capítulo 21

La mañana del viernes que se inauguró “La casa de Bobby Tom” fue cálida y brillante, un día claro de principios de octubre. Los colegios habían cerrado por la celebración del Festival de Heaven y los jardines estaban abarrotados con jóvenes y no tan jóvenes. Todo el pueblo había recibido instrucciones para vestirse de época durante el fin de semana. Muchos de los hombres se habían dejado crecer barba y bigote, y las faldas de las mujeres ondeaban con la brisa. Los adolescentes se arremolinaban entorno a los coches aparcados en las calles. Toda su concesión a vestirse de época era, igual que en Bobby Tom, llevar vaqueros y stetsons.

– … y así, en esta bella mañana de octubre, reunidos bajo la sombra de estos viejos árboles en honor a…

Mientras Luther soltaba el discurso, Bobby Tom estudió la muchedumbre desde su ventajosa situación en la pequeña plataforma que se había construido delante del taller. Su madre estaba sentada a su lado, Gracie estaba al otro lado. Gracie había protestado por tener que sentarse con los dirigentes, pero él había insistido. Estaba preciosa con un vestido amarillo con botones color cereza, un sombrero de paja antiguo y unas gafas de sol muy modernas.

El comité del Festival de Heaven había tenido intención de inaugurar la casa ese mismo día por la noche, pero Bobby Tom se había negado. Sus amigos deportistas que participaban al día siguiente en el torneo de golf comenzarían a llegar al mediodía y quería pasar toda aquella vergüenza antes de que ninguno pusiera un pie en Telarosa, aunque tenía que admitir que ya no protestaba tanto sobre ese proyecto desde que a Gracie se le había ocurrido la idea de que la casa también albergase el centro cívico. Ella era, por lo que veía, la mujer con las mejores ideas que había conocido nunca.

Mientras Luther seguía con el discurso, la mirada de Bobby Tom cayó sobre su madre. Deseaba saber que era lo que le pasaba. En los últimos diez días había intentado hablar con ella varias veces sobre lo ocurrido, pero cada una de las veces ella había desviado la conversación mostrándole unas plantas nuevas en su jardín o algún folleto de un crucero.

Luther agitó los brazos y gritó ante el micrófono preparando el terreno para el apoteósico final.

– ¡Y ahora os presento al ciudadano modelo de Heaven, Texas! Al hombre con dos anillos de la Super Bowl… ¡Al hombre que se ha dado desinteresadamente al pueblo, al gran estado de Texas y a los Estados Unidos de América! ¡El mejor receptor de la historia del fútbol profesional… nuestro hijo predilecto… Bobby Tom Denton!

Bobby Tom se puso de pie ante los gritos de la multitud y se acercó al podio, resistiendo el deseo de romperle los dedos a Luther mientras le daba la mano. Tenía que dar un discurso, pero no le preocupaba. Llevaba dando discursos delante de esa gente desde que estaba en secundaria y sabía exactamente qué decir.

– ¡Es bueno estar en casa otra vez!

Fuertes aplausos y silbidos.

– Veo por aquí, a la gente que ayudó a mis padres a educarme, no penséis que lo he olvidado.

Más aplausos.

Él continuó con el discurso, intentarlo animarlo lo suficiente como para no morirse de aburrimiento, pero moderándolo para que la gente no se hartara. Cuando terminó, le dio a su madre las tijeras para cortar la cinta que se extendía ante la puerta principal. Más aplausos y “La casa de Bobby Tom Denton” y futuro centro cívico de la tercera edad, quedó oficialmente inaugurada.

Mientras su madre se giraba para saludar a sus amigos, él puso el brazo sobre los hombros de Gracie. Entre la preparación del Festival de Heaven y sus brutales rodajes diarios, no habían podido pasar tanto tiempo juntos como a él le hubiera gustado. Últimamente, se daba cuenta de que no disfrutaba de un chiste sólo porque ella no estaba con él para compartirlo. Era una de las muchas cosas buenas de Gracie, entendía la gracia de la vida como no lo hacía ninguna otra persona.

