera tan completamente.

Ella necesitaba tenerlo distraído mientras lo dirigía a su campamento, donde tenía un arma o dos que podían proporcionarle alguna protección.

– Solo dígame quién es y por qué está aquí. -Ella se encaminó hacia el sendero otra vez y esta vez él caminó junto a ella. Cuando hizo un movimiento hacia la parte interior de su camisa, la respiración de ella se paró, pero él sólo sacó su cartera y la abrió, ofreciéndosela.

Sus ojos la fascinaban. Azul medianoche, tan azules que eran casi negros, imperturbables e intensos, casi como aquellos del depredador que había estado estudiando el último año. Él se centraba totalmente en su presa, y justo ahora ésta era Tansy. La tenía hipnotizada, incapaz de apartar la mirada de él hasta que él lo permitiera.

El movimiento de la cartera le permitió apartar la mirada de aquellos peligrosos ojos, y le echó un vistazo a su identificación. FBI. Pero ella no lo creía. Cada cosa de él gritaba militar. Negó con la cabeza.

– No me trago su historia. -Reinició el camino con un forzado suspiro-. Solo dígame qué quiere y váyase de mi montaña.

– Necesito tu ayuda.

Su corazón palpitó. La respiración se le detuvo en los pulmones y ahí se quedó. El miedo se deslizó por su cuerpo. La garganta cerrada, el pánico aumentando mientras ella batallaba con el súbito estruendo en su mente, mientras una puerta crujía al abrirse y las voces comenzaban a derramarse. Sacudió la cabeza asustada de hablar, asustada de poder gritar, temiendo que al comenzar una vez más nunca pararía. En vez de eso contó sus pasos, poniendo cuidadosamente cada pie delante del otro, obligando a su mente a quedarse en blanco, forzando el aire en sus pulmones mientras silenciosamente sacudía la cabeza.

– ¿Tansy? -Había preocupación en su tono.

Había palidecido bajo su bronceado y pequeñas gotas de transpiración punteaban su frente. Tansy se las enjugó con una pesada mano, cerrando la puerta mientras eso se sacudía y gemía, empujando con fuerza contra su voluntad.

– Desaparezca. -Su voz era un mero rumor de sonido

Él le siguió el ritmo con facilidad, aunque no estaba caminado por el sendero, sino por la áspera y gruesa hierba.

– Lo siento, no puedo hacerlo.

– Váyase señor Montague. No puedo ayudarlo. -Continuó subiendo, apartando la cara de manera que fue imposible para él verle los labios temblando.

– Eso no es verdad, Tansy. Tengo un archivo tuyo de diez centímetros de grosor. Eres real, y no me importa cualquier chorrada que le hayas hecho tragar a las fuerzas del orden a lo largo del país, sobre perder tu habilidad en un accidente de escalada.

Ella tragó con fuerza, se rodeó con los brazos y giró la cara hacia él.

– Si tiene un expediente sobre mí, estoy segura de que incluye el hecho de que pasé ocho meses en un hospital. Me parece una clase de hombre muy minucioso, y no es del FBI, así que su pequeña insignia no me interesa.

Kadan se acercó detrás de ella, tan cerca que pudo sentir el calor que emanaba su cuerpo. Podría parecer enfadada, pero él estaba demasiado bien entrenado para no notar el indicio de miedo desesperado en sus ojos y ella detestaba que él supiera que estaba asustada.

– No de usted -murmuró en voz baja, derramando desdén en su voz-. Nunca de usted. Salga de mi montaña y déjeme sola.

– ¿Qué ocurrió?

Hizo una profunda y estremecida inhalación, cerrando los dedos para formar dos tensos puños.

– Usted es un perfecto extraño… un hombre que no deseo conocer. Soy una fotógrafa, trabajando con autorización en esta reserva. Por lo que yo sé, usted no tiene derecho a estar aquí, o interrogarme. Si es realmente del FBI, entonces hable con mi abogado.

– Ahora estás siendo grosera.

Ella se sentía grosera. Él estaba molestándola porque ella estaba tan afectada. Tansy hizo otra profunda inspiración y la dejó salir.

El repentino aumento de energía hostil la golpeó. Era duro y rápido y llegaba justo desde más allá de Kadan.

