Capítulo 11

Briony se enroscó como una pequeña pelota en la gran cama de Jack. Podía sentir el masculino olor por todas partes. La ducha caliente había aliviado un poco la rigidez de su cuerpo, pero el temor interior creció hasta que su corazón pareció llegarle a la garganta, ahogándola. No podía escapar de él. Lo atraía hacia su cuerpo con cada aliento que tomaba. Podría aceptarlo si solamente hubiera sido su cuerpo traicionándola, pero sus emociones se sentían en carne viva y no podía parar de pensar en sus suaves manos cuando la tocaban.

No caería en esa trampa otra vez. No era real, jamás lo sería. Jack había aclarado sus sentimientos y tuvo que respetarlo. Era un hombre que, a pesar de su brusquedad, trataba a las mujeres suavemente, y ella era simplemente más susceptible porque sus hormonas corrían salvajes. Emocional y sexualmente al mismo tiempo. Era una combinación difícil de enfrentar.

Si vienes a desafiarme a un duelo porque follé a tu hermana, Jebediah, eres mucho más estúpido de lo que creía. Briony sintió sus mejillas enardecer al recordar la acusación de Jack. Maldita sea. Ella ya había caído en su seductora trampa. Solamente la miró, la tocó, y ella prácticamente se lanzó en sus brazos. ¿Qué estaba mal con ella? ¿No tenía orgullo? ¿Cómo iba alguna vez a ser capaz de quedarse en su dormitorio con su olor conduciéndola en una especie de calor sin sentido?

Suspiró, se quitó rápidamente las mantas, y caminó descalza hasta la ventana para abrirla y aspirar el aire nocturno, tratando aclarar su cabeza. El aire estaba más frío de lo que estaba acostumbrada, pero se sintió bien en su caliente piel. Se sentó en el alféizar y miró los árboles bailando con el viento, ignoró las lágrimas que corrían por su cara. Últimamente ella estaba tan mal en la parte emocional que alguien debería sacarla de su miseria. Parpadeó hasta poder enfocar su visión en el paisaje. Las ramas se balancearon y doblaron, hojas brillantes como la plata a la luz de la luna. Sentándose silenciosamente, vio a varios ciervos vagar en el jardín, y algo más grande, casi del tamaño de un caballo, mucho más lejos.

Curiosa, Briony subió la ventana y camino descalza a través del pórtico a la baranda, asomándose para conseguir una mejor vista. No se atrevió a vagar alrededor de la propiedad hasta saber donde estaban escondidas las alarmas y trampas, pero estaba intrigada con el gran animal del bosque tan cerca de la casa. Nunca había visto antes un alce vagar libre, y estaba bastante segura que había una manada. Por primera vez en lo que le pareció semanas, podía respirar otra vez, sin tener girando en su mente un caos de emociones. Afuera, en el aire de la noche, no había ningún olor de Jack y ningún recordatorio de que ella era tan susceptible a él.

Con la mano en la garganta, caminó suavemente a lo largo del pórtico, avanzando al mismo paso que la manada, siguiéndolos alrededor de la gran casa, determinada en pensar en algo que no fuera Jack y su situación, siguió el ritmo de la manada, alrededor de la casa grande. El pórtico cubierto era amplio y el pasamano bastante alto así que, agarrándose a una de las columnas de apoyo, estaba segura de poder marcharse, columpiándose hasta el techo, y conseguir una vista aún mejor, sin molestar a nadie. Subió al pasamano, manteniendo un ojo en los enormes animales, temerosa de que avanzaran más lejos en el bosque antes de que pudiera verlos bien.

Agarró su brazo alrededor del poste y juzgó la distancia a la azotea. No era muy lejano para alguien tan alta como ella, pero tendría que balancearse hasta estar encima del alero. Saltó y agarró el borde de la azotea.

Dos manos la agarraron por la cintura jalándola hacia abajo, apretándola contra un duro cuerpo. Los ojos de Jack brillaban como diamantes idénticos, que la acuchillaban furiosamente.

– ¿Qué demonios piensas que estás haciendo?

El hombre estaba hecho de hierro, su cuerpo no se rendía, y donde ella estaba fría, él estaba caliente, calor irradia de su piel. Su corazón empezó a funcionar a toda marcha inmediatamente. Peor, su cuerpo reaccionó, pechos llenos y dolorosos, su útero apretado. Ella lo probó en su boca, lo sintió en su cuerpo. La memoria estaba vívida al instante y despierta. Solamente con esto… tan fácil para él, la reducía a simple necesidad. Desesperada para escapar de su propia reacción a su olor, Briony luchó para romper su agarre, incluso con su aumentada fuerza, no se movió.

– Quise ver la manada de alces… o al menos pensé que lo eran. Gracias a ti, no pude verlos bien. Vete, Jack -él era la última persona que quería ver.

