Capítulo 3

La mirada penetrante de Jack se movía agitadamente por el bosque.

– Tenemos que seguir moviéndonos. Los rebeldes están buscándome y no van a parar.

– Respóndeme -insistió Briony. Se estaba tambaleando sobre sus pies y ni siquiera se había dado cuenta. El hombre iba a derrumbarse, y no había ningún modo de que lo abandonara para morir.

– Los Caminantes Fantasmas estamos mejorados tanto física como psíquicamente.

Su corazón comenzó a palpitar.

– ¿Cómo lo consiguieron?

Jack dio un paso y sus piernas cedieron. Briony lo cogió antes de que se golpeara en la tierra. Trató de apartarla.

– Vete. Sigue moviéndote. Da un rodeo a través del bosque hasta que estés en las afueras de la ciudad. Ellos estarán vigilando, entonces usa los árboles si debes, pero sal de aquí.

– Oh, ¡cállate!

El regocijo apareció en sus ojos.

– Creo que nadie me mandó a callar alguna vez antes -deslizó el brazo alrededor de sus hombros, un dedo colocando las hebras de cabello mojado detrás de la oreja.

– Tengo un montón de hermanos, así que no lo olvides. ¿Por qué los hombres son tan idiotas, de todas maneras? -como podría abandonarlo ahora. Sus hermanos le habrían dicho exactamente lo mismo. Se retiró el cabello de los ojos y miró a su alrededor. Jack era un hombre pesado. Había perdido demasiada sangre y su piel estaba caliente, indicando la fiebre-. Bien, tipo duro, vas a apoyarte en mí y vamos a emprender el viaje de regreso hacia la ciudad. Y no gastes energía discutiendo. Solamente hazlo.

Su mente estaba barajando las posibilidades. ¿Podría haber sido mejorada física y psíquicamente? Tenía más sentido que naciera tan diferente. Podía correr más rápido, saltar más alto, estar bajo el agua más tiempo, hacer cosas que nadie más que ella había descubierto que podía hacer. ¿Cómo? ¿Cuándo? Todas las visitas a su doctor especial, el único que detestaba, al que sus padres le insistieron que fuera, estaban comenzando a tener sentido.

Deslizó un brazo alrededor de la cintura de Jack y tomó la mayor parte de su peso. ¿Si no estaba mejorada, cómo podía prácticamente llevar a un hombre de su tamaño? Pesaba el doble que ella.

– ¿Cómo fuimos mejorados?

– El doctor Whitney.

Su boca se secó. Conocía ese nombre. Sabía que era el que la había presentado para la adopción, que había diseñado su educación y había proporcionado asistencia médica para ella y su familia durante toda su vida. ¿Su padre biológico? ¿Había sido su padre? ¿Qué era ella? ¿Una especie de experimento anormal?

Su mente comenzó a barajar las posibilidades. ¿Por qué estaban los dos allí en Kinshasa? ¿Era una coincidencia que Jack y su hermano Jebediah estuvieran en el servicio juntos? ¿Cuáles eran las probabilidades de que acabaran todos juntos en África, sobre todo ya que alguien había pagado una cantidad de dinero desorbitada para llevarlos allí?

Briony echó un breve vistazo a la cara de Jack. Incluso devastado por el dolor y el sufrimiento, era masculinamente hermoso, cincelado en cierto modo. Sus rasgos parecían tallados en piedra, irreales, pero duros y desgastados aunque apuesto. Él mantuvo su mirada fija concentrada hacia delante, andando regularmente, pero cada vez su peso se apoyaba más sobre ella. La lenta pérdida de sangre, añadida al agotamiento y sus terribles heridas, cobraban su parte.

– Sigue andando. Un pie delante del otro -cuanto más cerca lo tuviera de la ciudad, menos distancia tendría que cargarlo y parecía que el cargarlo iba a complicarse.

Lucharon por aproximarse una milla, siguiendo el riachuelo. Briony había parado para conseguir un mejor agarre de él cubriendo su cuerpo cuando la empujó al suelo repentinamente. La piel de él cambió de color para corresponder a la vegetación más oscura sobre el suelo del bosque, e hizo su mejor combinación con rayas inmediatamente. Jack había estado casi inconsciente, pero repentinamente estaba alerta, sacando una pistola y haciéndole una señal de silencio.

¿Qué ocurre?

Francotirador. Ha estado siguiéndome desde que escapé del campamento rebelde. Es muy peligroso. Deberías haberte ido cuando te lo dije.

El corazón de Briony palpitó alocadamente y experimentó la sequedad familiar del miedo. Tomó una honda inspiración para combatir la adrenalina e impulsó su mente fuera del pánico mientras estaba tendida escuchando. Está detrás de nosotros, a nuestra derecha.

Debería ser él. Afortunadamente no nos ha descubierto mientras he sido tan descuidado.

Briony cerró los ojos fuertemente y trató de no respirar. También lo esperaba. No podía dejar a este hombre sufrir más. No importa quién era o qué había hecho, nadie se merecía ser torturado como él lo había sido. Hizo una respiración honda. ¿Eres un buen tirador?

Jack la miró. No vas a hacer ninguna estupidez.

Vas a desmayarte, tipo duro. Conozco los signos. No tenemos tanto tiempo y no podemos permitírnoslos detrás de nosotros. Soy una buena tiradora, pero… vaciló.

La mano de Jack la apretó por la nuca. Lo que sea que estás pensando, no.

