Capítulo 10

Los tres Caminantes Fantasmas esperaron pacientemente mientras Nico iba hasta un terreno mas elevado, estableciendo una posición desde donde pudiera cubrirlos a todos y darles la localización y el movimiento de tantos guardias como fuera posible. Se había levantado un poco de viento, proveniente del océano, haciendo susurrar las hojas de los árboles y trayendo el olor del mar y la arena. La luna era una mera astilla, derramando muy poca luz sobre el suelo, aunque la noche era clara y ello significaba que las estrellas brillaban con toda su fuerza, iluminando más el paisaje de lo que cualquiera de ellos querría.

La finca comprendía unas cinco hectáreas con vistas al océano. Una alta verja de seguridad rodeaba el bello paisaje de césped. Sauces llorones parecían gráciles centinelas alrededor de una charca brillante, donde un bajo y arqueado puente atravesaba el agua, proporcionándole una calidad de cuento de hadas. La casa se alzaba con majestuosa gracia, rodeada de balcones, columnas y acogedores porches. Montones de arriates de flores y setos cuidadosamente arreglados precedían los senderos empedrados y rodeaban la casa propiamente dicha. La finca parecía la imagen de la elegancia y la tranquilidad.

Desde fuera era imposible ver el segundo juego de vallas donde los perros patrullaban, o las cámaras ingeniosamente ocultas que estaban dispersas alrededor de las tierras. Rayos láser nocturnos entrecruzaban el suelo a lo largo de los senderos. Los guardias de delante de las puertas delanteras estaban alerta y con armas visibles acunadas en sus brazos.

Kadan se aseguró de escudar la presencia de su equipo de cualquier otro psíquico en la proximidad, manteniendo las olas de energía encerradas en él. Permaneció muy quieto, respirando lenta y uniformemente, su corazón latía normal y su mente estaba en calma. Este era su mundo y no había ninguna ansiedad en él, solo un fuerte sentido de propósito y resolución.

El aire se movió dentro y fuera de sus pulmones en un ritmo perfecto. Así era cuando estaba mas vivo, cuando estaba cazando. Podía inhalar y leer la información, revisar datos con la misma precisión que un felino. Los hombres se movieron a lo largo del interior de la valla, permaneciendo dentro de la vista de los perros, alertas a la menor reacción de los guardias caninos. Ellos patrullaban las tierras a lo largo del garaje y la casa, haciendo difícil mantener los rayos láser en ellos. Los apagaban mientras mantenían una búsqueda manual y los volvían a encender cuando dejaban el área.

– En posición -la voz de Nico sonó en el oído de Kadan.

Nico podía disparar a las alas de una mariposa si tenía que hacerlo, incluso con viento fuerte. Kadan tenía toda su confianza en el francotirador.

Kadan señaló a Gator, y el cajún inmediatamente se tiró al suelo, avanzando sobre el vientre a través del espacio abierto entre su posición y la primera verja. Habían escogido la parte más meridional de la finca como punto de entrada. Desde allí tenían acceso al helipuerto y al garaje, dos lugares que era absolutamente necesario controlar si iban a tener éxito.

Gator pasó a través del terreno rocoso, se abrió paso sobre la hierba cortada y rodó contra la verja privada. Permaneció quieto, su mente extendiéndose hasta que encontró a los perros. Había ocho. Pastores alemanes grandes. Inteligentes. Bien entrenados. Paseaban a lo largo de la verja en formación estricta, cada perro a varios palmos del siguiente de manera que podían completar el circuito de la propiedad varias veces por hora.

El primer toque de Gator fue tentativo, encontrando al líder de la manada. Siempre había uno. Los buenos adiestradores siempre reconocían ese hecho y trataban al más dominante de un equipo de perros de modo un poco distinto. Cada perro estaba entrenado para tomar decisiones, pero ninguno había estado expuesto al talento de Gator. Podía influir en los animales muy fácilmente, adaptando sus ondas cerebrales a las de ellos y doblegando los perros a su voluntad. En este caso, quería que no se diese ninguna alarma mientras entraban en el complejo.

Llevó unos pocos minutos conectar con el alfa, encontrarlo en medio de todos los animales, cada uno con su propia personalidad. En el momento en que se fusionó, Gator estuvo en un mundo diferente. Su sentido del olfato aumentó instantáneamente cien veces más. Olió a cada guardia, las ardillas en los árboles, e incluso un roedor que había hecho su casa en la hierba cercana. Los colores se oscurecieron y el espectro se estrechó, así que su vista estaba alterada.

Podía ver las tierras ahora, su conexión con el alfa reforzándose por momentos, de modo que estaba viendo lo que el perro veía mientras este paseaba entre las vallas de tela metálica. Los guardias se movían sistemáticamente sobre el patio en un barrido típico, asegurándose de que nadie hubiera penetrado en el interior. El perro continuó moviéndose a un paso estable, alerta y un poco confuso con Gator compartiendo su mente.

