Capítulo 1

El puma iba a girar. Tansy Meadows inhaló rápidamente, mordiéndose el grueso labio inferior. Su corazón estaba golpeando; pudo saborear la familiar sequedad en la boca y sentir la humedad en las palmas. La ráfaga de adrenalina le hacía difícil controlar sus temblorosas manos cuando necesitaba con desesperación estar absolutamente quieta.

Vuélvete preciosidad. Susurró la frase de ánimo en su mente, deseando que el animal lo hiciera. Si te giras, te haré muy, muy, famosa.

El gran felino se estiró perezosamente con su cuerpo suave ondulando los músculos bajo la suave piel leonada. El extremo de su larga cola se retorció.

El corazón de Tansy casi dejó de latir, luego comenzó a latir a doble velocidad. Vamos, pequeña mamá, engatusó, date la vuelta para mí.

Sus piernas habían perdido la sensibilidad hacía tiempo, entumecidas por la inactividad, Tansy no estaba segura de si sería capaz de dejar el diminuto saliente donde había levantado el toldo algunos meses antes. No importaba; nada importaba excepto conseguir esta foto.

El puma era grande, de casi dos metros y medio de largo, muy preñada y preparada para dar a luz cualquier día de éstos. La punta de color gris pizarra de su cola se retorció una y otra vez y Tansy se quedó totalmente inmóvil, esperando su momento. Cinco largas horas de espera y anticipación. Cinco largas horas de músculos doloridos y tensos, sin mencionar los meses de preparación.

Vamos, chica, un poco más, lo puedes hacer. Haz que esa bonita cara apunte hacia aquí.

El puma arqueó la espalda pausadamente, tentando a Tansy con expectación. El felino giró la lustrosa cabeza, los ojos verde dorados brillando como joyas centelleantes. Tansy exhaló lentamente mientras empezaba a disparar fotograma tras fotograma con la cámara. Como si supiera que era objeto de admiración, el animal se acicaló, lamiendo su leonado abrigo con la larga lengua. Hizo una mueca, resaltando sus brillantes colmillos amarillos. Incluso se las arregló para esbozar algo que Tansy pensó que se parecía a una sonrisa antes de dejar salir un suave silbido de llamada.

Los pumas cazaban principalmente de noche. Tansy trabajaba con digital y película, captando la vida salvaje en su hábitat natural. Había captado una hermosa serie fotográfica de este felino en particular abatiendo un alce tres semanas atrás, pero esta era su primera oportunidad real desde entonces. Los pumas eran evasivos y difíciles de fotografiar en sus hábitats naturales. Siempre que fuera posible preferían una atalaya alta, y su visión superior les permitía divisar a los humanos mucho antes de que los humanos los divisaran. Tansy había estado estudiando al puma hembra, uno de los animales más evasivos de Norteamérica, durante mucho tiempo con la esperanza de captar el nacimiento de un puma en imagenes. Tenía suerte de tener tal afinidad con los animales, incluso a los salvajes no les importaba demasiado su presencia.

Siguió tomando tantas imágenes como pudo, sabiendo que cada ángulo, cada fotograma iba a valer oro. El fondo era todo lo que podría haber pedido. El cielo nocturno, la luna y las estrellas, el viento leve que movía las hojas y agitaba la piel plateada. Su sujeto era bastante cooperativo… estirándose, limpiándose y mostrando su cuerpo largo y lustroso desde todos los ángulos.

Tansy quería especialmente una serie de disparos con una variedad de iluminación sobre la piel. El color era difícil de describir en realidad, especialmente con cada pelo tintado de gris plateado, permitiendo al felino desaparecer en el anochecer, simplemente fundiéndose con los alrededores al moverse sin ser detectado por la mayor parte de su hábitat durante las horas nocturnas. Quería conseguir la sensación de ese camuflaje en las imágenes, de la cautela y el poder de la cazadora, en contraste a la personalidad juguetona y maternal.

A lo lejos, arriba, el zum-zum de un helicóptero, las aspas girando rápidamente mientras avanzaban a través del cielo del amanecer, interrumpieron el silencio de la noche. El puma se congeló, agachándose bajo los pocos arbustos y briznas de hierba que crecían en la piedra que la ocultaba. Desnudó los dientes en un gruñido silencioso mientras miraba hacia arriba.

Tansy bajó lentamente la cámara y permaneció exactamente tan inmóvil como el animal, una inexplicable sensación de ser cazada se arrastraba por su columna. Se quedó sin respiración y durante un momento estuvo desorientada, algo aterrador mientras estaba en un estrecho saliente con un puma salvaje solo a pocos palmos de ella.

Volvió la cara hacia el cielo mientras el helicóptero volaba directamente sobre ella. Solo la vista y el sonido del helicóptero estaban perturbándola, y se mordió con fuerza el labio inferior, escudriñando el aparato para identificarlo, preocupada por si sus padres habían enviado a alguien tras ella cuando había insistido en que estaba exactamente donde quería estar. Había escogido este parque natural para estar completamente lejos de todo contacto humano, y el helicóptero encima de ella era definitivamente militar… no forestal, y ciertamente no pertenencia a su padre.

