– No puedo creer que haya caído en el truco más viejo del mundo -dijo Rikki, mirando a Lev de refilón antes de volver su mirada a la estrecha cinta de asfalto encima del océano.
La autopista 1 estaba desierta a esa hora temprana de la mañana, y generalmente tenía la carretera costera para ella sola. El mar chispeaba atractivamente con el sol apenas arriba y la alegría ya se esparcía por ella. El entusiasmo prestaba una nota de excitación a su tono, pero como siempre, conducía despacio, controlada, consciente de la velocidad.
Lev miró deliberadamente al velocímetro y asumió un aire inocente.
– No tengo la menor idea de lo que hablas.
– Sexo. Has logrado abrirte camino a mi barco utilizando sexo.
Él rió suavemente.
– Cualquier medio, lyubimaya moya. -No estaba para nada arrepentido-. No iba a dejarte salir al mar sin mí. ¿Quién sabe qué podrías encontrar en el océano?
Ella no pudo evitar reír ante la implicación.
– ¿Piensas que suelo sacar a hombres extraños del mar y llevarlos a mi casa?
– No voy a correr ningún riesgo.
Ella rió y sacudió la cabeza mientras giraba en el camino que llevaba al puerto.
– Me encanta el olor de los eucaliptos. El olor significa que estoy cerca de mi barco.
– Cuando lleguemos al parking, quédate atrás, Rikki, y déjame comprobar el barco.
La diversión se destiñó instantáneamente y se puso tiesa.
– El Sea Gypsy es mío. Soy el capitán. Si piensas que algo está mal, soy yo quien va a ir a bordo primero y comprobarlo, no tú.
– La protección es mi campo de experiencia. No te digo cómo hacer tu trabajo -dijo, y su voz se suavizó infundiendo miedo.
Ella lo miró a la cara. Él tenía la mandíbula apretada. No terco. Implacable.
– Sabía que ibas a ser así. Lo sabía. -Golpeó el volante con fuerza con la palma de la mano-. Te dije que no ibas a tomar el control.
Él se encogió de hombros de una manera fluida y casual que sólo lo hizo parecer más grande, más fuerte y más dominante. Consideró el tratar de echarlo del camión mientras conducía. Quizá rodara por la ladera escarpada directamente al río.
– Comparto tus pensamientos -le informó él.
Ella le envió su ceño más negro.
– Entonces sabes que no estoy de humor para perder el tiempo con nadie. Nadie toma el control de mi barco. Ni siquiera si es el mejor amante del mundo. Especialmente no el mejor amante en el mundo. Él ya piensa que es todo eso.
Lev se encontró riéndose. Ella hablaba en serio, eso era lo que le asombraba de ella. Ni siquiera pensaba que le estaba haciendo un cumplido. Estaba demasiado molesta con él para mimar su ego. Simplemente pensaba que él era el mejor amante del mundo, pero para ella, ella era el capitán y él no iba a adueñarse de su barco. Poco sabía ella que a él no le preocupaba tomar el control del barco, sólo de la capitana.
Se inclinó y besó el cuello vulnerable. Una vez hubo comenzado, fue un poco difícil resistirse a besarle la piel suave una y otra vez. Y dado que estaba allí, un pequeño pellizco estaba en el orden del día para poder utilizar la lengua para aliviar la picadura.
– Chocaré si sigues haciendo eso. Eres una distracción.
Él rió otra vez ante su observación práctica.
– ¿Soy una distracción? Obviamente debo esforzarme más.
Ella le dio un codazo y le echó un vistazo por debajo de las largas pestañas.
– ¿Vas a comportarte así todo el día? Porque probablemente te tiraré al océano.
Él flexionó los músculos.
– Estoy deseando que lo intentes. Quizás sea divertido.
Incluso mientras le tomaba el pelo, estaba en modo supervivencia, su mirada barriendo todo el Puerto Albion. Había una única caravana pequeña en los terrenos, aunque nadie a la vista. Ella condujo por el parking a la dársena. Eran los primeros, como habían esperado.
Antes de que pudiera salir del vehículo él le agarró de la muñeca, toda la diversión se había ido.
– Él podría haber estado aquí, Rikki. Es igual de fácil amañar un barco para incendiarlo como quemar tu casa. Es aquí donde yo elegiría golpearte, si quisiera matarte. Necesitaré comprobar el motor y tu compresor de aire antes de que tú toques nada. Y cuando te diga que te bajes del barco, te mueves. Capitán o no, tu vida es más importante que nada.
Ella se sentó muy quieta, la expresión ilegible. Las pestañas velaron sus ojos así que fue imposible ver sus oscuras profundidades, pero él sintió el pequeño temblor que la atravesó.
– No tengas miedo, Rikki. No permitiré que nada te suceda.
Levantó las pestañas y el impacto de esos ojos oscuros le golpeó. No había temor, sólo una ira profunda que ardía allí.