Bajó la cabeza para poder murmurar en su oído.

– ¿Qué te parece si ponemos una excusa y desaparecemos un par de horas?

Ella lo miró con genuina consternación; otra de las cosas que le gustaban de ella. Nunca trataba de disimular su placer ante sus caricias, ni negaba su relación física.

– Me encantaría si pudiéramos, pero sabes que tienes que volver al rodaje. Ya te dan mañana el día libre. Además, necesito ir al hotel para rellenar todas las tarjetas de bienvenida de tus amigos. Te recuerdo que tienes que estar en el club de campo a las seis de la tarde para poder saludar previamente a todos en privado.

Él suspiró. Ella aún no lo sabía, pero cuando esa película estuviera terminada, ellos dos iban a pasar unos días desnudos en una isla desierta donde no hubiera ni teléfonos ni nadie que hablara inglés.

– Está bien, cariño. Pero no me gusta la idea de que conduzcas tú sola de noche al club. Voy a pedirle a Buddy que te lleve.

– Por favor no lo hagas. No estoy segura de lo que me llevará hacer todos mis recados esta tarde y será mejor que lleve el coche.

Él estuvo de acuerdo a regañadientes y se marchó para regresar al rodaje.

Cuando Gracie lo vio irse a contraluz, la luz del sol parecía brillar tenuemente alrededor de él y casi pudo ver la ruedas plateadas de las espuelas invisibles que siempre se imaginaba que llevaba. La gente de Windmill se iría a Los Angeles próximamente y Willow no le había dicho nada de si iría con ellos. Gracie no se podía creer que todo fuera a acabar tan pronto.

Los últimos días, había jugueteado con la excitante posilidad de que Bobby Tom se pudiera enamorar de ella. Ante esa idea le ardieron las mejillas mientras regresaba al coche. Si bien se decía a sí misma que pensar eso era peligroso, no se lo podía sacar de la cabeza. ¿Cómo podría mirarla con tal ternura si ella no le importase? Era tan receptivo con su afecto, tan apasionado en la manera de hacer el amor. ¿Habría sido así con todas las mujeres de su pasado? ¿No sentiría algo especial por ella?

Algunas veces lo miraba para encontrarlo observándola como si ella fuera importante para él. En esos momentos era cuando comenzaba a pensar en el futuro y a imaginarse una casa llena del sonido de su risa. ¿Era imposible? ¿Podía sentir él lo mismo que ella sentía por él? Su piel se calentó sólo de pensarlo. ¿Sería posible que el futuro fuera para ella algo más que recuerdos?

Durante el resto del día, se entregó por completo a su trabajo para evitar fantasear. Primero preparó los regalos de bienvenida a los participantes que se alojarían en el Hotel Cattleman y luego se pasó por el club de campo donde estaban al borde del colapso. Al ir de un sitio a otro pasó por debajo de los carteles de bienvenida que colgaban en la Calle Mayor. Como en el resto de la ciudad en incluso en algunas camisetas ponía: HEAVEN, TEXAS. UN LUGAR EN EL CORAZÓN.

Pasó la mayor parte del día en el club de campo, solucionando los problemas de la distribución de la gente. Cuando terminó, eran casi las cinco y se dio cuenta de que no había recogido el cheque de su sueldo. Como tenía exactamente cuatro dólares en la cartera, se desplazó otra vez al hotel, donde en la suite, tenía Windmill sus oficinas, esperando llegar antes de que la secretaria que se encargaba de las nóminas se hubiera ido.

Para su decepción, Willow estaba cerrando la puerta cuando salió del ascensor. Gracie se apuró.

– Siento mucho llegar tan tarde, pero me entretuve. ¿Podrías darme tú el cheque de mi paga?

Wilow se encogió de hombros y abrió la puerta.

– Supongo.

