14

Yu volvió al Bund al cabo de veinte minutos.

Echó un vistazo a su alrededor y se sentó en un banco verde frente al parque, desde el que se divisaba el bosquecillo de arbustos en el que había examinado antes el cuerpo. Un grupo de gente permanecía aún allí. El bosquecillo de arbustos se parecía un poco al parterre en el que apareció la primera víctima, pero podría ser una coincidencia. Yu no creía que el asesino hubiera escogido los lugares donde depositó los cuerpos por esa razón.

Debido al denso tráfico en la calle Zhong, no resultaría práctico acordonar la zona. No habían puesto una cinta amarilla para indicar que aquél era el escenario de un crimen, lo que habría atraído a un número aún mayor de curiosos. Y tampoco era necesaria. Cualquier prueba habría desaparecido ya.

Yu no tardó demasiado en ver a Chen salir de entre la muchedumbre y subir el tramo de escaleras. Chen, más alto que la mayoría de personas que lo rodeaban, vestía gabardina y llevaba una cartera en la mano. Sus gafas, de montura de concha con cristales color ámbar, acentuaban su amplia frente. Quizá Chen no quería que la gente lo reconociera, porque aún había reporteros en la zona buscando caras conocidas. Al llegar al último escalón, Chen se detuvo y se quitó las gafas. Entonces vio a Yu y se dirigió hacia él.

Chen se sentó junto a Yu.

– ¿Qué piensa del lugar en que ha aparecido el cadáver? -preguntó Yu.

– Es un desafio deliberado. ¿Hay alguna pista?

– No. Como pasó con las dos víctimas anteriores, no se encontraron pruebas.

– ¿La víctima ha sufrido algún tipo de agresión sexual?

– No que yo pudiera detectar, pero tampoco llevaba nada bajo el qipao rojo.

– ¿La han identificado ya?

– Era una acompañante para karaokes. Esta vez fue más fácil identificar a la víctima -explicó Yu, pensando que no valía la pena entrar en detalles-. Era una chica K.

– Otra chica del negocio del entretenimiento.

– Sí, y por eso Liao se empeña en centrarse en eso -explicó Yu-. Ve un móvil, además de un patrón: el odio contra las mujeres que se dedican al negocio del sexo. Encaja con su análisis del asesino como psicópata, incluyendo el vestido mandarín rojo.

– El vestido mandarín rojo debe de ser importante, no cabe duda. La victimología, el análisis que explora una posible relación entre la víctima y el asesino, también ayuda. Pero la primera víctima no encaja, ¿no le parece?

– Yo planteé la misma cuestión.

– Hay otra cosa que no acabo de entender -añadió Chen, levantándose y lanzando una mirada hacia el bosquecillo de arbustos-. El asesino corrió un riesgo evidente al abandonar el cuerpo en el Bund, sabiendo que por aquí pasa gente durante toda la noche y que el tráfico es continuo.

– Fue un acto de vanidad, sospecho. Para demostrar su desafío, y para provocar y fastidiar a la policía. Como usted ha dicho, un asesino en serie tiene su sello propio, su forma particular de cometer un delito, como abandonar el cadáver en un sitio público. Es una conducta irracional, pero para él tiene cierta lógica.

– Tengo una extraño presentimiento, Yu. No es que el asesino sea tan engreído, es que está muy desesperado.

– ¿Qué quiere decir, jefe?

– Que está desesperadamente enfermo. Poner fin a su sufrimiento puede que no le resulte inaceptable. Una pulsión mortal, o algo por el estilo -dijo Chen, pero se negó a explicarlo con más detalle-. ¿Qué van a hacer ahora?

– Hong hará de señuelo, fingiendo ser acompañante para bailes.

– Un señuelo es una buena estrategia, si estás seguro del patrón de conducta del asesino. Presentarse como acompañante para bailes tiene sentido, pero puede que no se obtengan resultados en una semana. Dependerá mucho de las circunstancias. Además, podría ser peligroso para el señuelo.

– Sí, estoy preocupado. Es una agente muy joven.

– Si insiste en hacerlo, envíe a otro agente para que la proteja y ordénele que no se aparte de su lado.

– Se lo comentaré a Liao.

– Procure mantener en secreto la misión de Hong.

– ¿Dentro del Departamento?

– No en su brigada, obviamente, pero que no lo sepa nadie más. El criminal podría tener buenos contactos -añadió Chen, frunciendo el ceño-. Por ejemplo, piense que eligió Bund para abandonar el cadáver ayer por la noche. Podría haber obtenido información sobre la patrulla del comité vecinal. El Bund es uno de los pocos lugares públicos, quizás el único, por el que apenas patrullan los comités vecinales. En la calle Zhongshan todo son edificios gubernamentales y de oficinas, no hay ningún comité vecinal. La patrulla policial no bastaba para cubrir la zona.

– Quizá sólo fuera una coincidencia.

