Capítulo 9

Rikki miró la puerta cerrarse detrás de Lev y su corazón empezó a latir normalmente otra vez. No era consciente de que apenas había estado respirando. Lev había presionado un beso en el centro de su palma y durante un momento le había sentido, lo sintió físicamente, profundamente dentro de sí. Su vientre había reaccionado con un jadeante grito de sorpresa y el haz de terminaciones nerviosas se sintió en carne viva y sensible. Había sido incapaz de pensar con claridad después de ese breve toque de su boca sobre ella. Se sentía primitiva y necesitada y tan vacía por dentro.

El sexo con Daniel había sido, a lo sumo, pobre. No creía que pudiera disfrutar de eso porque no le gustaba el contacto cercano, pero él era bueno con ella y ella cuidaba de él. Tenía sentido que pudieran bucear juntos y tener una buena vida. Daniel estaba contento con tener relaciones sexuales rápidas mientras ella estuviera disponible para él, y cómo él había sido el primero y la única persona por la que ella había sentido afecto, incluso amor, quiso la relación. Ellos tenían sentido.

Lev no tenía sentido. Ninguno. Y era aterrador sentir las sensaciones que él producía en ella, sin embargo, ansiaba ahora su toque. Anhelaba la forma en que la hacía sentir tanto en su cabeza como en su cuerpo. Sus besos eran extraordinarios, alcanzándola en su interior y derritiéndola hasta que todo su cuerpo fluía contra él como el agua.

El coche de Blythe la distrajo de sus pensamientos. Su estómago se tensó. ¿Qué diablos iba a decir? La culpa era aguda y afilada, un cuchillo que la desgarraba. No había mentido a Blythe, nunca. Ni siquiera cuando quería. Sabía que Blythe nunca aprobaría a Lev y no entendería por que no le llevaba directamente a las autoridades. Blythe creía en la ley, nunca había visto lo que podían hacerle las falsas acusaciones a una persona.

Rikki se enderezó y se colocó las gafas para asegurarlas firmemente en su lugar. No iba a traicionar a Blythe mintiendo. Pero Lev…

Blythe salió de su pequeño deportivo Spider y caminó lentamente hasta Rikki.

– ¿Estás bien? -Se quitó las gafas para estudiar el rostro de Rikki.

Rikki estaba segura de que la culpa estaba allí estampada. El color se elevó a pesar de su determinación de no permitirlo. Se encogió de hombros.

– Sí. -Eso al menos, no era una mentira.

Blythe cayó sobre la silla que Lev había dejado libre, y por un momento Rikki tuvo miedo de que el calor del asiento lo delatara. Ella se habría dado cuenta y estaba segura de que Lev también, pero Blythe estaba demasiado ocupada inspeccionándola.

– No pareces enferma.

Rikki negó con la cabeza.

– Dejaste pasar un día de buceo esta semana. El jueves, el clima estuvo perfecto, el mar estaba en calma y no fuiste. Siempre vas.

– Demasiados barcos ahí fuera. -Volvió a sentir alivio, todavía seguía diciendo la absoluta verdad. No había querido compartir su mar con tantos y era peligroso. Un barco podía acercarse demasiado y cortar su manguera.

– Cariño. Habla conmigo. Has tenido sopa durante dos meses y de repente compras más. E Inez dijo que estuviste esta mañana comprando alimentos. Preguntó si estabas preparando una cena de fiesta. Te conozco mejor que eso. ¿Qué está pasando?

Allí estaba, la pregunta directa que estaba temiendo. Se sentó en silencio, su mente trabajando rápido, desechando las ideas tan pronto como aparecían en su cerebro.

Esta bien, Rikki, lo manejaré. La voz de Lev se deslizó en su mente y ella giró, sabiendo exactamente lo que él estaba haciendo.

Él empujó la puerta mosquitera y salió. Parecía rudo y peligroso, sus vaqueros caían sobre las caderas y la camisa se estiraba tensa a través de su amplio pecho. Era imposible pasar por alto los músculos definidos que ondulan bajo el tejido. A Rikki le pareció maravilloso.

Blythe se puso de pie y retrocedió un par de pasos, los ojos muy abiertos por la conmoción. Lev le sonrió y le tendió la mano.

– Soy Levi Hammond -anunció él. Asegúrate de utilizar Levi en lugar de Lev, advirtió a Rikki.

Blythe le estrechó la mano de mala gana, todo el tiempo mirando a Rikki. Ella no podía haber dejado de advertir sus pies descalzos o la manera íntima en que rozó con su mano el pelo de Rikki antes de sentarse a horcajadas en una silla cercana a ella.

– Blythe Daniels -murmuró Blythe, y levantó las cejas con expectación hacia Rikki mientras ésta tomaba asiento, con una decidida y casi alarmada mirada en la cara.

– Estoy esperando conseguir el trabajo de tender en el barco de Rikki -anunció Lev.

Rikki se atragantó. Le miró furiosa.

Digo la verdad.

