Lev frunció el ceño mientras Jonas Harrington se balanceaba saliendo del camión, y Blythe se deslizaba del lado del pasajero. Rikki, en su balancín, se tensó, pero lo cubrió bien, tomando un sorbo de café y escudriñando a sus visitantes por encima del borde de la taza. Para darle confianza añadida, Lev se acercó detrás de ella, dejando caer la mano casualmente sobre su hombro.
– Esperaba no verte un tiempo -saludó Lev. Se frotó la mandíbula-. Estoy un poco tieso y ciertamente no quiero otra ronda.
Rikki alzó la mirada, los ojos oscuros buscando su cara. Él le guiñó un ojo.
Jonas siguió a Blythe al porche.
– Creo que tengo lo peor del trato, así que no te quejes. No tengo inconveniente en tomar un café, ya que nadie me lo ofrece.
Rikki se ruborizó.
– Lo siento. Debería haber…
– Rikki -interrumpió Jonas suavemente-. Estaba bromeando. Crecí con las chicas Drake y pasé mis años jóvenes atormentándolas. Tiendo a hacer eso con los que considero mi familia. Tú y Blythe sois familia para mí.
– Voy por café -dijo Blythe.
– Ahí va mi mañana -murmuró Lev.
Rikki le envió una reprimenda por debajo de las largas pestañas, como él sabía que haría. Se inclinó para cuchichearle en la oreja.
– Pequeña señorita correcta y formal.
Sintió su risa en su mente, pero no se rió en voz alta. Por debajo de la mano, sintió que parte de la tensión se desvanecía. Tomó un sorbo de café y esperó a que Jonas le contara porque había aparecido otra vez, esta vez con Blythe. El sheriff no habría traído a Blythe a menos que pensara que Rikki se iba a disgustar por la visita.
Jonas permaneció silencioso hasta que Blythe volvió, estudiando la tira ennegrecida que rodeaba la casa de Rikki mientras Lev le estudiaba a él. Definitivamente, estaba preocupado por la reacción de Rikki a sus noticias. Los dedos resbalaron a la nuca del cuello de Rikki, masajeando suavemente, queriendo mantener el contacto.
– Rikki -dijo Blythe, mientras le pasaba una taza para café al sheriff-. A Jonas le gustaría hablar contigo acerca de un oficial que quiere hacerte algunas preguntas. -Alzó la vista hacia Lev, su expresión era preocupada.
Rikki se quedó inmóvil.
– ¿Sobre el fuego? -Su voz fue baja, estrangulada. Los dedos de una mano se volvieron blancos al agarrar su taza de café, mientras la otra se clavaba en el muslo vestido con vaqueros.
Jonas negó con la cabeza.
– No. Hay un ruso haciendo indagaciones sobre la muerte de un hombre que estaba a bordo del yate que se hundió en nuestra costa hace unas semanas. Aparentemente no está enteramente convencido de que el hombre se haya ahogado.
Rikki no reaccionó como Lev esperaba. Se relajó un poco, tomó un sorbo de su café y se encontró con la mirada fija de Jonas.
– ¿Qué tiene eso que ver conmigo?
– Buceaste ese día. Aparentemente lo comprobó con la compañía de procesamiento y ellos enviaron un camión para recoger tu captura.
Ella frunció el entrecejo, inclinando la cabeza a un lado.
– Seguro. Lo recuerdo. La ola salió de ninguna parte sin ninguna advertencia y me tiró al agua. Tuve suerte de tener puesto mi equipo de submarinismo.
– Creo que él piensa que este ruso sobrevivió.
Jonas nunca miró a Lev. Ni una vez. No reveló el hecho de que sabía que Levi Hammond era Lev Prakenskii, el ruso "muerto". Lev tenía que decirle a Rikki la verdad, que Jonas lo sabía, pero la noche con ella había sido demasiado perfecta para estropearlo con la preocupación sobre lo que Jonas pudiera hacer. En este momento, parecía estar indicando que había aceptado a Levi Hammond en su comunidad. Quizás fuera una tregua inquieta, pero Lev podía aceptar eso.
– El agua está demasiado fría -protestó Rikki-. Dudo que alguien pueda sobrevivir mucho tiempo sin un traje de neopreno, especialmente bajo las condiciones de aquel día.
No estaba mintiendo exactamente. Nadie podría haber sobrevivido sin un traje de neopreno, no por mucho tiempo. Lev suprimió la necesidad de tiritar, sintiendo el agua cerrarse sobre su cabeza cuando el yate cayó en la agua fría. Nadie tuvo la oportunidad de gritar, simplemente se hundieron en ese abismo frío, la oscuridad se asentó en torno a ellos. Él había caído, deslizándose por una burbuja casi invisible. La caída había parecido interminable. Un millón de caras, los gemidos de los muertos, la fría, fría agua.
