Capítulo 11

– Espera, para aquí -dijo Lev y sacó la cabeza fuera del camión para mirar hacia el complejo de almacenes que acababan de pasar.

Sabía que había estado en el cibercafé al que Rikki le había llevado por lo menos otra vez, antes de que el yate se hundiera. Supo qué ordenador había utilizado y lo escogió una segunda vez. Rikki no había entrado con él. Lo había intentado, pero al final esperó en el camión. Él había pasado mucho tiempo en el café, pero cuando volvió ella no mostraba signos de impaciencia. Tenía una taza de café y escuchaba música, le sonrió tan pronto como entró en el camión.

Estuvo agradecido de que hubiera pensado en traerle también un café. Moverse no había ayudado con el dolor de cabeza, y estaba decidido a llevar a cabo tanto como pudiera y tan rápido como fuera posible dado que estaban en público. No quería llamar la atención, pero necesitaba ropa y sabía que había dejado un par de maletas en algún lugar, preparadas para una salida rápida. Debía orientarse otra vez y encontrar dónde las había dejado. Tenía que llevarla a dar vueltas un rato, mientras sorbía el café y trataba de recordar.

– Reconozco este lugar -afirmó-. He estado aquí antes.

Rikki hizo un giro completo y paró el camión por fuera de la alta valla cerrada con cadena.

– ¿Por qué este lugar te sería familiar?

– Siempre dejo una maleta con dinero, pasaporte, identificación y ropa para una rápida salida de emergencia en varios lugares. -Valoró con cuidado el área. Podía ver que la cámara de seguridad estaba rota. Recordó tirar una piedra con puntería para asegurarse de que no captaran fotos de él. No la habían arreglado.

– ¿Varios lugares? -repitió-. ¿Por qué varios?

– Creo en estar preparado -explicó distraídamente, su atención en la instalación de almacenes-. Que es por lo que vamos a agregar seguridad a tu casa. Necesitas tomar mejores precauciones.

– ¿Alquilaste un espacio bajo el nombre Sid Kozlov?

Negó con la cabeza.

– Demasiado peligroso. Si estaba huyendo, podría ser rastreado por ese nombre. Siempre utilizo una identidad limpia. -Para que ni sus jefes pudieran rastrearle. Uno nunca sabía cuándo le podían ordenar a un asesino que limpiara un lío. No confiaba en nadie, y menos en todas esas personas que le habían robado a sus padres, su familia e infancia para entrenarle para ser altamente operativo. Era una herramienta, nada más, y cuando su utilidad hubiera concluido, no vacilarían en matarle.

Rikki le tocó el brazo para devolver su atención hacia ella. En el momento que sus ojos se encontraron, él experimentó un dolor extraño en la vecindad del corazón, como un torno que le agarrara con fuerza. Esa expresión, tan cerca de la ternura, casi le destrozó el corazón.

– Cuán terrible tener que vivir de ese modo. He sentido miedo, enfado y culpabilidad durante demasiados años de mi vida, y he encontrado paz aquí, Lev. Espero que tú también lo hagas.

Ella era paz. Eso es lo que ella no comprendía completamente. Al mirarla a los ojos, al tocar su piel, al besarla… Infiernos, sólo al mirar esas expresiones ir y venir en sus ojos le daba un regalo inmensurable. Podía mirarte para siempre.

Se tragó lo que había estado a punto de decir, porque nada sería correcto. No había modo de expresar lo que sentía sin sonar como un completo loco.

Ella le sonrió.

– No suenas como un loco, suenas dulce.

Él sonrió como un idiota. Debería haber sabido que estaban conectados, pero el torrente de calor valía sonar como un tonto.

– No hay nada dulce en mí -le advirtió.

La sonrisa se amplió.

– ¿De verdad? Porque creo que el color rojo te queda muy bien.

Él se tocó la cara. El color se había arrastrado bajo el permanente bronceado de su piel.

– Esto es un suceso sin precedentes. -Se inclinó y la besó, rozando los labios levemente sobre los de ella sólo por la emoción-. Quédate aquí. Regresaré en unos minutos.

– Me siento como la compañera del gánster en las películas. -Se asomó por la ventanilla y lo miró rodear el camión-. ¿Hay armas ahí adentro?

– Por supuesto.

Ella se rió y sacudió la cabeza.

La cabeza de Lev se vio afectada en el momento que puso los pies en el suelo y empezó a andar, pero esa risa suave lo cambiaba todo. Nada importaba. Ni el dolor. Ni lo que estaba en esos almacenes. Sólo Rikki y la manera en que le dejaba encontrar el camino. Tenía su identidad colocada y había solicitado sus artículos "perdidos". Incluso se las había arreglado para conseguir un informe policial de San Francisco, donde el pobre Levi Hammond había sido atacado. Su madre era rusa, su padre norteamericano. Había nacido en Chicago. Le gustaba su nuevo pasado. Era todo muy normal.