Briony sabía que no podían burlar al francotirador. Jack iba a desmayarse. Como se había recuperado lo suficientemente para saber qué estaba ocurriendo estaba más allá de ella. Creo que estoy asustada.

No lo estés. Te sacaré de ésta. ¿Ves esos árboles a tu derecha? Voy a cubrirte. Gatea lentamente hacia los árboles y súbete a las ramas. Úsalas para llegar al río. Mantén la piel camuflada y no atraigas la atención. Jack le deslizó la pistola. ¿Sabes cómo usar esta cosa?

Briony vaciló entonces al poner su mano sobre la pistola. No había ninguna manera de explicarle lo que las secuelas de violencia podrían hacerle. Sentir las emociones de alguien, sentirles morir le provocaría una perdida total del control. Por otro lado, estaba bien entrenada, era una tiradora experta, y creía en la defensa propia. Sé cómo usarlo.

Se volvió hacia la zona del bosque donde estaba seguro de que el francotirador los seguía. Sobre su estómago, el ojo en la mirilla, agitó su mano hacia adelante. Vete. Fuera de aquí. No dejes de moverte hasta que estés segura en tu habitación.

Briony avanzó lentamente a través de los helechos y las hojas podridas, el latido de su corazón excesivamente fuerte. Detestaba ser una cobarde, preguntándose por qué, con todas sus destrezas especiales, estaba siempre tan asustada. Llegó a los árboles y se agachó en las sombras más profundas, buscando entre las ramas y las enredaderas el mejor refugio, la mejor posición. Con su extraordinaria visión nocturna, podía ver a unos veinticinco pies hacia arriba y sobre dos árboles, un tronco especialmente grande con una copa de ramas extendiéndose en todas direcciones, perfecto para sus necesidades.

Briony saltó a la rama más baja del árbol más cercano y empezó a trepar rápidamente. Era liviana, su cuerpo hecho para los actos aéreos que había practicado desde que era bebé. Era fácil usar las enredaderas para arrastrarse a través de los árboles hasta que alcanzó el árbol al lado de el único más grande, el de tronco grueso. Había tenido cuidado de permanecer escondida dentro del follaje mientras trepaba, pero ahora extendió la mano deliberadamente y agitó una rama, no demasiado fuerte, lo justo para dar a conocer su posición.

¿Qué diablos estás haciendo?

Atrayendo su fuego para darte un blanco.

Haz eso otra vez y juro que te golpearé sin importarme tu vida.

Pudo escuchar la amenaza rondando a través de su declaración, pero sentía que era una amenaza vana. Jack era un hombre atemorizante, pero no era un hombre que golpearía a una mujer alguna vez -de hecho todo lo contrario- a menos que fuera el enemigo. Había obtenido esa información de la mente de él. Vale, no te estoy dejando atrás. Prepárate para disparar algo porque voy a dejar que me vea.

Maldita sea. Solamente maldita sea.

La impotente rabia masculina llenaba su mente, pero no iba a esperar, no podía esperar. Su valor iba a fallar si no actuaba entonces. Briony permitió que la rama del árbol se balanceara sólo un poco más, como si algo pesado hubiera caminado por ella. No había viento en el bosque, y el movimiento atraería la mirada del francotirador inmediatamente. Briony se lanzó al próximo árbol, refugiándose detrás del amplio tronco, justo cuando la bala envió astillas de la corteza lloviendo sobre ella. Algunas piezas se clavaron en su brazo y uno en su barbilla. Tras el primer disparo llegó un segundo.

Dime que estás bien.

Briony se agarró al árbol, forzando a sus rodillas a estar rígidas cuando sus piernas se habían convertido en goma. La bala había impactado a sólo unas pulgadas de su cabeza. El francotirador había disparado mucho más rápido de lo que había previsto. Se colgó contra el tronco y esperó a que su cuerpo dejara de temblar. La sangre goteaba de las punzantes heridas, pero las astillas eran simples rasguños cuando podría haber sido mucho peor. ¿Lo has atrapado?

Quédate quieta. Había dos de ellos. Eliminé al francotirador, pero su vigilante es también capaz. No te ha alcanzado. Jack hizo la declaración mientras mantenía su ojo en la mirilla, esperando para disparar al vigilante. Detestaba el hecho de estar distraído por la preocupación. Estaba preocupado por ella. Respóndeme ahora o voy a por ti. Lo haría. Se arriesgaría a ser disparado sólo por asegurarse de que no había ni un rasguño sobre su cuerpo, por lo menos uno que no hubiese puesto él allí. Sus dedos se morían por sacudirla por tener tal oportunidad.

Estoy bien. Esos disparos van a ser escuchados por alguien. Tienen amigos.

Maldición sal de aquí. Vuelve a tu habitación. Date una ducha y cámbiate esa ropa. Deja el arma en el bosque. Si alguien hace alguna búsqueda, estuviste dormida todo el tiempo. Jack apoyó su cabeza en el rifle durante un momento y luego miró por la mirilla. La lente se emborronó. Estaba débil y se acababa el tiempo. En unos pocos minutos no podría protegerla, y eso le hacía sentirse al borde de la desesperación.

Briony permaneció en el árbol un largo rato, demasiado irritada para moverse. Tenía una increíble visión nocturna, y ahora, mirando fijamente en el área donde el francotirador había estado, descubrió las hojas anchas de una planta de filodendro balanceándose ligeramente. El vigilante se estaba dirigiendo hacia Jack.