El tren de aterrizaje del helicóptero resplandecía con luces verdes mientras se movía rápidamente sobre ella, una gran ave de rapiña lanzándose en picado sobre los altos árboles y luego, justo cuando repentinamente se hundía bajo su línea de visión, el ruido se desvaneció rápidamente. Yació muy quieta en el estrecho saliente, el corazón atronándole en los oídos. Forzó el aire a través de los pulmones mientras las luces desaparecían. Su imaginación corría salvajemente… quizá había estado sola demasiado tiempo después de todo.

El movimiento devolvió su atención al puma, mientras el felino se daba un último y casi despreciativo lametazo por su musculosa pierna leonada, y con un solo brinco saltaba a la piedra encima de su área de descanso. Tansy sabía que su guarida estaba allí. El puma había escogido una pequeña cueva para dar a luz a sus cachorros.

Tansy había sido capaz de infiltrarse en dos de las cuevas usadas anteriormente como guaridas para colocar su equipo con la esperanza de poder filmar de algún modo el acontecimiento. Pero para su desilusión, la cueva que el puma había escogido era totalmente inaccesible, lo que significaba que Tansy tendría que pasar otro año o dos estudiando la especie y esperar al siguiente ciclo de reproducción, después de que estos gatitos fueran criados. Mientras tanto, las imágenes de esta noche valían una fortuna y le darían el dinero necesario para continuar su trabajo.

Tansy se merecía un largo baño en la piscina natural y una siesta más larga al sol de media tarde. Muy cuidadosamente, estiró los doloridos y cansados músculos. Agujas y alfileres se le clavaron donde antes sólo había habido entumecimiento. Los calambres golpearían pronto, agarrando sus pantorrillas y muslos, una protesta contra las horas largas de inmovilidad. No tenía espacio real para maniobrar, el saliente era demasiado estrecho. Respiró a través de las agujas, de los calambres, flexionando y estirando con cuidado hasta que estuvo segura de que ser capaz de escalar la vertiente de pura roca como hacía la mayoría de los días.

Había grietas diminutas donde podía apoyar los dedos de la mano y de los pies. Hacía mucho había instalado una cuerda de seguridad. A menudo era un esfuerzo recordar utilizarla; estaba bastante acostumbrada a la escalada. Hoy, sin embargo, agradecía su presencia. Estaba mucho más cansada de lo habitual. La piscina natural sería más que bienvenida y nada iba a evitar su bien ganada siestecita.

Tansy escondió su preciada cámara y su carga al lado del diario que llevaba de los movimientos del puma, en su resistente caja metálica, en el campamento. Cerró los pestillos con no uno, sino con dos pesados candados, y lo guardó bien lejos de sus provisiones, por si acaso un oso errante empezara a curiosear.

Estaba realmente feliz. Tansy se estiró otra vez. No podía esperar a dejar que su madre y su padre lo supieran. Habían estado tan preocupados por ella después de su crisis, y tan asustados cuando empezó a desaparecer durante meses en los lugares más salvajes que podía encontrar. Al ser depositada por helicóptero con su equipo, vivía con sólo una llamada diaria de radio para asegurarles que estaba viva y bien. Y estaba más que bien ahora. Había atravesado un infierno y salido al otro lado. La felicidad era una brillante luz que se esparcía por ella como un resplandor, cuando honestamente no podía recordar haberse sentido feliz antes.

Bostezó, le echó una ojeada al reloj, esperando la hora acordada para la llamada. Su madre había estado haciendo obviamente lo mismo por su parte, porque cuando ella lanzó su señal, su madre contestó inmediatamente. La voz llena de vida de Sharon Meadows era como un rayo de sol y Tansy sonrió solo oyéndola.

– Deberías ver las fotos que conseguí -saludó Tansy-. No creo que nadie haya logrado jamás acercarse tanto a un puma en libertad.

– Siempre has tenido una afinidad con los animales. No parece importarles que estés alrededor -concordó Sharon-. Incluso el perro más malo se enamora de ti cuando le hablas. Pero no te acerques demasiado, Tansy. Llevas un arma, ¿verdad?

– Por supuesto, mamá. ¿Cómo está papa?

– Estoy justo aquí, Tansy. Quería oír tu voz. ¿Has terminado? -preguntó Don Meadows.

– Va a tener sus cachorros cualquier día. Pensé que quizás podría filmar el nacimiento, pero ella me engañó y encontró el único lugar donde no podría meter mi cámara. Debería poder fotografiar a los gatitos pocas horas después del nacimiento.

– Lo que significa que no vuelves a casa -su padre hizo una declaración.

Ella se rió.

– Vosotros dos no me quereis en casa. Sois como un par de recién casados y yo obstaculizo vuestra rutina.

– Te queremos con nosotros, Tansy -dijo Sharon, y ahora la preocupación se arrastraba por su voz.

– Me encanta estar aquí arriba -explicó Tansy-. Sé que no lo comprendes, mamá…

Don rió y Tansy supo que estaba tratando de cubrir a su madre.

– Ni siquiera le gusta acampar en una autocaravana, Tansy. No hay modo de que pueda comprender cómo quieres vivir en tierra virgen sin todos los servicios de un hotel de cinco estrellas.

Su padre la había llevado de acampada a menudo durante años, pero su madre había encontrado excusa tras excusa para no ir con ellos. Tansy había cumplido unos diez años antes de darse cuenta de que su madre no quería ir con ellos y que sus excusas no eran reales. Tansy, como su padre, adoraba acampar y esos veranos la habían preparado para su trabajo actual.

– Simplemente no me gusta que estés tan sola todo el tiempo -dijo Sharon, forzando animación en su voz.