Kadan percibió la oleada de agresividad, la amenazadora energía lo bombardeó y sujetó a Tansy por la muñeca, haciéndola girar y empujándola detrás de él, colocando su cuerpo entre el peligro y ella. Ella tropezó y casi se cayó, pero él continuó moviéndose en círculo, tirando del arma, con los dedos sobre el gatillo, sacándola mientras el enemigo atacaba.

¡No! ¡Atrás!

La voz llenó la mente de él mientras Tansy saltaba sobre él, directamente entre su pistola y el puma que atacaba. El dedo de él ya estaba tirando del gatillo, su objetivo real. Consiguió sacudirlo justo lo suficiente para no darle a Tansy por un suspiro, pero el puma la golpeó en el pecho con toda su fuerza, tirándola hacia atrás y sobre él de manera que ambos cayeron. Por un momento él vio dentro de los ojos del felino, la respiración caliente en su cara y luego se había ido, saltando por encima de Tansy en un pesado golpe y desapareciendo.

Todo en él se inmovilizó. Kadan trabó los brazos alrededor de Tansy y rodó, empujándola bajo él de manera que pudo pasar las manos sobre su cuerpo, controlando los daños.

– Háblame.

El puma le había sacado el aliento del cuerpo, golpeándola con la fuerza de una locomotora. Probablemente estaría magullada, y no estaba tomando aire, pero no había heridas desgarradas como él esperaba. El felino había retraído las garras cuando golpeó y no había mordido la expuesta garganta de Tansy… y tampoco su bala la había herido. Dejó caer la cabeza durante un momento, expulsando su miedo.

– ¿En qué demonios estabas pensando, protegiendo a un felino como ése? -exigió él con la furia reemplazando al terror-. Podía haberte disparado. Estuve a un suspiro de matarte.

Se encontró sacudiéndola y, sorprendido, hizo una profunda inspiración, intentando retroceder desde el borde del desastre. Estaba temblando, algo que nunca hacía, pero había llegado tan cerca de volarle la cabeza. Le llevó un momento darse cuenta de que sus manos estaban envueltas alrededor de la esbelta garganta de ella, los pulgares presionando exactamente en su mandíbula, levantándole la cabeza hasta que los enormes ojos estaban mirando directamente los suyos.

Tansy intentó tragar, pero las manos de él le rodeaban la garganta y los pulgares presionaban fuertemente. Permaneció muy quieta, impresionada ante la verdad. Ella no estaba salvando la vida del puma… había salvado la vida de él. Había sido imperativo salvar su vida. En el momento en que sintió la amenaza y supo que el puma iba atacar, había saltado sobre él desde una posición agazapada, revelando otro oculto secreto, para impedir que fuera herido. Parpadeó mientras él lentamente retiraba las manos de su cuello.

– Podría quitarse de encima de mí. -El pecho le dolía. Estaba notando cada una de las rocas que se le clavaban en la espalda-. Pesa una tonelada.

Él simplemente bajó la mirada hacia ella durante un largo momento sin responder, sus ojos azul oscuro contenían calor y una cruda lujuria, haciendo que el corazón de ella latiera fuertemente, pero entonces él parpadeó y sus ojos se volvieron monótonos y severos, imposibles de leer para ella. Él se levantó, levantándola con él y manteniéndola estable hasta que estuvo seguro de que era capaz de estar de pie por ella misma.

Tansy se quitó el polvo de los vaqueros y luego se frotó las palmas por los muslos, buscando las gafas de sol que habían salido volando de su rostro cuando el felino cayó de golpe en ella.

– Gracias por no dispararme. -Ella nunca admitiría que había saltado frente a él para salvarle la vida, no en ese momento. En una fecha muy posterior, cuando él no estuviera por los alrededores para aturdirla, sacaría sus motivos y los examinaría, pero por ahora, lo registraría como el rescate de una vida humana.

– Eres jodidamente afortunada.

Ella cabeceó.

– Soy consciente de eso y realmente aprecio que sea tan diestro.

– ¿Vas a decirme cómo hiciste ese salto, estando de rodillas, hasta sobrepasarme tan rápido?

Tansy se encogió de hombros.