Gracie lo agradeció interiormente. Si bien había tratado de ser tan útil para Willow como pudo, su relación seguía siendo tensa y Gracie sospechaba que era porque Willow había tenido intención de liarse con Bobby Tom. No quería ni pensar lo que se molestaría la productora si descubría que el compromiso era falso.

– Sé que piensas que paso poco tiempo en el set de rodaje, pero me dijiste que se suponía que recibía órdenes directas de Bobby Tom y él quiere que organice todos los detalles del torneo de golf.

– Está bien, Gracie. No pasa nada.

Willow era una jefa muy dura y exigente y Gracie no podía imaginar que fuera tan indulgente con cualquier otra persona. Ahora, mientras estaban solas, parecía tan buen momento como otro para sacar el tema de su futuro laboral.

– Me he estado preguntando cuáles son tus planes para mi.

– ¿Mis planes?

– Para cuando os trasladéis a L.A. Si quieres que vaya con vosotros o no.

– Supongo que deberías hablar con Bobby Tom. -Empezó a buscar entre la correspondencia de encima del archivador-. He oído que han llegado un par de jugadores de los Laker para el torneo de golf. Hace años que sigo a ese equipo, espero tener oportunidad de conocerlos en la cena.

– Estoy segura de que a Bobby Tom no le importará presentártelos. -Titubeó, eligiendo cuidadosamente las palabras-. Willow, no quiero que mi relación personal con Bobby Tom influya en mi futuro profesional. A pesar de que obedezco sus órdenes, tú eres mi jefa y supongo que estaría más tranquila si supiese qué tienes en mente para mí

– Lo siento, Gracie, pero no te puedo decir más ahora mismo. -Parecía tener dificultad para encontrar su cheque y comenzó a revisar todo otra vez, para detenerse y decir-: Ahh, es cierto. Tu cheque se hace aparte.

Un pequeño escalofrío se deslizó por la espalda de Gracie mientras miraba los movimientos de Willow por encima del escritorio, abriendo unos de los cajones y sacando un sobre largo.

Cuando habló su voz tuvo un sonido débilmente hueco.

– ¿Cómo es eso? ¿Por qué mi cheque es diferente a los demás?

Willow vaciló demasiado tiempo.

– ¿Quién sabe como hacen las cosas los de contabilidad?

– Tú -espetó Gracie-. Eres la productora.

– Mira, Gracie, quizá sea mejor que hables con Bobby Tom acerca de esto. Estoy muy apurada de tiempo-. Depositó con fuerza el cheque en la mano de Gracie.

Gracie sintió que otro escalofrío se deslizaba por su espalda y apenas pudo encontrar valor para hablar cuando una terrible certeza se apoderó de ella.

– ¿Bobby Tom ha estado pagando mi sueldo todo el tiempo? Es él quien me tiene contratada y no Windmill.

Willow recogió su bolso y caminó hacia la puerta.

– Lo cierto es que no quiero líos sobre esto.

– Ya los tienes.

– Mira, Gracie, una cosa que se aprende rápido si se quiere sobrevivir en este negocio es no llevarle la contraria a las estrellas… ¿sabes lo que quiero decir?

Gracie lo sabía demasiado bien. Bobby Tom había estado pagando su sueldo todo el tiempo, y le había dicho a Willow que lo mantuviera en secreto.

Con las rodillas temblando siguió a Willow fuera de la suite. Sintió como si algo frágil se hubiera hecho pedazos dentro de ella. Ésta era una traición que nunca hubiera esperado. Mientras bajaba en el ascensor, todos sus sueños se evaporaron. Esto había sido muy importante para ella. Esencial. Justo esa mañana, se había permitido albergar la idea de que él la podría amar, pero ahora sabía que para él no era diferente de todos los demás parásitos que vivían de él.

