Capítulo 15

Tansy estaba de vuelta en el vertiginoso y caótico mundo de pura energía. Lo amaba y lo odiaba, atraída, a pesar de sí misma, de vuelta en el tiempo otra vez a un mundo que nadie más compartía. Cuando era bueno, era el paraíso, todas aquellas estrellas y flotar en un mar de felicidad, un tipo de euforia diferente a nada que hubiese conocido… excepto, quizás, el sexo con Kadan. Cuando era malo, era la peor de las pesadillas, sangre, derramamiento y una cruel y diabólica enfermedad.

Alargó la mano hacia las estrellas, pero supo que fallaría de nuevo. Lo había intentando durante años, sin lograr el paraíso y agarrándose al infierno con ambas manos. La sangre se derramó por el cielo y se filtró por el suelo, alzándose como una marea, tan espesa que no había forma de nadar y mantener la cabeza fuera. Cientos de cabezas se movían con la suya, los ojos desmesurados por el terror, las bocas abiertas mientras gritaban en silencio. Se preguntó si ella parecería igual, desesperada por evitar ahogarse en la roja mugre.

Y entonces el volumen se encendió, y pudo oír el griterío, lo sintió vibrar en sus huesos. Apretó con fuerza los dientes y sacudió la cabeza mientras unas uñas le arañaban la piel y unas manos huesudas la sujetaban con fuerza del brazo. Justo debajo de la superficie pudo ver a una mujer mirándola a través del turbio velo rojo, sus ojos rogaban piedad. Tansy apretó aún más los dientes y metió la mano a través del lodo para agarrar el brazo de la mujer. Tiró y tiró… tiró hasta que sintió que se le iban a salir los brazos de sitio, pero no pudo mover a la mujer.

Se estiró hacia arriba y se zambulló cabeza abajo a través del lago de sangre, buceando profundamente en un intento de encontrar lo que estaba sujetando a la mujer bajo la superficie. Algo le mordió en el tobillo y Tansy miró hacia abajo. La mujer estaba atada alrededor de un cilindro redondo de metal, dejada viva para mirar hacia la superficie y la seguridad mientras el aire escapaba de sus pulmones.

Tansy miró alrededor, el agua ensangrentada era tan espesa que apenas podía distinguir los otros cuerpos, todos tiesos, con los ojos alzados hacia la superficie que los eludía por no más de unos pocos centímetros, todos mantenidos abajo por alambres atados a sus tobillos. Los peces se comían su carne como si estuviesen nadando a través de un autoservicio de sushi.

Se asfixiaba. El aire le estallaba fuera de los pulmones y pateó para abrirse paso hacia la superficie, elevó la cabeza a través del oleoso lodo jadeando en busca de aire, gritando, luchando cuando unas manos intentaron atraerla otra vez hacia abajo.

No puedes irte ahora. El susurro era una suave mofa que le corría a través de su mente. Reconoció aquella voz. Luchó con más ganas, chillando, aporreando la fuerza que tiraba de ella hacia abajo, desesperada por liberarse.

Estás a salvo. No te estás ahogando en sangre, cariño, estás a salvo conmigo. La voz de Kadan se deslizó en su mente y entonces allí estaba él, llenando cada parte de su alma hasta que fue el mismo aire alrededor y dentro de ella.

Se dio cuenta de que estaba golpeándole el pecho y pateando las mantas hasta hacerlas caer y se obligó a detenerse. Oía sus propios gritos como un eco en sus oídos, y dejó también de gritar, aspirando grandes bocanadas de aire en un esfuerzo de calmarse.

– Lo siento. Lo siento, Kadan. -Presionó el rostro contra su pecho.

Él derramó una lluvia de besos sobre su coronilla y la acarició, deslizando una mano hacia por la longitud de su cabello mientras la abrazaba con fuerza contra él.

– No hay razón para disculparse.

– No pude salvar a ninguno.

Kadan tragó con fuerza.

– Ya estaban muertos, Tansy. Muertos mucho antes de que tocaras el objeto que mantiene la violenta energía. Se han ido y nadie puede salvarlos. Todo lo que podemos hacer es intentar evitar que sus asesinos vuelvan a matar.

– Rana la ató justo debajo de la superficie del agua para que pudiera ver la libertad, pero no pudiese alcanzarla. Habían varias personas, como una colonia de ellos sujetos de la misma forma. Vi un cilindro, como un tanque de aire, y llevaba un logo escrito, sólo que no era yo la que estaba viendo el logo en realidad. Era él. Rana, él estaba silbando mientras preparaba un tanque de aire, lijando el logo del lateral del tanque. -Presionó el rostro más cerca de él, intentando hundirse dentro de él para escapar de su propia mente.

Kadan le acarició el pelo varias veces en un intento de tranquilizarla.

– ¿Cómo tuviste acceso a Rana cuando estabas manejando la pieza de Cuchillo?

La voz de Tansy se hizo más baja, su mente se nubló incluso con Kadan firmemente en ella.

