– Briony, mira al monitor -instruyó el Dr. Casey-. Jack, ¿ves lo que estoy mirando?
– Dos corazones -dijo Jack.
Briony se quedó inmóvil, el color abandonando su cara. Alcanzó la mano de Jack para darse fuerza. No era posible. Nunca había considerado tener un hijo, menos dos. Había empezado a pensar que estaba en mitad de una pesadilla y solo necesitaba pellizcarse muy fuerte para despertarse.
Jack se inclinó más cerca de ella, lo bastante para que los labios le acariciaran la oreja, pero las palabras estaban dentro en su cabeza, no dichas en voz alta. No te asustes, nena. Pasaremos por esto. Sus dedos se apretaron alrededor de los suyos.
Briony movió la cabeza alrededor lentamente y miró a la pequeña pantalla. Había un cono negro y un montón de agitaciones y no mucho de algo que pudiera ver.
– De ninguna manera. Ni siquiera bromeen con algo así, ustedes dos. Casi he tenido un ataque al corazón.
El doctor señaló y rodeó con un pequeño círculo una pequeña mancha y luego otra.
– Llevas definitivamente gemelos.
¿Qué está mal, Jack? Puedo sentir a Briony desde aquí. Está disgustada.
No dispares al doctor. Acaba de contarnos que vamos a tener gemelos, y ella no está preparada para las noticias.
Está muy angustiada.
Lo sé Ken. Lidiaré con ello.
Jack le apartó el pelo de la cara. Pequeñas gotas de sudor le perlaban la frente, y su piel estaba húmeda, tan pálida que era casi translúcida. Una mano revoloteó hacia la garganta.
– Jack. No -sacudió la cabeza, su mirada adhiriéndose desesperadamente a la suya-. Nunca he sostenido un bebé en mi vida, mucho menos he cambiado pañales. No sé nada sobre bebés.
¿Qué si empiezan a llorar y me vuelvo loca y los tiro por todas partes? No puedo estar con nadie cuando están molestos. Un bebé no puede controlar eso. Creía que con uno, podría, sabes, tomar un respiro de vez en cuando, pero no con dos. Jack, no puedo hacerlo con dos.
El doctor mantuvo su sonrisa, pareciendo alegre.
– Sé que es un poco chocante, pero muchas mujeres tienen gemelos y lo hacen bien. Todo parece bien. Deberías ser capaz de llevarlo sin ningún problema. Mantendremos un ojo sobre ti.
Briony casi aplastó los dedos de Jack.
– ¿Está usted absolutamente seguro? ¿Dos bebés?
– Sí. Oí los dos latidos, y puedes verlos claramente en el ecógrafo. Si quieres más claridad, el hospital tiene el modelo más nuevo y podrías tenerlo confirmado en su aparato. Puedo coger una cita.
Jack presionó su mano libre en el hombro de Briony en advertencia.
– No será necesario -No necesitamos más pruebas documentales que las necesarias. Vamos a quedarnos con el Dr. Casey tanto como sea posible-. Es un shock, eso es todo, pero bienvenido, ¿verdad, nena?
Ella tragó con el temor aplastándola y se aferró a su tierno tono. Si solamente él la amara tanto, la quisiera tanto de verdad. Una mujer podría soportar mucho con tener a un hombre amándola mucho. ¿Cómo podía fingir él esa mirada? ¿Ese tono acariciador? Sonaba realmente feliz con los bebés. Deseaba tener la fuerza de Jack.
El doctor enjuagó las manchas de gel de su estómago. Jack le bajó la camisa.
– Gracias, doc. Iremos a celebrarlo. ¿Tiene algún experto en nutrición que nos pueda aconsejar sobre lo que debería o no comer?
– Pregunte a la recepcionista por nuestra extensa hoja de consejos y no olvide coger sus prenatales -aconsejó el Dr. Casey-. ¿Alguna pregunta más?
Briony sacudió la cabeza. El hombre ya había dicho demasiado.
– ¿Hay alguna razón por la que no podamos hacer el amor? -preguntó Jack.
Briony reprimió un chillido de shock. Su mirada saltó a su cara, pero él estaba mirando al doctor.
– Me gustaría saber lo que podemos hacer y lo que no -añadió Jack.
Briony cerró los ojos. Sólo el pensamiento de Jack tocándola era bastante para hacerla mojarse, hacer que su cuerpo se llenara de una sobrecarga de hormonas. En que estaba pensando, planteando eso cuando ya tenían tantos problemas. Debería haber influenciado al doctor para que dijera que no podían tener sexo, pero no, él estaba entrando en grandes detalles y Jack estaba justo absorbiéndolos. Levantó las manos sin fuerzas mientras el médico salía.
