AGRADECIMIENTOS

Son muchas las personas con quienes estoy en deuda por haberme ayudado a terminar este libro.

Gracias a Tom Hundley, valioso colega y amigo, por el germen de una idea que evolucionó hasta convertirse en un importante argumento secundario, así como por su hospitalidad para con mi familia durante nuestra estancia en Roma. Gracias también a William Gowen, por compartir horas de vividos recuerdos de sus tiempos de agente del contraespionaje del ejército de Estados Unidos.

Hicieron una extraordinaria contribución a mi investigación histórica Ron Neitzke, ex historiador del Departamento de Estado de Estados Unidos, y el eminente historiador croata Jere Jareb, que me orientó hacia un sinfín de antiguas notas, informes y despachos diplomáticos sobre el robo del oro croata y la huida de Ante Pavelic, por no hablar de los desgarradores recuerdos personales del doctor Jareb sobre Croacia en los últimos días de la segunda guerra mundial. Gracias también a los escritores John Loftus y Mark Aarons, cuyo libro Unholy Trinity ofrecía una valiosa perspectiva sobre la Ruta de las Ratas del padre Draganovic en la posguerra.

Mientras me preparaba para escribir, y también durante mi trabajo en Europa como periodista, tuve el placer y el privilegio de reunirme en La Haya en varias ocasiones con más de una docena de fiscales e investigadores del Tribunal Internacional para Crímenes de Guerra en la ex Yugoslavia. Es posible que en ningún otro lugar del mundo se encuentre un grupo de personas más incansable, desinteresado e idealista. Todo el mérito de la descripción de las actividades del Tribunal debe atribuirse a sus contribuciones, y el breve párrafo tomado de un auto de procesamiento, el que ve Vlado Petric en el capítulo 4, es un extracto del auto de procesamiento de Jelisicy Cesic, en julio de 1995. Asumo en exclusiva toda la responsabilidad por cualquier discrepancia o interpretación errónea en relación con el Tribunal; al fin y al cabo, esto es una obra de ficción.

En Berlín, gracias a la amiga y periodista Anja Kolaschnik, por su ayuda para entrevistarme con refugiados bosnios en la ciudad, y a Amir Kahvedzic y Boslijka Schedlich por compartir sus experiencias y observaciones sobre la vida de los refugiados. En Sarajevo, Lejía Gotovusa, Emir Salihovic y otras personas me ofrecieron valiosas informaciones sobre el estado de ánimo en la ciudad después de la guerra.

Por guiarme en la travesía del proceloso mar del primer borrador, mi más efusivo agradecimiento a mi agente y primera línea de defensa, Jane Chelius; al brillante colega y amigo Scott Shane; y a Juris Jurjevics, editor de Soho Press, que no me debía nada pero me ayudó de todos modos. Muchas gracias también a las editoras Jenny Minton en Nueva York y Selina Walker en Londres, por iluminar con destreza el camino hasta la conclusión.

Como siempre, reservo mi mayor agradecimiento para mi esposa, Liz Bowie, por su amor, ánimo y apoyo.

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