En la actualidad

La mujer espigada camina por un campo de hierba que se mece ligeramente a merced del viento. La silueta de las montañas se recorta al fondo del paisaje. Tiene el cabello cano y largo hasta la cintura. Lleva una estilográfica y una libreta, se sienta en el suelo y empieza a escribir:

Quizás el pozo de los deseos funcionara. O tal vez fuera algo tan sencillo como el hecho de que una niña le dijera a su madre que la quería. Lo importante es que recuperamos a nuestra madre, aunque nuestra querida Louisa Mae nos dejara. Apenas tuvimos tiempo de estar con Louisa, pero faltó bien poco para que no llegáramos a conocerla.

La mujer se pone en pie, sigue caminando hasta que se detiene ante dos lápidas de granito con los nombres de Cotton Longfellow y Amanda Cardinal Longfellow grabados en ellas. Se sienta y continúa escribiendo.

Mi madre y Cotton se casaron al cabo de un año. Cotton nos adoptó a Oz y a mí y yo le mostré el mismo amor y afecto que a mi madre. Pasaron más de cuatro maravillosas décadas juntos en esta montaña y murieron con una semana de diferencia el uno del otro. Nunca olvidaré la extraordinaria bondad de Cotton. Y yo iré a la tumba sabiendo que mi madre y yo sacamos el máximo provecho de nuestra segunda oportunidad.

Mi hermano pequeño creció y acabó con los pies bien grandes y los brazos bien fuertes. Un glorioso día de otoño Oz Cardinal lanzó la pelota y ganó la Liga Mundial de béisbol con los New York Yankees. Ahora es maestro de escuela aquí y goza de la bien merecida fama de ayudar a que los niños tímidos salgan adelante. Y su nieto ha heredado ese osito inmortal. A veces siento que lo único que quiero es abrazar de nuevo a ese niño, acariciarle el pelo, consolarlo. Mi León Cobarde. Pero los niños crecen. Y mi hermano pequeño se convirtió en todo un hombre y su hermana está verdaderamente orgullosa de él.

Eugene acabó teniendo su propia granja, formó una familia y todavía vive cerca de aquí. En la actualidad sigue siendo uno de mis mejores amigos. Además, después de prestar testimonio en la sala de ese tribunal hace tantos años, nunca he oído a nadie volver a llamarle Ni Hablar.

¿Y yo? Al igual que mi padre, me fui de la montaña, pero, a diferencia de Jack Cardinal, regresé. Me casé y formé una familia aquí, en una casa construida en la tierra que Louisa Mae nos dejó. Ahora mis nietos nos visitan todos los veranos. Yo les cuento cómo crecí en este lugar. Les hablo de Louisa Mae, Cotton y de mi querido amigo Diamond Skinner, así como de otras personas que tuvieron protagonismo en nuestras vidas. Lo hago porque creo que es importante que sepan esas cosas sobre su familia.

Con los años había leído tantos libros que empecé a escribir uno. Me gustó tanto que escribí catorce más. Contaba historias de felicidad y fascinación. De dolores y temores. De supervivencia y triunfo. De la tierra y sus gentes. Como había hecho mi padre. Y aunque nunca recibí los premios que él ganó, mis libros se vendieron un poco mejor.

Tal como escribió mi padre, las circunstancias de la vida pueden poner a prueba el coraje, la esperanza y el espíritu de las personas. Pero como aprendí en estas montañas de Virginia, mientras no perdamos la esperanza, es imposible estar verdaderamente solo alguna vez.

Éste es mi hogar. Me proporciona un gran alivio saber que moriré aquí, en las alturas. Y no temo morir. Mi entusiasmo es perfectamente comprensible, ¿sabéis?, porque la vista de que se disfruta desde aquí es una verdadera delicia.

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