– Por una vez, es posible que el secretario del Partido Li tuviera razón. Que el asesino eligiera el Bund añade un significado político a su mensaje, pero dudo que sea una llamada a la acción contra las chicas de triple alterne. Más bien es un mensaje secrreto y extraño, lleno de contradicciones. Sin embargo, las contradicciones podrían servirnos para empezar a tirar del hilo, como haría un psicoanalista con los síntomas de su paciente. -Luego agregó-: Por cierto, he adoptado un enfoque similar en mi trabajo de literatura.

– ¡No me diga! -exclamó Yu con sorna-. Su trabajo debe de ser muy interesante, pero hábleme primero de las contradicciones del caso.

– Para empezar, deje que le hable sobre mi trabajo, brevemente -repuso Chen-. He leído algunos relatos románticos clásicos, y sus mensajes contradictorios me han confundido. Esto me recordó algo sobre el vestido mandarín rojo.

– O viceversa -gruñó Yu.

Era típico de su jefe, esa rata de biblioteca. Tenían tres víctimas de asesinato y Chen quería ponerse a hablar de su trabajo de literatura.

– En el psicoanálisis, un paciente puede tener problemas o contradicciones que es incapaz de comprender, y en un principio el psicoanalista debe encontrar la causa que se oculta en el subconsciente del paciente. Intenté centrarme en las contradicciones que aparecen también en este caso, sobre todo las relacionadas con el vestido mandarín rojo, así que he confeccionado una lista.

– O sea que ahora tiene otra lista.

Chen no le prestó atención.

– Para empezar, la contradicción entre el vestido elegante y la obscenidad de la postura.

– Creo que ya lo hablamos la última vez. Tal vez alguna mujer que llevara un vestido similar hubiera herido al asesino -apuntó Yu-. Según Liao, quizás alguna chica que trabajara en el negocio del sexo.

– Lo que conduce a otra contradicción relacionada con la teoría de Liao -afirmó Chen-. El vestido tiene un estilo demasiado conservador para una chica de triple alterne. Demasiado pasado de moda. Según el señor Shen, probablemente lo confeccionaron hace más de diez años, en un estilo que se remonta aún más atrás. En aquella época no existía el negocio del entretenimiento, ni había chicas de triple alterne.

– No, creo que no.

– Además hay que tener en cuenta toda la atención prestada a los detalles del vestido. Lo más probable es que una chica de triple alterne no pueda permitirse ese tipo de vestido. Se trata de un vestido exquisito, confeccionado de forma artesanal con materiales de excelente calidad.

– Sí, el señor Shen también lo ha mencionado.

– Y luego están las aberturas desgarradas. Nube Blanca hizo un experimento para mostrarme algo.

– Así que la ha convertido en su ayudante -dijo Yu con sorna, recordando el comentario de Peiqin sobre la posible relación entre Chen y Nube Blanca-. ¿Qué experimento?

– Bien, ella sabe mucho más sobre estos vestidos que yo. Me demostró que es imposible que las aberturas se hubiera desgarrado de forma accidental, por muy bruscamente que le hubieran puesto el vestido a la víctima. En otras palabras, el criminal lo desgarró a propósito. Al no haber agresión sexual, ni penetración ni eyaculación, ¿por qué querría ofrecer esta imagen de las víctimas? Tiene que haber algún motivo.

– ¿Quiere decir que no lo ha hecho únicamente para engañarnos a nosotros, sino que existe una razón que sólo él comprende?

– Posiblemente ni siquiera él la comprenda. Se trata más bien de un ritual que sólo puede cumplirse si la víctima lleva puesto el vestido mandarín de una forma determinada: con las aberturas desgarradas, los botones sueltos a la altura del pecho, y la obscenidad de la postura, por supuesto. Para él sólo una parte del placer es fisiológica. La otra parte puede deberse al comportamiento ritualista que acompaña a los actos de perversión sexual. Como he dicho antes, tal y como sucede en esos relatos románticos, puede que ni el propio autor sea consciente de las contradicciones. Entonces, ¿por qué?

– ¿Por qué? -repitió Yu, fijándose en que otro grupo de gente se arremolinaba alrededor del bosquecillo de arbustos. Un coche de un canal televisivo que aparcaba cerca de los arbustos estaba causando un embotellamiento-. No he estudiado psicología, pero sé que un paciente tiene que sentarse y hablar delante de un psicólogo. En nuestro caso, dado que no tenemos ninguna pista sobre la identidad del criminal, ¿cómo y qué podemos psicoanalizar?

Era un asunto que Yu ya había planteado en su último encuentro, y Chen no fue capaz de ofrecerle una respuesta convincente.

– Bien, al analizar todas estas contradicciones puede que averigüemos algo.

– ¡No me diga, jefe!

– Para empezar, es probable que el estilo y la tela del vestido sean de los años sesenta. Posiblemente de los primeros sesenta, pero no después del inicio de la Revolución Cultural, en 1966. Basándonos en la opinión del señor Shen, podemos suponer que es un estilo conservador pensado para una mujer casada que esté en la treintena. Si la propietaria original del vestido mandarín aún viviera, tendría entre sesenta y setenta años.