Permitió un descanso a su mente mientras pasaba a piloto automático. Su cuerpo encontró el camino a la tercera fila, donde varias unidades más pequeñas estaban albergadas en una línea larga, todas exactamente con el mismo aspecto. No importaba, sus pies le llevaron al decimoctavo mini garaje. Utilizando el dobladillo de la camisa, pulsó su código. Mantenía el mismo, uno que nadie sabría excepto él. No obstante, entró en la unidad de almacenamiento con extremo cuidado, puesto en alerta máxima en el momento que la puerta se desbloqueó.

Antes de entrar en el cuarto cerrado se quedó muy quieto, estirándose con los sentidos, asegurándose de que no había nadie al acecho. Luego inspeccionó la puerta en busca de trampas ocultas antes de entrar cuidadosamente. La maleta estaba colocada exactamente donde la había dejado, pero no se acercó. Primero estudió el suelo en busca de signos de desorden. Había una ligera capa de polvo sobre el cemento que rodeaba el único estante donde descansaba la maleta. No pudo ver huellas y las telarañas estaban intactas. Aún así, tuvo cuidado cuando se acercó, estudiando la maleta desde cada ángulo antes de tocarla.

Estuvo tentado de abrirla e inspeccionar el contenido, pero no quería correr el riesgo de ser descubierto, mejor irse mientras no hubiera nadie alrededor. Volvió al camión y se deslizó dentro.

– Salgamos de aquí.

Rikki arrancó obedientemente el motor y condujo hacia la carretera con un pequeño ceño en la cara.

– ¿Crees que alguien vendrá detrás de ti, verdad?

– Sí. -Su respuesta fue deliberadamente brusca, suncinta, una señal para retroceder.

– ¿Pero si eras Sid Kozlov, no pensarán todos que falleciste? Las probabilidades de que sobrevivieras eran minúsculas. Tienen que creer que estás muerto. Sólo recuperaron unos pocos cuerpos, es un océano grande. Finalmente otros pueden llegar a la costa, pero no hay garantías y cuanto más tiempo pase, menos probable es.

Él mantuvo los ojos en el espejo retrovisor.

– Ellos no aceptarán que estoy muerto, Rikki. Vendrán a mirar. -Ella lo miró, pero Lev no la miraba, estaba demasiado ocupado mirando a la carretera circundante-. ¿Quieres ir al barco? -preguntó.

– Sí, pero no vamos a ir -dijo firmemente-. Voy a llevarte a casa y vas a descansar. Has estado levantado demasiado hoy. ¿Y quién son "ellos"? ¿Lo has averiguado?

Se encogió de hombros, sin discutir con ella. Quería que estuviera por lo menos en el agua, incluso un corto periodo de tiempo en el puerto, pero estaba colgando de un hilo.

– Te lo diré cuando estemos en la cama. En la oscuridad.

– Estoy bien con eso.

Rikki condujo en silencio, deseando que Lev descansara. Se encontró enormemente complacida de que él hubiera querido ir al barco. Que le dijera que estaba enterado de que tenía dificultades si estaba lejos del agua demasiado tiempo. Se suponía que una tormenta golpearía alrededor de la medianoche y pensó en sentarse en su columpio del porche y disfrutar de cada segundo. Lev parecía gris debajo de la piel. Dudaba que alguien más hubiera advertido los cambios, pero ella era consciente de cada aliento que tomaba, le dolía otra vez.

Cuando hubo girado en el camino que llevaba a la granja, Lev la paró.

– Sigue conduciendo. ¿No hay una entrada trasera?

– Puedo tomar el camino un poco más allá de esta entrada, pero es mucho más largo y atraviesa el bosque, así que está a bastante distancia de la entrada trasera. La puerta de atrás está cerrada con candado.

– ¿Lo tomo como que nadie viaja por ese camino?

– Raramente. Hay dos propiedades sin explotar en este camino y nunca he visto a nadie venir tan lejos, pero no lo tomo a menudo. -Lo miró-. Es realmente largo.

– Bueno. Conduce cerca de un kilómetro y entonces para en el camino y déjame examinarlo.

– ¿Para qué?

– Ha llovido, ¿recuerdas? Esto es un camino de tierra. Reconoceré los rastros de los neumáticos del bastardo que te acecha.

Ella le dio vueltas a eso en la mente, atemorizada de esperar.

– Lev, ¿estás seguro que había alguien en el risco?

– Te dije que no te mentiría y no lo haré. Él adora el fuego, Rikki. Sería demasiada coincidencia que alguien apareciera, mirara a la casa y comenzara pequeños fuegos para pasar el tiempo, y que no fuera el hombre responsable de las cosas que te han sucedido.

– Pero eso no tiene ningún sentido. ¿Qué podría haber hecho yo a los trece años para hacer que me odie tanto y que esté dispuesto a matar gente?

– No tiene que tener sentido para nosotros, lyubimaya, sólo lo tiene en su mente.

