Capítulo 15

Rikki sintió el alivio fresco del agua envolviendo su cuerpo. Había pasado demasiado tiempo. Cada célula parecía absorber la humedad, estaba tan sedienta que parecía beber con cada parte de su cuerpo. Sintió la calma familiar, cómo se tranquilizaba su mente, como si, aquí abajo en este mundo de agua, todo estuviera sincronizado y perfecto. No había ruido que le llenara la cabeza y palpitara, no sentía puñaladas. No tenía que vigilar todo lo que decía y hacía, como si en cualquier momento estuviera pisando la “normalidad” de alguien. Aquí simplemente podía ser.

Los masivos bancos de bacalao, con motas azules y negras, nadaban en una onda intermitente. Las estrellas de mar de llameante naranja brillante y de morado profundo se adherían a las rocas, cangrejos de piedra y araña moteaban las paredes, como decoraciones vivientes. Y había abundantes erizos. Levantó la mirada y el agua brilló en capas de color perla, vívido azul, gris, y cerca de la superficie un resplandor esmeralda. Unas pocas medusas flotaban libremente buscando con los tentáculos. Continuó bajando, disfrutando de la vista por el camino. Los pepinos marinos anaranjados y orejas marinas rojas adornaban varias piedras. La visibilidad era buena y distinguió más estrellas de mar, anémonas y esponjas en una variedad de formas y colores. En el fondo había un brillante alfiletero protegiendo varios nudis amarillos.

El contorno de la gama subterránea era como en la superficie, picos, valles y barrancos. Estaba muy familiarizada con el área, era uno de sus lugares favoritos de buceo. Su vida había cambiado dramáticamente en las últimas semanas, pero el océano era el mismo, siempre constante, siempre hermoso y siempre muy traicionero si uno no ponía atención.

Tenía que cuidar de concentrarse en el trabajo en vez de en la belleza de la vida marina a su alrededor. Las anémonas y las estrellas de mar coloradas siempre captaban su atención. Uno podía perderse fácilmente en ese mundo vívido y olvidarse del paso del tiempo, siempre crucial debajo del agua cuando necesitaba aire para respirar.

Empezó a rastrillar erizos marinos a su red, perdiéndose en el ritmo del trabajo. Peces curiosos nadaban alrededor de ella, pero nada la molestó y pudo llenar la red rápidamente. La corriente parecía más fuerte de lo normal, pero la serie de tormentas había evitado que se zambullera durante un par de semanas y los ríos se habían llenado y descargado en el mar.

Para cuando llenó la primera red, la hubo enganchado y trabajaba en la segunda, se estaba agotando. Estaba fuera de forma. O quizá estaba agotada de hacer el amor tan a menudo. Lev y ella habían estado metidos en casa durante días. Cada noche una de sus hermanas traía la cena, pero esa era la única vez que veían a alguien. Habían pasado todos los días juntos haciendo las cosas más tontas y luego haciendo el amor. Hablando y haciendo el amor. Explorando la casa y haciendo el amor. Habían tenido sexo en cada habitación docena de veces.

Lev era insidioso. Se había abierto camino en su mundo y ya se había convertido en parte de él. Y de algún modo, había logrado engatusarla para subir a su barco. Ella había vivido con ese recordatorio durante casi una semana. Ahora estaba ahí arriba, probablemente tocando su equipo. Rastrilló más rápido, los brazos le dolían.

Envió la primera bolsa a la superficie y enganchó la segunda, permitiendo que flotara hacia arriba también. La siguió a un ritmo más pausado. Lev había estado poniendo atención cuando le había dado instrucciones, porque recogía lentamente la manga y a ella al mismo tiempo. Después de trabajar sola durante tanto tiempo, era una sensación extraña tener a otra persona ayudando. No sabía si le gustaba. Depender de ella misma era más fácil y más seguro. Si dependía de otra persona, finalmente en una crisis podría vacilar, y los segundos contaban bajo el agua.

Cuando había trabajado con Daniel, él poseía el barco. Se habían zambullido juntos, y habían hecho limpieza general juntos. Fueron compañeros de inmersión, pero Daniel, porque el barco era suyo, había sido el capitán. Compartió el trabajo con ella y nunca tuvieron una pelea. Pero cuando se zambullía, incluso con él, ella había dependido totalmente de sí misma. Las pocas veces que trató de trabajar con un tender, su necesidad de una rutina exacta siempre lo había hecho imposible.

Cerca de la superficie vislumbró algo estallando desde las rocas como si fuera el disparo de un arma, disparándose hacia ella por el agua. Un bacalao largo e inmenso con una boca llena de dientes malvadamente afilados había surgido de una grieta oscura en la piedra y cargaba directo contra ella. Vino directo entre sus piernas y se dio la vuelta en un esfuerzo por huir. El pez moteado medía casi un metro de largo y pesaba unos treinta kilos. Con dieciocho dientes grandes viniendo hacia ella, se giró de golpe para mantener un ojo sobre él.

