Capítulo 14

Kadan despertó con sus brazos llenos de calidez y rodeado por esencia de canela y pecado. Su cuerpo latía con una monstruosa erección; su pene lleno hasta el punto del dolor mientras yacía acurrucado alrededor de Tansy. Se mantuvo muy quieto, respirando a través de la necesidad, disgustado porque pudiera estar babeando como un animal apareándose, caliente y duro, presionado tan fuerte contra la suave y tentadora curva de su trasero, cuando ella todavía se estaba tambaleando, conmocionada por las revelaciones devastadoras de la traición de su padre.

¿Qué estaba mal en él que no podía ofrecerle el consuelo que necesitaba? Apretó su frente contra la parte trasera de su suave cabeza deseando sinceramente, por primera vez en su vida, ser distinto. Nunca antes le había preocupado. Nunca le había importado expresar sus pensamientos y sentimientos a otro ser humano. No tenía casa o familia, y nunca había creído que las tendría. Y ahora allí estaba ella, suave, cálida y oliendo a cielo, sintiéndose como en el paraíso contra su cuerpo, y en todo lo que podía pensar era en montarla durante horas, en vez de hallar las palabras acertadas para consolarla, la forma correcta de sostenerla, sin parecer que todo lo que deseaba en realidad era una cabalgada rápida y dura.

En algún momento de la noche la había rodeado con los brazos, sus manos acunándole los senos con los pezones presionando en el centro de las palmas y el suave peso de ella constituyendo una invitación. Se dio cuenta de que estaba meciendo sus caderas suavemente contra ella, frotando su pene a lo largo de sus nalgas y se obligó a detenerse, respirando profundamente para mantener el control. Maldiciendo en voz baja, soltó sus brazos y rodó lejos de ella. Con la entrepierna tan llena y dolorida, era una especie de tormento sentarse en el borde de la cama y anhelarla.

La sintió moverse, percibió su despertar, escuchó el pequeño cambio de su respiración mientras despertaba. No la miró, porque si lo hacía no sería capaz de abstenerse de deslizar el cuerpo de ella bajo el suyo. En vez de eso fue hasta el baño con los pies descalzos y tomó una ducha larga y fría, que no hizo nada, sino ponerlo más incómodo.

Sus vaqueros le parecieron más ajustados de lo habitual y su cuerpo no quería cooperar; no había un lugar adecuado para meter su duro pene, pero hizo lo que pudo. Tansy ya se había levantado y metido en el otro aseo, obviamente a tomar un baño. Podía oler la fragancia que salía a ráfagas desde detrás de la puerta medio abierta, y oía chapotear el agua mientras ella se bañaba. Cerró los ojos, tratando de no ver la imagen de ella desnuda, emergiendo del agua, su largo cabello fluyendo a su alrededor como una cascada plateada.

Entró en la cocina y se puso a hacer café, tratando de evitar que se desbocase su imaginación, imaginando el agua goteando por su piel y por dónde pudiera estar corriendo. ¿Y cuándo demonios había pensado alguna vez en eso antes de que ella entrara en su vida? Solía tener un cerebro; ahora en todo lo que pensaba era en sexo.

Taloneó con los pies, determinado a no ir a buscarla. Toda esa suave piel. El sedoso cabello. Sus enormes ojos. Una boca por la que morir… una boca hecha para pecar. Se encontró en las puertas del baño, abriéndola suavemente con el pie. Asomó la cabeza y se quedó sin respiración. Ella estaba saliendo de la bañera, envolviendo su cabello con una toalla. Lo miró sin siquiera hacer un intento de cubrirse, levantando una ceja en interrogación.

– Uh. Desayuno -dijo. Su voz parecía oxidada-. Me imaginé que tendrías hambre. ¿Qué te gustaría comer? -Porque a él le gustaría comérsela. O que ella se lo comiera. Infiernos. Se estaba perdiendo. Tenía que resolver un asesinato, no convertirse en un adolescente caminando empalmado.

– Oh, eso suena genial. Estoy realmente hambrienta. -Se inclinó a recoger una toalla doblada del lavabo, sus senos se desbordaron hacia delante. Pequeñas gotas de agua bajaban por las suaves curvas y resbalaban desde sus pezones hasta el suelo.

Kadan se pasó la lengua por los labios. Parecía haber un rugido extraño en su cabeza, y si no se ajustaba pronto los vaqueros, las costuras iban a reventar.

– ¿Cómo prefieres los huevos?

Ella se enderezó y sacudió la toalla. Pequeñas gotas de agua bajaron por el valle entre sus senos, a través de su seductor vientre, para encontrar la masa de rizos rubio platino en la unión de sus piernas. Se contuvo a sí mismo mirándola, deseando ponerse de rodillas y hundir su lengua en ella. Parecía totalmente ajena a lo que la rodeaba, pasando la toalla a lo largo de las curvas de su cuerpo, secando las pequeñas gotas de agua.

– De cualquier manera pero, realmente, me gustan revueltos.