– ¿En qué estabas pensando? -siseó ella.
– Estoy tomando precauciones. Si estás conmigo, Briony, va a suceder. Ambos lo sabemos y necesitamos respuestas. No quiero arriesgarme a herirte a ti o a los bebés.
Dejó que Jack la ayudara a sentarse. No iba a irse de allí. No ahora, no cuando había otros problemas mucho más grandes. Bebés.
– ¿Qué vamos a hacer? Podría ser capaz de cuidar a un bebé, ¿pero dos de ellos? ¿Tienes alguna idea de lo que eso significa? -ella no podía desaparecer con dos bebés. Sería casi imposible proteger a dos niños del Dr. Whitney-. ¿Puedes verme corriendo con un paquete delante y otro detrás, luchando contra soldados realzados? Esto se está poniendo cada vez peor.
La mandíbula de Jack se apretó.
– ¿Qué quieres hacer? El doctor ha dicho que estás de once semanas. ¿Cuál es la fecha limite?
El aliento se le quedó en la garganta, y ambas manos cubrieron su estómago protectoramente.
– ¿Para qué? No voy a abortar, Jack. Tal vez no sea capaz de cuidar a mis niños, pero maldita sea si voy a abortar. Ya se sienten parte de mí. No -sacudió la cabeza-. De ninguna manera.
– Cuidaremos de ellos juntos a la antigua manera, por nosotros mismos.
– Jack, nunca me has visto alrededor de la gente sin ti allí para amortiguarme de todas las emociones.
– He visto tu actuación. No te protegí entonces porque quería ver y sentir como era tu vida.
Ella sacudió la cabeza.
– Me protegiste. No de todas las maneras, pero no fue tan malo como lo es usualmente. Ni siquiera lo supiste. Estoy tan asustada de si los bebés enferman o se enfadan… -alzó la mirada hacia él-. ¿Qué pasa si no puedo cuidarlos?
– Actúas noche tras noche porque amas a tu familia mucho, Briony, ¿por qué pensarías que harías menos por nuestros hijos?
Ella no podía apartar la mirada de la suya. Estaba tan seguro, ni siquiera un poco huraño por las noticias. Ella estaba impactando en su vida de maneras que no había esperado, y él era el único que se hacía cargo, no ella.
– Ok. Tienes razón. Haremos justo lo que tiene que ser hecho, un día a la vez.
Los dedos de Jack le rodearon la nuca.
– Podemos hacerlo -le dio una pequeña sonrisa. Se desvaneció rápidamente pero fascinaba a Briony de todas formas. No había suavidad en sus rasgos duros y gastados; es más, sus ojos iban de la oscuridad a la luz. El estómago le dio un vuelco en respuesta, probando que todavía era demasiado susceptible a él-. Y siempre tendremos a Ken para los deberes de pañales.
– ¿No estás preocupado porque los hombres de Whitney nos encuentren?
– Vendrán a por ti o no, nena. No podemos detener nuestras vidas porque Whitney pueda averiguar donde estas.
Jack no salió de la habitación mientras se ponía los vaqueros; de hecho ni siquiera apartó los ojos.
– Eres increíblemente hermosa, ¿sabes?
– No, no lo soy pero es agradable de tu parte decir eso -trataba de no ruborizarse mientras abrochaba los vaqueros.
Parecía natural tener a Jack en el cuarto con ella, y eso añadía otra capa de intimidad entre ellos.
– Lo eres, y tengo buen gusto en mujeres y ropa interior -se inclinó para acariciar con un beso la comisura de su boca-. Ken está en el techo del edificio de al lado. Quizás deberíamos salir a hurtadillas y fugarnos.
Ella se rió y tomó su mano extendida.
– Todavía no puedo creer que vayamos a tener gemelos. ¿Tienes alguna idea de cómo de grande voy a ponerme? No podrás empujarme por la puerta.
Tomó unos minutos salir de la oficina del doctor. Jack se cercioró de que tuvieran otra cita y recogió la hoja de consejos de nutrición. Briony estaba bastante segura de que se iba a arrepentir de dejar todo en sus manos.
Ken se unió a ellos en el jeep.
– Felicitaciones, vosotros dos. Cuando decidís hacer algo, vais hasta el final, ¿verdad? -guardó su caja de aspecto inofensivo conteniendo el rifle de francotirador bajo el asiento antes de cerrar el vehículo.
– Sigue así y voy a patearte las espinillas -advirtió Briony.