Había tratado de nadar, yendo a las profundidades, tratando de encontrar una salida. La ola le atrapó, le hizo girar una y otra vez como una lavadora, golpeándole contra algo hasta que estuvo tan desorientado y mareado que no sabía donde estaba o cómo salir de la situación. Las manos de Rikki habían sido sorprendentemente fuertes, anclándole, pero fueron sus ojos los que le salvaron.
Se había sentido vagando hacia los gemidos, la muerte le atraía más cerca. Ella había tirado de él, le había mirado a los ojos. Esa mirada era resuelta. Tranquilizadora. Estaba a salvo con ella. Podía caer. Podía romperse. Podía vivir. Viviría. Ella compartió el aliento, el aire, la esencia de la vida, todo el tiempo sosteniéndole con los ojos. Ya no estaba solo en el frío y oscuro fondo. Ella estaba allí, compartiendo su alma. Había perdón. Redención. Había esperanza. Estaba todo allí con Rikki.
Él sintió la presión de la mano de ella, el pulgar que se deslizó sobre el centro de la palma. Parpadeando, se arrancó fuera del frío profundo y se encontró mirándola a los ojos. Ella le sonrió. Lentamente. Tierna. El amor se deslizó sobre él, le calentó. Bajó la cabeza, incapaz de detenerse y le rozó la boca levantada con un beso. El corazón se le contrajo. Cuando alzó la mirada, Jonas le estaba mirando y barrió inmediatamente toda expresión de la cara.
– Rikki no necesita hablar con ningún oficial de Rusia. No hay razón para que pase por eso.
– Él no va a rendirse -indicó Jonas-. No hasta que esté satisfecho.
– Tráelo aquí -dijo Rikki-. No tengo nada que decirle, pero si le ayuda a cerrar el caso y a llevar resolución a la familia de ese hombre y amigos, entonces no tengo inconveniente.
– Rikki… -advirtió Lev.
– Si quieres, Rikki -dijo Blythe-, puedo permanecer contigo mientras Jonas le trae y le lleva; Levi, sé que tienes cosas que hacer hoy, pero yo me quedaré con ella.
Jonas hizo un único sonido de molestia. Lev sabía que el sheriff había reconocido a Lev porque había estado esperando que el ruso perdido fuera el hermano de Ilya. Había sabido que un Prakenskii estaba en el yate y los Prakenskii no morían tan fácilmente. No le gustaba la situación de que Blythe y Rikki no fueran honestas con él, pero iba a permitir que Levi Hammond existiera.
Lev sacudió la cabeza.
– Si Rikki habla con él, me quedo.
– No seas burro -gruñó Jonas, frunciendo el ceño.
Lev le miró fijamente.
– No dije al aire libre.
Jonas levantó la mano.
– No digas otra palabra. Y mejor que Levi Hammond tenga su permiso de armas al día y capaz de pasar una comprobación.
Lev se encogió de hombros casualmente.
– A tu disposición.
Había confianza absoluta en su voz. Ya tenía su identificación y toda la documentación había llegado al apartado de correos de Rikki. Tenía bastante papel para convencer al mundo de que Levi Hammond de hecho existía y tenía una larga, memorable y muy variada carrera.
– Blythe no puede quedarse -dijo Rikki. Cuando Blythe trató de protestar, sacudió la cabeza-. De ninguna manera. El sheriff estará aquí y eso es suficiente. Necesito saber que estás a salvo. No quiero atraer la atención sobre cualquiera de vosotras.
Blythe comenzó a protestar, pero Jonas le puso la mano en el brazo.
– Estoy de acuerdo esta vez, Blythe. Vamos a acabar con esto. -Dirigió la mirada hacia Lev-. Tú esfúmate. Volveré en media hora.
– Estará aquí sentada -contestó Rikki con una pequeña y secreta sonrisa.
Jonas frunció el entrecejo y entonces asintió.
– Otra cosa. ¿Significa algo para ti el nombre de Gerald Pratt? Había huellas dactilares en la dársena y tuvimos éxito casi inmediatamente. Comprobamos las huellas en puestos que trabajan contra el fuego, como bomberos. Gerald Pratt trabaja para el departamento forestal en el área Big Sur. Sucede que creció en la misma ciudad que tú, Rikki. Habría tenido aproximadamente dieciséis cuando tú tenías trece.
Rikki frunció el entrecejo, tratando obviamente de recordar.
