Capítulo 18

Briony oyó una nueva ráfaga de tiros y aumentó la velocidad, hasta que estuvo en el mismo centro de la humareda. La visibilidad era ahora nula, pero trazó los pasos en su mente, manteniendo de memoria el rumbo tan recto como fue capaz. Contuvo la respiración mientras lo hacía pero no pudo evitar que los ojos le escocieran y le lloraran.

Oyó maldecir a Jack y más disparos. Llamas rojas y naranjas estallaron a su derecha y unas nubes negras la rodearon. Cada vez que Jack disparaba, ella se estremecía y los botes de humo volaban por el aire, explotando en bloques de llamas convirtiéndose rápidamente en más humo. Estaba por todas partes, espeso e impenetrable, un buen escondite, pero Briony no podía respirar ni ver y estaba empezando a desorientarse.

De entre el gris torbellino de vapor surgió el enorme tronco de un árbol caído que casi le golpeó en el estómago. Briony pudo deslizarse por debajo en el último momento, aterrizando duramente sobre el trasero e introduciéndose por debajo del estrecho pasaje hecho de zarzas que formaba un túnel sobre su cabeza. Se arrastró con rapidez, moviéndose lejos de la entrada al cañón y permaneciendo pegada al suelo, donde había menos humo negro. Aspiró aire fresco, llevándolo hasta sus abrasados pulmones, intentando limpiarse el ojo bueno para aclarar la visión.

Las zarzas se le enredaban en el pelo, disminuyendo su progreso, arrastrándola hacia detrás, y tirándole dolorosamente del cabello. Echó la mano hacia atrás para liberarse, y las espinas le pincharon los dedos y la palma. El humo negro la rodeaba como una barrera, las zarzas como los barrotes de una jaula, hasta que la claustrofobia la envolvió.

¡Jack!

Estoy aquí, cariño. No te preocupes por mí. Estamos casi fuera. Continúa moviéndote. Sigue el camino hasta la salida. Llegarás al campamento. Ken y yo necesitamos cubrir el rastro y colocar algunas sorpresas para cualquiera que nos siga.

El simple hecho de oír la voz de él detuvo su creciente miedo. Briony siguió arrastrándose. El túnel se ensanchó un poco, pero las espinas seguían enganchándose en su ropa, desgarrándole la piel como garras. Detrás de ella sonaron más tiros, y Briony palpó el arma que llevaba en la cinturilla de su vaquero para asegurarse de que seguía allí.

– Estoy justo detrás de ti -dijo Ken. La voz la sobresaltó. Con las explosiones y la concentración en apresurarse a través de las zarzas, no se había dado cuenta de que Ken estaba tan cerca.

– ¿Dónde está Jack?

– A Jack le gusta jugar con explosivos. Ahora mismo se lo está pasando en grande. Sigue adelante. Estamos casi fuera.

– Puedo oír el helicóptero. Suena raro.

– Le di. Esa maldita cosa se tumbó hacia un lado y echó a perder mi disparo. No oí que Jack acabara con él.

– ¿Podrías decirme si Luther estaba en el helicóptero? -preguntó ella ansiosa.

– No lo vi, pero Jack le disparó, así que probablemente esté buscando atención médica. Espera -Ken le puso una mano en el hombro y se calló.

Briony contuvo el aliento para evitar hacer ningún ruido mientras escuchaba con atención. Pequeños sonidos penetraron en el túnel de zarzas un lagarto escurriéndose por la roca, el zumbido de unas abejas cercanas, el canto de un pájaro, y el parloteo de una ardilla a lo lejos.

– Sólo tenemos que gatear unos minutos más y llegarás a una sólida pared de arbustos. No es fácil quitar la maraña del camino, ya que están llenos de espinas. Si puedes déjame pasar.

– ¿Estás loco? No hay espacio para que pases. Lograré abrirlo.

– Y luego cuando Jack descubra que estás cortada en pedacitos, se pondrá desagradable conmigo. ¿Has notado que en lo que se refiere a ti tiene una veta protectora bastante grande?

Ella rió en voz baja.

– He notado que tiene una veta protectora con todo el mundo. Sólo que no parece darse cuenta -Briony lo miró por encima del hombro, agradecida que estuviesen lejos de las ondulantes nubes de humo-. Siempre cuidas de él, ¿no es así?

Ken se encogió de hombros.

– Puedo manejar algunas cosas mejor que él, y él me cuida las espaldas en otros asuntos, así todo sale bien.

Y justo en este momento, Ken, estás protegiendo lo que más quiero. Nunca podré compensarte por lo que estás haciendo hoy.