– Mamá -le aseguró-, esto es bueno para mí. Aquí lejos no tengo todo esa locura. No puedo estar alrededor de la gente, lo sabes… es peligroso para mí.

Hubo un pequeño silencio. Oyó que su madre se ahogaba y supo que reprimía las lágrimas. Tansy no era normal. Nunca sería normal, su madre la amaba y quería desesperadamente que pudiera ser como otras mujeres. Casarse, tener una familia. Era todo lo que su madre había deseado siempre para ella. Sharon nunca había sido capaz de tener hijos biológicos. Había adoptado a Tansy y deseado para ella todas las cosas que ella no pudo tener.

– ¿Estás segura, Tansy? -preguntó Sharon-. No puedo ayudarte cuando estás tan lejos. No sé si estás sana y feliz. ¿Lo estás? ¿Lo estás realmente, Tansy?

Esta vez la interrupción en su voz fue muy aparente y el corazón de Tansy se encagió.

– Estoy bien, mamá. Estoy muy bien -dijo suavemente-. Soy feliz aquí. Soy productiva. Soy capaz de tener una buena vida con esto y realmente lo adoro. Mi mente se siente limpia y clara aquí fuera.

– Simplemente no quiero que estés sola toda tu vida -dijo Sharon-. Deseo que encuentres a alguien, y seas amada por él de la manera en que tu padre me ama.

Tansy apretó los dedos en los ojos. Estaba agotada e incluso con la distancia, aún con ondas de radio, oyó el dolor y la desilusión en la voz de su madre… no de ella, lo sabía. Sino por ella.

– Os quiero a las dos -dijo Don firmemente-. Y por ahora, eso es más que suficiente, ¿verdad Tansy?

Por supuesto ella deseaba un marido y niños, pero sabía que era imposible. Lo había aceptado y también su padre. Su amor por él, por su capacidad de comprender cuán defectuosa era y aún así amarla de todos modos, se derramaba sobre ella.

– Absolutamente, papá -estuvo de acuerdo, señalándolo-. Soy realmente feliz, mamá. Y no estoy enferma, incluso los dolores de cabeza se han ido.

– ¿Completamente? -preguntó Don, con asombro y esperanza en su voz.

Tansy sonrió, feliz de ser capaz de decir la verdad.

– Totalmente, papá. -Y gracias por todas las noches en que te sentaste conmigo cuando no podía dormir, agregó en silencio.

– Eso es maravilloso, cariño -la voz de Sharon estaba llena de alivio.

– ¿Necesitas que enviemos más suministros? Haré que uno de nuestros pilotos haga un descenso.

– Haré una lista y te la daré mañana. Necesito dormir ahora. Estuve levantada toda la noche.

– Cuídate, Tansy -dijo su madre, su voz de vuelta a la normalidad, una vez más optimista y feliz, como si utilizando su tono burbujeante pudiera reforzar a Tansy-. Si no regresas pronto tu padre y yo tocaremos en tu puerta.

Don bufó y Tansy se echó a reír.

– Bien, mamá. Sólo otras pocas semanas y estaré en casa. -Hizo ruidos de besos y terminó, sintiéndose muy afortunada y agradecida de que Don y Sharon fueran sus padres.

Siempre se había sentido amada por ellos, aunque fuera tan diferente. Siempre había sido diferente. Desde niña detestaba tocar objetos. Incluso la vajilla y utensilios eran suficientes para hacerla explotar, llorando y meciéndose, tan angustiada que sus padres se turnaban aliviándola, caminando con ella arriba y abajo, cantándole. La escuela había sido una pesadilla para ella y, al final, habían empleado tutores privados… lo cual había roto el corazón de su madre.

Tansy suspiró. Había querido tanto ser esa chica con que su madre podría compartir la vida. Los bailes del colegio, las sesiones nocturnas de chismes, la maravillosa boda de cuento de hadas. Su madre nunca tendría eso y Tansy lo deseaba para ella, así como su madre deseaba esa vida para Tansy.

Al final, después de meses en un hospital, se había dado cuenta de que no podía ser esa chica… nunca sería esa chica. Se había aceptado como realmente era, defectos y todo, y se las había arreglado para hacerse una nueva vida para ella misma. Estaba contenta, incluso feliz, aquí en las tierras salvajes.

Tansy apagó la radio y comenzó a bajar el sendero que llevaba a la piscina natural. La caminata a la balsa era larga y serpenteante, pero estaba muy familiarizada con ella y podía ir bastante rápido a pesar de la aspereza del terreno. La formación rocosa era parte de la razón por la que había escogido esta área como su campamento base. Las cataratas eran hermosas, fluyendo hacia una serie de piedras lisas en una piscina natural mas abajo. El hueco de la piscina estaba revestido con piedras, permanecía limpia y la rodeadan losas de granito, así que ella tenía sitio de sobra al sol. El estanque era el lugar perfecto para pasar una tarde perezosa después de estar trabajando toda la noche.

A Tansy le gustaba dormir por la mañana, bañarse en la piscina y luego pasar un par de horas al sol de la tarde, antes de volver a su campamento y prepararse para otra sesión por la noche. Generalmente, los pumas tenían un territorio grande, las hembras a menudo cubrían cincuenta kilómetros cuadrados, pero la hembra permanecía cerca de su pequeña cueva y Tansy estaba absolutamente segura de que iba a dar a luz cualquier día. No quería dejar pasar su oportunidad, ni permitir que el animal huyera de ella. Había oído de pumas que cambiaban de guarida a última hora y necesitaba vigilar a la hembra preñada de cerca.