– No sé como hago las cosas. Sólo las hago. -Había muchas cosas sobre ella que no podían ser explicadas.

– ¿Has oído hablar alguna vez de un hombre llamado Peter Whitney?

Ella parpadeó. Su rostro permaneció inexpresivo mientras buscaba sus gafas en el suelo, dándose tiempo para pensar.

– Presumo que la mayoría de los integrantes de la comunidad científica han oído hablar del doctor Whitney -contestó ella cautelosamente, mientras recuperaba sus gafas bajo la maleza y las limpiaba en su camisa-. Creo que fue asesinado. -Lo miró directamente a los ojos, así él podría ver que ella quería decir exactamente lo que decía-. Si ha encontrado algún tipo de evidencia que quiera que yo sienta para usted, no puedo hacerlo.

– ¿Crees que él está muerto?

Tansy frunció el ceño.

– Fue una gran noticia. Desapareció y todo el mundo pensó que fue asesinado. ¿No era él?

Kadan negó con la cabeza lentamente.

– No, está vivo.

– Eso es imposible. Mis padres lo conocían muy bien. Si estuviera vivo, ellos lo sabrían.

– ¿Cuánto bien es muy bien? ¿Eran amigos?

Tansy se encogió de hombros.

– Nadie era realmente amigo del doctor Whitney. Eran colegas y se respetaban entre sí. Mi padre y el doctor Whitney fueron a la escuela juntos y tenían muchas intereses en común.

– ¿Eras tú uno de ellos? -preguntó Kadan.

La boca de Tansy se apretó. Lo apartó de un empujón para proseguir el camino.

– Creo que ésta conversación ha durado ya suficiente tiempo. Se está haciendo personal y ni siquiera sé aún lo que quiere. Tengo trabajo que hacer esta noche y necesito comida, así que si va a venir, entonces empecemos a movernos.

Kadan siguió caminando detrás de ella, alerta sobre alguna amenaza más del gran felino, su mirada recorría el área, pero más que eso, cada sentido se extendía buscando información.

– El doctor Whitney dirigió experimentos en niñas hace aproximadamente veinticinco años. Recogió a niñas de varios orfanatos alrededor del mundo. Estaba buscando talentos específicos, bebés con capacidades psíquicas.

Tansy continuó subiendo mientras el rugido en su cabeza hacía que el pulso le palpitara en las sienes. Contar. Diez pasos.

– Nombró a cada una de las niñas con nombres de flores. Tansy es una hierba floreciente que crece en Europa y Asia.

Quince pasos.

– Realzó a esas chicas psíquica y genéticamente, alterando a muchas de ellas también. Cuando retiró los filtros de sus cerebros, las dejó sin defensas psíquicas. Muchas de ellas tienen dificultades en la vida cotidiana en sociedad. La mayoría no puede estar alrededor de la gente en absoluto. Tienen frecuentes dolores de cabeza y hemorragias nasales. Los ataques son comunes cuando hay demasiada sobrecarga psíquica. Algunas pueden hacer cosas físicas asombrosas, como saltar sobre un hombre desde una posición agazapada.

Él no le estaba mintiendo. Toda su vida había sido diferente. Toda su vida había luchado por permanecer cuerda cada vez que tocaba un objeto, o se sentaba en una silla, o alcanzaba un picaporte, la puerta de su mente se abría y las voces se derramaban sobre ella. Continuó contando, susurrando los números con cada aliento, mientras intentaba calmar la voz interior que estaba llorando de miedo.

– Hizo otras cosas también. Tenía un programa de cría, emparejando a las chicas, que ahora son mujeres, con hombres con los que experimentó en el ejército. Él creó varios equipos de Caminantes Fantasmas. Soy un miembro de uno de esos equipos. Consentí en ser psíquicamente realzado. En ese entonces no sabíamos que realizó estos experimentos aún sin nuestro consentimiento. Nos realzó genéticamente así como nos emparejó con las mujeres de sus primeros experimentos. Nuestra mejor conjetura es que él espera crear soldados excepcionales de esas uniones.

Treinta pasos. Las cosas hacían clic en su lugar, y la puerta en su mente crujía siniestramente, amenazando su cordura. Había estado tan cerca de la paz. Tan cerca.