– Quiero que venga tras de mí. Todos estos años que creí que quizás yo había matado a mis padres y a Daniel. Hizo que yo y todos creyeran que había algún monstruo acechando en mí que escapaba cuando dormía. Cuatro casas fueron destruidas, vidas de personas, todo lo que poseían y mis padres… -Sacudió la cabeza y los ojos destellaron con una promesa oscura-. Yo no huyo.
Él deslizó el brazo por el respaldo del asiento y curvó los dedos alrededor de su cuello.
– No, pero estaremos listos. Estaremos preparados y seremos cuidadosos. ¿Correcto?
Estuvo silenciosa un momento tenso, sentada recta y sin relajarse contra él. Lev esperó pacientemente. Le llevó unos minutos permitirse relajarse contra los dedos que le masajeaban. Él permaneció tranquilo, simplemente esperando, había aprendido paciencia hacía mucho. Quería que Rikki confiara en él y sabía que ella no se rendiría tan fácilmente. Se había hecho cargo de su propia vida y encontrado un modo de vivir dentro de un mundo que le era extraño. No confiaba o le gustaba la autoridad, que era la única razón por la que no le había entregado a la policía. No tenía que empujarla. Tenía que tomar sus propias decisiones y él deseaba que le escogiera a él todas y cada una de las veces.
Rikki suspiró suavemente y reclinó la cabeza, girando para mirarlo otra vez.
– Puedo cuidar de mi misma. ¿Lo sabes, verdad? Me he construido una buena vida aquí, Lev. Me gusta estar contigo, pero no quiero que pienses que necesitas cuidar de mí. Puedo ser diferente, pero puedo pensar por mí misma.
Él trató de no respingar ante la palabra “gustar”. Quería que ella amara estar con él. No podía imaginarse no despertar con su suave cuerpo a su lado, o su cara con esos increíbles ojos y la boca sexy y generosa. Reconoció que quizás la necesitaba un poco más de lo que ella le necesitaba a él, pero no estaba tratando de poseerla. Sólo protegerla. Y había una diferencia.
– ¿Te he hecho sentirte así?
Ella se mordió el labio, el ceño había vuelto.
– No realmente. Sólo creo que es importante que sepas que puedo cuidar de mí misma y tomar mis propias decisiones.
– Te respeto, Rikki. Si te he hecho pensar de otra forma, de cualquier manera, entonces me disculpo. Tengo una cierta pericia que espero escogerás utilizar, eso es todo. Estás tan acostumbrada a hacerlo todo sola que puedes olvidar que puedo ayudarte. -Iba a localizar y a matar al bastardo, pero ahora no parecía el momento oportuno de decirlo.
Ella asintió.
– Entonces está claro. No me gusta utilizarte. Estás comenzando una nueva vida. La última cosa que necesitas hacer es tratar con algún loco que ha decidido matarme por algo que hice cuando tenía trece años. -Abrió la puerta y se deslizó fuera.
Lev hizo lo mismo, rodeando la parte trasera del camión para ayudar con el equipo.
– ¿Recuerdas a alguien terriblemente molesto contigo?
Ella se echó a reír.
– Odio decirte esto, Lev, pero casi todos estaban molestos conmigo. No los miraba. Me negaba a hablar la mitad del tiempo. Sólo quería que todo el ruido se fuera. Si era demasiado malo, tenía rabietas violentas. Mis padres eran los únicos que me gustaban. No tengo la menor idea de si desairé a alguien o herí sus sentimientos. Pasé gran parte del tiempo tratando de sobrevivir sin perder el juicio.
La siguió por la dársena hasta que llegaron al Sea Gypsy. Agradeció que no saltara a bordo. Ella estudió el barco primero, mirando cuidadosamente antes de dar un paso a bordo.
– No creo que nadie haya subido. Generalmente, puedo decir si alguien ha estado fisgando. Aunque verificaré el motor y el compresor de aire, sólo para estar segura. He desarmado el motor yo misma y sabré si alguien lo ha tocado.
La creyó. Ella ya había asumido un aire de suprema confianza y autoridad, como si en el momento en que sus pies tocaron la cubierta fuera una persona diferente y quizá lo era. La había visto primero bajo el agua, los ojos fieros y decididos, sosteniendo su vida en esas profundidades oscuras, y había estado igual de fiera a bordo del barco.
– Vamos, entonces. Me gustaría salir de aquí antes de que alguien más aparezca. Cuantas menos personas me vean, mejor. -Se frotó la mano sobre la barba de la cara. Nunca había usado barba y la sentía extraña, pero le cambiaba la apariencia.
– Deberías haberte quedado en casa como te dije.
– ¿Y ser un hombre mantenido? Creo que no. Tengo mi orgullo.
Ella se detuvo mientras efectuaba su comprobación rutinaria del equipo para dirigirle un bufido burlón.