– El Titiritero estaba pensando en él cuando tallaba la pieza de Cuchillo. No le gusta Cuchillo, pero siente una cierta empatía por Rana. -Su voz se desvaneció y comenzó a frotarse los brazos-. Tengo que sacarlo de mí. -Comenzó a retorcerse, intentando escaparse de él, frotándose con más fuerza los brazos-. Oh, Dios. Tengo que sacarlo de mí.

Kadan la sujetó por los brazos, inspeccionándola mientras ella se retorcía alejándose de él. Ella luchó con fervor, rasguñándose la piel, restregándose los pechos y el vientre, rascando y frotando frenética.

– Ayúdame. ¿Por qué no me ayudas? Date prisa. Sácamelo. -Un sollozo brotó de su voz. Se ahogaba.

– Tansy, estás a salvo -repitió él-. No tienes nada.

Ella estalló violentamente, dando puñetazos y patadas, intentando rasgar su ropa, haciéndose grandes rasguños en los brazos. Él le agarró ambas muñecas con una mano y las sujetó con fuerzas mientras ella luchaba como una gata salvaje. Kadan usó el peso de su cuerpo, pues no deseaba arriesgarse a herirla, pero ella se había ido otra vez, sus ojos deslizándose conscientes a opacos. Una vez más, la calma retrocedió un poco para dejar que el miedo se deslizara en su interior. Él no quería que estuviese en ninguna parte cerca del Titiritero en su condición.

– Tansy, mírame. -Usó su tono más autoritario, el más convincente. Ella se quedó quieta por un segundo, su mirada enlazada con la de él-. ¿Qué hay sobre ti?

– Sangre. -La palabra fue un chillido.

El corazón de Kadan casi se detuvo. Podía oír las voces gritando en la cabeza de ella, las súplicas de las víctimas, el sonido de sus sollozos. Sobre los muertos llegaron las burlonas carcajadas de los asesinos, tantos de ellos, su abominable enfermedad extendiéndose como un cáncer.

Ella comenzó a retorcerse otra vez, su respiración salía en forzadas boqueadas, derramando lágrimas.

– ¿Por qué no me ayudas? Yo no lo hice. -Sacudió la cabeza delante y atrás, en negación.

– No, cariño, no fuiste tú -convino él dulcemente y se puso de pie con un suave movimiento, echándosela sobre los hombros, con la cabeza de ella cayendo por su espalda. La llevó al baño, con cara sombría y el corazón en un puño. Tan pronto como la temperatura del agua fue la adecuada, Kadan dejó su inquieto cuerpo en el suelo y comenzó a desnudarla.

Tansy se arrancó la ropa, desesperada por quitar el espeso abrigo de su piel y cabello. Estaba bajo sus uñas y en sus ojos. Rasgó el tejido de su ropa, deseando no volver a verla nunca más. En la ducha, en el momento en que él le puso la manopla en la mano, Tansy comenzó a frotar, ardientes lágrimas derramándose por su rostro, mezclándose con el agua que caía por ella. Estaba tan helada, su cuerpo se estremecía sin control y los dientes le castañeteaban, hasta que ella temió que se le astillaran o rompieran. Alargó la mano hacia la llave del agua caliente pero la mano de Kadan le capturó la muñeca.

Vas a quemarte. Ya se ha ido, Tansy. Estás limpia.

Ahí estaba él. En su mente, protegiéndola. El alivio fue abrumador. No era capaz de encontrarte. Pensé que tú… Sus palabras murieron, insegura de dónde estaba o de qué estaba haciendo. Estaba tan confusa que volvió a intentar acercarse a él, sin entender lo que le estaba ocurriendo.

Estoy justo aquí, Tansy. Su voz era calmada, hipnotizante, suave y baja, llenando su mente de calidez. Él parecía su ancla, tan firme y fuerte cuando ella estaba tan confusa.

Tansy empezó a ser consciente del agua que caía sobre ella. De su desnudo y herido cuerpo, de su mano restregándose la piel, causando abrasiones, casi arrancándose la capa más superficial. Se sobresaltó asustada, sintiéndose desordenada; sabía que aquello ya había sucedido antes. Había estado de pie en la ducha, arrancándose la piel del cuerpo. Sus padres la habían envuelto en mantas y la habían llevado al hospital, donde había pasado semanas inmovilizada para su propia protección. Se había vuelto a perder, atrapada en el interior de su propia mente con unos seres tan diabólicos que el mundo no habría entendido nunca su comportamiento, y ellos nunca la dejarían ir.

¡No! ¡Maldita seas, no! Kadan la atrajo a sus brazos, abrazándola con fuerza. No estás perdida. No estás con ellos. Estás aquí. Conmigo. Mírame, Tansy. La cogió por los hombros, sacudiéndola con suavidad, mirándola a los ojos, determinado a traerla de vuelta a él.

– ¡Mírame, ahora!

Sus dedos se clavaron lo suficiente para causarle daño, para anular el trance y arrastrarla de vuelta a la realidad.

Tansy sabía que se estaba tambaleando de un lado a otro entre su estado hipnótico y el momento real. Se concentró en el dolor que sentía en sus hombros. Sentía cada uno de los dedos clavados en su carne, casi hasta el hueso. Reconocer el tacto de Kadan la trajo un poco más cerca del presente. Se aferró a eso, a su calidez y su solidez.

