capítulo 7

Gracie estaba acurrucada en el sofá con sus ropas arrugadas y su pelo color cobrizo suelto y revuelto. Tenía la cara manchada y los ojos y la nariz roja. Algunas mujeres podían ser bonitas cuando lloraban, pero Bobby Tom se dio cuenta de inmediato que Gracie no era una de ellas.

Parecía tan desgraciada que su cólera se desvaneció. Mientras la observaba, encontró dificil creer que esa lastimosa mujer fuera la misma hembra punzante y mandona que había hecho el peor striptease de la historia, se había tirado como una bala humana sobre la puerta de su coche, había saboteado su T-Bird y le había largado a Slug McQuire una abrasadora conferencia sobre el acoso sexual despues de que le hubiera dado una palmada demasiado fuerte en el trasero a una de las camareras de Whoppers.

Normalmente, habría huído de una mujer llorando como de un enjambre de abejas asesinas; pero esa mujer era Gracie y de alguna manera se había convertido en su amiga, así que hizo una excepción.

Suzy lo miró con impotencia.

– La invité a pasar la noche. Estaba bien en la cena, pero cuando volví de la Junta, me la encontré así.

– Saldrá adelante.

Al oír su voz, Grade levantó la mirada, mirándolo con ojos llorosos y hipando.

– Ahora yo… -un sollozo interminable-…jamas tendré… -otro sollozo-… sexo.

Suzy salió disparada hacia la puerta.

– Con permiso, creo que hay unas tarjetas de navidad a las que tengo que poner la dirección.

Cuando desapareció, Gracie buscó a tientas la caja de kleenex que había sobre el sofá, a su lado, pero no la encontró por culpa de las lágrimas. Bobby Tom se acercó, sacó uno y se lo puso en la mano. Ella enterró allí su cara, con los hombros temblando y emitiendo un aullido lastimoso. Cuando se sentó a su lado, había decidido que, sin duda, era la borracha mas deprimente que había visto en su vida.

Él dijo muy suavemente:

– Gracie, cariño, ¿cuántos vasos de vino bebiste?

– Yo no bebo -dijo ella entre sollozos-. El alcohol es so-solo para los débiles.

Él frotó sus hombros.

– Entiendo.

Lo miró y, con el kleenex en la mano, señaló la pintura que colgaba sobre la chimenea. Su padre se la había regalado a su madre unas navidades cuando él tenía ocho años. Aparecía él, sentado sobre la hierba con las piernas cruzadas y abrazando al perro con el que había crecido, un labrador dorado llamado Sparky.

Ella señaló el retrato con el dedo.

– ¡Es dificil creer que un niño que parece tan simpático haya crecido para convertirse en un depravado mu-mujeriego, egoista e inmaduro, y una rata roba trabajos!

– Asi es la vida. -Le pasó otro kleenex-. Gracie, ¿podrás dejar de llorar el tiempo suficiente como para que podamos hablar?

Ella negó con la cabeza trémulamente.

– No p-puedo p-parar. ¿Y sabes por qué? Porque me voy a pasar el resto de mi vida comiendo puré de patata y oliendo a desin-desin-fectante. -Otro gemido-. ¿Sabes lo que pasa cuando vives rodeada de muerte todo el tiempo? ¡Qué tu cuerpo se seca! -Lo sorprendió al posar las manos sobre los pechos-. Se secan. ¡Me seco entera! ¡Me voy a morir sin haber tenido sexo!

Sus manos se inmovilizaron en sus hombros.

– ¿Me estás diciéndo que eres virgen?

– ¡Por supuesto que soy virgen! ¿Quién querría tener sexo con alguien tan pa-patético como yo?

Bobby Tom era demasiado caballeroso como para dejar pasar la ocasión.

– Pues cualquier hombre saludable con sangre en las venas, cariño.

– ¡Ja! -Apartó las manos de sus pechos y cogió otro kleenex.

– Lo digo en serio.

Incluso borracha, Gracie no le dejaba pasar ni una.

– Demuéstralo.

– ¿Qué?

– Ten sexo conmigo. Ahora mismo. ¡Sí! En este mismo momento. -Sus manos volaron hacia los botones de la parte delantera de su blusa blanca y comenzó a abrirlos.

Él detuvo sus brazos y los sujetó con fuerza mientras le dirigía una sonrisa cuando intentó soltarse.