Sonaba tan inocente. Ella mantuvo la cara apartada de Blythe. ¡Condenado hombre! Ya podía ver lo que iba a suceder. Iba a usar a Blythe para manipularla y que le dejara subir a bordo de su barco.

Tenía la boca apretada.

– Te lo he dicho, no necesito un tender. -En el momento que las palabras salían de su boca supo que había cometido un grave error. Si hubiera mantenido la boca cerrada, Blythe se habría concentrada en el peligroso aspecto de Lev, no en si ella necesitaba a alguien vigilándola en el mar. Y así fue exactamente como lo vio Blythe. Ella no sabía nada sobre la pesca de erizos, pero quería alguien a bordo comprobando la seguridad de Rikki. Y Lev parecía el tipo de hombre capaz de manejar las cosas.

– Por supuesto que necesitas un tender -se opuso Blythe, cayendo claramente en la trampa de Lev-. Te lo he dicho durante mucho tiempo. Es mucho más seguro con alguien en superficie vigilándote.

Detrás de las gafas oscuras Rikki puso los ojos en blanco. Aunque el día de la boda se había ofrecido a ir al mar con ella, antes de eso, Blythe se había negado a ir en el barco después de la primera vez cuando se puso tan enferma. El agua había estado en calma el día que Rikki la había llevado, pero Blythe había estado aterrorizada. Estaba segura de que un gran tiburón blanco iba a subir por debajo del barco y arrancar un pedazo grande de él, o un calamar gigante se levantaría y envolvería sus tentáculos alrededor de la barca, arrastrándola bajo el mar. Ahora que la cuestión era que se sospechaba que una burbuja de gas metano había hundido el yate, Blythe tenía algo más de qué preocuparse.

– No quiero ser rescatada por aficionados -murmuró ella.

– Sé bucear -afirmó Lev.

– Los tender permanecen en el barco.

– Lo que tengo toda la intención de hacer. -Se las arregló para parecer piadoso.

– ¿Dónde os conocisteis? -Pregunto Blythe, mirando a uno y a otro.

– En alta mar -dijo Lev-. Fuimos arrojados juntos al puerto. Ella estaba buceando sola y yo sin trabajo. Sé cómo moverme alrededor de un barco, por lo que esperaba que funcionara para ambos.

Habló en tono desenfadado e informal. Creíble. Incluso Rikki le creyó. ¿Cómo había pasado el hombre aterrador, asesino armado a cachorro mimado en cinco segundos? Estaba despatarrado con el rostro en la sombra del porche, lo que de alguna manera suavizaba sus facciones afiladas. Parecía abierto y honesto, aunque seguía siendo duro y fuerte, lo cual podría atraer a Blythe. Ella quería a alguien cuidando el barco, que fuera capaz de sacar una ballena del océano. No entendía la pesca de erizos de mar y lo que eran riesgos muy reales.

Rikki se quitó las gafas y lo inmovilizó con su oscura mirada.

Blythe le dio un codazo.

– Deja de tratar de intimidarlo.

– Si estuviera en mi barco, estaría intimidado -murmuró Rikki.

– ¿Eres vecina de Rikki? -preguntó Lev, todo hablador.

Rikki apretó los dientes cuando se subió las gafas sobre la nariz. Debería haber sabido que él podía sacar el encanto. Era un camaleón y ella estaba comenzando a tener una idea de cuan letal podría ser. Blythe no era una mujer que pudiera ser fácilmente camelada y aunque no podía decir que Lev estuviera mintiendo, sin duda era engañoso, actuando como un dócil pez de color cuando realmente era un tiburón.

De repente, Lev levantó la cabeza en alerta.

– Alguien viene.

Rikki se volvió para mirar a la carretera, pero no vio nada del polvo que indicaba que alguien se estaba acercando. Esperó unos pocos latidos de corazón, y efectivamente, una pequeña nube de polvo se disparó al aire. Lev se puso de pie, no exactamente de pie, más bien fluía sobre sus pies, un movimiento elegante, fluido, más como un bailarín que como un hombre grande.

– ¿Te gusta el café, Blythe? ¿Crema? ¿Azúcar?

Blythe pareció sorprendida. Rikki nunca dejaba entrar a nadie en la casa. Le había costado meses conseguir que Rikki le permitiera ir a la cocina, y allí estaba Levi haciéndose con la casa.

Rikki le miró airadamente otra vez. Sé exactamente lo que estás haciendo. Y lo sabía. Esa pequeña demostración de galantería le valió dos cosas. Blythe vería que él estaba como en casa, en la casa de Rikki, y le llevaría al interior donde no sólo estaba fuera de la vista sino que podría disparar a alguien que considerara una amenaza.

Sabía que eras una chica inteligente cuando quisiste tirarme al mar. Se reía de ella mientras añadía nata y azúcar al café de Blythe. Deja que comience la inquisición.

Ella se enderezó. No había considera eso. En el momento en que él fuera a la cocina, ella iba a ser interrogada como si no hubiera mañana. Se retorció, dándose cuenta de que no había forma de escapar. Simplemente le entregó su taza de café en señal de rendición.

