Jack trabó el cerrojo de la puerta con un ruido sordo resonante y siguió acercándose, caminando derecho hacia ella, sus manos agarraron sus brazos fuertemente. Le dio una pequeña sacudida.
– ¿Qué demonios estabas tratando de hacer? Iba a violarte. Si yo lo sentí, tenías que haberte inundando con sus intenciones. ¿Qué esta mal contigo?
– Todo el mundo me infravalora porque soy pequeña. Sé que soy más fuerte que él. No le habría dejado tocarme.
– Te tocó. El jodido puñetero te golpeó, mientras me escondía como un perro sobre aquella plataforma. Quería hacerte daño. Apestaba a ello. Tenías que haberlo olido. Estaba excitado con la idea de herir a una mujer como tu.
Su palma cubrió su enrojecida mejilla.
– Y lo maneje -dijo bruscamente Briony, su propio temperamento empezó a alzarse y mezclarse con el cercano miedo que paralizaba su mente. Sacudió la cabeza lejos de él porque su toque la afectaba demasiado-. Lo manejé. Soy capaz de cuidar de mi misma. No dejaría que un hombre me violara.
– De ahí la palabra violación -sus ojos se estrecharon-. No estabas a salvo, Briony. Ni entonces ni lo estas ahora tampoco. Deberías estar suplicando por marcharte.
– No traeré aquí a los soldados. Son de gatillo fácil. Y no tengo miedo de ti. Quieres que lo tenga, pero no te temo.
– Deberías temerme ¿Tienes idea de lo que quiero hacer justo ahora?
Su mano se deslizó de vuelta a su cara, ahuecando su mejilla y presionando su palma contra su mejilla ardiente como si pudiera llevarse el escozor.
– Si. Estas tratando de no dejarme entrar.
La intensidad de sus emociones lo inundó y le robó la cólera y el miedo. Necesitaba tocarla, sentirla cerca de él. No podía pensar con el deseo que sentía por ella. Briony nunca había tenido a nadie que la mirase de la manera en que él lo hacía ni que fuera tan feroz protegiéndola.
– Quiero que me veas por lo que soy, Briony. Soy duro y puedo ser cruel y no tengo todos esos sentimientos agradables que mereces de un hombre.
Mientras hablaba, sus manos desdijeron lo que decía, los pulgares barrieron con caricias calmantes sobre su mejilla hinchada.
– No puedo tocarte. Tienes demasiados cortes, Jack. Posiblemente no podemos…
Se calló cuando él cogió sus manos, los dedos entrelazados con los suyos, empujándola contra la pared y fijando sus manos allí mientras se inclinaba para seguir besándola. Caliente, necesitando sus besos. Urgente y hambriento. Cada beso se hizo más profundo, más áspero, volviéndose más exigente que el último.
En algún nivel supo que era demasiado experimentado y duro para una inocente, pero no podía parar. Cada pizca de disciplina y control pareció marcharse, fuera de su alcance, no importaba cuan duramente tratara de encontrarlo. El gruñido en su cabeza ahogó todo sentido del honor y se convirtió en un deseo que palpitaba tan intenso que no podía pensar más que en enterrar su cuerpo en el de ella.
Este era su olor, la piel suave, el calor de su boca, y su sabor. Se ofreció a él y no era lo suficientemente fuerte para resistirse. La oferta había estado allí, en el chocolate oscuro de sus ojos. Tal vez tímido, incluso vacilante, pero reconoció el hambre creciendo en ella. En el momento en que deslizo las manos bajo su camisa y absorbió el tacto de satén y seda, supo que el aliciente de su olor estaba en cada pulgada cuadrada de su cuerpo, tenía que tener más.
– Jack.
Briony susurró su nombre, el miedo creciendo en la misma proporción que su necesidad por él. Nunca se había sentido tan nerviosa, tan desesperada por aliviarse. Quería sus manos sobre ella, quería su cuerpo en el suyo, pero sabía poco de lo que pasaba entre un hombre y una mujer. Era tan grande, tan fuerte y en su presente estado dudaba que pudiera controlar la situación. Quiso que la prisa se redujera, para darle tiempo a pensar.
Jack sintió el temor traspasar a Briony, inclinó su cara para forzarla a levantar la vista hacia él.
– Seré cuidadoso contigo, cariño. Confía en mí.
Esperaba que estuviese diciendo la verdad. Nunca había sentido un deseo tan aplastante de estar con una mujer. Todo el rato sus manos se movieron sobre su piel, trazando sus costillas, la pequeña y hundida cintura, deslizando las manos hacia arriba para ahuecar el suave peso de sus pechos, los pulgares volviendo a sus pezones duros picos directamente a través de su sujetador.
Un sonido suave escapó de su garganta, un suspiro, una súplica urgente que le llevó casi hasta la locura con su deseo de quitarle toda la ropa del cuerpo. No era suficiente tomarla así, rápido, duro y sin pensar. Lo sentía. Era inesperado e incluso inquietante, pero necesitaba saborear el tacto de su piel, el suave sonido de ella, el gemido suspirado, la oscura riqueza del deseo por él creciendo en sus ojos. Su cuerpo encajaba con el suyo, cada curva, el destello de sus caderas y la suave hinchazón de sus pechos.
Jack nunca había esperado desearla de la forma en que lo hacía, o sentirla dentro de la manera en que lo hizo, pero no iba a desaprovechar su oportunidad. Le importaba un comino que su cuerpo fuera un lío. Nunca había experimentado esa pertenencia. Ella le pertenecía, y él a ella. No lo miró de la forma que el resto del mundo lo hizo. No vio sus pecados. No sabía que su corazón estuvo muerto por mucho tiempo. Ella le miraba y veía a un hombre, no a un monstruo. Ni siquiera podía mirarse en un espejo y hacer eso, pero podía mirarse a través de sus ojos.
