22

Cuando llegué allí, aún estaban esperando a Keegan. Skip tenía la parte de arriba de un archivador a modo de barra de bar, con cuatro o cinco botellas y un cubo de hielos. Una nevera portátil de Styrofoam que había en el suelo estaba llena de cervezas frías. Pregunté si quedaba algo de café. Kasabian dijo que probablemente habría en la cocina y volvió con un termo de plástico lleno de café, una taza y algo de leche en polvo y azúcar. Me serví un café solo y, en un principio, no le añadí nada de alcohol.

Le di un sorbo al café y alguien llamó a la puerta del bar. Skip fue a abrir y volvió con Billie.

– El tardón de Billie Keegan -dijo Bobby y Kasabian le preparó una copa del mismo güisqui irlandés de doce años que Billie bebía en el Armstrong's.

Estuvimos bromeando y contando chistes un buen rato. Luego se fueron apagando y antes de que pudieran empezar otra vez, yo me levanté y dije:

– Hay algo de lo que os quiero hablar a todos.

– Un seguro de vida -dijo Bobby Ruslander-. «Chicos, ¿habéis pensado en ello? ¿De verdad que habéis pensado en ello?»

Yo dije:

– Skip y yo estuvimos hablando la otra noche y caímos en algo. Se trata de los dos tipos de las pelucas y las barbas, nos dimos cuenta de que los habíamos visto antes. Unas semanas antes; eran los del atraco en el Morrissey's.

– Llevaban pañuelos en la cara -dijo Bobby-. Y la otra noche llevaban pelucas, barbas y antifaces, así que, ¿cómo podéis saberlo?

– Eran ellos -dijo Skip-. Creedlo. Dos disparos al techo. ¿Os acordáis?

– No sé de lo que estás hablando -dijo Bobby.

Billie dijo:

– Bobby y yo los vimos el lunes por la noche, pero a lo lejos, y tú no los viste nada, ¿no John? No, claro que no, estabas dando vueltas a la manzana. ¿Y estabas en el Morrissey's la noche del atraco? No recuerdo haberte visto allí.

Kasabian dijo que él nunca iba al Morrissey's.

– Así que ninguno de los tres podemos opinar -siguió diciendo Billie-. Si decís que eran los mismos tipos, yo digo que vale, ¿no? Porque a menos que me haya perdido algo, aún no sabemos quiénes son.

– Sí, lo sabemos.

Todos me miraron.

Yo dije:

– Anoche me puse muy chulito diciéndole a Skip que los teníamos, que una vez que supiéramos que fueron los autores de ambos trabajos luego no quedaba más que centrarnos en ellos. Creo que, sobre todo, fue la clase de conversación típica que surge del Wild Turkey, pero había algo de cierto en ella y hoy he tenido suerte. Sé quiénes son. Skip y yo teníamos razón anoche, fue la misma pareja la que realizó los dos trabajos y sé quiénes son.

– ¿Y esto adónde nos lleva? -quería saber Bobby-. ¿Qué hacemos ahora?

– Eso vendrá más tarde -dije-. Primero quiero decirte quiénes son.

– Pues oigamos entonces.

– Sus nombres son Gary Atwood y Lee David Cutler -dije-. Skip los llama Frank y Jesse, como los hermanos James, y ha acertado al darse cuenta de un parecido familiar. Atwood y Cutler son primos. Atwood vive en el East Village, cerca de Alphabet City, en la calle Nueve entre la B y la C. Cutler vive con su novia. Ella es maestra y vive en Washington Heights. Se lama Rita Donegian.

– Una armenia -dijo Keegan-. Debe de ser prima tuya, Kasabian. Esto se pone cada vez más interesante.

– ¿Cómo los has encontrado? -preguntó Kasabian-. ¿Habían hecho esto antes? ¿Tienen antecedentes?

– No creo que tengan antecedentes -dije-. Es algo que no he comprobado todavía porque no me parecía importante. Puede que tengan carnés del Sindicato de Actores.

– ¿Cómo?