El bacalao pasó por delante de ella, evidentemente con la intención puesta en un cabezón que nadaba a ras del suelo, donde prefería pasar el tiempo. El bacalao agarró al cabezón, lo sacudió tres o cuatro veces como si los siete kilos no fueran nada, lo partió por la mitad y lo escupió. Por un momento el bacalao miró con evidente satisfacción como las dos mitades del cabezón iban a la deriva. El bacalao la ignoró y nadó de vuelta a su roca.

Rikki sacó la cabeza por encima de agua, se colgó de la cadena del ancla para que la corriente no la arrastrara lejos del barco y miró cómo Lev subía con cuidado las redes de erizos. Seguía sus órdenes exactamente, colocándolos en el agujero y cubriéndolos. Ella hizo gestos hacia la otra red. Tenía cerca de cuatrocientos cincuenta kilos y pensó que podría recoger otros ciento cincuenta o doscientos kilos para un buen día de trabajo si tenía suerte.

El viento había aumentado un poco y la niebla había comenzado a vagar desde alta mar. No quería correr ningún riesgo con Lev a bordo.

– ¿Cansada? -gritó él.

Ella se encogió de hombros.

– Subiré en la próxima recogida.

Él asintió y le dio la red.

– Ten cuidado, Rikki.

– Siempre lo tengo -dijo.

Una gaviota chilló y Lev giró su atención hacia el cielo. Rikki empujó el regulador en la boca y comenzó a descender, arrastrando la red. Giró la cabeza ante el primer signo de movimiento y encontró al bacalao, esta vez, cargando directamente contra ella. Era feo, la inmensa boca abierta, mostrando los dientes. Los ojos abultados estaban fijos en ella. Instintivamente empujó la red delante de ella para protegerse. El bacalao salió disparado rápidamente por el agua que entró en la red, casi golpeándola de todos modos. Se las arregló para poner la red a un lado, evitando el contacto, pero el bacalao era tan fuerte y nadaba tan rápidamente que casi le arrancó el brazo de su sitio. La adrenalina se precipitó por sus venas y sin pensar sacó la red fuera del agua y tiró, lanzando al pez fuera.

Lo miró volar por el aire en un arco alto y empezar a bajar. El estómago se le cayó. Ningún sonido salió de su boca, aunque realmente intentó gritar una advertencia. El bacalao de treinta kilos aterrizó casi encima de Lev, furioso, luchando, cayendo pesadamente y saltando, chasqueando los dientes. Lev sacó rápidamente un arma y apuntó al feroz pez.

– ¡No! Mi barco -gritó Rikki.

Lev hizo un pequeño baile, tratando de huir de la criatura que daba golpes, agarrándose a la borda, preparado para saltar por encima mientras el pez le golpeaba.

La risa subió burbujeante. Lev, el asesino despiadado, estaba a punto de abandonar el barco a causa de un pez. Él le disparó un larga mirada de reprimenda y sacó un gran cuchillo de aspecto mortal. Rikki casi se ahogó riéndose mientras apuñalaba y desgarraba al pez con la hoja y lo tiraba de vuelta al agua.

– Ésa era la cena -dijo-. Pensé que estarías feliz.

– No te reirás tanto cuando vuelvas al barco -predijo siniestramente.

Lev miró como Rikki desaparecía prudentemente debajo del agua. Lo último que vio de ella fueron sus ojos que se reían. Se encontró sonriendo. Ella le había tirado el pez. Sacudió la cabeza y se vertió un café del termo que había traído. Quería estar allí abajo con ella, pero se contentaría con poner un pie en la puerta, por decirlo así.

Estudió la costa rocosa. Había una belleza salvaje en la costa, un sentimiento primitivo de salvajismo sin tocar, aunque casas y pequeñas aldeas punteaban los riscos. Más allá de la costa, había oscuros bosques de grandes secoyas altas y arboledas de eucaliptos y cipreses. El cielo claro había desaparecido lentamente bajo una capa de niebla, que se espesaba a una sombra pálida de gris. La miró entrar, dedos de niebla vagando perezosamente, señalando hacia la costa.

La gaviota gritó otra vez, atrayendo su atención. El pescador estaba en movimiento. Lev suspiró. Había sabido que su gobierno enviaría a alguien para asegurarse de que estuviera muerto. Había esperado que no se movieran tan rápido, pero era un incordio para ellos si estaba fuera de su control y tenían que asegurarse.

Todo en él se calmó. La emoción se fue y sus instintos de supervivencia tomaron el control. Había esperado, había planeado y estaba listo. Ahora que el limpiador estaba finalmente aquí, podría respirar otra vez. Éste era su mundo y estaba muy familiarizado con él. Vida o muerte. El gato y el ratón. Movió los hombros y sintió la calma que venía a él con cada tarea. Tenía un propósito, una misión que llevar a cabo y esta vez, era para asegurarse una nueva vida para él mismo.