– Permanece entre nosotros, Briony -le advirtió Jack mientras bajaban por la calle al restaurante donde Ken insistía que tenían la mejor comida.
Los gemelos andaban con fáciles y fluidas zancadas, los ojos inquietos, mirando constantemente a los edificios, examinando los matorrales, mirando a las personas. Briony debería haber estado nerviosa, pero estaba demasiado excitada. Ella no andaba por las calles en la mitad de la ciudad, ni cenaba en un restaurante, o iba a oír música en un bar por la noche. Esto era un lujo, un regalo de Jack. No sentía ningún dolor, apenas una maravillosa sensación de libertad. Sonrió a una pareja que andaba hacia ellos, y la alegría floreció cuando le sonrieron a su vez. No había leído nada terrible, tal como el hombre teniendo un affaire, o la esposa queriendo acabar con su matrimonio, o que acababan de perder un hijo. Los podía tomar por caras sin valor, una feliz pareja andando por la misma acera.
Jack echó un vistazo a su cara. Briony brillaba, y podía sentir el cambio en ella con cada paso que daban. El aire estaba fresco y vigorizante, una ligera brisa con la noche comenzando a caer. Ella casi bailaba, el regocijo emanaba de ella en ondas.
– ¿No amas esto? -alzó la vista hacia él, sonriéndole-. Adoro esto.
– ¿Qué? -trataba de no distraerse con su entusiasmo, pero algo de su júbilo le atrapaba.
Estaba feliz solo andando por la maldita calle con ella. Ella encajaba bajo su hombro, la cabeza rozando contra su brazo mientras paseaba con ella y se sentía… entero.
Miró a Ken. ¿Por qué infiernos una mujer completa a una familia?
Ken se encogió de hombros y cambió una pequeña sonrisa con él. No lo sé, pero vamos a mantenerla. Te ha serenado, y no creía que fuera posible.
Siempre he estado sereno.
Ken bufó en voz alta, atrayendo la atención de Briony. Se acercó por detrás de su cabeza y abrió la puerta del restaurante.
– Mi hermano está viviendo una vida de total ilusión. Piensa que es sereno.
– ¿Lo hace? -la ceja de Briony se disparó hacia arriba mientras inclinaba la cabeza para mirar a Jack-. ¿Lo haces?
– Queremos esa mesa -Ken indicó una mesa cerca de la salida, contra la pared enfrente de la parte delantera.
– Tenemos una mesa más agradable por aquí -dijo la camarera-, en la sección que está abierta -miró fijamente las cicatrices de la cara y el cuello de Ken y miró brevemente a Jack, entonces rápidamente apartó los ojos.
Briony dio un paso para ponerse entre Ken y la camarera, erizándose con indignación porque la mujer mirara fijamente con tal desnudo horror las heridas de Ken. Los dedos de Jack se asentaron alrededor de su brazo, suave pero firmemente, evitando que se apartara de entre ellos.
– Esa mesa -dijo Ken con otra sonrisa simpática, dando un paso enfrente de Jack, quien no se movía, no hablaba, pero de repente pareció amenazante.
La camarera cogió el dinero que Ken le deslizó y les guió a la mesa sin más quejas. Ken esperó hasta que se sentaron y hubo agua y pan horneado fresco antes de inmovilizar a su hermano con una mirada de acero.
– No hay necesidad de intimidar a nadie, Jack. Se agradable.
– Tienes que sobornarlos para conseguirlo a tu manera -indicó Jack-. Yo nunca saco dinero.
Ken sacudió la cabeza.
– Cretino.
Briony puso los ojos en blanco.
– ¿Estáis así todo el tiempo?
– Sí -confirmó Ken-. Estoy tratando de integrarlo en la sociedad, pero es resistente. Sin mi, Jack sería algún viejo hombre de montaña con una mala actitud, cazando personas con su cuchillo bowie.
– No me importa la sociedad y usaría un arma.
– ¿Siempre habéis estado en el ejército, quiero decir, antes de Whitney? -preguntó Briony.
– Entramos tan pronto como fuimos lo bastante mayores -replicó Ken-. Nos sacó de las calles y teníamos facilidad para ello. El dolor no significaba mucho para cualquiera de nosotros, y ambos estábamos bien en casa detrás de un arma.
– ¿Cómo os encontró Whitney?
Ken extendió las piernas debajo de la mesa, forzando a Jack a girar de lado. Ambos miraron a las puertas, ventanas y a la gente, antes que mirar directamente a Briony.