– Tienes más dinero del que yo tendré en toda mi vida. Sólo querías venir a bordo de mi barco. -Entrecerró los ojos-. Y si estás considerando un motín en alta mar, no vacilaré en tirarte por la borda.
– Estaba considerando la idea de sexo en el mar. Mucho sexo. Pienso que el aire fresco me da ideas.
Ella rió y sacudió la cabeza, dando un paso por delante de él para escudriñar el compresor de aire.
– Aquí trabajamos, no jugamos.
Adoraba mirarla, especialmente allí con el sol temprano de la mañana brillando sobre ella. El día era fresco pero limpio, con poco viento, y el agua parecía estar chispeando dondequiera que el sol la golpeara. Estaba perdida otra vez, atrapada por el agua, pero esta vez estaba bien. Él podía contemplarla, mirarla sin estorbos, ver la manera suave y eficiente con que se movía a bordo, escuchar el modo en que tarareaba, dudaba que ella advirtiera que estaba tarareando. Sí, estaba en su elemento y él se había convertido en parte del barco.
Sonrió, dándose cuenta de que lo había aceptado a bordo tanto si lo sabía como si no. Sería agudamente consciente de él, sintiéndose como si él estuviera fuera de lugar, en su espacio, si no lo hiciera. Como fuera, ella se movió del compresor de aire al motor, él miraba su rutina, memorizando con cuidado, agregándolo como un esquema a los mapas y a los cianotipos almacenados en su cerebro. Se mantuvo fuera de su camino y cambió la atención puesta en ella a la seguridad de ambos.
Ella obviamente sabía lo que hacía con respecto a su motor y compresor de aire, y los repasó a ambos con cuidado, dejándolo a él para que volviera a revisar que no tenían a ningún acechador. Él se estiró con su mente, expandiéndose fácilmente, enviando su llamada a los pájaros arriba y abajo del río, en el puerto y en los islotes del mar que se alzaban por encima del agua. En respuesta, salieron volando en una gran migración. Había tantos que Rikki rompió su concentración para mirar como el aire se llenaba de variadas especies. Estaban a la vista, trazando círculos sobre los precipicios y el puerto, sobre la carretera e incluso sobre la playa de arena.
Los pájaros se llamaron mutuamente y llenaron la cabeza de Lev con información sobre la ubicación de cualquier hombre solitario en la vecindad circundante. Uno parecía ser un pescador y el otro estaba sentado en un peñasco sobre la playa. Lev distinguió al cormorán que había empujado la imagen de la figura oscura en su cabeza, luchó por controlarlo y lo logró, elevándose alto con el pájaro, dirigiéndole para que rodeara el peñasco y poder ver al hombre por sí mismo. Ropa vieja, barba blanca y una botella vacía de whisky daban la clara impresión de que el observador había pasado la noche en el risco. A su lado había una manta harapienta y acurrucado sobre ella, un perro. Liberó al pájaro y esperó, respirando hondo para orientarse.
Sintió los ojos de Rikki sobre él y levantó la mirada para fijarla en esas profundidades oscuras. Ella tenía cuerdas en las manos y una expresión extraña en la cara.
– Nos dirigimos fuera del puerto, podrías querer poner atención.
– Dame otro minuto.
Ella sabía que él tenía algo que ver con los pájaros. Probablemente sentía el aumento sutil de poder sin darse cuenta de lo que era. Permaneció muy quieta, su cuerpo oscilando con el barco inconscientemente, como si estuviera ya mar adentro y cabalgara las olas. Él adoraba esa calma en ella, la falta de preguntas, la aceptación. Ella le miró sin parpadear. Le tomó un poco más enviar su mente a lo alto y encontrar al otro pájaro que había visto al pescador.
Una vez más, el hombre parecía suficientemente genuino, sentado en un pequeño barco en el borde del risco. Pero parecía que no era lo bastente bueno. Puso a sus observadores a espiar al hombre y les ordenó que fueran a contarle si el hombre se movía de su lugar y se dirigía tras ellos. Le sonrió. Ella no se había movido, aparentemente hipnotizada por él.
– ¿Nos vas a sacar de aquí? -Hizo gestos hacia el parking donde otro camión había aparcado.
Ella se giró bruscamente sin una palabra y agarró el timón. Parecía formar parte del barco, una mano en el timón, el pelo flotando en la brisa mientras avanzaban lentamente por las aguas tranquilas del río hasta pasar bajo el puente Albion al océano. Él sabía que debería haber estado admirando toda esa madera y metal que atravesaba la boca del río, y era una hermosa vista en las horas tempranas de la mañana, pero todo lo que podía ver era a Rikki.