– ¡Mírame!

Oyó aquel tono con claridad… la inflexión en su voz, la autoridad absoluta y el tono de mando que a menudo la asombraba, sin embargo ahora era su cuerda de salvamento. Le obedeció, porque uno siempre obedecía a Kadan cuando usaba aquel tono. Luchó por mirar más allá del velo que le cubría los ojos, el que la tenía prisionera en su propia mente, para poder cumplir la orden de Kadan. Le costó toda su fuerza y determinación, pero logró alzar la vista hacia la de él.

Sus ojos se enlazaron inmediatamente con los de ella. Ojos de cazador que ardían con una fuerza fiera. El aliento se le quedó atrapado en los pulmones y se asfixió, pero no apartó la mirada. El agua se deslizaba por su cuerpo. Pudo sentir el calor y escozor en su piel. El vapor se movía en espiral a su alrededor, y era real debido a la temperatura del agua, no estaba en su mente. Él estaba allí, un guerrero completamente vestido con ropa usada y totalmente calado, sus azules ojos estaban tan oscuros que parecían azul medianoche, su boca era una sombría línea y sus dedos aún permanecían clavados en sus hombros, conectándola con la realidad.

– ¿Has vuelto a mí, cariño?

Su voz. Ella quiso fundirse en un pequeño charco a sus pies en el momento en que oyó aquella suave voz aterciopelada acariciarla, tocar su cuerpo, deslizarse en su interior hasta envolver cada espacio helado y calentarla. Tansy no se atrevió a hablar. Si seguía llorando nunca pararía, y hablar traería otro torrente de lágrimas. Sabía lo que había ocurrido. No podía ocultárselo a él. Había estado al borde de la locura y él la había traído de vuelta.

Casi se derrumbó, humillada y avergonzada, deseando apartar la mirada de él, pero él se negó a soltarla, dando un paso hacia delante para cerrar el hueco existente entre ellos, aún mirándola, todavía dominándola con su mirada. Deslizó una mano por su hombro hasta llegar a la nuca, colocándola alrededor de su garganta para levantarle la barbilla con el pulgar.

– Dilo, Tansy. Di que estás conmigo.

Ella tragó saliva, sabiendo que él sentiría el movimiento con la palma de la mano.

– Estoy contigo.

– Eres mía. Perteneces a este lugar, conmigo. Dilo.

Ella se humedeció los labios. Estaban los dos allí de pie, con el agua cayendo a su alrededor, las ropas de ella arrancadas y desparramadas por el suelo, la piel de ella prácticamente arrancada, su mente dañada más allá de todo arreglo, y él quería…

La mano de Kadan se cerró alrededor de su garganta. Le dio una pequeña sacudida.

– Dilo.

– Pertenezco a este lugar, contigo. -Ella quería pertenecerle a él, pero él era tan fuerte y ella se estaba haciendo pedazos. Su mente estaba hecha añicos, las piezas se esparcían por todas partes. Ella tenía el loco deseo de buscarlas, pero la mirada de él continuaba ejerciendo dominio sobre la suya, negándose a permitirle apartar la mirada de él.

– ¿A quién perteneces, Tansy? Quiero que digas que eres mía. Dilo alto para que lo sepas. Para que te lo creas. No voy a dejarte ir. Me niego por completo a renunciar a ti. No perteneces a nadie más, ni a tus padres y ten por seguro que no a una pandilla de asesinos. ¿A quién perteneces?

Tansy se había perdido en su fuerza. En sus ojos.

– A ti. Te pertenezco a ti. -Apenas pudo susurrar las palabras, atascadas en su garganta.

Él todavía sujetaba su mirada, negándose a liberarla.

– ¿Y a quién pertenezco yo?

Ella parpadeó. El calor la inundó. Era consciente de que él llenaba su mente, empujando hacia fuera cada cosa horrible que había estado allí. Estaba dentro, cerrando la puerta en las narices a las voces, construyendo un muro a su alrededor. Kadan. Por supuesto. Sintió el amago de una sonrisa, un rayo de esperanza.

– A mí. Tú eres mío y me perteneces.

La aplastó contra él, tan fuerte que le quitó el aliento, casi rompiéndole las costillas, pero ella solo envolvió sus brazos alrededor de él y se agarró a él. Él enterró su cara en el suave hueco de su hombro, y fue imposible decir si el agua de la ducha le mojaba la piel o si su rostro estaba húmedo de lágrimas. No se movió durante un largo rato. Cuando lo hizo, sus manos fueron gentiles.

– Vamos a sacarte de aquí. -Estiró la mano y cerró el agua, luego le colocó una toalla alrededor-. Los otros debería dar señales de vida pronto, y quiero que te tomes una taza de té caliente.

Tansy permaneció quieta, permitiéndole secarle le piel con delicadeza. Él parecía necesitarlo incluso más que ella, sus manos se deslizaron por ella, las rudas callosidades se sentía bien a pesar de las abrasiones de sus brazos. La mano latía, y cuando ella bajó la vista vio que estaba magullada e hinchada, pero no recordaba qué había pasado y tenía miedo de preguntar.