– Siempre hemos sido telepáticos; lo usábamos para comunicarnos cuando éramos niños. De hecho, fuimos fuertemente maldecidos y nunca habíamos conocido a nadie más como nosotros. Nos entrenamos en el programa de los SEAL y servimos unos pocos años, entonces nos pidieron hacer un test para habilidades psíquicas -le dirigió una breve mueca-. Nuestra puntuación fue muy alta y Whitney babeaba por nosotros.
– ¿Ambos conseguisteis puntuación alta? -le dirigió una pequeña sonrisa bromista a Jack.
– Estoy seguro de que mi puntuación fue más alta -dijo Ken, despedazando un pedazo de pan y untándolo con mantequilla.
– ¿Ambos tenéis las mismas habilidades?
– Sí, directos a ser anclas. Y parecemos estar realzados de lo mismo también -añadió Ken.
– Así que si él está tan interesado en conseguir un niño de Jack, ¿por qué no está empujando a una mujer hacia ti, Ken?
– Es una buena pregunta -dijo Jack-. ¿Por qué no le preguntamos eso, Ken? Por qué será que Whitney pasó por tantos problemas y gastos para maniobrar a Briony y a mí al mismo sitio para ver que podría suceder, pero contigo y quienquiera con quien te haya emparejado.
– Quizás no hay emparejamiento -dijo Ken. Y no estoy seguro de cómo me siento sobre eso. Debería estar eufórico que él no me haya liado tanto, pero infiernos, no me importaría una mujer propia, no después de verte con Briony.
La tristeza en la voz de su hermano hizo que la mirada de Jack saltara a su cara. Ken no podía parar el breve flujo de información, el miedo de que su apariencia detuviera a cualquier mujer de querer estar cerca de él. Ken apartó la mirada rápidamente y se llevó otro pedazo de pan a la boca.
– O quizá ya la tiene -se aventuró Briony-. Apuesto que Luther era mi emparejamiento secundario y por eso estaba tan enfadado de que estuviera embarazada. El pensamiento de que algún otro soldado realzado hubiera tomado su lugar fue demasiado para él. Estaba realmente enfadado. Creo que Whitney casi se había rendido de conseguir juntarnos.
– Y él contaba con el hecho de que funcionaría si lo controlaba -agregó Jack.
– No me gusta esa idea, de que algunas mujeres puedan estar todavía prisioneras de Whitney -dijo Ken-. Jack, vamos a comunicarnos con Lily y su equipo para averiguar cuanto saben. Si tienen alguna idea de donde está, podemos hacer un pequeño reconocimiento.
– El problema al que hacemos frente, Ken, es que no sabemos en quien podemos confiar. Whitney siempre tiene contactos. Infiernos, conoce al presidente. Si está vivo y pulsando todas las cuerdas en el experimento, no está solo. No sabemos quien está detrás de esto. Whitney podría tener el conocimiento y el dinero, pero está con alguien dirigiendo todo esto.
Briony se aclaró la garganta.
– Si Whitney realmente tiene contactos en el ejército, y hay alguna inmensa conspiración en marcha, si ellos pensaran que estoy contigo, ¿no te enviarían fuera en una misión para que yo no tuviera ningún sitio a donde ir?
Los gemelos intercambiaron una larga mirada.
– Oh, Dios -la mano fue a su garganta-. No va a gustarme esto, ¿verdad?
Jack le atrajo la mano a su corazón.
– Fuimos contactados la semana pasada, pero estamos de permiso. Estamos heridos y ninguno de nosotros tiene el visto bueno del médico para volver al servicio, eso nunca nos detuvo antes, pero dijimos que no -Dije que no porque Ken necesita más tiempo para recuperarse. Jack se cercioró de que sus barreras contra su gemelo estuvieran levantadas para evitar ese contacto privado-. Ambos intentamos alargar nuestro tiempo con permisos personales también.
– ¿No te pueden hacer volver?
– Creo que contaban con que nosotros nunca los rechazamos. Nunca lo hemos hecho. Y se figuraban que el objetivo sería demasiado personal para nosotros como para resistirlo. Quieren al General Ekabela fuera -dijo Jack-. Adivino que el hombre sabe demasiado y lo necesitan muerto.
– En otras palabras -añadió Ken-, ya no es útil para Whitney.
– ¿Por qué no me lo dijiste?
Jack levantó sus nudillos a los labios.
– Estabas un poco disgustada, Briony, y necesitabas dormir la noche pasada, y en cualquier caso, no pensábamos en porque nos enviarían al campo, vamos todo el tiempo -se encogió de hombros-. Pensé que nos lo ofrecieron por lo que Ekabela nos había hecho.