– No podría hacer eso, cariño. No, contigo borracha.

– ¡No estoy borracha! Te lo dije antes, no bebo. -Se soltó de sus manos y torpemente se bajó la blusa por los brazos. Antes de que él se diera cuenta, estaba sentada ante él, desnuda de la cintura para arriba excepto por un sujetador transparente de color rosa con multitud de corazones diminutos estampados que parecían minúsculos mordiscos de amor como gotas derramadas sobre sus pechos.

Bobby Tom tragó saliva mientras se ponía duro en un microsegundo. Tuvo el salvaje pensamiento de que se estaba volviendo loco, por culpa de Gracie. Después de preocuparse en secreto porque su deseo sexual parecía haberlo abandonado en el mismo momento que su carrera había acabado, estaba ahora incluso más preocupado por sentirse excitado por una mujer tan sosa.

Ella miró la expresión de su cara y de pronto estalló en lágrimas otra vez.

– Tú no quieres tener s-sexo conmigo. Mis pe-pechos son muy pequeños. A ti sólo te gustan las mujeres que los tienen grandes.

Lo que ella había dicho era verdad, así que no entendía que fuera tan dificil apartar los ojos de las curvas insignificantes de su pecho. Probablemente era porque estaba cansado y estar de regreso a Telarosa había hecho bajar sus defensas emocionales y reaccionaba ante cualquier cosa. Tuvo cuidado en no herir sus sentimientos.

– Eso no es cierto, cariño. El tamaño no cuenta tanto como lo que una mujer hace con ellos.

– Yo no sé que hacer con ellos -gimió ella-. ¿Cómo se supone que debo saberlo cuando nadie me lo ha enseñado? ¿Cómo se supone que puedo saberlo cuando el ú-único hombre que me ha tirado los tejos es un callista que me quiso besar el empeine?

Él no tenía una buena respuesta para eso. Lo que sí sabía, sin embargo, era que quería que Gracie se volviera a poner la blusa.

Mientras se inclinaba hacia el suelo para recogerla, donde ella la había dejado caer, ella se puso tambaleantemente de pie.

– Supongo que aunque me desnude totalmente ante tus ojos, no me desearás.

Levantó la cabeza rápidamente justo a tiempo de ver como forcejeaba temblorosamente con el botón de su fea falda azul marino.

Él se puso de pie.

– Gracie, cariño…

Su falda cayó hasta sus tobillos y él realmente no pudo ocultar la sorpresa. ¿Quién habría pensado que esas feas ropas pudieran esconder un cuerpo tan bien hecho? En algún momento de la noche, ella se había quitado los zapatos y las medias y ahora estaba solo en sujetador y bragas. Sus pechos eran pequeños, cierto, pero tenía una estrecha cintura en perfecto equilibrio con ellos, redondas caderas bien proporcionadas, y piernas largas y delgadas. Se dijo a sí mismo que el gran contraste que presentaba con esas amazonas de músculos duros y entonados con las que llevaba saliendo tanto tiempo, era la única razón de que la encontrara tan atractiva. Sus caderas no eran rocas duras esculpidas por dos horas diarias de aerobic y sus bíceps no se habían moldeado con pesas. Tenía el cuerpo de una mujer normal, suave y delgado en algunos lugares y redondeado en otros.

Su entrepierna pulsó cuando vio que sus bragas hacían juego con el sujetador. Aunque las braguitas tenían un solo corazón estampado, una gran rosa justo en el centro que no era lo suficientemente grande como para esconder el vello rizado que sobresalía por los lados. Él experimentó el incontrolable deseo de despojarla de ellas allí mismo, en la sala de estar de su madre, con Sparky mirando. Quería abrir sus piernas y comprobar si ella estaba tan seca como decía. Y si lo estaba, quería usar cada truco que conocía para ponerla caliente, húmeda y lista para él.

Realmente encontró tentadora la idea. Pasar un par de horas bajo las sábanas con la señorita Gracie no iba a matarle. Casi sería un gesto humanitario. Luego la realidad se impuso. Lo último que necesitaba en su vida ahora mismo era otra mujer. Se trataba de deshacerse de ellas, no de añadir otra a la colección. Además, si bien tenía casi veinte años de experiencia sexual, no había estado nunca con una solterona de treinta años que probablemente se desmayaría si viese un hombre desnudo, por más que estuviera deseando probar la fruta prohibida.