– Juro que nunca he oído ese nombre antes. Quizás he ido a la escuela con él, pero si lo hice, la escuela fue tan difícil, que no le habría recordado de todos modos. Era la chica rara, siempre perdida en mi cabeza. Los niños se burlaban mucho de mí, pero no puedo recordar nombres específicos.
– Él no fue a ninguna de las escuelas contigo -dijo Jonas-. Hasta ahora, no he podido encontrar la conexión, ni a él, pero todavía estoy excavando. No he tenido mucho tiempo. Pratt ha trabajado la semana pasada, pero está libre en este momento y nadie tiene la menor idea de a donde ha podido ir. Se ha tomado dos semanas libres.
– Gerald Pratt -repitió Rikki en voz alta. Sacudió la cabeza y miró impotentemente a Lev y luego a Blythe-. No lo conozco.
Sonaba tan perdida. Blythe puso sus brazos alrededor de Rikki y la sostuvo, murmurando suaves consuelos.
– Resolveremos esto, Rikki -aseguró.
Cuando se puso derecha, Rikki sacudió la cabeza.
– ¿Cómo podría haber molestado tanto a alguien que quisiera matarme a mí y a todos los que me importan pero no recordarle?
Jonas se agachó delante de ella, alzando la mirada a sus ojos que evitaban cuidadosamente los suyos.
– Rikki, a veces las personas están enfermas. No se sabe que va a desencadenarlos. Si viven en otra realidad, lo que ellos creen se vuelve verdadero. Nada que una chica de trece años pueda haber hecho sería justificación para las acciones de este hombre.
– ¿Estás seguro que es él? -preguntó Lev.
Jonas negó con la cabeza.
– Es un sospechoso. Tenemos sangre y dejó su ADN en las colillas de los cigarrillos, pero eso no significa que comenzara el fuego. Significa que estuvo en esta propiedad. Además, el acelerante que utilizó fue Jet A, un combustible de alto octanaje que arde rápido y fuerte. Este tipo sabe lo que hace.
Lev no dijo nada. Si Pratt tenía la cara desgarrada por los búhos, no habría preguntas. Vendría a por Rikki pronto. No tenía tantas vacaciones y necesitaba acabar con ella ahora. Pratt tenía una preferencia por matar con el fuego, era su arma elegida. Ahora que sabía dónde estaba Rikki, volvería.
– No hagas nada estúpido -advirtió Jonas a Lev y acompañó a Blythe de vuelta al coche.
Rikki estaba silenciosa, columpiándose suavemente, moviendo el pie descalzo arriba y abajo.
– Laskovaya moya, quiero hablar contigo sobre este ruso que va a venir. Sé que estás preocupada por Pratt, pero está muy lejos de ser tan peligroso como este hombre. Él realizará un interrogatorio, no una charla -dijo Lev, tomándole la mano, el pulgar le acarició en círculos sobre el centro de la palma-. No tienes que hacer esto.
Ella giró todo el poder de sus oscuros y hermosos ojos hacia él. A Lev el corazón le dio un salto. Había valor allí. Determinación.
– Por supuesto que sí. Si vas a deshacerte de ellos, tengo que ser la única que lo haga. Él sabe que estuve en el agua ese día.
– No me gusta -respondió Lev.
Ella se encogió de hombros.
– No tiene que gustarte. Soy una mujer adulta y he estado tomando mis propias decisiones durante mucho tiempo. ¿Estamos en esto juntos, verdad? -Le miró. Desafiándolo-. ¿Correcto? ¿O creías que no me impondría porque piensas que tengo una discapacidad?
Los ojos de Lev brillaron violentamente y la rodeó para agacharse delante de ella, abrió la mano sobre su garganta y le levantó el mentón con el pulgar.
– ¿De dónde coño ha salido eso? No vamos a pelearnos por esto, Rikki. Expreso mi opinión, que es peligroso y tú deberías tenerme el suficiente respeto para confiar en que lo sepa. Yo respeto tus habilidades en el agua.
Ella se ruborizó y apartó la mirada.
– Lo siento. Tengo problemas con las discusiones. Los debates -corrigió-. Bastante a menudo, porque soy diferente, las personas creen que tengo un coeficiente intelectual bajo y no puedo captar una situación. Quieren tomar mis decisiones por mí.
– Yo no -contradijo él, entonces se pasó la mano por la cara-. Bien. Quizá yo sí, pero no porque piense que no eres lo bastante lista para ver una situación. No te quiero en peligro. Cuando un hombre encuentra a la única persona de valor para él, ésa persona importa más que nada y hace que todo lo que ha visto jamás, o hecho o atravesado valga la pena; créeme, Rikki, el impulso de protegerte es abrumador. Si te molesta, entonces perdón, porque sucederá una y otra vez en todos nuestros años juntos.