Había sólo una amenaza verdadera y era Ralph. Sabía que haría lo que tuviera que hacer para proteger a Rikki. Tenía toda la intención de encontrarse con Ralph y "empujar" su recuerdo de vuelta al fondo de su mente antes de que el pescador le encontrara… y le encontraría. No dejaría una piedra sin remover antes de regresar a casa e informar a sus amos.

Lev alcanzó al pájaro y esta vez fue más fácil conectar. El pájaro trazó círculos por encima del mar azul y avanzó de vuelta al puerto. Moverse en lo alto de la niebla era una experiencia surrealista, la vista del pájaro, principalmente del mar y la actividad de abajo, buscando comida. La sensación era mareante y desorientaba, haciendo que su visión se emborronara por un momento siempre que se lanzaba mientras se ajustaba a la diferencia de visión.

La gaviota le llevó por la costa, pasó sobre piedras escarpadas y árboles azotados por los vientos, y luego rodeando el risco al otro lado de Puerto Albion. Lev dirigió al pájaro para que bajara dando vueltas para tener una mejor vista. El pescador había devuelto el barco alquilado al puerto y avanzaba por el risco, deteniéndose ocasionalmente para hablar con algunas personas. A pesar de la ropa y el gorro, Lev no podía pasar por alto esos andares y balanceos fluidos.

Petr Ivanov. Lev reconoció el modo en que se movía. Se había topado con Petr más de una vez, un robot de hombre. Entrenaron juntos cuando eran adolescentes. Aún entonces, Petr había demostrado incapacidad para conectar con cualquiera. Sus entrenadores habían capitalizado eso, manteniéndolo desconectado emocionalmente de todos. Estaba acostumbrado a limpiar líos. No importaba quién fuera el blanco hombre, mujer o niño. No importaba la edad ni las circunstancias. Nunca preguntaba, sólo hacía el trabajo.

Por supuesto que enviarían a Petr. ¿Quién más? No temía encontrarse con Lev. Era una máquina. No mataría innecesariamente o con pasión. Cazaría hasta que estuviera satisfecho de que Lev Prakenskii estaba muerto, y hasta entonces, seguiría indagando hasta que encontrara respuestas. Había satisfacción en saber que había tenido razón. Había esperado que fuera Ivanov al que enviaran tras él. Conocer a su enemigo era media batalla.

Giró la gaviota hacia el puerto, necesitando ver si la compañía de procesamiento ya había enviado su camión a recoger la captura del día. El pájaro voló sobre la dársena, no había nadie todavía en la plataforma, lo que significaba que Petr Ivanov no se había topado con Ralph. Ivanov estaba en las etapas iniciales de su investigación, asumiendo diferentes personajes. Iría a las autoridades con una indagación oficial, pero visitaría los bares y sitios locales, buscando a cualquiera que trabajara por los muelles y en barcos pesqueros que pudiera proporcionarle indicios de cualquier superviviente.

Lev soltó al pájaro y se hundió en el barco, sacudido. Tomar posesión de la vista de otra criatura desorientaba y le debilitaba. El uso de cualquier don psíquico siempre se tomaba su precio, pero ése en particular parecía agotar la mayor parte de su energía. Parecía ser diferente para los que eran elementos como Rikki. Ella nunca mostraba debilidad después de utilizar su don. Parecía manipular la energía fácilmente.

Bebió café y esperó, más ligero de algún modo, ahora que Ivanov estaba realmente aquí y la espera había acabado. Este era un mundo al que podría acostumbrarse, la paz, el estado salvaje. Él era un hombre que siempre viviría fuera de la sociedad, pero aquí, en este lugar extraordinario, quizá había espacio para él, con Rikki.

Suspiró otra vez. Rikki. El milagro de Rikki. ¿Tenía el derecho de permanecer aquí y exponerla al peligro simplemente porque deseaba una vida con ella? ¿Cuán egoísta era eso? Quería protegerla, pero el peligro de un hombre como Ivanov era mucho peor que su acechador. Ivanov era un asesino a sangre fría, capaz de aniquilar a toda su familia para llegar a él. ¿Entonces qué hacía un hombre? La amaba. Nunca había pensado experimentar el amor, y quizá eso en sí mismo había sido todo el regalo que se suponía debía aguardar. Parpadeó hacia el cielo, como si buscara una respuesta, pero la niebla había llegado y había cubierto el brillante azul con una niebla gris y llena de humo.

La red surgió y Lev la recogió lentamente, ayudando a Rikki en la parte superior. Estaba un poco sorprendido de cuan aliviado estuvo cuando vio su cabeza por encima del nivel del agua. Confiaba en sus habilidades, la había visto en acción, pero ahora se preocupaba por ella. Se encontró sonriendo, preocuparse era una cosa tan hogareña.

