capítulo 23

Gracias a la obstinación de Gracie, Bobby Tom jugó el peor golf de su vida, y también del jodido torneo. Como consecuencia se vio forzado a aguantar la interminable burla de sus amistades. Algunos se contenían sólo por las noticias de la ruptura de su compromiso.

Esa noche, cuando llegó al Hoedown, se sentía totalmente agobiado por la conversación sin fin de los trofeos sexuales que Bruno había enviado desde Chicago. Ambar no dejó de decirle que la carrera de microbiólogo era mucho más aburrida que la de bailarina exótica; Charmaine anunció que era Leo pero que tenía la luna en la casa de las tortitas o una estupidez semejante y Payton sugería que ¡Le hiciera el examen de fútbol! Bobby Tom no quería otra cosa más que regalárselas a Troy Aikman, pero las necesitaba cerca cuando viera a Gracie para pasárselas por las narices.

Tenía que decir a favor de Bruno, que eran autenticos bombones, pero Bobby Tom no sentía ni una pizca de interés por ninguna de ellas. Llevaban sus personales versiones de lo que debía ser ropa del oeste: Ambar estaba embutida en unos vaqueros de plástico y un gran panuelo hacía de top con una estrella de sheriff en el canalillo, Payton llevaba la ropa de una chica de Saloon y Charmaine una falda vaquera muy corta. Cuando vio a Gracie que lucía el mismo vestido que había llevado en la inauguración del día anterior, no pudo dejar de pensar que estaba mejor vestida que las tres juntas, una observación que no hizo nada por mejorar su humor.

El Hoedown se había organizado en un rancho a varios kilómetros del pueblo y era una fiesta medio privada para los participantes del torneo de golf, la gente de la película y la comisión del Festival de Heaven, osea gran parte del pueblo. Por insistencia de Bobby Tom, la fiesta se había cerrado a los turistas para que los famosos pudieran disfrutarla sin ser acosados por los cazadores de autógrafos, algo que tenían prohibido todos los del pueblo. La única ceremonia de esa tarde sería en la que Bobby Tom premiaría a los ganadores del torneo de golf. Los turistas, mientras tanto, no podían ser desatendidos y los habitantes del pueblo estarían yendo y viniendo a lo largo de toda la tarde para que los diversos acontecimientos del pueblo fueran puntuales como un reloj: el desfile de rodeo, el grupo de música country, los servicios de comida.

Se habían llenado los árboles de alrededor de la casa del rancho con luces de colores y había una pista de baile provisional cerca del granero, junto a una plataforma que hacía de escenario para la entrega de premios. Otra vez, los ojos de Bobby Tom regresaron a la mesa que habían situado junto a la pista de baile donde Gracie alienaba los boletos de la rifa de la colcha patchwork que habían hecho a mano los residentes de Arbor Hills. Observarla le produjo una sensación dolorosa que rápidamente rechazó.

– Oye, B.T., me pareció que tuviste un ligero problema después del hoyo nueve. -Bubby apareció con Terry Jo a su lado, los dos con vaqueros y camisas de western y vasos de cerveza en las manos.

– Y antes también -dijo Terry Jo dirigiendo una mirada malévola a los trofeos sexuales para luego mirar a Bobby Tom-. ¿Puedes entretener a las niñitas de B.T. un minutito, Buddy? Necesito decirle a este Pez Gordo unas palabras.

Lo último que Bobby Tom quería en ese momento era mantener una conversación privada con Terry Jo, pero no le dejó mucha elección cuando lo agarró del brazo y lo empujó contra la cerca.

– ¿Qué demonios te pasa? -le espetó en el momento que estuvieron fuera del alcance de oídos curiosos-. Sabes lo que le estás haciendo a Gracie, al romper el compromiso de esta manera, ¿no?

La miró con indignación.

– ¿Te ha dicho ella que yo rompí nuestro compromiso?

– No me ha dicho casi nada cuando hablé con ella esta mañana, sólo que los dos habíais tomado la decisión mutua de terminar la relación.

– Y tú asumiste que quería decir que yo la había terminado.

– ¿No lo hiciste?

– Caramba, no.

– ¿Quieres decir que Gracie te dejó?

Vio demasiado tarde la trampa en la que se había metido él solito.

– Por supuesto que no. Nadie me deja.

– ¿Lo hizo? ¡Te dejó! ¡Dios santo! Por fin una mujer le devuelve a Bobby Tom Denton un poquito de su propia medicina. -Sonriendo ampliamente, levantó el rostro al cielo-. ¡Gracias, Dios mío!

– ¡Déjalo ya! No me dejó. ¡Es imposible que sigas creyendo a estas alturas que estábamos realmente comprometidos! Fue simplemente una táctica para mantener alejado a todo el mundo mientras estaba en el pueblo. -El que Terry Jo se lo tomara a broma le hacía más daño del que quería reconocer.