– Sin azúcar ni crema.

Él le dio una sonrisa arrogante.

– Lo sabía.

Por supuesto que sí. Era observador. Ella le envió otra mirada afilada, pero él se limitó a sonreír mientras cerraba la mosquitera tras él.

– Oh, Dios mío. -Blythe le tomó la mano y se inclinó hacia ella-. Es tan ardiente. ¿Dónde lo encontraste?

– Lo saqué del mar y decidí quedarme con él. -La respuesta de Rikki fue estrictamente honesta.

Blythe se echó a reír.

– Yo lo guardaría también. ¿Así que realmente quiere trabajar contigo?

Rikki frunció el ceño, su ceño más feroz, normalmente reservado para cualquiera excepto Blythe.

– Para mí, no conmigo. Vamos a mantener esto totalmente claro. Soy el capitán. Y él es un humilde tender. -La palma de su mano latía, un atenuado dolor que rápidamente se convirtió en una picazón en otro lugar. Presionó su mano contra la pierna con fuerza, tratando de mitigar la sensación.

Acepto las condiciones de un humilde tender. Estoy bien con ese título.

– Parece un hombre que sería de gran ayuda en un barco, Rikki -dijo Blythe.

Rikki gruñó en voz alta.

– Soy una buceadora solitaria, Blythe. -El coche estaba ahora a la vista y Rikki lo reconoció como perteneciente a Judith. Tanto Judith como Airiana estaban dentro. Rikki gimió y se tapó la cara.

– ¿Qué es esto, Blythe?

– Una intervención.

– ¡Tienes que estar bromeando! ¿Debido a que compré comestibles?

– Tú no has comprado nada más que mantequilla de cacahuete y pan en cuatro años.

Rikki estaba indignada.

– Compro café, brócoli y azúcar para ti.

– Nosotras íbamos a hablar sobre nutrición. No puedes comer solamente mantequilla de cacahuete todo el tiempo, y ya que muestras interés en la comida, pensamos que este era un buen momento para hablar contigo.

Rikki la miró airadamente.

Levi mostró interés en la comida -Ves, lo recordé.

Esa es mi chica.

– Adiviné eso después de verle, pero compraste sopa hace un par de días, lo que significa que él ha estado aquí durante un tiempo.

Rikki apretó la boca y se negó a hablar. Se abrazó a sí misma. Creo que ellas están pensando aparecer en masa. Y cuando lleguen, serán implacables. La última vez que vinieron, insistieron en que comenzara a comer brócoli. Fue realmente molesto. Ella no estaba tocando el comentario “mi mujer” para nada.

Él se rió suavemente en su mente, compartiendo su diversión por encima de su evidente disgusto por cualquier cosa verde y su cobardía. Como yo quiero alimentos reales, voy a estar al lado de ellas, advirtió.

Ella gruñó en el fondo de su garganta, advirtiéndole de las nefastas consecuencias. Hazlo y tomaré represalias. Cada vez que te duches el agua de repente se va volver muy fría.

Judith y Airiana se acercaron por el camino pavimentado, Airiana mirando al cielo y Judith claramente atenta a las coloridas flores. Rikki se encontró relajándose un poco, como siempre hacía cuando sus hermanas se presentaban. Adoraba mirarlas. A sus propias maneras, eran tan diferentes como ella. Y la aceptaban. No les importaba que a ella no le gustara que entraran en su casa. Podrían no entenderlo, pero si era importante para ella, era importante para ellas. Le encantaba sentir su aceptación.

Tal vez eso era lo que le atraía de Lev. Sus peculiaridades no parecían molestarlo en absoluto. Sonrió a las recién llegadas y les indicó las sillas.

– Mientras no hablemos de alimentos, comestibles o de algo verde, me alegro de veros.

Judith se echó a reír y se inclinó para rozar con un beso la coronilla de Rikki. Era casi tan alta como Blythe. Con sus largas piernas, figura esbelta y exótica apariencia, podría haber sido una modelo.

Rikki trató de fulminarla con la mirada.

– Tú me delataste.

Judith pareció impenitente.

– No tuve otra opción. Blythe me sometió con… -Giró sus manos, sus uñas largas de moda brillaban de color rojo oscuro a la luz del sol-, esa mirada que nos da cuando se sale con la suya. En cualquier caso, fue Airiana quien soltó que habías ido de compras a la tienda de comestibles.

Blythe se echó a reír.

– Todas vosotras recordáis mi malvada mirada cuando estáis pensando en ocultar información. En realidad me llamó Inez, preocupada, así que ya lo sabía.

Airiana, una mujer pequeña, de aspecto frágil, de veinticinco años con el pelo platino natural y enormes ojos azules, esbozó una pequeña sonrisa a Rikki.

– Me sentía tan culpable.

– Estoy segura -dijo Rikki alegremente.

