capítulo 13

Eso por ofrecerse, pensó Gracie mientras aparcaba el Thunderbird al lado del Trans de Willow y recogía la manta Navaho que le habían enviado a buscar. Cuando salió del coche, suspiró. Habían pasado dos semanas desde que Bobby Tom la había llevado al Wagon Wheel, pero para su decepción, el lado físico de su relación no había progresado más. Era casi como si él hubiera cambiado de idea. Aunque por otra parte, las condiciones no habían sido propicias para disfrutar de algo de intimidad. Él había tenido largas jornadas de trabajo y muchos impedimentos.

El domingo, tras su noche en el bar de ligues, Bobby Tom y Suzy habían ido a jugar al golf, mientras, Gracie pasaba el día ayudando a Natalie a hacer más cómoda la pequeña casa que había alquilado. Por la noche, uno de sus ex-compañeros de equipo apareció en la puerta y se había quedado varios días, requiriendo cada minuto del tiempo libre de Bobby Tom. Al siguiente fin de semana, Bobby Tom había volado a Houston para una reunión con la gente de American Express para negociar si hacía un anuncio para ellos, y luego, habían estado ocupados rodando una secuencia de persecución que involucraba a Bobby Tom y al villano de la película. Pero si bien ella sabía que no habían tenido ninguna oportunidad real para tener intimidad, todavía pensaba en la preocupante posibilidad de que la oferta solamente hubiera sido una de esas bromas de Bobby Tom y no tuviera intención de enrollarse con ella. Como estaba a punto de llegar el fin de semana y él no había hecho planes para salir del pueblo, pronto lo sabría.

Durante la última semana, habían estado rodando una secuencia de Bobby Tom y Natalie en un cañón al norte del pueblo. Los camiones del equipo y las caravanas estaban aparcadas en la boca del cañón, lo sufientemente lejos como para que el ruido de los vehículos no interfiriera con el del tiroteo.

– Gracie.

Gracie levantó la mirada para ver a Connie Cameron que la llamaba desde el camión de aprovisionamiento. Sus labios formaban una sonrisa maliciosa mientras salía desde atrás del mostrador.

– Bobby Tom te anda buscando. Fue duro hablar con él, así que estoy bastante segura que lo has contrariado otra vez. Oh, querida…

Connie miró su traje críticamente, y Gracie se recordó que no había ninguna razón para sentirse intimidada. Esa mañana se había vestido con un top amarillo y escotado y una faldita estilo sarong con un estampado selvático. Unos pendientes de ambar se balanceaban en las orejas y completaba su atuendo unas sandalias con finas tiras de cuero que exhibían las uñas de sus pies pintadas en color coral oscuro. Deseaba tener el atrevimiento de comprar una discreta pulsera de oro para el tobillo, pero cuando le había pedido a Bobby Tom su opinión, se había reído tanto que había descartado la idea. Probablemente había sido lo mejor. De todas maneras no se la hubiera podido permitir.

Pagar a Bobby Tom, a plazos, el vestido negro de coctel brutalmente caro que le había comprado sin su permiso en la Boutique de Millie disminuía bastante su magro sueldo, pero Gracie había encontrado la manera de devolvérselo de todas maneras. Al principio, cuando había sabido que Millie no aceptaba la devolución del vestido, había decidido que simplemente se lo devolvería a Bobby Tom y le diría que se lo pusiera él. Desafortunadamente, había cometido el error de probarse el vestido primero, y se había visto tan exquisito que no había podido resistir la tentación. Era estúpido, lo sabía, poseer algo tan extravagante, pero quería ver la expresión de su cara cuando finalmente se lo pusiera para él. Y para entonces, le habría pagado la deuda hasta el último penique, lo que haría el momento todavía más dulce.

Ese era el día de paga, y en cuanto tuviera el dinero tenía intención de pagar el alquiler y un plazo del vestido negro, quedaría una cantidad casi insignificante para cosas de primera necesidad. Aun así, para ser alguien al borde del desastre financiero, se sentía sumamente aliviada. Se había prometido a sí misma que su amor sería ofrecido libremente y poder cumplir su promesa la llenaba de orgullo y de un frívolo sentido de libertad.

Los pechos de Connie presionaban su ceñido top cuando se inclinó para pasar una bayeta sobre una de las mesas que había bajo el toldo azul marino dispuesto al lado del camión de aprovisionamiento.