Dejó el hotel y entró temblando en el coche. Todo el tiempo, ella no había sido nada más que otro de sus casos de caridad. No podía detener las lágrimas. Le debía todo a él: El techo sobre su cabeza, la comida, cada compra que había realizado, desde el champú a la caja de Tampax. Se sintió ridícula cuando pensó en lo orgullosamente que había dejado el dinero en el cajón del escritorio para pagar el alquiler y compensar los gastos del vestido de coctel. Cómo debía haberse reído él cuando lo había visto. Parecía ser especialista en dejar que hiciera chistes privados a su costa.

Agarró con fuerza el volante, pero no pudo detener las lágrimas. ¿Cómo era posible que hubiera pensado eso antes? Él no la amaba en absoluto. Había sentido lástima, así que se había inventado un trabajo para ella por piedad de la misma manera que daba dinero a niños que no eran suyos o ponía el dinero para los negocios de sus amigos sabiendo que no iban a funcionar. Nunca había tenido suficiente trabajo para ocupar su tiempo y ni siquiera podía tener la satisfacción de sentir que se había ganado el dinero. Él había sabido todo el tiempo que no necesitaba una ayudante toda la jornada, pero no había querido tenerla sobre su conciencia. A Bobby Tom le gustaba jugar a ser Dios.

Miró ciegamente hacia delante. Al no decirle la verdad desde el principio, se había burlado de ella de una manera que nunca podría perdonar. Le había explicado lo importante que era para ella pagar sus deudas. ¡Sabía lo que pensaba! Pero no le había importado porque ella no era importante para él. Si se preocupara por ella no la habría despojado de su dignidad. No quiero nada de ti, Bobby Tom. Sólo quiero complaterte. Qué chiste. Qué chiste tan horrible y doloroso.


*****

A algunos hombres no les quedaban bien el esmoquin, pero a Bobby Tom le sentaba como un guante. Le había dado su toque, por supuesto: la camisa color lavanda con los botones brillantes, el stetson negro y un par de botas negras de piel de serpiente que sólo se ponía para ir de etiqueta. El edificio de piedra caliza del club de campo habías sido pulido hasta estar reluciente para el acontecimientos más grande de su historia. La venta de entradas para el torneo habían superado todas las expectativas e incluso el tiempo había colaborado ofreciendo un día soleado, pero con temperaturas por debajo de los treinta grados.

Estaban comenzando a llegar los deportistas al coctel previo a la cena cuando uno de los camareros murmuró al oído de Bobby Tom que alguien quería hablar con él en el piso de abajo. Mientras se abría paso por el vestíbulo, sintió irritación. ¿Dónde se había metido Gracie? Había esperado que estuviera allí a esas alturas. Un montón de gente la esperaba expectante y quería presentarla él a todo el mundo. Gracie era la mujer con menos conocimiento de deportes que él conocía y sabía que eso podría meterla en problemas esa noche, proporcionándole a él una tarde entera de diversión En realidad aún no entendía porque su ignorancia en deportes le parecía algunas veces una de sus mejores cualidades.

Se dirigió por las alfombradas escaleras al piso inferior, donde estaban los vestuarios vacíos. La puerta de cristales desembocaba en la zona de golf que debería estar cerrada con llave, pero estaba entreabierta y entró. Sólo había una luz encendida y no vio al hombre que permanecía de pie en la esquina más alejada de la habitación hasta que Way Sawyer lo llamó por su nombre.

– Denton.

Bobby Tom había sabido que iba a tener que enfrentarse pronto a Sawyer, pero no hubiera escogido nunca esa noche para hacerlo. Había visto el nombre de Sawyer en la lista del invitados, así es que no era realmente una sorpresa aunque no había tenido intención de hablar con él. Por alguna razón ese hombre estaba relacionado con la tristeza de su madre, y quería saber por qué.

Way parecía enorme en la oscuridad y cuando dio un paso adelante vio que un esmoquin cubría holgadamente su cuerpo y llevaba un palo de golf en la mano. Su traje de etiqueta no ocultaba lo ojeroso que estaba, como si no hubiera dormido una noche completa en mucho tiempo. Bobby Tom intentó controlar su antipatía. A pesar del anuncio de Sawyer sobre Tecnologías Rosa, nunca le gustaría ese hombre. Era un frío hijo de puta de corazón duro que vendería a su propia abuela si fuera necesario.