Tuvo que admirar la manera en que ella utilizó la cadena del ancla para empujarse sobre el barco, así la fuerte corriente no tuvo la oportunidad de apartarla. Obviamente lo había hecho a menudo y subió a bordo con facilidad. Cargó la red y cubrió los erizos de mar con el alquitranado de plata, con cuidado de evitar tocar las espinas. Las manos realizaron todas las tareas correctas, pero la estaba mirando, observando cada movimiento.

Estaba agotada. Lo pudo ver instantáneamente. Ella le dirigió una sonrisa rápida, pero era un saludo, nada más. Se desnudó, allí en el barco, enjuagándose, untándose una loción sobre la piel antes de deslizarse de vuelta a los vaqueros. Podía decirse que el sexo y el flirteo no entraban en su mente, pero fue una vista erótica, quizá a causa de su completa falta de conciencia, casi como si él fuera un mirón captando a una mujer sensual por una ventana.

Le entregó la botella de agua y la miró beber. Sintió su paz, su serenidad. Ella encontraba algo que la sustentaba, allí en el agua, en ese otro mundo. Pudo sentir esos ojos oscuros sobre él, mirándolo tan atentamente como él la estudiaba a ella.

– ¿Qué? -Se secó la boca con el dorso del brazo-. Algo es diferente. ¿Qué ha sucedido mientras estaba abajo?

Él se estiró lentamente y le tocó la cara. Necesitaba el contacto. El terror le llenaba, un peso en el corazón, en su mente.

Los ojos se oscurecieron aún más y frunció el entrecejo mientras sacudía la cabeza.

– No, Lev. No quiero que te vayas. Quiero que te quedes conmigo. ¿Qué hay ahí fuera para ti? Dímelo. ¿Realmente quieres vivir en el frío y la oscuridad, en las sombras, sin un nombre o familia?

– No. Pero te quiero a salvo, Rikki.

Ella se echó a reír.

– ¿Estás loco? Echa una mirada alrededor, Lev. No vivo segura. No necesito ni deseo seguridad. Quiero vivir la vida. Si no me deseas, está bien, pero si crees que estás siendo noble y que me estás protegiendo, entonces piénsalo otra vez. Eres alguien aquí. Eres concreto, real, no insustancial como un fantasma.

Lev curvó la mano en el pelo mojado, cerró el puño, atrayéndola lentamente hacia él hasta que estuvo tan cerca que pudo oler el océano en ella.

– ¿Qué voy a hacer contigo? -Las manos le enmarcaron la cara-. Me siento como tú te sentiste la primera vez que hicimos el amor. No sé las reglas, Rikki. Soy nuevo en esto.

Ella le sonrió y él le acarició los labios suaves y curvos con la yema del pulgar. Los nudos en el vientre se desenredaron sólo un poco.

– Entonces haremos nuestras propias reglas, Lev. Quién seas, estás a salvo conmigo. Quédate, no te deslices de vuelta a las sombras. Quédate.

– ¿Así de fácil?

Los ojos oscuros lo sondearon hasta que él juró que ella podía ver en su interior.

– Sí. -Ella asintió, muy solemne, haciéndolo romperse por dentro, y él le dio todo lo que era o jamás sería.

No quería dejarla. No quería volver a estar solo, sin distinguir el bien del mal, teniendo que tomar decisiones de vida o muerte, mirando la tortura y el horror en busca de un objetivo más grande. Estaba cansado. Y necesitaba a Rikki.

– ¿Estás segura? Tienes que estar absolutamente segura, Rikki. Esto podría ponerse feo.

– Estoy segura. Y tengo hambre. Dame un sándwich y cuéntame qué ha sucedido.

Una lenta sonrisa se extendió por la cara de Lev. Le gustaba que ella fuera tan pragmática ante la adversidad. Le encontró un sándwich y se sentaron juntos mientras ella comía ávidamente.

– He localizado a un hombre que conozco. Limpia líos, es decir, que se deshace de problemas.

– Y tú serías ese problema.

Asintió.

Ella giró el sándwich en círculos con los pulgares e índices. El movimiento era fascinante. No parecía notar lo que hacía.

– Sabías que iba a venir. Hará preguntas a la gente a lo largo de la costa. Pescadores, buzos, la gente que es más probable que haya visto a un superviviente.

Él asintió.

– Hospitales, clínicas. Será minucioso.

– Registrará las granjas.

– Tus hermanas…

Ella se encogió de hombros.

– No dirán nada. Judith y Airiana le leerán como un libro. No hay razón para que les pregunte a ninguna de ellas.

– Lo estás haciendo sonar muy fácil, Rikki.

– Es fácil. Permanece fuera de la vista y se irá, declarará que estás muerto.

– ¿Qué hay de Ralph?