– Tengo que contarte los detalles o podría olvidarme de algo importante.

La toalla se detuvo abruptamente, justo debajo de sus pechos. Él la miró, su cara estaba más sombría que nunca.

– A la mierda con eso, Tansy. Esto termina aquí.

Su cruda e inmediata razón la hizo desear sonreír. En su interior, donde él no podía ver, la luz ardió con fuerza alejando aún más la fealdad. Kadan era como un soplo de aire fresco extendiéndose por ella.

Ella le cogió el rostro entre las manos y besó su fuerte mandíbula, mordisqueándolo desde la cicatriz hasta la comisura de su boca y jugó con su sensual labio inferior, tirando de él con sus dientes.

– ¿Por qué no me deseabas esta mañana? -No pudo evitar el tono herido de su voz-. ¿Por qué no me hiciste el amor? ¿Fue por esto? ¿Por las cosas en mi cabeza? ¿Por el daño? ¿O por el hecho de que mi padre está involucrado con Whitney?

Kadan alzó bruscamente la cabeza y sus ojos llamearon, ardientes y hambrientos, llenos de apasionada lujuria y algo más que hizo que su interior se derritiera.

– Estaba siendo delicado, dándote tiempo.

Ella le frunció el ceño.

– ¿Tiempo para qué? Tan pronto estás acostado cerca de mí y puedo oír cómo cambia tu respiración y sentirte duro contra mí, y entonces simplemente te giras como si no pudieses soportar estar cerca de mí.

– ¿No poder estar cerca de ti? -repitió él, entrecerrando la mirada.

La mano de él subió y la cogió por la nuca, atrayéndola a él, aplastando sus pechos contra su pecho mojado. Unió su boca con la suya en un beso brutal, casi furioso, devorándola, reivindicando su boca mientras su mano se deslizaba posesiva por la larga curva de su espalda hasta su cadera. Hundió su cuerpo en el de ella con dureza.

– Nunca jamás me digas que no te deseo -le espetó, sus ojos echando llamaradas.

– Pero tú…

– Nunca dudes de que te deseo cada minuto del día. Noche y día. Siempre tengo hambre de ti. -Él hizo a un lado su mojada camisa-. Si por mí fuera irías por ahí desnuda, esperando a que me enterrase en ti. -Se quitó los húmedos vaqueros por las columnas de sus muslos y los alejó de una patada. Su polla brincó fuera, dura y gruesa y tan lista para ella que de su amplia y brillante cabeza ya salían pequeñas gotas perladas.

– Kadan. -Su nombre le salió en un pequeño gemido que era mitad miedo y mitad deseo. Ella retrocedió ante su repentina agresión, pero él simplemente la siguió, persiguiéndola por la habitación hasta que la pared estuvo pegada a su espalda y ella no tuvo adonde ir. Ella hizo una profunda e irregular aspiración y alzó una mano.

Él la ignoró y la levantó, su enorme fuerza alzó su desnudo cuerpo y la dejó de espaldas en la cama, sin preocuparse de que ambos estuvieran mojados y empaparan las sábanas mientras la colocaba en el borde del colchón, las piernas sobre sus hombros de manera que estuviera enteramente abierta ante él.

– No me digas que no te deseo. -Esta vez gruñó las palabras, el sonido retumbó en su garganta-. Te deseo siempre. Exactamente así. ¿Me entiendes? Justo así.

No hubo besos, ni preliminares; él se hundió profundamente, duro y rápido, empujando entre los apretados pliegues como un ariete volviendo al hogar. Él dijo con su cuerpo lo que no podía decir en voz alta. Cada embate era duro y profundo, sus caderas se hundían frenéticas una y otra vez, conduciéndola con rapidez, quitándole el aliento, obligándola a subir más y más mientras la reclamaba, mientras la hacía suya.

Kadan se permitió perder el control, salvaje ante su primitiva necesidad, ante el deseo de demostrarle la verdad. Esta forma en que él le pertenecía en su interior. Le había sorprendido que cuestionara su deseo por ella, y la tomó con placer animal, montándola con vehemencia hasta que sintió como si llamas le lamiesen las piernas, sobre las nalgas y dentro de las ingles. Ella estaba caliente y apretada, y parecía como si un puño de seda lo agarrase, apretando y estrujándolo hasta que pensó que le explotaría la cabeza por el absoluto placer.

Cuando ella estuvo jadeando y revolcándose bajo él, se inclinó hacia delante, aplicando más presión sobre su duro y sensible brote, con una fricción más intensa mientras bombeada dentro de ella. Siguió inclinándose hasta que su boca encontró su pezón. Lo lamió dos veces y luego lo mordió gentilmente. Ella gritó, su cuerpo explosionó alrededor del de él, derritiéndose y agarrándolo con fiera necesidad hasta que se vació dentro de ella, llenándola son su caliente semilla, dejándose caer sobre Tansy, un poco sorprendido ante la furia con que su cuerpo la había tomado cuando él pensaba que era frágil.