Dejó de lado la impresión fugaz de que ahora mismo Sawyer parecía más cansado que cruel.

– ¿Qué quieres? -contestó fríamente.

– Quiero hablar contigo sobre tu madre.

Ese era exactamente el tema que tenían que discutir, pero Bobby Tom sintió que se estaba enfadando.

– No hay nada de lo que hablar. Tú mantente bien lejos de ella y todo estará bien.

– Ya me he mantenido alejado. ¿Han mejorado las cosas? ¿Es feliz?

– Es condenadamente feliz. Nunca la había visto tan feliz.

– Estás mintiendo.

A pesar de sus palabras, Bobby Tom oyó la incertidumbre de la voz de Sawyer y lo aprovechó.

– La última vez que hablé con ella, estaba entusiasmada con hacer un pequeño crucero y añadir algunas plantas nuevas a su jardin. Ha estado tan ocupada con sus amigos que no hemos tenido demasiado tiempo para estar juntos.

Los hombros de Sawyer bajaron casi imperceptiblemente, y sus dedos quedaron laxos sobre el palo de golf con el que jugueteaba, pero Bobby Tom no se detuvo. De alguna manera ese hombre había lastimado a su madre, y tenía que asegurarse que no ocurría de nuevo.

– Por lo que yo sé, no tiene ni una sola preocupación en el mundo.

– Ya veo. -Way se aclaró la voz-. Echa mucho de menos a tu padre.

– ¿Crees que no lo sé?

Way se apoyó contra el mostrador.

– Te pareces mucho a él, ¿sabes? La última vez que lo ví, tenía dieciocho o diecinueve años, pero aún así el parecido es evidente.

– Eso dice la gente.

– Lo odiaba.

– Imagino que él tampoco sentiría mucho cariño por ti.

– Es dificil decirlo. Si yo le desagradaba nunca lo mostró y te aseguro que le dí suficientes motivos. Era jodidamente agradable con todo el mundo.

– ¿Entonces por qué lo odiabas? -La pregunta escapó de sus labios a pesar de su intención de mantenerse al margen.

Way pasó la mano por el palo de golf.

– Mi madre limpió algún tiempo en casa de tu abuela, ¿lo sabías? Fue antes de que perdiera la esperanza sobre la vida y tomara otro camino. -Hizo una pausa y Bobby Tom pensó en la historia que había contado durante años de que su madre era una prostituta. Había sido una broma para él, pero no para Sawyer y a pesar de su aversión por ese hombre, sintió vergüenza.

Way siguió:

– Tu padre y yo éramos de la misma edad, pero él era más grande y cuando estábamos en sexto o septimo, tu abuela le daba a mi madre toda su ropa usada. Tenía que ir a la escuela con la ropa de segunda mano de tu padre y estaba tan celoso que algunas veces casi me ahogaba por ello. Todos los días me veía ir a la escuela con su ropa vieja y nunca dijo una sola palabra. Ni una. Pero no sólo a mi, a nadie. De todas maneras los demás niños se dieron cuenta y se burlaron: “Oye Sawyer, ¿no es esa la camisa vieja de cuadros de Hoyt?”. Si tu padre hubiera estado por allí, hubiera negado con la cabeza y dicho: “ Caramba, no. Nunca la había visto antes”. Jesús, lo odiaba por eso. Si sólo me hubiera tirado mi pobreza a la cara, podría haberme pegado con él. Pero nunca lo hizo y evocándolo, supongo que no estaba en su naturaleza. De alguna manera, creo que me hubiera llevado bien con él, hubieramos sido buenos amigos.

Bobby Tom se sintió un orgullo tan abrumador como inesperado. Y luego, casi inmediatamente, un devastador sentimiento de pérdida. Se mostró insensible para no exteriorizar ninguna de esas emociones.