Cierra la boca, vas a hacerme llorar. Le devolvió Ken con sarcasmo, pero la verdad era que la desnuda emoción en la mente de Jack fue suficiente para que le ardieran lágrimas detrás de los ojos.

Cuando Briony llegó hasta lo que parecía un gigantesco laberinto de zarzas, se le ocurrió de pronto que Ken no se sentía cómodo en compañía de otros más de lo que se sentía Jack, pero por el bien de su hermano se obligaba a lidiar con cosas cotidianas.

Briony le brindó una breve sonrisa.

– Tú le arrastras al bar para mantenerlo civilizado, ¿no?

– Viviría en una cueva si no lo hiciera -dijo Ken.

Y tú también lo harías, añadió su hermano a la conversación.

Briony estudió su cara.

– Al igual que harías tú.

Él sonrió débilmente, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos, y murió inmediatamente.

– No soy tan diferente a Jack. Mi padre también está dentro de mí. Sé que Jack te ha hablado de él. Ambos tenemos que vivir con lo que podríamos llegar a ser en las circunstancias adecuadas, y los dos tenemos que esforzarnos para evitar cualquier situación que pudiera sacar a nuestro padre de nosotros.

– Él no está dentro de ti, Ken.

– Lo está. Lo siento aquí, agazapado como un monstruo, simplemente esperando a que lo deje salir. Jack puede que sea el que lo mató, pero yo lo habría hecho de haber podido. Lo ataqué con el bate cuando estaba apaleando el cuerpo muerto de mi madre. Él me quitó el bate y me rompió los brazos.

– Fue en defensa propia. Todos tenemos derecho a protegernos a nosotros mismos. No entiendo como ninguno de los dos se puede comparar con ese hombre. No habéis sido más que amables conmigo, protegiéndome.

– Jack es bastante capaz de ponerse violento, al igual que yo.

Ella negó con la cabeza

– Eso no es noticia de última hora, Ken. Yo también lo soy. Muchas personas lo son, en las circunstancias requeridas. Ambos tenéis una visión retorcida de quienes sois. Os aguanto más que a mucha gente cualquier día de la semana.

– Eso es sólo porque te estamos salvando el culo ahora mismo, no dándote órdenes -Ken le tendió un par de guantes.

– Póntelos, te ayudarán.

– Gracias. Y sabes, Ken, que los hombres no pueden ordenar a las mujeres si no se lo permitimos. Le dejé a Jack tomar la iniciativa porque quería aprender de él. Sabe cómo sobrevivir, y puede enseñarme, y eso me permitirá mantener a los niños a salvo, pero créeme, siempre he sido de esa clase de chicas que hacen lo que quieren y al diablo con las consecuencias. Mis hermanos siempre sintieron una falsa sensación de seguridad porque yo accedía a la mayoría de lo que querían. Si algo no es lo suficientemente importante para mí de alguna forma -se encogió de hombros-, pero es importante para la otra persona, ¿por qué no dejarles hacerlo a su modo?

– ¿Esa es la razón por lo que actuabas en público aunque te causase dolor?

– No, tonto. Lo hice porque quiero a mi familia. ¿Vas a la tienda de comestibles y te encargas de la leñera cuando podrías al menos sacar las uñas?

– De acuerdo.

Briony tiró de los bordes de dos briznas de gruesas y enmarañadas enredaderas hacia ella y las empujó a su derecha.

– Nunca he sido amante de los matorrales de bayas.

– Abrir una brecha puede ser particularmente desagradable si resulta que algún oso está tomando un pequeño aperitivo.

– Gracias por el aviso.

– Me ofrecí a ser valiente e ir primero.

– Cierto, lo hiciste. Afortunadamente, no huelo ningún oso cerca, aunque creo que tu hermano se nos acerca rápidamente.

Debes apestar. Briony ya puede olerte, le informó Ken a su hermano.

Puro afrodisíaco, le contestó Jack.

Jack se deslizó a través del túnel a toda velocidad, deseando volver con Briony. Había sentido tal estallido de amor, de orgullo y admiración cuando ella había tomado la decisión de confiarle su vida. Se había sentido humilde ante su fe en él, por el amor que vio en los ojos de ella justo antes de que se girara y corriera por el campo abierto lleno de humo.

Necesitaba llegar hasta ella para limpiarle la laceración en el costado. La última cosa que ella necesitaba era una infección, y con la herida abierta podría coger una con facilidad. Pero más que eso, quería encontrar un lugar donde estar protegidos y que ella pudiera descansar. Jack le había dicho que los bebés estarían bien, pero no estaba demasiado seguro. No había tenido oportunidad de leer por completo el libro sobre embarazos, y estaba preocupado.