Ella le dio otro mordisco y masticó pensativamente. Bajando la mantequilla de cacahuete con agua, comió un par de galletas antes de contestar.

– Él nunca te vio realmente la cara ese día. Verá a Lev Hammond hoy, un viejo compañero de submarinismo.

Él negó con la cabeza.

– Lev no. No utilices ese nombre. Es Levi. Un nombre ruso tan común como Lev tiene que ser un disparador. Y fuimos más que compañeros de buceo en el pasado.

Ella le sonrió.

– ¿Más que compañeros de buceo? ¿Qué significa eso exactamente?

– Significa que fuiste una pequeña buceadora libertina, que te has estado acostando con todos a lo largo de toda la costa y he tenido que correr tras de ti otra vez.

Ella abrió la boca para oponerse y él la besó. Sabía a mantequilla de cacahuete. Comenzaba a pensar que estaba empezando a gustarle. Metió la mano en el cabello, para mantenerla en el lugar y besarla otra vez, sólo porque podía.

Ella parpadeó con una pequeña sonrisa en la cara.

– Quizás haya algunas ventajas en ser una libertina del submarinismo. Por toda la costa ¿umm?

Lev apretó los dedos en el pelo.

– Sólo recuerda que siempre llevo un arma.

– Ah, pero ahora sé para qué es esa pistola… para peces asesinos.

Ella se echó a reír otra vez, el sonido flotó en torno a él como gotitas de niebla, envolviéndolo en un abrazo brumoso y melódico. Era una sensación extraña, compartir su amor por el agua y sentir la humedad en la piel. Las gotas individuales se sintieron como si lenguas de terciopelo le lamieran la piel. El estímulo sensual era más que sólo sexual, era elemental a la vida, alimentaba su energía, construía barreras que le ayudaban a enfrentarse a…

Bajó la cabeza sobre la de ella una vez más. Estaba tan conectado con ella que estaba dentro de su cerebro, sintiendo sus sensaciones como si fueran propias. Se tomó su tiempo, devastando su boca, tratando de transmitir sin palabras lo que tenía en el corazón. Ella había vuelto su mundo del revés. Le había dado un lugar seguro donde ocultarse hasta que estuvo completamente recuperado o un lugar para vivir. Escogía la vida con ella.

– Me gusta llamarte Lev -cuchicheó, un pequeño ceño le juntó las cejas-. Me gusta el modo en que suena el nombre, mucho más similar al verdadero tú, como mi Lev.

El mundo de Lev se enderezó cuando inhaló bruscamente. Ella siempre sería su milagro y no más que en este momento con su pequeña confesión. Quería darle mucho de su pasado, quizá recuerdos de su familia perdida hacía tanto tiempo, con ese nombre, pero era un peligro. Si no hubiera tenido una conmoción, nunca se habría identificado con su verdadero nombre de pila.

Su pequeño ceño desapareció y le sonrió.

– Te llamaré así cuando hagamos el amor. Un nombre mucho más íntimo entre nosotros dos. Algo sagrado.

A Lev se le retorció el corazón. Ella podía poner de rodillas a un hombre…

– Me gusta esa idea.

– Mejor que nos movamos o no llegaremos al puerto.

Se apartó, toda atareada, tratando con las mangas y el equipo. Cuando él se inclinó para ayudar, le envió un ceño feroz y retrocedió, levantando ambas manos en el aire en rendición. No pudo evitar sonreír mientras la miraba trabajar, notando la manera en que enrollaba las mangas en patrones y cómo mimaba meticulosamente su equipo y traje de neopreno. Volvieron entre la espesa niebla al puerto.

Tuvo que admitir que el corazón se le aceleraba un poco mientras se acercaban al puerto. Las olas empezaban a aumentar, precipitándose contra las piedras que sobresalían del agua. El rocío blanco salpicaba el aire y la niebla parecía viva, moviéndose ahora, lo que significaba viento.

– ¿Asustado? -ella le envió una sonrisa descarada por encima del hombro.

Tenía las mejillas rojas, el pelo salvaje, los oscuros ojos brillantes. Podía ver que ella adoraba esto. Adorada la insinuación de peligro, adoraba el mar oscilando debajo de los pies.

– Te gustaría que lo admitiera, ¿verdad?

Su risa fue música para él. Sonaba despreocupada. Feliz. Tan viva.

– No te preocupes, estás a salvo conmigo, Levi.

Sabía que estaba a salvo con ella. Rikki le había aceptado en su vida y ella era intensamente leal. La miró maniobrar en la entrada a doscientos metros del río. Las olas se habían incrementado y tuvo que introducir el barco perfectamente para evitar que se inundara. La concentración estaba en su cara, completamente enfocada. Ella había luchado sus propias batallas y ganado. Había encontrado su propia fuerza y sabía exactamente quién era. Quizás hubiese deseado haber nacido otra persona en algún tiempo de su vida, pero había aceptado lo que vida le había dado y lo había aprovechado al máximo.