– Es gracioso que vosotros dos no os lleveis mejor. Sé que Bobby Tom nunca se enfada conmigo. Eres la única mujer con la que lo he oído discutir.

– Creemos que es mejor decirnos a la cara todo lo que pensamos. -Informó Gracie con tanta dulzura como pudo reunir.

– ¡Estás aquí! ¿Qué te entretuvo? -Mark Wurst, el ayudante de decorado, se abalanzó sobre ella, quitándole de las manos la manta navaja.

Durante el mes pasado, todos los del rodaje la habían llegado a considerar como la chica de los recados de la compañía. Bobby Tom decía que la gente se aprovechaba de ella y que tenía intención de acabar con eso, pero ella le había pedido que no interfiriera. A pesar de la elaboradas historias que él urdió sobre que necesitaba una ayudante, no le había llevado demasiado descubrir que él era una de las peresonas más competentes que conocía, y conforme pasaban los días, progresivamente, se había vuelto más claro para ella que él no tenía suficientes cosas pendientes como para mantenerla ocupada. Afortunadamente, Windmill sí, y como era quien la tenía contratada, se sentía satisfecha de poder trabajar por el dinero que le pagaban. Si bien nunca haría carrera en Hollywood, estaba decidida a trabajar duramente mientras tuviera ese trabajo.

Gracie entregó la manta al ayudante de decorado.

– Me dijiste que no había prisa, y Willow me pidió que cogiera unos documentos en la oficina para ella. -Gracie había estado algo molesta de lo fácilmente que Willow se había olvidado de que había llegado a despedirla.

– Hay cambios de última hora-explicó Mark-. Vamos a filmar la escena de amor en el cañón hoy en vez de mañana y necesitamos la manta.

Gracie sintió un nudo en el estómago. Había sabido que tendría que enfrentarse a eso tarde o temprano, pero había esperado que fuera más bien tarde. Pocas películas se rodaban en orden cronológico, y aunque esa sería la primera escena de amor que filmaban, era de hecho el final de la película y la más romántica. Se recordó seriamente que tenía que comportarse como una profesional. Bobby Tom y Natalie tenían varias escenas ardientes de amor, y no se podía permitir comportarse como una bruja celosa en cada una de ellas.

Gracie sabía que no hablaba bien de ella que le dieran tanto placer las dificultades que Bobby Tom tenía con Natalie, sobre todo cuando Natalie se había convertido en una amiga. Pero todo lo que Natalie explicaba sobre Elvis y la lactancia lo había puesto de los nervios. Incluso así, trataba a su pareja de rodaje tan cortésmente que Natalie no se percataba de que lo sacaba de quicio.

– Creo que algunas cosas se deberían mantener en privado -había protestado Bobby Tom a Gracie durante uno de los descansos del día anterior-. No quiero saber nada de su subida -o como se llame- de leche.

– Reflejo de subida.

– Lo que sea, yo no quiero estar al tanto.

– Pienso que es admirable que Natalie dé de mamar a su bebé. No es fácil para una mujer que trabaja.

– También pienso que es admirable. Pero no soy su marido, Elvis no es mi hijo, y no hay necesidad de que yo conozca los detalles.

Gracie bostezó mientras caminaba hacia la caravana de Bobby Tom. Después de pasarse la semana pasada rodando de noche, ahora lo volvían a hacer de día otra vez, y su reloj interno no se había acostumbrado. Aparentemente, le pasaba lo mismo a Bobby Tom. La noche anterior cuando se había levantado para ir al cuarto de baño, había mirado por la ventana de su habitación encima del garaje y había visto el parpadeo de la televisión a través de la ventana del estudio.

Ella pasó junto a Roger, uno de los maquilladores, que llevaba a Elvis en una mochila. Natalie todavía no había encontrado la niñera perfecta y el bebé estaba con cualquiera del equipo cuando ella rodaba. Gracie se paró un minuto a hacer cosquillas en la barbilla de Elvis. Él se rió con deleite y empezó a patalear en la mochila. Realmente era un bebé precioso, a pesar de que parecía un Gerber. Le dio un beso rápido en la frente y le recordó a Roger que se mordía el puño cuando se empezaba a dormir.