Airiana empezó a hundirse en la silla que Lev había dejado vacante. Blythe la tomó del brazo, moviendo la cabeza.

– Esa silla está ocupada. -Se inclinó hacia delante con aire conspiratorio-. Por un hombre -añadió, bajando la voz-. Un hombre muy caliente. Está en casa de Rikki.

Judith y Airiana jadearon al unísono.

– ¿Dejaste entrar a alguien en tu casa? ¿Un hombre? -dijo Judith claramente sorprendida-. Voy a ver. -Se dirigió hacia la mosquitera.

– ¡No! -El pánico manó. Judith no podía entrar en la casa con Lev. Dos personas no. No juntos. Ya era bastante malo que Lev estuviera allí, pero no alguien a quien amaba, Judith no. Rikki negó con la cabeza firmemente, casi sin poder respirar-. Tú tienes que quedarte aquí donde sé que estás a salvo. -Dejó escapar la orden, su corazón palpitando tan fuerte que oía un estruendo en su cabeza.

Judith de inmediato levantó las manos y se detuvo a medio paso.

– No entraré, cariño.

Cálmate, lyubimaya, respira. No hay fuego. No hay nadie más cerca que tus hermanas. Sabría si un enemigo está cerca. No dejaré que nada te suceda.

¡No estoy preocupada por mí! Ella era empática. No quiero que les pase algo a mis hermanas. Dudó. O a ti. ¿Qué te está tomando tanto tiempo con el café?

Rikki descubrió que podía respirar mejor, que su extraña conexión con Lev la calmaba.

Estaba esperando un minuto o dos para dejar que las demás lleguen. Están de camino. Su energía se siente feliz y cariñosa, pero prefiero estar seguro.

Rikki levantó la vista al camino de entrada. Efectivamente, había una pequeña pero reveladora nube de polvo. ¿Cómo lo hacía él?

– Si seguimos así, vamos a necesitar más sillas. -Se levantó, dejando vacante la suya para que sus otras dos hermanas tuvieran un lugar donde sentarse. Se sentó en la barandilla, apoyando la espalda contra un poste, dejando que Lev sacara una silla o se sentara en la hamaca.

Lexi Thompson saltó desde el lado del pasajero del descapotable rojo brillante de Lissa Piner. Lexi gesticuló locamente, su masa salvaje de pelo castaño volando alrededor cuando saltó hacia arriba y hacia abajo. Parecía un pequeño duendecillo con sus grandes ojos verdes y su pálido rostro ovalado. Rikki la adoraba. Lexi, a los veintitrés años, era la más joven de todas ellas. Había tenido la peor vida que ninguna de ellas podía imaginar, sin embargo, seguía siendo una persona optimista, positiva, una que Rikki admiraba. Se las había arreglado para hacer la paz consigo misma después de conocer a Lexi.

– Estoy aquí para defender a Rikki -gritó Lex-. Yo te cubriré las espaldas.

Rikki tuvo que reír. Por supuesto que podía contar con la pequeña rebelde.

– Entra. Siéntate junto a Blythe y cada vez que mencione las verduras, patéala.

– Lexi está cultivando vegetales -recordó Lissa y salió del descapotable.

Rikki no pudo evitar admirarla. Pelo de color rojo brillante, ojos azules, tenía curvas y una cintura pequeña. Rikki era flaca y no tenía una cintura como esa. Lissa era la practicante residente de artes marciales y su cuerpo era un tributo a sus habilidades. También era carpintera y soldadora. Se lucía en el soplado de vidrio y exponía muchas de sus piezas de vidrio y metal en la tienda de Judith.

– Yo como tu brócoli, Lexi -dijo Rikki tan piadosamente como pudo.

– Y te quiero por ello -Lexi le lanzó un beso.

Blythe esperó hasta que las dos mujeres estuvieran sentadas antes de dejar caer la bomba.

– Rikki tiene un hombre.

Cinco cabezas se volvieron a mirarla. Rikki levantó una ceja y se metió con firmeza sus gafas en la nariz, tratando de parecer indiferente.

– En la casa -siseó Judith-. No me deja entrar a verlo.

– No está visible -defendió Rikki.

– Quiero verlo -insistió Lexi.

Lissa miró a Blythe.

– ¿Le has conocido? -Había sospecha en su voz-. ¿Quién es ese hombre y cómo entró en la vida de Rikki? Rikki no liga con hombres.

Rikki envió a Lissa su ceño más feroz.

– Desde luego que soy capaz de ligar con hombres.

Yo no diría eso donde pueda oírte.

Tú no tienes nada que hacer con ello.

Tal vez todavía no, pero lo tendré.

Mil mariposas revolotearon en su estómago. No era susceptible a esa declaración. Él sonaba demasiado confiado y sus besos asesinos podrían haberle dado motivos para creer que tenía algo que decir en su vida, pero no era cierto. Nadie, nadie, le decía qué hacer.