– Carnés del Sindicato de Actores -dije-. Son actores.

Skip dijo:

– Estás de coña.

– No.

– ¡La madre que me parió! Encaja. Joder, encaja.

– ¿Lo ves?

– Claro que lo veo -dijo-. De ahí los acentos. Por eso parecían irlandeses cuando atracaron el Morrissey's. No hicieron ningún ruido, no hicieron nada irlandés, pero se notaba que el asunto era irlandés porque estaban actuando. -Se giró y miró a Bobby Ruslander-. Actores -dijo-. Los putos actores me han robado.

– Te han robado dos actores -dijo Bobby-. No ha sido la profesión al completo.

– Actores -dijo Skip-. John, hemos pagado cincuenta mil dólares a un par de actores.

– Pero en sus pistolas tenían balas de verdad -le recordó Keegan.

– Actores -dijo Skip-. Les teníamos que haber pagado con dinero de mentira.

Me serví más café del termo. Dije:

– No sé qué me hizo pensar en ello. Ese pensamiento estaba justo ahí. Y cuando lo tuve, pude ver que podía haber venido de muchos sitios. Uno era una cuestión de impresión general, había algo en ellos que me daba la impresión de que estábamos presenciando una actuación. Y estaba la diferencia entre la actuación del Morrissey's y la que representaron para nosotros el lunes por la noche. En cuanto supimos que habían sido los mismos hombres las dos veces, la diferencia en su comportamiento se hizo notable.

– Pues no entiendo por qué eso los convierte en actores -dijo Bobby-. Los hace unos farsantes.

– Había más cosas -dije-. Se movían como gente consciente de sus movimientos de un modo profesional. Skip, tú comentaste que podrían haber sido bailarines, que parecía que sus movimientos estuvieran coreografiados. Y también hubo una frase que dijo uno de ellos; fue tan poco típica que no le quedaba otra que ser típica; quiero decir que era propia para la persona y no para el papel que estaba representando.

Skip dijo:

– ¿Qué frase fue? ¿Estaba yo allí?

– En el sótano de la iglesia. Guando tú y el de la peluca amarilla apartasteis los muebles.

– Ya me acuerdo. ¿Qué dijo?

– Algo sobre no saber si el sindicato lo aprobaría.

– Sí, recuerdo cuando lo dijo. Fue una frase rara, pero no le presté atención.

– Yo tampoco, pero se me quedó grabada. Además, su voz fue distinta cuando la soltó.

Él cerró los ojos, recordando.

– Tienes razón -dijo.

Bobby preguntó:

– ¿Y cómo lo convierte eso en actor? Eso lo convierte solamente en el miembro de un sindicato.

– Los tramoyistas tienen un sindicato muy fuerte -dije yo- y se aseguran de que los actores no cambien de escenario ni que hagan trabajos similares. Fue una frase muy típica de un actor y encajaba con esa interpretación.

– ¿Y cómo llegaste a ellos en particular? -preguntó Kasabian-. Una vez que supiste que eran actores, aún estabas a mucha distancia de saber sus nombres y direcciones.

– Orejas -dijo Skip.

Todos lo miraron.

– El dibujó las orejas -dijo señalándome-. En su libreta. Las orejas son las partes del cuerpo más difíciles de esconder. No me miréis a mí; él fue quién me lo dijo. Hizo dibujos de sus orejas.

– ¿Y luego qué hizo? -quiso saber Bobby-. ¿Organizar una audición y fijarse en las orejas de todos?

– Se podría mirar en álbumes de fotos -dijo Skip-. Mirar las fotos de publicidad de los actores para buscar el par de orejas en cuestión.

– Cuando te hacen las fotos para el pasaporte -dijo Billie Keegan-, se tienen que ver tus dos orejas.

– ¿Y si no qué?

– Si no, no te dan el pasaporte.

– Pobre Van Gogh -dijo Skip-. El hombre sin país.

– ¿Cómo los encontraste? -Kasabian seguía queriéndolo saber-. No ha podido ser por las orejas.