– Entonces serán revueltos.

Kadan la dejó, porque su cara lucía una sensual y pequeña sonrisa y estaba apenas frotando la toalla sobre su piel, y él iba a arruinar un buen par de vaqueros y se avergonzaría de sí mismo. Se fue a la cocina pisando fuerte por el pasillo, deseando ser fumador. Puso de golpe una sartén sobre el fogón, mascullando para él mismo. Su radar se apagó y él se dio la vuelta.

Tansy estaba parada en la entrada, una toalla en la mano, la otra envuelta alrededor de su pelo y nada más.

– ¿Te molesto?

Kadan sacudió la cabeza, manteniendo la mirada en su cara, ordenando a sus incontrolables ojos que se enfocaran. Desafortunadamente se enfocaron en su boca, lo que hizo poco para mejorar la situación.

– Por supuesto que no. No estoy del todo bien.

– No me importa cocinar. En todo caso necesito que me pongas las piezas del juego en la mesa. No soy una gran cocinera, pero me las arreglo.

Desnuda. Iba a cocinar para él sin un hilo de ropa encima. Él no sobreviviría.

– ¿Así? -Ahora su voz se había convertido en puro humo.

Tansy pareció sorprendida. Echó un vistazo hacia abajo.

– No, por supuesto que no. Estaba pensando vestirme primero. -Se dio la vuelta y salió furiosa con los hombros rígidos.

Ahora la había molestado de verdad, y en todo lo que podía pensar era en el balanceo de su culo mientras se iba irritada por el pasillo. Las relaciones eran complicadas cuando en realidad no deberían serlo. Suspiró otra vez y fue hacia la habitación de guerra. También podría arreglar las piezas antes de cocinar. Necesitaba tener su mente clara, y entrar en un cuarto con tantas víctimas clamando por justicia tenía una manera de reducir todo lo demás a nada. Él podría no ser bueno con las mujeres, pero sabía cómo rastrear asesinos.

Ella se le unió cuando había terminado de colocar las figurillas, usando sus guantes para asegurarse de que ni sus huellas, ni sus emociones se transfirieran a las piezas del juego. Pasó detrás de él, tan cerca que pudo sentir el calor de su cuerpo. Ella olía tan bien que quería inhalarla.

– Seguramente terminaré con las piezas de la Costa Este. Sólo me falta una.

– Aún no. Necesitas comer algo. Ven a tomar tu café mientras te preparo algo de desayuno. -Le sujetó los dedos y tiró, llevándola con él, queriendo posponer lo inevitable tanto como fuera posible.

Fue con él sin protestar, haciéndole sentir un poco mejor. Nada había hecho tambalear su mundo o se había metido bajo su piel como Tansy. Sentirse sacudido era una nueva experiencia. Corrió la silla para ella, posando un beso en lo alto de su cabeza. Por primera vez ella le envió una sonrisa de verdad, una que le iluminó los ojos, y él respiró de nuevo. Cuando estuvo acomodada con una taza de café en las manos, él cascó los huevos y los empezó a batir hasta dejarlos espumosos.

– ¿Cómo funciona tu trabajo? -preguntó Kadan-. ¿Te contrató National Geographic para que fotografiaras para ellos?

Ella sacudió la cabeza.

– Trabajo de forma independiente. En este caso, eligieron un artículo y fotos que hice para ellos el año pasado y les encantó, sabían que todavía estaba estudiando a los pumas y acordamos un adelanto para ayudarme a financiar el trabajo. Estaba muy contenta. Tuve un gran maestro en fotografía y lentamente he ido adquiriendo una reputación, pero eso para mí fue un gran cambio. Pero no, técnicamente no me contrataron.

– ¿Quién sabía que estabas arriba, en las Sierras? -preguntó Kadan. Ahora que su cerebro estaba trabajando otra vez, algo estaba revoloteando en el fondo de su mente

Ella tomó un sorbo de café y frunció el ceño sobre la taza.

– Mis padres lo sabían. Y Charlie, del National Geographic. Bien, él no sabía dónde estaba exactamente, sólo que estaba filmando leones de montaña. -Dejó la jarra de café y apoyó la barbilla en sus palmas-. ¿Cómo me rastreaste hasta las Sierras? Quiero decir que es una gran cadena de montañas. ¿Cómo sabías que estaba en esa posición exacta?

– No había manera de que te fueras a algún lado sin contactar a tus padres. Todo lo que leí sobre ti me dijo que no te irías más de unos días sin dejarles saber que estabas bien, incluso si estuvieras en algún lugar de África tomando fotos.

Tansy se apartó el cabello de la cara.

– Entonces sólo esperaste hasta que llamé a casa y rastreaste la señal de vuelta a mí.

Él se encogió de hombros.

– Fue bastante fácil. Pero nadie más estaba vigilando a tus padres. Lo hubiese sabido.

– ¿Por qué es tan importante?