– Pero incluso así lo odiabas.

– Supongo que era envidia. En secundaria le rompí la taquilla y robé la chaqueta que guardaba allí. Creo que nunca supo que había sido yo. Nunca pude ponerme la maldita cosa, por supuesto; ni siquiera quería. Pero la cogí y la quemé, así nunca podría volver a ponérsela él tampoco. Tal vez pensé que quemándola, quemaba parte de él o tal vez únicamente fuera que no podía soportar ver como se la ponía por los hombros a tu madre cuando iban para casa. Esa maldita cosa le llegaba casi por las rodillas.

Esa visión de sus padres como estudiantes de secundaria hizo que Bobby Tom se sintiera extrañamente desorientado.

– ¿Se trataba de eso? Era por mi madre.

– Supongo que siempre lo ha sido. -Sus ojos se nublaron como si sus pensamientos los inundaran-. Era tan bonita. Ella piensa que no porque no llevó sujetador hasta el segundo año y es todo lo que recuerda, pero yo no, era preciosa, con sujetador o sin él. Era como tu padre, amable con todo el mundo. -Se rió con genuina diversión-. Con todo el mundo salvo conmigo. Un día se encontró conmigo en el vestíbulo cuando no había nadie más. Iba a llevar algo al despacho de un profesor, supongo, ya que era hora de clase. Me subí las solapas, me recosté contra unas taquillas. Le dirigí mi mejor mirada de matón y la miré de arriba abajo, probablemente la asusté de muerte. Recuerdo que tensó las manos en el sobre que llevaba, pero me miró fijamente y me dijo: “Wayland Sawyer, si no quieres acabar tirado en la calle, sería mejor que estuvieras en clase”. Toda una señora, tu madre.

Era duro seguir mostrando antipatía ante tamaña e implacable honradez, pero Bobby Tom se recordó que Sawyer ya no era un matón adolescente y que ahora la amenaza sobre su madre seguía siendo real.

– Una cosa es lo que hizo un niño -dijo quedamente-. Y otra lo que hizo un hombre. Dime qué le has hecho.

Bobby Tom realmente no esperaba que le contestara y no se sorprendió cuando Sawyer se giró sin responder y caminó hacia el perchero de madera. Cuando devolvió a su sitio el palo de golf, se apoyó contra el mostrador con una postura casual pero su cuerpo estaba tenso. Bobby Tom se puso alerta, como si estuviera a punto de recibir un golpe.

Way miró al techo y tragó saliva.

– La hice creer que cerraría Tecnologías Rosa a no ser que se convirtiera en mi amante.

Bobby Tom sintió una explosión en su interior. Atravesó velozmente la estancia con intención de matar a ese hijo de puta, para pararse justo delante de él dejando que la frialdad sustituyera la furia. Tomó por las solapas al otro hombre.

– Supongo que te habrá dicho que te fueras al infierno.

Way se aclaró la voz.

– No. No, no lo hizo.

– Voy a matarte -Las manos de Bobby Tom se tensaron sobre la chaqueta, y empujó a Sawyer contra el mostrador.

Way lo agarró por las muñecas.

– Ahora escúchame bien. A ti se te suele dar bien.

Bobby Tom necesitaba conocer el resto, y se obligó a sí mismo a dejar de empujarlo, aunque no lo soltó. Su voz fue baja y mortífera.

– Empieza a hablar.

– Nunca se lo dije, pero es lo que creyó que quería decir. Esperé demasiado para decirle la verdad. Aunque parezca mentira, en el resto del mundo me consideran un tío medianamente decente y pensé que si pasábamos tiempo juntos, ella se daría cuenta. Pero las cosas se me fueron de las manos.

– La violaste.

– ¡No! -Por primera vez apareció la cólera de Sawyer y entrecerró los ojos-. Puedes creer un montón de cosas sobre mi, Denton, pero no eso. Lo que sucedió entre nosotros no es asunto tuyo, pero te diré una cosa: no la forcé.