Necesitaba estar sola y no dormiría en su cuarto, donde su olor estaba por todas partes. Quiso llorar de frustración. Deseó arremeter contra alguien. Esta era una situación totalmente imposible. No era bastante fuerte para estar cerca de él y no desearlo. ¿Y por qué él siempre la tocaba?

– Cualquiera que ande merodeando en mi casa es probable que muera.

– No soy una prisionera, ¿verdad? Si quiero observar a algunos animales en el bosque, no creo que sea una ofensa de muerte. Regresa a la cama. Estoy bien aquí afuera sola -porque no podía yacer en esa cama y no desearlo con cada célula de su cuerpo. Si vienes a desafiarme a un duelo porque follé a tu hermana Deliberadamente repitió las palabras en su mente, necesitando algo para impedirse ser una tonta aún más grande de lo que ya era

– Hace frío, Briony, entra a la casa.

Ella presionó dos dedos justo encima de sus ojos, sintiendo la humillación de no poder controlar sus propias necesidades físicas. Tenía que alejarse de ella, tenía que dejar de tocar su cuerpo.

– Vete al diablo. Tengo todo el derecho de estar aquí fuera si lo prefiero.

Él inclinó su cabeza a un lado para estudiar su expresión furiosa.

– ¿Por qué tratas de iniciar una pelea conmigo?

– No me gusta que me digan que hacer -porque él era todo en lo que podía pensar, y le había dejado claro que no la deseaba. Porque él había dicho… follé a tu hermana. Ella no debería querer a un hombre que había sido programado para dormir con ella. Era completamente humillante. Un hombre que solamente necesitaba algo fácil, una simple follada.

– Que todo se vaya al diablo. No es verdad. Nunca fue verdad -Jack se acercó, y Briony retrocedió ante él, levantando una mano para rechazarlo.

– ¡Basta! -lo dijo bruscamente, aterrorizada se echó a llorar. Sus ojos le quemaban y sintió un nudo elevándose por la garganta-. Sólo no digas nada más sobre esto.

Jack la alcanzó de todos modos, sin darle espacio, pero tocando su cuerpo para que el calor de su piel se filtrara en la helada piel de ella.

– Tiemblas como una hoja -recorriéndola con las manos de arriba hacia abajo de sus brazos en un esfuerzo de calentarla. Forzó la suavidad en su voz. ¿Por qué diablos había dicho alguna vez él una cosa tan estúpida a su hermano?-. Tu cuerpo está congelado y no te has dado cuenta de ello. ¿Qué ibas a hacer? ¿Subir a la azotea?

– De hecho, sí.

– ¿Y se te ocurrió que podrías resbalar y caer haciendo daño al bebé?

– Soy acróbata, hago eso para vivir. Creo que puedo subir a una azotea.

– Bien, no lo hagas, pensé que estabas cansada -Jack quiso consolarla, pero estaba demasiado lejos emocionalmente, tratando de alejarse, y él no era bueno en esa clase de cosas.

Ella alcanzó el lóbulo de su oreja, necesitando el consuelo de tocar el pendiente de su madre, encontrado la piel desnuda dejó caer su mano.

– Lo estoy, solamente necesito espacio. No puedo hacer esto.

– Sí, tú puedes.

– Bien, tal vez no quiero hacer esto -retrocedió hasta estar contra el pasamano. No podía tocarla otra vez. Cada toque de sus dedos traía la conciencia aguda de su cuerpo y las necesidades desesperadas del propio. Había salido para evitarlo, aún allí parecía no haber escape.

– Deberías haberlo pensado antes de venir a mí.

Briony apretó sus puños.

– En ese momento, sentí que no tenía otra opción -alzó la barbilla-. Mira. Obviamente esto no va a funcionar. Puedo marcharme. Hay otros modos de desaparecer, y siempre está Kadan Montague. Él me ofreció su protección.

La mandíbula de Jack se tensó, sus ojos grises de repente cambiaron a un gélido y espantoso color plata.

– Kadan Montague no va a proteger a mi niño o su madre. Este es mi trabajo, no el suyo. No trates de traer a otro hombre a este lío, Briony. Tenemos bastante de que preocuparnos sin esto.

– ¿Oh, realmente? -furiosa, sin saber el porqué, se dio vuelta y en un solo movimiento saltó sobre el pasamano hacia abajo-. ¿Este lío? ¿Qué esté embarazada es un lío, verdad? No necesito tu ayuda y, francamente, no la quiero.

Jack soltó un juramento y saltó detrás de ella. Al demonio con el tacto, no lo tendría nunca. Le agarró de una muñeca como grillete, ella se giró, lanzándole un golpe a la cara. Él agarró el puño en el aire.

– Levántame la mano otra vez y voy a ponerte sobre mis rodillas. ¿Qué demonios esta mal contigo? Deberías saber que si luchas conmigo no puedes ganar -se veía salvaje, enojada, y avergonzada. Vulnerable, joven, y demasiado frágil.