Briony apartó las zarzas y salió con cuidado. El humo negro flotaba en el aire y se rizaba alrededor de las crestas de los arbustos y la maleza. Ken se levantó frente a ella, el arma lista, sus ojos recorriendo el área alrededor de ambos con metódica paciencia. Detrás de ellos, Jack hacía lo mismo.

– Sigue a Ken, cariño. Te guiará a través de la maleza. Tenemos montado un pequeño campamento no muy lejos de aquí. Allí podrás descansar hasta el anochecer.

– ¿No crees que vendrán tras nosotros?

– Esa es la idea. Pensarán que estamos atrapados aquí, y tarde o temprano se pondrán en marcha.

– Necesito encontrar a Luther, Jack. Puede llevarnos hasta Mari.

– ¿Estás completamente segura de que tienes una hermana? Whitney podría ser capaz de implantar recuerdos como lo es de hacerlos desaparecer.

Briony alargó la mano hacia él, mente con mente, intentando hacerle sentir lo que ella sentía, el vacío, la alegría del descubrimiento, el sonido de dos voces entremezcladas. Jack y Ken usaban la telepatía al igual que Briony y Mari.

– Inténtalo. Inténtalo ahora -le sugirió Jack. Le cogió del brazo mientras caminaban por un arroyo poco profundo-. Las piedras son peligrosas, aquí, Briony. Vigila donde pisas.

Briony se concentró en recordar a su hermana lo que se sentía al estar con ella, al verla y relacionarse con ella. Sentía las rocas afiladas y resbaladizas bajo los pies y el agua fría filtrándose en sus zapatos, pero su mente ya estaba alejándose, alargándose hacia Mari. ¿Dónde estás? No puedo encontrarte. ¿Sabes quién… me recuerdas? Mari. Contéstame.

Silencio. Soledad. Briony apretó su mano contra su dolorido corazón.

– No puedo alcanzarla, Jack.

– Entonces sabemos que no está cerca -contestó él.

La usual calma de él, la tranquilizó.

– Aún así, probablemente esté aquí, en los Estados Unidos, ¿no?

– No será difícil rastrear a Luther. Si en algún momento vuela dentro o fuera del país, deberíamos poder encontrar el punto de partida.

– No creo que Whitney esté en los Estados Unidos. Solía ponerme enferma, entonces mamá hacía una llamada y el doctor Sparks estaba allí en un día. A veces en horas. Kadan me contó que Whitney tenía varios jets privados que podían aterrizar en cualquier base militar alrededor del mundo. Si tiene esa clase de influencias, fácilmente podría sacar a alguien del país y llevarlo a otro -protestó Briony-. Si esos jets se usan para llevar prisioneros de un lugar a otro sin que nadie lo sepa, Whitney ciertamente podría mover a Luther fuera y dentro de los Estados Unidos sin problemas -colocó ambas manos de forma protectora alrededor del estómago-. Podría sacarme del país.

– Ni hablar, encanto -dijo Ken-. Los Estados Unidos son el territorio de Whitney. Tiene amigos en las altas esferas, y sin duda alguna usa tácticas de la CIA para llevar a cabo operaciones encubiertas. Está enclaustrado hondamente aquí, y sí, puede que tenga sitios al otro lado del mundo, pero querrá estar allí donde sabe que tiene ayuda, y eso es en los Estados Unidos.

– ¿Cómo podemos confiar en alguien? -preguntó Briony-. En el archivo que me dio Kadan, había una sección entera sobre corporaciones que hacían de tapaderas, jets y bases militares en todo el mundo, y laboratorios secretos. Sabes que va a tener ayuda. No está solo en esto. Está creando un ejército de súper soldados para alguien.

Jack la ayudó a pasar sobre una serie de rocas particularmente largas, y subir al terraplén.

– No suenes tan asustada, Briony. No va a atraparte.

– Él tiene a mi hermana.

– La encontraremos. Tengo algunos amigos en los que confío -dijo Jack, lanzándole un vistazo a Ken sobre la cabeza de ella.

¿Sigue siendo cierto eso? ¿En quién podemos confiar?

Confiamos el uno en el otro y en los miembros de nuestro equipo, ya que es todo lo que tenemos, Jack. Ellos están en esto con nosotros. Si nosotros somos prescindibles, ellos también.

Ken se aclaró la garganta.