– No, claro que no -dije yo.

– El número de matrícula -dijo Billie-. ¿Es que todos os habéis olvidado del número de matrícula?

– El número de matrícula apareció en el listado de coches robados -le dije-. Una vez que tuve la idea de que eran actores, fui a echar otro vistazo a la iglesia. Vi que no habían elegido, ni entrado en esa iglesia en particular, al azar. Tenían acceso a ella, probablemente con una llave. Según el pastor, había muchos grupos de la comunidad que tenían acceso y probablemente muchas llaves en circulación. Uno de los grupos que él mencionó era un grupo de teatro amateur que había utilizado el sótano para audiciones y ensayos.

– Ajá -dijo alguien.

– Llamé a la iglesia y conseguí el nombre de alguien relacionado con el grupo de teatro. Logré hablar con esa persona y expliqué que estaba intentando contactar con un actor que había trabajado en el grupo durante los últimos meses. Le di una descripción física que podría haber encajado con cualquiera de los dos hombres. Recordad que, aparte de los cinco centímetros de altura que los diferencia, tenían un físico muy parecido.

– ¿Y conseguiste algún nombre?

– Conseguí varios nombres. Uno de ellos fue Lee David Cutler.

– ¿Y entonces te sonó el nombre? -dijo Skip.

– ¿Cómo que le sonó? -dijo Kasabian-. Era la primera vez que había oído ese nombre, ¿no? ¿O es que me estoy perdiendo algo?

– No. Tienes razón -le dije-. En ese momento, no era más que uno de varios nombres en mi lista. Lo que tenía que hacer era relacionar uno de esos nombres con el otro crimen.

– ¿Qué crimen? Ah, ya, el del Morrissey's. ¿Cómo? Él es el único dueño de un bar que no contrata a actores en paro como camareros y bármanes. Él ya tiene a su propia familia para que lo haga.

Pregunté:

– ¿Qué hay en el piso de abajo, Skip?

– Oh -dijo él.

Billie Keegan dijo:

– Ese teatro irlandés. La Donkey Repertory Company o como se llame.

– He ido allí esta tarde -dije-. Estaban con los ensayos finales para su última obra, pero dejé caer el nombre de Tim Pat y conseguí que una joven me diera unos minutos. Tienen carteles en el vestíbulo, fotografías promocionales de cada miembro del reparto. Fotos en primer plano, creo que se llaman. Me enseñó los carteles de los distintos repartos de las obras que han representado en el último año. Sus obras no tienen mucha permanencia en cartel y por eso han representado varias.

– ¿Y?

– Lee David Cutler actuó en Donnybrook, una obra de Brian Friel que se estuvo representando la última semana de mayo y la primera de junio. Reconocí su fotografía antes de ver el nombre escrito debajo. Y también reconocí la foto de su primo. El parecido familiar es incluso más fuerte cuando no llevan disfraces. De hecho, no da lugar a dudas. A lo mejor eso los ayudó a conseguir los papeles, ya que no son miembros regulares de la compañía de teatro. Pero hacían de dos hermanos, así que el parecido físico era un punto a su favor.

– Lee David Cutler -dijo Skip-. ¿Y cuál era el nombre del otro? Algo como Atwood.

– Gary Atwood.

– Actores.

– Eso es.

Él le dio un golpecito a su cigarrillo contra la palma de su mano, se lo puso en la boca y lo encendió.

– Actores. Estaban en la obra que se representaba en la planta baja y decidieron prosperar, ¿no es eso? Estar allí les dio la idea de atracar el Morrissey's.

– Probablemente. -Tomé un trago de café. La botella de Wild Turkey estaba justo allí, sobre el archivador y mis ojos se sintieron atraídos hacia ella, pero en ese momento no quería que nada afectara a mis ideas. Estaba contento de no estar bebiendo e igual de contentos estaban los demás.

Dije:

– Debieron de tomarse una o dos copas arriba mientras se estuvo representando la obra. A lo mejor oyeron algo sobre la caja fuerte, a lo mejor vieron a Tim Pat meter o sacar dinero. De cualquier modo, debió de ocurrírseles que ese sitio escondería buenas ganancias.