Sin embargo, no era cruel, y el sufrimiento en la cara de Gracie lo hizo acercarse. Dio un paso para envolverla entre sus brazos. Ella soltó un suspiro largo y penetrante, y moldeó su cuerpo al de él como si hubieran sido fusionados por el calor.

Sintió algo en su interior similar a un cohete del cuatro de julio. Ella olía dulce y anticuada como a lavanda y lilas. Su feo pelo era suave bajo su barbilla, la piel tersa de su espalda era como seda bajo sus dedos. Dejó vagar sus manos a lo largo de su columna vertebral, hasta su cintura y luego las deslizó hacia más abajo todavía. Se sorprendió de lo pequeña que se sentía contra él. Por su naturaleza autoritaria, parecía una mujer mucho más grande.

Ella le echó los brazos al cuello.

– ¿Vamos a mantener relaciones sexuales ahora?

A pesar de su ingle palpitante, le divirtió notar que ella parecía casi tan aprensiva como ansiosa. Con las puntas de los dedos tocó el borde de sus bragas e introdujo dentro sus manos. El agarró su trasero desnudo con las palmas de sus manos y la apretó contra él, vagamente avergonzado de estar buscando una sensación barata con una joven demasiado borracha para defenderse. Por otra parte, hacía mucho tiempo para él y su reacción tenía sentido.

– Todavía no, cariño.

– Ah, ¿y podemos besarnos?

– Supongo que podríamos. -Miró su cara manchada por las lágrimas. Ella tenía una boca bonita, ancha y voluptuosa, con un tentador arco de cupido en el medio de su labio superior. Inclinando la cabeza, la cubrió con su boca.

Ella besaba como una adolescente en su primera cita, y su inocencia y excitación lo molestaron. No estaba bien que una mujer de treinta años no tuviera más experiencia con los hombres. Él comenzó a mover su lengua sobre su boca, sólo un poco, para mostrarle como usarla.

Ella aprendió rapidamente, y Bobby Tom no tardó mucho en intentar abrir del todo sus labios. Con un suave suspiro, lo dejó entrar.

Ella sabía a fruta y lágrimas. Él la acarició con su lengua, al tiempo que sus manos continuaban disfrutando el puro placer de acariciar unas caderas femeninas que no fueran tan musculosas como las suyas. Mientras disfrutaba de su pequeño cuerpo suave, se olvidó de su naturaleza autoritaria y de sus modales irritantes. Lo hacía recordar exactamente cuantos años habian pasado desde que él habia estado con una virgen.

Bobby Tom sintió sus gemidos contra su boca, y la lengua de Gracie emprendió su propio viaje. Su cuerpo reaccionó violentamente. Sacando las manos de sus bragas, la levantó cogiéndola por la parte posterior de sus muslos. Ella abrió automáticamente las piernas y las envolvió alrededor de sus caderas. Cuando lo agarró por los hombros, él se percató de que había comenzado a transpirar. Si no se detenía en ese momento, se iba a olvidar de quién era ella y la tomaría allí mismo, en el suelo de la sala de estar de su madre. Una habitación, se recordó a sí mismo, con unas puertas sin cerrojo y con el retrato de un niño observándolos.

– Gracie… -Puso las manos en sus caderas para bajarla, luego las subió para soltar sus brazos.

– Cariño, vamos a tener que ir un poco más despacio.

– No quiero. Quiero que me enseñes que pasa después.

– Eso ya lo veo. Pero lo cierto es, que no estás preparada para nada más que besos ahora mismo. -La apartó firmemente de él y se agachó para recoger sus ropas, dándole la espalda después de facilitárselas porque no quería ponerla nerviosa.

Le dijo que se vistiera y no habia pasado un segundo desde que terminó de cerrarse la falda hasta que las puertas se abrieron y entró su madre.

– ¿Cómo está ahora?

Antes de que él pudiera contestar, Gracie dio un fuerte suspiro y dijo:

– Tu hijo no es un caballero. Se negó a mantener relaciones sexuales conmigo.

Suzy palmeó su brazo, con los ojos bailando de diversión.

– Las palabras apropiadas para calentar el corazón de una madre.

Bobby Tom definitivamente había tenido suficientes mujeres alrededor por una noche. Miró a Gracie.