– Tu padre me dijo algo que me tiene intranquilo -le dijo mientras le ponía los huevos delante y colocaba otro plato para él frente a ella. Se acomodó al otro lado de la mesa y tomó el tenedor-. Dejemos a un lado por un momento a los asesinos que estamos rastreando. No podían saber que fui enviado para localizarte. Pero alguien sabía dónde estabas, y no creo que me siguieran a mí.

– ¿Por qué? Puedes cometer errores -bromeó.

Él cogió los huevos y se los llevó a la boca, frunciendo el ceño mientras masticaba.

– No es así. Al principio pensé que iban detrás de mí, pero estaban allí para atraparte. Matarte. No iban a llevarte de vuelta con Whitney.

Ella se enderezó en la silla.

– Pensé que eran hombres que Whitney había mandado para atraparme o alguien que te quería muerto a causa de esta investigación.

– Imagino que a mucha gente le gustaría verme muerto, pero por lo que sé, sólo el general me pidió aclarar este embrollo de los asesinatos. Todos los demás piensan que estoy comprometido en un tipo de misión diferente. Por lo que no, los asesinos no estaban ahí para detenerme, debían estar ahí para matarte y yo solo me crucé en su camino.

– ¿Quién me quiere muerta además de Whitney?

– Whitney no te quiere muerta, cariño, él quiere que tengas hijos. Y si hubiera estado pensando con la cabeza en vez de con la polla, me hubiera dado cuenta inmediatamente. Quiere un bebé nuestro. Tal vez tú no hayas sido emparejada conmigo, pero yo estoy definitivamente emparejado contigo. Él quiere nuestras dos mentes unidas en un niño.

Ella tragó bruscamente.

– Kadan, eso es enfermizo. ¿Y qué pasará si quedo embarazada?

Él puso su mano sobre las de ella.

– Nunca se llevará a nuestro hijo. Estamos construyendo una fortaleza en las montañas. Tenemos túneles de escape, rutas y protecciones, por lo que será muy difícil para cualquiera llegar hasta nosotros. Estarías a salvo allí y también nuestro hijo.

Su tono era el mismo de siempre, esa convicción baja y aterciopelada que la hacía una creyente.

– Entonces, si los asesinos que estamos siguiendo no sabían que estabas investigándolos, y Whitney no me quiere muerta… ¿Quién lo hace?

– Tu padre mencionó una sociedad, un grupo que se ha formado. Nos habíamos encontrado antes con ellos y pensamos que los habíamos destruido cuando matamos a su líder. Evidentemente, no era la única cabeza de la organización. Tienen mucha ayuda. Alguien en la Casa Blanca que tiene acceso a una autorización de máxima seguridad ha estado marcando a los Caminantes Fantasmas para matarlos. Filtraron la información de que los asesinatos de la Costa Este y Oeste estaban conectados y le dieron tu nombre a un reportero. Él hizo una pequeña investigación y se imaginó que eras la misma Tansy Meadows que había seguido asesinos en serie. En el momento en que te encontró, los asesinos te siguieron el rastro.

– ¿Pero, cómo me encontró?

– Eso es lo que quiero saber. Quién quiera que le enviara, ¿también le dio esa información? Y si fue así, ¿cómo la consiguieron ellos?

Tansy se pasó las manos por el cabello.

– No tengo la menor idea Kadan y, sinceramente, no puedo decir que me interesa demasiado. Quiero resolver estos asesinatos y sacar a los asesinos de las calles. Todo lo demás tendrá que pasar a segundo plano hasta que entendamos que está pasando.

Kadan echó una mirada a los huevos a medio comer de ella.

– No has comido mucho.

– Es suficiente para hacerme pasar esto. Esta vez, lo voy a hacer bien.

Él llevó ambos platos al fregadero y los dejó allí, dándose la vuelta cruzó la mirada con la de ella.

– Harás lo que yo diga, Tansy. Mi trabajo consiste en mantenerte sana… y salva. Usarás los guantes. Si tienes que quitártelos, bien, cruzaremos ese puente cuando lo necesitemos, pero empieza con los guantes y veamos qué tipo de indicios consigues.

– Me lo estás poniendo muy difícil.

– Realmente no me importa una mierda, ¿sabes?

Se miraron fijamente durante un largo momento y Tansy sacudió la cabeza.

– Nunca los vamos a encontrar si no me dejas hacer mi trabajo.

Él rehusó discutir con ella. Simplemente la siguió por el pasillo y cogió los guantes, poniéndolos en sus manos.

Tansy se puso los protectores guantes y se paró cerca de la mesa, mirando detenidamente las piezas de marfil. Ya sentía las oleadas de energía, algunas mucho más potentes que otras y ahora que estaba conectada, el grupo de piezas le transmitían un vórtice de energía aterrador, arremolinándose en una violenta masa. Aún con los guantes cubriendo su piel, la violencia era tangible mientras pasaba la palma por encima de la última pieza de marfil de la Costa Este.

