Capítulo 4

¿Prometes que me dejarás sola si digo que no después de escucharte otra vez? La voz suave de Tansy contenía una inconsciente súplica.

Kadan apretó los dientes. Un músculo se le tensó en la mandíbula, signo seguro de agitación cuando necesitaba su calma habitual. Quería tranquilizarla pero tenía sus órdenes, y lo más importante, estaba seguro de que ella podía rastrear a los asesinos. Dame unos pocos minutos aquí.

Cortó bruscamente. El observador podía haber estado un poco bajo de forma, pero no era tonto. Hubo una interrupción en su aliento y luego abrió fuego, rociando la maleza con balas. Kadan se dejó caer completamente al suelo mientras el infierno se desataba por encima de él, aplastando tanto las pequeñas ramas como los arbustos, despedazando la vegetación y poniendo a Kadan en verdadero peligro.

Se escabulló hacia atrás, deslizándose con los codos por el suelo, tanteando para encontrar una depresión o un declive de alguna clase donde pudiera apretar su cuerpo aún más cerca de la tierra. El observador hacía tanto ruido con su arma automática que Kadan no se molestó en escudar el sonido. Solo quería salir del infierno de Dodge.

El dedo del pie se deslizó en el aire y se movió hacia atrás, tanteando con las botas una depresión en el suelo inclinado. Las balas azotaron todo el suelo alrededor suyo mientras se escabullía más profundamente en la maleza.

Tansy jadeó en su mente, con su temor golpeándole cuando necesitaba permanecer desconectado y frío.

Estoy bien. Desconecta. Manejaré esto. Sabía que ella no estaba entrenada en el combate, y el feo sonido de un rifle automático rociando maleza, ramas y arbustos debía haber sido aterrador para ella. Suavizó la voz. Tansy, estoy entrenado para esto.

Supo que esto sacaría a relucir todo tipo de otras preguntas a su mente. Ella quizás no fuera capaz de extraer energía psíquica de él, pero captaba el lenguaje corporal, y por muy empática que fuera, no podía dejar de leer que él era tan peligroso como el infierno sin todos los realces, y con ellos era sencillamente mortal.

Ten cuidado.

Cuidado formaba parte de su modo de vida… algunas veces… pero apreciaba que se preocupara cuando tenía todas razones para quererle muerto.

El declive no era tan suave como le habría gustado mientras retrocedía. Tenía que clavarse para evitar resbalar, pero el ángulo le mantenía a salvo del aluvión de balas. Finalmente el observador dejó de disparar. Kadan podía oírle respirar pesadamente, y luego jurar cuando descubrió el cuerpo del francotirador.

Kadan se aprovechó de la distracción del hombre y rodó a su derecha, antes de arrastrarse una vez más por el suelo, esta vez en un amplio arco, para regresar hacia el observador en ángulo. Tenía una oportunidad. Si no lo mataba, el observador le liquidaría, y luego mataría a Tansy. La cazaría despiadadamente y no dejaría testigos.

Kadan apretó la mandíbula. Fallar no era una opción. Tansy Meadows iba a vivir una larga vida… con él. Arriesgó una cautelosa mirada. El observador estaba agachado al lado del francotirador caído con una mano en la garganta del otro hombre, verificando el pulso. Su mirada barría constantemente los alrededores, busco dentro de la chaqueta, sacó una Glock, la empujó contra los dientes del francotirador y apretó el gatillo, probablemente para asegurarse de que no hubiera oportunidad de identificar los registros dentales.

Kadan se levantó detrás del hombre, lanzando el cuchillo hacia su garganta. El hombre debía haberlo presentido, porque se giró a medias, disparando su arma instintivamente mientras la hoja de Kadan se dirigía a su yugular. Una de las balas de la Glock rozó la chaqueta y la piel de Kadan a través del hombro, un malvado y ardiente beso que picaba como el infierno. Cerró su mente al dolor y continuó con un ataque estándar a muerte con forma de ocho, cortando abajo y a través del torso, muslos, y marcha atrás para terminar de matar. Retrocedió de nuevo, con cuidado de no tocar ningún cuerpo.

Se alejó a una corta distancia de ambos y se agachó en cuclillas, respirando profundamente. El agotamiento se derramó sobre él. El sol se había ido hacia mucho tiempo y otra noche se le acercaba sigilosamente. Necesitaba dormir desesperadamente, no perseguir a Tansy por las montañas. Se pasó los dedos por el pelo y forzó su cuerpo a ponerse de pie. Tendrían que irse al amanecer. Dejaría los cuerpos donde yacían y borraría su rastro, esperando que los buitres y otras criaturas causaran muchos daños antes de que cualquier hombre fuera encontrado.

Regresó al campamento moviéndose en silencio, permitiendo que la noche lo envolviera en las sombras. ¿Tansy? ¿Todavía estás conmigo?