Estaba transformada. Había pensado que estaba hermosa en la cama, piel suave ofrecida como un sacrificio, pero aquí formaba parte del mar, salvaje y libre y muy segura de sí misma. Tanto como adoraba a Rikki por su inexperiencia y buena voluntad por complacerle, estaba intrigado por este lado de ella, tan segura, desde los rápidos movimientos fluidos al idioma de su cuerpo, a la mirada absorta en la cara cuando miraba fijamente al agua.
Todo lo que podía pensar era en acercarse detrás de ella y tomarla allí mismo, mientras les llevaba sobre el agua. La próxima vez, le haría llevar una larga falda sin ropa interior, así podría simplemente levantar el dobladillo y enterrarse profundamente. Podrían moverse con la subida y la caída del barco, un ritmo apacible, o si golpeaban una pequeña ola, con fuerza y…
Ella giró la cabeza y lo miró por encima del hombro, la especulación en los ojos.
– No estoy segura de que puedas con la tarea. -La risa se derramó antes de girarse para volver a mirar al mar.
El corazón se le contrajo con violencia en el pecho, la emoción por ella tan fuerte que era casi dolorosa. Era agradable saber que él no era parte del paisaje y que ella había escogido permanecer conectada a su mente. Necesitaba la intimidad, incluso si ella no. Rikki era brillante y chispeante, como si la luz estuviera en su interior, mostrándole la salida de las sombras.
– Pienso que eso es un desafío -logró contestar, pero más que anhelo físico por ella, era el conocimiento de certeza en su decisión. Estaba arriesgándolo todo, tirando por la borda todo lo que había sido, quién era en esencia, pero ella lo valía.
Otra vez ella le echó un vistazo por encima del hombro antes de girarse para mirar directamente al agua mientras aceleraban hacia su destino.
– Eso no es exactamente la verdad, Lev.
Se estaba volviendo experta en telepatía; tendría que ser más cuidadoso en proteger sus pensamientos. Sabía que ella estaba allí, pero se estaba volviendo familiar, ya parte de él, como si se hubieran absorbido de algún modo el uno al otro.
– Sí, lo es. Bien vales el riesgo.
Ella le envió una pequeña sonrisa, sus ojos terciopelo suave.
– Tonto. Por supuesto que lo valgo. No esa parte. Quién eres es lo mismo. Esto siempre ha sido quién eres realmente, sólo que nunca te permitiste sentir nada. Eras un niño cuando te tomaron y te entrenaron. Eres un buen hombre, Lev, tanto si lo crees como si no. Estoy dentro de tu cabeza y yo veo quién eres. Siempre has sido bueno.
Él miró la costa mientras la seguían, alzando la mirada ocasionalmente al cielo, a los pájaros, mientras le daba vueltas a esas palabras una y otra vez en su mente. Ya no sabía la verdad, ¿y realmente, importaba? Le habían dado una segunda oportunidad y la estaba agarrando con ambas manos.
Permanecieron silenciosos, disfrutando del sol de la mañana brillando sobre el agua. Desde la atalaya de un barco, la vista de la costa era muy diferente. Vio agujeros atravesando grandes masas de piedra, islotes en el mar donde todo tipo de pájaros hacían sus casas, descansaban o anidaban. Los pájaros se zambullían en el mar para pescar, y las focas sacaban ocasionalmente las cabezas o descansaban sobre sus espaldas, mirando al Sea Gypsy con curiosidad.
Algo grande se movía al costado de ellos, cortando fácilmente el agua, y vio a Rikki sonreír y echar un vistazo. Un géiser de agua erupcionó al lado del barco, haciendo caer gotas sobre ellos. Se rió en voz alta.
– Nos acaba de hacer una invitación para jugar.
Él levantó una ceja.
– ¿Invitación a jugar? ¿Con eso? -Miró el cuerpo inmenso y aerodinámico moviéndose fluidamente por el agua. La ballena gris tenía que medir sus buenos trece metros de largo y pesar aproximadamente de treinta a cuarenta toneladas. La cola se alzaba fuera del agua. Medía de tres a cuatro metros y estaba profundamente cortada en el centro.
La ballena desapareció bajo el agua otra vez. Localizó más sombras en el agua. Rikki ralentizó el barco y luego lo permitió andar al ralentí mientras se agachaba sobre el agua, hundiendo la mano ahuecada y disparando el líquido en un largo arco sobre la superficie. Mientras lo hacía, comenzó a cantar suavemente, para que las gotitas de agua se cernieran en el aire, formando una larga cadena.
Lev contuvo la respiración, consciente de que estaba a punto de presenciar algo que probablemente nadie más que Rikki había visto jamás. Sintió que la energía crecía bajo ellos. El barco se meció. Se estiró para tocarla, colocando la mano suavemente en su nuca, queriendo la conexión física incluso mientras empujaba su mente en la de ella.