Podía oir a sus hermanas hablando a su alrededor, pero sus voces se habían desvanecido en el fondo. Su mente se llenó de Lev. Su risa era baja y divertida y demasiado masculina. Se cortó bruscamente, saliendo de su cabeza. Por un instante se sintió mareada y con náuseas. Respiró profundamente para permitir que la sensación pasara, cuando de repente se le ocurrió que era Lev el que estaba enfermo y mareado. No estaba escondido en la casa, bueno, quizá lo estaba porque tendía a ser paranoico, pero no había podido estar levantado durante más de quince o veinte minutos a la vez. Se había levantado e incluso había preparado el desayuno. Debía haber estado descansando y tratando de esconderlo de ella.

Se pasó la mano por el rostro, casi sin poder respirar. Ella no era la clase de mujer que cuidaba enfermos. Simplemente no lo era. Él necesitaba un medico o que Lexi le auscultara. Empezó a moverse, cuando el repentino silencio de la charla le advirtió y se volvió para verle de pie en el umbral. El corazón saltó al verlo. Alto. Masculino. La barba de dos semanas ocultaba su obstinada mandíbula. Sus ojos eran de un azul profundo, como el mar. Era difícil, mirando su obvia musculatura, pensar en él como enfermo o mareado. Parecía demasiado fuerte, demasiado invencible.

Judith hizo un solo sonido, llamando su atención. Judith se había puesto pálida y volvió la cabeza para mirar a Airiana. Las dos mujeres intercambiaron una mirada de temor. Lexi, Blythe y Lissa le dirigieron brillantes sonrisas. El estómago de Rikki estaba tenso y con nudos.

– No debería haberte enviado a buscar café, Levi. -Se levantó y tomó las tazas de sus hermanas-. Levi se golpeó la cabeza bastante fuerte el otro día y necesita cuidados.

– Tú no eres responsable de él -dijo Judith.

Rikki estaba sorprendida por la beligerancia en su voz. Por regla general, Judith era abierta y solidaria. Solamente la venda sobre la cabeza de Lev debería haber producido su empatía habitual.

– En realidad, lo soy -contradijo Rikki. Era cierto. Ella era el capitán. Ella le había sacado del mar. Su código la hacía responsable-. Todas, este es Levi Hammond. Levi, mis hermanas. Ya conoces a Blythe. Esta es Judith, Lissa, Airiana y Lexi.

– Así que le trajiste a casa contigo, porque te sientes responsable -aclaró Airiana, haciendo caso omiso de la presentación.

Rikki frunció el ceño a Judith y Airiana.

– ¿Por qué eres grosera? Es un invitado en mi casa. Puede que no tenga habilidades sociales, pero en vuestras casas, siempre soy cortés con vuestros invitados. -Bueno es no era estrictamente cierto. Por lo general se retiraba y las dejaba en el momento en que veía compañía, o simplemente no hablaba. Pero guardaba sus oscuras gafas y eso podría ser considerado de buena educación. Su garganta se sintió rara, un cosquilleo extraño.

Lev le puso la mano en el hombro.

– Es natural que se preocupen por ti, Rikki. -Incluso mientras lo decía, su cabeza dio media vuelta, mirando por encima del hombro.

– Su aura -Judith se interrumpió, jadeante, con una mano en la garganta. Empezó a toser.

Airiana saltó a su lado.

– ¿Qué es?

Judith sacudió la cabeza y alzó la mano mientras trataba de respirar. Lexi se precipitó hacia ella. Rikki se quedó inmóvil. Se puso las gafas y su mirada se cruzó con Lev. Ella sabía que le estaba dando una mirada de muerte, pero si él era el responsable, nunca le iba a perdonar. No podía decirlo por su expresión pétrea o sus ojos. Estaba completamente inescrutable.

Judith volvió a toser y Rikki se apresuró a buscar agua, su mente acelerada. Lev era telepático. Había admitido otros dones también. Su mayor guía era la defensa propia. ¿Podía ver a Judith como una amenaza para él? Nunca debería haberlo traído a ninguna parte cerca de su familia. Le molestaba haber concebido la idea de que él podría ser una amenaza para Judith, pero no podía sacar la persistente duda de su mente.

Le entregó el agua a Judith. Lev no la había tranquilizado. Y le había observado lo suficiente como para saber que tenía algunas habilidades de curación, pero no se apresuraba a ayudar a Judith. Se quedó tranquilo, fuera del camino, de pie cerca de la barandilla donde ella había estado sentada. Estaba mirando hacia el mar o tal vez hacia la carretera, pero no estaba mirando a Judith.

Judith consiguió tragar el agua y se desplomó en la silla, sin aliento. Lexi puso sus calmantes manos sobre ella y Judith señaló al aire.

– Tengo una alergia a algo, creo.

– ¿Ha sucedido esto antes?

La sospecha en la voz de Lev sobresaltó a Rikki. Seguía mirando hacia el camino. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. ¿Qué había sentido ahí fuera? No pudo detenerse. Se puso delante de sus hermanas, todas apiñadas en torno a Judith, y se enfrentó al camino también, tratando de hacerse más grande, incluso yendo tan lejos como para extender sus brazos hacia fuera.