Ella subió las escaleras de la caravana y cuando abrió la puerta, Bobby Tom se levantó de un salto.

– ¿Pero dónde demonios te has metido?

– Fui a recoger la manta que usarás en la escena con Natalie esta mañana.

Él se acercó a ella con el guión en la mano. Ella notó con alivio que aunque fuera por una vez estaba cubierto por completo. Resultaba irónico que la escena de amor era una de las pocas que se rodarían donde él llevaba puesta toda la ropa. Para variar, sus vaqueros estaban cerrados hasta arriba y una camisa vaquera, con las mangas enrolladas, cubría la desnudez de su pecho.

– Ya no eres ayudante de producción. Eres mi ayudante y además recoger una manta no lleva tres horas.

Como ella no ofreció ninguna explicación pues sería muy larga, él la miró suspicazmente.

– ¿Y bien?

– Tuve que recoger unos documentos en la oficina para Willow.

– Y…

Ella se rindió a lo inevitable.

– Paré en Arbor Hills.

– ¿Arbor Hills?

– Es el asilo local, Bobby Tom. Seguramente lo conoces. Lo ví un día, cuando hacía un recado de Willow.

– Ya, lo sé. ¿Pero para qué fuiste allí? Pensaba que huías de los asilos como de la peste.

– Curiosidad profesional. Cuando pasaba por delante, vi una grieta peligrosa en las escaleras. Naturalmente, tuve que entrar para avisarles y mientras estaba allí, descubrí que sus instalaciones recreativas son malísimas. No estoy demasiado contenta con el administrador. -No vio necesidad de contarle que recientemente había tomado la costumbre de pasar tiempo con algunos residentes en cuanto tenía la oportunidad y esperaba hablar con el administrador en breve.

– Bueno, pues yo no me lo paso tan bien como tú. Me tengo que aprender el guión de la próxima escena y me gustaría que me ayudaras un poco.

– ¿Pero no gimes y gimes?

– No es divertido. -Empezó a caminar de un lado a otro por el estrecho espacio de la caravana-. Por si no te has dado cuenta, Gracie, no todo en la vida es un gran chiste.

¿Estaba Bobby Tom Denton, el hombre que nunca se tomaba nada en serio, diciéndole que no se debían gastar bromas? Ella reprimió su diversión mientras un interesante pensamiento la golpeaba.

– ¿Bobby Tom, estás nervioso por tener que rodar esa escena de amor?

Él se detuvo.

– ¿Nervioso? ¿Yo? Es mejor que te acerques y me dejes oler tu aliento, porque pienso seriamente que le has vuelto a dar al vino otra vez. -Se pasó los dedos por el pelo-. Deberías saber que hay más escenas de amor en mi vida que las que la mayoría de los hombres tienen en sueños.

– No detrás de la cámara. Y no con un montón de gente mirando. -Ella hizo una pausa mientras un pensamiento preocupante la golpeaba-. ¿O sí?

– ¡Claro que no! Bueno, no exactamente. ¡No como estás pensando! La cosa es que aunque hago esta película estúpida, no tengo intención de parecer un idiota. -Abrió el guión-. Aquí, al principio, “estos musculos deberían venir con licencia”. -La miró con un oscuro semblante ceñudo-. Y no quiero un comentario sarcástico sobre el dialogo, ¿entendido?

Ella reprimió firmemente una sonrisa. Él estaba realmente molesto por el asunto de la escena de amor. Mientras se apoyaba contra el pequeño mostrador de la cocina, se sintió mucho mejor que momentos antes.

Después de encontrar la frase en el guión, dijo la primera línea de la mejor manera posible.

– Estos músculos deberían venir con licencia.

– ¿Qué te pasa en la voz?

– Nada. Estoy actuando.

Él puso los ojos en blanco.

– Sólo dí la estúpida frase.

– No es necesariamente estúpida. Alguien la podría encontrar provocativa.

– Es estúpida, y los dos lo sabemos. Ahora, sigue.

Ella se aclaró la voz.

– Estos músculos deberían venir con licencia.

– No tienes que leerlo como si estuvieras en coma.

– No sabes la siguiente línea, ¿verdad? Por eso me criticas.

– Estoy pensando.

– En vez de criticarme a mí, por qué no reconoces que te has olvidado la respuesta y me dices: “Gracie, cariñooo, me parece que olvidé mi dialogo. ¿Por qué no me diiiices como empiiiieza?”