Pudo sentir el estremecimiento de su cuerpo, las réplicas la hacía temblar mientras él se movía con movimientos más suaves, odiando abandonar el paraíso que era su cuerpo. Esperó hasta que pudo volver a respirar antes de mirarla, medio esperando verla furiosa con él, pero ella acunó su cabeza, sus manos estaba en su cabello, dándole caricias. Aceptándolo. Aceptando su naturaleza dominante. Simplemente aceptándolo, y eso era más humilde, más aterrorizante que si todas las armas del mundo le estuviesen apuntando.

– Tengo que tocarte. -Su admisión fue ruda. Una orden en lugar de la forma en que él quería que sonase. Quería compartir con ella su propia debilidad, darle algo de él que importase. Dejó salir el aliento y lo volvió a intentar-. Necesito tocarte.

– Adoro cuando me tocas, Kadan. -Ella le echó atrás el cabello, con una suave caricia.

Kadan negó con la cabeza, enderezándose, retrocediendo.

– No. No me refiero a ahora. Quiero decir siempre. Necesito el contacto contigo. -Le pasó la mano por el cabello-. Maldición. Esto no está saliendo como esperaba.

Tansy bajó lentamente los pies al suelo y se sentó.

– Dime. -Se echó el tesoro de su largo cabello sobre un hombro con un sexy deslizar.

Sus senos atrajeron su inmediata atención, sobresaliendo invitadoramente. No pudo evitar inclinarse para succionar por un momento. El anhelo era tan fuerte que lo sacudía. Retrocedió sacudiendo la cabeza, deseando que ella comprendiera

Necesito tener mis manos en ti. No puedo decirte por qué, sólo que tengo que saber si estás bien conmigo tocándote en cualquier momento, en cualquier lugar. En mi cabeza, tengo que saber que vas a aceptarme, que me querrás tocándote o teniendo mi boca sobre ti o tu boca sobre mí. -Deslizó la mano sobre su miembro, ya semi erecto-. Que me vas a querer dentro de ti un centenar de veces al día. El pensamiento que va a estar ahí es que si realmente lo necesito, encontrarás un modo de estar conmigo sin importar lo que pase a nuestro alrededor.

– No estoy segura de por qué crees que eso es una cosa tan mala, Kadan.

Los ojos de Kadan se oscurecieron más.

– Crees que me necesitas más de lo que yo te necesito. Crees que soy más fuerte y que me cansaré de tu dependencia. Estoy en tu cabeza. Sé lo que estás pensando, pero tú realmente no me ves, Tansy. Quiero que me veas. -Dejó salir el aliento en un pequeño torrente-. Eres el hogar para mí. Tú y tu cuerpo. Eres mi casa.

– Bien. -Levantó la mirada a la de él, para asegurarse de que él sabía lo que ella quería decir-. Estoy absolutamente bien con que me toques. Adoro tus manos sobre mí. Adoro especialmente tu boca en mí, y si quieres estar dentro de mí, di la palabra y allí estoy. Sólo intenta no tirarme sobre la mesa de cocina delante de todos y estaremos bien.

Los anudados músculos del estómago de Kadan se desenredaron y pudo respirar libremente otra vez. No la había asustado a muerte, pero es que Tansy no se asustaba tan fácilmente. Afrontaba asesinos y hasta encaraba de buena gana el infierno y la locura para rastrearlos. No era una pequeña violeta, y si alguna mujer podía manejar sus necesidades, apostaba el corazón a que sería Tansy.

– La mesa de la cocina está bien, pero ninguna audiencia. Lo tengo.

Una lenta sonrisa tiró de su boca

– Me alegro de que hagas esa distinción.

– Puedo ejercitar la disciplina cuando es necesario.

Tansy rió y el sonido fue música para él. Kadan la levantó y la besó a fondo en la boca, simplemente porque el sonido de su risa enviaba calor al hielo de sus venas.

– Vamos, cariño. -Le dio una palmada en el trasero y luego la acarició cuando gritó-. Vamos a encontrarte algo de ropa antes de que los otros lleguen.

Ella miró el lío en la cama y suspiró.

– Siento que tuvieras que tratar con eso.

– Andaría descalzo en el infierno por ti, cariño, así que una pequeña ducha no es problema. -El corazón nunca latiría del mismo modo, pero si ese era el precio por traerla de vuelta del borde de la locura, lo aceptaría.

– Dijiste algo acerca de una taza de té. ¿Te importaría hacerme una mientras limpio? -No le quería en la ducha mientras recuperaba su ropa desgarrada; sería demasiado humillante Él había pensado que su oscuro secreto era la pareja perfecta para su pérdida del juicio, pero ella no pensaba eso y necesitaba unos pocos minutos para recomponerse.

La mirada de Kadan se deslizó sobre ella, valorando el pálido rostro.

– ¿Todavía te duele la cabeza?

Ella soslayó la pregunta.

– Estoy mucho mejor. Realmente apreciaría una taza de té.