¿Lo ves?

No hubo ninguna respuesta, ni siquiera conciencia. La respiración de Briony dejó sus pulmones con prisa. Jack estaba inconsciente, o cerca, y el enemigo se estaba deslizando hacia él. Antes de que tuviera tiempo de pensar, saltó hacia abajo a una rama de árbol que rozaba el suelo. El suelo del bosque estaba cubierto de densa vegetación y amortiguó sus pisadas mientras furtivamente se dirigió de vuelta por la maleza hacia Jack. No tenía ninguna buena idea de lo que iba a hacer, pero no podía dejarlo morir.

No analizó demasiado fielmente la necesidad de mantener a Jack vivo. No había tiempo para la introspección, sólo sabía que no podía dejarlo. Avanzó a través del lío de enredaderas y arbustos, cayendo horizontalmente para gatear lentamente a lo largo de un angosto sendero para animales. Avanzó a través de un montón particularmente grueso de helechos en tierra húmeda. Un ruido a su izquierda la hizo tirarse al suelo. Permaneció inmóvil un momento, su corazón latiendo con fuerza.

Briony inhaló. Tenía un sentido asombroso del olfato y podía decir exactamente dónde estaba Jack, y cómo de cerca estaba el vigilante. Jack estaba tendido sobre su estómago, el rifle acunado en sus brazos, pero su cabeza estaba caída. Le impulsó a moverse.

¡Jack! Despierta. Está casi encima de ti. Tienes que defenderte.

Jack oyó la orden urgente, el miedo y la preocupación en la voz de Briony. Lo que le impulsó para encontrar la fuerza para concentrarse, a oler al vigilante. El hombre ya estaba encima de él. Se dio la vuelta para encontrarse cara a cara con él, sabiendo en esa fracción de segundo, durante ese latido de corazón, que era demasiado tarde, que era un hombre muerto. Fuera de aquí. Fue la única advertencia que pudo dar a Briony. No tenía fuerza de levantar el rifle, sin hablar de tiempo.

El vigilante caminó fuera de la maleza y levantó su arma. Cuatro disparos resonaron en rápida sucesión. Jack esperó a que las balas golpearan su cuerpo, pero el vigilante se sacudió y medio giró para enfrentarle. Sus rodillas se doblaron y cayó duramente, de frente al suelo. Jack elevó la cabeza. Briony permanecía de pie a unos metros de distancia con la pistola en la mano, lágrimas corriendo por su cara. Estaba temblando, el brazo todavía extendido, mirando fijamente al hombre muerto.

Jack se impulsó para un último estallido de fuerza, luchó a sus pies, y se tambaleó hacia ella, las manos sobre las suyas.

– Dame la pistola, Briony.

No la soltó, no lo miró. Temblaba tanto que tuvo miedo de que por casualidad apretase el gatillo de nuevo. Sujetó sus dedos con los suyos y, con la otra mano, cogió su cara, y la forzó a que girase la cabeza del cuerpo mientras buscó un tono apacible.

– Sólo suéltala, nena. Te tengo ahora. Mírame. Solo a mí.

Su mirada fija encontró la suya, los ojos nadando con lágrimas.

– Lo maté -se alejó de él, teniendo arcadas, una y otra vez.

Jack dio un paso más cerca y vio que sus ojos se quedaban en blanco. ¡Briony! Deliberadamente llenó su mente con calmada fortaleza. Sabía lo qué la violencia podía hacerle a un médium, y no estaba dispuesto a permitir que cayera. Le agarró la cara en sus manos.

– Mírame. Quédate conmigo.

Briony escuchó su voz como si llegara de una gran distancia. No quería volver, había demasiado dolor allí, pero la voz se negó a dejarla retirarse. Con un esfuerzo tremendo, miró fijamente a sus hondos ojos grises.

– Estás bien. Todo va a estar bien -le aseguró-. Soy un ancla. Sólo déjame hacer mi trabajo -había estado demasiado cerca de que se desmayara y no le había proporcionado barreras, pero se concentró en alejar la energía de ella.

Nunca había esperado estar tan afectado por la visión de las lágrimas de una mujer, o por el hecho de que matar a un hombre la había puesto físicamente enferma. Peor, podía ver astillas en su barbilla y a lo largo del brazo. No tenía un equipo médico ni siquiera para ayudarla.

– Tenemos que salir de aquí. Los rebeldes van a aglomerarse por todo este lugar -endureció la voz, esperando sacarla fuera de sí misma-. Vamos. Ahora, Briony.

Se limpió la boca con el dorso de la mano, asintiendo con la cabeza.

– Lo siento, es sólo que… -se calmó y miró hacia atrás hacia el cuerpo del suelo.

Balanceándose de manera inestable, Jack extendió la mano y se la cogió.

– Deja de mirarlo. Nos habría matado a ambos. Ahora muévete -su pulgar se deslizó sobre su barbilla, enjugando el hilo de sangre.

Briony parpadeó hacia arriba y luego endureció la boca. El brazo resbaló alrededor de su cintura.

– Estoy bien ahora -empezó a caminar con él hacia la ciudad, tomando un poco de su peso otra vez. Se había llevado el dolor punzante pero no podía llevarse el horror que oprimía su corazón.

– Deberías haberte ido cuando te lo dije. Podrías haber muerto.

– Sólo camina.

– No voy a hacerlo, lo sabes. Me estoy quemando, perdí demasiada sangre, a decir verdad no puedo ver muy bien. Los rebeldes que me buscaban tuvieron que haber escuchado los disparos…

Briony suspiró.