Él calmó al animal, unió fuerzas, y dominó, tomando el control y emitiendo órdenes. Uno a uno conectó con cada animal. No debían revelar, por el sonido o la vigilancia, que un extraño se deslizaba entre sus filas. Era uno de ellos. Un miembro de la manada. Tenían que continuar su patrulla y alertar sólo cuando él lo dijese.

Una vez que estuvo seguro de que los perros le obedecerían, Gator comunicó por señales a Kadan.

– Luz verde.

Kadan se había vestido para la ocasión, su ropa, que se mimetizaba con el entorno, su piel reflejando el color del suelo, y su equipo guardado dentro para un uso rápido. Colocándose la ajustada capucha sobre el pelo se acercó a la verja. Tenía seis metros de altura, recta, sin ningún apoyo para los dedos o los pies. La estudió por un momento y luego dio un salto alto, agarrándose con las yemas de los dedos. Subió el lado liso fácilmente, usando la enorme fuerza de la parte superior de su cuerpo para trepar, solo las adherentes yemas de los dedos evitaban que cayese.

– Guardia a seis metros de tu posición. Sujétate fuerte -informó Nico.

Kadan se agarró al costado de la valla, su piel adoptó el tono más oscuro, sus ropas fusionándose a la perfección. Incluso la capucha reflejaba las imágenes a su alrededor, así que simplemente desapareció. El ojo humano no podía detectarlo. Los perros sabían que estaba allí y reaccionaron con una inquieta elusión, pero el flujo de influencia de Gator les impidió delatar la presencia de los Caminantes Fantasmas.

– Todo despejado. Dio la vuelta al lateral del edificio. El láser está bajo, cerca del helipuerto. Prueba suerte ahora -murmuró Nico.

Kadan se impulsó por encima de la verja, cambiando el color de la piel para ajustarla a los alrededores mientras echaba un rápido vistazo antes de saltar la doble verja de tela metálica que contenía a los perros. Aterrizó agachado, esperó un latido, y luego empezó a moverse a través de los densos arbustos, confiando en que Nico fuese sus ojos mientras cruzaba hasta la parte de atrás del garaje.

– Yendo hacia ti, treinta metros. Dos guardias y saben lo que están haciendo.

Mercenarios. Kadan hizo una mueca de desprecio mientras se agachaba y permanecía quieto. Fredrickson había cubierto la finca con mercenarios, y Don y Sharon Meadows lo sabían y lo aprobaban, o se habían metido en un lío que no podían manejar, pero era bastante difícil esconder el tipo de hombres que eran los que protegían la finca. Kadan observó a través de los entrecerrados ojos cómo dos hombres cubrían rápidamente el terreno. De tanto en tanto sus miradas se fijaban en los perros que paseaban en las verjas. Las miradas de los hombres se movían constantemente, en alerta. Fredrickson definitivamente estaba esperando problemas.

Un hombre hizo una pausa a solo escasos centímetros de la cadera de Kadan, hablando por la radio.

– Todo está tranquilo, jefe. Los perros no muestran signos de nerviosismo.

– Mantener a todo el mundo alerta -dijo bruscamente una voz, probablemente la de Fredrickson.

Los dos hombres dieron la vuelta a la esquina del garaje y salieron fuera de la vista de Kadan. Permaneció donde estaba, su respiración moviéndose a través de los pulmones a un ritmo estable. Un tercer hombre salió del garaje, mirando a derecha e izquierda, y entonces caminó hasta la verja de tela metálica para mirar al perro más cercano. Murmuro algo, cogió una piedra, y la arrojó a través de los eslabones abiertos. La piedra golpeo el otro lado de la verja y el perro enseñó los dientes. Kadan sacó el cuchillo de la bota y esperó.

– El hijo de puta está provocando al perro -se quejó Gator, su voz era un susurro en el oído de Kadan-. ¿Puede Nico meterle una bala en la cabeza al bastardo?

– No -siseó con firmeza Kadan y sacó con cuidado su cuerpo del arbusto, su mirada fija en el hombre que ahora pinchaba al perro con un palo largo-. Necesitamos silencio completo.

– Mátalo, Kadan, y nuestra sorpresa se esfumó. Me ocupare de él después de coger a Fredrickson -dijo Nico con voz fría y confiada.

Kadan juró por lo bajo. Quería matar al bastardo. Detestaba a los hombres que acosaban a cualquier cosa o persona que no pudiera defenderse. Mirando al perro, con su gruñido y sus desnudos dientes, se dio cuenta que el perro solo necesitaba un momento para la venganza. Era obvio que ese hombre atormentaba al perro de forma regular.

Otra vez, compañero, le prometió y le envió al perro una silenciosa disculpa antes de empezar su camino centímetro a centímetro a través del patio. Se estaba quedando sin tiempo. En el momento en que los guardias moviesen su barrido al otro lado de la finca, activarían los lásers.

Nico susurró en su oreja, avisándole de cuándo moverse y cuando permanecer quieto. Se movió desde el borde de los arbustos hasta el lado más alejado de la casa, pero le llevó varios minutos de doloroso progreso antes de estar libre del campo de láser.