La conexión íntima, tan profunda, tan fuerte, le sacudió, la sensación era tan grata como hacer el amor con ella. Su calor le rodeaba, femenino y suave, sin ningún borde afilado. Fundirse no era exactamente la misma cosa que leer sus pensamientos. Estar dentro de ella, compartir su mente, trajo un fuerte dolor y una necesidad que siguió creciendo más fuerte. Por un momento el aliento ardió en sus pulmones y el corazón palpitó con fuerza. Imágenes eróticas jugaron por su mente compartida y permitió que las ondas de placer se vertieran sobre él.
Todo el tiempo mantuvo la mirada fija en esa cadena de agua sostenida a treinta centímetros por encima de la superficie del mar. Sin advertencia, la cola se disparó por el agua, golpeando la cadena. Riéndose, Rikki la hizo bailar fuera de su alcance. Él podía sentir el modo en que ella anticipaba los movimientos de la ballena por la fuerza de la energía que se vertía desde debajo de ellos. Ella no hacía trampas, mantenía la cadena a la misma distancia de la superficie. Lev divisó varias ballenas espía, saltando fuera del agua con esas cabezas estrechas y rematadas en punta, mirándole como si sonrieran. Las manchas grises y blancas cubrían la piel más oscura junto con percebes blancos. Las ballenas eran criaturas inmensas y elegantes, emigrando por la costa del pacífico desde las aguas árticas hasta las lagunas de Baja, donde estaban las zonas de apareamiento y cría.
Miró como varios miembros de la manada jugaban al juego, tratando de ser la primera en golpear la cadena de agua con sus colas. Podía oír la risa encantada de Rikki, pero más, sentía el mismo placer, unido como estaba con ella. La conexión al mar era tan profunda en sus venas que podía jurar que la sangre de Rikki fluía con el ritmo de las olas. La alegría estalló por él, un extraño concepto tan raro que, al principio no tuvo la menor idea de qué era ese sentimiento indescriptible. Ella le había dado eso, el regalo de la felicidad.
Miró como venía un macho grande y supo, como Rikki lo sabía, que él era quien iba a golpear esa cadena de agua, golpeándola con fuerza con su cola, de ese modo el agua estalló en el aire, miles de gotitas de cristal llovieron sobre ellos. Satisfecha, la manada se movió, desapareciendo bajo la superficie una vez más.
– Eso fue increíble.
Ella se rió y le permitió ayudarla a levantarse, moviéndose contra su cuerpo con una señal no tan sutil.
– La próxima vez, llevaré esa falda. -Le besó el mentón y se volvió para acelerar el barco hacia delante-. Si sigues mirando, probablemente subirán en aproximadamente tres a cinco minutos. Resoplarán a intervalos de tres a quince segundos antes de levantar sus colas y desaparecer. A menudo permanecen abajo más tiempo, pero si pones atención, advertirás una pauta general.
– ¿Acabas de lanzar lo de la falda y cambias el tema a las ballenas?
Su risa excitó su ingle hasta que fue doloroso. Juró por un momento que podía sentir sus dedos acariciando su pesada erección.
– Tenemos trabajo que hacer, compañero.
Fue tras ella, cerca, de manera que su cuerpo quedara impreso contra el de ella, así Rikki podía sentirle duro y empalmado, apretado contra ella. Un brazo le rodeó la cintura y descansó el mentón levemente en su hombro. Me gusta ser tu compañero. No podía decir tales palabras en voz alta, pero la emoción de su interior se derramó en la mente de Rikki.
Ella se estiró hacia atrás para rodearle la cabeza con un brazo, girando la suya para poder encontrar su boca. La besó larga y profundamente, saboreando el amor en sus labios. Ella se separó primero, volviéndose para cerciorarse de que seguían el curso. Se dirigían hacia uno de sus lugares predilectos, fuera de Elk. Le había dicho que estaba aproximadamente a quince kilómetros y que había aplazado trabajar allí para poder conseguir una buena cosecha.
El paseo duró cerca de media hora y ella nunca le pidió que se moviera hasta que se acercaron al lugar.
– El cementerio está allí arriba -dijo, haciendo gestos con el mentón y un ceño de concentración en la cara-. A veces siento que los espíritus me prestan demasiada atención.
Él ya no tenía su atención y retrocedió para darle espacio.
– ¿Es peligroso?
– Bien, si no sabes lo que haces -admitió-. Tienes que saber cómo maniobrar aquí. El suelo debajo de nosotros es virtualmente una cordillera. Ves que no hay mucha roca asomándose por aquí. Hay una caída de noventa metros desde lo alto. Las rocas están cerca de la superficie pero se extienden de repente a más de trescientos metros en el océano.
Mientras hablaba, maniobró el barco con cuidado por un sendero oculto.
– El borde norte de la montaña está totalmente bajo el agua.
Él miró debajo de ellos y el corazón saltó. Podía ver rocas a ambos lados del barco bajo la superficie del agua. Unas pocas sobresalían, pero la mayoría parecían estar fuera de la vista. Mientras se acercaban, aparecieron pequeñas islas, nada más que rocas sobresaliendo del mar.