– Pero eso significa que saben que estoy contigo. ¿Cuánto saben? -casi saltó fuera de su piel mientras el camarero se acercaba.
Jack le colocó la mano en su brazo. Suavemente. Apenas tocándola. La calidez fluyó a su mente, y casi inmediatamente se sintió más calmada, más capaz de respirar sin temor.
– No necesariamente. Pueden haber querido cerciorarse de que estábamos fuera del país en caso de que intentaras contactar conmigo.
– Tiene sentido -añadió Ken.
Mientras el camarero esperaba, Jack alzó la mirada, los ojos yendo de repente de un cálido gris al helado acero. Briony hundió la cara en el menú para ocultar su expresión.
El camarero se aclaró la garganta.
– ¿Está lista para pedir, madame?
Jack extendió el papel sobre nutrición y comenzó a estudiar el menú, comparando los platos con el papel.
– La pasta con pollo parece buena, Briony -se aventuró-. Y la ensalada vegetal.
Ken le dio una patada bajo la mesa y le dirigió una rápida sonrisa desde detrás de su menú, guiñándole un ojo.
– Sí, Jack. Pienso que tomaré eso -Briony le dio al camarero su menú y sonrió a Jack.
– Y ella tomará un vaso de leche también -añadió él.
Ken casi escupió agua sobre su menú.
– ¿Leche? ¿Tomarás eso también, Jack?
– Seguro. ¿Por qué no? Y tomaré la pasta con pollo también -dijo Jack, tendiéndole su menú al camarero.
– Yo conduzco, así que tomaré una taza de café muy caliente -dijo Ken-. Y un filete, poco hecho, con una patata asada y de todo.
– ¿Ken? -Briony abrió los ojos con inocencia impotente-. Eso me hará enfermar sólo con mirarlo. He estado sintiéndome tan nauseabunda recientemente.
Ken alzó la cabeza bruscamente, un ceño sospechoso en su cara.
– ¿No bromearías con algo así, verdad?
Briony se cubrió la boca con una mano delicada.
– Sólo decir filete y poco hecho hacen que mi estómago se revuelva.
– Bien. Déme pasta con pollo también. Pero guarde la maldita leche -Ken la miró enfurecido-. ¿Solo durante cuanto tiempo planeas estar enferma?
Le dio una amplia sonrisa.
– Durante mucho, mucho tiempo, ahora tenemos una buena noticia sobre el bebé y todo.
– Bebés -corrigió Jack.
– Viene bien, ¿verdad? No tenía la menor idea de que tuvieras una vena mezquina, pero debería haberlo adivinado, con Jack adorándote.
Briony tomó un sorbo de agua, apartando la mirada para que no pudiera verle la expresión. No parecía muy buena escondiendo sus pensamientos de los demás. Jack no la adoraba. La química estaba allí, explotando por todas partes, pero él no la adoraba, eso nunca iba a pasar.
No cuentes con ello. La calidez de la voz de Jack acarició su mente, tocándola íntimamente, y extendiéndose por su cuerpo.
Por un momento no pudo apenas respirar sin desearlo.
No puedes mirarme así, nena. No aquí. No donde tengo que mantener mi mente protegiéndote.
Ella tenía que recordar escudar su mente de él. No estaba acostumbrada a tener a nadie alrededor que pudiera captar sus pensamientos, y peor, su cara parecía ser un libro abierto.
– No lo mires a él, Bri -sugirió Ken-. Pon tu atención en mí. Tan pronto como golpeemos la barra, irá todo mandón y posesivo y actuará como un idiota y te molestará como el infierno en cualquier lugar, así que ni siquiera pienses pensamientos agradables sobre él.
– ¿Lo harás, Jack? -preguntó-. ¿Vas a ir viril y posesivo y actuar como un idiota?
Encogió los amplios hombros.
– Probablemente.
– ¿Por qué? Estoy embarazada y huyendo, Jack. ¿Crees que es probable que me lance a otro hombre y le suplique por sexo salvaje?
Jack gruñó.
– No puedes decir sexo salvaje. No puedes pensar en eso. Tengo una erección como el infierno ahora, muchas gracias.
Briony se sonrojó, un calor húmedo empapando sus bragas y sus pechos de repente doloridos y llenos. Levantó el mentón. Si él podía admitirlo, entonces ella también, solo que no en voz alta. No puedes decir erección como el infierno porque entonces quiero tocarte, y saborearte, y tenerte enterrado profundamente dentro de mi. Ella tuvo mucho cuidado de mantener sus barreras contra Ken y esperaba que Jack estuviera haciendo lo mismo.