Él podía sentir que le estaba empujando. No quería dejarla. Parecía muy pálida. Había manchas rojas, rasguños, y magulladuras estropeándole la piel. El pelo estaba mojado y oscuro, deslizándose por la espalda en una cola larga, todavía goteando un poco de agua en el piso. Podía ver los muslos mojados con su semilla. El torno atrapó su corazón otra vez y se apartó, las emociones eran demasiado intensas cuando no estaba tan familiarizado con ellas.

– Té -dijo él bruscamente y sacó unos vaqueros de la mochila.

Tansy andó descalza al cuarto de baño y se miró en el espejo. Unos ojos atormentados la miraron fijamente. Estaba hecha un desastre. Levantó la mano hinchada y miró fijamente la marca clavada en la piel. Estaba empezando a desvanecerse, pero mantenía su forma. Había estado demasiado cerca esta vez. Había tenido suerte de que Kadan hubiera luchado por ella. Su mente todavía estaba curándose de demasiadas batallas contra energía violenta, y necesitaba ser más cuidadosa si iba a sobrevivir intacta.

Tiró su ropa destrozada y tomó otra ducha, lavándose el cabello y enjuagando las abrasiones de su cuerpo. Se las había hecho ella misma, casi quitándose la piel. No podía pensar en ello demasiado, porque la sensación de la sangre revistiendo su piel se arrastraba sobre ella en el momento en que miraba demasiado fijamente a su cuerpo. Frotar su loción familiar y calmante en los rasguños ayudó algo, se trenzó el largo cabello para apartárselo del camino antes de vestirse con los vaqueros. No se molestó con el sujetador, solo se puso una camiseta oscura antes de deshacer la cama y tirar las sábanas mojadas a la lavadora.

Se paró en la puerta de la cocina mirándole. Era un espécimen asombroso de hombre, muy musculoso y tranquilo, una cintura estrecha y un gran culo. Era demasiado áspero para ser llamado guapo pese a cualquier esfuerzo de la imaginación, pero era impresionante, irresistible, un hombre que llamaba inmediatamente la atención.

Él sabía que ella estaba allí, podía asegurar que lo sabía. Había algo remoto en él cuando entró primero en la habitación, pero entonces se suavizó, el glaciar deshelándose para enviarle una cálida sonrisa por encima del hombro.

– Tengo tu té. Puse un poco de miel. Es bueno para ti.

– Tienes suerte de que me guste la miel -dijo y se sentó en la silla que él sacó para ella.

Su mirada se deslizó sobre ella diciendo claramente que le importaba una mierda si le gustaba o no. Lo habría vertido por su garganta si pensara que lo necesitaba. Ella le hizo muecas mientras envolvía las palmas alrededor del calor de la taza. La mano estaba muy dolorida y flexionó los dedos.

– Tenemos que encontrar otro modo de abrir mi mano cuando quieras que deje caer cualquier objeto que esté manejando.

Él le disparó otra mirada penetrante.

– Es un punto discutible porque no lo vas a hacer otra vez.

Ella contuvo su protesta y tomó un sorbo de té, permitiendo que el líquido la calentara antes de contestar.

– Sé que debe haber sido aterrador par ti verme así, pero no podemos parar ahora. Sé que con lo que tengo de Rana deberías poder encontrarlo. Tiene alguna clase de negocio acuático en la costa. Pesca. Observar ballenas. Bajar a la gente en una jaula de tiburón, quién sabe, pero es en el océano y el negocio le pertenece. Adora estar bajo el agua. Creo que el cilindro era un tanque de escafandra autónoma.

– No pararás, ¿verdad? -Había una advertencia en su voz.

Tansy se encontró con sus brillantes ojos, sin estremecerse por la ártica frialdad de su mirada.

– No, absolutamente no lo haré, no después de ver a esos hombres. Ellos no van a parar, Kadan, y la policía no va a encontrarlos. Han tenido toda esta evidencia, y nadie ha podido encontrar una pista, un motivo o algo excepto las piezas del juego. Tú ni siquiera sabías que había ocho jugadores antes de que comenzara a ayudarte.

– Tu cordura no es el precio para mí.

Ella sostuvo su mirada, negándose a echarse atrás.

– Para mí sí. Si puedo salvar una vida… evitar que un niño, un padre, alguien sufra en sus manos, apuesta a que lo vale para mí. Estás dispuesto a arriesgar tu vida por tu país; bien, he conseguido este talento que nadie más parece tener, y si es un regalo de Dios o una mutación, no lo sé, y francamente, no importa. Escojo… -Le miró directamente a los ojos-. Escojo utilizarlo para detener a asesinos. Para mí, el sol puede subir y ponerse contigo, me puedes dar órdenes en el dormitorio y en todos los demás lugares, pero no en esto. En esto, yo digo cuándo paro, no tú.

Kadan inclinó el respaldo de la silla hacia atrás sin decir nada, mirándola a través de los amenazadores ojos medio cerrados. Parecía aterrador, en su cara una dura máscara, su boca apretada. El corazón de Tansy empezó a latir muy rápido. Kadan nunca la heriría, ciertamente no por adoptar una postura, no cuando tenía razón… ni nunca. Se obligó a permanecer silenciosa, sin apaciguarlo, aunque quería hacerlo. Bajó los ojos y sorbió el té, sosteniendo la taza apretada contra la palma que latía, ocultándole la impresión del cuchillo.