– Ahorra fuerzas. Sólo continúa caminando. Te llevaré a la ciudad, y mi hermano puede encontrar una manera de sacarte de Kinshasa.

Jack continuó poniendo un pie delante del otro, decidido a no desmayarse. Estaría condenado si una mujer fuera a llevar su culo, y maldición si ella no lo haría si no pudiese caminar. Había algo sobre ella que simplemente consiguió meterse bajo su piel. Hace mucho que había escogido su camino, y este no incluía a una mujer propia o una familia. Briony Jenkins era una mujer hecha para pertenecer a un hombre, corazón y alma. Era esa clase de mujer con la que un hombre se casaba y sabía con certeza que aguantaría hasta el final en lo bueno y en lo malo, directamente al lado de su pareja. Peor, era esa clase de mujer por la que un hombre podría matar, y él era más que bueno en eso indudablemente. Resultaba una mala combinación.

Briony echó un vistazo al hombre cuyo peso estaba cada vez más y más sobre ella. Juraba diciendo palabrotas una y otra vez en voz baja. La voluntad absoluta lo mantuvo en pie.

– ¿Necesitas descansar?

No respondió, pero dejó de caminar. Volvieron al arroyo, y Briony lo detuvo, sentándole sobre un tronco caído. Era una pista de como de lejos había llegado que no protestó cuando le ayudó a sentarse. El entrenamiento de su extraña infancia era de repente de un gran valor. En algún lugar de su interior intuía a algunos hombres. Esperó tanto tiempo como pudo, dando una oportunidad de descansar a Jack antes de arrastrarlo otra vez y dirigiéndose hacia Kinshasa. Tuvo que esquivar grupos de soldados cazando en el bosque. Cada cierto tiempo, su olor les advertía antes de que se dirigieran cerca de ellos.

Una vez dentro de la misma ciudad, esperó que pareciera como si hubiesen estado bebiendo. Era difícil ocultar el rifle del francotirador y él no lo dejaría abandonado atrás, así que lo escondió entre ellos, esperando que sus cuerpos lo ocultasen de cualquiera pudiese descubrirlos. Escogió calles desiertas y callejones cuando recorrió el trayecto con él hacia su habitación.

– Unos pasos más, Jack -dijo de un modo alentador. El hombre debía tener una voluntad de hierro para continuar andando. Nunca se tambaleó, caminando estoicamente a pesar de la violenta fiebre. Su cuerpo estaba caliente y seco, desesperado por algo de beber.

Se mantuvo en las sombras, bordeando los grupos de personas con las que se encontraban. Evitó todo contacto con los soldados de las esquinas, cuidando no llamar su atención. En cuanto estuvieron en el callejón debajo de la ventana de su habitación, inclinó a Jack contra la pared.

– Voy a subir para abrir la ventana. ¿Crees que puedes dar un salto?

Jack se deslizó por la pared para sentarse en el suelo. Asintió con la cabeza, pero no la miró. Briony no estaba tan segura. Se agachó y saltó, agarrándose del alféizar con los dedos. Se afianzó en la estrecha cornisa y empujó para abrir la ventana.

– Jack -estaba asustada de gritarle, demasiado consciente de todos los soldados y la posibilidad de que los rebeldes los hubieran seguido hasta la ciudad-. ¿Puedes hacerlo?

No respondió. Briony puso una mano sobre el alféizar y saltó hacia el suelo aterrizando ligeramente en sus pies a su lado. Puso la mano sobre su hombro.

– Cogeré el rifle -extendió la mano.

Jack reaccionó, retrocediendo, su movimiento garboso y suave, experto, alejándose de ella, poniéndose en pie, acercando el rifle. Agitó la cabeza.

– Lo siento. Lo conservaré. Pertenece a mi hermano -cayó hacia atrás contra la pared-. ¿Dónde diablos estamos?

– Mi habitación está justo ahí arriba, Jack. ¿Puedes saltar? No quiero llevarte por el vestíbulo donde alguien podría verte. Esto es más seguro para los dos -más seguro para sus hermanos también. Todavía tenía un miedo persistente de que Jack pudiese estar en Kinshasa por razones relacionadas con su hermano mayor.

Jack se limpió el sudor de la cara.

– Creo que sí -pero no se movió. Cerró los ojos, permitiendo que el rifle colgara en cabestrillo alrededor de su cuello, las manos cayendo a los lados como si sus brazos fueran demasiado pesados.

Briony escuchó un ruido leve y se dio la vuelta para ver a un soldado entrando en el callejón. Apretó los dientes. Esta tenía que ser una noche de mierda. Nunca iban a entrar en la seguridad de su habitación a esta velocidad, y ¿cómo podría impedir al soldado ver el cuerpo torturado de Jack o el arma colgada alrededor de su cuello?

Desesperada, Briony empujó a Jack contra la pared, los brazos deslizándose alrededor del cuello de él. Inclinó el cuerpo en el suyo y levantó la boca. La oscuridad los rodeaba, los envolvía, así que se convirtieron en una vaga silueta la cual el soldado apenas podía distinguir. Escuchó sus pasos acercándose. Si viese el rifle escondido ahora entre ellos, o la condición en la que Jack estaba, se encontrarían en un terrible problema.