Kadan se movió en el amplio lecho de flores cerca de la casa, mirando hacia el punto de entrada elegido. Dos pisos arriba y la ventana de la habitación de Tansy. En este lado no había balcones y con frecuencia dejaba la ventana abierta un par de centímetros porque necesitaba sentir la libertad. Sus manos, encerradas en guantes, siempre la hacían sentir prisionera, y deslizaría las manos fuera de la ventana y las agitaría en el aire de la noche. Si era afortunado, nadie se habría acordado de cerrar su ventana, aunque se hubiera ido hace tiempo.

– Ahora -la voz de Nico susurró en su oído.

Kadan saltó hacia arriba tan alto como pudo, yendo agachado una amplia extensión y estirándose alto sobre su cabeza. Las yemas de sus dedos se agarraron y sujetaron, pegándolo al costado de la casa. De nuevo el tono de su piel cambió, tomando el matiz del fondo. Empezó a moverse hacia arriba en silencio. Fredrickson era un Caminante Fantasma y su más fuerte oponente. Tenía la habilidad de sentir su presencia, y ellos no tenían ni idea de sus talentos psíquicos. Tenía que ser neutralizado antes de que el rescate tuviera lugar.

Ante un suave «Ve» de Nico, Ryland se puso en marcha, penetrando por el lado opuesto de las tierras, para pasar los campos de láser mientras los guardias barrían el área. Cuando pasara a través del patio y se acercara a la casa permanecería en su posición, esperando la entrada de Kadan y el todo despejado, que señalaría que Fredrickson estaba muerto.

Kadan trepó hasta la ventana, ancló su cuerpo en una mano, y mientras cuidadosamente levantaba su cuerpo para echar un vistazo, con la otra palpó trampas de alambre. Su oído era particularmente agudo, y se dio cuenta del débil zumbido que a menudo acompañaba a una trampa de alambre. Fredrickson no solo sabía sobre la ventana ligeramente abierta, había anticipado una entrada y la dejó invitadoramente abierta aquellos cuatro centímetros apenas, pero había puesto suficientes trampas para diez ratones.

– Subo, Nico. Esto es una trampa.

– Dos hombres en el tejado -informó Nico-. Uno por encima de tu posición y otro alrededor de tres metros a tu derecha. Ambos parecen mercenarios. Puedo ocuparme de ambos, pero Fredrickson lo sabría.

Kadan ya había empezado su descenso.

– No. Entraré.

– Puedo irritar al perro. Todavía tenemos al bastardo del guardia golpeándole con un palo -ofreció Gator-. Déjame mover al perro y los atraerá hacia este lado. Fredrickson se pondrá en alerta, pero querrá saber qué está pasando.

– Allá vamos.

Kadan podía usar la distracción. Si tenía suerte, una vez que Fredrickson supiese que su propio guardia la había jodido, enviaría a alguien personalmente para pegarle la bronca al hombre. Y eso significaba una puerta abierta. Solo tenía que estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado. Moviéndose con la velocidad y precisión de una araña en la red, Kadan escogió una puerta en el lateral de la casa, cerca de donde estaba el guardia molestando al perro. Bajó por el muro cabeza abajo, muy parecido a como lo haría una salamanquesa, sujeto por las adherentes yemas de sus dedos y su enorme fuerza hasta que estuvo planeando sobre la puerta, al descubierto sobre el costado del edificio.

Al cabo de unos minutos el pastor alemán se volvió loco, precipitándose contra la verja de tela metálica, rugiendo un desafío, gruñendo y ladrando, golpeando la valla repetidamente en un intento de alcanzar a su cruel adiestrador. El patio estalló con guardias, hombres corriendo, llamándose unos a otros, precipitándose hacia la verja. Uno cogió al guardia con el palo en la mano, todavía manchado con la sangre de cuando lo había apretado contra el costado del perro. Las luces explotaron, convirtiendo las tierras en la luz del sol. Las alarmas sonaron cuando los láseres saltaron.

Apenas un par de minutos, tiempo suficiente para que el mensaje se trasmitiese a Fredickson, la puerta bajo Kadan se abrió bruscamente y un hombre salió corriendo. Kadan balanceó su cuerpo por la abertura, aterrizando agachado, la pistola ya fuera y rastreando. Por los dibujos que Tansy le había proporcionado, sabía que esto era un atrio que se abría al salón. Grandes plantas crecían casi salvajes, ascendiendo hacia los techos altos, la vaporización saltaba automáticamente cada pocos minutos para proporcionar la atmósfera de una selva.

Kadan se tomó su tiempo. Ahora estaba en territorio enemigo. No cualquier enemigo, un Caminante Fantasma que podía sentir el menor cambio en la energía a su alrededor. Kadan podía escudar, pero cuanto más cerca estuviera de su presa, mas difícil se volvería hacerlo. Y estaba cerca, Fredrickson también era un escudo… sorprendente, pero tenía que ser verdad. Ese regalo era algo raro, tanto como lo era ser un rastreador de elite.