– Tu elección no era parar. Te arrastré de vuelta.

Ella sacudió la cabeza.

– Te alejaste. Ibas a decirles que no me habías encontrado, o que había perdido mis capacidades. Escogí venir contigo.

La mandíbula de él se tensó. Un músculo dio un tirón y los ojos fueron dos pedacitos gemelos de hielo azul.

– No tienes la menor idea de hasta dónde estaría dispuesto a ir para mantenerte segura.

No había rendición en él y no sonaba amoroso. Sonaba frío, duro y aterrador. Ella vislumbró a aquel chico de ocho años que encontró un arma en el río de sangre de su familia y escogió recogerla y buscar su propia marca de justicia. Fue despiadado y sin compasión, y lo sería aún más para protegerla.

– Cuento contigo para mantenerme a salvo mientras hago esto, Kadan. Pero tenemos que detenerlos. No por tus amigos, sino porque son diabólicos y no podemos dejar que corran de aquí para allá sueltos sobre personas inocentes. Lo sabes tan bien como yo. No tienes intención de parar.

– Eso es diferente.

Ella casi escupió el té por la nariz.

– ¿Por qué? ¿Por qué eres el gran hombre?

Él se inclinó hacia delante entonces, las patas de la silla volvieron al suelo con estrépito mientras se inclinaba sobre la mesa, agarrándole la barbilla con la palma.

– No. Porque tú eres mi mujer y estaré condenado si te sucede algo. No sentía absolutamente nada antes de conocerte, y ahora lo hago, no me gusta dónde puede llevarme si algo malo te pasa. No quieres oír esto. Tansy, pero no disto de los hombres que estás cazando.

– Eso no es verdad, Kadan.

– Miéntete a ti misma entonces, pero no seas jamás lo bastante estúpida para pensar que yo no mataría por ti, ni que moriría por ti. Quieres hacer esto, entonces lo harás a mi manera. Quiero decir, Tansy, que lo harás a mi manera. Eso es todo lo que voy a ceder.

– Eso no es ceder nada.

– Infiernos que lo no es. No te quiero en ningún lugar cerca de este lío. Puedo encerrar tu culo en un piso franco con diez guardias contigo durante las veinticuatro horas y no hay nada que puedas hacer acerca de ello, así que no me digas que no estoy cediendo.

– Estás siendo un bastardo.

Él puso ambas manos sobre la mesa y se inclinó acercándose otra vez, su voz bajó un tono y sus ojos se volvieron de un azul glaciar.

Soy un bastardo. Era hora de que lo averiguaras.

Ella se puso cómoda en su silla, mirándole sobre su té. Después de un momento de silencio dejó escapar un suspiro.

– Bien. Dime cómo vamos a hacer esto.

– Me darás tu palabra de honor de que no tocarás nada que tenga que ver con los asesinatos, los asesinos o con las víctimas, nada de nada, sin mí presencia, y sólo con guantes. No manipularas nada sin protección.

– No seré capaz de rastrear al Titiritero -protestó ella.

– Entonces no sucederá. Los guantes y yo, o ningún manejo. Tu palabra.

Su tono implacable le hizo rechinar los dientes.

– Kadan, trata de ser razonable. ¿Te das cuenta de cuánta información conseguí esta vez? Ni siquiera hemos tenido una oportunidad de repasarlo.

Él no contestó. Simplemente la miró fijamente, inflexible.

– Podemos encontrar un modo de hacerlo más seguro.

– Tómalo o déjalo.

Ella le gruñó.

– Eres tan terco. Bien entonces. Tienes mi palabra. A veces podría golpearte.

– Yo también te podría zurrar a veces. Así que supongo que estamos igual. -No había rendición en su voz, ni triunfo, sólo indicaba un hecho con un tono sugestivamente aterciopelado, malvado y oscuro.

Ella tenía la sensación de que él estaba contemplando realmente voltearla sobre sus rodillas y algo perverso dentro de ella la hizo hormiguear con una excitación inesperada. ¿Cómo lo hacía, convertirlo todo en sexo con solo un tono? Estaba a punto para un paseo salvaje con él, pero no podía permitirle que la dominara. Tenía que aprender a sostenerse ella sola.

Tansy apoyó la barbilla en la mano.

– Tienes esa mirada en los ojos.

– ¿Qué mirada?

La que le quitaba el aliento y la hacía mojarse las bragas. Y estaban discutiendo sobre algo importante.

– La discusión se ha acabado. Ambos hemos cedido -señaló él, leyéndole la mente. Curvó los labios en una sensual sonrisa-. Soy afortunado de hacer que tus bragas se mojen. Levanta tu camisa para mí.

Ella le miró fijamente, preguntándose si la estaba desafiando o probándola. No le importaba lo que era, le había dicho la verdad. Si él necesitaba acceso a su cuerpo, estaba más que dispuesta a dárselo. Tiró del dobladillo de la camisa por encima de sus senos y apartó la tela. Los ojos de Kadan se oscurecieron del hielo azul a la medianoche. Los dedos se arrastraron sobre los montículos cremosos, acariciaron sus pezones y siguieron las marcas rojas por su cuerpo.