Se inclino a besarla otra vez, las manos profundamente enterradas en su sedoso y abundante cabello. Su boca abierta para él, respondiendo con caliente pasión. Se tomó su tiempo esta vez, negándose a ser duro, saboreando su sabor, la sensación de ella. Ralentizó sus manos que vagaban, demorándose en sus curvas y los valles suaves, haciendo un mapa de su cuerpo en su mente, almacenando las imágenes allí. Tendría que durarle toda una vida y no iba a apresurarlo.
Briony no podía creer lo dulce que era, lo tierno. Su mente era una neblina de necesidad, de hambre, el deseo tan intenso que apenas podía pensar o respirar, pero en vez de arrancarle la ropa del cuerpo, la desenvolvió como si no tuviera precio y fuera frágil, con un cuidado tierno que lindaba la reverencia. Su aliento se quedó atascado en la garganta cuando el se quitó la ropa, tirándolas descuidadamente, revelando los cortes terribles y las quemaduras en su cuerpo.
– Jack -susurro su nombre en una agonía de necesidad-. No podemos. Deberíamos esperar hasta que estés curado.
– No siento nada excepto a ti -contestó, sabiendo que era verdad.
La levantó para poner su trasero en el borde de la barra y se puso entre sus piernas para darse mejor acceso a su cuerpo sin hacerse más daño a si mismo. No podía permitirse a que los puntos se soltasen y arriesgarse a más infección, pero maldita fuese todo, no iba a perder esta oportunidad.
La beso de nuevo, besos largos, lentos y drogantes hasta que sus ojos estuvieron vidriosos y su cuerpo tembló bajo su toque. Arrastró besos hacia abajo por su cuello, sobre la curva de sus pechos hasta sus pezones. Se sintió devastado por su hambre por ella, su boca lamió un poco demasiado salvajemente, los dientes provocando, tirando y arrastrándola en juegos preliminares demasiado experimentados que sus inocentes ojos le dijeron que debería tener, pero no podría detenerse de tomar el regalo que ella le estaba dando.
– Nunca sentí nada como esto Briony.
No podría esperar, no podría hacerle el amor como querría, y era frustrante. Necesitaba una cama y cerca de 24 horas, en vez de un cuarto de práctica donde alguien podría intentar entrar en cualquier momento.
Presionó un dedo contra su estrecho canal. Ella hizo un sonido suave de necesidad, su crema resbaladiza le hizo fácil estirarla con dos dedos. No podía esperar. Su olor lo estaba provocando, su cuerpo se hincho hasta proporciones dolorosas. Ella estaba caliente, mojada y tan tentadora, pareciendo en parte tentadoramente sexy y en parte inocente.
Cogió sus caderas y la sujeto contra él, presionándose en la entrada acogedora y resbaladiza. Estaba tan apretada, tan caliente, tan todo, el deseo tan intenso que su cuerpo se sacudió con la necesidad de entrar de golpe y enterrarse hasta la empuñadura. Sus ojos oscuros se agrandaron y ella sacudió la cabeza. Antes de que pudiera protestar, empujó más profundo.
– Relájate, déjame hacer el trabajo, cariño. Es molesto la primera vez, pero una vez que pasemos esto, lo haré bueno para ti.
Briony no podía tocarle. Necesitaba agarrarse a él, pero no había un lugar en su cuerpo sin cortes. La urgente necesidad de tenerlo dentro se escabullía, para ser remplazada por el miedo. Era demasiado grande. Era así de simple. Su cuerpo posiblemente no podría estar diseñado para un hombre de su tamaño. Briony se humedeció los labios y se alejó lejos del sentimiento estirado y ardiente.
Jack apretó su agarre.
– Tienes que relajarte, Briony. Estas tensándote sobre mí.
Se inclinó hacia delante, un poco frenético, incapaz de impedirse besarla, una y otra vez, consiguiendo su pasión, ahuecando uno de sus pechos y provocando su pezón hasta que la inundó con su necesidad y jadeó
Se deslizo más lejos, empujando a través de sus apretados pliegues hasta que sintió su resistencia.
– Mírame, cariño. Mírame solo a mí.
No era un hombre para estar con una virgen. Era áspero, dominante y no conocía la primera vez de las inocentes. Demonios, no podía recordar la época de su vida cuando había sido un inocente.
Jack busco profundamente para encontrar la suavidad, ser paciente. Quería que su primera vez fuese algo más que un hombre sudando y empujando, tomándola rápido y sin cuidado. Quería mantener su final y hacerla sentir la mujer bella y extraordinaria que era.
– Dime que es lo que quieres, Briony. Dime que me deseas.
Tenía que desearlo. No estaba seguro de que fuera lo suficientemente hombre para echarse atrás si estaba demasiado asustada, pero lo intentaría, por ella, lo intentaría. El sudor goteó por su frente. Su olor lo estaba volviendo loco. Su cuerpo, tan caliente y apretado, un puerto perfecto para él, probó los límites de su control.
– Hijo de puta, cariño. No voy a ser capaz de contenerme mucho más. Dímelo. Dímelo, así sé que no soy un bastardo completo y quieres esto también.
Sus dedos se deslizaron con cuidado sobre su cara.
– Te deseo más que cualquier cosa, Jack. Estoy absolutamente segura.