Bobby Tom estaba irritado. No quería pensar mal de su madre en ninguna circunstancia. Y lo que era peor, no podía soportar la idea de que se hubiera entregado a Way Sawyer voluntariamente, no cuando estaba casada con su padre, no mientras el recuerdo de Hoyt Denton aún estaba vivo.

Tan abruptamente como había aparecido, la cólera de Sawyer se desvaneció.

– No la forcé, pero era demasiado pronto para ella y yo lo sabía. Aún ama a tu padre, muchísimo. Era un hombre intachable y no la puedo culpar por ello. Pero él está muerto y yo no. Y ella está sola. Además a ella le importo, pero no hará nada y creo que principalmente será por ti.

– Eso no lo sabes.

– Eres la persona más importante de su vida y se cortaría el brazo antes que hacerte daño.

– Quiero que te mantengas alejado de ella.

Way lo miró con manifiesta hostilidad.

– Espero que no hayas imaginado que he abierto mi corazón ante ti porque soy masoquista. No me gustas demasiado -por lo que veo eres un bastardo egoísta- pero espero equivocarme. Espero que haya más de tu padre en ti de lo que veo en este momento. He sido honesto contigo porque a no ser que suceda un milagro, sin tu aprobación, no tenemos ni una oportunidad.

– No va a haber ningún milagro.

Era un hombre orgulloso, y no hubo súplica en su voz.

– Todo lo que quiero es tener la oportunidad, Bobby Tom. Sólo quiero eso.

– ¡Tú quieres mi jodida bendición!

– Eres el único que puede hacer que no se sienta culpable.

– ¡Pues es una lástima, porque no voy a hacerlo -Clavó el dedo en el pecho de Sawyer-. Te lo advierto. Deja en paz a mi madre. Si vuelves siquiera a mirarla, lo lamentarás.

Way lo miró con ojos duros y resueltos.

Bobby Tom se dio la vuelta y salió de la habitación, respiraba tan fuerte que tuvo que detenerse y tranquilizarse después de subir las escaleras. Tenía razón sobre eso, lo sabía. Way había lastimado a su madre y costara lo que costara, iba a impedir que sucediera de nuevo.

Uno de sus viejos compañeros de equipo le llamó, y se encontró en medio de la gente que se reunía alrededor de la barra. Fue de un grupo a otro, dando palmaditas en la espalda e intercambiando viejas historias como si no le preocupara nada en el mundo; Pero mientras iba saludando a sus viejos colegas, miraba hacia la puerta buscando a Gracie, necesitándola para serenarse después de su encuentro con Sawyer. ¿En qué demonios se estaba entreteniendo? Ahogó el alocado impulso de correr al aparcamiento para buscarla.

Por el rabillo del ojo, vio a Sawyer de pie en la barra hablando con Luther y no mucho después vio a su madre en la otra punta de la habitación charlando con algunas de sus amigas. Parecía estar pasándolo bien, pero estaba demasiado lejos para asegurarlo. Pensaba ir con ella a ese crucero del que le había estado hablando tan pronto se acabara el rodaje. No pensaba que fuera a disfrutarlo, pero le gustaba estar con su madre y sería un buen escape para ella. Gracie también iría, así no se volvería loco por estar confinado en un barco y los tres se divertirían de lo lindo. Cuanto más lo pensaba, más le gustaba la idea, sentía como se evaporaba su mal humor.

Bruscamente se paralizó al ver como la mirada de su madre se detenía en Way Sawyer. Instantaneamente, sus ojos se llenaron de tristeza y de un anhelo tan grande que apenas pudo soportar verlo. Way se giró y la vio. Lo que estaba apunto de decir a Luther quedó en el olvido. La expresión de la cara de Sawyer se suavizó con una emoción que, Bobby Tom supo en su interior lo que era, pero no quiso darle nombre.

Los segundos pasaron. Ni Way ni Suzy se movieron. Finalmente, se giraron al unísono como si no pudieran tolerar más el dolor.

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