Le gustaba que la llamara de esa manera, la única vez que utilizaba acento ruso; de otro modo, su acento norteamericano era perfecto.

– ¿Cuántos idiomas hablas, Lev?

Se encogió de hombros y siguió mirando por la ventanilla, examinando el suelo mientras ella frenaba para hacerlo más fácil. El camino estaba descuidado, cortaba a través del espeso bosque para rodear la propiedad de la granja. Había dos conjuntos de marcas de neumático estropeando el camino fangoso, como si dos vehículos hubieran viajado por allí antes que ellos. Ambos llevaban a la puerta de otra propiedad, la única evidencia de otros a lo largo del camino.

– Tu vecino -preguntó.

– Esa propiedad está sin explotar. Pensamos en comprarla, pero está valorada un poco demasiado alto para nosotras en este momento.

Él se incorporó.

– Para un minuto.

Las huellas indicaban que uno de los vehículos había ido marcha atrás fuera del camino por donde iban, pero el otro había girado en dirección opuesta y seguía la ruta alrededor de la granja. Lev salió y se agachó para examinar las huellas de neumáticos. Reconoció las marcas de uno de los vehículos. El mismo camión había aparcado en el risco por encima de la casa de Rikki.

El hombre había conducido siguiendo al segundo vehículo, posiblemente un corredor de bienes raíces, y después de que el primer vehículo se fuera, había esperado un rato, presumiblemente hasta que quienquiera que hubiera venido con él se hubiera ido. Mientras esperaba, el hombre había fumado la misma marca que el acosador de Rikki. Lev echó un vistazo para buscar más pistas. Encontró lo que buscaba más allá de la puerta. Pequeñas quemaduras en el césped. El acosador había estado jugando con fuego otra vez. En esta ocasión, había sido más creativo. Los círculos tenían un patrón.

Lev caminó alrededor del área, estudiándola desde todos los ángulos. Tenía un mapa en la cabeza y el arreglo de los círculos le pareció familiar, como si hubiera visto el diseño antes. Si tenía razón, y apostaría su vida a que sí, las áreas quemadas en la hierba eran un cianotipo de los cinco acres de Rikki, desde los árboles a los jardines en terrazas y la casa misma. El incendiario había estudiado la topografía de la granja, poniendo cuidadosa atención a los cinco acres que pertenecían a Rikki.

– ¿Qué es? -gritó ella.

Lev se enderezó lentamente.

– Creo que este hombre tiene intención de venir detrás de ti otra vez y está planeando el ataque.

Ella no se estremeció. Mantuvo los ojos en la cara de él.

– ¿Están las otras en peligro?

Lev negó con la cabeza.

– No tengo manera de saberlo con seguridad, pero hasta ahora, sus planes de batalla parecen muy concentrados en tu propiedad. -Subió de vuelta al camión-. Sigue conduciendo. Puedes ver sus huellas en el camino. Debo ver cada lugar al que ha ido.

Rikki apretó las manos en el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos, el único signo de agitación, pero condujo lenta y establemente.

– Él no sabe de mí -murmuró Lev, tratando de tranquilizarla.

– Tiene que saber que estás en la casa -discutió-, probablemente piensa que vives conmigo. Estás en tanto o más peligro que yo.

– Vivo contigo y no sabe una maldita cosa acerca de mí.

Su risa fue inesperada y desenredó algunos de los nudos en su vientre.

– Yo no sé una maldita cosa acerca de ti tampoco, Lev, y tú probablemente no sabes mucho más que yo.

– Está regresando -le dijo, con tono serio. Su memoria volvía definitivamente, y poco de ello era bueno-. Y cualquiera que te esté acechando se enfrenta a una pesadilla. -No era un hombre pasivo. No creía en esperar a que el enemigo golpeara. Él golpeaba primero y con fuerza, y terminaba la guerra antes de que empezara, pero no creía que fuera necesario decírselo.

Notó el comienzo de una alta valla de tela metálica.

– ¿Y esta cerca rodea toda la granja?

– No todos los trescientos y pico acres -dijo Rikki-. No tenemos tanto dinero, ni juntando todos nuestros recursos. La valla rodea la parte principal de la granja donde cultivamos alimentos y hierbas. Los huertos no están cercados tampoco.

Giró en un camino de tierra.

– Estamos en nuestra propiedad ahora. Mantenemos este camino nosotras mismas. Lexi puede manejar un tractor o una excavadora como una profesional. Es asombrosa.

– Es muy joven. ¿Creció en una granja?

Rikki se tensó y miró fijamente hacia adelante, apretando los labios. Era más que obvio que las hermanas no hablaban unas de las otras. Le diría a Lev todo lo que quisiera saber sobre ella misma, cosa rara para ella, pero nunca revelaría los pasados de sus escogidas hermanas a nadie más, ni siquiera a él. Y quizá especialmente no a él.