– Hijo de puta, Briony, vas a matarme hablando así -Jack le cogió la mano y la atrajo por debajo de la mesa, presionando su palma fuertemente contra él.
Su reacción fue definitivamente gratificante. Podía oír la necesidad pulsando bajo su voz, ronca y áspera y en el borde, sintiendo una gruesa protuberancia latiendo bajo el fino material de sus vaqueros. Es agradable saber que no estoy solo.
– ¿Os gustaría que fuera a reservar una habitación de hotel? -preguntó Ken, mirándolos enfurecido-. Porque me estoy avergonzando sentado con vosotros dos.
Infiernos, hermano, hemos estado mente con mente tanto que no necesitamos ni siquiera pensarlo y ciertamente nunca nos hemos preocupado de cuan caliente estábamos cualquiera de nosotros por una mujer, pero se siente diferente con Briony. Me siento como un maldito mirón.
Lo siento. Trataré de ser más cuidadoso protegiéndote.
Lo apreciaría.
– Harás mucho de niñera, Ken -dijo Jack, liberando la mano de Briony mientras el camarero llegaba con su cena.
Briony se concentró en su pasta, no queriendo pensar demasiado en su confesión y en las repercusiones que vendrían. Ella se estaba acostumbrando a la tremenda atracción entre ellos. No disminuía en fuerza, si acaso, crecía solo por estar en cercana proximidad y consiguiendo conocerse mejor, pero estaba aprendiendo a manejarlos. Aun así, se sentó comiendo su cena, escuchando el sonido de las voces de los dos hermanos, y todo mientras estaba agudamente concentrada en cada movimiento, cada gesto, no importaba que pequeño, que Jack hacía.
Él miraba las puertas y a la gente que pasaba. La mesa estaba situada donde pudieran mirar afuera, pero nadie los vería a ellos. Se dio cuenta de que estaban actuando como siempre lo habían hecho, el estar ella allí no significa añadir seguridad. Estaban siempre vigilando, siempre alerta. ¿Qué decía eso sobre sus vidas? Los estudió de cerca. Las mismas sombras estaban en los ojos de Ken. Esa misma cautela. Parecía mas relajado, quizás incluso más despreocupado, pero se dio cuenta de que era una fachada. Y ellos se conocían tan bien, habían trabajado uno con el otro, podían comunicarse silenciosamente, eran definitivamente un equipo, y uno letal. Se le ocurrió que era algo así como un milagro que ambos la hubieran permitido entrar en sus vidas.
Fue Ken quien pagó la cuenta, y todo mientras estaba ocupado hablando con el camarero. Jack estaba a su espalda, la mirada sin vida, fría y atenta. ¿Durante cuanto tiempo habían tenido miedo de que alguien los quisiera muertos? Demasiado. Había tenido que ser demasiado.
Briony permaneció entre ellos mientras avanzaban en la oscuridad de la noche. La música sonaba muy fuerte abajo por la acera, saliendo de un edificio apenas arriba en la calle. Ninguno de los dos dijo nada pero se giraron en dirección al sonido.
– Yo realmente nunca he entrado en un bar -confió Briony, deslizándose más cerca de Jack mientras entraban en el interior oscurecido-. No podía entrar en tal espacio limitado y lleno. Había demasiadas emociones insoportables, desesperación y soledad parecían las más prominentes cuando pasaba por una puerta abierta. No iba a arriesgarme.
– Estoy forzado a venir aquí -dijo Jack, frunciendo el ceño a su gemelo.
Ken sonrió impenitentemente.
– ¿Debería pedirte leche, Briony? -se giró para ir a la barra.
– Hazlo y voy a probarte que estoy realzada -Briony oyó su risa mientras Jack la acomodaba en una mesa cerca de la parte de atrás desde donde tenía una clara vista de la habitación. La multitud se apartaba como el mar Rojo mientras pasaban.
– ¿Realmente no te gusta esto, verdad? -preguntó ella. Tenía que sentarse cerca de él para ser oída por encima de la música y el ruido de la multitud.
– Demasiadas variables. Todo lo que se necesita es un vaquero realmente borracho y las cosas irán rápidamente al infierno.
Ella le tocó el muslo.
– No te preocupes. Cuidaré de ti.
La miró tan asustado que ella no pudo evitar sonreír burlonamente. Inmediatamente el se relajó, tomando su mano.