La imitación de su acento arrastrado lo hizo reírse. Se tumbó desgarbadamente sobre el sofá. Era demasiado pequeño para sus piernas largas, y apoyó sus pies, cubiertos por un par de gruesos calcetines blancos, contra la pared.

– Lo siento, Gracie. Tienes razón. Dime como empieza.

– Dices: “Y tú deberias…

– Ya me acuerdo: “ Y tú deberias venir con una advertencia, querida”. Joder, eso es todavía más estúpido. No es extraño que no la pueda recordar.

– Pues no es tan mala como la siguiente: “Por qué no me registras y miras si la tengo.” -Ella miró el guión con preocupación-. Tienes razón, Bobby Tom. Esto es realmente estúpido. No creo que al guionista le gusten más las escenas de amor que a tí. El resto del guión es por el estilo.

– Ya te lo dije. -Él se incorporó en el sofá-. Me dan ganas de tener una de esas pataletas en plan estrella que se lee en People. Necesitamos que se reescriba.

– En realidad, no hay tiempo para eso. -Ella miró otra vez el guión-. Sabes, esto podría funcionar si los dos lo decís con naturalidad. Sólo con una sonrisa. Los dos sabeis que es estúpido. Una especie de broma sexual, nada más.

– A ver -Tendió la mano para que se lo pasara. Ella se lo dio y él lo estudió-. Puede que tengas razón. Hablaré con Natalie sobre ello. Cuando no tiene delante ese bebé, alguna que otra vez muestra algunos atisbos de sentido común.

Pasaron los diez minutos siguientes estudiando el guión. En cuanto Bobby Tom decidía hacer algo, lo hacía bien. Resultó tener una memoria rápida y cuando lo llamaron al escenario, lo sabía sin fallos.

– Te vienes conmigo, Gracie.

– Me temo que no puedo. Tengo que hacer demasiadas cosas. -Si bien Bobby Tom no sentía nada por Natalie, era un hombre saludable y viril, e inevitablemente, iba a disfrutar de todo ese contacto físico. Ella no quería verlo. ¿Qué mujer en sus cabales observaría deliberadamente al hombre que amaba hacer el amor con otra mujer, especialmente una tan bella como Natalie Brooks?

– Todo lo demás tendrá que esperar. Te quiero conmigo allí mismo, en el cañón. -Se puso un par de botas de cuero.

– Molestaré. Será lo único que haga.

– Es una orden, Gracie. De tu jefe. -Agarró rápidamente el guión y su brazo y la empujó a la puerta. Pero cuando iba a agarrar el picaporte, se paró repentinamente. Girándose, la comenzó a estudiar de una manera que hizo que punzadas de excitación recorrieran su piel.

– Gracie, cariño, si no te importa, me gustaría que me dieras tus bragas antes de irnos.

– ¡Qué!

– Creo que lo dije bien claro.

Su pulso aceleró a toda velocidad ante el sonido de esa ronca voz arrastrada.

– ¡No puedo salir sin bragas!

– ¿Por qué no?

– Porque… porque estaría afuera, y estaría…

– Estarías desnuda bajo esa linda faldita tuya, pero mientras aparentas ser una dama delante de todo el mundo, yo lo sabría.

Otra vez, la recorrió con la mirada, haciendo que su piel se volviera húmeda y caliente. Él no entendía que ella no era el tipo de mujer que se paseaba sin ropa interior, ni siquiera en su versión “arreglada”.

Ante su vacilación, él suspiró pacientemente con exageración, de la manera que lo hacía cuando quería manipular a alguien.

– No me puedo creer que discutamos por esto. Aparentemente todas esas distracciones de estas dos semanas han hecho que olvides nuestro trato. Tú y yo sabemos lo que hay debajo de la falda. -Otro suspiro-. Nunca pensé que tendría que darte a ti, una catequista, un sermón sobre ética.

Ocultando el deseo con una risa nerviosa, que sólo lo animaría a ser todavía más escandaloso, intentó sonar razonable.

– Las catequistas no se pasean sin ropa interior.

– Indícame la parte de la Biblia donde pone eso.

Esta vez ella se rió.