Lev no la presionó. Estaba siendo irrazonablemente amable y generosa con él. Nunca había conocido a nadie como Rikki antes, y no iba a empujarla para que revelara nada con lo que estaba incómoda. Había estado conversando con ella, tratando de conseguir más que una sensación de las mujeres a las que amaba.

– No importa, lyubimaya. Mantener la confianza de tu hermana es mucho más importante que contestar.

– Es sólo que siento que cada una de nosotras tiene derecho a decidir quién nos conoce hasta ese punto. Te estoy contando cosas de mí que sólo les he contado a ellas, pero te lo estoy dando sin condiciones. Estoy bien con ser diferente. No me oculto de ti ni de nadie más. Me gusta mi vida, Lev. De hecho soy muy feliz conmigo misma. Escojo compartirlo contigo porque quiero hacerlo.

Él le tocó la cara, arrastró los dedos por la piel suave, los pómulos salientes y el mentón terco.

– Si estás tratando de decirme que no me necesitas a mí ni a cualquier otro hombre en tu vida, soy bien consciente de ello. Yo estoy diciendo que te necesito.

Debería haber estado vacilante, o aún avergonzado o azorado de admitirlo ante ella, pero no lo estaba. Era ahora o nunca. Hundirse o nadar. Vivir como un ser humano, o morir en el vacío que había sido su vida. Quería salir. Y Rikki era su salvadora. Lo sentía con cada fibra de su ser.

Quedaba poco de su humanidad, sólo éste pequeño pedazo que le entregaba a ella para que lo guardara. Si ella lo tomaba, si elegía permitirle construir una nueva vida con ella, habría una oportunidad para él. No era lo que los expertos ni los libros de cuentos decían que era una relación buena o sana, pero era todo lo que había para alguien como él. Necesitaba un ser humano para que le viera. Él sólo podía permitirse una oportunidad. Algún poder más alto había escogido a Rikki. El destino. Lo que fuera. No importaba, todo lo que importaba era que le había sido ofrecida una oportunidad y estaba decidido a agarrarla con ambas manos.

La sonrisa de Rikki fue lenta en llegar.

– Los hombres como tú no necesitan mujeres como yo, Lev. O cualquier mujer, en cuanto a eso.

– Tú eres exactamente lo que necesito. -La yema del pulgar le acarició los labios-. Eres todo lo que necesito. Te he dicho que no te mentiré y hablo en serio.

Rikki apartó los ojos del camino lo suficiente para mirarlo. Él podía ver que se sentía escéptica y quizá un poco confusa. Ella sacudió la cabeza y volvió a concentrar su atención en conducir.

– Ahora estamos subiendo por la puerta de atrás y el camino pavimentado. Esto lleva a través de los huertos a la parte principal de los acres de la granja de Lexi. Tenemos olivos allí. No tenemos nuestra propia prensa todavía, pero formamos parte de una cooperativa que posee una.

– Esta operación es enorme.

La cara de Rikki se iluminó.

– Es bastante impresionante. La granja estaba en ruinas cuando la compramos. Deberías habernos visto levantando todas las vallas y construyendo las casas. Lexi se ocupó en su mayor parte de los huertos y empezó a plantar cosechas. Tenemos un invernadero asombroso donde cultivamos todo el año. El clima aquí es demasiado frío para la mayoría de las cosas durante los meses de invierno.

Como si la oyera, el viento se levantó y el cielo se oscureció mientras las nubes soplaban en lo alto, girando y revolviéndose, pesadas con lluvia. Rikki miró a lo alto y las manos se relajaron en el volante. El camino se amplió y él vislumbró una casa grande lejos a la izquierda.

– ¿De quién es eso?

– Eso es realmente la zona comunitaria. Tenemos un gimnasio y un centro de meditación. Lissa ha estado trabajando en un área de entrenamiento que es realmente agradable. Quizás quieras utilizarlo si haces ese tipo de cosas.

Él quiso sonreír. A veces ella era como el sol con sus pequeñas maneras caprichosas y las cosas que decía o pensaba.

– Él condujo por tu granja, Rikki. ¿Cómo es que no le vio nadie?

– Es un lugar grande y la mayor parte de nosotras no estamos en casa durante el día, sólo Lexi, y ella podría haber estado en cualquier sitio.

Se quedaron silenciosos mientras Rikki conducía hasta la casa y aparcaba el camión. Lev la miró comprobar el suelo alrededor de la casa y cada una de las ventanas, tomándose su tiempo mientras las gotas de lluvia comenzaban a caer. Levantó la cara al cielo y sonrió, extendiendo las manos como si les diera la bienvenida. Ella estaba allí, concentrada en las gotas, perdida en la belleza de las gotas individuales. Él se encontró atrapado en su magia, la admiración infantil en su cara, su expresión de absoluta maravilla.