Se sintió sola y asustada. El miedo moviéndose en su mente -no de él, de la situación-. De él cruelmente diciendo que la había follado. De esperar un bebé y no tener a nadie a quien recurrir. Estaba aterrorizada, Whitney la encontraría y se lo arrebataría. Jack vislumbró la montaña rusa de emociones mezcladas en su mente.

Suavizó su voz a pesar de la exasperación.

– No dije que el lío fuera que estés embarazada. Deja de poner palabras en mi boca. Y, nena, sabes condenadamente bien que no te follé. No así. No como lo hice sonar frente a tu hermano.

Ella sacudió su cabeza.

– No puedo respirar aquí. No puedo. Sólo voy a salir.

La expresión de Jack se endureció. Su mandíbula tensa y los ojos grises brillaron a plata.

– Te vas a calmar, entrar en la casa y dormir un poco -hizo otro esfuerzo por suavizar su voz-. Has estado bajo una tremenda tensión. Una vez que consigas una buena noche de descanso, verás las cosas diferentes.

– Deja de hablarme en ese tono de superioridad. ¿Piensas que fue fácil venir aquí y pedirte ayuda después de las cosas que me dijiste? -lo golpeó en el pecho, apenas moviéndolo aún cuando puso toda su fuerza en ello-. Abandone a todos mis seres queridos. Mi niño está en peligro. Estoy enferma. No tengo ropa o dinero, y estoy a merced de un hombre que no me quiere cerca -empujó otra vez-. Aléjate de mí. Iba a sentarme en la azotea, no a vagar alrededor como una idiota cuando tienes la propiedad llena de trampas.

– ¿Qué piensas hacer ahora? Es medianoche, y sabes que tengo trampas.

– Tengo muy buen sentido del olfato. Puedo rastrear mi camino de regreso del mismo modo que entré.

Probablemente también podría, pero lo volvía loco, y su calma iba a desintegrarse muy pronto.

– Deja de llorar. Quiero decir, Briony, tienes que detenerte.

– ¿O qué? -estaba enfadada por llorar. Una vez que había comenzado, parecía que no podía parar. Tal vez estaba histérica, pero si quería sentarse en medio de la noche y llorar a lágrima viva, era su asunto-. ¿Vas a golpearme? Alguien más ya lo hizo. No me intimidas.

Jack la acercó, sosteniéndola fuertemente contra su cuerpo a pesar de la lucha, ahuecó con una mano su nuca para presionar su cara contra su pecho. Dobló la cabeza para encontrar su magullada mejilla, esparciendo besos sobre el lado hinchado de su cara.

– Shh -dijo para calmarla, cerrando sus ojos contra el dolor en su mente. Ella irradiaba pena y él no pudo aguantarlo-. No soy el enemigo.

– Lo sé, lo sé, lo siento -pero no podía detenerse. Su mundo se había ido y sus hormonas corrían salvajes y no había donde ir para evitarlo.

– Todo estará bien. Todos estaremos bien. Estás demasiado cansada y tienes que dormir -sus dedos comenzaron un lento masaje en su cuello, arrastrándose lentamente hasta su cabello para masajear su cuero cabelludo, construyendo un profundo túnel, con seguros movimientos circulares.

– No quiero entrar en la casa, Jack. No puedo entrar en aquel cuarto -¿Cómo podría hacerlo entender? Al menos afuera, el viento y el bosque ayudaban a disipar su olor, dando un respiro a su necesidad.

Jack nunca antes había tenido a una mujer llorando en sus brazos. Estuvo de pie silenciosamente, sólo sosteniéndola mientras su cuerpo temblaba por la fuerza de los sollozos. Acariciando con la barbilla la parte alta de su cabeza. Suaves hebras de su cabello atrapados en la incipiente barba a lo largo de su barbilla. No trató de detener la inundación de lágrimas -tenía bastantes motivos para llorar-simplemente se agachó, colocando el brazo bajo sus rodillas, levantándola, acunándola cerca de él.

– Bien. Nos quedaremos aquí fuera. Shh, Briony. Vas a enfermarte -era liviana, bastante fácil de levantar, y Jack simplemente saltó con ella, aterrizando atrás en el pórtico, Briony acunada en sus brazos. Se decidió por la mecedora del porche delantero que había construido con sus propias manos. Cupieron cómodamente, él se meció suavemente, frotando su pelo con la barbilla, masajeando su cuello suavemente.

Debería haberse sentido como un maldito tonto, pero no lo hizo. Se sentía bien en sus brazos. Se sentó en la noche, meciéndose en la terraza, mirando el balanceo de los árboles y escuchando los sonidos del bosque en la noche. Ella lloró silenciosamente, sus lágrimas empapaban su camisa cuando despacio luchó por recobrar el control.