Otra vez sintió su vacilación. Sí. Estaba con él. Se estaba decidiendo a correr, pero no podía escapar totalmente de él. Quizá Whitney había logrado aparearlos, no solo por su parte… o quizá era afortunado y ella estaba verdaderamente atraída por él. Maldiciendo por lo bajo por incluso tener esperanza, Kadan sacudió la cabeza para deshacerse del pensamiento. Ella era simplemente una buena persona que no lo deseaba muerto.

Estoy aquí.

Él cerró los ojos brevemente, permitiendo que el sonido de su voz se deslizara bajo la piel como el toque de unos dedos. La garganta le dolía y su cuerpo se tensó. Estaba en mala forma para permitir qué, solo la voz de ella, tuviera efecto en él. Cogió el ritmo, moviéndose rápidamente por los árboles, tomando la ruta más corta posible al campamento.

La tienda estaba metida entre un par de piedras con árboles y maleza, enmascarando su presencia. La comida estaba dispersa a través de la mesa y en el suelo, donde había multitud de hormigas. La fauna había despachado rápidamente la ofrenda.

Es seguro regresar al campamento ahora. Recogió la sartén y la llevó al improvisado fregadero.

Lo dudo. Será mucho más seguro para mí cuando se haya ido.

Kadan suspiró pesadamente, la fatiga se derramó sobre él y el remordimiento le mordió profundamente. Sabes que tengo que llevarte conmigo. Estoy malditamente cansado esta noche. Solo ven aquí y déjalo hasta que descanses algo. Kadan limpió meticulosamente el suelo, tirando lo que quedaba de su comida en la lata de basura. Obviamente ella quemaba la mayor parte de los deshechos de cada día.

Que inoportuno por mi parte discutir con usted cuando está tan cansado.

El sarcasmo goteó en la mente de Kadan, pero ni por uno momento alivió el dolor de su cuerpo por el de ella. Inoportuno es exactamente la palabra que utilizaría. Gracias por comprender, concordó, esperando que ella se riera. Se desnudó y utilizó su ducha, dejando que el agua se derramara sobre él, aunque estuviera fría y no se llevara el dolor de los huesos.

Ella no se rió, pero una huella de diversión fluyó de su mente a la de él. Junto con ella vino una impresión de tristeza, incluso pena.

Lo siento. Pero no puedo ayudarle. Se niega a aceptar un no por respuesta y yo no estoy dispuesta a ser arrastrada fuera de mi montaña. Tendré que despedirme desde aquí. Aunque realmente, fue agradable encontrar finalmente a alguien que tiene una explicación para lo que soy y cómo soy.

Él captó el pensamiento de que ella tenía mucho que discutir con sus padres. No puedes hacer eso. Lo que te he dicho es información confidencial. No puedes llevársela a tus padres. Se secó con una delgada toalla y se vistió con la ropa limpia de su mochila. Vuelve. Hablar de esta manera sobre una distancia es cansado. Acabarás con un dolor de cabeza cegador.

No finja preocupación por mí. Ahora había un borde afilado en su voz.

Kadan suspiró. No merecía la pena decirle que preferiría no hacer su trabajo, porque al final, iba a hacerlo y los dos lo sabían. No voy a perseguirte por toda la maldita montaña toda la noche. Necesito dormir.

Es un alivio. Vaya a dormir y márchese por la mañana.

La distancia era más grande entre ellos. Ella estaba en movimiento y tenía que estirarse para alcanzarlo. No estaba acostumbrada a la comunicación telepática, porque pocos, probablemente ninguno que ella conociera, tenían realmente la habilidad… pero varios de los Caminantes Fantasmas eran capaces de utilizar ese talento. Él había tenido mucha práctica en afilar la habilidad.

Me vas a forzar a hacer esto de la manera difícil, porque no voy a ir tras de ti. Solo regresa ahora antes de que llevemos esto al siguiente nivel. Se encontró conteniendo la respiración, esperando que le escuchara. Si creyera en Dios, le habría enviado una oración rápida solicitando una pequeña ayuda, pero había aprendido hacía mucho tiempo a depender de sí mismo. Había visto a demasiada gente jodida y pervertida, para creer en un poder más alto que mirara sobre él.

No me amenace. No me intimido tan fácilmente.

Él tuvo una visión instantánea de ella levantándose de la siesta, completamente desnuda sin ni siquiera intentar cubrirse y vistiéndose exactamente delante de él. No, definitivamente no cedía ante la intimidación, y habría querido que tuviera bastante miedo para aprender una lección de supervivencia.

El agua estaba lo suficientemente caliente para limpiar los platos. Ignoró el lado de él que deseaba gustarle, la parte que la necesitaba, y utilizó el lado despiadado y rudo que daba órdenes cuando estaba en una misión. Empezó a susurrarle, ordenándole volver mientras fregaba los platos y los ponía a secar.

Sacó su ropa de cama y se preparó para acostarse. No dormiría hasta que ella regresara, pero podía echar una mirada al trozo perdido de piel, remendar la carne rota y relajarse mientras la persuadía de volver al campamento.