– Bajaré unos seis metros, directa sobre esas piedras, pero tengo que entrar en arco en la corriente, así puedo bajar la cadena, de otro modo el flujo me alejaría a mí y a los erizos del barco. De esta manera puedo utilizar la corriente en mi beneficio.
Cada una de las pequeñas calas formaban refugios en las rocas. Los islotes estaban punteados con focas que tomaban el sol en la marea baja. Las focas puntaban con sus abrigos marrón oscuro con manchas plateadas que brillaban al sol temprano mientras los mamíferos descansaban con sus grandes cuerpos extendidos sobre las piedras.
– Míralas. Son realmente precioas tan cerca, pero más grandes de lo que esperaba.
Ella rió.
– No son tan monas si te zambulles en uno de sus vías entre las piedras. No les gusta y no son tímidas en hacértelo saber. De repente tienen dientes y garras, y tú sólo sales de su camino. Gran parte del tiempo, se disparan por delante de ti cuando estás allá abajo y tienes que ignorarlas. Nunca compartas tu cosecha o no te dejarán solo, pueden ser agresivas.
Lev estudió las focas. De repente parecieron mucho más grandes que hacía un par de segundos.
– ¿Cuán grandes son?
Ella se encogió de hombros casualmente.
– Alcanzan el metro y medio o metro ochenta de longitud y pueden pesar ciento doce kilos. Trátalas con respecto y estarás bien. -Le dio un pequeño ceño-. No vas a zambullirte, Lev.
– Lo sé, pero quizá tú tampoco deberías zambullirte aquí. ¿No hay erizos al otro lado de esas rocas, lejos de su territorio?
Ella asintió.
– Realmente, el frente de esa pared de piedra está cubierto con ellos. Hay una caída de tres metros y medio, pero sólo puedes cosechar en ese lugar con un oleaje de un metro y no mucho tiempo. Tienes que permanecer flotando en alrededor de diez metros, pero es bastante peligroso, puedes caer muy rápidamente.
– Genial. Utilizas la palabra "peligroso" bastante.
Ella sacudió la cabeza, sonriendo para tranquilizarle.
– Aquí estamos protegidos de grandes oleajes que vengan del noroeste. Las rocas grandes rompen la sucesión de olas. Por supuesto, tienes que enfrentarte con la corriente. Es como bucear en un río. No tienes el movimiento de las olas de aquí para allá.
Ella sonaba tan lógica, tan segura de sí, y más, estaba ansiosa por zambullirse. Podía sentirla escabulléndose, su atención en su amante. El mar definitivamente la llamaba. Sabía que adoraba el agua y bucear era imprescindible para su bienestar, pero de repente pareció demasiado peligroso permitirle ir sola. Él nunca había experimentado realmente temor por nadie más y era malditamente incómodo.
Ciertamente había buceado, numerosas veces y estaba perfectamente cualificado, pero ella se negaría. Ya había conseguido una enorme concesión sólo con estar en el barco. No quería ser tan impaciente para perderlo todo empujándola demasiado rápido. A Rikki no le gustaban los cambios. El había traído muchos cambios a su vida y ella era frágil. Sabía que el lazo que tenía sobre ella era tan frágil como su estado de ánimo.
– Dime lo que hace un tender -dijo.
Cuando ella lo fulminó con una mirada impaciente, él trató de sonreír.
– Mientras te pones el equipo.
Ella le indicó que se sentara fuera de su camino mientras verificaba su equipo otra vez. Lo había hecho la noche antes, lo había repasado meticulosamente por la mañana y ahora lo verificaba una tercera vez. Él se dio cuenta de que realmente se tomaba su seguridad muy en serio.
Rikki lo sujetó con sus ojos oscuros.
– Básicamente cualquier cosa que yo diga.
– Vamos, lyubimaya moya. -Deliberadamente utilizó su acento, los ojos azules vagaron sobre ella mientras vertía agua caliente en el traje de buzo-. Dame unos pocos datos.
Ella suspiró y se contoneó para quitarse los vaqueros, exponiendo las piernas proporcionadas y el tatuaje de gotas de agua que él adoraba tanto. Era muy esbelta, por trabajar bajo el agua y por comer sólo mantequilla de cacahuete. Necesitaba comida energética y una dieta equilibrada. Tranquilo, se recordó. Un cambio a la vez, y sólo cosas que ella necesita para mantenerse sana y salva.
Rikki le envió esa mirada rara como si hubiera captado parte de sus pensamientos, aunque ya no estaban conectados telepáticamente. Quizá algo acerca del agua que les rodeaba amplificaba su talento. No sabía mucho acerca de elementos agua, sólo que eran poderosos por derecho propio. Él tenía dones psíquicos, pero los de ella funcionaban de forma distinta. Estaba unida al agua y el agua estaba unida a ella.