– ¿Qué es? -susurró Lissa, yendo detrás de ella.

– No sé. Algo. ¿Puedes sentir algo? -murmuró Rikki hacia atrás en tono bajo.

Lissa era una mujer guerrera. Si algo no iba bien, podría ser capaz de sentirlo.

– Entra en la casa -dijo con brusquedad Lev-. Ahora. Todas vosotras.

El terror era un sabor metálico en su boca. ¿Todas juntas en su casa? Negó con la cabeza. Lev no discutió, simplemente la agarró del brazo y la empujó dentro.

– ¡Quédate ahí!, ¿me oyes? El resto de vosotras entrad y permaneced lejos de las ventanas. Mantened a Rikki dentro y fuera de la vista.

Ella sintió el empuje en su mente, sabía que él estaba utilizando algún tipo de fuerte compulsión en su orden. No lo necesitaba. Sólo su comportamiento y voz ya habría evitado que sus hermanas fueran contra sus deseos. La arrastró por la cocina hacia la sala de estar.

Rikki no podía respirar. La temperatura de la casa era extraordinariamente alta. Rompió a sudar, estaba mareada y débil. Su pánico era verdadero y no podía hablar, no le salían las palabras. Lev pasó junto a ella al dormitorio y empezó a atarse armas. Ella podía verlo desde donde estaba, pero sus hermanas eran ajenas, todas mirando por las ventanas. Airiana empezó a protestar, pero Lissa se lo impidió.

– Él tiene razón -estuvo de acuerdo-. Siento algo ahí.

– Llama a Jonas -dijo Blythe, toda práctica.

– Manteneos jodidamente lejos de las ventanas -espetó Lev, mientras se paraba en la puerta del dormitorio-. Mantened a Rikki aquí. -Pasó a su lado y se inclinó, la cara pegada a la suya, con las manos en sus brazos mientras la atraía hacia sí-. Sé que estás preocupada por el fuego, lyubimaya, pero nadie va a pasar por encima de mi para llegar a ti. Sólo respira y volveré pronto. -Le rozó la boca con un suave beso y se alejó a zancadas repentinamente, dejándola en estado de shock.

Blythe, Judith, Airiana y Lexi la miraron con la boca abierta, obviamente sin creer lo que acaban de presenciar.

Lissa siguió a Lev por el dormitorio a la ventana trasera.

– Puedo ayudar.

– Él ya se ha ido. Estaba vigilando la casa. Estaba en lo alto del risco norte. Vi el destello de sus prismáticos. Podría no ser nada, pero no quiero un pervertido merodeando en torno a vosotras.

– Rikki no puede tenernos a todas en la casa -avisó Lissa, apoyada en el alféizar de la ventana. Era imposible ver la línea de árboles del norte desde donde estaban, lo que significaba que quienquiera que estuviera mirando no podía ver como Lev salía.

– Lo sé. Tú puedes conseguir que pase por esto. Mejor una crisis de pánico que una bala.

Lissa fue a coger su brazo, pero por muy rápida como fue, él estuvo fuera de su alcance, sus ojos inexpresivos y fríos.

– Solamente cuídala hasta que yo vuelva.

Rikki trató de hacer mover sus pies, de seguirlo. No quería que saliera solo, no con una conmoción cerebral. Estaba enfermo y mareado, pero funcionaba. Eso la hizo sentir peor, incluso culpable. Él se las arreglaba. No había nada malo con ella en absoluto, pero estaba tan molesta con sus hermanas reunidas bajo el mismo techo que no podía moverse.

Lissa le puso una mano en la nuca y le empujó la cabeza hacia abajo.

– Respira, cariño. Estamos en la puerta. Si la casa se incendia, todas conseguiremos salir de manera segura. No hay problema.

– Lissa tiene razón -el tono de Blythe fue enérgico-. ¿Judith, ha ocurrido esto antes?

– No. Nunca. Pero tengo alergias -respondió Judith. Tomó otro trago de agua-. Ese hombre es muy, muy peligroso.

– Está ahí fuera tratando de protegernos -recordó Lissa.

Airiana sacudió la cabeza y se acercó a Rikki, como para protegerla.

– Judith tiene razón. Ambas podemos ver las auras y la suya es muy extraña. Lleva muchos colores, pero los colores están en capas y rodeadas de un rojo intenso y luego se cubre totalmente de negro. El hombre vive con la muerte y las sombras. Todo lo que está dentro de él está eclipsado por su naturaleza violenta. Nunca he visto a un hombre tan peligroso.

Judith asintió con la cabeza.

– Las únicas dos personas que apenas se han acercado hasta la fecha han sido el marido de Elle Drake, Jackson, y aún más oscuro es el marido de Joley, Ilya Prakenskii. Este hombre, este Levi Hammond, francamente, Rikki, me asusta.