A pesar de que había miedo en sus ojos, y en su mente, él cogió sus manos, inclinando su espalda, mientras se inclinaba sobre ella, los dedos apretados alrededor de los de ella para darle un ancla, presionando sus muñecas en la madera al lado de su cabeza. Un fuerte empujón y paso la barrera, sepultando su carne dura como una roca profundamente en ella. Ella dio un grito estrangulado, y él hizo el esfuerzo supremo para dejar de moverse, para permitirle ajustarse a su tamaño. Era difícil cuando su cuerpo rabiaba fuera de control. Apretó los dientes, sintiendo su pulso latir y su pene sacudirse con el esfuerzo de esperar.
Briony cogió aliento. Todavía se sentía demasiado grande, estirándola hasta un punto ardiente, pero de alguna forma la sensación se desvaneció y la urgente necesidad de sentirle moviéndose profundamente en su interior ocupó el lugar. Cuidando su cuerpo herido, no podía participar más que levantando sus caderas para encontrar su empuje, pero quiso tocar su piel, tomarlo a través de sus poros, sujetarlo cerca de ella. Él empujó más profundo y un relámpago zigzagueo a través de su cuerpo, chisporroteando, crepitando y extendiendo el calor a cada célula.
Un solo sonido escapó de su garganta. Él la dominó, sus manos en sus muñecas como grilletes, sujetándola en el lugar mientras empezaba un ritmo pulsante. Contente. Contente. Contente. El cántico era un estribillo desesperado en su cabeza. Era tan apretada que era casi doloroso, y su olor era maduro, llamando al macho en él, tronando en su cabeza y corazón, martillando en su ingle hasta que apenas podía pensar con el deseo de sepultarse más y más profundo, más y más duro.
Respiró profundamente para mantener el control, cuando se sentía como un hombre que anhelaba hacia mucho a esta mujer, su cuerpo era perfecto, encajaban perfectamente. El sabor de ella, el tacto de ella, era casi más de lo que podría soportar. En sus fantasías eróticas más salvajes, nunca había tenido una compañera que desease de la manera en que deseaba a Briony, y tenía que ser una virgen.
No había una pulgada cuadrada de su piel que no estuviera cortada en trozos; no podía sujetarla contra él, no podía hacer contacto de la forma que quería. Necesitaba sujetarla más cerca, aplastar su cuerpo bajo el suyo, entonces respiró. Contente. Contente. Contente. No iba a asustarla exigiendo demasiado, por tomar demasiado. También, había algo profundo, primitivo y satisfactorio en saber que era el único hombre que alguna vez la había tocado de esta forma. Era un egoísta bastardo, un gruñido escapó, su mente se nubló. No podía pensar en nada más, el placer borró cada pensamiento coherente.
Un placer penetrante inundaba a Briony, precipitándose a través de su cuerpo con bastante más fuerza de la que había imaginado. Cada golpe enviaba rayos de relámpagos corriendo por su piel, chisporroteando a través de su piel, y contrayendo su útero. Sus músculos se apretaron y se apretaron, una presión implacable que continuó construyéndose superando cualquier expectativa que hubiera tenido nunca. Era atemorizante dejarse llevar, alzar la vista a su cara, ver las salvajes líneas talladas profundamente, la intensidad en sus turbulentos ojos, pero al mismo tiempo aumentando su placer sexual, más allá de cualquier límite que ella podría haber tenido.
Entró en ella una y otra vez, estirándola extremadamente, llenándola tanto que quería gritar por el placer, incluso era casi demasiado. Su olor la estaba volviendo loca, un infierno creado que no podía parar. Necesitaba coger aire, hacer una pausa, solo por un segundo. Sus músculos estremecidos, la sujetaron hacia abajo cuando penetró profundamente dentro de ella, empujando una y otra vez como un hombre poseído.
Había placer y dolor, miedo y alegría. El miedo estalló sobre su cuerpo, varios de los puntos a través de sus nalgas y caderas reventaron mientras entraba más profundo y duro, la fricción de su apretada vaina aterciopelada casi lo llevó en una espiral fuera de control. Ella empezó a luchar contra la liberación en el momento que se dio cuenta que varios cortes estaban abiertos en su cuerpo, pero él no podía parar. No, cariño, no lo hagas. No luches conmigo. Estamos allí. Necesito esto. Tú necesitas esto. Déjate ir. Ven conmigo.
Las palabras rozaron íntimamente contra su mente. Quizás si hubiese hablado en voz alta ella hubiera encontrado la fuerza para pararle por su propio bien, pero su súplica era demasiado acariciante, demasiado necesitada. Levantó las caderas para encontrar su invasión, alzándose con cada golpe, apretando sus músculos alrededor de él para aumentar su placer, sintiéndolo estrellarse contra ella, a través de ella, creciendo con tal intensidad que apenas podía evitar gritar. Sus músculos internos se convulsionaron y el cuerpo de Jack se sacudió mientras se colapsaba. Su voz, un susurro ronco, sonaba sexy, incluso erótica, mientras se vaciaba profundamente dentro de ella. Sintió el espeso chorro caliente llenándola, mezclándose con su propia crema, su olor a almizcle combinado provocó otro espasmo salvaje.
Las manos de Jack lentamente se deslizaron fuera de sus muñecas, bajando por sus brazos para meterlas en su pelo. Él cerró los ojos, solo sintiéndola, saboreando su cuerpo caliente y apretado alrededor suyo, su piel increíblemente suave, su abundante y hermoso cabello a través de las yemas de los dedos. La volvió a besar, necesitando su sabor en la boca. El dolor empezó a arrastrarse por las sensibilizadas terminaciones nerviosas, pero lo mantuvo a raya solamente unos momentos más, dándole suficiente tiempo para arrastrar besos por su garganta hasta su pecho. Abrió los ojos y la miró estirada como en un sacrificio, un regalo.