Tansy se estiró, tratando de acomodarse sobre la lisa superficie de granito. Por lo comun, después de una larga noche sin dormir, se quedaba dormida directamente al sol de la tarde. Intentó decirse que estaba emocionada por sus imágenes, los meses de trabajo finalmente daban sus frutos. La verdad era que, desde el momento en que ese helicóptero había volado por encima, había tenido un vago sentimiento de intranquilidad, como si una tormenta estuviera formándose a lo lejos y dirigiéndose hacia ella. La premonición persistía y era tan fuerte, que levantó la cabeza para buscar en el cielo algún signo de amenazadoras y oscuras nubes.

Un halcón flotaba perezoso en el cielo despejado, tomando una corriente térmica y cabalgándola por diversión. Tansy apoyó la cabeza contra el brazo y frotó la mejilla de aquí para allá en un gesto calmante. Era una locura, pero se sentía como si estuviera siendo cazada. El área era recluida, restringida sin un permiso, bien anunciado, intransitable excepto a pie, o en invierno, con calzado de nieve. El helicóptero le había afectado más de lo quería admitir.

– Déjalo ir -susurró en voz alta.

Cerró los ojos con cansancio, buscando la satisfacción interior que siempre encontraba después de una gran sesión. Nadie más podría haber conseguido esas imágenes. Bueno, muy pocos. Ella tenía un vínculo con los animales, como su madre había dicho. Si deseaba algo en su cabeza, con frecuencia podía conseguir que el animal cooperara, incluso el más salvaje. Lo tenía todo, el trabajo perfecto, el terreno salvaje, y la paz que las montañas siempre lograban darle. Esta era la vida que escogía y amaba. Más aún, esta era la vida que ella necesitaba. Ningún contacto humano en absoluto. Por fin había encontrado un lugar donde podía ser feliz.

Tansy sonrió satisfecha. Estaba muy cansada y necesitaba dormir. Sólo tenía unas pocas horas por la tarde. Las noches en la montaña eran siempre inciertas. Dejarlo ir y dormir. Cuando despertara podría nadar en la piscina y luego tumbarse y secarse al sol caliente de la tarde, antes de volver al campamento y prepararse para la sesión de esa noche.


– ¿Va de caza, señor?

Kadan Montague miró al jefe de la tripulación, deslizando su 45 suavemente en la funda de la cadera y cerrándola.

– Algo así. -Se colgó del hombro la mochila y deslizó el cuchillo firmemente en la vaina antes de mirar las coordenadas-. Aquí es.

El jefe de la tripulación, reconociendo que su VIP no quería hablar, se aseguró de que la cuerda fuera segura y se movió a un lado para permitir que su pasajero diera un paso hacia la puerta abierta. Kadan agarró la cuerda con ambas manos enguantadas y esperó el visto bueno del piloto. El aparato se estabilizó y él bajó rápidamente por la cuerda, posándose en tierra con un leve impacto y dando un paso para dar la señal de alejarse. Su descenso había durado unos segundos y el helicóptero se balanceó, moviéndose hacia el sur, volando rápidamente a la base. Descendería en la estación del guardabosque y esperaría, no importaba cuánto, a la señal de radio para recogerlo en la pradera más abajo tan pronto como tuviera la carga preparada.

Kadan tomó una profunda inspiración del aire de la montaña y miró lentamente alrededor, sintiéndose en casa. El amanecer estaba rompiendo sobre la montaña, derramando la luz a lo largo de las aristas, convirtiendo matorrales, hojas y granito en oro. Pinos, abetos y cornejos se extendían hasta donde alcanzaba la vista e inmensos riscos de granito sobresalían hacia el cielo. Por primera vez en mucho tiempo se relajó. Nadie estaba intentando matarlo. Podía esperarle una larga caminata, pero disfrutaría de los alrededores.

Se movía con completa confianza, con el paso seguro de un hombre acostumbrado a estar en tierra virgen y cubrir un gran territorio rápidamente. Estaba en casa en cualquier ambiente, habiendo entrenado con las Fuerzas Especiales militares así como con los equipos de Caminantes Fantasmas. El entrenamiento en el ártico, el desierto, la montaña y el agua le había dado a su cuerpo la capacidad de caminar por el áspero terreno. Disfrutaba la actividad física y aunque estaba cansado por atravesar varios usos horarios y no dormir durante varios días, estaba centrado enteramente en su misión.

Viajó en la dirección en la que estimó sería la más probable encontrar el campamento de Tansy Meadows. El área tenía varias posibilidades, pero ella tenía necesidades específicas para una larga permanencia y eso estrechaba sus opciones apreciablemente. Si estaba en algún lugar de la zona que él había fijado como objetivo, encontraría su rastro. Tras un hora de caminata, encontró varios rastros que se dirigían hacia arriba, hacia el más alto y menos denso bosque, y más hacia el escarpado granito, un buen lugar para los pumas. Se abrió camino con paso seguro hacia el peñasco donde había más maleza y menos árboles.