– Por supuesto que estabais comprometidos. Hasta un ciego puede ver lo mucho que os amais.

– ¡No lo hacemos! Bueno, puede que ella me ame, pero…, yo sólo le tengo cariño. ¿Quién no puede hacerlo? Es una mujer excepcional. Pero ¿amor? No es mi tipo, Terry Jo.

Terry Jo le dirigió una mirada larga y firme.

– Es asombroso. No sabes más ahora sobre mujeres que cuando me dejaste por Sherri Hopper en secundaria. -Lo miró con tristeza-. ¿Cuándo vas a crecer, Bobby Tom?

Sin otra palabra, se alejó de él. Él clavó los ojos en su espalda con una mezcla de resentimiento y sufrimiento. ¿Por qué actuaba como si fuese culpa suya? ¿Y cuándo se había puesto su vida tan patas arriba? Hasta hacía poco él había pensado que el peor día de su vida había sido cuando se lesionó la rodilla, pero ahora se preguntaba si su mayor desgracia no habría ocurrido la noche en que Gracie se presentó en su casa con su striptease.

Natalie se acercó hasta él con Anton, que llevaba a Elvis en brazos. Al saludarlos, pensó en lo bella que era. Y también agradable. La había visto retorcerse desnuda mientras la besaba durante horas. Se había pegado a su cuerpo, había forzajeado con él, le había disparado y el mismo el día anterior habían tenido que saltar juntos al río. Natalie y él habían pasado muchas cosas juntos, pero no sentía por ella ni la más mínima parte de lo que sentía cuando estaba con Gracie.

Los tres charlaron durante un par de minutos y lo siguiente que supo era que estaba con Elvis en brazos para que sus padres pudieran bailar. El bebé agarró el ala del stetson y como no lo pudo coger, decidió chupar el extremo de la bufanda de seda negra que Bobby Tom llevaba al cuello. Aunque siempre había sido muy puntilloso con su ropa no tenía suficientes ganas para rescatarla. Tenía el olor limpio de los bebés y sintió un dolor extraño y profundo en el pecho.

Los trofeos sexuales venían hacia él, pero fingió que no las veía y se agachó rápidamente tras uno de los mostradores para poder estar unos minutos solo. Elvis comenzó a chupar el cuello de su camisa. Cuando se acercó a una de las mesas con comida, vio a su madre a unos diez metros. Vestía de maestra, con una falda oscura y una blusa blanca con el camafeo de su abuela prendido en el cuello alto. Se tensó al observar como Way la abordaba. A la vez notó que Way llevaba vaqueros decolorados, un stetson gastado, botas viejas y camisa de franela.

Su madre pareció a punto de saltar cuando vio acercarse a Sawyer. Él puso la mano sobre su hombro y Bobby Tom se tensó, listo para ir en su rescate cuando vio que ella apoyaba su cuerpo en él.

Por un momento, tuvo la desagradable sensación de que ella se iba a recostar contra Sawyer, pero entonces ella enderezó la espalda y se dio la vuelta.

Way se quedó allí parado. Cuando finalmente se giró, Bobby Tom vio tal desesperación en su cara que supo que no lo podría olvidar nunca. Apretó al bebé entre sus brazos y sintió como comenzaba a sudar. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué repentinamente se sentía como si Way Sawyer y él fueran hermanos?


*****

– Estás rompiendo el corazón de Bobby Tom -remarcó Terry Jo. Había sacado a Gracie de la mesa donde vendía los boletos para mantener la conversación que había comenzado hacía unos minutos-. ¿Cómo pudiste dejarlo de esa manera?

Aunque Gracie rara vez era sarcástica, las tres rubias se colgaban otra vez del brazo de Bobby Tom rompiendo las defensas que había erigido.

– Ciertamente se lo ve apesadumbrado.

– No le importan nada estas rubias tontas y tú lo sabes. Eres tú quien le importa.

– Importar está a mucha distancia de amar. -Observó cómo una de las bellas rubias llevaba una cerveza a sus labios. No sabía que había sido más doloroso: verlo antes con Elvis en brazos o verlo ahora con esas increíbles mujeres-. Me duele demasiado estar con él.

Terry Jo no mostró simpatía.

– Nada que valga la pena se obtiene sin luchar. Pensaba que tenías más agallas, pero me olvidé de que eras yanqui.

– No entiendo por qué estás tan enfadada. Todo el mundo piensa que no soy su tipo.

– Cierto. Pero como Bobby tom ha dicho siempre: “¿Quién entiende los misterios del corazón?”

– ¡Mentía cuando dijo eso! Seguramente sabes que la mayor parte de lo que sale por su boca son trolas.

Terry Jo se mostró enfadada.