Ella le tocó la cara suavemente.
– Puedo aceptar eso. Pero no me trates jamás como si no fuera inteligente.
Él le agarró la mano y le besó las puntas de los dedos.
– No soy tan estúpido, Rikki. Entonces si vas a hacer esto, entraré en casa y quitaré cualquier evidencia de que he estado aquí. Tu hombre, Levi Hammond, vuelve a casa cuando no está por la costa haciendo submarinismo. Aterriza aquí a veces. Se vaga.
– No le voy a dejar entrar en la casa.
– Tendrás que hacerlo si esto va a funcionar. Él va a encontrar un modo de entrar en la casa. No se lo pongas fácil, pero déjale entrar. Es la única manera de que quede satisfecho. Mientras esté en el porche, puedo cubrirte, pero una vez esté dentro, será más difícil. No entres con él. -Cuando ella le miró, suspiró-. Por mí. Quédate afuera donde pueda verte.
– No te acerques, Levi -ordenó-. Déjame esto a mí. -Le envió una sonrisa misteriosa y traviesa-. Soy una buena actriz. Y tengo mucha experiencia a la que recurrir. Ese complejo estatal en el que estuve me proporcionó toda clase de maravillosa práctica.
Él saboreó el temor en la boca.
– Escúchame, lubov moya, oye lo que estoy diciendo. Este hombre es el hombre más peligroso con el que jamás te toparás. Mata sin sentimiento. Es como un robot. No le importa nadie. No trabaja con el propósito de salvar gobiernos o para tratar de detener el tráfico de armas o personas. No le importan nada las drogas. Mata. Ese es su único objetivo en la vida. Una vez tras el objetivo, nunca para hasta haber completado la tarea. Esa es su única alegría, la victoria de ganar. Su victoria es el matar.
Ella frunció el entrecejo.
– ¿Y este hombre está detrás tuyo?
Lev asintió.
– Su trabajo es cerciorarse de que estoy muerto. Si le mato y no vuelve donde los que lo enviaron, sabrán que estoy vivo y enviarán otro y luego otro hasta que un día yo cometa un error. Si éste regresa a casa, les dirá que estoy muerto y le creerán.
– Entonces eso es lo que tiene que hacer -dijo Rikki.
Lev sacudió la cabeza.
– No es tan fácil. Ha interrogado a cientos de personas. Puede presentir una mentira. Conoce el lenguaje corporal. Sabe las cosas pequeñas que traicionan a las personas cuando mienten.
Rikki le sonrió.
– Debería venir aquí cuando estoy sola entonces.
Las tripas de Lev reaccionaron, protestando. El pensamiento de Rikki a solas con el limpiador le aterrorizaba absolutamente.
– De ninguna manera. Eso no sucederá. Puede traer al sheriff con él. Esa es la única manera de que se acerque a ti. Si cometes un error, regresará sólo sin Harrington y le mataré. Decidiremos qué hacer después de eso.
Rikki suspiró.
– Sabes, Levi, tienes que superar toda esa cosa de “le mataré”. Eso podría funcionar para Lev, pero no para Levi. La gente no resuelve sus problemas así.
Él apretó los dientes.
– Esto podría ser una excepción.
Le dio la espalda y entró en la casa, limpiando con cuidado todos los platos y guardándolos. Sólo dejó la taza de café de Rikki. No había mucho alimento en casa. Blythe ya se había llevado los restos de la cena de la noche anterior. Examinó el contenido del frigorífico. Muy escaso, parecía definitivamente que sólo una persona vivía allí.
Rápida y eficientemente deshizo la cama, la rehizo con sábanas frescas y colocó las otras en la lavadora. Los cuartos de baño fueron los siguientes. Rikki era muy exigente con los cuartos de baño así que no había mucha evidencia de él allí tampoco. Borró toda la prueba de su existencia en la casa. No fue difícil. Tenía el hábito de asegurarse de que tocaba pocas cosas dondequiera que viviera. Y limpió cada superficie rápidamente. Su maleta estaba empacada y se fue con él, junto con las armas, cuando salió de casa.
No fue donde Rikki, no pudo. Si lo hacía, dudaba que hubiera seguido adelante con el plan. Todavía estaba considerando disparar al bastardo.