– Fuiste adoptada, Tansy, y el doctor Whitney permitió que algunas de las niñas con las que experimentó fueran adoptadas. Por lo general mantenía un férreo control en las muchachas, así que te pregunto, ¿lo viste mientras crecía?

¿Lo había visto? Ella tembló, repentinamente de frío, al regresar a recuerdos de su infancia que no deseaba tener. Las visitas de Whitney eran una de las pocas cosas por las que ella y sus padres discutían. Se restregó las manos de arriba a abajo por los brazos. Nunca olvidaría a ese hombre, el modo en que la miraba como si no fuera humana. Era frío y desapasionado, estudiándola de la forma en que un científico haría con un insecto. Le había rogado a su padre que no la dejara sola con él, pero él tomaba la mano de su madre, pareciendo alterado, y salía de la habitación, tirando de su madre con él. Era la única ocasión en que se sentía vulnerable y sin su apoyo.

– Sí. -Su voz sonó tan baja, que dudaba que él pudiera oírla. Hizo un esfuerzo para empujar hacia atrás las imágenes que se apiñaban en su mente-. Él era… empalagoso.

Whitney sólo tenía que tocar su piel y ella se ahogaba en una negra tina de aceite, asfixiándola bajo la gruesa mancha de una mente tortuosa. No había reconocido el sentimiento, o lo había identificado como enfermedad en su juventud, pero el limo se había derramado en ella hasta que no podía respirar, hasta que se asfixiaba, sofocada por su megalomaníaca personalidad.

Kadan respiró y exhaló, odiándose a sí mismo. Estaba hiriéndola. Él estaba patinando incluso cerca del filo de su cordura. Podía sentir el dolor de ella como un cuchillo por su propio cuerpo y mente. Había estudiado cada informe sobre ella. Era muy susceptible, sobre todo a la violencia, y él era un hombre violento. Ella no necesitaba sentir nada cuando lo tocaba o alguna de sus pertenencias. A pesar del hecho de que afirmara que su talento se había ido, no había forma de que desapareciera. Él era tanto un ancla como un escudo, lo que significaba que podía mantener a raya toda la energía psíquica y dirigirla lejos de ella.

– Comprende que tus padres tienen que haberlo sabido.

Ella se giró tan rápido, su agresión estrellándose contra él con fuerza suficiente para golpear sus reflejos. Su mano se cerró alrededor del puño de su cuchillo antes de que pudiera detenerse a sí mismo. Ella estaba pensando en patearle el pecho, pero controló su temperamento, sus ojos azules brillaban con una extraña luz violeta que lo intrigó. Tenía que ser un realce, pero no podía entender exactamente para qué era usado.

Kadan levantó la mano, mostrando la palma antes de que ella pudiera hablar.

– No te enojes conmigo. Te estoy dando hechos. ¿Quieres escucharlos, verdad? -Mantuvo su voz tranquila, suave, un poco hipnótica. Ella era susceptible al sonido; podía afirmarlo por la forma en que se relajó a pesar de sí misma-. Pareces la clase de mujer que prefiere el conocimiento.

– No haga suposiciones sobre mis padres.

Él no quería herirla, pero cuán malditamente deseaba hacer un número con sus padres. Ambos eran considerados genios, y debían haber adivinado exactamente qué tramaba Whitney. Sharon Meadows deseaba un niño a cualquier precio, y estaba más que dispuesta a mantener la boca cerrada sobre Whitney a fin de tener uno. Con su dinero y conexiones, podrían haber tenido a cualquier niño, pero ¿por qué ésta? ¿Por qué una tan vulnerable?

¿Y por qué también había consentido Don Meadows permanecer callado? ¿Por qué simplemente no consiguieron otro niño para Sharon y denunciaron los experimentos de Whitney? Necesitaba observar un poco más de cerca los contratos gubernamentales de Don y Sharon, así como sus vidas personales, porque su silencio no iba con la clase de imagen que sus informes habían dibujado de ellos.

– Lo siento -dijo él, permitiendo que su voz se volviera caliente como la miel al derramarse-. No debería haber dicho eso.