– Si es que vives lo suficiente como para gastártelo.

– A lo mejor no sabían lo mucho que debían temer a los Morrissey. Eso es posible. A lo mejor empezaron a planear el trabajo en broma, como si estuvieran haciendo teatro, asignándose los papeles de miembros de alguna otra facción irlandesa; unos silenciosos pistoleros sacados de alguna obra sobre «los Disturbios». [19] Después, se emocionaron demasiado con las posibilidades de esa actuación y salieron a por unas pistolas y representaron su obra.

– Así de simple.

Yo me encogí de hombros.

– O a lo mejor ya habían cometido atracos antes. No hay razón para dar por hecho que el asalto al Morrissey's fue su debut.

– Supongo que es mejor que sacar a pasear los perros de otros y trabajar de administrativo con un contrato temporal -dijo Bobby-. ¡Joder! Un actor tiene que ganarse la vida. A lo mejor yo tendría que comprarme un antifaz y una pistola.

– Tú a veces atiendes el bar -dijo Skip-. Es la misma idea y no necesitas objetos de atrezo.

– ¿Y cómo llegaron hasta nosotros? -preguntó Kasabian-. ¿Empezaron a tomarse algo aquí mientras trabajaban en el teatro irlandés?

– Tal vez.

– Pero eso no explicaría cómo supieron lo de los libros -dijo-. Skip, ¿han trabajado para nosotros alguna vez? ¿Atwood y Cutler? ¿Conocemos sus nombres?

– Creo que no.

– Yo tampoco lo creo -dije-. Puede que conocieran el bar, pero eso no es importante. Es casi seguro que no trabajaran aquí porque no sabían cómo era Skip.

– A lo mejor eso entraba dentro de su actuación -sugirió Skip.

– A lo mejor. Como he dicho, eso realmente no importa. Tenían un hombre que trabajaba dentro y que robó los libros y se los dio para que ellos pudieran pedir el rescate.

– ¿Un hombre desde dentro?

Yo asentí.

– Eso es lo que supusimos desde el principio, ¿te acuerdas? Por eso me contrataste, Skip. En parte para asegurarte de que el intercambio se resolvía sin complicaciones y en parte para descubrir quién fue el que te tendió la trampa.

– Sí.

– Bueno, así es como consiguieron los libros y así es como se pusieron en contacto con vosotros en un principio. Por lo que sé, jamás han puesto un pie en el Miss Kitty's. No tuvieron que hacerlo. Lo tenían todo preparado.

– Los ayudó un hombre desde dentro.

– Eso es.

– ¿Y sabes quién es ese hombre?

– Sí -dije-. Lo sé.

La habitación se quedó en silencio. Rodeé el escritorio y cogí la botella de Wild Turkey de encima del archivador. Me serví una copa en un vaso con hielo y dejé la botella donde estaba. Tuve la copa en mi mano, pero no bebí. No deseaba la copa tanto como deseaba prolongar el momento y dejar que aumentara la tensión.

Dije:

– El hombre de dentro también tenía un papel que interpretar después. Tenía que dejar que Atwood y Cutler supieran que teníamos su número de matrícula.

Bobby dijo:

– Creía que el coche era robado.

– Se informó de que el coche había sido robado. Por eso acabó apareciendo en la lista de coches robados. Robado entre las cinco y las siete de la tarde. El lunes. De una dirección en Ocean Parkway.

– ¿Y?

– Eso decía el informe y en ese momento no le di más vueltas. Pero esta tarde he hecho lo que probablemente debería haber hecho en un principio y he conseguido el nombre del propietario del coche. Rita Donegian.

– La novia de Atwood -dijo Skip.

– La de Cutler. Aunque eso da igual.

– Estoy hecho un lío -dijo Kasabian-. ¿Robó el coche de su novia? No lo entiendo.

– Todo el mundo se mete con los armenios -dijo Keegan.