– Jack -susurró el nombre íntimamente, necesitando excitarlo, hacerlo más consciente del peligro en el que se encontraban. Su nombre llegó suavemente a su mente. Un dolor. Los labios ligeros como plumas sobre los de él, dando diminutos besos a lo largo de su labio inferior.

El corazón de Jack pareció ralentizarse. Sintió el creciente miedo de ella, pero aguantó hasta el final, estuvo de pie con él, delante de él, protegiéndole, tal como hizo en el bosque. En algún sitio profundo de su interior se extendía, esa chispa pequeña de humanidad que había reprimido despertó más amplia, se expandió, y el ansia en la que él mismo rara vez se permitió pensar ahora tenía un nombre. Briony.

La respiró en su mente, la inhaló en sus pulmones. Un brazo la rodeó, la atrajo más cerca incluso, su mano se deslizó por su espina dorsal, aunque nunca abrió los ojos. La otra mano se fue entre ellos al cuchillo de su cintura. No había nada sexual en la manera en que él la tocó, sólo quiso consolarla, pero de algún modo la forma y la textura de su cuerpo todavía lograban encontrar el camino por las yemas de los dedos e imprimirse en la memoria de su cerebro.

Su mano se instaló en las hebras mojadas de su cabello y empujó la cara de ella contra su hombro, haciendo una mueca de dolor cuando entró en contacto con sus heridas. No mires. Sólo quédate quieta. Despacio retiró el cuchillo del cinturón.

Espera. Los dedos de ella rodearon su cuello. Por favor, sólo otro momento. Podría alejarse. Deseó que el soldado se alejara. Un guardián solitario entrometido en medio de la noche, ignorando que la muerte estaba a solo un soplo de distancia. No había duda, en su opinión, de que Jack tan enfermo como estaba, mataría al hombre. Débil, su cuerpo devastado por la fiebre, actuaba en base al instinto, por su extenso entrenamiento. Era una máquina de matar, y cualquiera que se cruzase en su camino moriría. Tenía que ser un modo terrible de vivir.

Cerró los ojos fuertemente, rogando porque el soldado cambiara de dirección. Por favor, por favor, por favor no dejes que Jack tenga que matarlo. Por primera vez en su vida, trató de implantar una sugerencia en el cerebro de otro deliberadamente. "Empujó" al soldado a regresar a la calle.

Olvidó que Jack podía leer sus pensamientos hasta que sus dedos se agarraron su pelo. Lo miró. Lo siento. No quiero que tengas que sentirte de ese modo, tomando una vida.

Él abrió los ojos para encontrar su mirada fija. Tenía los ojos más grandes y más suaves y compasivos con los que alguna vez se había tropezado. Su expresión se endureció. Nunca sintió nada. Ése era el problema. No hasta ahora. Este momento. Mirando hacia abajo a su cara demasiado inocente.

Era un hombre descortés y difícil, capaz de una gran crueldad e implacable venganza, rápida. Podía disparar a un hombre a una milla o a más. Podía emerger de un río y reducir a cualquiera sin que hubieran sabido que estaba cerca en ningún momento. Era un fantasma en el bosque o el desierto. Algunos lo llamaban la muerte y la mayoría lo evitaba. Aquí estaba ella, mirándole con compasión e incluso preocupación sobre su cara transparente. Quería aplastar su boca pecaminosamente dulce bajo la suya, y con todo, todo el rato, una parte de su cerebro sabía exactamente dónde estaba el soldado, planeando cada movimiento, la forma de alejarlo de Briony y el suave disparo que terminaría con su vida.

Bruscamente el soldado se dio la vuelta y retrocedió por el angosto callejón, dejándolos a solas en las sombras. Por un momento cayó contra él, el alivio haciendo a sus piernas gomosas.

– Eso estuvo muy cerca. Gracias Dios.

No le dijo que Dios lo había abandonado hacía mucho tiempo; en vez de eso enterró la cara en la suavidad de su cuello e inhaló su olor, deseando poder retenerla. Encajaba entre sus brazos y en su mente, pero nunca cabría en su vida. Se agarraría demasiado apretado, la mantendría muy cerca, tan cerca que ella no sería capaz de respirar. No tendría la posibilidad de comprender a un hombre como él, sus pecados tan negros con los que no había redención, sus propias reglas y su código más allá de la civilización.

– ¿Jack?

Su voz lo sacó del semi-estupor, o tal vez fuese un sueño; francamente no podía decir nada más. La alejo de él y miró a la ventana.

– Puedo hacerlo, yo te cubriré.

Briony no protestó. Sería afortunado si pudiese saltar, sin hablar de intentar protegerla, pero la indicación de que su condición rápidamente iba deteriorándose no lo llevaría al cuarto más rápido. Ella simplemente cabeceó y envió una plegaria silenciosa de que lo hiciese al primer intento. No estaba totalmente segura de que fuera lo bastante fuerte para saltar esa distancia con él sobre su hombro. Briony retrocedió para darle espacio, todo el rato vigilando la entrada al callejón.

– Ve ahora -lo animó temerosa de que el soldado pudiese volver.

Jack saltó, agarrándose al alféizar e impulsándose dentro del cuarto. Briony soltó el aliento que había estado conteniendo y le siguió, deslizándose por la ventana y agachándose en el suelo, queriendo gritar de alivio. Ahora que tenía al hombre en su habitación, no estaba segura lo que iba a hacer con él, pero con calma cerró la ventana y se apresuró para conseguir una botella de agua fría antes de encender la luz.