– No es cierto. Bobby Tom Denton es una de las personas más sinceras que conozco.

– ¡Ja!

– Para estar tan enamorada de él, te aseguro que lo disimulas bien.

– Que lo ame no significa que sea ciega. -Se alejó-. Tengo que regresar a la mesa.

– No, no tienes que volver. El club de bridge de Susy se hará cargo el resto de la noche. Sal por ahí y pásalo bien. Muéstrale que no puede manipularte como lo está haciendo porque eso es lo que hace y todo el mundo lo sabe.

Como si Terry Jo se lo hubiera ordenado, Ray Bevins, uno de los cámaras de la película, apareció al lado de Gracie.

– Llevo toda la tarde esperando que acabaras para poder bailar contigo, Gracie.

Gracie ignoró la sonrisa alentadora de Terry Jo.

– Lo siento, Ray, pero no me siento con ganas de bailar esta noche.

– Bueno, he oido por ahí que Bobby Tom y tú habeis roto. Da la impresión de que está haciendo lo que puede para darte celos.

– Es justo lo que está haciendo.

– No deberías dejar que hiciera algo así. A todo el equipo le cae bien Bobby Tom, pero supongo que no es un secreto que te apreciamos más a ti. Echamos a suerte quién tendría el placer de bailar contigo de primero y tuve la fortuna de ganar.

Ella le dirigió una sonrisa agradecida.

– Gracias, pero, para ser sinceros, no tengo corazón para hacerlo. -Antes de que Ray o Terry Jo la pudieran presionar, se escabulló entre la multitud. Era bonito saber que algún hombre la encontraba deseable, pero simplemente no tenía fuerzas para ser sociable esa noche.

Se sentó en el asiento de madera de la mesa donde estaban Natalie y Anton con Elvis. Sólo después de tranquilizarse se dio cuenta de que su posición le permitía una buena vista de Bobby Tom en medio de su rebaño de mujeres. Parecía como si tuviera todo el tiempo del mundo, riéndose continuamente y gozando obviamente de que ahora era un hombre libre. Una de las mujeres le daba patatas fritas mientras otra se restregaba contra su brazo. Casi como si pudiera sentir que Gracie lo observaba, levantó la cabeza y la giró, posando la mirada sobre ella. Entrecerró los ojos y por un momento ninguno de los dos se movió. Luego sonrió a una de sus mujeres y mientras Gracie lo observaba, inclinó la cabeza y le dio un beso lento y premeditado.

Si le había querido causar más dolor, no podía haber encontrado mejor manera. Ahuecó la cabeza de la mujer con su mano y mientras hacía más íntimo el beso, Gracie recordó exactamente la manera en que ella lo había sentido. ¡Esa boca es mía!, quiso gritar.

Varios deportistas que reconoció de la cena de la noche anterior lo abordaron y antes de que pasara mucho tiempo, él los entretenía con alguna historia cómica, a juzgar por sus reacciones. Al mismo tiempo, había mantenido sus brazos sobre los hombros de las dos mujeres. Sabía mejor que nadie lo encantador que podía ser y no pasó demasiado tiempo antes de que lo rodeara una pequeña multitud para escucharlo.

– Toolee Chandler me dijo que si compraba diez boletos de la rifa, me tocaría un baile contigo. -Levantó la cabeza con rapidez y vio a Way Sawyer a su lado, con un montón de rifas en la mano.

Ella sonrió.

– Aprecio el apoyo, pero no tengo ganas de bailar.

Él extendió la mano y la puso de pie.

– Vamos, Gracie. Pareces un perro apaleado.

– No disimulo bien mis sentimientos.

– Eso no es precisamente nada nuevo. -Way rodeó sus hombros con un brazo y para su sorpresa, le plantó un beso en la boca. Se asombró tanto que se quedó sin habla.

– Eso -dijo él sonriendo ampliamente- va a poner a Bobby Tom a cien.

Imponiéndose firmemente, la arrastró a la pista de baile. El grupo tocaba una balada, y la acercó a su pecho, donde se sintió tan cómoda que quiso cerrar los ojos y descansar la cabeza.

– Eres un buen hombre -dijo ella-. Siempre lo supe.

– ¿Incluso antes de que hiciera el anuncio de que no trasladaría Tecnologías Rosa?

– Nunca pensé que cerrarías. Todo lo que tenían que haber hecho era mirarte.

Su pecho retumbó con una risa ahogada. Bailaron un rato en silencio, y luego ella sintió la imperceptible tensión de sus músculos. Siguió la dirección de su mirada fija y vio pasar a Suzy, bailando con Buddy Baines. Ella le devolvía la mirada pareciendo tan triste como él.

– Bobby Tom no está siendo deliberadamente cruel, ya lo sabes -dijo ella suavemente-. Es muy protector con ella. Pero tarde o temprano entrará en razón.