Kadan se echó sobre su vientre de nuevo, ahora era verde como las plantas a su alrededor. Usando los codos para propulsarse hacia delante, se deslizo a través de la jungla de follaje hasta el borde del cristal. El atrio era enorme, conteniendo dentro la selva. Completamente de cristal, la habitación podía cerrarse y mantenerse separada del resto de la casa, o, con las puertas dobles de cristal abiertas como estaban, las espectaculares plantas trepadoras podían volverse parte de la enorme habitación inferior.

Tansy había crecido en esta opulenta casa. Había vivido allí como si fuera una casa ordinaria y cotidiana, probablemente dando por sentada la belleza y la singularidad. Kadan había pasado su vida en las calles, en casas de acogida y en apartamentos de una sola habitación, antes de pasar a la vida militar de junglas, desiertos y mar. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo podía ella pasar de esto a lo que él podía darle? En el momento en que el pensamiento entró, lo apartó. Tansy no tenía lugar aquí. Ella no podía fastidiarlo más de lo que había hecho ya volviéndolo del revés.

Kadan contuvo su mente de nuevo bajo control y se deslizó a través de la puerta a la gran habitación. Fredrisckson estaba justo delante de él, mirando impasible a los padres de Tansy, que estaban sentados en dos sillas de respaldo alto, ambos con las manos atadas detrás de la espalda. Sharon Meadows era una mujer pequeña, muy delgada, con un abundante pelo rubio. Un moratón se había formado bajo un ojo y había una hinchazón cerca de la boca. No había que ser un genio para imaginarse que Fredrickson la había usado para tratar de controlar a Tansy. Lloraba silenciosamente, echando pequeños vistazos a su marido, quien parecía como si fuera a tener un ataque en cualquier momento.

– Ella está muerta si entran aquí -le dijo Fredrickson a Don-. Mejor que confiéis en que tu hija os ama a ambos lo suficiente para entregarse sin traer ayuda.

Sharon sacudió su cabeza con fuerza, pero solo sollozó más fuerte.

Don desnudó sus dientes y lucho por aflojar sus ataduras.

– No necesitas tocar a mi esposa. Tansy vendrá. Dile a Whitney que vendrá. No hay necesidad de esto.

Fredrickson se encogió de hombros.

– La traeremos de vuelta, de una manera o de otra. Y os estamos haciendo un favor. Ellos saben sobre ella y está marcada. La mataran si la encuentran antes de que lo hagamos nosotros.

– Sigues diciendo «ellos» como si eso me asustase -bufó Don-. No creo que nadie la quiera muerta. Whitney preparó esto porque la quiere de vuelta.

Kadan propulsó hacia delante con su vientre sobre el liso y lujoso suelo de mármol, la pistola en una mano, el cuchillo en la otra. Se deslizó hacia delante, centímetro a centímetro laboriosamente lento. Cada centímetro contaba cuando estaba al descubierto y Fredrickson sólo tenía que girar la cabeza. Kadan reunió su fuerza, su resolución, y se levantó del suelo, alzándose como un demonio convocado del infierno, lanzando el cuchillo directo al la garganta de su enemigo.

El cuchillo se enterró hasta la empuñadura. Fredrickson gorgoteó, los ojos abiertos de par en par, una mano medio alzada en reflejo, como si examinase el instrumento de su muerte. Se balanceó y luego cayó al suelo. Al instante Kadan sintió el escudo psíquico caer y una energía letal fluyendo hacia él. Giro, tirándose delante de la madre de Tansy, sus instintos gritándole que ella era el objetivo. La bala le cogió más alto de lo que le habría gustado, golpeando el chaleco antibalas como un puño explosivo en su pecho, medio girándole y haciéndolo retroceder con fuerza.

El agudo chillido de Sharon le hirió los oídos casi tanto como el puñetazo en su pecho, pero su mano armada ya estaba levantada, el dedo en el gatillo, uno, dos, tres tiros precisos, haciendo caer al segundo Caminante Fantasma, incluso mientras Kadan caía. La sangre roció a través del mármol y se esparció por las paredes. Vio las gotas rojas cayendo mientras su cuerpo golpeaba duramente contra el de Sharon, tirando la silla atrás sobre el respaldo

El golpe en el pecho le había arrancado la respiración del cuerpo, y se sentía como si cada hueso estuviera roto, destrozado más allá del arreglo. Por un instante, los bordes de su visión se emborronaron y se volvieron negros. Se despertó con rabia y pánico unos segundos más tarde, su pecho ardía, quemando como si le estuviese marcando un hierro al rojo vivo, y Sharon gritaba sin parar en su oído. Luchó con la necesidad de arrancarse el chaleco y callar a la mujer al mismo tiempo.

Su ojo captó un movimiento, y con las piernas todavía enredadas en el cuerpo de la madre de Tansy rodó, el arma estable como una roca en su mano, el instinto mantenía su dedo en el gatillo. Don Meadows se congeló donde estaba tratando de deslizarse por el suelo, su mirada fija en el cuchillo en la cintura de Kadan.

