Carver se quedó sentado en su oficina, estudiando los ángulos de cámara. Más de cien perspectivas del edificio y sus alrededores. Todo bajo su control. En ese momento, estaba manipulando la cámara exterior situada en una de las esquinas superiores de la fachada delantera del edificio. Al elevar y girar la lente, y ajustar el enfoque, podía ver a ambos lados de Mc Kellips Road.
No tardó mucho en descubrirlos. Sabía que volverían. Conocía bien los procesos de pensamiento.
Mc Evoy y Walling habían aparcado junto a la pared exterior del almacén de Public Storage. Estaban mirando hacia Western Data al mismo tiempo que él los estaba observando. Solo que él no lo hacía de manera tan obvia.
Carver jugó con la idea de dejar que se cocieran allí. Esperar más tiempo para darles lo que querían. Pero luego decidió mantener el ritmo. Cogió el teléfono y marcó tres números.
– Mizzou, ven aquí, por favor. Está abierto.
Colgó el teléfono y esperó. Mizzou abrió la puerta sin llamar y entró.
– Cierra la puerta -dijo Carver.
El joven genio de la informática hizo lo que le pidieron y luego se acercó a la mesa de trabajo de Carver.
– ¿Qué pasa, jefe?
– Quiero que cojas esa caja con las pertenencias de Freddy y se las lleves.
– Pensaba que decías que se había ido de la ciudad.
Carver lo miró. Pensó que algún día contrataría a alguien que no metiera baza en todo lo que él decía.
– Dijo que probablemente se iría, pero eso no viene al caso. Las dos personas que han venido antes han visto esa caja en su silla y se han dado cuenta de que o bien habíamos despedido a alguien o bien tenemos problemas con cambios de personal. De cualquier manera, no infunde confianza en el potencial cliente.
– Entendido.
– Bien. Entonces, coge esa caja, átala en la parte posterior de tu moto y llévala a su almacén. Sabes dónde está, ¿no?
– Sí, he estado allí.
– Pues venga, en marcha.
– Pero Kurt y yo estábamos a punto de desmontar la treinta y siete para ver cuál es la causa de la acumulación de calor. Tenemos una alerta.
– Bueno, estoy seguro de que puede encargarse él. Quiero que lleves eso.
– ¿Y luego vuelvo?
Carver miró su reloj: Mizzou estaba pidiéndose el resto del día libre. Lo que este ignoraba era que Carver ya sabía que no iba a volver, al menos ese día.
– Bien -dijo como si estuviera frustrado por estar acorralado-. Tómate el resto del día. Pero vete ya, antes de que cambie de opinión.
Mizzou salió de la oficina y cerró la puerta. Carver miró las cámaras con ansiedad, esperando para seguirle la pista una vez que Mizzou llegara a su idolatrada motocicleta en el aparcamiento. Tuvo la impresión de que tardaba una eternidad en salir. Comenzó a tararear. Volvió a su viejo recurso, la canción que había impregnado todos los aspectos de su vida hasta donde alcanzaba a recordar. Pronto cantó en voz baja sus dos versos favoritos y se puso a repetirlos cada vez más deprisa en lugar de continuar con la letra de la canción.
There’s a killer on the road; his brain is squirming like a toad
There’s a killer on the road; his brain is squirming like a toad
There’s a killer on the road; his brain is squirming like a toad
There’s a killer on the road; his brain is squirming like a toad…
If you give this man a ride… [3]
Por fin Mizzou entró en el encuadre de la cámara y comenzó a asegurar la caja de cartón en el pequeño portapaquetes de detrás del asiento. Estaba fumando un cigarrillo y Carver vio que estaba consumido casi hasta el filtro. Eso explicaba el retraso. Mizzou se había tomado un rato para ir al banco de la parte posterior del edificio y tal vez saludar a sus compañeros fumadores.
Al final, la caja quedó asegurada en la moto. Mizzou tiró la colilla del cigarrillo y se puso el casco. Se sentó en la moto, arrancó y cruzó la verja abierta.
Carver lo siguió a lo largo de todo el camino y luego giró la cámara hacia el Public Storage situado calle abajo. Mc Evoy y Walling habían visto la caja y habían mordido el anzuelo. Mc Evoy estaba arrancando para seguirlo.