– Escúchame, cariño. Dormirás aquí esta noche y no quiero que te preocupes de nada. Willow vendrá a verte a primera hora de la mañana.

Otra vez, Gracie desplazó su mirada de él a Suzy.

– ¿No tendrás alguna peli porno en casa?

Suzy dirigió a su hijo una mirada desaprobadora, luego enlazó su brazo con el de Gracie.

– Lo que vamos hacer es irnos arriba ahora mismo.

Para su alivio, Gracie fue con ella sin protestar.

Él las siguió al vestíbulo y cogió su sombrero de la percha. Cuando comenzaron a subir las escaleras, él miró a su madre.

– ¿Cuántas copas de vino tomó?

– Tres -contestó Suzy.

¡Tres! Bobby Tom no se lo podía creer. Después de sólo tres copas de vino, ella se había quitado la ropa y le había propuesto mantener relaciones sexuales con ella.

– ¿Mamá? -Se puso el sombrero.

– Si, cariño.

– De ninguna manera la dejes cerca de un pack de cerveza.


*****

La aspirina ardía en el estómago de Gracie y el sol de última hora de la mañana hirió sus ojos cuando se obligó a salir por la puerta trasera de Suzy Denton. La buganvilla crecía en el patio de la casa y la madreselva subía por la valla que cerraba el patio, oculto a medias por un magnolio. El patio era un lugar lleno de colorido: petunias rosas y blancas, geranios y margaritas, que invitaba a tomar el sol. Un aspersor siseaba cerca de una zona de arbustos bajos, y olía a limpio y fresco.

Su anfitriona, con unos pantalones cortos caquis y una camiseta con un loro de brillantes colores estampado en el frente estaba arrodillada en la tierra arrancado malas hierbas. Levantó la mirada y sonrió.

– ¿Se marchó ya la señorita Craig?

Gracie saludó con la cabeza e inmediatamente lamento haber realizado un movimiento tan brusco con la cabeza. Se recuperó y luego caminó lentamente hasta el fondo del patio donde Suzy estaba trabajando.

– Willow quiere volver a contratarme -con mucho cuidado se sentó sobre el último escalón para conversar.

– ¿Oh?

– Pero no como ayudante de producción. Sino como ayudante de Bobby Tom.

– Ah.

– Le dije que me lo pensaría. -Gracie plegó la falda de su apagado traje azul marino alrededor de sus piernas, lo único que tenía para ponerse ya que su maleta seguía en el maletero del Thunderbird. Tragó saliva-. Suzy, no puedo decirte cuanto siento lo que pasó anoche. Después de todo lo que has hecho por mí, deprecié tu hospitalidad y te avergonzé en tu casa. Mi comportamiento fue inaceptable, lo más inaceptable que he hecho en mi vida.

Suzy sonrió.

– Estabas muy alterada, ¿no es cierto?

– No es excusa.

– Ayer tuviste un mal día -dijo Suzy amablemente-. Cualquiera hubiera actuado igual.

– Me rebajé delante de él.

– Está acostubrado, querida. Estoy segura que ya lo ha olvidado.

El orgullo de Gracie se rebeló ante la idea de que ella fuera simplemente otra en la larga lista de mujeres que se habían puesto en ridículo delante de Bobby Tom, pero no podía negar la verdad.

– ¿Siempre ha tenido ese efecto en las mujeres?

– Ha tenido ese efecto en casi todo el mundo. -Suzy tomó un pequeño azadón de la caja que tenía al lado y comenzó a aflojar la tierra en la parte del jardín que estaba arreglando-. De muchas maneras, la vida siempre ha sido fácil para Bobby Tom. Desde niño, fue el mejor deportista y siempre ha sido un excelente estudiante.

Gracie se avergonzó interiormente, recordando la oferta de ayudarle a aprender a leer. Suzy aplastó una ramita de lavanda entre sus dedos y el olor que la envolvió la hizo dejar de pensar esas cosas. Gracie asumió que no le iba a contar nada más y se sorprendió cuando Suzy se limpió la manos y siguió.

– Era popular entre los demás niños. Les gustaba porque no trataba de intimidarles. Incluso en la escuela primaria, las chicas inventaban excusas para venir a casa. Él lo odiaba, claro está, especialmente en cuarto grado; fue cuando realmente hicieron que su vida fuera un desastre. Le enviaban notitas amorosas y lo seguían por el campo de entrenamiento. Los otros niños se burlaron de él sin piedad.