– Te pondré una jodida bala en la garganta, -le advirtió Kadan, sintiéndose morir con el pecho en llamas, luchando por cada respiración-. Adelante Gator -logró ordenar por la radio mientras se desenredaba de los caídos miembros de la mujer.


Los gritos de Sharon atraerían a todo el mundo en kilómetros. Calmadamente, Kadan sacó una jeringuilla de aire comprimido y la presionó contra su cuello. No se molestó en desatar sus manos. La droga trabajaba rápido, cortando su grito en medio de un chillido de manera que el bendito silencio cayó.

– Bastardo. ¿Qué demonios le has hecho? -exigió Don.

Kadan le envió una mirada dominante, y el hombre fue lo suficientemente inteligente para dejar de hablar. El pecho de Kadan dolía como un infierno, todavía dolorido con cada aliento que tomaba, pero el fuego estaba empezando a decrecer un poco. Todavía quería arrancarse el chaleco, junto con la cabeza del tirador. Dominó su necesidad de meter otra bala en la cabeza del hombre muerto, muy probablemente la de Watson, y en cambio, tuvo cuidado de asegurarse de que la habitación estuviera limpia de enemigos, de manera que solo tenía que lidiar con los padres de Tansy.

– ¿Algún guardia más en la casa?

– La mayoría están fuera. Varios en el tejado.

– Entonces vendrán hacia nosotros tarde o temprano. ¿Vas a darme problemas? -Por lo general Kadan podía leer las mentes estando cerca, especialmente en situaciones como esta donde el miedo y la rabia eran emociones fuerte, pero Don Meadows tenía algún tipo de barrera que bloqueaba sus pensamientos y emociones.

– No si vas a sacarnos de aquí.

– Tansy me envió.

– ¿Está bien?

A Kadan le gusto un poco más por eso.

– Está bien.

Deslizó otro cuchillo de su cinturón y cortó la cinta adhesiva que ataba las muñecas de Meadows. Era un riesgo calculado ya que no podía leer la mente del hombre, pero tenían que moverse rápido.

– Entrando. -La voz de Ryland flotó desde la radio.

– Vamos entonces -contestó Kadan-. Gator ¿has despejado un camino para nosotros?

No fue difícil para Gator escalar la valla usando los tacos de sus botas y los clavos de sus guantes. Subió y pasó sobre ella y luego hizo señales a los perros, excitándolos, ordenándoles ladrar y gruñir desafiantes desde cada punto del patio mientras corría hacia el helipuerto. Solo lo hizo para cubrirse, cuando los guardias salieron al descubierto desde todas direcciones, las luces inundaron una vez más el complejo. Esta vez, los adiestradores liberaron a los perros de la doble valla y les pusieron las correas, buscando enemigos en los terrenos.

Gator hizo un trabajo rápido colocando los explosivos, primero en el helipuerto, más en el helicóptero, un tercero a lo largo de la valla justo pasando el helipuerto. Usó la velocidad realzada de los Caminantes Fantasmas realzados, lanzándose a través del área cultivada para llegar al lado opuesto de la finca, lanzando voces mientras se precipitaba, perturbando a los perros de manera que se volvieron locos, aullando y ladrando, rugiendo a sus entrenadores, de modo que el caos estalló en varios puntos calientes, manteniendo a los guardias corriendo en cualquier dirección excepto hacia Gator o la casa.

Un guardia en el tejado debió de haberlo descubierto porque el arma de Nico retumbó y el hombre casi cayó a sus pies. Gator continuó corriendo. Un segundo disparo resonó, y pudo ver brevemente a un hombre cayendo desde el tejado al balcón. El cajún no vaciló; aumentó la velocidad y zigzagueó, manteniendo las probabilidades a su favor.

– Gracias, hombre.

– Ningún problema. -Nico sonaba como siempre. Práctico.

A Gator le llevó varios minutos llegar a la verja opuesta, dos kilómetros desde el helipuerto, e incluso estaba un poco sin aliento después de la carrera. Sacando rápidamente una lata, roció una sección completa de las tres vallas. Un hombre le gritó con voz ronca, pero Gator continuó rociando y no se volvió cuando el rifle de Nico se cobró otra muerte.

– ¿Dónde estas? -la voz de Ryland zumbó en su oído.

– Dirigiéndome hacia el garaje -contestó Gator y se giró para hacer otra carrera. Esta vez iba a tener que pasar primero a través de las filas de guardias y luego entrar en el garaje, donde Nico ya no sería capaz de ayudarle.

Sacó dos armas y se dirigió hacia el garaje. Los guardias se estaban preparando para avanzar hacia la casa, sabiendo a través del silencio de la radio que sus jefes estaban muy probablemente muertos. Estaban entre él y el garaje, y tenía que alcanzar el Humvee.

– Estoy en movimiento ahora.

En el momento en que Kadan escuchó que Gator estaba haciendo una brecha hacia el garaje, eludió a la mujer en el suelo y sacó dos armas del cinturón.