– Rikki. -Mantuvo su voz tranquila.
– Estás trabajando muy duramente para manipularme -indicó ella.
Sabía que ella era inteligente.
– Sólo dame la idea general.
– Los auxiliares, por regla general, hacen todo por encima del agua y el buzo hace todo por debajo. Lo más importante es recordar ir despacio. No hay emergencia a menos que yo te lo diga. Un tender hace lo que se le pide, nada más. No te inventes nada mientras esperas.
Se echó champú de bebé en las manos y se enjabonó las piernas, caderas y nalgas. No llevaba más que un tanga. Trató de no quedarse hipnotizado por la vista de las manos fluyendo por toda esa piel.
– Si todo por encima del agua es mi trabajo, debería estar haciendo eso.
Ella parpadeó, como si saliera de un trance y entonces sonrió.
– No tienes más que una idea en la cabeza. Y para mí es importante mantener mi rutina. No puedo desviarme. Una sóla cosa me sacude y mi mente entra en caos, pero más que eso, es un asunto de seguridad aquí.
– Lo tengo, nada de sexo en el barco.
– Yo no he dicho eso, sólo que no interrumpas mi rutina antes de zambullirme.
– ¿Entonces qué hago?
– Absolutamente nada. -La sonrisa se le desvaneció y lo miró directamente a los ojos-. No puedes tocar ni una cosa en este barco.
– Rikki. -Su voz fue suave-. Eso es tonto. Permite que te ayude. No tocaré nada a menos que me lo digas. Confías en mí con tu cuerpo, puedes confiar en mí con tus cosas. -Podía ver ella se estaba empezando a agitar, alterada por el cambio en su rutina-. Dame algo que hacer. Una cosa. Zambullirse es un trabajo agotador. Puedo hacer el trabajo básico.
Ella se deslizó en la parte de abajo de su traje de neopreno mientras pensaba en eso.
– Engancharé la bolsa a mi manga y la enviaré arriba. Cuando golpee la superficie, puedes recoger la bolsa, lentamente, lo cual me empujará arriba a mí también. Cuando la bolsa llegue al barco, asegura el gancho a la bolsa de erizos y desconecta la manga. Yo también vendré a bordo a descansar y a comer, o desearé otra bolsa. Si pido una bolsa me lo das antes de que acarrees el equipo a bordo. Primero llena el agujero de erizos con las bolsas. Una vez que esté lleno cubre las bolsas de la cubierta con el alquitranado de plata, el lado plateado hacia arriba.
– Puedo hacer eso.
Rikki se quitó la camiseta por encima de la cabeza y la dobló pulcramente sobre los vaqueros, indiferente a estar con el pecho desnudo, el sol de la mañana jugueteando sobre sus curvas esbeltas con una mano amorosa. No parecía advertir su estado de desnudez, pero él no podía evitarlo, su mirada vagó de manera posesiva, bebiendo de ella. Rikki era suya. Esta mujer salvaje e independiente era una mezcla de vulnerabilidad y valor. Habría pocas personas en su vida que apreciarían su rápida mente y su valor frente a los desafíos de un mundo en el que ella había nacido demasiado sensible para funcionar apropiadamente, pero se las arreglaba, labrándose una vida para sí misma contra las probabilidades imposibles.
Lev se encontró con la boca seca y el corazón palpitando. La luz giraba en torno a ella, convirtiendo su piel en suave crema y haciendo que sus enormes ojos parecieran aún más negros, más misteriosos y exóticos que nunca. Tenía ese pequeño ceño adorable en la cara que él había llegado a saber que significaba que estaba concentrada, luchando con su incapacidad para enfrentarse a los cambios en su rutina. Le gustaba que él fuera una de las pocas personas en las que ella confiaba en su vida, y adoraba que fuera el único al que permitiría en su barco o en su cama. Le pertenecía a él exclusivamente, y había satisfacción e incluso orgullo en eso.
– Lentamente -se repitió cuando pudo encontrar la voz-. Recojo la bolsa lentamente. Los erizos en su agujero primero y entonces si están en la cubierta los cubro con el alquitranado de plata, el lado plateado hacia arriba. Nada más, nada menos y me tomaré mi tiempo.
Ella se frotó champú de bebé en la parte superior del cuerpo, los dedos se deslizaron sobre la piel, los senos, la pequeña cintura. Era más erótico que nada que hubiera visto jamás.
– Es posible que alguien nos vea por aquí, Pesca y Juegos, y comprobarán tu licencia. Un tender se asegura de que los otros barcos permanezcan fuera del territorio de un buzo. Sigue el rastro donde tu buzo ha ido para que los otros buzos no entren en su territorio.
Sonriendo burlonamente, él miró al cielo. Esa parte sería bastante fácil. Nadie se acercaría a su buzo.