No pudo detenerse, la alcanzó telepáticamente, queriendo compartir el momento con ella, necesitando sentir lo que ella sentía. El conocimiento estalló a través de él, apaciguando, calmando, se maravilló de tal perfección, ante la sensación del agua fría sobre la piel cálida. Estaba asombrado ante la miríada de sensaciones que se vertían sobre él y en su interior. El cielo brilló con lágrimas de diamante, cada una más perfecta que la última, cada una multifacética. Por un momento, estuvo atrapado en la fascinación con la naturaleza, como ella. Nunca había advertido gotas de agua con todo detalle, ni había puesto jamás atención a cómo se sentían sobre la piel.

Había una sensación sensual en el patrón de las gotas, o quizá estaba tan conectado a ella que, como de costumbre, cuando estaba cerca, su cuerpo se sentía más vivo. Incluso eso le asombraba, el hecho de que se pudiera poner lleno y duro sin ser consciente de hacerlo. Envuelto en el olor fresco de la lluvia se paró al lado de ella y levantó la cara para mirar la maravilla de las gotas mientras bajaban hacia él desde el cielo. Eran prismas de cristal que estallaban sobre su piel como lenguas.

Esto es increíble.

Su mente rozaba la de ella, una intimidad más intensa que cualquier cosa que alguna vez hubiera conocido. La palma izquierda le escocía y sin pensar levantó la mano y frotó el centro con la barbilla sin afeitar. Rikki se quedó sin aliento y dio media vuelta para enfrentarle, rompiendo el hechizo de las gotas de lluvia. Sus ojos se abrieron con asombro.

Él la miró a los ojos, esas oscuras piscinas de misterio que tanto lo intrigaban y entonces, ella le volvió la espalda bruscamente para desbloquear la puerta y le dejó entrar. Dio un paso atrás para permitirle pasar, pero mientras él pasaba a zancadas a su lado, le acarició el pelo con la mano. Amaba esas brillantes mechas causadas por el sol en el grueso y oscuro cabello. Ella siempre tenía un aspecto como si el sol le estuviera besando la parte alta de la cabeza, algo que él sentía el impulso de hacer con regularidad.

Era algo extraño mirar al pasado, una negra laguna mental de obligaciones y disciplina, ver el lado más sórdido del mundo, aceptar su destino, saber que estaba entrenado para matar. Nunca a lo largo de estos años consideró que hubiera otra forma de vivir. De hecho, cuanto peores eran los delitos que presenciaba, más determinado estaba él a librar al mundo de sus corruptos y feos puntos débiles. Nunca se consideró parte de ése mundo. Nunca tuvo la impresión de poder estar equivocándose. Seguía las órdenes y las ejecutaba sin vacilar. Era casi como si se hubiera despertado en el mar, allí en las profundidades de sus ojos, por más melodramático que sonara.

Algo había cambiado en su interior y había vuelto a nacer. Sus controladores vendrían, y si se daban cuenta de que aún seguía vivo, no se detendrían hasta que le encontraran. Sid Kozlov tendría que permanecer sepultado en el mar y el nuevo Levi Hammond tenía que tener un pasado que pudiera hacer frente a cualquier investigación. Acarició su barba atentamente. El vello facial y la ropa de un pescador añadían otra capa de protección. Si trabajaba en el mar y permanecía lo más recluido posible, pasando desapercibido una temporada hasta que Hammond se estableciera, tendría una oportunidad de vivir.

Puso la maleta en la mesa de la cocina a plena vista de Rikki. No le iba a esconder nada. Denía que ser la única persona en el mundo en la que confiara lo suficiente para darle el último jirón de su humanidad. Si ella no le podía aceptar, no lo haría nadie más. Tras él Rikki cerró la puerta y se apoyó contra ella, su mirada fija, enfocada en él y no en la maleta.

Lev estudió el cerrojo. Parecía estar intacto y sin arañazos. Se agachó para observarlo desde otro nivel. Podía oír a Rikki respirando, despacio y estable, pero no se movió ni hizo ningún sonido. Ella simplemente esperaba.

Marcó el código y lentamente levantó la tapa. Allí había efectivo, un montón, todo en moneda americana. Bajo el dinero encontró pasaportes y un kit para hacer carnets de identidad. Lo apartó todo para mostrar dos conjuntos de ropa informal. Bajo la ropa había más armas así como también un pequeño ordenador portátil.

– Sabes cómo hacer el equipaje -observó Rikki, en tono estrictamente neutral.

Le lanzó una mirada mientras inspeccionaba cuidadosamente cada arma antes de juntarlas todas y llevarlas hasta el dormitorio. Rikki dio un paso adelante y miró con atención el maletín, con las manos en la espalda y ese pequeño ceño fruncido habitual en su cara. Lev se encontró sonriendo una vez más mientras volvía y amablemente pero con firmeza la apartaba levantándola y dejándola de pie a un lado.

– Deberías pensar en la comida -dijo él.

– Tú deberías pensar en ingresar ése dinero en el banco -contestó ella-. Alguien va a robarte.

Le lanzó una sonrisa abierta sobre el hombro.

– ¿Quién sería, Rikki? Nadie sabe del dinero.