– Bebe. Estás deshidratado y ardiendo por la fiebre. Voy a limpiar tus heridas y darte una inyección de antibióticos. Llevamos medicamentos con nosotros y no soy mala con la sutura cuando tengo que hacerlo.

– Dame las provisiones y podré manejarlo -le aseguró, sentándose en el borde de la cama. La habitación era pequeña y la cama parecía tentadora-. Nunca nada sabe tan bien como el agua -el líquido goteó por su garganta, resistiéndose al impulso de tragarlo-. Gracias.

– De nada -Briony mojó un paño en agua fresca y se lo sostuvo en la nuca-. Tienes una infección realmente mala, Jack. Sé que podrías coser las heridas tú mismo, pero por qué no descansas y solamente me dejas cuidarte por ahora.

Jack tomó otro, más largo, su sediento cuerpo ávido por el líquido fresco. Cogió el paño fresco y mojó su cara mientras la observaba mezclar una solución en un tazón.

– Consígueme pinzas.

– ¿Qué? -parecía asustada.

– ¡Voy a tener que atender tu cara y tu brazo!. Conseguirás una infección si lo dejamos. No estaré en condiciones de hacerlo después, tan solo consígueme las pinzas ahora.

– ¡Tienes que estar bromeando!

– Yo no bromeo -su voz era severa y se tambaleó, alcanzando la pared para estabilizarse-. Lo pienso de verdad. No vas a tocarme hasta que lo arregle. Y si me desmayo y alguien viene, conseguirás un infierno aquí. Atraviesa la ventana, hasta los tejados, no al callejón, te atraparán en el callejón. Usa los tejados mientras puedas y dirígete de nuevo al bosque. Puedes ocultarte ahí.

– ¿Ordenas a todos a tu alrededor? -sacó las pinzas de su botiquín médico y se las dio-. Me siento como una idiota teniéndote quitándome las astillas mientras tú estás cortado a pedazos.

La cogió por la barbilla y comenzó a quitar las astillas más grandes de su piel.

– Salvaste mi vida. Gracias. No debo eso a muchas personas, pero hubiera muerto si no fuera por ti -limpió la barbilla con el antiséptico y tendió la mano para el ungüento del antibiótico.

– No quiero hablar de eso -su estómago se sacudió incómodamente. Cerró los ojos contra los recuerdos del hombre yaciendo muerto en el bosque.

– Me habría matado.

– Lo sé. ¿Has terminado?

– No me gusta el estado de tu brazo. Es bastante profundo. Sigue poniendo la crema sobre él -le dio las pinzas-. Sí, ordeno a todo el mundo. Funciona mejor para mí de este modo.

– Ya veo. ¿Y todos hacen lo que dices?

– Los listos -no podía evitar mirar su cuerpo devastado, cortado en pedazos. Su musculatura en el vientre, el pecho marcado y amplios hombros y brazos habían recibido los golpes de la tortura. Tenía dos extraños tatuajes. Comprendió que no los veía con la visión normal, sino más bien con la visión mejorada, como viéndolos bajo una luz ultravioleta. Tocó uno-. Estos no son normales. La tinta es diferente.

– No pueden verlos otras personas que no sean uno de los nuestros -quiso saber más, pero en vez de preguntarlo, se arrodilló en el suelo delante de él. La limpieza de sus heridas era imprescindible si quería sobrevivir.

– Esto va a doler.

– Solo hazlo.

– ¿Quieres dejar el rifle? -Jack parpadeó al mirarla, sorprendido de tener aun el rifle alrededor del cuello. Lo colocó al lado de su mano sobre el colchón y añadió la pistola y dos cuchillos al lado antes de tomar otro trago. Se inclinó hacia atrás hasta que su cabeza descansó contra la pared.

– Continua.

Briony se afianzó. No le gustaba hacer daño a nadie, y lavar las heridas con el antiséptico iba a torturar a Jack una vez más, pero no podía ayudarle.

– Podría llamar a uno de mis hermanos si así estas más cómodo.

– Briony -pronunció su nombre con una leve nota de exasperación.

Ella solo oyó el cansancio. Sus ojos estaban vidriosos por la fiebre y necesitaba acostarse desesperadamente. Apretando los labios, comenzó la ardua tarea de limpiarle. Las heridas de cuchillo en su pecho eran horribles, ennegrecidas e incrustadas con bichos e infectadas. Su cuerpo se estremeció y estalló en sudor, mientras lavaba y aplicaba antibióticos, pero él estoicamente lo soportó, bebiendo de vez en cuando de la botella de agua.

– Ken. Mi hermano.

Asustada, alzó la vista. El cuerpo de él temblaba continuamente, pero su expresión no cambió, no importa cuantas veces tuvo que lavar varios cortes.

– ¿Qué pasa con tu hermano? -alguien había frotado una mezcla de sal, hojas, y una pasta en las heridas abiertas, y extraerlo no era fácil.

– Le mando, pero no siempre me escucha.

Le dirigió una sonrisa contenida.

– Bien por él.

Tragó varias veces cuando restregó los cortes más profundos, estos tan infectados que no estaba segura incluso de que los potentes antibióticos que tenía sirviesen.

– Jack -Briony le cogió la botella vacía de agua y con cuidado le apretó en el hombro-. Acuéstate un rato. Estás a salvo por el momento. Duérmete si puedes mientras hago esto. Va a llevar algún tiempo.

A pesar de su deseo de permanecer despierto, Jack descubrió a su cuerpo tendiéndose de costado sin su permiso.