– Estoy perdiendo la paciencia, querida. -Las chispas en aquellos ojos azul oscuro, la dejaron sin aliento. -Dámelas, querida. O te las quitaré.

Oh, Señor, esa voz arrastrada y ardiente. Reptaba por su cuerpo como una caricia íntima, y ella tuvo un momento de pura temeridad. Toda una vida de moderación, donde había sido la vieja Gracie Snow, voló ante sus ojos. Ahora, era una mujer salvaje.

Con la piel ardiendo, le dio la espalda, metió las manos bajo su falda, y bajó unas braguitas amarillo dorado.

Bobby Tom se rió entre dientes y las tomó de sus manos.

– Gracias, querida. Creo que me inspirarán.

Las metió hasta el fondo del bolsillo de sus vaqueros; eran tan diminutas que no dejaron ni el más mínimo bulto.


*****

– Estos músculos deberían venir con licencia.

– Y tú deberias venir con una advertencia, querida.

– Por qué no me registras y miras si la tengo.

Natalie y Bobby Tom sonrieron mientras decían el estúpido diálogo, haciéndolo sonar provocativo, pero sin empalagar. Estaban encima de la manta que Gracie había ido a recoger horas antes, que estaba extendida en un claro del bosque lleno de hierba y sombreado por sicomoros y robles.

– Es exactamente lo que voy a hacer. -Bobby Tom siguió sonriendo mientras abrazaba con fuerza a Natalie y deshacia el nudo que cerraba su blusa campesina.

¿Y por qué estaba sonriendo?, pensó Gracie, apartando la vista de la tela que caía dejando al descubierto el cremoso hombro de Natalie. Realmente era un maestro en convertir el sexo en un jueguecito divertido.

La cálida brisa se coló bajo su falda, acariciando su trasero desnudo. Dejando hipersensible su piel. Estaba excitada por su desnudez y asustada de que una repentina racha de viento levantara la parte delantera de su falda y mostrara su secreto al mundo. Todo era culpa de Bobby Tom. Ya era bastante malo haberla convencido de salir casi desnuda, pero mientras él y Natalie rodaban, él había agravado su pecado mirándola y tocando deliberadamente el bolsillo de sus vaqueros, recordándole lo que allí había. Nunca había compartido un secreto sexual con un hombre, y la hacía sentirse mareada y febril.

Los árboles susurraban por encima de ella, y el aire en el cañón llevaba un leve aroma a cedro. El diálogo continuó hasta que se interrumpió por el suave sonido de un beso. A pesar de su intención de comportarse profesionalmente, no se resignaba a mirar. Quería ser la mujer que estuviera en sus brazos sobre la manta. A solas con él, sólo los dos. Desnudos.

– ¡Oh, mierda!

La exclamación de Natalie interrumpió su ensueño.

– ¡Corten! -gritó el director-. ¿Qué sucede? -Gracie miró al mismo tiempo a Bobby Tom y a su bella acompañante-. ¿Te duele algo, Natalie?

– Me subió la leche. Dios mío, lo siento muchísimo. Estoy empapada. Necesito una blusa nueva.

Bobby Tom se puso de pie tan rápidamente como si hubiera estado expuesto a una enfermedad mortal.

– Diez minutos, para todos -anunció el director-. Los de guardarropa, otra blusa para la señorita Brooks. Y será mejor que traigais otra también para el Sr. Denton.

Bobby Tom se quedó helado.

Bajó la cabeza.

Una expresión de absoluto horror apareció en su rostro cuando vio dos círculos húmedos en la parte delantera de su camisa.

Una risita se escabulló por los labios de Gracie. Ella pensó que nunca había visto a nadie desabotonar una prenda tan rápidamente. Se la pasó al ayudante de guardaropa e inmediatamente se acercó a Gracie.

– Vamos.

Con los ojos entrecerrados y la mandíbula fuertemente apretada, la guió a través de los árboles sobre el terreno rocoso, caminando tan rápido que ella tropezó. Él tiró de ella, pero no aflojó el paso. Sólo cuando estaban fuera de la vista de los demás, se paró y se apoyó contra el tronco de un nogal.

– Esto es la peor experiencia de mi vida. No puedo hacerlo, Gracie. Antes me comería una rata que ir allí para quitarle la blusa a esa mujer. No puedo hacer el amor con una madre que está dando de mamar.