– Tienes una visión muy optimista de la naturaleza humana. -Los condujo a otra parte de la pista de baile cambiando de tema al mismo tiempo-. La gente va a sentir que te vayas. Has hecho más por este pueblo en el poco tiempo que has estado aquí que la mayoría de ellos en toda su vida.

Ella estaba realmente asombrada.

– No he hecho nada.

– ¿Ah, no? Deja entonces que te explique lo que yo veo. Has creado un grupo de voluntarios para mejorar Arbor Hills además de establecer diversos programas de actividades. Fue idea tuya crear una centro social para gente de la tercera edad. He oído que has pasado mucho tiempo visitando a algunas personas que no tienen familia. Para mi, todo eso vale bastante más que ganar partidos de fútbol.

Ella comenzó a protestar. Bobby Tom ayudaba a los demás de incontables maneras, aparte de su tiempo y su dinero. Pero en ese momento se detuvo. El Sr. Sawyer no estaba hablando de Bobby Tom; Hablaba de ella. Y estaba en lo cierto.

¿Cuándo se acostumbraría a ver que su talento podía ser tan importante como cualquier otro? ¿Ocuparse de la gente mayor tenía menos valor que rezumar encanto y belleza? Se sintió extrañamente desorientada. Era como si se abriera una puerta que ni siquiera sabía que existiera, mostrándole una nueva imagen de sí misma, una imagen libre de las cortapisas emocionales que había cargado toda su vida. Tenía amigos, gente que se preocupaba por ella y vivía su vida según sus reglas doradas.

Pero se había conformado con muy poco. Desde el día que había conocido a Bobby Tom, se había sentido afortunada por las pequeñas migajas de afecto que él se había dignado a brindarle. Pero no debería de haber sido así. Era digna de algo más que las sobras emocionales de otra persona.

Terminó la canción y una terrible tristeza cayó sobre ella. No había nada malo en ella. Era de las mejores personas que conocía y más que digna del amor del Bobby Tom Denton. Pero él nunca lo entendería así, nunca entendería lo que estaba rechazando.


*****

Bobby Tom le pasó los trofeos sexuales a un par de jugadores de los Phoenix Suns para poder hablar con su madre.

– Creo que has reservado este baile para mí.

– Estoy segura que en algún sitio tengo mi carnet de baile. -Suzy sonrió cuando él tomó su mano y caminaron juntos hacia la pista de madera.

Ambos eran buenos bailarines -él había aprendido de ella- y durante un rato se movieron sin hablar con el ritmo de un pasodoble, pero él no estaba disfrutando como haría normalmente. Gracie no había dejado de bailar con uno u otro desde que Way Sawyer la había besado. Rechinó los dientes ante el recuerdo.

Aunque era difícil, se obligó a sí mismo a ocultar su infelicidad por el momento y hacer lo que debería haber hecho tan pronto recapacitó sobre lo sucedido en San Antonio, lo que tenía que haber hecho la noche anterior al ver como se miraban su madre y Sawyer en el club de campo.

– Mamá, tenemos que hablar de lo que te ocurre y esta vez no te vas a ir por la tangente con jardinería y folletos de cruceros.

Su espalda se envaró bajo su mano.

– No hay nada de que hablar.

– Ya sabes que yo también lo echo de menos, ¿no?

– Lo sé. Te quería mucho.

– Era un padre genial.

Ella levantó una ceja mientras lo miraba.

– ¿Te das cuenta de que a tu edad ya tenía un hijo de catorce años?

– Uhmm.

Frunció el ceño arrugando la frente.

– ¿Qué os pasó a Gracie y a ti? ¿Por qué has venido con esas espantosas mujeres esta noche?

– No pasó nada. Sabes que eso del compromiso era falso, así que no actúes como si nos fuéramos a divorciar o cualquier tragedia de ese tipo.

– Me acostumbré a pensar en vosotros como en una pareja. Supongo que empezaba a creer que te casabas de verdad.

Él dio un bufido para ocultar su incomodidad.

– Mamá, honestamente, ¿puedes imaginarnos a Gracie y a mí casados?

– Oh, sí, con mucha facilidad. Admito que no al principio, pero en cuanto conocí bien a Gracie, pensé que era perfecta para ti, especialmente cuando vi lo feliz que te hacía.

– Eso no era felicidad. Sólo me reía de ella, eso es todo, la mitad del tiempo es realmente ridícula.

Ella lo miró, lentamente negó con la cabeza, luego descansó la mejilla contra su pecho un momento.

– Me preocupas, cielito. Mucho.