– Estamos asumiendo que tú hermana si de verdad existe quiere salir. Whitney se las ha arreglado para conseguir que algunos pocos hombres trabajaran para él y parecen fanáticos. ¿Es posible que ella quiera estar exactamente donde está?

– Luther dijo que no era necesario que las mujeres estuviesen de acuerdo. Creo que Whitney quiere ver lo lejos que ella llegará para luchar contra él y lo lejos que sus súpersoldados “bancos de semen andantes” irían para retenerla -se tocó la mejilla-. Luther pasó de ser amable conmigo, y hablarme de forma razonable, a tener momentos de celos y furia. No, no creo que ella quiera estar ahí, Ken. Creo que está retenida como prisionera y que le están haciendo daño para conseguir su colaboración. Quiero encontrarla.

– La encontraremos, Briony -le aseguró Jack.

Siguieron un tenue camino de ciervos hasta un grueso bosquecillo. Las ramas en lo alto se entrecruzaban para formar una gruesa cubierta, proporcionándoles sombra y un refugio contra la metódica búsqueda del helicóptero sobre ellos. Jack pasó directamente sobre varios helechos gruesos y apartó las hojas, tanteando el suelo hasta que encontró una cuerda.

La puerta trampa se abrió para revelar un hoyo lo suficientemente ancho para ocultar algunas provisiones. Sacó un pesado cacharro y lo colocó a un lado. Tras él vino un segundo.

– ¡Demonios! ¿Estáis planeando quedaros aquí una temporada?

– Nos gusta la comodidad -explicó Ken-. Todas las comodidades de una casa. Se llama estar preparados, hermanita. Mejor esconder unas pocas provisiones aquí y allí a que te pillen con la guardia baja.

Jack extendió en el suelo el aislante y echó un saco de dormir sobre él, haciéndole gestos a Briony para que se sentase.

– Todo excepto el libro sobre bebés. La próxima vez creo que incluiremos cosas de ese tipo con los víveres, así, si perdemos uno, tendremos otro.

– Tienes que estar bromeando.

– No -dijo Ken-. Siempre tiene libros para leer. Yo soy un hombre más musical.

Ella se sentó a la sombra, mirando cómo los dos hombres establecían un área letal alrededor del pequeño campamento. Parecía que habían pensado en todo. Tenían pastillas para conseguir fuego si necesitaban calor y víveres para comer. Sobre todo, notó Briony, tenían municiones, armas y explosivos.

– Acuéstate, nena. Deja que me encargue de la herida de tu costado -le ordenó Jack. Calentó agua usando una de las pastillas. Se acuclilló detrás de ella, le levantó la camisa y le indicó que apartara los vaqueros lo suficiente para darle espacio para trabajar.

– No duele tanto ahora que ya no corremos -le dijo ella.

– Estás cubierta de sangre.

– Estaba corriendo. Tenía que sangrar mucho. No me clavé nada importante -dijo Briony-. Tuve mucho cuidado.

Él le quitó la gasa empapada de sangre y examinó atentamente los pequeños puntos.

– No está mal, sólo un poco irregular. Lo hiciste mejor conmigo.

– ¿No está mal? -Briony chirrió las palabras, fulminándolo con la mirada-. La cosí yo misma, muchas gracias.

Ken rompió a reír.

– Él me dijo lo mismo una vez.

Briony hizo una mueca de dolor cuando Jack le volvió a limpiar la herida con el agua caliente y el antiséptico. Ardía y escocía tanto como para llevarle lágrimas a los ojos.

– ¿Dónde estabais? ¿Cómo te heriste?

– Afganistán -dijo Ken-. Fue en una cumbre de 100 pies de altura conocida como “Whale’s Back” en el oeste de un valle. Al este se levantan las montañas Shah-e-Kot, con el enemigo sentado a unos once o doce mil pies, usando desde pequeñas armas hasta morteros y pesadas ametralladoras. La infantería estaba atrapada en el valle, cargando a campo descubierto un pesado equipo y sin cobertura. El enemigo tenía todas las ventajas, disparando desde cualquier posición defensiva, y provocando importantes bajas entre los soldados de infantería.

– Cuando dices infantería, ¿te refieres a muchos escuadrones?

Ken se encogió de hombros.

– Creo que de un par de batallones. Perseguían a la resistencia hacia las montañas en un intento de acabar antes de la batalla. Fuimos enviados para proporcionarles defensa extra.

– ¡Ay! -Briony dio un manotazo a la mano de Jack cuando derramó líquido sobre la herida. Ardía incluso más que el primer ungüento que había usado.