Kadan se detuvo en la estrecha y borrosa cinta del sendero de ciervos para tomar un largo y lento trago de agua. Tenía las coordenadas del área en la que ella se desplazaba tomando asombrosas fotos para National Geographic, y estaba seguro de que la información que tenía era exacta. Tansy Meadows, extraordinaria psíquica y rastreadora de élite. La chica que podía rastrear asesinos en serie con su mente. Algunos decían que era difícil trabajar con ella, otros que era “extraña”, pero hacía el trabajo y todos y cada uno de los informes que había leido sobre ella decían que era real. Por supuesto, ahora, las agencias del orden público declaraban que había perdido su talento en un accidente de escalada, cuando se había caído y golpeado la cabeza. Él no lo creyó ni por un momento, pero si se equivocaba estaba perdiendo un tiempo, que no tenía, en una mala tirada de dados.

Tenía unas pocas preguntas en su mente acerca de Meadows. No había fotos de ella, ni una sola, y trabajaba para numerosas agencias de la ley. Lo había intentado en National Geographic, pero tampoco tenían ninguna foto. ¿Quién tenía esa clase de poder? Ningún civil podría lograr borrar los registros de las agencias de la ley… a menos que nunca hubiera habido una fotografía en primer lugar. Había muchos artículos en periódicos y su nombre estaba en numerosos informes del FBI y de la policía a través del país, y luego estaban sus registros del hospital. Tampoco allí existía ninguna fotografía, lo cual quería decir que la pequeña señorita Tansy Meadows tenía una bandera roja, y Kadan tenía autorización de alta seguridad y el general aún más alta, aunque por lo que ellos podían decir, no existía ninguna foto de ella. Punto.

Había sido adoptada a los cinco años por Don y Sharon Meadows, una rica pareja que se habían hecho por sí mismos un nombre en la investigación, diseño y montaje de aviones, específicamente helicópteros de guerra. Don y Sharon Meadows eran peces gordos en la política y con frecuencia recibían contratos del gobierno para la investigación y diseño militar. La pareja estaba bien relacionada políticamente, pero ¿esto significaba que tenían la influencia para evitar que la foto de su hija apareciera en cualquier lugar de las noticias? Era posible pero dudoso. Tomaría mucho más poder e influencia y ¿y cuál sería la ganancia?

La primera vez que Kadan había oído rumores de una adolescente que podía rastrear a asesinos en serie fue cuando había entrenado en Quantico. La controversia candente sobre si había una cosa como la capacidad psíquica, y si uno la tenía, si podía realmente canalizarla para rastrear a un asesino. Él nunca había entrado en las discusiones porque sabía absolutamente que esa capacidad psíquica existía, pero aprovecharla y ser capaz de utilizarla era difícil. La policía con la que Tansy había trabajado tenían una fe ciega en ella, pero nadie mencionaba su instrucción, lo que había sido extraño para él.

Continuó hacia arriba, sus entrañas le decían que estaba en el sendero correcto. No había rastros todavía, nada indicaba la presencia de otro ser humano, pero estaba seguro de que estaba encaminándose en la dirección correcta. Estaba buscando una aguja en un pajar, pero sabía que la encontraría. Cada instinto le decía que estaba en algún lugar cerca. Y apostaría su último dólar a que mentía cuando declaraba que había perdido sus capacidades psíquicas. Si ella había trabajado una y otra vez con la policía rastreando con éxito a asesinos en serie, dudaba de que un accidente de escalada hubiera apagado de repente su talento, como ella declaró cuando salió del hospital, negándose a reunirse con policías o agentes del FBI otra vez.

Su mirada escudriñó el suelo mientras se movía a paso constante por el estrecho sendero. El camino no era más que un rastro usado por ciervos, zigzagueando arriba y abajo por la cuesta, pero marcó dos lugares donde la hierba estaba aplastada y varias hojas parecían dañadas. Algo se había movido por la maleza recientemente. Se agachó para examinar el suelo y vio un rastro débil. Era de casi diez centímetros de ancho y los dos dedos gordos no estaban alineados, con un dedo más adelantado, casi señalando, y cuatro dedos juntos. No había marcas de garra, y la parte de arriba de la almohadilla del talón tenía dos curvaturas distintas mientras la de abajo tenía tres lóbulos separados. No había ninguna duda en su mente de que el rastro pertenecía a un puma. Había encontrado al felino, ahora sólo necesitaba encontrar a la mujer.

Los guardabosques le habían asegurado que los pumas estaban ahí arriba, en algún lugar, y eso significaba que también estaría Tansy Meadows. Su misión era encontrarla y llevarla de vuelta para que le ayudara a limpiar el nombre de los Caminantes Fantasmas. Ella tenía reputación en el FBI de ser de fiar, y el general necesitaba que Kadan hiciera control de daños tan pronto como fuera posible, y para hacer eso Kadan necesitaba a Tansy Meadows. Él nunca había fallado en una misión todavía y esta era demasiado importante.

Siguió caminando, usando la serpenteante cinta del sendero. Ocasionalmente podía ver un rastro parcial en la tierra húmeda, y una vez encontró unos pocos mechones de pelo en algún arbusto donde el felino se había estado frotando. Decidió que debía de ser hembra, sus rastros no eran los suficientemente profundos para indicar mucho peso y no se había encontrado con ninguno de los signos que indican el territorio de un macho. Esta era una de las pocas veces que había entrado en las montañas sin alguien intentando matarlo y descubrió que disfrutaba de la pacífica soledad, a pesar de la urgencia de su misión.