Ella sabía que su acusación era cierta, pero rechazaba permitir ese pensamiento en su mente. Ella necesitaba tiempo y él no la culpaba. Si pudiera, le hubiera ahorrado eso, pero ellos iban a tener que trabajar rápido para entender que estaba pasando.

– Si Whitney dirigió estos experimentos en soldados del ejército…

– Expresamente en hombres entrenados en la Fuerzas Especiales -interrumpió él.

– Genial. Esto es todo lo que necesito. -Ella se presionó las yemas de los dedos contra los ojos-. Si usted es militar y nadie ha oído hablar de los Caminantes Fantasmas, esta información deber ser clasificada.

– Lo és.

Tansy se alejó de él tambaleante, dándole la espalda para esconder su expresión. Él no necesitaba ver su rostro o mirarla a los ojos para saber que estaba sufriendo. Maldijo silenciosamente mientras la seguía por el sendero hacia su campamento.

– No me diga más -advirtió Tansy-. De verdad. No quiero saber más, no si es clasificado. Quiere algo de mí que no puedo darle. No hay ninguna necesidad de decir otra palabra sobre lo que continúa. Encuentre a una de las otras chicas.

– Ellas no pueden hacer lo que tú haces.

Él rechazó inspirarle una falsa sensación de seguridad, mentirle, o incluso darle coba. Iba a entrar en el infierno con él. La única cosa que él podía hacer por ella era intentar procurarle toda la verdad, y darle su palabra de que permanecería a su lado todo el tiempo. Era todo lo que tenía para ella.

– No puedo hacer aquello que cree que puedo.

Se acercaban a la cima del camino. El sol estaba ocultándose y los colores cambiaron repentinamente cuando coronaron la cumbre. Naranja y rojo se derramaban desde el cielo como fuego fundido. Tansy hizo una pausa para contemplar los colores y Kadan se detuvo a su lado, admirando la vista. Debajo de ellos había un valle y luego, más allá de éste, otro pico de granito. Extendiéndose tan lejos como el ojo podía ver estaba el bosque de abetos y pinos. Pequeños lagos naturales y unas pocas cascadas salpicaban las colinas mientras el sol poniente bañaba el granito en oro.

– Hay una gran diferencia entre no poder y no hacer -dijo Kadan, manteniendo los ojos fijos en la hermosa vista que los rodeaba-. Creo que si me dejas explicar lo que continúa, entenderás por qué tenía que venir de esta forma a sacarla de su retiro, a pesar de que tu último caso te llevó al hospital. No tomarías esa decisión a la ligera.

Él lo dijo tan normalmente. La llevó al hospital. Como si hubieran sido unas pequeñas vacaciones para ella… o como si hubiera sido ligeramente herida. Tansy tragó la bilis que se alzaba y comenzó a contar otra vez meticulosamente, manteniendo su mente en la colocación de sus pies mientras se apresuraba por el tortuoso sendero hacia su campamento.

Las sombras se desplazaban mientras el sol se ocultaba y el viento se levantaba, agitando los árboles. Con la brisa vino una ráfaga de sonido, murmullo de voces, risas taimadas, la primera explosión de visiones, sangre salpicando las paredes. Un suave gemido se le escapó, el miedo obstruía su garganta. Tansy apretó con fuerza los dedos contra los ojos.

– Tiene que irse. Tiene que irse ahora.

Estaban en el límite de su campamento, su espacio, su santuario. Él no podía entrar allí, no podía permitirle quitarle esto.

– Quiero irme -dijo él quedamente-. Me iría si pudiera, pero demasiadas personas morirán si lo hago.

Tansy sacudió la cabeza con desesperación, echó un vistazo a la radio y luego apartó la mirada. Podía llamar a su padre y él sería capaz de poner alto a esto. Si él hubiera sabido que los militares estaban enviando a alguien con una petición, la habría advertido, ¿no es así? Con una revelación, este extraño había cambiado todo su mundo de nuevo.

Bebió de una botella del agua, dándole la espalda, intentando ordenar las cosas que él le había dicho.

– ¿Mi padre sabe que está aquí?

– Sólo el general. Esta misión es clasificada.

– No pertenezco al ejército. -Tansy se hundió en una silla de jardín que había traído y forzó a su mirada a encontrar la de él.

Él extendió las manos.