Rikki forzó el aire a través de sus pulmones, la ira brotaba a pesar de su creencia de que tenían razón sobre Lev. No le gustaba que dijeran en voz alta lo que pensaba. Él era violento. No podía discutir eso, pero no era todo lo que era él y tenían que darle a ella una oportunidad. Sólo Dios sabía si era digna de ella. Todas estaban convencidas de que ella no provocaba los incendios, pero ¿quien, además de ella, tenía cuatro casas incendiadas, dos con la gente que amaba en su interior?

Lissa puso una suave mano sobre el hombro de Rikki.

– Él salió por la ventana como un profesional. Es rápido y silencioso, y apuesto que muy eficiente, pero está definitivamente en modo de protección. Sería muy útil en tu barco, o en cualquier otro lugar en realidad.

Rikki le lanzó una mirada de agradecimiento.

– Si vamos a quedarnos en esta habitación, todas juntas, tengo que abrir la puerta de la calle. -Había gotas de sudor salpicando su frente y su pecho se sentía ardiendo, como si ya estuviera desesperada por aire. Juró que podía oler humo.

– Abriré la puerta -aseguró Lissa-. Tu siéntate antes de que te caigas. Tal vez Blythe pueda conseguir agua.

Rikki sacudió la cabeza.

– Todas debemos permanecer juntas. -Miró a su alrededor-. ¿Hueles el humo? Mis ojos están ardiendo.

Judith pasó el vaso de agua a Lissa.

– No hay nada de humo, Rikki. Toma la bebida. Te sentirás mucho mejor.

Rikki respiró hondo, tratando de conseguir aire, asustada de estar reviviendo una pesadilla que nunca se iba. Sus pies y pantorrillas ardían, un dolor fuerte que le desgarraba los huesos. Las cicatrices habían parecido un poco menos marcadas, pero ahora dolían como si se formaran de nuevo. Por lo general, le dolían al caminar, la piel tirante resistía el estiramiento. Bajo el agua no tenía problemas, incluso olvidaba las cicatrices hasta que estaba de vuelta en tierra firme.

Su casa había sido deliberadamente diseñada para que desde la puerta de la cocina pudiera mirar directamente hasta la puerta del dormitorio que conducía a la parte trasera de la casa. Había puertas en casi todas las habitaciones que conducían al exterior, una red de seguridad si había un incendio. Había querido aspersores, pero con su afición a las pesadillas y gritando por agua, su casa hubiera sido destruida en los primeros meses de ocupación. Escogió la silla que había colocado en su sala de estar desde donde podía ver cada puerta. La cocina tenía sólo la puerta mosquitera cerrada, por lo que tenía una vista buena del exterior.

– Lissa, abre la puerta delantera y la puerta de atrás del dormitorio, por favor -dijo Blythe. Cuando Rikki empezó a protestar, Blythe puso una mano suave sobre ella-. Estará a la vista todo el tiempo y estará muy a salvo del fuego. Tus puertas mosquiteras son oscuras para que nadie pueda ver dentro pero nosotras podemos ver hacia fuera. Te sentirás mucho más segura con las puertas abiertas. Estaremos todas atentas por si alguien se acerca a la casa.

– Llamaré a Jonas -anunció Airiana, alargando la mano en busca del teléfono.

Rikki negó con la cabeza.

– No. Todavía no. No quiero hablar con él. Estoy demasiada tensa y no sé si podría soportarlo. Deja que Levi vea que hay fuera. Tal vez es mi imaginación. -Se acurrucó en el sillón, subiendo los pies del suelo, frotándose las cicatrices ardientes.

Lissa abrió la puerta del dormitorio trasero y se detuvo para tomar la manta de consuelo de Rikki.

– Toma, cariño.

Rikki no vio como acurrucarla bajo su manta iba a dejar que se sintiera culpable. Debería estar fuera, ayudando a Lev.

– Él no debería estar ahí solo. Está herido, Lissa. Se golpeó la cabeza. Sufrió una conmoción cerebral terrible. Es por eso que le dejé entrar en la casa. Alguien tenía que cuidar de él.

Las mujeres intercambiaron miradas de alivio y Rikki se dió cuenta de que tenía sentido para ellas, que le había traído a casa para cuidar de él.

– Deberías habérnoslo dicho -dijo Blythe suavemente-. Nosotras podríamos haberte ayudado.

– No quería a nadie más en la casa -murmuró ella. Eso tendría sentido para ellas también. Sabían que era muy recelosa de tener a alguien dentro de su casa.

Miró a su alrededor a las caras que la miraban con gran afecto.

– Pensasteis que me estaba utilizando, ¿verdad?

Hubo un silencio incómodo.

– Es magnífico -dijo Blythe-. Cualquier mujer que le echara una mirada caería a sus pies.

– ¿Quieres decir como hicieron Judith y Airiana?-El olor a humo se desvaneció cuando su mente se despejó, liberándola lentamente del agarre de un ataque de pánico. Volvió la mirada hacia el exterior. No estaría cómoda, no podría, con la gente que amaba reunida bajo un mismo techo, por lo que tendría que calmarse con el fin de mantenerlas seguras-.¿O sólo soy yo? No estoy desesperada por un hombre, ya sabéis. Soy bastante feliz aquí sin uno.