Sostuvo el pequeño azadón entre sus manos y continuó hablando de una manera lenta y medida como si tuviera dificultad para elegir las palabras.

– Terry Jo Driscoll, ahora Terry Jo Baines, pintó un día con tiza un enorme corazón rojo en el camino de nuestra casa donde se leía “Terry Jo ama a Bobby Tom”. Estaba decorándolo con flores cuando llegó él con tres de sus amigos. Cuando Bobby Tom vio lo que ella estaba haciendo, recorrió el patio delantero a toda prisa y se avalanzó sobre ella.

Gracie no había estado en contacto con muchos niños de nueve años, pero podía suponer lo avergonzado que se podía haber sentido.

Suzy siguió arrancando las malas hierbas cerca de unas hermosas flores.

– Si los demás niños no hubieran estado observando, no hubiera pasado nada. Pero a esas alturas ya todos habían visto lo que ella había escrito y empezaron a reirse. Ella comenzó a reirse también y a decirles que Bobby Tom quería besarla. Entonces perdió el control y comenzó a darle puñetazos en el brazo.

– Supongo que esa es una reacción comprensible para un niño de nueve años.

– No para su padre. Hoyt oyó la conmoción y llegó a la puerta justo a tiempo de ver como Bobby Tom la golpeaba. Salió disparado, cogió a Bobby Tom por el cuello y lo abofeteó allí mismo, delante de todos sus amigos. Bobby Tom lo pasó mal, sus amigos también se avergonzaron. Fue la única vez que Hoyt le pegó, pero mi marido pensaba que ningún hombre podía caer tan bajo como para golpear a una mujer y se negó a ser indulgente por el simple hecho de que su hijo tuviera nueve años.

Se sentó sobre sus talones, mirándola preocupada.

– Bobby Tom y su padre tenían una relación muy estrecha y nunca olvidó esa lección. Puede que suene tonto, pero algunas veces creo que le quedó marcado a fuego.

– ¿El qué?

– No te haces una idea de con cuantas mujeres ha salido y dejado estos años. Pero aún así, nunca lo he oído ser maleducado con ninguna de ellas. Ni con sus admiradoras, ni con las casadas o las cazafortunas que lo acosaban. Por lo que yo sé, simplemente guarda las distancias antes de pronunciar una mala palabra. ¿No te parece extraño?

– Ha desarrollado otras estrategias más sofisticadas que la simple rudeza para deshacerse de las mujeres. -Gracie se preguntó si Suzy sabría algo del examen de fútbol.

– Exactamente. Y se ha vuelto tan autómata todos estos años que no estoy segura de si se percata de lo grueso que es el muro que ha creado a su alrededor.

Gracie meditó sobre ello.

– Él es increíble. Sonríe a las mujeres, las halaga escandalosamente, les dice exactamente lo que quieren oír. Hace que cada una de ellas se sienta como una reina. Y luego hace exactamente lo que le da la gana.

Suzy asintió con la cabeza, con una triste expresión.

– En este momento pienso que hubiera sido mejor que Hoyt hubiera visto más allá cuando pasó eso con Terry Jo. Cuando Bobby Tom le dio ese puñetazo, fue solamente una franca declaración de sus sentimientos y nunca había sido un niño cruel, asi que no lo hubiera tomado por costumbre. Lo cierto es que Terry Jo se recuperó. Fue su primera novia seria. -Apretó la boca en una sonrisa sombría-. Lo más irónico de todo es que cuando le mencioné el incidente hace poco, dijo que su padre había hecho lo correcto. No parece saber el precio que pagó a cambio.

Gracie no tenía la certeza de que hubiera pagado nada. Bobby Tom poseía abundante encanto, talento, belleza e inteligencia. ¿No sería cualquiera de esas cosas la que había hecho crecer su ego de tal manera? Él no creía que hubiera ninguna hembra en el planeta lo suficientemente buena para él. Y con toda seguridad no sería una de treinta años de New Grundy, Ohio, con escaso pecho y un pelo horroroso.

Suzy deslizó el pequeño azadón en su caja de plástico verde y se levantó. Por un momento contempló el agradable jardín. El olor a lavanda llenaba de frescura el aire.

– Me encanta trabajar aquí. Es el único lugar donde me siento completamente tranquila. -Pareció sentirse avergonzada, como si acabara de hacer una declaración profundamente personal, que no había deseado hacer.