– Deja de comportarte como un bebé -murmuró Jack-. Te pareces a Ken.

– Supongo que la situación se volvió peligrosa -apuntó Briony, apretando los dientes.

El costado le dolía más que cuando estaba corriendo. La charla la distraía, y en cualquier caso, le gustaba vislumbrar fragmentos del mundo de Jack y Ken.

Jack presionó una gasa limpia contra la herida.

– Se convirtió en un infierno en un instante. Los dos batallones estaban sufriendo bajas importantes y estaban atrapados. El enemigo los tenía justo donde quería.

– ¿Cómo se hirió Ken?

– Creo que sufre de ADD [4] -dijo Jack-. No puede quedarse quieto.

Briony rió, a pesar de que Jack estaba asegurando la gasa en su lugar y la herida le seguía ardiendo gracias a la doble dosis de desinfectante. Ella sabía que Ken podía quedarse quieto durante horas.

– Te ríes -dijo Jack-, pero es la verdad. Nos pusimos en contacto con la brigada Airborne y el enemigo nos tiraba de todo menos el fregadero. Nos movimos hasta una posición más ventajosa y empezamos a liquidarlos, pero tan pronto como nos librábamos de uno, otro ocupaba su lugar. Habíamos escondido nuestro equipo debajo y Ken decidió que simplemente haría una pequeña carrera por el valle a descubierto, subiría hasta la cresta a unos cien mil pies más o menos y lo buscaría por nosotros. Ya sabes, un pequeño paseo por el parque.

– Y tú te quedaste sentado allí arriba y le protegiste mientras lo hacía -adivinó Briony.

– Demonios, alguien tenía que hacerlo. Es un maníaco. Llevó un lanzador de granadas con él y corrió de acá para allá en medio de los disparos a más de once mil pies. El aire era escaso, pero no sólo trajo nuestro equipo y la munición, sino que también eliminó una guarida oculta de Al-Qaeda que nos bombardeaba con morteros. Justo cuando subió a la cresta, vi el bulto de un cáncer de árbol justo debajo de nosotros y supe que allí se había colocado un francotirador.

– ¿Qué es un cáncer de árbol?

– Los francotiradores se colocan, y a veces puedes ver el filo de su escondite de camuflaje. Parece como un brote en el tronco, por eso lo llamamos cáncer.

– Vale, lo pillo. ¿Entonces que ocurrió cuando lo vistes?

– Saqué el arma, pero él se movió y le dio a Ken.

– Le faltó mencionar que la única razón por la que pude correr y seguir vivo fue porque él eliminó a todo aquel que intentaba dispararme en el culo.

– Haz algo parecido otra vez y te dispararé yo mismo -Briony captó el total afecto y el miedo por su hermano que se arremolinaba en la mente de Jack, pero como siempre, su voz era tranquila y práctica.

– Me gané una bonita medalla -señaló Ken.

– Estuviste a punto de ganártela después de que te enterráramos -Jack empapó un trozo de tela en el agua caliente y la presionó con cuidado contra la cara de Briony-. Ken insistió en coserse la herida, aunque dejó que yo le sacara la bala.

– Precisamente por lo mismo que no me cosiste a mí, sádico bastardo. Duele como el demonio.

Jack le tiró a Ken un saco de dormir.

– Será una larga noche. Haré la primera guardia mientras tú duermes un poco.

Briony esperó hasta que Ken se estableció a unas pocas yardas de ellos antes de tocar el tatuaje del brazo de Jack.

– Tú, Ken y Kadan tenéis los mismos tatuajes. ¿Qué son?

Jack estudió el emblema en su brazo y el símbolo.

– Sólo los Caminantes Fantasmas llevan estos tatuajes. Es el emblema de los Caminantes Fantasmas. El globo representa el mundo, que básicamente es nuestro territorio de caza. Somos responsables de proteger a aquellos que no pueden protegerse. La llave simboliza nuestras distintas misiones, entrar desapercibidos en campos enemigos y recolectar la información necesaria, y los cuchillos son, claro, un arma silenciosa. La frase en latín nox noctis est nostri significa "la noche es nuestra", lo que es cierto. La noche pertenece a los Caminantes Fantasmas.

– ¿Y lo otro?

– Los símbolos en conjunto tienen significado. El triángulo significa oscuridad; ésta es la Letra Griega psi; esto es una protección contra fuerzas malvadas; y el último son las cualidades de un guerrero. Así que básicamente su significado es: los guerreros de la noche protegen contra las fuerzas malignas usando los poderes psíquicos y el honor. También tenemos un credo. Significa mucho para nosotros y vivimos por él.