– Eres la cosa más hermosa que he visto en mi vida.
Briony se alzó para tocar su cara, su toque tan tierno que casi fue su perdición. Salió de ella, sintiendo el calor de las lágrimas. Demonios. No había llorado desde que era pequeño. La mujer estaba matándolo.
– Tenemos que vestirnos -dijo bruscamente, buscando alrededor su ropa. Se vistió en silencio, una pequeña parte suya avergonzado por haber tomado lo que se le ofrecía, pero la mayor parte la quería una y otra vez.
– Jack, tengo que irme -dijo Briony-. No tenemos mucho tiempo. Si mis hermanos vienen y la puerta esta cerrada…
– Jebs sabe que estoy contigo; asumirá que estas tratando de protegerme -deseaba como el demonio no haber usado esa palabra en particular. Debería haber estado protegiéndola. La sujeto cerca, acariciando su pelo-. Debería haber esperado hasta que estuviéramos en tu habitación. Esta noche, después de que hagas tu cosa, te prometo que haré mejor el trabajo.
– Era mi primera vez, Jack. Para una primera vez, conmigo no sabiendo lo que hacía, los cohetes explotaron -levantó la cara así podría besarla-. Tengo que ir al camerino. Tendré a mis hermanos buscándome pronto si me esperan mucho más, y necesitas salir de la vista.
– Algunas veces fuera de la vista es a plena vista. Te estaré viendo esta noche.
Ella lo volvió a besar, de repente hambrienta por él.
– Mantente a salvo.
Se alejó rápidamente, girándose dos veces para decirle adiós, su sonrisa derritiendo los nudos apretados en su vientre.
Desde su posición en las sombras cerca de la entrada de los actores, Jack se encontró con el corazón en la garganta, viendo su cuerpo volando a través del aire, su traje de lentejuelas brillaba como una estrella que se apresura a través del cielo. Los trucos eran a un ritmo rápido y peligroso, una mezcla de fuego, cuerda, y la oscilación, con cada uno en constante movimiento. Jack miraba a Briony, notando apenas a sus hermanos. Sobre todo la sintió.
Los trucos requerían su completa atención y no había forma de esconder el dolor que sacudía su cuerpo. Él era un soldado entrenado, tenía una extensa experiencia de combate, y conocía la tortura en bases mucho más profundas de lo que le gustaría. Sabía como separar su cuerpo de su mente y bloquear el dolor. Ella no lo bloqueaba exactamente. Lo sentía, pero se negaba a reconocerlo. Lo soportaba.
Sintió cada martillazo como si alguien estuviera clavando una estaca afilada a través de su cráneo. Los golpes se sintieron con una fuerza rítmica mientras el nivel de ansiedad de la gente crecía con cara truco que se sucedía. Presionó una mano contra su estómago acalambrado. La bilis subió, pero luchó por bajarla. Quiso no tener una hemorragia nasal, sintió un hilo de sangre en la esquina de su boca, y estrechó los ojos cuando vio la mano de ella moverse con velocidad borrosa para limpiar su cara.
Detesto mirar la actuación, sus dedos se convirtieron en puños con el conocimiento certero de que estaba sufriendo, y lo hacía varias veces al día, casi cada día. Se giró lejos, jurando por lo bajo. ¿Por qué su familia permitía tal cosa? ¿Qué demonios estaba mal con ellos? ¿Y que estaba mal con ella que deliberadamente torturaba su cuerpo cada día?
Quiso agarrarla y correr, llevarla a algún lugar donde pudiera protegerla y mantenerla a salvo del constante bombardeo de emociones de cada día. Si permanecía por más rato, iba a subir por la cuerda y empujarla fuera de allí justo delante de todos los soldados sin importarle los rebeldes que estaban dispersos en la audiencia.
Briony completó un giro completo y sintió la satisfacción golpearla mientras Jebediah cogía sus muñecas y la mandaba volando hacia atrás hacia Tyrel. El alambre alto estaba bajo sus pies, corrió a través, contando los compases de la música para hacer su entrada. Mientras hacia eso, vio a Jack escabullirse. Inmediatamente el dolor inundó su cuerpo, con tanta fuerza, tan rápido que casi falló cuando salto a través del anillo de fuego. La alarma de Jebediah por su ritmo perdido se sintió como un golpe a su cerebro.
Respiró y forzó a su cuerpo bajo control por el resto del espectáculo. Jebediah esperó hasta que estuvieron a solas en el camerino de maquillaje, silenciosamente le dio un paño para limpiar la sangre de su nariz y su boca.
– Casi fallaste, Briony. No hay una red de seguridad.
Ruben, Tyrel y Seth se callaron, sus risas se desvanecieron mientras se daban la vuelta. Su preocupación solo aumentó el dolor que la atravesaba como una apuñalada.
– Lo sé. Era peor esta vez. No volverá a suceder. Estaré preparada.
Jabediah frunció el ceño cuando la vio limpiarse la sangre.
– Duerme esta noche. Esta casi terminado, un par de días más.
Jebediah despidió a sus hermanos y esperó hasta que cerraron la puerta.