– Sé que no es asunto mio, Gracie, pero no creo que debas dejar que lo que sucedió influya en tu decisión de aceptar o no el trabajo. -Recogió su caja de herramientas-. Me dijiste que no querías regresar a Ohio, y no tienes otra opción. Bobby Tom está acostumbrado a que las mujeres pierdan la cabeza por él. Estoy segura que lo que pasó anoche significó más para ti que para él -con una sonrisa alentadora, Suzy desapareció dentro.

Gracie sabía que Suzy trataba de confortarla, pero las palabras dolieron, especialmente porque sabía que eran verdad. Ella no significaba nada para Bobby Tom, mientras que él significaba todo para ella. Había perdido la cabeza por él, e incluso yendo más allá, temía haber perdido su corazón.

Cerró los ojos con fuerza ante el sentimiento al que no quería enfrentarse, pero no sirvió de nada. Nunca se mentía a sí misma y no podía empezar ahora. Envolviendo las rodillas con los brazos, aceptó que en algún momento, durante la pasada semana, se había enamorado de Bobby Tom Denton. El que se hubiera enamorado profunda y desesperadamente de un hombre que estaba más allá de su alcance hubiera sido cómico si no fuera tan pero que tan amargo. Esas copas de vino sólo habían aflorado la verdad escondida en su interior desde el momento en que lo había visto.

Lo deseaba. Él era salvaje e imprudente, fuera de lo corriente, más de lo que ella podría ser en toda su vida y lo amaba con toda la pasión que había ocultado en su interior durante tantos años. Como un pajaro que muda sus plumas pensando en ser un cisne hermoso y poderoso, se veía atraída por su belleza. Al mismo tiempo, su confianza en sí mismo y su encanto casual la hacían sentirse frívola y joven otra vez.

Sintió como si hubiera vivido toda una vida en los pasados seis días, y, acercando las rodillas más a su pecho, se forzó a enfrentarse a la cruda verdad. Sus sueños de desarrollar una fascinante carrera en Hollywood, era justo eso, sueños poco prácticos que la hacían desesperarse, tan lejos de la realidad de su vida como el espacio. Había estado luchando contra sí misma y ahora se enfrentaba a la dolorosa realidad: no existía ninguna vida mágica para ella en Hollywood. Ese absurdo trabajo en Windmill no iba a ser el comienzo de una excitante carrera. Eso era una fantasía. Lo que haría, cuando todo eso terminara, sería volver a New Grundy para regresar al asilo. Donde estaba su sitio.

Admitir la verdad le dejó un extraño sentimiento de paz. No era el asilo lo que había estado mal en su vida, se percató; Había sido su vida lo que estaba mal. Le había encantado vivir en el asilo, pero había usado su trabajo para aislarse entre personas mayores, porque siempre se había considerado rara. Se había escondido en el asilo, lo había convertido en su vida en lugar de ser sólo un trabajo.

Cuando los aromas tranquilizadores la envolvieron, sintió una peculiar excitación. Tenía treinta años, pero era lo suficientemente joven para llevar a cabo algunos cambios. No los que había imaginado. No iba a escaparse. Iba simplemente a vivir su vida sin temor. Dejaría de protegerse, de ser considerada objeto de burla o rechazo, nada de eso la mataría, e iba a permitirse amar a Bobby Tom con cada célula de su cuerpo.

Su corazón comenzó a latir a toda velocidad. ¿Tendría valor? Cuando esto hubiera terminado, tenía que volver a casa, eso tenía que aceptarlo. Pero mientras tanto… ¿tendría el valor de lanzarse en picado sabiendo que el aterrizaje la podría matar? ¿Tendría el valor de asir ese corto tiempo para estar con él y disfrutar de cada precioso segundo a su lado?

Una oleada exultante explotó dentro de ella cuando tomó la decisión. Iba a aceptar ese trabajo como su ayudante personal y saborear cada instante del tiempo que pudiera disfrutar con el hombre que su corazón había escogido amar tan imprudentemente. Atesoraría cada mirada que él le dirigiera, cada sonrisa, cada gesto. Abandonaría la cautela y se daría a él, tanto como él aceptara. Tal vez él haría el amor con ella. Probablemente no. Pero fuera como fuera, iba a ofrecerse sin condiciones, a saber que cuando todo terminara, tendría lo mejor que podía tener: un montón de recuerdos.