Kadan la estaba volviendo loca. No podía sacar el sonido de su voz fuera de su cabeza. Recurrió a correr, una cosa peligrosa para hacerla en la oscuridad. Se cayó dos veces y rodó, pero los susurros no disminuyeron, ni siquiera por un segundo. Yacía en el suelo mirando las estrellas, con el corazón latiendo demasiado fuerte y el estómago anudado.

Era su voz, aquel suave y aterciopelado susurro sordo en su mente. En algún lugar por el camino, entre las insistentes órdenes hipnóticas, comenzó a hablarle de sí mismo.

Regresa a mí. Necesito que vengas a mí ahora, esta noche. ¿Sabes por qué tengo que hacer esto? A diferencia de ti, viviendo con tus muy ricos y amorosos padres, toda mi familia fue aniquilada. Tenía ocho años. Mi padre era narcotraficante y alguien quiso tomar su territorio. Irrumpieron en nuestra casa y dispararon a mi hermana primero. Estaba en el salón viendo la televisión. Solo tenía doce años y era muy pequeña. No creía que el cuerpo de un niño pudiera contener tanta sangre.

Tansy cerró los ojos. No quería oír eso. No quería verlo como un humano. Había estado en demasiadas escenas de crímenes donde la sangre corría como ríos.

Papá me agarró y me metió deprisa bajo las tablas del suelo, sacando el arma que ocultaba allí. Podía oírles chillar a todos. Y la sangre empezó gotear en el espacio entre las rendijas. Se acumuló toda a mi alrededor hasta que estuve cubierto por ella. Hasta que tuvo tres centímetros de espesor y estuve respirándola. ¿Sabes cómo huele, Tansy?

Lo sabía. Todavía tenía pesadillas. Apretó la mano contra su boca para evitar sollozar. Él tenía que parar. Las imágenes en su cabeza eran vívidas, como si el crimen acabara de ocurrir. Su voz no tenía emoción, era fría y desapasionada, pero ella estaba en su cabeza y había rabia, dolor y una pena demasiado profunda para expresarla. Ella conectó con esos crudos sentimientos, las lágrimas se atascaron en su garganta, amenazando con estrangularla.

Regresa a mí. Necesito que vengas a mí ahora, esta noche.

El tirón de esa demanda era tan fuerte que ella se dio la vuelta y se puso de pie, mirando hacia su campamento. Dio unos pocos pasos antes de apañárselas para detenerse. No podía continuar poniendo distancia entre ellos, pero no correría a él del modo en que su mente y cuerpo la instaban a hacer.

Lo importante es que, ahora, como adulto, me doy cuenta de que mi padre no era un buen hombre. Era un gran narcotraficante y estaba implicado con algunas personas muy malas, pero para mí, era mi padre. Jugaba conmigo, me quería y me arropaba por la noche. Quizá, como adulto, puedo incluso admitir que él fue el responsable de traer un baño de sangre a nuestra casa, pero el niño que hay en mí lo amaba. Siempre le he querido realmente y lo he admirado. Te necesito, Tansy. Regresa a mí ahora, esta noche.

Ella cerró los ojos, sintiéndose mal. Su voz subía su temperatura, pero las cosas que decía la hacían sentirse enferma. Él estaba perdido y solo. Y esa persona dentro de ella que necesitaba hacer del mundo un lugar mejor, que tenía demasiada empatía y compasión para ser capaz de tocar a las personas, la hacía caer de rodillas ante la pena desnuda en su voz.

Oí chillidos y disparos y la voz de mi madre que imploraba que no mataran a mi hermano. Su nombre era James y solo tenía diez años. Compartió mi cuarto y me enseñó a jugar a la pelota. Nunca le importó cuando iba detrás de él.

Ella estaba asombrada de la fría voz que utilizaba al relatar ese terrible trauma de su niñez. Quizás creía que había enterrado todo el asunto lo bastante profundo para poder contarlo sin sentimientos, pero ella sabía que no era así. La rabia en él era aterradora. La pena devastadora. Tansy se encontró retrocediendo por la pendiente hacia el campamento. Se agarró al tronco de un árbol joven y se sostuvo para evitar correr hacia él para consolarlo. Ahora sus órdenes habían tomado un significado enteramente diferente. La necesitaba, tanto él lo sabía como si no… y sospechaba que no lo sabía más de lo que sabía que era todavía un niño enfurecido, roto y devastado.

Regresa a mí. Las estrellas están fuera. ¿Las ves? Nunca pensé que las vería otra vez. Confinado en ese espacio, con la sangre goteando sobre mí y encharcándose a mí alrededor. Nunca pensé que sería capaz de estar dentro otra vez. No me gustan las paredes.

Utilizó el presente. Ella respiró y exhaló. Las manos soltaron el árbol joven y empezó a andar de vuelta al campamento, los pies moviéndola a pesar del hecho de que su cerebro le estaba diciendo que no. ¿Dónde estaba su instinto de supervivencia? ¿Por qué la afectaba tanto su voz? Solo sabía que lloraba por dentro por ese inocente niño y lloraba aún más por el hombre que había llegado a ser.