Sin siquiera tocarlo, Tansy estudió el cuchillo intrincadamente labrado. La hoja era afilada y tenía pequeñas muescas. Frunció el ceño. En un primer momento pensaría que las muescas podrían ser imperfecciones, pero el artista era demasiado bueno y tenía un gran ego como para dejar algo en lo que había trabajado menos que perfecto.

– El Titiritero cree que es más listo que todos los demás y quiere que lo vean sin verlo realmente. Quiere que su genio esté frente a ellos, fácil de leer, pero que no sea fácil de captar en realidad. De ese modo, puede regodearse y probarse a sí mismo una y otra vez que es superior, incluso a los psíquicos realzados.

– ¿Él está realzado?

Ella inspiró, permitiendo a sus palmas estar tan cerca que sólo una hoja de papel podía separarla de las piezas del juego. La oleada de energía fue potente y cargada de violencia. El que ella había apodado Cuchillo [10] era definitivamente un dominante. Se preguntó qué tipo de energía de Kadan podría sentir, si él no la estuviera escudando. Se imaginaba que podría ser algo como eso. Oleadas de fuerza implacable y segura. Cuchillo tenía que ser el líder del equipo del juego de la Costa Este. No lo quería leer ahora mismo; estaba tratando de obtener una impresión del Titiritero.

– No puedo decirte. No así. Su energía es muy sutil, pero pienso que lo urdió así.

Tansy se concentró en el ego, la mayor parte de él. El hombre era quisquilloso; tenía la impresión de alguien que era muy consciente de su ropa y estilo. Quería verse bien arreglado, un hombre GQ [11]. Quería aparentar ser encantador y sofisticado sin atraer la atención hacia sí. Tenía dinero… Ella retiró abruptamente las manos, otra pieza del rompecabezas encajando en su lugar.

– Esto es por dinero.

Kadan frunció el ceño. Ya estaba pálida, tremendamente agotada, y apenas habían empezado. Podía sentir la energía en su mente, oscura y violenta, arremolinándose con bordes de rojo, pero ella no se había sumergido en ello para nada.

– ¿Qué es por dinero, Tansy?

A veces creía que ella se había puesto en trance, sus ojos opacos y remotos, reluciendo con aquel fulgor violeta plateado.

– El juego de asesinatos. Es todo por dinero. Esa es tu conexión.

Él sacudió la cabeza.

– Examiné las liquidaciones de seguros. Algunos de ellos tenían seguro. Uno o dos dejaron una herencia considerable para algún familiar, pero la mayoría no tenía suficiente dinero ni para caerse muerto.

– Los dos muchachos. Los que mató Rana. ¿Tenían seguro? -Tansy se dejó caer en una silla porque sus piernas parecían de goma.

– ¿Por qué cuestionar ese asesinato en particular?

– No puede haber otro motivo. ¿Quién querría matar a dos muchachos de secundaria que eran listos, no fue un robo y, probablemente, nunca le hicieron daño a nadie en su vida? Percibí a través de ellos que apenas habían empezado a vivir. Estaban conmocionados. Rana no los quería matar; de hecho, estaba molesto con el Titiritero y los otros miembros de su equipo y con el otro equipo. Molesto realmente. Pidió perdón e incluso llegó tan lejos como para prometer venganza. No los quería matar, sin embargo eligió a esos dos muchachos. No eran víctimas al azar. Estás suponiendo que cada uno de esos asesinatos fue al azar, pero los de Rana no lo eran. Tenía que cumplir algún contrato… -Se interrumpió abruptamente y lo miró conmocionada-. ¿Asesinatos por encargo? ¿Este juego trata de asesinatos pagados?

Kadan sacudió mecánicamente la cabeza. ¿Cómo podía ser? ¿Un juego? Pero incluso mientras estaba negando la posibilidad, el razonamiento de algún modo encajaba. La mente de Tansy trabajaba de forma distinta, tomando piezas, desechándolas, y colocándolas de modos en los que nadie más podría pensar. Otro don. Un talento que ella no reconocía.

– No toques nada hasta que vuelva. -No quería dejarla, no cuándo la información se estaba volcando en su mente y tenía miedo de que pudiera tocar las piezas del juego ahora que tenía un rastro para seguir-. Quiero decir, Tansy, que me esperes.

Tansy encontraba difícil resistir la atracción de la figura de marfil. Las incisiones significaban algo para el artista o el propietario de la pieza. ¿Qué era? Su mente se negaba a dejar de correr en busca de más detalles. Una vez que estaba sobre el rastro encontraba casi imposible concentrarse en nada más, y la energía de ambos hombres era mucho más poderosa en esta pieza.

– Tansy -la voz de Kadan era tajante-. Dije no.

La sujetó por la muñeca, el sonido de su palma golpeándola en el brazo resonó en el silencio de la habitación. Ella parpadeó, un poco distraída por su presencia.