– Bueno, como tú también me preocupas a mi, estamos empatados. -Vio como al otro lado de la pista Gracie se deslizaba con Dan Calebow. Su ex-entrenador parecía estar pasándolo muy bien. La esposa de Dan, Phoebe, bailaba con Luther Baines, que se esforzaba por no mirarle el escote-. Mamá, tenemos que hablar de lo que pasa contigo y con Sawyer.

– Su nombre es Wayland. Y no hay nada de lo que hablar.

– Eso no es lo que él dice.

Sus ojos brillaron intensamente.

– ¿Habló contigo? No estuvo bien que lo hiciera.

– Quiere que haga de Cupido y os junte a los dos.

– No me puedo creer que haya hablado contigo.

– Y los dos somos bastante violentos, asi que no fue precisamente una de las conversaciones más agradable que he tenido. Bueno, como no soy yo quien está enamorado de él supongo que no tiene demasiada importacia.

Él esperó que negara lo que acababa de decir. Pensó que frunciría el ceño y se indignaría, pero, en vez de eso volvió la cara.

– No estuvo bien que te involucrara.

Su madre amaba a otra persona. Cuando asumió la idea, esperaba un ramalazo de cólera, pero, para su sorpresa no pasó lo que había pensado.

Él trató de buscar las palabras cuidadosamente.

– ¿Qué hubiera pasado si fueras tú quien hubiera muerto, mamá? Y si cuatro años después de tu muerte, papá encontrase a alguien que le importara lo suficiente, alguien que haría que no se sintiera solo todo el tiempo. -Después de evitar la conversación durante tanto tiempo, de alguna manera era el momento para hablar de ello, y tuvo la extraña sensación de que Gracie lo impulsaba-. ¿Que pasaría si a él le hubiera ocurrido lo mismo y apartara a esa persona de su vida por lo que sentía por ti? ¿Qué te gustaría que le dijera?

– No es lo mismo.

Él captó la agitación en su voz y supo que la estaba alterado, pero continuó.

– ¿No? Es exactamente lo mismo.

– ¡No sabes lo que diría! No lo entiendes.

– Eso es cierto. Sólo imagino lo que él diría, eso es todo. Supongo que querrías que le dijera que estuviera solo el resto de su vida. Para que hiciera lo que estás haciendo tú, darle la espalda a esa otra persona y preocupándote de ponerle velas durante el resto de tu vida.

– ¡No entiendo por qué me estás presionando así! Ni siquiera te gusta Wayland, me lo dijiste.

– No, no me gusta, pero te diré una cosa, sin duda alguna respeto a ese hijo de puta.

– No seas vulgar -dijo ella automáticamente. Y luego lo miró con los ojos llenos de lágrimas-. Bobby Tom, no puedo. Tu padre y yo…

– Se lo que sentíais el uno por el otro, mamá. Os veía todos los días. Tal vez por eso no tenga ni he tenido demasiado interés en casarme. Porque siempre he querido lo mismo.

Por el rabillo del ojo, vio a Gracie bailando y en ese momento exacto, supo que lo que sus padres habían tenido todos esos años estaba al alcance de su mano. Jesús. Con su madre entre sus brazos y sintiendo la presencia de su padre, supo en lo más profundo que la misma intimidad lo esperaba al otro lado de la pista de baile. La amaba. Saberlo hizo flaquear sus rodillas. Amaba a Gracie Snow, con sus ropas horrorosas, sus modales autoritarios y todo lo demás. Era su diversión, su conciencia, el reflejo de su alma. Era su descanso. ¿Por qué no se había dado cuenta hacía semanas?

Llevaba tanto tiempo pensando en cómo debía ser su vida que se había cegado a sus necesidades reales. La había comparado con los trofeos sexuales y había dado por perdedora a Gracie porque no tenía pechos grandes. Había ignorado el hecho inegable de que las mujeres que iban a fiestas y que sólo pensaban en su apariencia le aburrían desde hacía años. Había pasado por alto que los ojos grises de Gracie y sus rizos rebeldes le hacían la boca agua. ¿Por qué se había aferrado tan tenazmente a la idea de que esos trofeos sexuales eran lo que quería? Gracie tenía razón. A su edad, debería saber qué era lo que necesitaba en la vida desde hacía mucho tiempo. En vez de eso, había seguido juzgando a las mujeres con el baremo que tenía cuando era un adolescente con las hormonas a flor de piel; se sentía avengonzado. La belleza de Gracie lo satisfacía desde el principio. Era real y profunda, se alimentaba de su innata bondad. Era el tipo de belleza que se nutría del alma y que seguiría teniendo cuando fuera una viejecita.