– ¿Crees que quiero venir aquí y molestarte de esta forma? La gente está muriendo…

Ella señaló

– La gente siempre muere, señor Montague.

– Kadan -corrigió él-. Y no así.

Ella cerró los ojos.

– No puedo hacerlo más. Sí, tengo algunos dones especiales. Puedo saltar alto y tengo reflejos rápidos, puedo sentir energía violenta o amenazadora, pero freí mi talento, o hizo cortocircuito o algo así cuando caí mientras escalaba. Tal vez pasó cuando fui al hospital. Francamente no lo sé, pero cuando toco cosas, no pasa nada. Y estoy agradecida por eso. Desearía poder ayudarlo, pero no puedo.

Kadan se deshizo de su mochila con un movimiento de hombros y se estiró, relajando sus músculos mientras estudiaba el campamento. Ella sabía lo que hacía; escondido de ojos curiosos incluso desde lo alto, el campamento era cómodo, protegido, pero podía capturar las brisas que llegaran.

– Tengo un don para el sonido, Tansy, y estás mintiendo. Puedo oírlo en tu voz.

Ella se encogió de hombros.

– Puede creer lo que guste, pero no puedo ayudarle. Existen unos pocos de los que he oído hablar, psíquicos que pueden rastrear asesinos. Porque por eso está aquí, ¿verdad? Me necesita para ir tras un asesino.

– No es un asesino ordinario, es un Caminante Fantasma. Tengo a un asesino realzado entrenado por las Fuerzas Especiales suelto. Necesito rastrearlo y eliminarlo inmediatamente. -Kadan alcanzó la cafetera, arrojó el viejo líquido, y comenzó a llenar la cafetera con agua.

Tansy le lanzó una mirada desde debajo de sus largas pestañas. Él se movía con fluida gracia, como en casa en medio de la tierra virgen, completamente confiado en sus habilidades. Escudriñó el área circundante varias veces, y ella sabía que si se lo preguntaba él le podría decir donde estaba situada cada cosa en el campamento y la mejor ruta de escape disponible para ellos si necesitaran de una. Ella había trabajado con hombres como ése, fríos bajo el fuego, tan peligrosos como el infierno, aunque él tenía algo diferente, algo incluso mucho más mortal. El poder se adhería a él.

– No puedo ayudarle.

– Los Caminantes Fantasmas son como tú, Tansy. Sus vidas han sido cambiadas para siempre. Sufren los mismos dolores de cabeza, las hemorragias nasales, los ataques. Son hombres y mujeres buenos, y están bajo el fuego cada minuto del día. Realizan misiones que nadie más podría hacer. Ponen sus vidas en peligro cada día. Tú eres uno de nosotros.

Ella negó con la cabeza, manteniendo la calma y la firmeza en su voz.

– Desearía poder ayudarle, realmente lo hago, pero perdí el talento que necesita.

Él suspiró suavemente.

– Te juro, Tansy, que no quiero hacerlo de la forma difícil. Quiero que entiendas lo importante que es esto para que al menos comprenda por qué tuve que subir aquí para convencerte. Los Caminantes Fantasmas son considerados demasiado peligrosos para estar bajo sospecha en algo como esto. Tengo órdenes de no confiar en ninguno. No puedo confiar en ellos, pedirles ayuda, ni siquiera decirles que sus vidas están en peligro debido sólo a lo que son capaces de hacer. Son mis amigos, mis compañeros de equipo. Hombres con los que me he entrenado y con los que he entrado en combate, hombres que han cubierto mi espalda y me han salvado la vida. Algunos de ellos tienen familia.

Ella reconoció que era un hombre de pocas palabras, que raramente se explicaba a sí mismo, pero que rompía su forma de ser por ella. No quiero hacer esto de la forma difícil. Su corazón saltó, pero ella mantuvo una expresión serena en el rostro.

– ¿Le dieron órdenes de llevarme de vuelta? -Los hombres como Kadan Montague realizaban sus misiones sin importar el coste para ellos… o para alguien más. Ella esperó. Conteniendo la respiración.

– Sí.

– ¿Tanto si estoy de acuerdo o no? -Ella formó una declaración, pero había una súplica sin aliento en su voz que no pudo detener.

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