– Regístrale, Rye.

No miró atrás, pero salió de la casa a la carrera, disparando implacablemente, escogiendo sus blancos mientras despejaba un camino para proteger a Gator. Podía escuchar el rifle de Nico y el choque resonante de las armas de Gator mientras se unían a la lucha.

– Estoy dentro. -La voz de Gator estaba un poco sin aliento. Maldijo. Hubo más disparos y luego habló de nuevo-. Hijo de puta, sal de mi coche. -Más fuego de arma vino de las inmediaciones del garaje-. Es un original, y hombre, es sensacional.

Kadan dio un pequeño suspiro de alivio. El navegador del vehículo había sido investigado apresuradamente, y Tansy no le había prestado atención, ni siquiera había montado nunca en él. Don Meadows tenía un autentico acuerdo, tecnología militar, tracción a las cuatro ruedas, alta movilidad, blindado, un vehículo para ir sobre y a través de cualquier cosa. E iban a necesitarlo.

– Vuela el helicóptero -ordenó Kadan.

Al instante el avión voló por los aires, explotando en varias piezas grandes, y cayó en una fiera caldera de llamas anaranjadas y negras. La explosión tuvo el deseado efecto de mandar a los guardias corriendo hacia el lado de la propiedad que daba al océano.

Kadan contó hasta treinta y dio la siguiente orden.

– Elimina el helipuerto.

La segunda explosión sacudió la finca. El humo formó una nube en el aire junto con una torre de llamas.

Kadan se retiró a la entrada de la casa. Ryland tendría que sacar a Sharon sobre su hombro, pero Don… ahora, Don era otro asunto. Kadan no confiaba en él. Tenía que tener algunas habilidades psíquicas para tener tal barrera natural en la cabeza. Considerando el talento psíquico y su antigua amistad con Whitney, Kadan no confiaba en el hombre más lejos de lo que podía lanzarlo.

Ryland pasó detrás de él, el arma fuera, Sharon colocada sobre el hombro. Don había sido azuzado delante de los Caminantes Fantasmas y estaba claramente infeliz.

– Puedo llevar a mi esposa.

Kadan giró sus fríos ojos hacia él.

– Puedes estar callado o puedes salir de la misma forma que va a salir ella.

Meadows se sonrojó. Kadan dudaba que alguien le hablase de esa forma alguna vez. Como futuro yerno, no estaba anotándose puntos, pero realmente le importaba un bledo.

– Al menos déme un arma para defendernos -solicitó Don.

Kadan giró en redondo, sacando la jeringuilla de aire comprimido de su mochila y golpeó otro cartucho dentro.

Don levantó ambas manos y retrocedió.

– Me callaré. En serio, no necesitas eso.

Kadan lo ignoró y se dio la vuelta justo cuando el Humvee salía de repente del garaje y rebotaba sobre los arriates. Los pocos guardias restantes se dispersaron, los perros gruñeron, y el vehículo se deslizó de lado hasta la puerta del atrio.

– Vuela la verja trasera -ordenó Kadan calmadamente mientras caminaba hacia atrás, sacando bruscamente a Don de la línea de fuego, y empujaba al padre de Tansy detrás de él.

La tercera explosión sacudió de nuevo la casa.

– Ve, Rye -ordenó Kadan, disparando con calma a dos hombres que estaban apuntando a Gator. El rifle de Nico ladró al mismo tiempo, y los cuerpos se sacudieron dos veces mientras caían.

Nico disparaba regularmente ahora, proporcionando cobertura a la carrera de Rye, el cuerpo lacio de Sharon rebotaba como una muñeca de trapo contra su espalda. La lanzó al vehículo que los esperaba y tomó posición para cubrir a Kadan y a Don.

– Vamos -dijo Kadan-. Corra y láncese dentro. Échese al suelo y cubra el cuerpo de su esposa.

Para su crédito, Don no vaciló. No miró a derecha ni a izquierda; solo salió corriendo, lanzándose por la puerta abierta y cubrió con su cuerpo el de Sharon.

– Sal, Nico -ordenó Kadan-. Ve, Gator.

El Humvee dio un bandazo hacia delante y luego cogió velocidad.

Un guardia se levantó sobre el lado del conductor, apuntando su cañón hacia Gator. Un agujero rojo floreció donde había estado su ojo izquierdo mientras Kadan ponía otro en su pecho.

– Nico -dijo Kadan reprendiéndolo.

– Estoy fuera -confirmó Nico-. Te cogeré en el punto de encuentro.

– ¿Conseguiste el dispositivo de rastreo, Gator? -preguntó Kadan.

– Desmontado -dijo Gator, sus ojos en la valla que surgía delante de ellos. La doble valla de tela metálica con la cerca privada justo más allá de esta. Mantuvo el pie en el acelerador, aumentando la velocidad.

Don Meadows levantó la cabeza tratando de mirar hacia fuera, vio la valla venir hacia ellos.

– ¡Para!