Permanecí oculto durante horas, días, no lo sé. Estaba aterrorizado, no tanto de que me mataran… creo que estaba más allá del miedo… sino de lo que sabía que iba a encontrar. Pensé que los chillidos eran lo peor, las súplicas, y recé para que se acabara. Pero entonces hubo silencio. Nada rompía el silencio. No podía oír pasos, ni gritos, ni siquiera respiraciones. Después de un rato ni siquiera estaba seguro de estar vivo.

Ella no había sobrevivido a un asesino que destruyera a su familia, pero había estado presente, oyendo los últimos pensamientos de las víctimas, sus temores, gritos y quejidos llenos de dolor, sus últimas boqueadas de aliento y ese horrible estertor que no podía sacarse de la cabeza. No necesitaba tocar un objeto para traer las imágenes con vívidos detalles. Estaba en la cabeza de Kadan y las imágenes estaban grabadas allí para toda la eternidad. Ahora estaban en su cabeza también. Ella no era buena deshaciéndose de la sangre y la muerte. Tansy levanto la mano y se limpió las lágrimas de la cara.

Lo primero que vi cuando abrí la puerta fue la cara de mi hermano. Sus ojos estaban abiertos y me estaba mirando fijamente. A veces no puedo dormir y veo sus ojos, y sé que se suponía que tenía que encontrarlos y hacerles pagar por lo que habían hecho. Pero entonces me recuerdo que no tengo ocho años y que él está muerto y no queda nada de él excepto una fija mirada vacía, así que no puedo culparle realmente de nada. Sus ojos parecían cristal. Regresa a mí, Tansy. Te necesito esta noche.

Ella había visto ojos que parecían cristal. Demasiados ojos. No dormía mucho tampoco de noche, que es por lo qué escogía trabajar y agotarse, durmiendo siestas durante el día. Si cerraba los ojos en la oscuridad la muerte la rodeaba, mirando fijamente con ojos vítreos. No los había salvado. Había esperado demasiado para ofrecerse voluntaria. Había dudado. Había sido demasiado lenta en encontrar el rastro. Cualquiera que fuera la razón, no los había salvado. Quizá necesitaba verlo al modo de él. Ya estaban muertos y no había nada excepto su propia culpa.

Mi padre había tratado de cubrir a mi madre. Pude verlo. Había tratado de protegerla, pero la mataron y yo no la podía tocar. No podía obligarme a tocar a ninguno de ellos. ¿Sabes cómo en las películas el niño siempre besa al padre muerto o a quien ama? Bien, no pude acercarme a ellos. Estaba enfermo. Y enojado. Y tan aterrorizado de estar solo. Me hundí en la sangre. Era tan pegajosa. No creo habérmelas arreglado para lavarla de mí jamás. A veces se siente como una segunda piel. Hurgué por la sangre hasta que encontré el arma de mi padre y salí de la casa.

El corazón de Tansy comenzó a latir tan fuerte que su aliento era un jadeo desigual. Estaba completamente con él ahora, encerrada en su mente, sus emociones eran las suyas. Ella era aquel niño de ocho años que sentía demasiada pena… y demasiada rabia. Instintivamente trató de apartarse, separarse, pero su voz suave e implacable se negó a permitirle irse.

Regresa a mí ahora, Tansy. Anduve durante un par de horas. Sabía a donde ir, había reconocido a los hombres. Eran socios del negocio de mi padre y habían venido a cenar a nuestra casa. Mi madre había cocinado para ellos. Uno había jugado al béisbol con mi hermano y conmigo. Los conocía. Permanecí en las sombras donde nadie me viera, cubierto por la sangre de mi familia. He estado allí desde entonces.

Ella lloraba abiertamente ahora. Era imposible contener los sollozos. Ese niño pequeño cubierto de sangre, con un arma en la mano. Lo veía tan claramente. Sentía la rabia con él. Conocía la pena que todavía le agarraba como un torno.

– No -susurró en voz alta-. No lo hagas. -No habría vuelta atrás una vez fuera hecho. Ninguna manera de recuperar jamás esa dulzura, esa inocencia, eso que había estado dentro de ese niño-. No lo hagas.

Te necesito esta noche. Estoy tan cansado y necesito tenerte cerca de mí. Nunca hago esto. Sostener a alguien cerca. No me acerco, pero ahora no hay elección y estoy demasiado malditamente cansado para luchar. Vuelve a mí.

Ella sacudió la cabeza, pero sus pies seguían andando y estaba más cerca ahora. Agarró la rama de un pequeño arbusto y se sostuvo derecha cuando quería caer al suelo y llorar.

Anduve a través de la puerta principal y nadie me vio. Ya entonces podía enmascarar mi presencia si me concentraba lo bastante fuerte. Me deslicé en la habitación donde lo estaban celebrando y les disparé. Un disparo en cada cabeza. Ellos nunca me vieron y nunca supieron que yo lo había hecho. No sentí nada. Quería sentir, pero no lo hice. Caminé de regreso fuera, desmonté el arma del modo en que mi padre me había enseñado, y tiré los pedazos en varios contenedores. Desearía poder culpar a la mirada fija de mi hermano, pero tengo que tomar esa responsabilidad. Probablemente lo haría otra vez.