– Necesito…

– No. -Él mantuvo la sujeción de su mano-. Fui a comprobar el archivo en la habitación de guerra. Los chicos eran hermanastros y el seguro era elevado para niños de esa edad. La madre hereda. Recientemente se ha vuelto a casar. Los chicos tuvieron padres diferentes, y el tercer marido parecía tener buena relación con los chicos y estaba deshecho con todo el asunto

– ¿Los entrevistaste?

Negó con la cabeza.

– No tuve la oportunidad. Tenía mis órdenes, leí todo, y supe que te necesitaba, así que fui a buscarte.

– Pero la madre o el padrastro podrían haber contratado a alguien para matar a los chicos. -Tansy lo dijo como un alegato, pero estaba frunciendo el entrecejo, sacudiendo la cabeza-. Algo está un poco confuso, Kadan. Necesito captar percepciones más fuertes. Necesito dominarlo realmente.

– Con guantes.

– No conseguiré lo que queremos. Dijiste que tendríamos que resolver esto rápidamente. Sé que tus amigos no hicieron esto, pero quienquiera que los quiera muertos va a utilizar los asesinatos como una oportunidad para deshacerse de ellos. Cuando encuentren a los verdaderos asesinos, será demasiado tarde.

No quería que se quitara los guantes. Sería devastada por la violenta energía. Podía sentir las vibraciones empujando en su mente y sólo tenía las manos cerca de la pieza de juego.

– Necesitamos saber.

La levantó de la silla y se sentó.

– Siéntate en mi regazo.

– Kadan. -Era una protesta. Le frunció el entrecejo, apartándose el largo cabello rubio que le caía alrededor de la cara-. ¿Qué estás haciendo?

– Protegiéndote. Siéntate sobre mí. Voy a poner mis brazos alrededor tuyo, sujetándote las muñecas. Si te digo que dejes caer esa cosa y no lo haces, estaré en una posición mejor para obligarte a soltarla de tu mano. Ambos sabemos que esto es peligroso para ti.

– No sé si podré concentrarme así.

Kadan se encogió de hombros.

– Lo tomas o lo dejas, pero no vas a tocar esa cosa sin mí rodeándote con tanta protección como pueda darte.

Otra vez tenía ese tono. Tansy suspiró. Nada podía moverlo de su posición cuando utilizaba ese tono. Muy lentamente, respirando profundamente, se quitó la protección de los guantes. Se hundió en su regazo y los brazos inmediatamente la rodearon, las manos de él descansaron levemente sobre las suyas, añadiendo confianza.

Ella ahuecó las manos desnudas alrededor del cuchillo de marfil. La energía la invadió, violenta, casi enojada. Pagado de sí mismo. Superior. El fango grasiento se vertió en su cerebro, goteando sangriento, con el anhelo de más sangre. Bajo el barro, oculto, encontró esa pequeña vena que corría, casi aplastada por el hilo dominante, pero fluyendo sutilmente, un monstruo trabajando entre bastidores.

Respiró y trabajó separando los dos hilos. Cuchillo necesitaba seguidores, los necesitaba para verlo dominando cada situación. Buscaba combates. Quería otros para discutir de manera que podía hacer daño y asustarlos delante de otros. Era cruel con sus novias y con aquellos que le amaban, crueldades generalmente sutiles, pero disfrutaba del dolor en sus ojos… y el temor. Ridiculizar a otros y hacerles parecer pequeños delante de sus amigos era su pasatiempo predilecto.

Aversión. La arrogancia pagada de sí mismo que algún día… Casi tenía al Titiritero, pero Cuchillo no abandonaría el foco de la atención pública. Algo importante la esquivaba mientras se movía. No podía enfocarse claramente porque la violencia en Cuchillo era su característica primaria.

Más fango grasiento envolvió su mente mientras él se adentraba más profundamente en su cerebro, determinado a incrustarse allí mientras ella buscaba ciertamente el hilo más sutil. Parecer superior era importante para él, casi más importante que cualquier otra cosa. Despreciaba tener que saludar. Quería eliminar a algunos de los oficiales y sus familias. Fantaseaba acerca de ello todo el tiempo.

El hijo de puta que informó de él por darle una paliza a un estúpido soldado raso que se atrevió a contradecirle. Sí, quería mostrarle al Oficial Presumido quién estaba realmente al mando. Malditas las reglas del juego. Las había aceptado, pero nadie sabría si pasaba unas horas cosiendo a puñaladas al Señor Oficial. Por supuesto, no sería tan divertido si los otros no sabían lo que estaba haciendo.

Otra voz comenzó a alzarse, una que ella no podía rechazar. Una mujer, implorando. Rogando. Provocando más acción en Cuchillo.

Adoraba las súplicas. La víctima no tenía idea de que le estaba incitando a incrementar la tortura para su propio placer, y Tansy no tenía modo de advertirla.

Cállate puta. Deja de lloriquear. Whiny, ramera estúpida. Por supuesto que voy a matarte. Voy a destriparte y dejarte colgando de un gancho de carnicero en el frigorífico. ¿Qué creíste que quería de ti? ¿Tu bisutería? ¿Tu grotesco cuerpo? No, te quiero muerta. Pero no te preocupes, serás como uno de esos gordos cerdos que tu familia sacrifica y mata; te dejaré colgando para que lo vea el mundo. O quizá tu marido te trinchará y te venderá a los mercados para hacer un poco de dinero extra.