Yo dije:

– Se llevaron su coche. Atwood y Cutler se llevaron el coche de Rita Donegian. Después recibieron una llamada de su cómplice diciéndoles que habían visto la matrícula. Así que llamaron y dijeron que el coche había sido robado tantas horas antes en un lugar de Ocean Parkway. Cuando he indagado un poco más esta tarde he podido averiguar que no se informó del robo hasta cerca de la medianoche.

»Tengo algunas cosas que no concuerdan. El listado de coches robados no incluía el nombre del propietario del Mercury como Rita Donegian. Era un nombre irlandés, Flaherty o Farley, lo he olvidado, y la dirección era la de Ocean Parkway. Había un número de teléfono, pero resultó ser un número erróneo y no pude encontrar ninguno que coincidiera con el tal Flaherty o Farley en esa dirección. Así que comprobé el registro de vehículos guiándome por la matrícula y el propietario del coche resultó ser Rita Donegian, con dirección en Cabrini Boulevard, que está en Washington Heights y a mucha distancia de Ocean Parkway o de cualquier otra parte de Brooklyn.

Bebí un poco del Wild Turkey.

– He llamado a Rita Donegian -dije-. Me presenté como un policía que estaba comprobando el listado de coches robados únicamente para asegurarme de qué coches habían sido recuperados y cuáles seguían desaparecidos. Oh, sí, me ha dicho que ya ha recuperado el coche. No pensaba que lo hubieran robado después de todo; su marido se tomó unas copas y olvidó dónde lo había aparcado, luego lo encontró aparcado a unas manzanas después de que ella hubiera informado del robo. Yo he dicho que debemos de haber cometido un error administrativo porque teníamos el coche como robado en Brooklyn y ella estaba en el norte de Manhattan. Ella me ha dicho que estaban visitando al hermano de su marido en Brooklyn. Le he dicho que también teníamos un error con el nombre, que el que teníamos era Flaherty o lo que sea. Ella ha dicho que no había ningún error, que era el nombre del hermano. Luego se ha puesto un poco nerviosa y ha explicado que más bien era el cuñado de su marido, que la hermana de su marido se había casado con un hombre llamado Flaherty.

– Una pobre chica armenia -dijo Keegan- echada a perder por el irlandés. Piensa en ello, Johnny.

Skip dijo:

– ¿Algo de lo que ha dicho es verdad?

– Le he preguntado si ella es Rita Donegian y que si es la propietaria de un Mercury Marquis con número de matrícula LJK-914. Me ha respondido que sí a ambas preguntas. Y ha sido la última vez que me ha dicho la verdad. Me ha contado toda una sarta de mentiras y ella sabía muy bien que los estaba encubriendo porque, de lo contrario, no habría sido tan inventiva. No tiene marido. Puede que se refiera a Cutler como su marido, pero lo estaba llamando señor Donegian y el único señor Donegian que hay es su padre. No he querido presionar demasiado porque no quería que se hiciera la idea de que mi llamada no era una llamada rutinaria.

Skip dijo:

– Alguien los ha llamado después del pago. Les ha dicho que teníamos el número de matrícula.

– Eso es.

– ¿Pero quién lo sabía? ¿Nosotros cinco y quién más? Keegan, ¿se te fue la pinza y dijiste en un sitio lleno de gente que eras el héroe y que habías anotado el número de la matrícula? ¿Es eso lo que ha pasado?

– Fui a confesarme -dijo Billie- y se lo conté al padre O'Houlian.

– Lo digo en serio, joder.

– Nunca me había fiado de ese cabrón de mirada sospechosa -añadió Billie.

Con delicadeza, John Kasabian dijo:

– Skip, no creo que nadie se lo contara a nadie. Creo que a eso es a lo que quiere llegar Matt. Ha sido uno de nosotros, ¿no es eso, Matt?

Skip preguntó:

– ¿Uno de nosotros? ¿Uno de los que estamos aquí?

– ¿No es eso, Matt?

– Eso es -dije-. Ha sido Bobby.

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