Dio un par de pasos y entonces lo vio. El corazón saltó a pesar de su entrenamiento, la respiración se le atascó en los pulmones. La impresión de una pequeña bota de montaña estaba perfilada en el polvo del sendero, y sobrepuesta justo encima estaba la del puma. Todo el tiempo el gato había estado acechando a la mujer (y estaba seguro de que era una mujer por el tamaño de la huella del calzado) probablemente andando paralelamente al sendero durante alguna distancia antes de caer detrás de ella.

Juró para sí mientras buscaba alrededor más rastros. Había rastros más viejos que indicaban que la mujer utilizaba esa senda con frecuencia y que el puma a menudo la acechaba. Tomó aire y lo dejó salir, tragándose a la fuerza la sensación de urgencia. Si el puma la rastreaba a menudo, eso no quería decir que este fuera el día en que atacaría. Reanudó el paso, siguiendo a la pareja a la cuesta de granito hacia los riscos.

El puma continuaba su paso constante, permaneciendo tras el rastro de la mujer, pero no se movía más rápido para rebasarla. Si estaba cazando, no tenía prisa por capturar a su presa. Mientras el sol calentaba más, continuó la subida, dando otro largo, lento trago a la cantimplora de camello, dejando que el agua fría escurriera por su garganta de manera que pudiera saborearla, sintiéndose un poco expuesto en el campo abierto de granito, con gigantescas rocas elevándose a su alrededor.

Por la noche el frío se metía hasta los huesos. De día podía ser inesperadamente caliente, o sin advertencia, una tormenta podía acercarse con alarmante fuerza. No tenía deseos de ser atrapado al descubierto con rayos golpeando por todas partes.

Kadan llegó a la cima de la elevación y echó un vistazo a la espectacular vista. A pesar de la gran altitud no tenía problemas para respirar, su entrenamiento lo mantenía en buena forma. Se detuvo por un momento para evaluar la situación del entorno. Los densos bosques madereros habían cedido a las altas aristas de granito y altas formaciones como castillos. Era impresionantemente hermoso. Incluso él tenía que admitirlo, por mucho que detestara malgastar un tiempo precioso en tales cosas.

Sobre él, una alta caída de agua espumosa rociaba hacia abajo, muy abajo, a una piscina de un profundo verde esmeralda. La balsa natural estaba hecha de granito, grandes cantos rodados desgastados y lisos por el ataque constante del agua. Algo se movió en el fondo de la piscina. Fijó la vista en la superficie del agua y la intrigante onda volvió. Sin apartar los ojos del círculo que se ensanchaba, Kadan sacó los prismáticos de campo de alta gama de la funda del cinturón, y rápidamente los ajustó. Instantáneamente el verde esmeralda del agua brilló a través de la distancia. Se encontró a sí mismo esperando con anticipación.

Cerca del borde del agua, a su izquierda y cerca de la pared más baja de granito, el agua hacía círculos y algo plateado y dorado pareció romper la superficie por un momento. Kadan contuvo inconscientemente la respiración. ¿Una nutria? ¿Había nutrias aquí arriba? ¿Eran las nutrias plateadas y doradas?

Ella se alzó del agua, el largo y húmedo cabello derramándose, brillando y destellando como madejas de seda mojada. Las gotitas de agua corrieron por las curvas de los senos, bajando por la estrecha caja de las costillas, hundiéndose en la pequeña cintura para correr por el plano vientre hasta el triángulo de rizos rubios, en la unión de sus piernas. Estaba desnuda, la piel resplandeciendo a la luz del sol, su bronceado era tan profundo que acentuaba el oro blanco del pelo. Ella inclinó la cabeza a un lado, y llevó el pelo sobre un hombro en un gesto inconscientemente provocativo.

El viento cambió y le llevó el aroma de ella. El cuerpo de Kadan se tensó salvajemente en respuesta. Su cuerpo la reconoció instantáneamente. Ella parecía como una ofrenda pagana y salvaje. Indomable. Seductora. Para él. Él estaba muy quieto, con la respiración atrapada en los pulmones. El conocimiento instantáneo lo sacudió. Ciertamente había tenido su cuota de mujeres, pero nunca había reaccionado así… una respuesta agresiva y brutal de su cuerpo y mente, todo en él tendía hacia ella.

– Whitney, bastardo -susurró en voz alta. Ni por un momento creería siquiera que su reacción fuera natural. Era demasiado fuerte, demasiado obsesiva. Demasiado contraria a él.

Se agachó un momento, sintiendo un golpe bajo. Se había unido al ejército, pasado el entrenamiento de las Fuerzas Especiales, continuado con el entrenamiento en agua, ártico, desierto e incluso instrucción urbana, y entonces leyó la llamada para probar la habilidad psíquica y había ido inmediatamente, aprobó con nota alta, como sabía que haría, y había sido aceptado en el programa militar de los Caminantes Fantasmas. Había estado de acuerdo en ser realzado psíquicamente. No había estado de acuerdo en ser alterado genéticamente, ni nunca se le había dicho que le emparejarían químicamente a una hembra.

Cuando la extensión de lo que fue hecho a los voluntarios se hizo patente, Kadan había esperado ser uno de los que escaparon de ese infierno particular. Pero lo supo. Su cuerpo lo sabía. Trató de contener la monstruosa erección que surgió de la nada. Contuvo su agresividad mientras la testosterona inundaba su cuerpo con abrasadora lujuria y un salvaje deseo por poseer. Nunca había pensado preguntar a cualquiera de los otros cómo era, o siquiera si todos los síntomas en ellos eran iguales, pero se sentía agresivo, peligroso, casi brutal, una primitiva respuesta preprogramada en él.