Cuchillo rió, un sonido totalmente siniestro, y el estómago de Tansy se revolvió. Tendría problemas expulsando esta abominable percepción de su cabeza. La mancha era gruesa y penetrante, revistiendo las paredes de su mente y encontrando cada oquedad y cada fisura, hasta que rezumó bajo la puerta, donde las otras voces gemían por ser liberadas.

Busca al otro, murmuró Kadan, su voz fue un soplo de aire limpio, como una brisa fresca fluyendo por su cerebro.

Tansy hizo un esfuerzo por expulsar al diabólico Cuchillo al fondo de su mente, ignorando su insistencia en compartir su obra con ella. Su voz retrocedió un poco, permitiéndole encontrar los vestigios más ligeros enterrados bajo su presencia grande y sebosa. El Titiritero. Ahí estaba. Tenía que ser cuidadosa, muy cautelosa de no alertarle sobre su presencia. Intentó mantener un toque ligero, pero antes nunca había tenido que preocuparse por su propio rastro de vuelta cuando rastreaba.

Inspiró profundamente otra vez, luchando por evitar que el estómago se le revolviera. Se reclinó contra Kadan y absorbió en los pulmones el masculino olor. Por un momento su mundo se compuso otra vez, mientras inhalaba la limpia especia de aire libre de él. Cuchillo retrocedió un poco más, su voz débil, mientras ella agarraba el hilo que era el Titiritero.

Las impresiones que recibía de objetos tales como éste a menudo parecían como una telaraña gigante, hilo tras hilo envueltos intrincadamente uno alrededor del otro hasta que el asesino y la víctima estaban atados juntos y era difícil decir dónde se separaban los hilos. El Titiritero había tallado las piezas del juego, dejando mucho de él mismo en el marfil mucho antes de haberlas entregado a los jugadores y había dejado sus propios hilos. Eran ligeros y sutiles, pero penetraban por toda la red.

En todos los años que había rastreado asesinos, ninguno de los hilos había estado conectado a una mente. No había manera de volver hacia atrás y encontrarlos; ella tenía que reunir información hasta que recibiera una imagen suficientemente considerable para atrapar al asesino. No estaba segura de cómo el Titiritero estaba todavía conectado, pero él había encontrado su hilo particular y había vuelto hacia atrás. Ella tenía que ser muy cuidadosa al caminar ligeramente y no causar ninguna vibración de ella misma que le advirtiera que le estaba buscando otra vez.

Permitió que el asesino y su víctima gimieran y chillaran a su alrededor, mientras vadeaba a través de la sangre derramada para examinar cada hilo hasta encontrar la huella más fuerte del Titiritero. Unió el flujo en su mente a esa energía sutil, con cuidado de que no hubiera señal mientras lo examinaba. Sí. Él estaba allí. Sólo que no podía acabar de atraparlo. Sin vacilación, cerró ese vacío entre la piel y el marfil.

El calor le quemó las palmas. Los gritos de la víctima casi la quebraron. El asesino era tan fuerte que tuvo la impresión de él irrumpiendo a través la puerta, la boca estirada en una mueca, la cara indefinida, pero no había pelo facial ni máscara. La mujer cayó hacia atrás, tratando de arrastrarse lejos mientras él se cernía sobre ella. Tansy se arrastró lejos de la visión, tratando de no oír ni ver, pero buscando el hilo principal que formaba el apoyo de la red. Había varios hilos gruesos, el hilo primario brillante, desde la manipulación y el tallado del cuchillo.

Las muescas fueron hechas con cuidado, cada una exacta y pulida de acuerdo con la petición. El idiota bastardo engreído quiere que el mundo vea cuán aterrador es, pero es un niño deseando atención, queriendo ser aterrador cuando debería estar ocultándose. Capturarán a éste primero, mostrando abiertamente sus matanzas en su pieza del juego. Y entregará a sus amigos porque en realidad no es tan duro. No le gustan las mujeres, pero desprecia a los hombres, en su mayor parte porque tiene miedo de su fuerza.

Tansy expulsó los pensamientos que el Titiritero tenía mientras tallaba. Sus dedos acariciaron la hoja, tratando de recoger la esencia del Titiritero, no sus pensamientos sobre el asesino. Un escritorio. Estaba sentado en un escritorio, montones de papel por todas partes a su alrededor. Ella tenía la sensación de movimiento, como si los otros fluyeran alrededor del escritorio o estuvieran cerca. El sonido de débiles voces. Un teléfono sonando. Tuvo un destello de una pierna vestida de uniforme. Una base militar. Tenía que trabajar en una base militar.