Se lo prometió a si misma. Ese amor tan hondo que sentía por él, no impediría que viera como era él con toda claridad, lo bueno y lo malo, su monstruoso ego y su tierno corazón, su inteligencia aguda y su encanto peligrosamente manipulador. Su amor no la dejaría comprometer tampoco sus principios. Sólo sabía que tendría que ser ella misma y aunque eso no fuera suficiente para él, era todo lo que tenía.

Cerró los ojos y lo vio en su mente, un vaquero cósmico con su gran stetson y su sonrisa amplia y matadora, un hombre que esparcía polvo de estrellas al caminar. Ese polvo de estrellas la había salpicado, insulflándole nueva vida a su deshidratado cuerpo y despertando su marchito corazón.

Supo que no volvería a ser feliz nunca después de Bobby Tom Denton y mientras su corazón volaba, su cabeza necesitaba quedarse firmemente anclada a la realidad. Él no iba a amarla. Los hombres extraordinarios no se fijaban en mujeres insignificantes, y ella era desesperadamente insignificante. La única manera en que podría salir emocionalmente intacta era no olvidar nunca que se había enamorado de un hombre que tenía tanto de leyenda como de hombre. Su sentido del honor no le permitiría tomar nada de él como lo tomaban los demás. Le daría la ternura de su corazón, sin la esperanza de recibir nada a cambio. Y tal y como estaban las cosas, ese hombre que había sido bendecido por los dioses recordaría que Gracie Snow sería la única persona de su vida que nunca había aceptado nada de él.


******

Una hora más tarde, todavía intranquila por haber tomado una decisión tan destructiva, Gracie se acercó a la caravana gris que habían asignado a Bobby Tom. Entre el incidente de la noche anterior, su vergüenza y el nuevo conocimiento de sí misma, le iba a resultar dificil enfrentarse a él, pero tenía que hacerlo. Sin embargo, antes de que pudiera subir las escaleras, se abrió la puerta de la caravana vecina y Natalie Brooks bajó los escalones.

Gracie observó el descenso de la morena y delgada actriz que estaba siendo considerada como la “nueva Julia Roberts” y su moral se hundió todavía más cuando recordó las escenas de amor que Bobby Tom rodaría con esa gloriosa criatura. Gracie recorrió con los ojos su oscura y salvaje melena, domada ahora por una coleta que no rebajaba un ápice su belleza. A pesar de llevar la cara lavada, la actriz de veinticuatro años era impresionante. Sus rasgos eran atrevidos: cejas oscuras y gruesas, rasgados ojos verdes, boca ancha y voluptuosa e incluso unos dientes inmensamente blancos. Llevaba pantalones cortos arrugados y una polo también arrugado como si fuera ropa de alta costura.

– Hola. -Le dirigió a Gracie una acogedora sonrisa y extendió su mano-. Soy Natalie Brooks.

– Gracie Snow. -Se sorprendió ante su fuerte apretón cuando le estrechó la mano-. He disfrutado mucho de sus películas, señorita Brooks. Soy una gran admiradora suya.

– Llámame Natalie. Elvis está ahora dormido, así que tenemos tiempo para hablar. -Señaló un par de sillas plegables de aluminio que estaban apoyadas en el lateral del remolque.

Gracie no tenía ni idea de quién era Elvis, pero no iba a perder la oportunidad de charlar con una celebridad como Natalie Brooks, especialmente cuando le daba una buena excusa para posponer su encuentro con Bobby Tom. Tras sentarse, Natalie dijo:

– Sé por Anton que tus referencias son impecables y mi marido y yo apreciamos que hayas llegado tan pronto. Ten por seguro que queremos lo mejor para Elvis.

Si bien Gracie no podía ni imaginarse de qué hablaba, la desesperada seriedad de la actriz era cautivadora.

– Lo primero que debes saber es que Anton y yo no creemos en los horarios. Elvis está alimentándose a demanda, y en cuanto él comience a protestar, quiero que lo traigas de inmediato. No queremos que tome suplementos de ningún tipo. Anton y yo queremos que obtenga todas las inmunidades que la leche materna pueda proveer. Nos preocupa en parte por las alergias existentes en la familia, Anton tiene un primo que es muy alérgico, así que Elvis no tomará más que leche materna durante sus primeros seis meses. Eres partidaria de la lactancia materna, ¿no?