Amaba a Gracie Snow e iba a casarse con ella. ¡Iba a casarse con ella de verdad, maldita sea! Quería pasar el resto de su vida con ella para llenar su vientre de bebés y su casa de amor. En lugar de asustarle, la idea de pasar el resto de su vida con ella le hizo sentir tal alegría que sintió como si fuera a levitar sobre la pista de baile. Quiso arrancarla de los brazos de Dan Calebow en ese mismo momento y decirle que la amaba. Quería que se derritiera delante de sus ojos. Pero no podía hacer nada de eso hasta haber arreglado las cosas con su madre.

Miró a Suzy. Sentía una opresión en el pecho y su voz no sonó normal.

– Esta vez he actuado como si mi aversión por Way fuera algo personal, pero lo cierto es que me habría comportado igual fuera quien fuera. Creo que una parte de mi le gustaría encerrarte y que llevaras luto por papá el resto de tu vida sólo porque era mi padre y lo amaba.

– Oh, cariño…

– Mamá, escúchame. -La miró con urgencia-. Hay una cosa tan segura como que me llamo Bobby Tom. Papá nunca hubiera querido que hicieras eso y no habría querido que sufrieras de la manera en que sufres, ni en un millón de años. Vuestro amor fue grande y hermoso, pero dándole la espalda al futuro, lo estás haciendo parecer mezquino.

Él oyó como jadeaba.

– ¿Eso es lo que piensas que estoy haciendo?

– Sí.

– No tenía intención -dijo ella débilmente.

– Eso ya lo sé. ¿Tus sentimientos por Sawyer cambiarán lo que sientes por papá?

– Oh, no. Nunca.

– ¿Entonces no piensas que ya es hora de reunir el valor suficiente para seguir adelante?

Él casi pudo ver cómo mejoraba su estado de ánimo.

– Sí. Sí, pienso que sí. -Por un momento ella no hizo nada y luego lo abrazó fuertemente.

Él echó un vistazo alrededor y cambió su situación en la pista de baile. Ella apretó su hombro.

– Eres el hijo más maravilloso que cualquier mujer podría tener.

– Veamos si todavía dices eso después de la vergüenza que te voy a hacer pasar. -Soltando su mano, extendió la suya para golpear ligeramente a Way en el hombro mientras bailaba. El hombre de más edad se paró y lo miró inquisitivamente.

Bobby Tom habló:

– ¿Vas a acaparar a la Sra. Baines toda la noche, Sawyer? Ella y yo tenemos algunas cosas de las que hablar, ¿no es cierto, Sra. Baines? ¿Cambiamos de pareja?

Way pareció tan atónito que, por un momento, Bobby Tom pensó que iba a dejar pasar tan excelente oportunidad. Pero rápidamente se recuperó y casi atropelló a la pobre Judy Baines en su ansia por poner las manos sobre Suzy.

Poco antes de que ella se deslizara entre sus brazos, la mirada de Sawyer encontró la suya y Bobby Tom no podía recordar haber visto tanta gratitud en los ojos de otro hombre. Suzy, mientras tanto, mostraba en su expresión una mezcla de excitación y terror.

Bobby Tom tomó la mano de la Sra. Baines. Darse cuenta de que amaba a Gracie había dado la vuelta a su mundo y, para su asombro, comenzó a pasarlo bien. Le dirigió a Sawyer su más severa mirada de reojo.

– Mi madre es un miembro respetable de la comunidad, así que espero que te portes bien con ella. Y no te tomes demasiadas libertades, porque si tengo noticias de cualquier paso en falso antes de la boda, te haré pasar un mal rato.

Way echó la cabeza para atrás y se rió. Al mismo tiempo, rodeó con el brazo los hombros de Suzy y se la llevó por la pista de baile.

Judy Baines estiró el cuello para ver cómo desaparecían. Miró a Bobby Tom y chasqueó.

– Creo que se han ido detrás del granero.

– Con toda seguridad para meterse mano.

– ¿Y no vas a hacer nada?

– Entregar a la novia, Sra. Baines, y esperar lo mejor.


*****

Way y Suzy no podían dejar de besarse. La empujó contra el lateral del granero, sacando la blusa blanca fuera de la falda y metiendo la mano debajo. Ambos respiraban con dificultad; la absurda advertencia de Bobby Tom los había dejado con la frívola sensación de que se estaban ocultando.

– Te amo, Suzy. Llevo toda la vida esperándote.

– Oh, Way…

– Dilo, cariño. Dímelo. Necesito oír las palabras.

– Yo también te amo. Ya lo sabes. Llevo amándote mucho tiempo. Y te necesito muchísimo.

Way la besó otra vez, luego hizo la pregunta que flotaba en el aire.

– ¿Qué pasa con Hoyt? Sé cuánto significaba tu matrimonio.

Ella bajó la mano de su nuca para ahuecar su mandíbula.

– Siempre lo amaré, lo sabes, pero Bobby Tom me hizo entender algo esta noche que debería haber sabido hace mucho tiempo. Hoyt querría esto para mí. Te querría para mi. Supongo que siempre creeré que esta noche de alguna manera nos dio su bendición a través de su hijo.