La felicidad se asentó sobre él. Paz. Había terminado de vivir en las sombras como un fantasma insustancial. Había encontrado un hogar y sorprendentemente el hogar era una mujer. Cruzó los brazos a través del pecho y mantuvo la mirada sobre ella mientras cabalgaban las olas, se disparaban por debajo del puente al agua más tranquila. Ella rió y giró la cabeza otra vez para mirarlo, para compartir la experiencia con él.

Rikki llevó el barco directo al muelle. Había llamado por la mañana y sabía que la planta de procesamiento tendría el camión esperando cuando llegaran. Parecía como si el suyo fuera el primer barco en regresar. Los otros no estarían lejos, con ese viento que había aumentado tan de repente. Nunca volverían al puerto si el oleaje aumentaba en fuerza.

– Aquí estamos -la llamó Ralph-. Mike es el único barco fuera de Albion hoy. Danny fue con él. El tiempo nos está cercando otra vez. -Su mirada especulativa no estaba sobre ella sino en Lev.

Rikki asintió.

– Se suponía que iba a ser un buen día.

Lev la miró a la cara. Se había retirado, casi bloqueada. Estos eran negocios, enganchando las redes a la polea para que Ralph pudiera pesar y etiquetar los erizos antes de descargarlos en los bolsones. Miró con cuidado hasta saber exactamente qué hacer, y casualmente tomó el control, una mano sacando a Rikki del camino suave pero firmemente.

– Levi Hammond -dijo mientras guiaba la red de erizos de mar sobre la plataforma.

– Ralph Carlson.

– Sí, le recuerdo. Estaré por aquí. He decidido regresar y reclamar a mi mujer -dijo Lev-. Fuimos socios de buceo hace años. He estado moviéndome por Alaska, pero me figuré que si esperaba demasiado, ella me reemplazaría.

La mirada de Rikki fue fría cuando barrió sobre él.

– Todavía lo estoy considerando.

Ella interpretó su parte tan perfectamente que podría haberla besado. Dejó caer un brazo alrededor de sus hombros y se contentó con besarle la coronilla.

– La mejor buzo de toda la costa -dijo-. Mandona también. No me permite que toque nada en su barco.

– Estoy loca por ti -bufó ella y lo empujó lejos.

Lev rió y subió a la plataforma para ayudar a Ralph a columpiar las redes de erizo de mar a las bolsas mientras Rikki devolvía el barco a la dársena para amarrarlo.

– Rikki no habla mucho -dijo Ralph-. Ha estado buceando en esta área durante aproximadamente cuatro años y nunca ha dicho más de unas pocas palabras a nadie.

Lev asintió.

– Esa es Rikki. -Dio un paso un poco más cerca de Ralph, utilizando un "empujón" muy cuidadoso para sondear al hombre-. Ha pasado bastante desde que estuve aquí. -Plantó un recuerdo vago, nada más que una sombra, de ellos dos riéndose juntos en un bar.

Ralph llenó los vacíos inmediatamente, proporcionando atmósfera y detalles, descargándolos en el recuerdo para realzarlo.

– Mucho tiempo.

– Alaska es salvaje. Gran submarinismo, pero fría y solitaria. -Lev le sonrió-. Después de un tiempo todo en lo que podía pensar era en volver con Rikki.

– Tienes suerte de haber venido ahora. Pensaba que podría pedirle salir.

Lev sonrió pero los ojos se le volvieron fríos, luego helados.

– Ya, yo no intentaría eso, soy del tipo celoso.

Empujó un poco más fuerte, distanciando el recuerdo de Rikki trayendo uno pasajero, para que la línea temporal fuera vaga. Ralph se frotó la cabeza.

– ¿Dolor de cabeza? -preguntó Lev con compasión.

– Sí. Ha venido de repente. Y tengo uno más entrando.

– Le oigo ahora -dijo Lev y salió de la plataforma con un mando elevador en la mano.

Era todo el control de daños que podía hacer por ahora y quizá fuera suficiente. Ivanov encontraría a Rikki. Hablaría con todos los buzos. Era una práctica bastante común para los agentes abrirse camino con su encanto, utilizando a las mujeres como refugios cuando necesitaban un piso franco. Petr Ivanov interrogaría definitivamente a Rikki y haría preguntas acerca de ella.

Rikki restregaba su barco y el equipo con lejía en preparación para la próxima inmersión. Levantó la mirada hacia él.

– Gracias por no sacar el arma y dispararle. Estaba un poco preocupada por que hubieras estado sin una demasiados días y necesitaras práctica.

– Ja, ja. -Comenzó a subir a bordo pero ella le ofreció un ceño feroz que le dijo que no era bienvenido-. Y no habría utilizado un arma. Hubiera querido que pareciera natural, como un infarto.

Ella se detuvo otra vez y le echó una mirada.