– Yo. Voy a robarte. Resulta que tengo la habitación llena de armas. Creo que podría cogerte -agregó ella, clavando todavía los ojos en el dinero.

Él se rió suavemente.

– Te ahorraré el problema. Si lo deseas, es tuyo. Tengo por lo menos cuatro portafolios más escondidos con la misma suma y una cuenta corriente en la que he ingresado dinero durante años. Soy malditamente bueno con los ordenadores, Rikki. Cuando me he encontrado en medio de conspiraciones corporativas, he logrado reencauzar el flujo de efectivo sin que nadie pudiera rastrearlo.

Ella tragó saliva.

– Robaste dinero.

– De criminales. -Normalmente antes de exterminarlos-. Y recibí grandes cheques como salario por ciertas tareas. -Las mismas sobre las que le hablaría si preguntaba, pero seguro que no iba a ofrecerle voluntariamente esa información. Señaló hacia el dinero-. Tómalo si lo deseas. Tú ciertamente has compartido cosas conmigo.

Ella negó con la cabeza y dio un paso atrás.

– No bromees con cosas así. Voy a la sala de estar.

Fue su turno de fruncir el ceño. La siguió a través del pasillo. Ella se hundió en su silla favorita y empezó a mecerse lentamente de acá para allá. Dudaba de si era tan siquiera consciente de ello. Su primer instinto fue ir hacia ella y arrodillarse a fin de poder mirarla a los ojos y ver qué estaba pensando, pero dada la forma en que se estaba manteniendo al margen, temía que estuviera ya sobrepasada y necesitara algo de espacio.

Realmente no habían estado separados mucho tiempo desde que le sacó del océano. Él creía que tendría dificultades para pasar tanto tiempo con alguien ya que nunca lo había hecho, pero algo le había ocurrido allí en el mar. Ella estaba luchando por integrarle en su vida a pesar de que era obvio que cambiar no era su fuerte. Entró en el dormitorio y encontró la manta de consuelo. Ella no se movió ni lo miró mientras la envolvía en ella, pero una parte de la tensión la abandonó. Salió del cuarto y la dejó sola.

Nunca había estado en una situación en la que estuviera poco seguro de sí mismo. Sabía que se sentía atraída por él y que su conexión se fortalecía, pero ella todavía era reacia a pensar en compartir su tranquilo refugio con alguien más. No la podía culpar; entregarle la tan difícilmente conseguida paz a alguien como él era mucho pedir.

Permaneció de pie junto al maletín, mirando fijamente su contenido. Demasiados nombres. ¿Cuál, si es que había alguno, era realmente él? Había nacido como Lev Prakenskii, pero ese niño había desaparecido hace mucho tiempo. Nunca debería haber dado un nombre como Lev, un nombre claramente extranjero. Le había dicho a Rikki la verdad, que podían enviar a alguien a confirmar su muerte y había dejado un cabo suelto. Alguien, Ralph, había visto a Rikki meterle en su camioneta el día que el yate se hundió. Podría tratar de “empujar” los recuerdos, pero por regla general, los buceadores son rebeldes, libre pensadores, inconformistas y eso dificultaba la sugestión. Rikki no había respondido a su empujón ocasional.

Ralph trabajaba en la plataforma para la compañía de procesamiento. Si no fuera buceador, entonces Lev hubiera tenido la oportunidad de hacerlo funcionar. O simplemente podría haberlo matado. Se presionó los ojos con los dedos. ¿Cómo puede uno despojarse de la antigua vida comenzando la nueva con la muerte de un inocente? Juró por lo bajo. El portafolio traía consigo un montón de recuerdos que prefería olvidar. Si fuese un hombre del tipo amable, entonces se alejaría de ella y la dejaría sin que la tocara la vida que él llevaba, pero había tenido el sabor de la libertad, un vistazo de una clase de paraíso y lo deseaba tanto que no podía encontrar la fuerza para marcharse.

Había escondido montones de dinero en muchas partes y pasaportes secretos y carnets en cada escondite. Su radar se disparó mientras metía los pantalones vaqueros en su armario. Alguien se aproximaba a casa. Se asomó a la sala de estar.

– ¿Rikki? Estamos a punto de tener compañía.

Ella se tapó las orejas con las manos y no lo miró, continuó meciéndose lentamente de acá para allá. Siguió mirando fijamente el gran caleidoscopio construido en la pared. Estaba moviendose, un ondulante océano, olas cayendo y agitándose. Era una de las cosas más frescas que alguna vez había visto y tenía que preguntarle cómo funcionaba. Ella estaba completamente concentrada y evidentemente necesitaba estarlo. Él se encogió de hombros, comprobó su pistola y se dirigió afuera.