Way acarició su mejilla.

– Esto ha sido duro para Bobby Tom. Sé lo que sentía por su padre. -Por primera vez desde que había comenzado a besarla, pareció preocupado-. No es ningún secreto que a tu hijo no le gusto, Suzy, pero te prometo que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que cambie de parecer.

Ella sonrió.

– Le gustas bastante; Sólo que aún no lo sabe. Créeme, vais a llevaros muy bien. Nunca me hubiera dado vía libre si no hubiera tomado una decisión sobre eso.

Él pareció relajarse, luego empezó a mordisquear su labio inferior. Al mismo tiempo, su pulgar encontró su pezón.

– Cariño, tenemos que irnos de aquí.

Ella se echó hacia atrás y le dirigió una amplia sonrisa traviesa.

– Bobby Tom dijo que se suponía que me tratarías respetuosamente.

– Lo haré. Primero te desnudaré y luego ya verás lo respetuosamente que te trato.

Ella fingió considerar la idea.

– No sé si deberíamos. Me pareció terriblemente intimidante.

Él gimió.

– Podría llevar un par de semanas que tengamos todo preparado para la boda y no puedo esperar tanto para tocarte. Tu hijo deberá respetar perfectamente las necesidades de sus mayores.

– No podría estar más de acuerdo.

Way la besó otra vez. Cuando finalmente se fueron, echó la cabeza para atrás y se rió. El mayor matón del instituto de Telarosa había ganado por fin el corazón de la chica más bonita del segundo curso.


*****

Cuando Bobby Tom subió al escenario para premiar a los ganadores del torneo de golf, estaba medio mareado de lo bien que se sentía. Amar y sentirse realizado en la vida llenaba más que el fútbol y acababa de decidir exactamente cómo iba a ocuparse de que Gracie supiera cuánto habían cambiado las cosas. Haciendo uno de sus gestos grandilocuentes de siempre, tenía intención de hacer a su futura esposa una propuesta de matrimonio que nunca olvidaría.

Gracie, mientras tanto, contaba los minutos para que esa horrible noche acabara. Trataba de encontrar algún tipo de paz al saber que ya nunca se contentaría con menos de lo que merecía, pero nada podía aliviar su angustia.

Terry Jo se había negado a efectuar el sorteo de la rifa de la colcha, así que tuvo que subir al palco, pero se mantuvo tan lejos de Bobby Tom como pudo. Mientras Luther agradecía a todos los deportistas su participación, ella miró a la multitud. Vio a Willow y el resto del equipo de Luna sangrienta. Elvis se había quedado dormido en brazos de Natalie, Buddy y Terry Jo estaban con Jim Biederot, viejo compañero de equipo de Bobby Tom, y los Calebow.

Gran parte de los amigos de Bobby Tom habían bailado con ella esa noche y a la mayor parte de ellos les había hecho gracia su ignorancia en vez de molestarlos. Desafortunadamente, de alguna manera habían descubierto que era ella quien había roto con Bobby Tom en vez de al revés. Si fueran mujeres habrían sentido simpatía al oír que a su amiga la habían dejado, pero los amigos de Bobby Tom parecían pensar que era increíblemente gracioso y supo que se habían estado metiendo con él toda la noche. Sabía lo que este tipo de golpe haría en su orgullo y una vaga sensación de aprensión envolvió su dolor.

Luther recogió la pecera de cristal que contenía los resguardos de los boletos de la rifa que se habían vendido antes y la llamó por señas para que se acercase.

– Antes de que Bobby Tom agradezca su asistencia esta noche, vamos a sortear la hermosa colcha que han hecho en Arbor Hills. La mayoría de vosotros conoceis a Gracie Snow. Seguro que la echaremos de menos después de que se vaya y vamos a agradecerle con un gran aplauso todo el arduo trabajo que ha realizado.

Sonó un gran aplauso, acompañado por algunos fuertes silbidos. Ella metió la mano en la pecera para sacar el ganador.

– Número Uno Tres Siete.

El boleto, previsiblemente, era uno de los que los miembros del equipo de rodaje habían comprado para Elvis, que se despertó cuando su madre se adelantó. Gracie entregó la colcha a Natalie y le dio un abrazo y un beso al bebé, dándose cuenta cuando lo hizo cuánto iba a echar de menos al risueño bebé. Con la tarea realizada, se adelantó para bajar del estrado sólo para descubrir que Luther le cerraba el paso.