Los chicos de ocho años no entraban en las casas y mataban gente. No sin que algo estuviera seriamente mal en ellos. Ella estaba en su mente, tratando de encontrar una veta despiadada y cruel, o la sensación de tener derecho, que significaba que las reglas no se aplicaban a él. Encontró a un niño pequeño vomitando, enfermo por la pérdida, aterrorizado de su futuro, todavía llenó de rabia.

Nunca le he hablado a otra alma viviente sobre esa noche.

Tansy levantó su cara surcada de lágrimas al cielo. Una sombra cayó sobre ella y levantó una mano para bloquear cualquier ataque. Kadan se alzó delante de ella, agarrándola de la muñeca y atrayéndola a sus brazos, apretada contra su cuerpo, enterrando el rostro contra el cuello de ella. Ella pensó que su cara estaba tan mojada como la suya. Lentamente levantó los brazos para rodearle la cintura, sosteniéndolo, intentando ofrecer consuelo a ese niño de ocho años.

– Ya no soy ese chico -recordó él sin levantar la cabeza.

Ella le deslizó la mano por la espalda hasta enterrar los dedos en su pelo.

– Sé que no lo eres. Y yo tampoco soy esa chica de trece años que pensó que podría salvar al mundo.

Las manos de Kadan enmarcaron su cara, forzando su cabeza hacia arriba para que sus ojos se encontraran. El corazón se le contrajo. Ella era tan hermosa, en sus ojos brillaba violeta sobre azul, esa extraña luz trémula sobre el color casi plateado. Había estado ahogándose sin ella y nunca lo había sabido.

La necesidad iba de su mente a su cuerpo, una ráfaga de calor que le tensaba cada músculo. El deseo estallaba por él, crudo, descarnado y demasiado fuerte… tan fuerte que se sentía como un puñetazo en sus tripas. La lujuria por ella había estado allí todo el tiempo, endureciendo su cuerpo, pero ahora era mucho más. Se sentía muerto de hambre, un hombre poseído, anhelándola con cada fibra de su ser. Porque ella podía alejarlo todo, la rabia, enterrada profundamente pero también parte de él. Los chillidos y la sangre. Sólo Tansy podía aliviar el terrible frío que le atenazaba el corazón. Podía ahogar la verdad… que él era un auténtico asesino, bueno en cazar a otros asesinos porque podía pensar exactamente como ellos.

Ella le tocó la cara, la calidez de su cuerpo se filtró en el frío de él. En el momento en que ella le tocó, su cuerpo reaccionó con fuerza brutal y dolorosa, llenándole la ingle, latiendo y doliendo en demanda. Kadan inclinó la cabeza a la tentación de su boca suave y temblorosa. Acarició con la lengua el grueso labio inferior, saboreando esa insinuación de canela que estaba produciéndole rápidamente un anhelo. Ella tembló en reacción.

Incluso con su mente conectada a la de él no podía saber cuánto la deseaba… cuánto la necesitaba, cuán desesperado estaba por solo tocarla. Kadan nunca había sentido la desesperación, o la necesidad…o si la había sentido no la había reconocido. Ahora no podía pensar claramente con ese deseo por ella. Luchó por mantener las manos suaves, el toque de su boca tierno cuando se sentía hambriento.

– Estamos en un lío tremendo, Tansy. Lo sabes, ¿verdad? -La boca le rozó los párpados, se deslizó sobre el rastro de las lágrimas, excitó las comisuras de la boca.

Ella tragó fuerte, parpadeando hacia él, una mezcla de aprensión nerviosa y deseo tembloroso. Las manos sobre los hombros de él temblaron, los suaves senos empujaron contra su pecho mientras la respiración de Kadan se aceleraba en respuesta a la manera en que sus dientes mordisqueaban el labio inferior. Ella hizo un pequeño sonido impotente de asentimiento, entrecortado y femenino, inclinándose sobre él mientras Kadan cerraba los ojos, saboreando la sensación de su cuerpo contra el suyo.

No iba a sobrevivir a esta noche si no la podía tener. No ahora, no cuando los recuerdos estaban tan cerca y no podía enterrar la rabia lo suficientemente hondo. Necesitaba su cuerpo suave, la compasión y la luz de su mente. No había ninguna otra manera de aliviar la oscuridad que rodeaba su alma o el frío penetrante de su corazón. La salvación yacía en esta mujer. Se dolió por ella, por ambos. La vida no sería fácil con él, y con las cosas que él pediría (no, demandaría) de ella le destrozarían el alma, pero sabía que no tenía elección. No podía alejarse de ella. No era lo bastante fuerte.