La noche caía y prefería estar entre las sombras desde donde podía ver quién venía. Lo más probable es que fuera una de sus hermanas. No se sentía en absoluto amenazado, pero como siempre, mantuvo la cautela, dando un paso atrás en la oscuridad, justo fuera del porche. La situación le ofrecía una buena vista de los alrededores así como también de la carretera. Estudió la colina. No había nadie allí arriba por el momento, pero suponía que pronto tendrían compañía. Las pequeñas chispas nerviosas le decían a Lev que el acosador de Rikki no era un hombre paciente.

Reconoció a Blythe, la hermana mayor de Rikki. Supo instintivamente que Blythe tenía mucho poder en la vida de Rikki. No sólo había amor en los ojos de Rikki, sino también un profundo respeto. Su mirada a menudo se desviaba a la nariz de las otras hermanas, pero no con Blythe. Ella miraba de frente a Blythe, lo que para él quería decir que creía que Blythe la podía aceptar tal como era.

Guardó la pistola en la espalda metida en la cinturilla y salió de las sombras antes de que ella apareciera en el camino circular. Se inclinó como si estuviera comprobando una manguera y se enderezó lentamente, observando cómo salía del coche. Ella le lanzó una rápida sonrisa.

– Traje comida. Decidimos que hasta que estuvieras levantado y bien, cocinaríamos en turnos para ti. De no ser así, vivirías a base de mantequilla de cacahuete.

– Eso es muy generoso de tu parte pero no es necesario. Puedo cocinar…

– Créeme, Levi, es necesario -lo interrumpió Blythe-. Rikki no puede asumir un montón de cambios a la vez. Necesita mucho tiempo para procesarlos y hacerse a la idea. Su cocina es sagrada para ella. Me llevó meses conseguir entrar para hacerme un café, y cuando me marcho, apuesto a que pasa un paño sobre todas las huellas digitales imaginarias en los armarios y el fregadero.

– En eso tienes razón. La he visto hacerlo. -Miró hacia la casa-. Está molesta ahora mismo. Está sentada en su silla favorita con la mirada fija en el caleidoscopio. Meciéndose.

Blythe asintió.

– Eso la calma. Pusimos suelos de madera para que no tuviera que usar aspiradora. El ruido la hiere y no puede hacerle frente en absoluto. Con las luces fluorescentes pasa lo mismo, aunque ella dice que es distinto. Y nunca lleva pana, le lastima la piel. Es sumamente inteligente, nunca creas que no, pero cuándo no quiera hablarte, no lo hará y nada de lo que digas o hagas le hará cambiar de parecer. Rikki tiene su propia forma de ser y lleva una buena vida así. Ha sido difícil para ella.

– Capto tu advertencia.

– ¿Estás escuchando lo que te estoy diciendo de Rikki? Antes de que pongas su mundo al revés, tienes que estar muy seguro de estar preparado para lo que es su mundo. Tú tienes elección. Ella no. Ciertas cosas tienen que estar en su sitio para que ella se las arregle.

– ¿Tales cómo? -apuntó Lev.

– Cocinar. Nunca va a ser capaz de arreglárselas en un supermercado o cocinando. Jamás. No va a mejorar milagrosamente y hacerlo por ti cuando tengas un mal día.

– Me hizo sopa -apuntó él.

– Calentó la lata afuera, no en la cocina.

– Entonces encontró un modo ¿verdad? -contestó Lev con un leve encogimiento de hombros-. Tal vez no tenga tanta elección como tú te crees que tengo. Rikki es importante para mí. No te puedo decir por qué o ni siquiera cómo ha ocurrido, pero nunca he sentido por una mujer lo que siento por ella. No estoy jugando con ella, Blythe.

Nunca daba explicaciones sobre sí mismo, pero sintió que Blythe merecía algo. Obviamente amaba a Rikki y quería protegerla.

Blythe apoyó la cadera contra el coche.

– Yo no planearía ninguna fiesta. A ella no le gusta más que una persona en su casa. Y la razón por la que sale a inmersiones peligrosas es porque piensa que no contribuye tanto como el resto de nosotras, incluso aunque hace toda la siembra con Lexi. No podría soportar el ruido de la carpintería. No la llevaría nunca cerca de una obra.

– Así es que los ruidos pueden causar problemas -murmuró él.

Blythe se encogió de hombros.

– Entre otras cosas. -Mantuvo los ojos en él-. Nunca va a cambiar, Lev.

Él le sonrió, más una muestra de dientes que el auténtico humor.

– Me estás diciendo que es autista pero yo ya lo sospechaba ¿verdad?

Una vez más Blythe se encogió de hombros, observándole todo el tiempo, esperando claramente que él saliera corriendo o le explicara porqué no corría.

No había explicación para su misteriosa conexión con Rikki o cómo le hacía sentirse, aceptado totalmente sin reservas, una libertad que nunca había experimentado. O cómo las cosas que Blythe le decía le estremecían el corazón. No sentía emociones, se suponía que había mucho que habían desaparecido de su vida. Sus entrenadores estarían horrorizados por la forma en que su corazón se derretía con Rikki. La imaginaba como una muchachita en un mundo que no entendía, acechada por un asesino y sin nadie a quién acudir, pero de alguna forma, contra todas las probabilidades, se había labrado una vida propia. Miró a Blythe. Con esta mujer. Blythe había respaldado a Rikki. Había creído en ella. La fiera protección que sentían ella y las demás por Rikki era auténtica.