– Mejor que yo no muera de un infarto. Regresaré y te cazaré.

– Bien, tu barco parece bastante bueno. Y no compartes bien con otros.

Ella rió suavemente. El segundo barco rodeó la curva del río saliendo de la niebla, con un aspecto un poco fantasmal. Los dos ocupantes miraron fijamente a Lev cuando pasaron al lado del Sea Gypsy.

Lev se agachó en la dársena, permaneciendo inclinado hacia ella. El agua transmitía las voces, así que utilizó la telepatía más íntima. Dime sus nombres y algo acerca de ellos.

Dan Ferguson y Mike Carpenter. Es el barco de Mike. Dan tiene uno, pero el motor está estropeado. Mike está casado. Dan está mirando.

Rikki salió del barco y él tomó la mayor parte del equipo. Caminaron juntos, Rikki ligeramente delante. Los dos buzos cortaron su escape antes de que pudiera dirigirse al aparcamiento, Lev había estado seguro de que lo harían. Los buzos se conocían los unos a los otros. Era un mundo pequeño y era lógico que fueran protectores con su único buzo femenino, especialmente dado que ella era considerada "diferente".

Rikki se detuvo directamente delante del más bajo de los dos hombres, con su pequeño ceño en la cara. Lev la pasó, ofreciendo la mano. Era obvio que ella respetaba a Mike.

– Mike, cuánto tiempo. -Le dio un empujón pequeño, dirigiendo una sombra vaga en la mente del otro hombre. Inmediatamente se giró al más alto de los dos hombres, necesitando darle tiempo a la sombra para que funcionara. Ya había sentido la resistencia en el buzo-. Dan. Es bueno ver que todavía estás en ello. -La misma sombra deslizó en su cabeza-. Levi Hammond -como si les recordara.

Mike frunció el ceño y se frotó las sienes, mirando a Lev con algo de confusión. Dan recogió la sombra y la realzó primero. Sonrió y estrechó la mano de Lev otra vez.

– Ha pasado mucho tiempo.

– Demasiado tiempo. Casi perdí a mi mujer. Se estaba preparando para abandonarme… otra vez. -Los dedos de Lev se asentaron de manera posesiva alrededor de la nuca de Rikki-. No soy el mejor escritor de cartas.

Rikki no respondió. Lev podía sentir cómo vibraba su cuerpo y no era la más suave de las vibraciones. Sabía que ella no era consciente de ello, pero su nivel de angustia se incrementaba en proporción directa al número de personas que la rodeaban.

– ¿Estás bien, Rikki? -preguntó Mike, mirándola a ella no a Lev.

Esta asintió.

– Solo cansada. La corriente era fuerte.

– Hay un extraño merodeando y haciendo preguntas. Pregunta por buzos. No sé detrás de lo que anda, pero ten cuidado, Rikki -advirtió Mike.

– Yo la cuidaré -dijo Lev.

Rikki profundizó el ceño y se alejó un paso de él.

– No necesito que me cuiden. Eso es lo que nos metió en problemas antes, ¿recuerdas?

Ella no había dejado pasar eso. Se merecía un Oscar, mezclando su molestia con su relación ficticia anterior. Él era muy consciente de que ese paso la había acercado a los dos hombres y eso le molestaba a algún extraño nivel primitivo. Él no era un hombre celoso. No debería tener esa clase de emociones. No obstante, consideró que este sería el momento perfecto para la práctica de objetivos.

Lev forzó una sonrisa.

– Sí. Lo recuerdo. Pequeña Señorita Independiente. Escupió en mi dinero.

Le agarró de la mano y tiró de ella para que rodeara a los dos buzos de vuelta al aparcamiento y a la seguridad del camión. Estos hombres necesitaban tiempo para que la sombra en la memoria trabajara. Pensaban que le conocían pero tenían problemas para situarle. Y no se atrevía a permanecer mucho tiempo alrededor de Mike, el hombre era demasiado perceptivo y luchaba contra el recuerdo implantado.

Ella se encogió de hombros.

– Si hubieras enrollado las mangas apropiadamente en primer lugar, no habríamos necesitado el dinero para reemplazarlas.

Definitivamente un Oscar. Sonaban como si hubieran estado juntos desde siempre, y los hombres tenían que saber cuán escrupulosa era ella acerca de su equipo. Eran buzos. Probablemente igual de escrupulosos. Se rió.

– No me embaucarás con ese viejo argumento. Anda, vamos a casa.

Fue con él, levantando la mano hacia los buzos mientras subía al asiento del conductor.

– Sabes que piensan que me estás besando el culo para congraciarte conmigo.

Él sonrió burlonamente mientras guardaba con cuidado el equipo.

– También saben que el equilibrio de poder volverá a la normalidad una vez me haya abierto camino en tu corazoncito otra vez.