– ¿Te has puesto algo en esto? -Le deslizó una caricia sobre una línea inflamada en su vientre.

Ella asintió.

– Parece peor de lo que es. Mi piel se marca fácilmente.

Él tiró de la camisa hacia abajo y se inclinó sobre la mesa para besarla.

– ¿Quieres más té antes de que hagamos esto?

– No. ¿Tienes una grabadora?

– Está en el fregadero. Sabía que no ibas a dejarlo pasar. -El fantasma de una sonrisa le tocó la boca.

Ella hizo una bolita con la toallita de papel y se la tiró.

– No puedo creerte.

Él colocó la grabadora sobre la mesa y la encendió.

– ¿Por qué pensaba el Titiritero en Rana en vez de en Cuchillo cuando talló el cuchillo para éste?

– Desprecia a Cuchillo y a hombres como él. Piensa que él es pura palabrería y lo rechaza incluso aunque dirija el equipo. -Miró a Kadan triunfante. Eso era una confirmación de que había estado acertada y Cuchillo era el líder del equipo de la Costa Este. Si puedes rastrear a Rana utilizando el negocio de agua, el equipo de escafandra autónoma, y siendo capaz de contener la respiración durante cantidades extraordinarias de tiempo, deberías ser capaz de encontrar a Cuchillo. Trabajan juntos.

– En el ejército.

– Creo que son soldados o lo fueron. Podrian tener otro negocio, algo relacionado con la seguridad. -Recobró el aliento-. Sí. Todos participan en una compañía de seguridad juntos. Eso fue idea del Titiritero. Les hizo creer que fue idea de ellos. Es bueno manipulando a la gente. Manipuló a Whitney. ¿Cómo? ¿Cómo hiciste eso? Estoy en ti -susurró ella-. Y no vas a alejarte de mí.

Kadan permanecía en su mente, intrigado por la velocidad con que ella reunía datos de las imágenes y pensamientos y los ponía juntos con asombrosa precisión. Su cerebro le asombraba.

– Él seleccionó a estos hombres. Para su propio propósito. Embaucó a Whitney. Whitney el todopoderoso. -Los ojos se le iluminaron y ella apuntó con el dedo a Kadan-. Trabajó para Whitney durante el proceso de pruebas, Kadan. ¿Lo puedes rastrear de ese modo? Tiene que haber registros. Whitney no podría haber borrado las pruebas. Tuvo que entrevistar sólo a los que pasaron las primeras rondas. Y estaba probando la capacidad psíquica en ese punto, no si estos hombres estaban psicológicamente preparados para ser realzados o no.

– Creemos que Whitney realzó a unos pocos hombres que fueron eliminados del programa para su propio ejército personal. Un grupo de hombres que fueron marcados como rechazados o muertos durante el siguiente par de años, pero encontramos a uno o dos de ellos vivos y realzados. ¿Podrían formar parte esos hombres del ejército de Whitney?

Ella negó con la cabeza.

– No. Ellos no tuvieron nada que ver con Whitney después de que los realzara. Estos hombres pertenecen al Titiritero. Los consiguió a través de la exploración y luego, de algún modo, a través de la entrevista con Whitney. Lo hizo para su propio beneficio personal, por ninguna otra razón. Tenía un plan desde el principio. ¿Le puedes rastrear?

– Lili podría ser capaz de averiguar quién es a través de los registros de Whitney. Casi toda la documentación que el ejército tenía de nosotros fue destruida. Lo qué hay está detrás de un millón de banderas. Whitney experimentó en nosotros en su laboratorio de investigación, no en una base militar, y sólo unas pocas personas lo sabían.

– Tendrás que encontrar a esas personas si deseas al Titiritero. Es bueno. Realmente bueno si puede pasar más allá de la guardia de Whitney.

– ¿Qué quiere con los asesinos? ¿Le entusiasma planear los asesinatos?

Ella frunció el entrecejo y se frotó las sientes.

– No los planea. Los equipos lo hacen.

Kadan se estiró a través de la mesa y borró un hilito de sangre de la nariz con la almohadilla del pulgar.

– Hemos acabado, cariño.

Ella negó con la cabeza.

– Puedo seguir sacando más.

– Hemos acabado. Vas a conseguir una hemorragia cerebral y entonces tendremos problemas. Tengo mucho con lo que seguir. Creo que con lo que me has dado debería ser capaz de encontrar a Raba. Ex militar, o todavía en ello, una compañía de seguridad con sus compañeros de equipo, y con una afinidad por el agua.

Ella inclinó la cabeza en la mano otra vez, frotando.

– No entres en el agua con él, Kadan. Puedo sentir que eso es lo que estás pensando hacer, hacerle guiarte a su colonia subterránea, pero él está como en casa en el agua.

Él le tomó la mano hinchada y la atrajo a la boca.

– No te preocupes por mí, cariño. Se cuidar de mí mismo.

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