– Me gustan los tatuajes y creo que es genial que hayas usado tinta que requiera visión especial para poder verlos.

– Tú eres una Caminante Fantasma, Briony. Tienes derecho a llevarlos.

– Bueno, puede que me ponga alguno, después de tener los bebés -frunció el ceño-. ¿Por qué te abandonó tu equipo en territorio enemigo, Jack? Estabas herido.

– Fui a sacar a Ken. Les dije que se marcharan y sabía que volverían a por mí. El equipo de los Caminantes Fantasmas montó dos ataques contra Al-Qaeda, pero fui trasladado antes de que dieran con el campamento, ambas veces. Estaban planeando otro ataque y hubiesen continuado hasta que hubiesen encontrado mi cuerpo o me hubiesen sacado con vida.

– Quieres decir que Ken habría continuado.

– No, quiero decir que todos lo habrían hecho, con órdenes o sin ellas -le sonrió abiertamente-. Pero Ken habría liderado la manada.

Ella le devolvió la sonrisa con rapidez.

– Tu hermano me gusta, de verdad. Es un buen hombre. También le preocupa, lo de ser como tu padre. No le gusta estar rodeado con gente más de lo que te gusta a ti.

– Es el mejor hombre que conozco, Briony, y estoy condenadamente seguro de que no es como mi padre.

– Me miras como si yo fuese tu igual, Jack, tu compañera. Luther me miraba como si yo fuese su posesión. No te pareces en nada a tu padre, Jack. En absoluto, y tampoco Ken. Si no salimos de esta, quiero que sepas que no me arrepiento ni un minuto de haber podido estar contigo.

Él gimió suavemente.

– Menuda cosa dices con mi hermano tan sólo a unos pocos metros.

Ella descansó la cabeza en el hombro de él.

– No pretendía que fuese sexual, maníaco; estaba siendo cariñosa.

– Sólo mirarte es sexual, deja de decir cosas como esas.

– Cierra el pico, Jack -dijo Ken sin abrir los ojos-. Me siento como si estuviese en una película porno. No está bien.

Briony rió.

– ¿De verdad vais a dormir? ¿No estamos rodeados?

– Ken sí, ya debería estar dormido -dijo Jack-. Haremos turnos. Si las tropas intentan entrar en el cañón, lo sabremos. Simplemente me daré un paseo hasta esa cima y los descubriré. Es más probable que esperen hasta medianoche, igual que haremos nosotros.

Briony subió la mirada a la densa cubierta de hojas y ramas. El aire era frío y el último rastro de humo había desaparecido. Podrían haber estado de camping en lugar de escondiéndose de un letal grupo militar. Ninguno de los dos hombres parecía estresado en absoluto. Después de unos minutos, estuvo segura de que Ken estaba realmente dormido.

La mano de Jack encontró la suya, entrelazando los dedos.

– Siempre debes conservar las energías si es posible, cariño -le avisó él, llevándose su mano a la boca. Los dientes de él le mordisquearon los dedos-. Aprenderás. Si puedes, ve a dormir.

Le puso una manta encima para protegerla de las frías temperaturas.

– Háblame. Háblame de ti y Ken. ¿Qué edad teníais cuando perdisteis a vuestra madre? -no había querido decir “matasteis a vuestro padre”, pero de algún modo las palabras quedaron flotando entre los dos.

– Nueve. Teníamos nueve años.

– ¿Qué os pasó?

– Nos llevaron al hospital y luego nos intentaron en varios hogares de acogida. A veces nos separaban, pero nunca fue una buena idea. Nos escapábamos y nos localizábamos. Si alguno de nosotros era maltratado, siempre había represalias. Pasamos un montón de tiempo en las calles. Con el tiempo, después de ganarnos una mala reputación, nadie nos acogió, así que por un tiempo fuimos a un hogar estatal. Tampoco funcionó demasiado bien.

– Puedo imaginarlo

– Ninguno de los dos es bueno siguiendo reglas. En algún punto del camino conocimos a la señorita Judith.

– ¿La señorita Judith?

Había un inmenso cariño en la voz de Jack.