Respirando profundamente agarró un puñado de tierra, cerrando los dedos alrededor con fuerza, como si arrancara la vida de la garganta de alguien. ¿Y dónde estaba el felino? Tenía que cerciorarse de que el animal no iba a lanzarse sobre ella.

Una vez más levantó los prismáticos, la respiración se le atascó en los pulmones cuando volvió a enfocarla.

Incluso la manera en que se escurría el pelo era sensual, inclinando la cabeza a un lado los largos hilos dorados se rizaban como seda mientras las manos apretaban la gruesa madeja. El agua goteaba y corría por los henchidos senos hasta el vientre y más abajo, hacia la unión de sus piernas. Las piernas eran esbeltas y su trasero firme mientras vadeaba hacia la orilla de la piscina, con el agua lamiéndole los muslos. Kadan se humedeció los labios de repente secos con la lengua. Daría lo que fuera por lamer las gotitas de agua de la piel de ella.

De mala gana apartó los prismáticos de su visión de fantasía para escudriñar el bosque y las montañas circundantes. Nada. Cambió la dirección, dividiendo el área, mirando alto, de las ramas a los cantos rodados. El puma tenía que estar allí en algún lugar, invisible a su vista, quizá, pero no a su instinto.

No había campamento cerca que pudiera ver, pero tenía que estar allí. Volvió la atención a la mujer. Ésta debía ser Tansy Meadows. Parecía casi como si nadar en la piscina, echar un siesta y tomar el sol fuera un ritual diario, y si lo era, no habría caminado demasiado lejos de su terreno.

No tenía ninguna duda en su mente de que ella era la dueña del cuerpo de él y eso significaba que tenía que ser una de las chicas perdidas con las que Whitney había experimentado. El médico demente había tomado a niñas de orfanatos de todo el mundo y realizado experimentos en ellas. Unas pocas afortunadas habían sido adoptadas. Tenía la información de sus antecedentes memorizada. Sus padres la habían adoptado cuando tenía cinco años. Tuvo graves problemas en la escuela y otros ambientes sociales. Había trabajado con la policía desde los trece años, rastreando asesinos y víctimas de secuestro con asombrosa precisión. Debería haber sabido que era demasiado precisa. Debería haber sabido que sus capacidades psíquicas estaban realzadas.

Kadan echó otra larga mirada alrededor, en un esfuerzo por localizar al puma. Si estaba allí, el animal se había camuflado bien. Cada área que pensaba que sería el lugar perfecto para que el felino tendiera una emboscada parecía serena y pacífica.

Balanceó los prismáticos de vuelta a la cuenca natural.

Ella salió de la brillante agua esmeralda, moviéndose con gracia y algo más, algo tan seductor e inocente al mismo tiempo, que el cuerpo de él gritó en urgente demanda. Se quedó sin respiración cuando ella levantó los brazos esbeltos hacia el sol, la acción empujó los senos hacia arriba, los pezones más oscuros erectos por el frío. Kadan podía sentir el sabor de ella en su boca. Respiró lenta y profundamente para calmar la excitación que aumentaba, el júbilo. Su cuerpo, su mente, su alma decían que ella era la única. Estaba mirando a su compañera.

Que Dios le ayudara, no quería pensar así, no ahora, no en medio de una crisis tan inmensa. Necesitaba estar cuerdo, mantener su mente y cuerpo bajo control. Y necesitaba utilizar a esta mujer, ser despiadado si era necesario. Juró suavemente para sí y se enjugó la frente con el dorso de la mano mientras mantenía los prismáticos enfocados en ella.

Ella se masajeó el cuerpo con crema, cada caricia de su mano hacía que el cuerpo de él latiera y diera tirones de necesidad, y luego ella se estiró, boca abajo en la plana superficie de la piedra, su cuerpo como una ofrenda al sol de la tarde. Su trasero era curvado y bien musculado, uniéndose a la larga extensión de las proporcionadas piernas. Era imposible, ni siquiera con los gemelos, ver sus rasgos faciales, estaba vuelta de espaldas a él con la cara en las sombras. La imaginación de él no podía proporcionar un rostro que acompañara al cuerpo sensual o con la erótica forma en que se movía. La miró durante mucho tiempo, hasta que su respiración se ralentizó y él supo que dormía.

Ella estaba profundamente dormida y un puma la había acechado todo el camino de bajada a la cuenca. Estaba oculto en algún lugar sobre ella, quizá mirando. Otra vez Kadan escudriñó el área circundante, horrorizado de que ella yaciera desnuda y expuesta, donde cualquier cazador o animal salvaje la podía encontrar. La furia le quemó el vientre, lenta y malvada, y por un momento el suelo a su alrededor tembló. Contuvo su genio y forzó el aire a través de los pulmones, mientras examinaba cada lugar posible donde el puma se podía ocultar. Había entrenado en la escuela de francotiradores de élite, pasado la prueba de encontrar cincuenta objetos ocultos a múltiples distancias y había marcado cada uno, pero el animal permanecía oculto.