– Rikki, nadie te está diciendo que estás desesperada por un hombre -objetó Judith, su voz casi tan dulce como Blythe-. Hay depredadores en este mundo y buscan ciertas características en las mujeres para poder usarlas.

– ¿Ciertos rasgos? -Rikki se enderezó, el olor a humo disipándose por completo cuando su temperamento golpeó-. ¿Exactamente qué estás diciendo? -Miró a todas-. ¿Nadie va a querer estar conmigo porque soy tan diferente? ¿Piensas que no lo sé?

– Eso no es lo que he dicho -respondió Judith-. Tampoco creo que sea cierto.

– Sí, lo haces -dijo Rikki-. Yo lo pienso, ¿por qué tu no? No me importa. Eso es lo importante aquí. Sinceramente no me importa. Soy feliz. Tengo una vida. No me gusta la gente alrededor tocando mis cosas. Usó mis platos esta mañana. No come mantequilla de cacahuete. Cielos. Quiere estar en mi barco.

Blythe se cruzó de brazos y se reclinó en su silla.

– Vamos a pensar en eso.

– No -dijo Rikki-. Tan pronto como se sienta mejor, se irá. Nadie tiene que preocuparse acerca de si realmente voy a estar desesperada por la atención de un hombre para dejarle usarme. -Miró a Judith-. O abusar de mí, si es eso lo que estás insinuando.

Judith se encogió de hombros.

– Puedes enfadarte tanto como quieras conmigo, Rikki, pero si crees que voy a mantenerme alejada y dejar de proteger a mi hermana de un depredador, puedes superarlo. Ese hombre no es un cordero. Tiene dientes y es peligroso. No es una sombra pequeña la que le rodea. Vive con la violencia.

Judith siempre lograba desarmarla con el afecto. Y Rikki no podía negar muy bien que Lev fuera un hombre violento. Le había puesto un cuchillo en la garganta y era un arma andante. Pero sus hermanas le habían dado a ella una oportunidad y ahora ella veía algo en él que, al parecer Judith y Airiana no podían ver. Ella veía más allá de esas sombras algo completamente diferente. Pero ¿cómo podría explicar lo que ella no entendía?

– Sé lo que es, Judith. Tienes que confiar en mí esta vez. Él es mucho más que el escudo en el que se ha envuelto a sí mismo. -Rikki miró a la única persona a la que sabía que tendría que convencer. Judith siempre la sorprendía con su visión de la gente. Ella era calmada, donde Rikki era tormentosa. Elegía sus palabras cuidadosamente, mientras que Rikki a menudo soltaba una respuesta, si se molestaba en ello-. Te estoy pidiendo como un favor personal que le des una oportunidad, Judith.

Judith se sentó delante de Rikki y le tomó las dos manos.

– Dime por qué te sientes tan fuertemente unida a él, cariño. Hazme entender.

Rikki negó con la cabeza.

– No soy como tú. No soy buena con las palabras. Pero le conozco. Le conozco mejor que él mismo. Le veo. No puedo decirte cómo, pero lo hago. Nos necesita. A todas nosotras. Tenemos que ayudarle. Está perdido. Al igual que yo lo estaba.

Las mujeres intercambiaron miradas de desconfianza.

Judith suspiró.

– Tú nunca fuiste violenta, Rikki.

– No sabes eso. No. Tú tenías fe en que yo no había provocado los fuegos, pero ni siquiera yo lo sé con certeza. Tiene sentido. Todos los demás creen que lo hice. Y no pienses que Jonas Harrington no ha tenido sus sospechas sobre mí. Me mira. Lo he visto. Tú me diste la oportunidad cuando no había ninguna razón para ello y te pido que hagas lo mismo por él.

– ¿Y si estás equivocada? -dijo Blythe.

– Lo mantendré alejado del resto de vosotras. Yo seré la única en peligro.

Judith sacudió la cabeza.

– Absolutamente inaceptable. Lo siento, nena, pero si tomas el riesgo, todas lo hacemos.

Rikki miró a su alrededor. Cada una de los demás asintió solemnemente. No hubo ni un voto en contra. Se trataba de ella. ¿Cuán fuertemente se sentía sobre Lev? Apenas conocía al hombre. Se frotó la yema del pulgar sobre el centro de su palma.

– ¿Por qué haces eso? -preguntó Airiana.

Rikki frunció el ceño.

– ¿Qué?

– Te frotas la palma. Nunca has hecho eso antes.

Airiana estaba asustándola con su detallada observación. Rikki se encogió de hombros y giró la palma, presionándola contra los vaqueros.

– No hay razón. Solamente estoy confundida acerca de todo esto. Quiero darle una oportunidad a Levi.

Blythe miró a los demás y luego asintió.

– Estamos contigo entonces.

Загрузка...