– Dale esto a Jack. Fui capaz de darle un mensaje a su hermano en el hospital y Ken arreglara el transporte. Hay un barco que le estará esperando en la costa. Un helicóptero lo extraerá -le deslizo un teléfono por satélite en la mano-. No debería dejar el cuarto hasta que sea necesario. Vamos a actuar como hacemos siempre cada noche y pasar por los bares. Quédate en tu habitación con la puerta cerrada, y lo digo en serio esta vez, Bri. Esto es peligroso. Si alguien traicionase a Jack y lo entregara a los rebeldes, podría interceptar lo que estamos haciendo y estaríamos en serios problemas.
– Me quedaré allí, Jeb.
Prometió Briony. Se marchaba. Sabía que tenía que irse y al menos tendría cuidado médico, pero el pensamiento de estar separada de él era abrumador. Se giró lejos de su hermano, cubriendo su cara de nuevo con el paño así no podría ver su expresión.
Jebediah caminó con ella en silencio hacia el hotel y la dejo cuando subió las escaleras hacia el vestíbulo.
– Solo soy yo -dijo antes de usar su llave.
Jack cruzó el cuarto y la empujó en sus brazos, sujetándola cerca, casi aplastándola con su fuerza.
– Me asustaste como el demonio, Briony.
Rodeó con sus brazos su cuello, cuidadosamente tratando de mantener su peso fuera de su pecho, aunque la estuviera empujando fuertemente contra él.
– Eso es gracioso viniendo de un hombre que corre solo alrededor de la selva con un ejército enloquecido tras él -besó su labio inferior, provocándolo en la esquina de la boca-. Jeb manda un teléfono por satélite. No tengo ni idea de donde lo consiguió, pero debes llamar a Ken. Vendrán por ti esta noche. Iré a tomar una ducha mientras llamás.
Briony empujó el teléfono en sus manos y se alejó, queriendo que no viera o sintiera cuanto la iba a herir cuando se marchase. Su relación había florecido tan intensa como rápida, por primera vez en su vida sentía como si perteneciese. Dejó que el agua caliente fluyera por su cara, lavando las lágrimas. Por supuesto tenía que irse. No tenía otra opción, era demasiado peligroso que se quedase. Se tomó su tiempo lavándose el pelo, necesitaba los minutos extras para componerse.
Jack estaba ya en la cama cuando Briony salió del baño envuelta en una toalla. Sostenía una esquina de la sábana y acariciaba el colchón de manera incitante.
– No te molestes con la ropa. Solo tendré que quitártela.
Briony rió.
– Suenas como un tipo duro.
Encendió una sola vela antes de apagar la luz y deslizarse en la cama a su lado.
– Soy un tipo duro. Eres la única que no lo nota.
Enmarcó su cara y se inclinó para besarla, besos largos y prolongados que ayudaron a calmar la palpitación de su corazón por ver su actuación bajo tal coacción.
Los labios de Briony eran suaves y le daban la bienvenida, su boca inocente y apasionada, caliente y picante, una mezcla intoxicante. Respiró profundamente, poniendo su frente contra la de ella. Deseaba besarla para siempre, sujetarla cerca. Guardarla. Pero era Frankenstein con más cortes que piel, no había sido capaz de tocarle, y quería sentir sus manos en su cuerpo. Necesitaba sentir sus manos sobre él. ¿Cómo iba alguna vez a dejarla?
Jack se apoyó sobre un codo, descansando sobre su lado, una de las pocas posiciones en las que podría estar sin sentirse extremadamente incomodo. Apartó los sedosos mechones de cabello de su cara, sus dedos persistentes contra su piel.
– Cuéntame sobre tu vida.
– ¿Mi vida? -alzó una ceja-. Mis padres eran gente maravillosa. Gente de circo. Amaban la vida. Por eso hicieron a mis hermanos. Mi madre nació en Italia y mi padre en Estados Unidos. Tengo cuatro hermanos y todos piensan que necesitan darme órdenes.
Sus manos se metieron en su pelo, frotando los mechones una y otra vez entre los dedos.
– Probablemente lo hacen.
Ella se rió.
– Debí haber sabido que te pondrías de su lado. Es algún tipo de vinculación masculina el que piensen que las mujeres no son capaces de controlar sus propias vidas.
Él hociqueó la parte superior de su cabeza con la barbilla.
– Es el ego y la pura desesperación. Tenemos que manteneros pensando que somos la especie superior.
– Noticias frescas, Jack, ninguna mujer sobre la faz de la tierra cree eso ya.
Arrastró besos hacia abajo por su mejilla.
– Pero los hombres no saben que las mujeres saben eso. Todavía vivimos en nuestro pequeño mundo de fantasía, por eso no lo estropees para nosotros.
– Trataré de ser buena sobre eso.
– Estabas contándome sobre tu vida.
Se encogió de hombros.
– Realmente no hay mucho que contar. Soy adoptada. Mi padre de nacimiento insistió en diseñar mi educación así como de ser responsable de cualquier problema médico, sobre todo, creo, porque soy diferente. Era consciente de mis diferencias y tenía un doctor especial volando siempre que tenía tan solo un dedo golpeado. También insistió en desarrollar mi entrenamiento psíquico. Correr, gimnasia, artes marciales, bajo el agua, ese tipo de cosas. Me gustaba la mayor parte del tiempo. Podía usar las habilidades para nuestros espectáculos, y se sentía bien usar la velocidad y la resistencia que en realidad tengo, en vez de ocultarlo todo el tiempo. Mamá no quería que nuestros amigos supieran que era diferente.
– ¿Por qué os quedasteis todos con el circo?
Hizo pequeño encogimiento.