No pudo esperar otro minuto, atrayéndola más cerca, colocando la boca sobre la suya, hundiéndose en su calor, en el paraíso de su boca suave y húmeda, la lengua se enredó con la de ella. Acarició, sintió el estremecimiento de placer de respuesta en su cuerpo, la interrupción de su respiración. Era tímida, sin experiencia, y se le ocurrió que Tansy no podía haber besado a muchos hombres… o a ninguno. Algo oscuro y posesivo estalló con caliente satisfacción ante la idea de que ningún otro hombre la hubiera tocado jamás.

Todavía besándola se abrió la camisa, deseando estar piel con piel. La respiración se le estranguló en los pulmones, su miembro estaba tan duro que tenía miedo de que explotara. Necesitaba arrastrarse dentro de ella, compartir la piel, enterrarse profundadamente en ella de manera que pudiera derramar el sol sobre él y guiarlo lejos de las sombras que siempre le arrancaban pedazos.

A pesar de la necesidad que le guiaba, la besó con ternura, saboreando el gusto y la textura de la boca, el calor suave y húmedo que lo encerraba mientras acariciaba y camelaba, seduciéndola descaradamente. La canela nunca había sabido como un pecado. Nunca había sentido una piel tan suave. El control era su código, su mantra, y pocas cosas en su vida le habían sacudido alguna vez, y ninguna persona, ciertamente no una mujer, hasta este momento. Se sentía temblar, sentía el estremecimiento de la necesidad, la desesperación en su mente.

Movió la boca sobre la de ella, profundizando el beso, mientras una especie de fiebre le encendía un fuego lento en el vientre. No llevaba sujetador. Había sido más que consciente de eso durante todo el día, y ahora tiró del dobladillo de su camisa hacia arriba y sobre la cabeza, sujetando un brazo alrededor de ella hasta que los senos se apretaron contra los músculos de su pecho. Ella se sentía como el cielo.

Tansy sabía que se estaba hundiendo demasiado hondo. Estaba permitiendo que la tomara, sacrificando su cuerpo a la oscuridad en él, encendiendo un fuego que ninguno de los dos iba a ser capaz de apagar fácilmente. Él había utilizado su propia debilidad contra ella para traerla de vuelta, y ahora la estaba seduciendo. Deseaba el caliente placer de su boca, la sensación de su duro cuerpo contra el suyo y la fuerza de sus brazos. Anhelaba su sabor y su textura, pero sobre todo, necesitaba quitar el dolor de sus ojos y borrarlo de su mente.

Kadan le pasó la mano sobre el vientre y cada músculo onduló bajo su palma. Las puntas de sus dedos se sentían duras y callosas, una extraña caricia áspera que envió temblores de excitación por la columna de Tansy y la excitación hormigueó entre sus muslos. Él le besó la garganta, el hombro, y luego cubrió la punta de un seno con la boca, amamantándose fuertemente. Ella casi se cayó, las piernas se le debilitaron y su centro se volvió líquido.

– ¿Kadan? -Apretó el puño en su pelo y la voz tembló. Un pequeño gemido entrecortado escapó de su garganta. Nada jamás la había hecho sentirse como él lo hacía. Deseada. Libertina. Atractiva. Asustada. Estaba confundida. Se estaba ahogando en las sensaciones de su lengua y sus dientes sobre el pezón.

– Está bien, nena, te tengo -le aseguró suavemente-. Eres tan suave, tan perfecta que apenas puedo respirar.

Ella lo miró a través de los ojos entreabiertos, la lengua dándole largas lamidas en el pezón, los labios cerrándose alrededor de su pecho, la lengua golpeando y bailando hasta que ella gritó, el sonido estrangulado mientras las manos de él tiraban de la cremallera de sus vaqueros. Cada terminación nerviosa de su cuerpo parecía sensibilizada mientras la boca de él viajaba más abajo por su estómago y su lengua se arremolinaba sobre el ombligo. Él agarró los vaqueros y se los bajó por las caderas, instándola a alejarlos a patadas. Estaba desnuda, la noche le acariciaba la piel, la luna rociaba luz y sombra sobre ella.

Él levantó la cabeza, sus ojos casi resplandeciendo en la oscuridad, brillando hacia ella con oscura hambre, con una intensidad que era terrorífica y excitante. Cuando su mirada oscurecida con lujuria barrió sobre ella, un gemido escapó, como el sonido que el puma había hecho antes de desgarrar su comida. Él juró para sí y se dejó caer de rodillas, separándole los muslos. Le agarró las caderas con las manos y forzó a su cuerpo a adelantarse hacia la boca que esperaba.

Tansy podría haber gritado. No lo sabía. Quizá ningún sonido surgió realmente, pero el chillido de placer estaba encerrado firmemente en su mente. Él no levantó la mirada, en vez de eso la lamió, dando largas caricias con la lengua como los gatos, lamiéndola como si se muriera de hambre y estuviera desesperado por su crema. Su matriz reaccionó con lentas ondulaciones, ondulándose de placer, rociando más de esa rica humedad.