La bota de Kadan encontró la parte de atrás de su cuello y lo empujo hacia abajo mientras la parte frontal del vehículo golpeaba la cadena debilitada por el baño de ácido que Gator le había proporcionado. El Humvee rompió la segunda valla y golpeó la tercera a toda velocidad. El desgarrador estrépito fue alto mientras las tablas cedían el paso y el vehículo pasaba indemne a través.

Gator tenía un mapa del agreste terreno impreso en la cabeza. La propiedad retrocedía hacia los escarpados cañones. El denso follaje y los árboles les proporcionarían cobertura mientras se dirigían a la casa segura. El Humvee subió una cuesta y bajó por el otro lado, y ellos estaban dejando la tierra, con picos de montaña elevándose sobre ellos y la tierra virgen rodeándoles.

Kadan quitó su bota del cuello de Don Meadows y le indicó que tomara asiento.

– Póngale el cinturón a su esposa, así no se herirá.

Meadows miró por de la ventanilla y luego alrededor a las tres caras de expresión grave. El Humvee rebotaba sobre rocas y arbustos, y aunque Gator había reducido considerablemente, el movimiento era intenso, empujando a los pasajeros, lanzándolos de un lado a otro y hacia el techo. Don se agachó, con agarre suave giró a Sharon levantándola en sus brazos. Ryland y Kadan estaban protegiendo cada lado del vehículo con las armas fuera, esperando signos de persecución.

– Nico debería venir hacia nosotros en cualquier momento -dijo Gator, reduciendo más la marcha. Giró las ruedas duramente a su derecha, estas se sacudieron violentamente mientras subían y pasaban una serie de rocas y luego bajaban por una cuesta cubierta de arbustos en el lecho de un riachuelo.

– Movimiento a la derecha -informo Ryland.

– Contén el fuego -advirtió Kadan-. ¿Nico? ¿Nos estás viendo?

La estática fue la única respuesta.

– Llegando -anunció Ryland.

Don automáticamente cubrió a su esposa, tratando de presionar su fláccido cuerpo contra el asiento tan fuerte como podía.

Gator metió el Humvee en una zona bastante tupida de densos arbustos, abriéndose paso a través de hojas y ramas mientras Kadan se movía hacia la derecha. Un Jeep con tracción en las cuatro ruedas apareció a través de los árboles, viniendo deprisa hacia ellos. Kadan con calma disparó tres disparos a través del cristal al conductor, mientras que Ryland eliminaba al pasajero con un disparo en la cabeza. El conductor cayó hacia un lado, y el Jeep golpeó una roca y saltó en el aire, cayó y golpeó un árbol, deteniéndose. Gator condujo unos pocos metros más adentro de los arbustos y una vez más giró bruscamente hacia la derecha para tratar de llegar al punto donde Nico debería haber estado esperando.

Detuvo el coche, y Kadan indicó a Ryland que observase a sus paquetes, mientras abría de golpe la puerta y saltaba fuera, corriendo agachado a lo largo del terreno, su piel cambiando, la ropa reflejando la maleza que le rodeaba. Subió la cuesta, saltando sobre los caídos troncos podridos de árboles y unas pocas zarzas para aterrizar de vuelta en una estrecha pista.

Podía escuchar el sonido de una pequeña motocicleta y sabía que Nico estaba en plena retirada. Detrás de él venía otra maquina mucho más grande y el sonido de disparos. Nico estaba tratando de dirigirlos lejos del Humvee.

– Tráelos hacia mí -ordenó Kadan, esperando que la orden llegase hasta Nico.

El cañón era escarpado, estrecho y cubierto de densos arbustos y árboles. Nico tuvo que aguantar una paliza en la pequeña moto mientras pasaba sin protección a través de los arbustos. El gemido de la maquina creció mas fuerte mientras Nico parecía volver hacia él. Entonces apareció a través de los arbustos solo a unos centímetros de Kadan, cara y brazos cubiertos de feos arañazos, sangrando por cien arañazos en la piel, el rifle protegido por su cuerpo.

Nico se puso sobre una rodilla, la culata del rifle ajustada contra el hombro mientras buscaba un objetivo. Kadan le echó un vistazo una más para asegurarse que ninguna de sus heridas fuera demasiado malas; la mayoría parecían como si las zarzas hubieran arañado al tirador mientras viajaba a través de los arbustos. Luego el camión perseguidor alcanzó la cima de la cuesta y saltó sobre ella. Los guardias en la parte trasera fueron lanzados de lado a lado, haciendo difíciles sus disparos.

Nico, por supuesto, no tuvo problemas en eliminar al tirador estabilizando su rifle, pero la primera bala de Kadan le dio al hombre detrás del tirador alto en el hombro, girándole, y lanzándolo del camión. Todavía se estaba moviendo, y Kadan no tuvo más opción que desperdiciar otra bala, dándole al tercer guardia oportunidad de realizar un disparo. La bala silbó pasando la cara de Kadan, y sintió la quemazón a lo largo de su mejilla, aunque nunca lo tocase.