– Aman la vida en el circo, la camaradería, los viajes, especialmente los viajes y, por supuesto, actuar enfrente de miles de personas. Creo que esto es una emoción tan grande como la actuación aérea real. Jeb lo amaba tanto que no permaneció en los SEALs y sabes que le gustaban. El dinero que Whitney dio a mis padres cuando me adoptaron y estuvieron de acuerdo con sus términos, les permitió comprar con todos sus compañeros el circo. La actuación y el circo están en su sangre. Nos han ofrecido mucho dinero por actuar en las Vegas, pero no es el estilo de vida que ellos quieren. El circo está en sus corazones.
– Pero no en el tuyo.
Briony se giro para mirar el techo, una pequeña sonrisa curvaba su boca.
– Ellos están en mi corazón, por supuesto actuaré con ellos. Somos una familia y esto es lo que queremos hacer.
– Y sabes que su actuación no sería bastante exitosa sin ti. Son tus trucos lo que los diferencian de otros trapecistas.
– Contribuyo, pero los chicos son trapecistas imponentes. Inventan trucos que la mayoría de los otros artistas copian. Siempre he sido la más fuerte y la más rápida, y obviamente esto me da ventaja. Hago un salto mortal cuádruple, pero sinceramente, podría girar cinco o seis veces antes de que Jebediah me coja. Pero no haría eso.
– ¿Por qué no?
– Sería muy peligroso para otros intentarlo y eso me diferenciaría. No quiero un foco brillando demasiado pesadamente sobre mí -se estiró y tocó su cara. Adoraba tocarle, pero había lugares en su cuerpo donde no lo podía hacer sin hacerle daño-. ¿Qué hay acerca de ti?
Cogió su mano y se la llevó a la boca, mordisqueando sus dedos.
– ¿Qué hay acerca de mi?
– ¿Qué haces cuando no eres enviado a la selva para rescatar gente?
– Mi hermano y yo tenemos una propiedad en las montañas. Es salvaje y me viene bien. Si él alguna vez terminase con sus planes, podríamos ser capaces de sentarnos en el pórtico y disfrutarlo.
Briony escucho el cariño en su brusca respuesta.
– ¿Sus planes?
– Ken siempre tiene planes. Diseño la casa, y cada vez que creo que hemos terminado y ya puedo sentarme y disfrutar de las montañas, viene con una nueva idea para hacerme trabajar.
Briony rió suavemente.
– Te hace trabajar, ¿verdad? De algún modo tengo problemas para creer eso.
La vergüenza parpadeó en sus ojos y se marchó. Se encogió de hombros.
– El hombre lloriquea. No sé. Quiere hacerlo y solo me tiene a mí, por eso es más fácil darle lo que quiera para que se calle.
La sonrisa de Briony se amplio.
– Te subestimás. ¿Quién lo habría imaginado?
Se encontró fascinado por la forma de su boca y la risa en sus ojos cuando sonreía.
– Si, bien, no se lo digas a nadie. Ken adora diseñar, pero no necesariamente le gusta el trabajo de carpintería.
– ¿Y tu lo haces?
– Me gusta trabajar con las manos -se encogió-. Por supuesto, quizás sea a la fuerza. Ken me trae todo tipo de ideas y alguien tiene que mantenerlo tranquilo.
– ¿Ideas? -inclinó la cabeza, una ceja se alzo-. ¿Qué tipo de ideas?
– Muebles. Nuevas habitaciones. Edificios. Todo tipo de cosas.
Suspiró como si se aprovecharan mucho de él, pero había demasiada admiración y afecto en su voz para creer que estuviera enfadado con su hermano.
– ¿Haces muebles?
– Hice todo nuestro mobiliario. Y los armarios -se encogió de hombros-. Casi todo en la casa. Te lo dije, me gusta trabajar con mis manos. Hay algo satisfactorio en coger la madera y fabricar algo duradero con ella.
Ella tocó sus manos, recorriendo con las yemas sobre la piel callosa.
– Adoro tus manos -Briony le sonrió-. Si tú has hecho todo el edificio, ¿Qué ha hecho él?
– Las ideas son suyas. Se dirige a la gente, se dedica ha organizar. Se encarga de todos los detalles. No soy bueno en esas cosas. Ken cree que si alguien estropea una orden podría dispararle -se inclinó para rozar un beso a lo largo de sus sienes-. Podría haber un poco de verdad en eso. No tolero la incompetencia.
Ella se echó a reír de nuevo, el sonido de su risa recorría su cuerpo como un instrumento musical. Podía sentir la vibración de cada nota corriendo a través de sus venas, calentando su sangre.
– Siempre he querido hacer cristal de colores -le confió-. Hago bosquejos. No soy tan buena, pero todos son diseños originales.
Jack captó la nota deseosa en su voz.
– ¿Has tratado de hacer vidrio de colores?
– Tome algunas clases e hice piezas pequeñas. Tengo un montón de libros. No es práctico cuando viajamos mucho, pero algún día, voy a tener mi propio estudio. Veo diferente. Más pájaro que humano, creo, y a veces, especialmente en el atardecer, siento a la gente por el calor y no tengo ni idea por qué. Realmente veo imágenes en color. Cuando miro las cosas en la naturaleza, veo todo diferente y quiero usar los colores en el cristal -trazó sus tatuajes, sus dedos acariciando hacia abajo por su brazo.
Estuvo en silencio un momento, saboreando su toque.
– Veo de la misma manera. Imágenes caloríficas. Y tengo un sentido del olfato altamente desarrollado -se inclinó para enterrar la cara en su cuello, inhalando su fragancia-. Siempre hueles también.
– No probablemente cuando termino de actuar. Estoy acalorada y sudada.