– Oh, sí. -Más de una vez Gracie se había imaginado con un bebé al pecho, y la imagen siempre la llenaba de un anhelo que era casi doloroso-. ¿Pero seis meses no son muchos para que un bebé no tome otra cosa? Creía que necesitaban cereales.

Natalie miró a Gracie como si hubiera sugerido que pensaba darle arsénico a un recién nacido.

– ¡De ninguna manera! La leche materna es justo la comida perfecta para los primeros seis meses de vida de un bebé. Anton debería estar aquí para hablar también contigo. Esto es tan dificil… Pero tiene negocios en L.A., y ya ves, esta es nuestra primera separación. Volará aquí los fines de semana, pero va a ser muy duro.

Gracie decidió que no hablaba muy bien de ella que le molestara más ser confundida con una niñera que con una stripper.

– Lo siento, Natalie. Debería haberte aclarado esto de inmediato, pero estaba tan fascinada por lo que me decías que me distraje. Me pasa algunas veces. A lo que vamos, no soy tu niñera.

– ¿No lo eres?

Gracie negó con la cabeza, sólo para recordar el persistente dolor de sus sienes tras la noche de borrachera. Recuperándose, dijo:

– Soy una de las ayudantes de producción. En realidad, era una ayudante de producción, pero ahora soy la ayudante de Bobby Tom Denton.

Gracie esperaba que Natalie se comportara como cualquier otra persona al mencionarse el nombre de Bobby Tom, pero la actriz solamente asintió con la cabeza. Después levantó rápidamente la cabeza y sus ojos mostraron su alarma.

– ¿Has oído eso?

– ¿Oír el qué?

Salió disparada de su silla.

– Elvis. Está llorando. -Sus largas piernas de estrella de cine subieron rápidamente las escaleras. Poco antes de que desapareciera dentro, dijo:

– Espera aquí y te lo enseñaré.

A Gracie le gustó Natalie Brooks, a pesar de la intensidad con la que estaba viviendo su maternidad, tenía curiosidad por ver a su bebé. Incluso así, sabía que no podía posponer más tiempo sus responsabilidades.

En ese momento, se movió uno de los camiones y vio a Bobby Tom en el corral hablando con varias mujeres jóvenes y atractivas. Era obvio por sus ropas que no eran miembros del equipo y sospechó que las mujeres de Telarosa ya habían comenzado a ponerse en fila para pasar el exámen de fútbol. Él llevaba puesto sólo vaqueros y botas. El sol se reflejaba en la parte visible de su pelo leonado y resplandecía en su pecho desnudo. Su corazón latió con fuerza al verlo.

Una de las maquilladoras lo abordó y comenzó a rociar aceite en su pecho con una botella de plástico para que sus músculos brillaran. Él se miró. Incluso desde lejos, ella se dio cuenta de que él estaba aturdido y ella no pudo evitar sonreír ante su actitud sobre lo que a todas luces consideraba una adorno innecesario.

Natalie reapareció con un manojo envuelto en franela en sus brazos y una apacible sonrisa curvando su famosa boca.

– Este es Elvis -dijo, sentándose en la silla-. Mañana hace cuatro meses. Di hola, precioso. Saluda a Gracie.

Gracie miró fijamente la cara del bebé más feo que había visto nunca. Parecía un luchador de sumo en miniatura. Su nariz estaba aplastada, sus pequeños ojillos casi ocultos por la redondez de sus mejillas, y su barbilla apenas existía.

– Qué… bebé tan guapo -dijo cortesmente.

– Lo sé -asintió Natalie.

– Un nombre inusual.

– Es un nombre con solera -contestó a la defensiva. Luego pareció preocupada-. Acabo de llamar a mi marido para saber lo que había sucedido con la niñera. Se enteró anoche que es partidaria de que los bebés tomen cereales a los cuatro meses, así que de nuevo estamos en el punto de partida. Ahora está entrevistando a una de las niñeras que trabajaron con la familia real británica.

Gracie vio en la expresión de Natalie que era improbable que fuera lo suficientemente buena.

A regañadientes se excusó y caminó hacia Bobby Tom, sólo para perder el coraje en el último momento y desviarse hacia el camión de aprovisionamiento. Tal vez después de otra taza de café estaría preparada para enfrentarse a él.

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