– Deberías escribir ficción. El Sea Gypsy es mi barco. Si quieres ser capitán, tendrás que comprarte tu propio barco. Tienes suficiente dinero.

– Estoy contento de trabajar a tus órdenes. -Le dio otra sonrisa masculina mientras se sentaba en el lado de pasajero, las gafas oscuras firmemente en su lugar.

Ella puso los ojos en blanco y arrancó el camión.

– Eres bueno en el juego de roles, Lev… Levi.

Él giró la cabeza. Ella tenía un tono. Pensativo. Especulativo. Sus tripas se llenaron de nudos otra vez.

– Sí. Interpreto papeles para sobrevivir, Rikki. Me deslizo de una identidad a la siguiente.

Sin hablar, ella condujo por el estrecho y escarpado camino rodeado con árboles de eucalipto que llevaba a la carretera, pero su ceño regresó y esta vez no presagiaba nada bueno. Esperó, dejando que ella lo resolviera. Sabía en qué dirección iba su mente.

Ella condujo todo el camino de vuelta a la granja sin decir una palabra. Él respetó su silencio. En la casa, Rikki se ocupó de su equipo primero, cerciorándose de que todo estuviera listo para la próxima inmersión, como había hecho en el barco. Él entró en la casa y la dejó con ello, encendió el ordenador portátil, así podría estar seguro de que todo estaba en su lugar para Levi Hammond. Su seguridad social, el permiso de conducir, la licencia de buceo y tender estaban siendo reemplazadas después del robo del que obedientemente había informado a la policía. Tenía incluso una copia del informe "policial".

Levi Hammond tenía una historia segura, como sus padres y sus abuelos por ambos lados. Lev siempre era minucioso. Había establecido incluso una historia para la tarjeta de crédito, con una excelente clasificación crediticia también. Las tarjetas de crédito venían con su certificado de nacimiento. Comprobó dos veces que nadie hubiera tratado de conseguir acceso a cualquiera de sus registros, inclusive sus registros escolares. Obviamente, Petr Ivanov no había oído de él ni sospechaba de nadie en la vida de Rikki.

Por otro lado, había puesto una bandera en los registros de Rikki y alguien había estado estudiando su vida. Dudaba que fuera el sheriff local. El hombre había tenido tiempo de sobra para vigilarla si sospechara de ella de alguna manera y no miraría una segunda vez. No, Ivanov había oído sobre la mujer buzo de erizos de mar y ella sería su primera elección.

Alguien recordaría que ella no había estado en la boda el día que el yate se hundió. Ivanov habría visitado ya al sheriff local, los hospitales y clínicas. Al no encontrar nada, habría empezado a tratar de mezclarse y conseguir información de la gente local para oír todos los rumores.

Rikki entró, rompiendo su concentración, y pasó por delante de él sin una palabra. Oyó la ducha unos minutos más tarde. Suspiró y se recostó. La mujer comenzaba a volverlo un poco loco. ¿Adónde habían ido toda su instrucción y disciplina? Borró el historial y se desconectó.

Reclinándose contra el marco de la puerta, la estudió a través del cristal mientras se duchaba. Estaba totalmente concentrada en el agua y obviamente no era consciente de él. ¿Laskovaya moya, crees que estoy jugando contigo? ¿Utilizándote?

Ella no levantó la mirada. Ni se tensó. Dejó que el agua cayera sobre sus hombros y espalda como si le dolieran. Se me ocurrió que era posible hasta que sentí dolor en mi palma. Se frotó el centro de la palma y él sintió el toque como si fuera físico, rozándole y acariciando su pene. Estoy en tu cabeza y tú estás en la mía. Quizás funcionaría durante un corto espacio de tiempo pero no puedes ocultarte de mí más de lo que yo puedo ocultarme de ti.

Giró la cabeza y lo miró a través del cristal. Se encontró con sus ojos fijos y mantuvo la mirada. Él sintió esa mirada como una puñalada profunda, que penetró por el pecho directamente al corazón. Había amor en esos ojos. Ella no se molestó en ocultarlo. Nunca expresó el sentimiento en voz alta. Quizá no se había dado cuenta de que él se lo había dicho porque siempre utilizaba su lengua nativa, pero lo podía ver allí en sus solemnes ojos.

Te veo, Lev. Siempre te veré, no importa que piel tengas que llevar o cuántas veces tengas que despojarte de ella y ponerte una nueva. Te veré cuando estés en las sombras. El tú real siempre está seguro aquí conmigo. No voy a irme a ningún sitio sin ti.

A Lev le ardían los ojos y la garganta. No podía moverse, no podía apartarse de ella, y sabía que tenía las emociones en carne viva en su cara para que ella las viera. Se abrió y se soltó delante de ella. El hombre que había querido ser, el hombre que se había enamorado con tanta fuerza de una mujer que no podría enderezarse otra vez, sólo podía mirarla y saber con seguridad que estaba donde se suponía que tenía que estar.

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