– Y deja de mirarme de esa manera.
– ¿Cómo?
– Como si estuvieras a punto de comerme.
Ahora su sonrisa fue toda para ella.
– Puedo, ya lo sabes. Cada mañana para desayunar. Aquí mismo en el barco. No importa. Podía volverme tan adicto a tu sabor como tú a la mantequilla de cacahuete.
Ella le envió una mirada por debajo de las pestañas que le hizo querer besarla. Cruzó los brazos y la miró tranquilamente mientras se ponía el traje y luego se enganchaba el cinturón alrededor de la cintura. Tenía los ojos como los tenía en el dormitorio. Le gustaba la idea tanto como a él.
– Eres un pequeño pervertido, lo sabes, ¿verdad? -dijo ella.
Él se encogió de hombros, impenitente.
– Afortunadamente te gusto así.
La sonrisa de respuesta fue lenta, pero llego.
– Bueno -concedió-, quizá sea verdad. Tengo que ir a trabajar.
– ¿Te gusta esto, verdad?
Rikki asintió.
– Éste es mi mundo, Lev.
No lo miró otra vez, absorbida en su rutina repasó meticulosamente cada pieza del equipo. Él la miró prepararse para zambullirse, cada paso separado, guardándolo en la memoria, así podría anticipar algo que quizás necesitara si permitía alguna vez una asociación entre ellos. Notó que las mangas estaban enrolladas en un lazo, cada longitud del círculo exacta. El rastrillo tenía un cuchillo soldado, pero no llevaba ninguna otra arma en su persona, un concepto completamente extraño para su naturaleza.
Una vez más pudo ver que le había olvidado completamente. Se imaginó que los egos de la mayoría de los hombres sufrirían un golpe cuando se daban cuenta de que ella simplemente se los sacaba de la cabeza como si ya no existieran. Estaba muy concentrada mientras verificaba su cuerda salvavidas, el compresor de aire, la manga y su tanque de repuesto, el cual llevaba a la espalda. Tenía sus instrumentos atados a la muñeca y el equipo listo cuando de repente levantó la mirada y sonrió. A él.
El corazón de Lev saltó otra vez. Nunca había estado tan afectado por nadie en su vida.
– Diviértete, Rikki.
Ella se giró hacia el costado del barco y entonces vaciló.
– ¿Estarás bien?
Se acercó a ella y tomó su cara entre las manos, besándola larga y profundamente.
– No te preocupes por mí. Tengo muchas cosas que hacer.
Ella le frunció el entrecejo, lo besó otra vez y se deslizó fuera de sus brazos, avanzando al borde del barco. Entró en el agua y se agarró a la cadena del ancla, utilizándola para bajar a la profundidad a la que quería ir. De otro modo, el flujo de la corriente la habría arrastrado.
Lev la miró desaparecer con el corazón en la garganta. Se pasó la mano por el espeso pelo y miró al agua por donde había desaparecido. Iba a ser uno de esos hombres desagradables que se negaban a alejarse de su esposa. Quería estar allí abajo con ella, con lanzas y cuchillos y quizá un torpedo o dos, por si acaso. ¿Quién creería que él sería así?
Estudió el terreno en torno a ellos. Era hermoso, el aire fresco y limpio, la vista increíble. Los precipicios eran altos, y la larga extensión de piedra, señalando como un dedo desde la tierra, parecía salir directamente desde la carretera. Se encontró acomodándose. Esto era lo que deseaba. Este lugar. Esta mujer. Bucear con ella en el ambiente donde estaba más cómoda.
Tenía dinero, lo bastante para que ninguno de ellos tuviera que trabajar otra vez, pero ella nunca aceptaría eso, y él adoraba eso sobre ella. Ya estaba comprometido, su mente, su cuerpo, definitivamente su cuerpo. Ella era su vida ahora.
¿Entonces cómo iba detener las inevitables preguntas? Levi Hammond tenía un pasado. Había creado toda una vida para sí mismo, agregando un extenso pasatiempo por bucear. Los padres de Hammond ya no estaban vivos, pero le habían dejado dinero, mucho, y eso había sido la parte más difícil de construir en una vida falsa. El dinero podía ser rastreado. Había tenido que proponer maneras plausibles por las que sus padres le habían dejado una herencia que si se investigaban, parecería sólida.
Una vez hubiera cubierto sus rastros financieros, se consideraría relativamente a salvo, excepto para Ralph. Ralph era un problema y hoy, cuando llevaran los erizos al muelle donde la planta de procesamiento los recogería, Lev tendría que tomar la decisión final de cómo iba a comenzar su nueva vida. Arriesgándolo todo y dejando al hombre vivo o encontrar el modo de que sucediera un accidente. No le gustaba ninguna de las alternativas, y no quería ir donde Rikki con sangre en las manos, no con la sangre de un hombre inocente.