– Es extraño contigo -dijo él en voz alta-. Cuando estoy contigo, me siento un hombre común. Todo lo demás desaparece, y puedo ver lo hermosas que son realmente las cosas a mí alrededor. Me he sentado en esta terraza cientos de veces, y nunca había visto la noche así. He observado fijamente el bosque, y he visto un millón de sitios para esconderme, establecer una emboscada, encontrar alimento. No vi como las hojas parecen de plata a la luz de la luna, o el modo que los árboles parecen bailar y levantar sus ramas a las estrellas. ¿Por qué supones que es así?

Briony tragó con fuerza y levantó la cara mojada por las lágrimas, la mirada oscura y líquida examinándole la cara.

Jack secó las lágrimas con las yemas de sus dedos, manos suaves, casi reverente.

– Esta es la verdad, Briony. Veo el mundo diferentemente cuando estás a mí alrededor.

– Detente, Jack. Soy muy susceptible a ti, y estoy embarazada así que probablemente es peor. No me digas cosas así -Briony trató de apartar la mirada, pero él sostuvo su barbilla.

– Te quiero aquí -confesó él bruscamente.

– Pero tú dijiste…

– Sé lo que dije. Eso no importa ahora. Tendremos mucho tiempo para clasificar todo esto. Puedo sentir tu dolor de cabeza, y no lo haces mejor llorando. Sólo escucha la noche y relájate, ve a dormir. Uno de los motivos por los que decidimos construir aquí es la tranquilidad, la paz.

Briony cerró los ojos y acomodó su cuerpo más confortablemente contra el suyo. Por regla general ella no lloraba delante de nadie, y estaba avergonzada de que aún sorbía. La sostenía como si fuera importante para él y no supo si eso lo hizo mejor o peor.

– Justo ahí, por aquellos árboles hacía abajo hay una pequeña cuesta, es mi taller. Estaba pensando en agrandarlo y cederte un lugar para hacer tus vidrieras.

– No traje mi cuaderno de dibujos.

– Te conseguiré uno nuevo. Tendrás mucho tiempo para dibujar.

Las pestañas de Briony se alzaron. Él miró hacía abajo, y había algo en sus ojos, admiración, cuando no se sentía del todo admirable. Su corazón respondió a pesar de su determinación de permanecer a una distancia emocional. Ella levantó su mano a su cara, trazando las duras líneas con las yemas de sus dedos.

– Añoré tu cara, Jack.

Giró la cabeza lo suficiente para depositar besos sobre su mano.

– Siento las cosas que dije esa noche. Sé que te lastimé

– Realmente me heriste. Sabía que debías irte, pero no tenías porque hacerlo de aquel modo. ¿Por qué lo hiciste? -las yemas de sus dedos suavemente sobre sus labios.

– Tengo algunas cosas por resolver, Briony, pero no acerca de ti o el bebé. Es sobre mí y mi carácter, quien y qué soy. Nunca de ti -él agarró su mano y la sostuvo contra su garganta.

– Juro que estaba tomando píldoras anticonceptivas, Jack. No me embarace a propósito. No le haría eso a un hombre. Y soy capaz de criar a un niño sola. No tendrás que preocuparte por mí pidiéndote dinero o algo. Necesito habilidades de supervivencia…

– Briony, detente -ordenó Jack. Su mano se curvó alrededor del cuello, dedos que trabajan para masajear la tensión de ella-. Es mi niño también. Te quiero aquí. Quiero al bebé aquí. Te enseñaré las cosas que necesitas, y después que el bebé nazca, ambos lo protegeremos juntos.

Su corazón brincó, pero no estaba lista para tener esperanza otra vez.

– ¿Por qué piensas que es un niño?

– Porque mi corazón no podría soportar tener una niña. ¿Puedes imaginar algún muchacho intentando ligar con mi hija? Afilaría mis cuchillos cuando viniera de visita.

La suave risa de Briony fue amortiguada contra su pecho, pero el sonido atravesó por su cuerpo con la fuerza de una ola gigante. Él había esperado la rebelión creciente, necesidad urgente, pero no la satisfacción, la alegría. No conocía la alegría, no la entendió, hasta tuvo cuidado con la emoción. Esto se arrastró sobre él, entrando en su corazón quisiera o no traído por una mujer, por el sonido de su risa.

– Eres tan tonto, Jack.

– Nunca me han llamado así antes. Sé que fue difícil para ti venir aquí -sabía que era un modo suave de expresarlo, pero Briony siempre hacía lo que ella pensaba era correcto sin importarle el precio e ir a Jack había conllevado un costo elevado.

La sonrisa se marchitó de su cara.

– Quiero a este bebé. Sé que no buscamos que pasara, pero en el instante que el doctor me dijo que estaba embarazada, fui feliz. Hablo en serio sobre ser capaz de hacerlo sola.