Él parecía tan apesadumbrado que Gracie no pudo evitar sentir simpatía por él, si bien iba contra sus sentimientos más feministas. Intentó usar su tono más razonable, algo verdaderamente difícil cuando estaba tan cerca de él.

– La función del pecho de una mujer es alimentar a los bebés, Bobby Tom. No dice nada bueno de ti que lo encuentres tan ofensivo.

– No es que lo encuentre ofensivo. Es sólo que no permite que me olvide de que estoy besando a la esposa de otro. Hacer el amor con Natalie Brooks es algo imposible. En contra de lo que puedas haber oído, no me lío con mujeres casadas.

– No, supongo que no. A tu peculiar manera, machista, tienes sentido del honor.

Algunos hombres habrían visto que era un cumplido un tanto dudoso, pero Bobby Tom pareció complacido.

– Gracias.

Se miraron el uno al otro durante un buen rato. Cuando él habló, su voz sonó ronca.

– Me temo que vas a tener que ponerme de mejor humor para que haya alguna oportunidad de que el trabajo de hoy sea decente.

– ¿Ponerte de mejor humor?

La atrajo hacia su pecho y presionó su boca sobre la de ella como si quisiera devorarla. Su respuesta fue inmediata. Las llamas recorrieron su sangre a toda velocidad y ella respondió a su pasión con la suya. Su boca estaba abierta, su lengua era agresiva. Hundió los dedos en su pelo grueso mientras él metía la mano bajo la falda. Sus grandes manos ahuecaron su trasero y la levantó del suelo. Ella lo rodeó con las piernas y sintió la ruda abrasión de la tela de los vaqueros contra la sensible piel del interior de sus muslos. Él se giró de tal modo que la espalda de Gracie se apretara contra el tronco del árbol. Ella sintió su deseo, grueso y duro, contra sí y una parte suya, muy lasciva, quiso desgarrar la cremallera de sus vaqueros para que no hubiera ninguna barrera entre ellos.

Los años de privación la llevaron más allá de los límites del control. Hambrienta, gimió y le apretó más entre sus muslos.

Ella oyó una suave maldición. Él suavizó el agarre de su culo y la bajó hasta que sus pies tocaron el suelo.

– Lo siento, cariño. Me sigo olvidando de cuanto te excitas. No debería haber comenzado esto.

Ella se apoyó contra él. Él la cogió por la nuca y la atrajo contra su pecho desnudo. Él olía a jabón, a limpio y a verano. Ella apretó sus ojos cerrados, deseando haber manifestado más control.

– Dame mis bragas, por favor.

Ella temió que se negara, pero aparentemente él comprendió que ya se había divertido bastante. La soltó para meter la mano en el bolsillo. Ella fijó los ojos en su pecho cuando le entregó el naylon amarillo dorado. Cuando él habló, no había ni rastro de risa en su voz y tenía el filo acerado de la determinación.

– Mañana por la noche nadie detendrá lo que hemos empezado.

Antes de que ella pudiera contestar, él se dio la vuelta y se marchó.

A ella le llevó varios minutos arreglarse; a regañadientes regresó al lugar donde rodaban la película. Natalie se había vestido con una blusa limpia, y mecía a Elvis entre sus brazos mientras cantaba una canción. Bobby Tom, todavía con el pecho desnudo, permanecía de pie entre ella y el director, que parecía darles los últimos consejos. El director se dio la vuelta para hablar con un cámara y uno de los maquilladores abordó a Natalie con un bote de laca.

Natalie lo detuvo con la mano.

– Un momento. No quiero que Elvis respire eso. ¿Puedes cogerlo, Bobby Tom? -Sin esperar su consentimiento, metió con fuerza el bebé entre sus brazos y se alejó unos pasos para que le rociaran el pelo.

Bobby Tom arqueó las cejas con alarma. Al mismo tiempo, su cuerpo reaccionó con el instinto de un receptor profesional y automáticamente acercó el bebé a su pecho.

Elvis emitió un gorgoteo feliz. Rozando con familiaridad la piel con la mejilla, instintivamente movió la cabeza buscando sobre el bien formado músculo pectoral desnudo de Bobby Tom y abrió su ávida boquita.

Bobby Tom le dirigió una severa mirada.

– Ni lo sueñes, colega.

Elvis rió entrecortadamente y se chupó los dedos.

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