Bobby Tom se acercó al micrófono y lanzó uno de esos monólogos que habían hecho sentir orgulloso a un cómico. Mientras se burlaba de las partidas de golf que habían realizado sus amigos y de su escasa puntuación, ella pensó que nunca lo había visto tan divertido. Sus ojos resplandecían de felicidad y su amplia sonrisa podría hacer sombra a un modelo de pasta dentrífica. Tuvo el deprimente pensamiento de que él había encontrado la mejor manera de probar a todo el mundo que no tenía el corazón roto.

Terminó de presentar a los ganadores y ella esperaba que se apartara del micrófono para poder escabullirse. En vez de alejarse, la miró a ella.

– Antes de que comenzamos de nuevo el baile, tengo un anuncio más que hacer…

Un estremecimiento escalofriante se deslizó por su columna.

– Alguno de vosotros puede haber oído que Gracie y yo hemos roto nuestro compromiso. Tambien puede que hayais oído que no está precisamente loca por mí en este momento. -Una y otra vez su boca se curvaba en una amplia sonrisa tan cautivadora que era imposible imaginar que ni siquiera la persona más irrazonable del mundo pudiera contrariarle.

Ella rezó para que se detuviera. Ella no podía abandonar la idea de que él estaba, de alguna manera, mostrando su sufrimiento personal para que toda esa gente lo viera, pero él continuaba hablando.

– La cosa es que hay compromisos y compromisos y no niego que Gracie y yo estábamos comprometidos por estar comprometidos. Pero es el momento de hacer las cosas bien. Trae a Gracie para acá, Luther, porque está aún algo disgustada conmigo y dudo que venga ella sola.

Jamás le perdonaría eso, pensó ella, cuando Luther rió con evidente satisfacción y la empujó hacia delante. Ella miró a Terry Jo, a Natalie y a Toolee Chandler todas paradas entre la multitud, pidiéndoles con la mirada que la ayudaran, pero no hacían más que sonreír. Los amigos de Bobby Tom parecían disfrutar también.

Él la rodeó con el brazo y bajó la mirada hacia su rostro crispado.

– Gracie, aquí, delante de Dios, de mi gente y de todas esas ratas de gimnasio que llamo amigos, te pido que me hagas el honor de convertirte en mi esposa. -Puso la palma de la mano en el micrófono para murmurar por lo bajo-: Te amo, cariño, y esta vez es de verdad.

Un horrible estremecimiento la invadió. Nunca imaginó que nada pudiera hacer tanto daño. La gente se reía y aplaudía. Esta era su gente, con la que había crecido, eran sus amigos y él no podía tolerar que lo vieran como a un perdedor. Había mentido al decirle que la amaba. Mentir era fácil para él y para salvar su reputación, estaba dispuesto a destruirla.

Sus palabras suaves y entrecortadas eran sólo para sus oídos.

– No puedo casarme contigo, Bobby Tom. Me merezco algo mejor.

Sólo cuando oyó su voz, amplificada por los altavoces, se dio cuenta de que él había quitado la mano del micrófono antes de que ella hablara. Las risas de la audiencia se detuvieron abruptamente. Hubo algunas risitas nerviosas y luego, cuando la gente se dio cuenta de que ella había hablado en serio, silencio absoluto.

La cara de Bobby Tom se puso pálida. Afligida, lo miró fijamente a los ojos. No había querido humillarle, pero las palabras habían sido dichas y no las negaría porque eran ciertas.

Ella esperaba que se le ocurriera algún tipo de comentario sarcástico para sacar hierro a la situación, pero él no dijo nada.

– Lo siento -murmuró ella, echándose para atrás-. Lo siento realmente. -Se giró y se apresuró a bajar del palco.

Mientras se abría camino entre la gente estupefacta y silenciosa, esperaba oír su voz perezosa y arrastrada, su risa entrecortada y cautivadora amplificada por el micrófono para su gente. En su mente, incluso podía oír las palabras que escogería.

¡Guauuuu! Señores, eso sí que es una aútentica loca. Apuesto que me cuesta más de una botella de champán y una noche en el pueblo convencerla.

Ella avanzó hacia delante, pisándose la bastilla del largo vestido y luego oyó su voz, justo como había sabido que haría. Pero en lugar de las palabras que había imaginado, los altavoces mostraron su furia y hostilidad.

– ¡Venga, Gracie! ¡Largo de aquí! Los dos sabemos que trataba de hacerte un favor! Joder, ¿por qué demonios querría casarme con alguien como tú? ¡Y ahora, fuera de aquí! ¡Fuera de mi vida, no quiero volver a verte!

Ella sollozó, humillada. Siguió ciegamente hacia delante, sin saber por dónde iba, sin importarle siquiera, sabiendo solamente que tenía que escapar.

Una mano tiró de su brazo, y vió a Ray Bevins, el cámara de Luna sangrienta.

– Venga, Gracie. Te llevaré.

Los altavoces aullaron a sus espaldas con el sonido ensordecedor del acople del micrófono.

Gracie corrió.

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