– Solo voy a descansar un minuto.

Briony notó que las yemas de los dedos de él tocaron la pistola, como si necesitara el consuelo de que estaba allí, pero con los ojos cerrados, no parecía más dulce o infantil descansando. Todavía parecía tan duro y peligroso como cuando la miraba con su mirada fija agitada. Continuó lavando su pecho, tomándose su tiempo, queriendo hacer un trabajo cuidadoso la primera vez. Las heridas eran profundas y feas, un nombre tallado en el pecho. Había quemaduras y tajos diminutos como si alguien hubiese cogido una hoja afilada de navaja de afeitar y hubiese hecho cortes cada pulgada en una simetría perfecta arriba y abajo de su cuerpo, en largas filas de feas heridas.

No tenía ni idea de que estaba llorando cuando comenzó el trabajo de coser para suturar las heridas. Sobre algunas podía usar tiritas de aproximación, pero la mayoría eran lo bastante profundas para requerir la sutura. Le puso una inyección de antibióticos antes de persuadirlo para darle la vuelta. La espalda estaba terrible, con largas tiras de carne desaparecidas. No era nada asombroso que el hombre estuviera rabiando de fiebre. Los insectos habían pululado en el festín. El sudor goteaba por su cuerpo y continuó agitándose, pero nunca pronunció un sólo sonido.

Se tomó su tiempo durante la noche para limpiarlo, finalmente logrando poder ayudarle a quitarse las botas y los asquerosos pantalones que llevaba. Había más signos de tortura, cortes diminutos en líneas en sus piernas y nalgas, incluso alrededor de la ingle, como si le hubieran tomado el pelo con la idea de lo que vendría más tarde. En otras circunstancias, podría haber sido demasiado tímida para limpiar a un hombre en tales sitios íntimos, pero el daño era tan severo y, aunque de vez en cuando supiera que estaba consciente, él no abrió los ojos. Briony trató de ser impersonal, pero se sintió enferma con la idea de que un humano pudiera hacer tales cosas a otro. Cuando terminó, se sintió protectora y tal vez un poco posesiva sobre él.

Colocó una sábana ligera sobre su cuerpo y le trajo más agua con pastillas antibióticas, presionándole lo suficiente para mantenerle despierto para que las tomase también. Briony resbaló el brazo alrededor de su cabeza para mantenerle por el cuello mientras bebía.

Vaciló antes de tomar las píldoras, con su suspicaz mirada en la cansada de ella.

– Nada para dejarme inconsciente. Me curo rápido y puedo soportar el dolor.

– No, desde luego que no, aunque ahora que lo dices, no sería una mala idea -cepilló el pelo rapado con sus dedos, quitando hojas y ramitas de él-. Solo antibióticos. Tenemos que golpear a la infección con fuerza. Necesitas a un médico.

– Hiciste un trabajo bastante bueno -terció bruscamente, tragando las pastillas con la mitad la botella del agua-. Gracias.

– De nada. Duérmete -los brazos de Briony dolían, y aunque todavía no estaba experimentando la sobrecarga psíquica de demasiadas emociones bombardeándola, tenía un dolor de cabeza criminal por usar la telepatía, y estaba temblando por los acontecimientos de la noche. El pensamiento de que había matado a un hombre, la visión y sonido de ello, la habían puesto enferma.

Tomó una larga ducha, aclarando su pelo y su cuerpo una y otra vez como si esto pudiera eliminar los recuerdos de la tarde. Nada parecía ayudar y el dolor de cabeza persistió. Se cepilló los dientes y otra vez se restregó las manos antes de entrar para comprobar a Jack. Su piel estaba caliente al tacto, parecía estar durmiendo. Apagando la luz, se hundió en el suelo bajo la ventana y encogió las rodillas, abrazándose fuertemente.

Sus hermanos iban a enloquecer cuando averiguaran lo que había hecho. Jebediah solamente podría matarla y terminar con su sufrimiento. No esperaba con impaciencia la mañana y el inevitable sermón sobre su seguridad y la seguridad de la familia. La noche entera había sido demasiado aplastante. El hombre que estaba sólo a unos pies de ella había sido despiadadamente torturado, y ahora, aún en el sueño, su cuerpo se estremecía como si todavía sintiera cada abuso.

La vida no tenía sentido para ella la mayor parte del tiempo. Y nunca se sintió a salvo, o como si tuviese un sitio al que pertenecer. Todos a su alrededor lo intentaron; no eran su familia o amigos, era ella. Se meció ligeramente, tratando de conseguir alguna comodidad cuando las imágenes de sangre y muerte se elevaron hasta inundar su mente. Jack se revolvió, y el dolor tensó de un extremo a otro su cara. Alzó la vista, alerta para ver si necesitaba algo, pero aparentemente soñaba. Cuando él se rindió en un sueño más profundo, colocó su cabeza sobre las rodillas, sintiendo la quemadura de las lágrimas que no podía evitar.

La sangre y la muerte lo rodearon. Jack se ahogaba en ellas, desvalido para salvar a la mujer que flotaba río abajo. Le tendió la mano, pero perdió su agarre y supo que la había perdido siempre. No le llamó, pero gritó suavemente, lágrimas cayendo por su rostro. Oyó el sonido, sordo, desgarrador del corazón, y sus ojos se abrieron de golpe, rastreando con el arma la habitación.

