Epílogo

– ¿DE MANERA que, ¿tenías razón o te equivocaste? -preguntó Gabil, examinando los títulos de los libros en lo alto del estante en la biblioteca-. En realidad es una sencilla pregunta con una sencilla…

Se detuvo en seco.

– ¡Ah! ¡Lo encontré!

Sacó un antiguo libro con portada de cuero y descendió en picado hacia Michal, quien se bamboleaba en el borde del escritorio, mirando en otro libro de historia que había sacado solo minutos antes. Una sola vela iluminaba las antiguas páginas. La biblioteca de las hordas se hallaba en sombras, vacía a estas altas horas.

– Nada de esto es sencillo -contestó Micha!-. Paciencia.

– Creí que dijiste que lo habías hallado -expresó Gabil, revoloteando hasta aterrizar al lado de Michal. Este colocó sobre el escritorio el libro que había recuperado.

– Dije que encontré la sección que trata del gran engaño, no la misma frase que estipula la verdadera fecha.

– Dijiste Thomas de Hunter 2010. Recuerdo eso muy bien.

– Y si lo hice, entonces estuviste de acuerdo -declaró Michal, revisando la página.

– ¿Lo estuve? ¿Segurísimo?

– ¿No estás de acuerdo? Estás mucho más interesado en este punto menor, Gabil. ¿Hasta qué punto es determinante la fecha en definitiva? Este es un ejercicio ridículo.

– Estoy interesado porque las historias no pudieron haber dicho 2010. Thomas cambió la historia. El virus no asoló el mundo en el 2010. Por tanto, la pregunta es: ¿cuándo se llevó a cabo el gran engaño? ¿Ocurrió?

Gabil analizó la portada de su libro, luego lo abrió en la primera página. Esta historia fue sacada del bosque colorido. Hojeó el libro hacia el final.

Gabil hojeando hasta el mismo fin, examinando ansiosamente-. Aquí, aquí, tiene que estar aquí en este volumen.

Michal miró con interés por encima de la página.

– Dame espacio -cuestionó Gabil.

– Puaf -rezongó Michal dando un pequeño paso a la derecha.

Gabil llegó a la última página y se quedó helado.

– ¿Qué es esto?

– ¿Qué?

– Ha sido… -titubeó, inclinándose hacia delante-. Ha sido cambiada. Borraron y escribieron encima.

– ¿Qué dice? -preguntó Michal volviéndose a apretar contra Gabil.

El roush más pequeño recorrió el dedo índice debajo de las palabras del último párrafo, las cuales estaban claramente escritas con letra diferente de la anterior.

Leyó en voz alta.

– Entonces el hombre llamado Thomas se encontró en el bosque negro, donde cayó, se golpeó la cabeza y perdió la memoria. Ja,

Gabil levantó la mirada hacia Michal, desconcertado.

– ¿Ja? -preguntó Michal, incrédulo-. ¿Dice «ja»? ¿Es todo?

– Eso es todo. Luego está firmado.

Gabil miró la página.

– Billy, narrador de historias -leyó-. Esto lo escribió alguien llamado Billy que es narrador de historias.

Se miraron en silencio por unos segundos.

Michal suspiró y regresó a su libro.

– Debo admitirlo, esto es… fascinante.

– Parece que Thomas no fue el único que cambió la historia -expuso Gabil-. ¿No te lo dije?

– Ja!

– ¿Ja?

– Ja! -exclamó, cerró su libro y saltó por encima-. Así que lee. Lee esta nueva historia que te dije que encontraríamos aunque lo dudabas.

Él levantó la barbilla y sonrió.

– Sí -manifestó Michal mirando a su peludo amigo-, creo que me lo dijiste.

Entonces el roush respiró hondo y comenzó a leer del libro de historias.

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