– Sé que lo eres. Hablo en serio acerca de ser parte de sus vidas.

Una sonrisa iluminó sus ojos.

– Niño o niña, un hijo es un milagro, ¿no lo crees?

Ella era el milagro.

– Sí, lo es -contestó tranquilamente-. Ve a dormir, nena. Puedo sentir lo cansada que estás -acarició su cabello. Estaba cansada hasta los huesos, no se había sentido segura en mucho tiempo. Él quiso que se sintiera segura en su casa, en sus brazos.

La meció suavemente, dejando a la noche tejer su magia. Tantas veces Ken y él habían venido a casa, cansados y heridos sentándose en la terraza escuchando la noche. Los insectos tararearon, los búhos revolotearon sus alas, los murciélagos bajaron y giraron, ciervos moviéndose con gracia por el bosque circundante, consolándolos. El calor se filtró en el frío de su cuerpo, calentándola cuando sus pestañas se entrecerraban y su cuerpo se relajaba completamente contra él. Su respiración se hizo suave y uniforme, acurrucándose como un niño en sus brazos, abrigándose cerca de su corazón.

Niño o niña, un hijo es un milagro, ¿no lo crees? Jack pensó en su inocente declaración durante largo tiempo. Se sentó en la oscuridad con la luz de la luna derramándose en los árboles, escuchando el sonido del agua que corriendo por las rocas y los insectos de la noche llamándose unos a otros mientras la mecía para dormir. Niño o niña, un hijo es un milagro, ¿no lo crees? Briony lo redujo todo con tal simplicidad. ¿Un niño era un milagro para él o no? ¿Quería al niño? ¿O sólo a Briony? ¿Había espacio en su vida para un bebé? ¿Cómo se sentía él?

No había ningún sonido, pero era consciente de que no estaba solo mucho antes que una sombra cayera a través de él. Alzó la vista para ver a su hermano de pie, con las manos en las caderas, descalzo, vestido sólo con pantalones de franela. Las cicatrices cubrían su cara, recorrían sus hombros y brazos, sobre su pecho, desapareciendo bajo el cinturón. Incluso ahora, la piel estaba abierta y roja, brillante y levantada, un horrible recuerdo de su caída en las manos de un loco. Durante un momento Jack sintió conmovedora angustia. Él no había estado allí, no había estado protegiendo la espalda a su hermano. Habían enviado a Ken en su lugar. Jack debería haber estado allí, y llevaría aquel pecado a su tumba.

Levantó la vista.

– ¿No puedes dormir?

– No -Ken se sentó en el borde del pasamano, balanceando un pie. Parecía tranquilo y relajado, pero Jack lo conocía demasiado bien-. ¿Ella está bien? -Ken indicó a Briony con la barbilla.

Sus ojos brillaron como la plata a la luz de la luna, advertencia de la inminente batalla.

– Lloró hasta dormirse. Ha tenido tiempos difíciles -dijo Jack.

– Tenemos que hablar de esto, Jack.

Jack cerró los ojos, descansó su cabeza contra Briony, e inhaló su olor. Esto lo envolvió como un sueño embriagador.

– Lo sé, sé que tenemos que hablar. Debería habértelo dicho cuando volví de Kinshasa, pero no parecía ser el momento. Me alejé de ella. Hice lo correcto; la abandoné y la dejé tener una vida con un hombre decente. Maldita sea, Ken -fulminando con la mirada a su gemelo-. La abandoné. Esto fue lo más difícil que hice alguna vez en mi vida.

Ken asintió.

– Lo he sentido, desde que regresaste. Nuestra unión es demasiado fuerte para mí como para no sentir lo difícil que fue. Pero esto es peligroso -pasó una mano sobre su cara-. Vine aquí fuera para decirte que debes dejarla, no puedes arriesgarte, pero viéndote con ella, sintiendo lo que sientes… -sacudió su cabeza-. No sé como podrías.

– Por primera vez en mucho tiempo, tengo miedo, Ken. Siempre me imaginé como un sicótico, que finalmente ellos enviarían alguien mejor y que sería golpeado. Sabía que nunca me volvería contra ti pero ahora… -acarició el cabello de Briony con la mano-. No podría soportarlo si ella me mirara del modo que Mamá lo hizo -sacudió su cabeza despacio-. Ya he comenzado a tomar algo de sus maneras. Soy demasiado obsesivo sobre ella. No puedo pensar en nada o nadie más. No quiero a nadie cerca de ella.

– ¿Eso me incluye?

– Tuve miedo que pudiera ser así, pero ahora estás cerca de ella y no quiero pegarte un tiro, así que quizás no.

Una débil sonrisa se arrastró en los ojos de Ken.

– Eso es un alivio.