Él gruñó algo, el sonido vibró a través del cuerpo de Tansy. Se agarró a sus hombros, intentando estabilizarse cuando estaba al borde de desplomarse, mientras una ola tras otra de puro placer la consumía. El estómago se le tensó, los músculos se endurecieron y la tensión se extendió con un calor creciente.

– No puedo soportarlo. -Ella echó la cabeza hacia atrás, las piernas ampliamente separadas, la boca de Kadan sobre ella, la lengua rodeando el nudo de nervios, hasta que un sollozo de éxtasis escapó. Empujó contra él sin pensar, empujando con las caderas, buscando más mientras la tensión nunca disminuía. Su boca, lengua y dedos acariciaban, sobaban y la comían viva, hasta que estuvo ardiendo con una fiebre de desesperada necesidad.

El orgasmo la cogió por sorpresa, cerniéndose sobre ella, su cuerpo corcoveaba con impotencia con un placer que le entumecía la mente mientras su matriz y su femenino canal se calentaban más y más, y se tensaban más y más, hasta que simplemente se fragmentó, perdiendo el control, perdiéndose en el calor llameante, rindiéndose a su boca y a sus manos.

Kadan se puso de pie, despojándose de sus vaqueros, levantándola le gruñó instrucciones.

– Envuelve las piernas alrededor de mi cintura. Deprisa, Tansy. Te necesito. -Porque si no se enterraba dentro de ella, iba a perder el juicio.

Ella envolvió sus brazos alrededor del cuello, aplastando los suaves senos contra su pecho mientras las largas piernas se envolvían alrededor de su cintura. Cerró los tobillos, casi sollozando de necesidad. Él apretó la ancha cabeza de su miembro contra su resbaladiza y mojada entrada. Apenas podía respirar ahora, asombrado por su propia falta de control.

Él sintió el fuego arder sobre su piel, relámpagos crepitando por su sangre mientras comenzaba a invadir el suave cuerpo de ella, empujando a través de los pliegues apretados, tan calientes, como seda desnuda agarrándole, quemándole y limpiándole otra vez. Centímetro a centímetro, se hundió en sus profundidades hasta que la sintió dar un respingo mientras él se colocaba contra una barrera delgada.

– Agárrate a mí, Tansy -susurró a través de sus apretados dientes. Ella tenía que ser virgen… cuando él estaba deslizándose lejos de la realidad y girando fuera de control-. Deja que tu peso baje sobre mí. -Sus ojos encontraron los de ella. Quería su confianza. No la merecía. Ya la había traicionado utilizando su propia compasión contra ella, pero todavía la deseaba, a Tansy, la mujer real, dándole todo lo que ella era a él.

Los ojos de ella se oscurecieron, el brillo se hizo más luminoso. Sin apartar nunca la mirada de la suya, ella empujó hacia abajo mientras él lo hacía hacia arriba. La onda de dolor fue de su mente a la de él y se detuvo, inclinándose hacia adelante para encontrar su boca en un intento de alejar el dolor con un beso. Esperó hasta que ella le besó a su vez, hasta que sintió que su cuerpo dejaba de resistirse al suyo, permitiendo la invasión para hundirse más profundamente en ella, hasta que estuvo enterrado hasta la empuñadura.

La dejó marcar el ritmo, instándola con las manos en sus caderas a cabalgarle, a encontrar un ritmo que ella pudiera manejar mientras se acostumbraba a la sensación de su grosor estirándola. No había esperado necesitarla tanto, ni arder tan caliente. Ella era tan malditamente apretada, más apretada de lo que se había imaginado. Las paredes de su vagina se sentían vivas, suave terciopelo, calor hirviente, pulsando y latiendo alrededor de él, agarrándolo y deslizándose sobre él hasta que quiso gritar roncamente de alegría. Cada momento dentro de ella enviaba luces brillantes a través de él, perforando cada oscura sombra hasta que, por primera vez desde que podía recordar, se sintió vivo.

Cuándo pensó que no podría sobrevivir a otro de sus largos y lentos deslizamientos, ella tensó sus músculos aún más, haciéndole perder el control casi por completo. Le agarró las caderas entonces, tomándola, imponiendo su propio ritmo, empujando duro y profundo, sintiéndose como un loco que no podía conseguir bastante.

El pequeño y roto grito de ella sólo agregó combustible a las llamas. Sus uñas le arañaron los hombros mientras ella se adhería a él, levantándose para encontrar sus profundas oleadas. El sonido de sus cuerpos juntándose era alto en la noche, pero él sólo podía oír su respiración, estremeciéndose dentro y fuera de sus pulmones mientras el mundo ardía más caliente y su cuerpo se tensaba y tensaba hasta que todo lo que siempre había sido estaba centrado en su ingle.