– ¿Es mejor dejarla sola cuando se siente sobrepasada?

– Así lo hacemos -Blythe hizo una concesión-. Se tranquiliza a sí misma. Si te das cuenta, se rodea de las cosas que la reconfortan. Tiene una manta que ayuda, pero el océano es su mejor recurso. Cuando está lejos durante mucho tiempo, se mete en más problemas.

Ella se inclinó hacia el coche y cogió la comida, dos envases grandes que olían como el cielo. No se había dado cuenta del hambre que tenía. Iba a piratear los archivos de Rikki y leer todo lo que pudiera sobre ella. Si era autista, entonces tenía un alto nivel funcional para no requerir ayuda como un niño. Necesitaba leer todo lo que pudiera sobre ella y conseguir una idea mucho mayor de las cosas que habían moldeado su vida.

– Gracias por la cena -Lev observó a Blythe mientras volvía a su coche. Ella todavía no confiaba en él y no la culpaba. Iba a tomar a Rikki y hacerla suya. Blythe conocía sus intenciones y no se fiaba de sus motivos.

Hizo una revisión más lenta y cuidadosa de los alrededores y cerró la puerta de la cocina tras él. Comió mientras trabajaba, los dedos volando sobre el teclado al punto de que apenas probó la comida aunque antes había tenido mucha hambre. Los archivos juveniles de Rikki fueron mucho más fáciles de acceder porque los casos de las muertes de sus padres y su herencia todavía estaban abiertos. Sus padres habían buscado ayuda médica para su hija cuando tenía alrededor de dos años y medio. Le fueron aplicadas tanto terapia auditiva como ocupacional, lo que continuó hasta que tuvo trece años de edad, gracias a un doctor muy progresista y a un padre dispuesto a nuevas técnicas. Tuvo un logopeda durante una temporada mientras estuvo en una institución pública, pero tenía brotes violentos hasta el punto de que la mayoría de los instructores rechazaban trabajar con ella. Fue etiquetada como incontrolable e incluso peligrosa para sí misma y para los demás.

Lev miró con el ceño fruncido hacia la pantalla, conmocionado por la cólera y la adrenalina que corría por sus venas. No había sido consciente de que la emoción le pudiera sacudir de esta forma, viendo cómo había sido en el pasado. Rikki no hizo ruido, pero sintió su presencia y levantó la mirada para encontrarla en el quicio de la puerta del pasillo, observándole. Cerró el portátil y lo apartó, mirándola directamente.

– Lo siento, Lev. No sé qué decir, sólo que gracias por la manta.

– No me pidas perdón, Rikki. No por ser quién eres. Nunca lo hagas, no conmigo ni con nadie más. Haz lo que tengas que hacer, cariño. Ésta es tu casa.

Ella no sonrió, simplemente le miró, quedándose quieta como si esperara algo.

– Veo que mis hermanas han decidido alimentarte.

Él le lanzó una sonrisa.

– Creo que les di pena. Estaba un poco delgado.

Su mirada se deslizó por su cuerpo.

– No creo que fuera por eso. Pareces lo suficientemente lleno por todos los sitios para mí.

Sus miradas se encontraron y su corazón dio un vuelco. Había una mirada de especulación en los ojos de ella, una que le decía que sus besos habían valido la pena y que definitivamente se había dado cuenta de que era un hombre.

– Vamos, siéntate a la mesa. Necesitas comer algo.

Ella recorrió con la mirada los platos sucios sobre la mesa y se negó, saliendo de la habitación.

– Creo que saldré afuera y me sentaré un rato. La lluvia está empezando a caer y me gusta sentarme en el porche y observarla.

No estaba seguro de querer que saliera sin él, pero no había forma de detenerla. Disfrutaba sentándose en su columpio y escuchando la lluvia por la noche.

– Saldré en unos minutos. ¿Quieres café?

Ella negó con la cabeza.

– No esta tarde. Ya tengo problemas para dormir tal y como estoy.

Lev la observó salir por la puerta principal. Ni siquiera había atravesado la cocina con los platos sucios sobre la mesa. Y no comería. Tenía que encontrar la forma de conseguir que se sintiera cómoda con la idea de comer juntos. Pensó en soluciones mientras lavaba los platos y limpiaba la mesa. Le hizo un emparedado de mantequilla de cacahuetes, cortó en trozos unos pocos pedazos de brócoli crudo y añadió una cucharada de mantequilla de cacahuete en el plato. Añadiendo un vaso de agua, le llevó el plato, enviando una silenciosa plegaría para que aceptara la comida en su precioso plato y no se disgustara más con él.

Загрузка...