Respiró por la boca, tratando de evitar el olor de la sangre que se espesaba alrededor de su mente mientras se concentraba en su presa. El asesino quería presumir, aterrorizar a la mujer deliberadamente. Tansy sacudió la cabeza, tratando de librarse de su naturaleza diabólica. No había conflicto en él, sólo impaciencia por parecer más grande y más aterrador que nadie más. Quería que el mundo le temiera, pensando que así conseguiría el respeto que merecía.

Tembló, apartando al asesino de ella para asir el hilo de anclaje. El Titiritero, tan opuesto al asesino. No deseaba fama ni reconocimiento. Tiraba de las cuerdas y hacía bailar a los otros. Si fueran capturados, podría alejarse, no había ningún lazo en lo que se refiere a las matanzas. Su modelo, sus escogidos asesinos, y nadie lo sabía, ni siquiera Whitney. Su cuenta bancaria crecía y los maníacos homicidas tenían su diversión. Todo era un pequeño juego agradable de cualquier manera que se mirara.

Tansy contuvo la respiración. Estaba sentado en un escritorio, su ropa impecable, incluso la raya de sus pantalones perfecta. Tenía un físico corpulento, se cuidaba. Su cabello estaba arreglado corto y llevaba gafas, lo que le hacía parecer distinguido, pero no guapo. Tenía que cuidar su imagen para que nadie se centrara en su apariencia de una manera u otra.

– Déjala caer, cariño -siseó Kadan, alarmado-. Estás demasiado cerca. -Sus manos se cerraron duramente sobre las de ella, hurgando en los dedos para hacerla soltar el cuchillo de marfil.

Ella casi podía oler al Titiritero. Los sonidos de su mundo entraron en tropel, y si pudiera captar ese olor evasivo. Olía como a…

Canela.

– ¡Mierda! Maldita sea, te ha encontrado. -Kadan la arrastró arriba, golpeándole la mano contra la mesa en un esfuerzo de sacar la pieza del juego. Los ojos estaban completamente opacos. Ella estaba profundamente en trance, atrapada en el otro mundo.

El Titiritero giró la cabeza, quitándose las gafas mientras lo hacia. Ella se encontró mirando fijamente a unos ojos azul pálido. Ojos brillantes.

Hola, bonita. Mordiste el cebo y has venido a visitarme otra vez. Estoy encantado de encontrarte. Sostenía arriba un archivo con su nombre. He estado leyendo sobre ti. Una chica tan magnífica. Demasiado malo que permitas que esos bastardos enfermos lleguen a ti. ¿Te sientes mejor ahora? La voz bajó un tono, solícita. Presumía que era más fuerte que ella, que también podía controlarla.

Kadan abrió la lata de chicles que Gator había tirado en el asiento delantero del coche, y empujó uno en su boca. Agarró la barbilla de Tansy y bajó despiadadamente la boca sobre la de ella, la lengua exigiendo entrar, barriendo dentro para reclamarla. Ella estaba perdida en el laberinto de una telaraña, y necesitó algo más fuerte para sacarla. Lo único en lo que podía pensar era en él y el modo en que le mostraba amor. Sintiéndose desesperado, la besó, vertiendo todo lo que él era en ese beso. Su personalidad, tal cual era, dominante y controladora, despiadado y peligroso, protector y amándola con cada fibra de su ser. Compartió el sabor a canela, la llamada salvaje entre ellos. Me perteneces. Él no puede tenerte. Era una orden, dura y firme, exigiendo absoluta obediencia. Ven a mí ahora.

¡No! Cabrón. Ella es mía. El Titiritero gritó las palabras en la mente de Tansy, tratando de sostenerla con él, su red de hilos envolviéndola en un capullo.

Tansy saboreó la canela y oyó la exigencia en la voz de Kadan. No había manera de desafiarle ni ignorarle. Así era el Kadan más dominante, su tono prometía venganza rápida si no escuchaba. Tiritó y se estiró hacia él. En el momento en que lo hizo, la pegajosa sujeción sobre ella se aflojó. Sintió la fuerza de Kadan arrastrándola hacia él, la boca dura y agresiva. Entonces sintió sus manos sobre ella, la fuerza del golpe contra la mesa.

Déjala caer ahora, cariño. Deja caer la jodida cosa ahora.

¡No te atrevas! El Titiritero perdió su tono suave y le espetó su propia orden bruscamente, dos dominantes determinados a controlarla.

Por ásperas que fueran las manos, y dura su voz, la boca de Kadan era suave, amándola. Anhelándola. Necesitándola. Nada más importaba. Empezó a ser consciente de la pieza de marfil hundiéndose en su palma, los gritos de la víctima, el asesino burlándose de la mujer mientras la destripaba y la levantaba, todavía viva, al gancho carnicero sobre la cabeza. Escuchó el insidioso siseo del Titiritero, llamándola. Y luego Kadan inundó su mente, la llenó con… él.

Fuertes brazos. Hombros anchos. Pecho fuertemente musculoso. El olor a aire libre y peligro. Su boca, sensual o brutal. Sus ojos llenos de amor y deseo. Ella saltó, precipitándose hacia él, entregándose a él con todo lo que era, dándole la espalda a todo lo demás en su vida hasta que sólo estaba Kadan, confiando en él para que la aferrara.