– No puedo dejarla ir. Sólo no puedo, Ken. Es como si lo viera todo con otros ojos cuando estoy con ella. Siento esperanza otra vez -sacudió la cabeza otra vez, sintiéndose un tonto-. Cuando volví esta vez, quise que todo esto se terminara. Después de tenerla y alejarme. Quería que todo esto terminara

Ken frunció el ceño.

– Supe que te sentías así. ¿Qué vamos a hacer?

– Vas a darme tu palabra de honor…

Ken se levantó, sacudiendo su cabeza, levantando la mano para detener a su hermano.

– No lo hagas. No me pidas esto. No es una opción.

– Es la única opción que tenemos. Te digo que no puedo dejarla. Lo juro, Ken, no sé lo que haría si tratara de abandonarme.

– ¿La dañarías? -la voz de Ken era tranquila, sus ojos grises otra vez atrapando la luz plateada de la luna.

– ¡No! ¡Nunca! Nunca lo haría. Me destruiría antes de hacer algo para lastimarla -Jack agarró a Briony más cerca, la sostuvo protectoramente-. Estoy totalmente jodido, Ken. Tienes que darme tu palabra en esto.

– ¿El bebé? -Ken persistió-. ¿Cómo te sientes acerca del bebé?

Jack suspiró.

– ¿Cómo sabría como me siento? Ya no reconozco los sentimientos. Comienzas a sonar como esos psiquiatras que siempre quieren mandarnos -él había estado sentado en la oscuridad considerando esa misma pregunta y todavía no tenía ninguna respuesta real. ¿Quería al bebé porque era un lazo con Briony o porque era su niño?

– Cuando me lo dijiste, sentí el mismo destello de alegría en ti.

– Estoy feliz porque esté embarazada. Está aquí. No sé que demonios haré con un bebé, pero lo solucionaré… Estaba aquí sentado pensando que podía comenzar a hacer una cuna, definitivamente al bebé le va a gustar más una cuna o una de esas pequeñas cosas en las que duermen dentro y se balancean.

Una risita se le escapó a Ken.

– Una cuna, eres un cretino. Y sólo para añadir más leña al fuego también podrías considerar que nuestro querido y viejo padre nos dejó más de una herencia aparte de sus genes de monstruo.

– ¿Y sería?

– Gemelos. Él era gemelo. Su padre era gemelo. Su padre antes de él era gemelo. ¿Ves algún patrón aquí?

Jack gimió.

– Briony estará especialmente satisfecha conmigo por eso -miró fijamente al bosque, a los árboles con sus troncos oscuros y hojas deslumbrantes, una mano deslizándose hacia abajo para cubrir su barriga redondeada-. Él bebía, Lo sabes. ¿Recuerdas eso? Él siempre bebía. Traté de recordar como era él sin alcohol -miró a su hermano-. Promételo, Ken.

– Es una cosa desmedida para pedirme.

– Tengo que hacerlo.

Ken juró y se alejó de él.

– Que el infierno maldiga a ese hombre por lo que nos hizo. Tengo que pensar en esto. No sé si podría hacerlo. No doy mi palabra a menos que sepa que podré mantenerla.

– He vivido mi vida entera tratando de hacer las cosas bien, Ken. No termino lastimando a la gente por la que me preocupo -una débil sonrisa, sin sentido del humor tocó su boca brevemente-. Hay tanto ti… de ti y Briony.

– Y los hombres. Nunca has abandonado a un hombre, Jack. No te das bastante crédito porque siempre te miras tan de cerca, así que estás tan seguro que vas a ser como él. Era vicioso cuando bebía. Era como veneno en él.

Jack levantó su cabeza, obligando a su gemelo a examinar sus ojos.

– Sabes que somos diferentes. Siempre fuimos diferentes. Rechazo pretender otra cosa. Si sé lo que soy, lo que soy capaz de hacer, tengo la posibilidad de detenerme a mi mismo. Pero si no puedo, entonces no tienes ninguna opción.

– No haré esto contigo. Ambos estuvimos de acuerdo en que no habría ninguna mujer, ninguna a la que cuidáramos, ninguna que importara.

– Ella salvó mi vida. Es un Caminante Fantasma, igual que nosotros. Whitney vendrá por ella y el bebé.

Ken caminó alrededor.

– ¿Qué demonios estás diciendo? Peter Whitney está muerto. Fue asesinado. ¿Cómo podría él tener algo que ver con esto?

– Aparentemente tiene mucho que ver con esto. Además de realzarnos, nos programó para responder sexualmente a una de las hembras realzadas, por lo menos eso es lo que me dijeron. Y si es cierto, es potente. Camino duro alrededor de ella.

– Grandioso. Como si no tuviéramos bastantes problemas -Ken suspiró- ¿Estás seguro acerca de todo esto, Jack?

– Tan seguro como que alguien nos envió al Congo. Alguien que debió ser Whitney. Él tiene el dinero, los recursos, y la autorización y alguien muy importante le ayuda. Después vendrán por Briony y el bebé.