El rifle de Nico se levantó de nuevo y el tirador cayó. Kadan eliminó al conductor y sin una palabra, los dos Caminantes Fantasmas corrieron de vuelta hacia el Humvee. Ryland abrió las puertas y ellos subieron. Gator encendió la máquina y estuvieron en movimiento.

– Te ves un poco desmejorado -dijo Nico como saludo-. Esa mujer tuya va a ponerse toda sensible contigo.

Kadan no cambió la expresión o miró al padre de Tansy, pero por dentro, su corazón dio un pequeño y extraño salto. Nadie nunca había tenido una reacción sensiblera por unas pequeñas heridas en él. ¿Lo haría ella? ¿Incluso con sus padres presentes? No había considerado eso. El pensamiento le calentó un poco. No quería pensar en ella mientras estaba trabajando. Ella no tenía lugar en esa parte de su vida. Había nacido para luchar, para matar, y alguien tan compasivo como Tansy nunca entendería la necesidad y el deseo que le llevaba a tomar las asignaciones que hacía… o tal vez estaba equivocado. Tal vez aquel mismo deseo estaba en ella (aquella muchacha de trece años ofreciéndose como un sacrificio a fin de rastrear la maldad) tal vez la necesidad se manifestaba simplemente de forma diferente.

Se pasó la mano por la cara y se sorprendió cuando volvió manchada de sangre. Ni siquiera sabía de quién era la sangre que llevaba, solo que iba a volver cubierto de ella. Parecía pasar mucho tiempo con sangre en su piel.

Ryland le empujó con la bota.

– Tienes un agujero en la camisa. ¿Estás herido?

Don Meadows se aclaró la garganta.

– Le golpeó una bala cuando Fredrickson trató de matar a mi mujer. Dijeron que si había un rescate, la mataría y lo decían en serio.

– Fredrickson era un idiota. Debería haberme eliminado primero y luego matarla -dijo Kadan, encogiéndose de hombros. Eso es lo que él habría hecho si la situación hubiera sido al revés. Elimina al malo y luego haz tu trabajo.

Nico le tendió una botella de agua de la mochila.

– Bebe, hombre, parece como si pudieras usarla.

Debía verse peor de lo que pensaba para que Nico, cubierto de arañazos abiertos, le señalara que se veía mal. Tomó la botella y se bebió la mitad de un solo trago.

– ¿Quién eres tu? -preguntó Don-. ¿Dónde está mi hija?

– Está a salvo. Tengo un par de buenos hombres protegiéndola.

– ¿Protegiéndola, o manteniéndola prisionera?

Kadan lo meditó. No tenía acceso a un teléfono. Ian y Tucker tenían órdenes de mantenerla cerca. No podía marcharse, y si las cosas fueran mal, la moverían a la fuerza a una ubicación segura. Técnicamente, supuso, era una prisionera. No se molestó en contestar. Maldita fuese si se justificaba con el otro hombre.

Giró la mirada, dejándola vagar sobre Meadows. El hombre estaba en buena forma, fuerte, apto, la inteligencia en sus ojos. Estaba pensando, evaluando la situación, y Kadan apostaba que el hombre sabía donde estaba cada arma en el Humvee. Meadows también leía con bastante precisión que cualquiera de los Caminantes Fantasmas le mataría antes de que hiciera un movimiento.

– ¿Qué le diste a mi esposa?

Kadan echó un vistazo a la dormida mujer. Parecía muy frágil, la pálida cara cubierta de moratones y la boca hinchada. Probablemente tenía unos pocos moretones más donde Kadan le había golpeado.

– Se despertará en pocos minutos, antes de que lleguemos a la casa -le aseguró Kadan-. Un pequeño dolor de cabeza tal vez y muy sedienta, pero estará bien.

Alargó la mano y deslizó la cinta que ataba las muñecas de Sharon. Su piel estaba hinchada y en carne viva.

– ¿Quién te envía?

– Tansy.

Eso sorprendió a Meadows. Parpadeó, pero mantuvo la misma expresión. Miraba de la forma en que Kadan había visto antes como tantos en su posición miraban. Superior. A la espera de hacerse cargo. Enfadado ante la pérdida de control.

Kadan buscó en el pequeño paquete en su cinturón y sacó un pequeño tubo de ungüento. Se lo lanzó a Don.

– Ponlo en las muñecas de tu esposa. Debería ayudar. -Mantuvo los ojos en la cara del hombre-. Tienes alguna habilidad psíquica, ¿verdad?

Ryland y Nico, ambos se volvieron para mirar a Don. Incluso Gator quitó los ojos de la apenas visible cinta del cauce de río que estaba siguiendo para mirar por el espejo retrovisor.

Por un momento los ojos de Don se volvieron duros y agudos, luego frunció el ceño y sacudió la cabeza.

– No sé de que estas hablando.

Así que iba a ser así. Kadan contuvo un suspiro. No era una sorpresa, pero había esperado un resultado diferente. Se encogió de hombros y mantuvo el silencio mientras botaban a través del cañón hacia su destino.

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