– Disfruto viendo a Ken divertirse. Adora la música country. Toca la guitarra y canta de una forma que no creerías. No se lo digas, pero tiene una buena voz, realmente buena. Antes de que Ekabela lo torturara, todas las mujeres se congregaban alrededor de él como abejas a la miel.
– ¿Y ahora? -miró a Ken. No miraba a las mujeres. Se sentó en un taburete y hablaba con el barman, y después de traerles las bebidas, a ella una Coca Cola, habló con varios hombres quienes eran obviamente amigos. No parecía que tuviera ninguna preocupación en el mundo, pero ella lo sabía de otra manera cuando Jack tomó su mano y casi le rompió los huesos apretándola.
¿Puedes sentirlo? Trata de excluirme, pero esto es un infierno. Él todavía se obliga a venir aquí. No hay retirada en él. ¿Ves por qué lo admiro?
Había un montón de razones para admirar a Ken. Viéndole hacer las rondas ella estaba sentada tranquilamente gozando de la música, sosteniendo la mano de Jack, todo el tiempo sintiendo la calidez de su cuerpo tan cerca del suyo. Ken estuvo cerca de una hora y entonces se deslizó en la mesa y los arrastró a la pista de baile.
– ¿Estás segura, nena? -pregunto Jack-. No tienes que hacerlo si estás cansada.
– Amo bailar contigo -no estaba segura de porque él parecía tan receloso hasta que se deslizó entre sus brazos.
Su olor la envolvió, sus brazos la rodearon, y su pecho se sintió real y sólido bajo su mejilla. Su cuerpo respondió a la cercanía de ella con una tiesa plenitud presionada cerca de su estómago. Era una canción lenta, soñadora y ella se permitió llevarse en una neblina de necesidad y lujuria, de un urgente deseo, emparejándose con el vaivén del cuerpo de él, encontrando un perfecto ritmo con su cuerpo. Fue un momento en el tiempo que nadie podría arrancar de ella jamás.
Las manos de él sujetaban las suyas mientras la guiaba a través de la multitud oscilante. Él inclinó la cabeza para acariciar con su boca su sien. Nunca había bailado con una pareja, no podía tocar a nadie tan íntimamente, pero Jack era seguro y fuerte y la dirigía como si hubieran estado bailando por siempre.
Ella cerró los ojos durante el camino a casa, no permitiendo que la conversación entre los hermanos le quitara la experiencia. Estaba cansada, pero feliz, a pesar del hecho de que llevaba gemelos. Debía haber caído dormida porque se despertó con Jack llevándola a la casa.
Briony tomó un largo baño y cuando salió, Jack ya estaba tumbado en la cama, su pelo todavía húmedo de la ducha. Ella levantó una ceja, pero su cuerpo reaccionó inmediatamente, los senos doliéndole. Bajo el fino top sentía los pezones en punta.
– ¿Vas a dormir aquí otra vez esta noche?
Él echó hacia atrás las cubiertas.
– Es la única manera en que voy a conseguir dormir algo. Si no me quieres en la cama, cogeré una silla.
– No, nos las arreglaremos esta noche -se deslizó entre las sábanas, su corazón latiendo un poco demasiado rápido-. Voy a tener pesadillas sobre bebés por todas partes.
Jack se dio la vuelta y empujó las mantas lejos de ella para exponerla antes de levantarle el top de su estómago. Sus manos se posaron encima de la barriguita redondeada, entonces la rodeó y se inclinó para presionar sus labios contra su piel.
– Hola ahí dentro. Prestad atención. Soy vuestro padre hablando. Vuestra mamá está un poco asustada por esta cosa de los gemelos. Vamos a tener que tranquilizarla, así que nada de patear demasiado fuerte al principio. Dadle un poco de tiempo para ajustarse.
– El libro de bebés dice que un bebé puede oír y reconocer finalmente nuestras voces, pero no tan pronto.
– Pero no están hablando de nuestros bebés, Briony. Ellos me oyen. Ellos saben. Y no van a ser pequeños soldados para Whitney y sus jodidos planes.
Briony sonrió.
– Si realmente estás tan seguro de que pueden oírte, para de jurar. Saldrán diciendo la palabra J y le diré al doctor que tú se las enseñaste.
– Lo siento. Ha sido un tropiezo, chicos. No digáis esa palabra.
– ¿Chicos? -le agarró la cabeza con las manos, forzándolo a mirarla-. Chicos no. Los chicos son difíciles. Hacen todo tipo de cosas de chicos.