Kadan miró la pieza de marfil caer en la mesa mientras envolvía sus brazos alrededor de Tansy, evitando que su débil cuerpo golpeara el suelo. Le salía sangre de por los oídos, por la boca, y por la nariz. Había esperado eso, pero no de sus ojos. Tenía hemorragias internas y no había una maldita cosa que pudiera hacer sobre esto. Infiernos, probablemente le había roto la mano intentado romper la marca del rastreador. Podía ver que ya se estaba hinchando y cambiando de color. La hoja estaba impresa en la palma, los detalles grabados en su piel.

La levantó, sosteniéndola contra su pecho, detestando haber sido quien la había devuelto a esta vida. Casi corriendo, la llevó por la casa al dormitorio que compartían, colocándola con cuidado en la cama.

– Tansy. Despierta, nena. Tengo miedo de dejarte dormir. -No sabía cuán poderoso era el rastreador de élite, o incluso si la podía encontrar de este modo, pero las voces todavía estaban atrapadas en su mente y eso significaba que había una oportunidad de que el Titiritero estuviera allí también-. Vamos, dulzura, abre los ojos para mí.

Kadan empapó una toallita y enjugó la sangre que se desliza por su cara y oídos. Tenía las píldoras para el dolor de cabeza así como un vaso de agua. Iba a ser uno malo. Ella estaba temblando continuamente y cuando tocó su mente, encontró caos en vez de conciencia.

– Bien, cariño. Todo va a estar bien. -Lo dijo más para confortarse a sí mismo que a ella. Se dejó caer en el borde de la cama y la atrajo a sus brazos, queriendo rodearla, deseando que le inhalara en su cuerpo. La meció suavemente-. Despierta para mí. Abre los ojos.

Ella se quedó débil, aunque los temblores sacudían su cuerpo repetidamente. Le levantó la mano hinchada, examinándola con cuidado para ver si alguno de los huesos estaba roto. Normalmente podía abrir la mano con facilidad, pero cuando ella estaba en estado hipnótico, sus puntos de presión no reaccionaban tan fácilmente como le hubiera gustado. Si ellos continuaban, tendría que calcular alguna manera de deshacerse del objeto que estuviera leyendo sin herirla.

Le giró la mano y abrió los dedos para examinar la palma. Los detalles del cuchillo estaban grabados profundamente, pero no había quemadura, solo la impresión como si lo hubiera estado sosteniendo tan fuerte que su piel había recogido las marcas… y él no las quería allí. Kadan utilizó la almohadilla del pulgar para friccionar suaves caricias adelante y atrás sobre el cuchillo grabado en su palma. Las cerdas eran duras, pero de terciopelo suave, y tuvo cuidado de evitar el lado pegajoso al tocar su piel, queriendo solo confortarla.

Algo se movió en la mente de Tansy y tuvo una convulsión, pero él estaba allí, montando guardia, parado delante de ella. Tendría que insistir en que hiciera más ejercicios para reforzar sus barreras, especialmente ahora, con el Titiritero cazándola activamente. Su enemigo sabía quien era ella. Y tendría los detalles de su vida, incluso los nombres y la dirección de sus padres. Afortunadamente Don y Sharon Meadows estaban vigilados, pero el hombre quizás intentara encontrarlos, utilizando sus contactos militares.

Tansy se revolvió, los pesados bordes de sus parpados revolotearon. Su estómago dio bandazos y los músculos se tensaron bajo la mano de Kadan. La sangre se deslizó por la nariz otra vez y se estremeció.

– Mi cabeza. -Articuló las palabras más que decirlas en voz alta.

– Aquí mismo tengo tu medicina. -Sostuvo las píldoras sobre sus labios y luego, medio sentándola contra su pecho, sostuvo el agua para ella.

Tansy tragó con los ojos cerrados apretadamente.

– Esta vez el dolor es peor y se está haciendo más fuerte. Éste es uno de los maloa. ¿Te asegurarás de correr las cortinas y de que no haya luz aquí dentro?

– ¿Es seguro? -No quería que el Titiritero la visitara en su sueño. ¿Era incluso posible? Dudaba que ella lo supiera, pero le preocupaba.

Ella estaba temblando y apartó la cara, deseando que no la viera tan enferma y vulnerable. Tenia miedo de estar sola con las voces en su cabeza, atemorizada de que si la dejaba se llevaría los escudos con él, pero no le pidió que se quedara.

Él se inclinó más cerca, con los labios contra su oído.

– No tienes que pedirme que me quede, Tansy. Siempre estaré aquí. -Se estiró a su lado y tiró de ella acercándola, acomodándole la cabeza en su hombro, sosteniéndola en sus brazos-. Duerme. -Le acarició el pelo con besos-. No sueñes, Tansy, sólo duerme. No te dejaré.

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