Las veintiséis puertas malignas

– No dobles la esquina montada en tu bicicleta -dijo la madre a su hija cuando ésta tenía siete años.

– ¿Por qué no? -protestó la niña.

– Porque si lo haces no podré verte y cuando te caigas y llores no te oiré.

– ¿Cómo sabes que me caeré? -preguntó la niña en voz lastimosa.

– Todas las cosas malas que pueden ocurrirte fuera de la protección de esta casa están en un libro titulado Las veintiséis puertas malignas.

– No te creo. Déjame ver ese libro.

– Está escrito en chino y no podrías entenderlo. Por eso debes hacerme caso.

– ¿Cuáles son entonces? -inquirió la pequeña-. Dime qué veintiséis cosas malas.

Pero la madre siguió haciendo punto en silencio.

– ¿ Qué veintiséis cosas?

La madre siguió callada.

– ¡No puedes decírmelo porque no lo sabes! ¡No sabes nada!

Y la niña salió corriendo, montó en la bicicleta y, en su apresuramiento, cayó incluso antes de llegar a la esquina.

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