Briony acurrucada en el suelo, las rodillas levantadas hasta su pecho, la cabeza inclinada. Su cabello de plata-oro cayendo sobre la cara, y la visión hizo a su corazón comenzar a palpitar en el pecho. Juró silenciosamente con los dientes apretados, el cuerpo demasiado cansado y demasiado golpeado para moverse, cogerla. Despacio bajó el arma, dejándola sobre la cama.

– Briony.

Su cabeza se levantó, una mano limpiando los ojos, un movimiento rápido que trató de ocultar.

– ¿Te duele? Probablemente. Seguramente tengamos algo para el dolor en el kit -había un pequeño temblor en su voz, pero se repuso, ocultando su angustia.

– Ven aquí.

Ella se calló, los ojos demasiado grandes e inundados en lágrimas, las largas pestañas puntiagudas y mojadas. A Jack le costaba verla así. Debería haber estado en algún sitio donde estuviera a salvo y protegida, no en Kinshasa donde cualquier cosa podría ocurrirle.

– Dije que vinieses aquí.

El duro tono de la orden detuvo su llanto.

– Te he oído -parecía tan decidido, como si pudiera levantarse y venir a ella a pesar de sus heridas. Briony se puso en cuclillas y se colocó a su lado, poniendo la palma sobre su frente para comprobar la fiebre-. ¿Quieres más agua?

Él asintió, la mirada fija nunca abandonó su cara, los ojos todavía con una mirada ausente por la fiebre. Sacó otra botella y le quitó la tapa antes de dársela.

– Te lavaste el pelo -Jack dejó el líquido deslizarse por su garganta, saboreando el gusto-. Independientemente de lo que uses huele bien -la agarró por la muñeca cuando se dio la vuelta. Tirando, señaló la cama-. No te sientes en el suelo. No estoy en forma para hacer algo y es más cómodo -sobretodo quería consolarla. No era algo que alguna vez había pensado que haría, pero lo intentaría solo para que no llorase más. Cuando no respondió tampoco de esta forma, la arrojó al colchón.

– Podría golpearte.

– Lo dudo -permitió a sus dedos deslizarse sobre la cara mojada por las lágrimas-. No hagas esto.

– ¿El qué? ¿Llorar? Cada vez que cierro los ojos veo a ese hombre muerto. O veo a alguien cortarte en trocitos -presionó las yemas de los dedos en su sien-. Tengo miedo de dormirme.

– Tienes dolor de cabeza. ¿Tomaste algo para ello?

– Mi dolor de cabeza es bastante insignificante al lado de lo que los rebeldes te hicieron. No puedo creer que estuvieras corriendo por el bosque. Deberías estar muerto.

– No iba a morir y darles la satisfacción -tomó otro sorbo de agua, sus dedos enredándose en el pelo de ella. Era más suave de lo que había imaginado en principio-. Lo habrían hecho mejor solo poniendo una bala en mi cabeza.

– ¿Por qué no lo hicieron?

Jack puso la botella de agua sobre la pequeña mesilla de noche del lado de la cama y usó ambas manos para masajear las sienes de ella. Su cuerpo se sentía pequeño y suave al lado del suyo, y en realidad tenía una reacción hacia ella, desconcertante cuando estaba tratando de consolarla. Era demasiado inocente para un hombre como él como para tener sexo con ella. Profanaría lo malditamente sagrado en ella, era demasiado brusco, demasiado exigente, demasiado todo. Su cuerpo se endureció aún más y cerró la puerta sobre aquella línea de pensamientos. No había ninguna forma de que fuese a permitir que esto ocurriese. ¿Cómo podría su cuerpo reaccionar cuando le habían dado una paliza del demonio? Nada sobre esta situación tenía sentido y esto le hizo recelar. Siempre era desconfiado, pero sus reacciones por Briony estaban completamente fuera del control.

– El general quiere que la gente le tenga miedo. Cuanto más cruel es, más le temen todos y consigue lo que quiere. La tortura, el genocidio y la violación son buenas formas de intimidar a la gente.

Briony estuvo en silencio durante mucho tiempo. Suspiró.

– Mis hermanos no me escucharán. Piensan que estoy paranoica, pero el festival de música nos ofreció una enorme suma de dinero para actuar aquí. No tenía sentido entonces y mucho menos ahora que he estado aquí. El festival no tiene esa clase de dinero y nosotros no íbamos a ser los mejores de la actuación. Serviste con mi hermano y ambos estamos mejorados psíquica y físicamente. Nunca antes he encontrado a nadie como yo. De hecho, ésta es la primera vez en mi vida que alguna vez he sido capaz de estar cerca de otro ser humano sin sentir sus emociones y ponerme enferma. ¿No piensas que todo esto es demasiada coincidencia?

– Si tú estás paranoica, Briony, yo también.

– Tyrel me dijo que hay un rumor de que los soldados rebeldes están moviéndose en la ciudad. Si no están aquí por el festival de música, mi conclusión es que te buscan.

– Tendría que decir que cuando encuentren los cuerpos a las afueras de la ciudad, definitivamente vendrán a buscar.

– Jebediah va a estar realmente, realmente enfadado conmigo.

– No te preocupes por tu hermano. Me conoce -Jebediah lo conocía bien, y seguro como el infierno de que no querría a Jack Norton tumbado en la misma cama que su hermana. Jack se puso a mirar fijamente hacia el techo rajado, una mano en el pelo de ella, otra sobre el arma, escuchándola en silencio, respirando y preguntándose por qué se sentía como si ella le perteneciera.

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