Su lamento bajo rompió el poco control que él había retenido y empezó a empujar dentro de ella como un émbolo, estirando la tensión en un alambre delgado y tenso, empujándola más allá de algo que ella jamás había considerado, hasta que ella estuvo rogándole por la liberación. Mantuvo la marcha, hundiéndose en ella, hundiéndose tan profundo como pudo, no queriendo terminar nunca su tiempo con ella. No había nada en su mundo excepto Tansy, con su cuerpo perfecto rodeándole. Su calor y su fuego. La explosiva química. La piel suave y el aún más suave canal que le acariciaba, le agarraba y le sostenía más apretado que sus brazos. Y ese olor a canela que lo llenaba de ansia.

La movió solo un centímetro para aplicar más presión en ese lugar dulce, el nudo de sensibles nervios que la hicieron sollozar su nombre. Y entonces el cuerpo de ella se tensó. Una vez, dos veces, sujetándolo fuertemente, ordeñándole y apretándole. Ola tras ola rompió a través de ella, llevándolo con ella. Sentía su cuerpo succionándole la caliente semilla, llenándola mientras ella latía a su alrededor.

Ella dejó caer la cabeza en su hombro, totalmente agotada. Él debería haberlo estado. Le bajó los pies al suelo, pero la sostuvo, tambaleándose, apretada contra él. Permanecieron así durante largos momentos antes de sentir el cambio en su mente, en su cuerpo, la repentina retirada. Cerró los ojos y la sostuvo más apretada, no deseando que este momento acabara. Ella le había dado esta noche. Una noche.

– No -dijo él suavemente-. Déjame tenerte.

– Me he entregado a ti -dijo, sin levantar la cara de su pecho.

La levantó, acunándola cerca de él.

– No es suficiente. Necesito esta noche.

Ella no podía fingir que no lo deseaba también. Podría no tener nunca otra noche como ésta. No tocaba hombres. No se atrevía a arriesgarse. Aunque se lo había dado todo a Kadan, abriéndole su mente, dejándole sentir su placer, compartirlo, hasta que la había conducido sobre el borde, las sensaciones que nunca había esperado ser capaz de experimentar, suyas para retenerlas para siempre.

– ¿Qué sucederá mañana?

Él sacudió la cabeza.

– No lo sé, Tansy, pero tenemos el ahora. Esta noche. Este tiempo para nosotros. Déjalo ser para nosotros.

Ella gesticuló, atemorizada de que si tomaba más no sería capaz de retroceder nunca. Se había convencido de que el amor no era para ella. Un hombre propio era imposible y ella era demasiado pragmática para darse falsas esperanzas. Pero aquí estaba él, ofreciéndole una oportunidad única en su vida, una noche con un hombre total y completamente dedicado a su placer. Lo leía en su mente, cuánto deseaba que ella sintiera.

Asintió lentamente, sabiendo que nunca podría resistírsele, apartando a un lado cada pensamiento de la mañana y de lo que tendría que encarar. Solo había esta noche para ellos. Esta noche, e iba a tomarla para sí misma.

Él la llevó al saco de dormir, agradecido de que no estuviera lejos. Las piernas se le estaban doblando como goma y dudaba de que le quedara mucha fuerza. Los ojos de ella eran enormes y él encontró ese peculiar brillo muy sexy o quizás solo era su cuerpo reaccionando a su aroma y calor. La tumbó y la siguió enseguida, masajeándole los hombros y el cuello. Ese suave y vulnerable cuello.

– Eres tan hermosa.

– Tú me haces sentir hermosa. -Adoraba la sensación de sus dedos en su cuello. Era una caricia que él usaba para enviar la sensación eléctrica más asombrosa crepitando por su cuerpo-. ¿Cómo haces eso?

– Eso es clasificado.

Tansy levantó la mirada a su cara, tan tranquila, cincelada y masculina. Tan seria. Rompió a reír.

– Tu manera de hacer el amor debería estar clasificada también. Me has dejado agotada.

– ¿Lo he hecho? -Las manos enmarcaron sus senos, acunando el suave peso-. No habremos acabado hasta mucho más tarde, Tansy. -le susurró suavemente mientras bajaba la cabeza para darle un golpecito a su pezón con la lengua. Una mano se deslizó por el muslo hasta descansar en su montículo-. No te sientes como si estuvieras agotada. -Un dedo resbaló en su mojado canal y los músculos reaccionaron instantáneamente, sujetándolo fuertemente. Se inclinó hacia ella, soplando aire tibio sobre el seno-. No, nena, tú quieres más. Parece como si quisieras volver a empezar otra vez.

Giró su cuerpo a un lado, haciendo caer su seno en la boca. Yacían sobre el saco de dormir bajo las estrellas, el brazo alrededor de su cintura y una mano anidada entre las piernas.

Tansy le sostuvo la cabeza contra ella, acariciándole el pelo con los dedos. Cada vez que sus dientes arañaban o chasqueaban sobre su pezón, una inundación de calor líquido bañaba los dedos de Kadan. Ella quería que todo volviera a empezar otra vez. Tenía una noche con él. Quería aprenderlo todo, hacerlo todo, hacer que esta noche durara para siempre. Cerró los ojos y saboreó la sensación de su boca en su seno.

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