– No la tendrán, Jack, pero deberíamos estar listos. ¿Cómo es ella en una lucha?

– Necesita un ancla, pero es resistente como un clavo si debe serlo. Aguantará

– Así que allá afuera hay una mujer que va a convertirme en un furioso toro de testosterona.

– Sí, así es -dijo Jack.

Ken silbó suavemente.

– Bien, siempre hay compensaciones en la vida.

– ¿Sí? Bien, no estés demasiado seguro de eso. Del modo que lo entiendo, Whitney no tuvo mucha suerte en conseguir ratas de laboratorio así que trató de acorralar a las mujeres realzadas y establecer una especie de fábrica de bebés con algunos de sus soldados realzados que se ofrecen voluntariamente como donantes.

– Ok, eso es enfermizo -Ken frunció el ceño-. ¿Entonces esta mujer a la que yo reaccionaría podría estar encerrada en el sótano de Whitney como si fuera una yegua dedicada a la reproducción?

– ¿Te hace querer encontrarte al hijo de perra durante una noche oscura sin nadie alrededor, verdad?

Ken cruzó al lado de su hermano y se agachó cerca del cuello de Briony, inhalando profundamente. Era intensamente consciente de la tensión creciente y la calma repentina de Jack. Se enderezó despacio, guiñó en su hermano, y regresó a su lugar.

– No me provoca nada.

– Bien, la próxima vez que hagas algo tan personal podrías advertirme.

– Acostúmbrate a ello. Si la conservas, entonces será mi hermana y ese niño mi sobrino o sobrina. Soy un hombre práctico.

– Sólo quieres cabrearme -dijo Jack.

– Bien, eso es. Por otra parte, sabremos rápidamente cuanto puedes aguantar viviendo con una… con tu mujer por aquí. Salte de línea, y tendré que echarte detrás del granero.

– No tenemos un granero.

– Te dije que necesitaríamos un granero, maldición -dijo Ken-. Tenías que tener un taller. El refrán no es el mismo si te saco de atrás de un taller -Ken dejó caer su mano sobre el hombro de su hermano, en un silencioso gesto de compañerismo, de solidaridad-. Esto se está poniendo un poco frío para mí. Me voy a la cama.

Jack miró a su hermano entrar en la casa. Los hombros de Ken estaban erguidos, su paso aún era fluido, pero su corazón era pesado, sufriendo con el peso del terror, de la pesadilla que ambos siempre temían. Las salvajes heridas en el cuerpo de Ken se habían curado, pero las cicatrices estaban por todas partes, dentro y fuera. A Jack no le gustó contribuir a la carga de su hermano, pero no había ninguna solución para eso.

Briony se movió en sus brazos, temblando, y se acurrucó más cerca, retorciendo su cuerpo contra su ingle. El sentimiento era diferente a cualquiera que hubiera experimentado. Dolor, una dolorosa tirantez estaba ahí, una respuesta rápida a la que se comenzaba a acostumbrar pero había más, una rápida ráfaga de emoción que amenazaba con estrangularlo. Debería haber sentido la renuencia, la sintió realmente, pero las despiertas sensaciones, el afecto, indicios del amor mezclado con la pasión y sus sentidos aumentados eran totalmente inesperados.

Él se levantó, sosteniendo su ligero peso contra el pecho. Ella levantó la cabeza, parpadeó, y miró alrededor.

– Estaba soñando.

– ¿Qué estabas soñando?

– Que habían dos de ti.

La llevó dentro de la casa, cruzando de un tranco hacia abajo por el pasillo hacia su cuarto.

– Debe haber sido espantoso. Dos hombres dándote órdenes.

– No realmente -posó su cabeza en su hombro-. Estoy acostumbrada con cuatro hermanos, todos con fuertes opiniones.

Pareció divertida y somnolienta de pronto. Esto no era sólo su olor, decidió cuando la puso en la cama y se estiró a su lado. Ella confiaba en algún nivel instintivo. Nadie confiaba en él -ni siquiera su hermano gemelo, ni siquiera Ken. Se dio la vuelta presionando su cuerpo cerca del suyo, abrigándola con sus brazos.

– No intentes nada -le advirtió ella-. O tendré que abofetearte.

– Iba a decirte justamente lo mismo -le respondió Jack.

– ¿Realmente? -ella giró su cabeza para mirarlo, la diversión arrastrándose en sus ojos oscuros-. ¿Qué haces aquí?

– Impidiendo tu sonambulismo. Este es el único modo que voy a conseguir algo de sueño.

– No camino dormida.

– Es más seguro, confía en mí, nena.

No lo era, pero no iba a indagar las razones del porqué. Se dio vuelta completamente para estudiar su cara.

– ¿Y si ellos nos encuentran? Podrían hacer daño a tu hermano, Jack. No pensé en esto. Estaba tan preocupada protegiendo a mis hermanos que no pensé en el tuyo, debería haberlo hecho. Lo siento.