– Ella solía venir al hogar como voluntaria y era la única persona a la que Ken y yo escuchábamos. Había algo en ella, algo verdaderamente distinto y real. Quería ayudar de verdad, se preocupaba. Pasado el tiempo nos acogió. Casi teníamos diecisiete años cuando sucedió, y dos veces su tamaño, pero nos llevó en contra del consejo de los demás trabajadores. Tenía un rancho en las montañas y nos dio un montón de espacio para correr en libertad. A cambio, destacamos en los trabajos escolares -le sonrió de oreja a oreja-. Date cuenta que no he dicho nada sobre el colegio. Ella se hizo cargo de nuestra educación y nos daba las clases en casa porque ninguna escuela normal quería tener nada que ver con nosotros. Nos esforzamos por ella, y ella nos proporcionó nuestra primera experiencia de lo que es un hogar.

– ¿Sigue viva?

Jack titubeó.

– Sí. Pero no dejamos que nadie más lo sepa. Podría convertirse en…

Briony alzó la cabeza y lo miró entrecerrando los ojos.

– ¿Una carga?

Jack gimió.

– Nunca voy a librarme de eso, ¿verdad? Y no, la señorita Judith necesita protección para que cualquiera que vaya tras nosotros no pueda usar nuestros sentimientos por ella contra nosotros. No quiero que sea vulnerable.

– ¿Fingisteis su muerte? -preguntó Briony con curiosidad.

– Demasiado fácil de desmentir. No, simplemente simulamos una acalorada discusión pública y ella nos repudió. Después de varios meses se mudó a otro estado y entonces, un año más tarde, regresó a su ciudad natal, de vuelta al rancho familiar. Nunca hemos sido vistos cerca del lugar y por supuesto ella no viene aquí. Nunca la llamamos, así que no hay ni una pista que seguir. Muchas personas incluso han olvidado que una vez estuvimos con ella.

– Comprendo -Briony frunció el ceño y volvió su cara hacia el cielo-. ¿Y qué pasa conmigo, Jack y los bebés? ¿Qué vamos a hacer después de que nazcan?

– Vas a casarte conmigo antes de que nazcan, y vamos a vivir juntos aquí mismo, en esta montaña. Ken me ayudará a protegerte, a ti y a los niños, y estaremos bien. Creo que puedo mandar un mensaje lo bastante audible a cualquier enemigo si se atreven a meterse con mi familia. No pararé hasta que estén muertos.

– No quiero que hagas eso, Jack. La venganza no es forma de vivir -dijo Briony amablemente.

Él introdujo sus dedos en el pelo de ella.

– No vas a cambiar quien o que soy, cariño. Ken y yo lo intentamos hace mucho. Sabemos con lo que podemos vivir y con que no. Nadie va a alejarte de mí.

Briony se quedó en silencio largo tiempo, mirando las nubes, el ojo hinchado le lagrimeaba y le dolía, pero el calor en el costado desparecía lentamente. Se pasó la mano por el estómago de forma tranquilizadora.

– Ya he cambiado bastante tu vida, Jack.

– Eso es algo bueno, Briony.

– Y Ken dijo que no podía casarme contigo.

Jack sintió que el corazón le daba un salto en el pecho. Fulminó con la mirada a su hermano dormido.

– ¿Dijo por qué?

– Sí -ella mantuvo la voz tranquila-. Dijo que tenías que pedírmelo con propiedad.

El alivió lo hizo desfallecer. El pulso le latía en las sienes, vibrándole en el cuello. Por un momento había cerrado los dedos en el pelo de ella en un apretado puño.

– ¿De forma apropiada? Si te lo pido, podrías decir que no, así que creí que sencillamente podríamos empezar bien, te lo diría y ya estaría hecho.

– ¿Ya estaría hecho? -repitió Briony.

Ken bufó con fuerza.

– Jack, yo haré la guardia y tú duerme un poco. Creo que te has frito el cerebro allá arriba.

– ¡Cierra el pico! -dijo Jack-. Te estás buscando problemas.

– ¿Ya estaría hecho? -repitió Briony lentamente-. ¿Qué cosa estaría hecha exactamente?

– La ceremonia. El papeleo. Lo que sea que se necesite para que sea legal.

Briony se sentó y lo miró enfadada.

– Coge tu “lo que sea” y métetelo por donde te quepa, Jack.

– No hay necesidad de enfadarse, Briony. No podemos ir por ahí con una panda de críos y no hacer lo que sea que hace la gente para hacerlo legal.

– ¿Lo que sea que haga falta para hacer qué legal?

Él se encogió de hombros.

– ¿Cómo demonios voy a saberlo? Nunca antes lo he hecho. Acostarnos supongo.

– ¿Entonces vas a casarte para que sea legal acostarte conmigo?

– Esto no va bien.

– ¿Tú crees?

– No te enfades, nena. No entiendo por que tienes que enfadarte.