Bajó las gafas. Había pasado demasiado tiempo sin dormir. Viajando a diez países extranjeros en dos semanas, trabajando para formar un fondo común de información antiterrorista multinacional para un escuadrón de asesinos de élite. El equipo viviría en las sombras, viajaría a la zona de muerte, destruiría todos los objetivos y se desvanecería antes de que alguien supiera jamás que estaban en el área. Cada miembro sería totalmente anónimo, así no podría haber venganza contra las familias. Cada miembro sería un Caminante Fantasma, capaz de entrar y salir de las zonas de objetivos como una sombra.

Kadan había sido asignado a la tarea y estaba formando su equipo cuando fue llamado bruscamente a casa y ordenada otra misión… y ésta era demasiado importante para estropearla. Era conocido por su frialdad bajo el fuego, su absoluta calma en cualquier crisis, su capacidad de dirigir a su equipo y emprender cualquier misión, encontrar una manera de llevarla a cabo y devolver al equipo a casa otra vez, sin importar las probabilidades. Suspiró. No se sentía frío ni tranquilo ahora, sino nervioso y malhumorado. Agradecía que sus compañeros Caminantes Fantasmas no estuvieran alrededor para presenciar su lucha.

Ralentizando deliberadamente la respiración tomó otro trago de la cantimplora. Iba a tener que descender hasta las rocas de abajo y encontrar un modo de convencerla de que se uniera a él, porque al final, ella no tenía realmente ninguna otra opción que la que él le diera. Tenía la sensación de que no iba a ser fácil ni agradable, pero completar la misión era necesario. Y tenía también la sensación de que si esta mujer había sido cedida en adopción años antes por Whitney, probablemente no había sido emparejada químicamente con él, lo cual, francamente, iba a liar las cosas tremendamente. Whitney había guardado el ADN de ella y le había programado a él, pero no a ella.

Había pensado que la tarea iba a ser desgarradora y bastante difícil, simplemente convencer y quizás forzar a Tansy a acompañarlo en su investigación, pero ahora, con la amenaza agregada del tirón físico entre ellos, la misión se había vuelto abrumadora. Ella había sufrido una crisis nerviosa y por todos los testimonios, fue real. Había leído los informes con cuidado, así como todos sus historiales médicos. Había pasado semanas en un hospital, y meses aislada con sus padres. Había quedado rota, quebrantada por su último caso, con la mente astillada y rechazando ceder a las malvadas voces de los asesinos que había rastreado, o a los gritos de sus víctimas. Él iba a tener que pedirle que dejara que otras voces más poderosas y viciosas entraran. Encima de eso, iba a tener que explicarle de algún modo que estaba emparejado con ella.

Kadan se encontró incapaz de apartar los ojos de ella. Cuanto más la miraba, más tensas y urgentes eran las demandas que hacía su cuerpo. Nunca había experimentado tal hambre sexual. Parecía llenar cada célula de su cuerpo, invadir su cerebro, apretar su cuerpo en un torno hasta que las taladradoras le estaban arrasando, expulsando cada civilizado pensamiento. Tenía que conseguir alguna clase de asidero en el lazo entre ellos, o destruiría cualquier oportunidad que tuviera con ella.

Se sentó, cruzó las piernas y cerró los ojos, buscando centrarse interiormente. Necesitaba equilibrio. La molestia de las piedras, de las botas, de su cuerpo zumbó en su cerebro y le permitió derramarse sobre él, formar anillos en la piscina en la que se centró y desaparecer en las ondas del agua. Respiró profundamente, buscando dentro de él mismo la verdad de sus fuertes emociones.

Miedo por la seguridad de ella. Por los animales de rapiña y por los humanos. Este área estaba tan aislada, le asustaba pensar qué sucedería si ella era encontrada por algún cazador borracho, o un hombre sin escrúpulos o principios. Cualquier animal la podría cazar al acecho mientras yacía tumbada indefensa al sol, el puma ya lo hacía. Ira. Examinó la emoción turbulenta desde todos los ángulos. Era una con la que no estaba completamente familiarizado. La mayor parte de su vida había sido frío y desapasionado en su trato con las personas. Eso era lo que le hacía tan bueno en su trabajo. Había dominado cada emoción. Ira. Arrasaba a través de él. Hervía. Se alzaba y golpeaba. Insistía en liberarse como un volcán caliente. Completamente sobre la cima se negó a permitirle salir a la superficie. Tenía una misión y nada, nadie, se metía en el camino de una misión.

Tomó otra profunda y tranquilizadora respiración, permaneció en la piscina de la cordura mientras las locas emociones se arremolinaban y finalmente se abatían, dejándole entero otra vez. Abrió los ojos y sonrió. La sonrisa de un depredador. Se puso de pie, de manera inesperadamente flexible para un hombre tan grande. Sus ojos la encontraron una vez más. Las sombras estaban exactamente empezando a alcanzar las suaves curvas de su cuerpo.

Se movió con repentina decisión, encontrando la manera más fácil de bajar la falda de la montaña. Era escarpada y rocosa y como siempre en las montañas, engañosamente más larga de lo que parecía desde la distancia. Le llevó algunos intentos encontrar la escarpada y estrecha escalera que llevaba al retirado estanque. Hizo su descenso tan silenciosamente como fue capaz. Quería estudiarla mientras dormía, sólo tomarse su tiempo y permitir que la imagen de ella ardiera en su memoria para toda la eternidad. Tampoco le importaba darle un susto de mil demonios.

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