– No tenías ningún modo de saber que Ken y yo compartimos la casa.

– Sí -su mirada fija se deslizo hasta el techo-. Estabas preocupado por él cuando estabas en Kinshasa. Los rebeldes lo habían torturado, peor de lo que te hicieron a ti, y estabas trastornado porque no llegaste a él lo bastante rápido. Vislumbré tu casa y sabía que él vivía cerca o contigo. Acabo de pensar como te sentirías si le pasara algo a él.

– Pensaste en el bebé. Tú no querías venir aquí -indicó Jack. Si iba a ser honesta acerca de las cosas que había advertido, él también podía. Debían de llegar a un entendimiento en algún momento. Pero no estaba lista aún y no la culpó, pero no iba a fingir. Ella había venido. Tenía que saber con que tipo de hombre trataba-. Tengo la intención de hacer de esta casa, tu hogar.

– Me lo voy a tomar día a día. Estoy demasiado cómoda con tu toque, y no confío en mí cerca de ti otra vez.

– No te preocupes, nena, si tratas de brincar hacia mí, me defenderé.

Ella sonrió, como sabía que haría.

– No pienses que no podría suceder.

Su sonrisa se desvaneció despacio y pareció asustada, al punto que Jack envolvió su brazo alrededor de su cintura.

– ¿Qué es?

– ¿Esto no te molesta? ¿Lo que él nos hizo? No le importamos como personas, Jack. Todo lo que importaba era que tuviéramos sexo.

Él alcanzó su mano, la sostuvo cerca de su pecho, frotando su piel con el pulgar.

– Tengo noticias para ti, Briony. La mayor parte de hombres están bien con esto.

Ella tiró su mano lejos.

– Entonces te pillé -encorvando el hombro, ella se volteó sobre si misma- ¿No hay otro lugar dónde pueda dormir?

– No. Puedes dormir aquí. Tengo que ser capaz de vigilarte.

Aquella nota baja de orden estuvo de regresó en su voz, la que rayó en sus nervios implicando que él estaba totalmente controlado, mientras ella era una víctima de sus desbocadas hormonas.

– ¿Preguntas alguna vez?

Jack no supo porqué su sarcasmo lo hizo querer sonreír.

– No ¿De qué serviría? Estás muy cansada, Briony, no sabes lo que haces o dices. No dejaré que nada te suceda. Si tu quieres me quedo sentado toda la noche, lo haré, pero esto no cambiará como ambos nos sentimos.

– No sabes nada acerca de mis sentimientos.

Exasperado, agarró su mano y la forzó entre sus piernas, sobre el grueso bulto que palpitaba con calor y urgente necesidad.

– A esto le importa una maldición si me siento a seis pies de ti, en el otro cuarto, o me tumbo a tu lado. Esto no va a desaparecer hasta que este profundamente sepultado dentro de ti, donde pertenezco -soltó su mano, casi empujándola lejos de él-. Ahora ve a dormir antes de que olvide todas mis buenas intenciones y consiga un pequeño alivio.

Otra vez Briony lo sorprendió. Esperaba lágrimas, cólera o una áspera respuesta, pero rió suavemente.

– Hay un poco de consuelo en saber que no soy la única que sufre.

– No tienes por qué. Me dices las palabras y ambos dormiremos como bebés -si ella dijera que no, podría no tener ningún otro recurso, sólo dirigirse hacia la ducha cuanto antes y aliviar el terrible dolor. Sería rápido, barato y poco satisfactorio, pero infierno, iba a explotar. Y tenía el mal presentimiento que la solución no duraría más que el siguiente aliento.

– Pienso que un poco de sufrimiento es bueno para tu alma -dijo Briony.

Su voz fue amortiguada por la almohada, pero estaba absolutamente seguro que se reía de él. Jack se contentó con abofetear su lindo y redondeado trasero, y estuvo más que satisfecho cuando ella gritó y lo fulminó con la mirada. Él cerró sus ojos y trató de no pensar en su cuerpo desnudo, estirado bajo el suyo mientras conciliaba el sueño. No se avergonzaba desde que tenía doce años, pero esta noche podría comenzar una nueva fase en su vida. Incluso con su incomodidad física, había algo bueno acerca de tumbarse al lado de ella, estando bastante cerca como para oír su respiración y tocar su suave piel, sólo para saber que ella estaba allí.

Oyó hasta que su respiración se hizo lenta y rítmica, y supo que finalmente se había quedado dormida. Poniéndose de lado, cubriendo protectoramente su cuerpo alrededor del suyo, empujó su ingle palpitante contra la curva de sus nalgas, un brazo alrededor de ella, su mano extendida sobre su estómago para sostener a su niño cuando se permitió deslizarse hacia un ligero sueño.

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