– Eres preciosa, Briony -besó su garganta, demorándose en una larga incursión sobre su cuello, enviando escalofríos a través de su cuerpo-. Me gustas caliente y sudada -empujó la sábana hacia abajo por sus caderas, exponiendo sus pechos desnudos y su vientre plano-. De verdad.
Briony se relajó bajo su boca errante. Podía sentir la urgencia en su mente, pero nunca mandaba en sus manos. Podía besarla con hambre fiera y posesión voraz, pero daba caricias tiernas sobre su cuerpo, lentas y cómodas, como si memorizase cada detalle. Su mente podía ser un caos, aullando por ella, pidiéndole que la tomara como si no fuera nada más que el cuerpo femenino que ansiaba, pero sus manos eran gentiles y reverentes, sus manos hablaban de una emoción profunda.
Briony pasó ligeramente los dedos sobre sus rasgos curtidos, deteniéndose en la mandíbula angulosa. Él tembló ante su toque, girando la cabeza para tomar su dedo en la boca. La miró con los ojos llenos de crudo deseo. El aliento se le atascó en la garganta. Sentía que podría mirarlo eternamente y nunca tendría suficiente.
– Échate, cariño. Estamos un poco limitados por mis puntos para juntar los cuerpos, pero puedo tratar unas pocas cosas que podrían hacerte sentir bien.
– ¿Podría? Con solo mirarte ya me haces bien.
La empujó cuidadosamente hacia atrás sobre la cama hasta que estuvo recostada. Jack echó hacia atrás la sábana superior y la echó a un lado, arrodillándose entre sus piernas. Sus manos masajearon sus pantorrillas, subiendo hacia sus muslos. Se inclinó para besar el interior de sus muslos, usando círculos pequeños con sus pulgares aumentando su conciencia de él. Se inclinó hacia delante para presionar besos sobre sus costillas, remontando cada hendidura con la lengua y mordiendo la parte inferior de sus pechos. Cerró los ojos para saborear mejor el deseo y la textura de ella, para memorizar cada pulgada cuadrada de ella. No quería que los recuerdos de ella perdiesen intensidad, y esta noche era todo lo que tenía para darle, para tomar para si mismo.
Se relajó de la manera en que lo había hecho antes; una vez decidió entregarse, lo hizo sin reservas. Alzó las manos para agarrar las barras del cabecero, para cuidarse de olvidar accidentalmente, en el calor del momento, de agarrarse y sujetarse a él.
Su cuerpo desnudo yacía ante él como un festín, y Jack se tomó su tiempo, probando cada pulgada de ella, lamiendo sus pechos, saboreando y mordiendo, aumentando deliberadamente su placer. Esperó cada jadeo, cada arco de su cuerpo, el movimiento de las inquietas caderas que le decían exactamente lo que le gustaba, que la volvía loca, que la empujaba al borde.
Se agarró fuertemente a las bordes mientras bajaba por su cuerpo. Podía sentir la tensión creciendo en ella en una espiral fuera de control. Sus dedos acariciaron el calor resbaladizo entre sus piernas, sumergiendo profundamente para empujarla más y más alto hasta que gritó. Quería más. Quería escuchar su nombre en sus labios, oír sus gritos de placer. Inclinó su cabeza y besó suavemente a lo largo del interior de su muslo, sintiendo su cuerpo sacudirse en respuesta. Su lengua provocó y acarició, respirando con jadeos de placer, sumergido profundamente para bailar, acariciar, para sacar la miel fuera de ella. Su útero se contrajo, el estómago se apretó, y sus caderas se elevaron de la cama cuando dio un pequeño sollozo, en algún sitio entre el éxtasis completo y el miedo a perder su mente.
Jack tomó en un fuerte apretón sus caderas, atrayéndola incluso más fuerte hacia él, necesitando escuchar sus gritos, sabiendo que era el hombre que le daba tanto placer. Sus manos empezaron una lenta exploración de su cuerpo, deliberadamente seductor mientras sus dientes y su lengua la enviaron en una espiral fuera de control. Lamidas calientes y mordiscos provocativos, la condujo más y más alto. Sus caderas se retorcían y corcovearon bajo su asalto, el calor abrasador desencadeno una serie de pequeñas explosiones. En vez de aliviar el dolor terrible, solo aumentó el maremoto más fuerte de calor pulsante.
Briony pulsaba con necesidad feroz, un despertar tan fuerte que pensó que no podría sobrevivir. Su mente era una neblina de necesidad, de modo que empezó a suplicarle, asustada de la intensidad casi salvaje de placer. Jack se arrodillo entre sus piernas y la atrajo hacia él, sus ojos brillando con posesión cruda, con ansia dura. Empujó con fuerza, enterrándose profundamente, adentrándose por sus pliegues apretados, tomándola hasta el borde. Ella explotó, fuertes corrientes de electricidad la deslumbraron mientras su cuerpo simplemente se fragmentaba y ola tras ola de placer pulsaban a través de ella.
Y entonces Jack empezó a moverse. Cada movimiento de sus caderas envió un escalofrío de dolor a través de su cuerpo, pero se mezcló con el calor creciente, el placer creciente. Ella le rodeaba con fricción caliente, sus resbaladizos pliegues apretados, sus músculos fuertes, agarrándolo mientras se sumergía más y más profundo, y todo mientras le miraba con los ojos chocolate oscurecido, aturdidos con calor y pasión.