– Chicas no, Briony. ¿Puedes verme tratando de criar a dos niñas pequeñas? ¿Y qué ocurrirá cuando crezcan y algunos chicos quieran una cita con ellas? -Gimió y se estiró una vez más, poniéndose de lado para sostenerse sobre un codo-. Encerraría a las chicas en armarios o pasaría mi vida eliminando a optimistas adolescentes cachondos.
– ¿Optimistas adolescentes cachondos? -dijo ella como un eco.
– Tendríamos que enseñar a las chicas en casa y colocar una valla electrificada de alambre de espino de doce pies de altura completada con un sistema de seguridad.
– Déjame poner esto en claro. Si tenemos chicos, pueden correr salvajes y ser libres, pero nuestras hijas estarán encerradas en armarios y detrás de verjas todo el tiempo.
– Correcto -estuvo de acuerdo Jack-. Ken y yo podemos manejar chicos, Briony, pero no chicas, así que mantén eso en la mente cuando tengas a estos bebés.
Ella le tocó la mano.
– Odio ser la única en darte las malas noticias, pero tu determinas el sexo del bebé, así que si tenemos chicas, es tu culpa.
El toque de su mano, ligero y suave sobre la suya, expulsó el aire de sus pulmones. Miró fijamente al techo y se preguntó coma había conseguido tanta fortuna, tenerla en su casa, en su cama, tumbada en la oscuridad provocándolo. No parecía posible. Su vida era lo que había elegido y no tenía quejas. Estaba acostumbrado al silencio. A estar solo. Eran días cuando no hablaba con otro ser humano, y semanas cuando pasaba sin conversar con nadie mas excepto con Ken. Siempre se había considerado un solitario, era mas seguro para todos, pero ahora, con Briony tumbada a su lado, su cuerpo cálido y suave y su olor provocando sus sentidos, sentía una extraña sensación de paz.
– Una cosa extraña -hizo su confesión en voz alta, sin saber por qué, pero queriendo que ella lo supiera-. Nunca me he relajado con nadie alrededor, no lo bastante como para dormir. Incluso fuera en el campo, tengo que marcharme lejos de todos o no cierro los ojos, pero tú me relajas. Antes, cuando estábamos juntos, pensé primero que era el agotamiento, y después el sexo, pero eres tú -presionó la mano sobre el corazón-. Eres tú.
Ella iba a destrozarlo cuando tratara de dejarlo, y lo haría, quizás no ahora, o en un mes a partir de ahora, pero tarde o temprano sus maneras dictatoriales le harían necesitar rebelarse. No podía entender los demonios que lo guiaban. Infiernos, él no podía, ¿por qué debería esperar él que ella lo hiciera?
– Pensé que podía relajarme contigo porque me escudabas de las emociones, pero esa no es la razón -ella se giró hacia él, sus dedos acariciándole la cara, como si pudiera leer su expresión-. No crees que Whitney pudiera hacer eso también, ¿verdad?
– No -su voz se volvió cruel-. Whitney no quiere hacérselo fácil a nadie, Briony. Él podría haberte mantenido con un ancla, pero deliberadamente te colocó en una familia donde estarías frente al público diariamente. Tenías que interactuar. Ese era su propósito, para sus pequeños experimentos. ¿De qué estabas hecha? ¿Podías encontrar una manera de vencer el dolor? ¿Vencías tus diferencias viviendo en una familia normal? Bastardo. Él sabía que ibas a sufrir cada maldito día de tu vida y existía la posibilidad de que tu familia te rechazara finalmente.
– Pensaron que era autista al principio. Mamá me sostenía y sentía todo lo que estaba sintiendo, sabía lo que estaba pensando, y dolía tanto. Solía curvarme en una pelota bajo mi cama y ocultarme. Ella lloraba y lloraba y yo sabía que estaba fallándole.
Su mano encontró la de ella.
– Eso son sandeces, nena. No has fallado nunca a nadie en tu vida. Hiciste lo que debías para vivir en una familia y encajar. Whitney necesita que alguien lo mate.
Briony se acurrucó más cerca de él, tan cerca que él pudo sentir su respiración contra su pecho.
– Bien, no lo hagas esta noche. Estoy pensando que voy a tener pesadillas sobre pequeños niños corriendo salvajes en el bosque y yo cazándolos. Si me despierto chillando, será tu culpa.
Él amaba la nota suave y somnolienta de su voz; era tan sexy como podía ser. ¿Cómo sería si fuera normal? No lo sabía. Ken no lo sabía. Y dudaba si Briony lo sabría jamás. Pero ella estaba con él ahora, y podía envolverla en sus brazos, y de alguna manera los recuerdos de la sangre y la muerte parecían estar lejos.