– No me llames nena, Jack -dijo ella, entrecerrando los ojos en advertencia-. Puede que para ti el matrimonio no sea más que una ceremonia, pero para mí es algo sagrado. Y no tienes por qué preocuparte, no voy a insistir en el matrimonio. Ya lo te dije al principio, soy muy capaz de criar sola a un niño.

– No vamos a tener un solo niño, Briony -señaló él-. Vamos a tener dos. Creo que eso quiere decir que me necesitas, te guste o no.

– Creo que no lo estás pillando, Jack. No tengo intenciones de casarme contigo -se incorporó, mirándolo con furia.

Él alzó una ceja.

– ¿En serio? ¿Qué vamos a decirles a nuestros hijos? No creo que nos paremos en dos, ¿tú sí?

Briony no pudo evitar la urgencia de reír. Jack era imposible, siempre sería imposible. Se inclinó y le besó en la comisura de la boca.

– Dos ya me asustan lo suficiente. No creo que hablemos de tener más hasta dentro de mucho, mucho tiempo. ¿Tienes idea de lo realmente pequeño que es un bebé, Jack? ¿Alguna vez has sostenido alguno?

– Nope. Pero estoy seguro de que nos las apañaremos. Debe haber algún libro sobre el tema en alguna parte. Y no creas que hemos terminado de hablar sobre eso del matrimonio.

– Definitivamente hemos terminado.

Ella se estremeció debajo de la fina manta, y Jack alargó la mano para empujarla contra el calor de su cuerpo.

– Ven aquí. Vas a coger un resfriado si no te quedas cerca de mí -dijo él de forma sugerente. Sus manos se deslizaron por los brazos de ella para calentarlos.

Ken se levantó y cogió su rifle.

– Voy a hacer un reconocimiento mientras vosotros echáis un sueñecito, Jack.

Ten cuidado hermano. Tendrán un francotirador en los árboles intentando tener algún vistazo nuestro caminando por ahí.

Como si no lo supiera. Creo que es mejor darte la oportunidad de redimirte. Eres un idiota, y podrás arrastrarte mejor si yo no estoy por aquí. Ken sonrió fugazmente a su hermano y caminó hacia los espesos arbustos, de vuelta por donde habían venido.

– ¿Estará bien?

– Nos está dando algo de intimidad -Jack giró de lado, apoyando la cabeza en la mano para mirar la cara de Briony-. Piensa que estoy haciendo el idiota.

– Tiene razón.

– Lo sé. Sé que es demasiado pronto, Briony. No hay forma de que puedas enamorarte de mí tan rápido, pero sé lo que yo siento por ti. No tiene nada que ver con Whitney o con las feromonas y los experimentos. Cuando estoy contigo, me siento diferente, vivo, feliz, maldición, hasta en paz y eso aunque discutes la mitad del tiempo.

– Yo no discuto.

Él le sonrió, su mano libre se deslizó por la garganta de ella en una suave caricia hasta trazar la turgencia de sus senos.

– Tú me haces feliz, Briony. No parece importar donde estemos o en que infierno nos veamos envueltos, cuando estoy contigo, hay algo dentro de mí que se ilumina. Dime por qué no quieres casarte conmigo.

Briony miró su cara, tan masculina, severa y curtida, con líneas profundamente delineadas; sus ojos grises que podían ser fríos como el hielo o cálidos como el sol. No era un hombre que sonriera a menudo, pero cuidaba de los suyos. Trazó aquellos rasgos con las yemas de los dedos. La emoción la recorrió, sacudiéndola, acelerándole el pulso y haciéndole sentir mariposas en el estómago.

– No dije que no quisiera casarme contigo, Jack Norton, sólo que no me lo habías pedido de manera apropiada.

La mirada en la cara de ella, en sus ojos, hizo que el corazón de él bombeara con fuerza. Nadie lo había mirado antes de esa forma. Podría levantarse cada mañana con aquella mirada. Cambió el peso de su cuerpo otra vez de forma que pudiese enmarcar su cara con las manos, haciendo una mueca de dolor cuando el muslo conectó con el aislante.

– ¿Conoces algún libro sobre esta chorrada? Porque voy a necesitar usar algo.

Briony gimió y se puso de espaldas, riendo sin poder contenerse.

– Eres imposible, Jack. Imposible.

– Te quiero, mujer. ¿Qué más hay que decir?

La risa de ella lo afectaba más de lo que había creído posible. Para mantener la aplastante emoción a raya, inclinó la cabeza y tomó posesión de su boca, un poco desesperadamente, otro poco salvajemente, pero en su mayor parte con ternura.

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