– ¿Ahora está hablando de la mujer que llevó el vestido mandarín por primera vez hace treinta años? -preguntó Yu.

– ¿No cree Liao también que el caso está relacionado con la primera mujer que vistió el qipao? A mi entender, no es más que otra mujer que llevó el vestido, aunque de posición social y edad distintas a las que Liao supone. Y, si seguimos esta pista, nos conducirá al hombre relacionado con esa mujer. Supongamos de momento que él tuviera la misma edad. Si fuera así, ahora tendría unos sesenta y tantos, o posiblemente setenta y tantos.

– ¿Sí? -preguntó Yu, confundido y exasperado-. ¿Cómo encaja todo esto en su teoría?

– Pasemos ahora al asesino en serie. Tres víctimas en tres semanas, y los cuerpos arrojados en tres lugares públicos distintos. ¿Cree que un viejo hubiera sido capaz de hacerlo? Hace un momento he pasado unos cuantos minutos junto al bosquecillo de arbustos. Un coche no podría haber circulado a poca velocidad por allí, ni podría haberse detenido ni una sola vez sin que los conductores que tuviera detrás se hubieran puesto a tocar el claxon como locos. O sea que si el asesino arrojó el cuerpo desde su coche mientras conducía, lo más probable es que los conductores que tenía detrás lo hubieran visto, incluso por la noche. Creo que debe de haber dado varias vueltas antes de conseguir su objetivo.

– Eso es cierto. Para deshacerse así de un cadáver es preciso ser muy rápido, y muy ágil.

– Y por eso el asesino tiene que ser un hombre de mediana edad como mucho, pero no mayor. Pero, si esto es cierto, el hombre relacionado con la primera mujer que llevó el vestido mandarín no sería, en aquella época, más que un niño.

– Eso no tiene sentido.

– Está claro que es otra contradicción, pero, por otra parte, en estos estudios psicológicos se habla de algo llamado complejo de Edipo.

– ¿Complejo de Edipo? -repitió Yu.

– El deseo sexual subconsciente de un hijo por su madre.

– ¿Cómo? ¿Y se supone que eso nos va a ayudar a encontrar a un niño que se convirtió en un hombre de mediana edad capaz de cometer tres asesinatos en tres semanas? -preguntó Yu sin intentar ocultar el sarcasmo en su voz-. No entiendo nada de nada.

Yu no había oído hablar nunca del complejo de Edipo. Por absurdo que pudiera sonar, sin embargo, parecía una de las típicas teorías del inspector jefe, quien era conocido por sus enfoques poco ortodoxos.

– No, yo tampoco creo que sea demasiado probable -admitió Chen sin inmutarse-, pero, según esta teoría, el asesino es seguramente un hombre de mediana edad que vivió una experiencia traumática en su infancia, posiblemente durante la Revolución Cultural. Y debió de albergar sentimientos contradictorios hacia la mujer que llevó el vestido mandarín original.

– Una teoría original, no cabe duda -observó Yu-. Así que después de esperar veinte años, su pasión por su madre de pronto lo empuja a cometer una serie desenfrenada de asesinatos.

– No es mi teoría, Yu -repuso Chen-. De todos modos, explica alguna de las contradicciones.

Yu lamentó haberle hecho un comentario sarcástico a su jefe. Después de todo, Chen había estado pensando mucho en el caso, y buscando información en sus libros. Aun así, su enfoque le parecía demasiado psicológico, demasiado académico.

– Por cierto, circulan algunos rumores sobre las vacaciones que se está tomando durante la investigación -añadió Yu para cambiar de tema.

– Deje que se quejen. Dígales únicamente que estoy demasiado ocupado escribiendo mi trabajo de literatura.

– Incluso el Viejo Cazador opina que usted debería dejar de lado ese trabajo durante un tiempo.

– Es exactamente lo que voy a hacer, pero no tenemos por qué decírselo a los demás.

Una pareja joven se acercó hasta el banco. Después de mirar a su alrededor durante algunos minutos, decidieron sentarse junto a los dos policías. Era algo bastante habitual en el Bund. Aunque la ciudad contaba con un número cada vez mayor de sitios a los que los jóvenes podían acudir, el Bund seguía siendo su lugar preferido. Se veían barcos de vivos colores navegando al fondo, y el pasado romántico de la ciudad aún podía adivinarse en los impresionantes edificios neocoloniales. Además, era gratis. Así que las parejas ocupaban cualquier asiento que estuviera vacío en el Bund. Sin embargo, Chen y Yu no pudieron seguir hablando de los asesinatos.

– Entonces, ¿va a seguir investigando su teoría? -preguntó Yu, levantándose.

– No es más que una teoría que aparece en los libros -respondió Chen-. De hecho, su hipótesis sobre el posible factor desencadenante del asesinato de Jazmín podría ser más acertada. Aunque quizá tengamos que remontarnos más atrás en el tiempo.

Yu no sabía si podrían remontarse mucho más atrás. Con todo, era imposible saber qué nuevas sorpresas le depararía su jefe.

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