La movió ligeramente para tener el ángulo que le presionaría caliente y duro sobre su brote más sensible, y escogió un ritmo más rápido y duro que la hizo gritar su nombre. Jack. No en voz alta. Susurrado en su mente. De dolor. El placer asombrado consumiendo su mente. Quiso golpear con una necesidad frenética, pero la inocencia en sus ojos, la emoción en su cara, lo forzaron a mantener alguna apariencia de control. Quería que recordase este momento para siempre, porque estaría grabado en su mente para siempre. Miró su cara, vio la intensidad aumentar, sintió su cuerpo agarrándole. Dio un suave grito, el sonido se mezclo con su grito áspero, y se vació en ella, vertiendo todo lo que era en ella, cuerpo y alma.
– Otra vez -gruñó.
Jack se sentó en el borde de la cama mirando su cara. Parecía tan joven, ni una línea en su cara. Sus ojos, cuando le miró, guardaban tanta inocencia. Le miraba como al hombre que podría haber sido, no como el hombre que era. Lo mató sin remordimiento. Los demonios se sentaban en sus hombros cada minuto del día y lo conducían con fuerza. La quería, pero si la tuviera, existía la posibilidad de que se convirtiese en el hombre que su padre había sido. Su padre había mirado a sus hijos con ojos fríos y vacíos, ojos llenos de odio por estar cerca de su madre. Era tiempo que le robaban a él y no lo permitiría, ni a ellos, ni a nadie. Nadie podía tocarla, hablarle, era su posesión.
Jack y Ken habían hecho un pacto juntos, un juramento sagrado, que nunca se arriesgarían a destruir a una mujer de la forma que su padre lo hizo con su madre. Su padre los había aborrecido, dos chicos que ocupaban el tiempo de su madre y su amor. Había palizas que se convirtieron en más y más viciosas cuando su obsesión creció.
Dios le ayudase, Jack se sentía de esa forma con Briony, esa necesidad terrible de guardarla para él, de sujetarla apretadamente. No podía engañarse con el pensamiento de que realmente no era un poco obsesionado. Era capaz de matar, lo había hecho antes de que estuviera en la adolescencia, y ahora, enfrentado al monstruo en que se había convertido, tenía que dejarla. Se merecía un hombre normal, uno capaz de amarla sin posesión, celos y miedo. Era el único regalo que podía darle. Sabía que cuando se marchase, nunca podría existir otra mujer, pero no podía tomarla y mirar como su inocencia y luz lentamente se decoloraban, para ser remplazadas por el miedo de la forma en que lo había sido su madre.
Briony se revolvió, murmuró su nombre en sueños y se estiró hacia él. Su corazón se comprimió apretadamente. Se inclinó cerca de ella.
– Una vez que me vaya, Briony, no vengas cerca de mí de nuevo -susurró-. Nunca, porque no seré capaz de dejarte dos veces.
Sus ojos se abrieron y le sonrieron.
– Estaba soñando contigo.
Su estómago se revolvió y se inclinó para besarla. No debería. Lo sabía mejor, pero era malditamente duro tener que irse.
– Tengo que salir de aquí. Mi viaje me está esperando.
Ella se sentó, empujando el cabello sedoso, un pequeño ceño en su cara.
– ¿Es seguro? ¿Estás seguro de que es seguro, Jack?
– Es suficientemente seguro -se levantó y se puso el rifle alrededor del cuello-. Gracias por todo.
Briony tragó con fuerza, resistiéndose a la necesidad de aferrarse a él. Por supuesto tenía que irse, pero no había dicho una palabra de verse de nuevo. Ni una. Cogió su mano.
– Jack -dijo su nombre suavemente-. ¿Cómo vamos a encontrarnos el uno al otro?
Él retiró la mano, frotándose la palma contra el muslo como si el gesto pudiera simplemente borrarla.
– No lo haremos. ¿No pensaste que esto fuera a alguna parte, verdad? No soy ese tipo de hombre que se instala con una mujer e hijos en una casa con una valla blanca. Sabías eso cuando entraste. Serías un fastidio para mí.
Briony nunca apartó los ojos de su cara. Sus rasgos eran marcados y duros, grabados en piedra, los ojos tan fríos como el hielo. Jack no traicionó ninguna emoción. Podía estar mirando a un extraño total. Su corazón se rompió en pequeños pedazos. Escuchó su propio gemido, un largo y prolongado grito de angustia, pero solo fue en su propia mente, y tenía suficiente orgullo para mantener sus escudos vigorosamente para que no pudiera oír el llanto en su cabeza. No podía saber cuanto había puesto en él, cuan estúpida había sido realmente.
– Ya veo -fue todo lo que pudo sacar. Debería haber mirado hacia delante, haber sabido que sería capaz de alejarse sin una mirada hacia atrás. Mantuvo los ojos en su cara, esperando un pequeño signo de que le había querido decir las mismas cosas que él a ella-. Entonces buena suerte, Jack.
Se giró lejos de ella, un movimiento abrupto, y salió por la puerta. Ni una vez miró atrás. Briony lo sabía porque lo miró a través de la ventana, todo el camino, hasta que estuvo fuera de la vista. Se sentó en la cama hasta el alba, inmóvil, sin una sola lágrima, sintiendo una sensación de entumecimiento y congelación como si le hubiera arrancado el corazón y se lo hubiera llevado con él. Se sentía estúpida por incluso pensar que tenían algo especial. Jack tomó su regalo de amor y confianza y se lo tiró a la cara.
Se quedo muy quieta, muy pequeña, deseando que pudiera desaparecer. Se quedó allí en el borde de la cama hasta que Jebediah golpeó la puerta para decirle que era tiempo de enfrentar un nuevo día y otra actuación.