Rikki miró como Lev atravesaba el patio a zancadas y desaparecía entre los árboles. Un pájaro llamó. Otro contestó. Llevaba su maletín y supo que estaría arriba en lo alto de algún árbol en algún lugar, cubriendo la casa, pero este era su mundo, y nadie, ni siquiera un limpiador mandamás al que todos tenían miedo, iba a venir a su propiedad y tomar lo que era suyo. Era capitán de su barco y ella había sacado a Lev del océano. Eso significaba que era suyo. Se tomaba la ley del mar muy en serio. Era responsable de él. Le había dicho que estaría a salvo con ella y lo estaría.
Columpió el pie de aquí para allá, ligeramente hipnotizada por los pequeños círculos que hacía, permitiendo deliberadamente que su mente se concentrara en el modo que el sol tempranero de la mañana se vertía como oro en los pequeños charcos de agua del patio. El agua parecía chispear con el brillo del diamante. Parpadeó para enfocarlo, o más precisamente, para desenfocarlo, así los bordes del charco parecían esparcirse como rayos.
Inmediatamente se perdió en la belleza de la simetría, en esos perfectos rayos de cristal que partían del centro del charco. Los colores se volvieron más profundos y vívidos, unas pequeñas ondas enviaron ondulaciones por la superficie cuando la brisa sopló suavemente. El agua la deslumbró, hasta que pequeñas luces de colores estallaron detrás de sus ojos y pudo ver que el charco tenía su propia vida, creciendo a una imagen tridimensional. Un mundo había venido a la vida en ese pequeño charco.
Insectos vivos jugaban encima del agua, y las sombras nadaban por debajo, pacientes y mortales, esperando que una de esas ligeras criaturas de frágiles alas cometiera un error. El zumbido de los bichos creció hasta que fueron músicos tocando al tiempo que la brisa soplaba ondas en el charco, conduciendo las sombras a un frenesí de movimiento. Las grietas y hendiduras contenían una miríada de criaturas de colores brillantes que meneaban brazos, piernas y tentáculos en su búsqueda de alimento.
– ¡Rikki! -La voz de Jonas se arrastró por el borde de ese mundo fascinante.
Alzó la vista un poco vagamente, parpadeando rápidamente. Evitó la mirada de Jonas y mantuvo la cabeza baja, mirando más allá de él, estudiando al segundo hombre por el rabillo del ojo. Comenzó a mecerse suavemente. El hombre de aspecto de oficial al lado de Jonas estaba dividiendo cuidadosamente el patio y los terrenos circundantes. Mientras caminaba por delante del camión, miró dentro y ella tuvo la sensación de que incluso con esa mirada rápida, él había notado cada artículo.
Jonas se agachó delante de ella, su voz muy suave.
– Rikki, este es el hombre del que te hablé, el que quiere hacerte un par de preguntas acerca del hundimiento del yate. Su nombre es Petr Ivanov. Trabaja para el gobierno ruso e investiga a alguien de su gente que estaba a bordo del yate. Le he explicado que eres autista y que no te gusta que la gente esté alrededor de tu casa. No tocará nada y no estaremos aquí mucho tiempo. ¿Vale?
Rikki asintió con la cabeza repetidas veces, aumentando el balanceo un poco más. Su cerebro ya estaba muy cerca de ese lugar, su propio mundo, donde estaba a salvo y nadie podía tocarla, ni siquiera un maestro de los interrogatorios.
Petr Ivanov estudió su cara durante mucho tiempo. Rikki movía los dedos continuamente, girando en pequeños círculos extraños, y ocasionalmente los levantaba a su boca para soplar en ellos. Giro, una, dos, tres veces y entonces soplar.
– ¿Es usted buzo?
Asintió.
– ¿Buzo de erizos de mar? ¿Y se zambulló el día que el yate se hundió en la costa?
Asintió otra vez. Los dedos continuaron girando y soplaba en ellos cada tercera vez, como si apagara velas. Su mirada fija en el charco un poco más allá de la escalera que llevaba al porche.
Petr miró a Jonas. El sheriff se encogió de hombros.
– Ella no habla mucho con personas, raramente con extraños, y tiene una manía cerca de que la gente entre en su casa o suba a su barco.
– Le dije que era necesario -dijo Ivanov-. Este hombre utiliza a las mujeres. Es peligroso. Sabré si ha estado cerca de ella.
– Dudo que permita a un extraño cerca de ella y no puedo imaginarme que le dejara entrar en la casa. Ella ha estado por aquí casi cinco años y he entrado en su casa una vez. Sin duda los otros buzos le contaron algo sobre ella.
La conversación fluyó en torno a ella. Rikki era inmune a ello, las palabras un cuchicheo vago al fondo mientras los insectos y ranas retomaban el coro de su canción. Las ondas en el charco se convirtieron en olas.
– Necesito saber lo que usted vio allí -dijo Petr y chasqueó los dedos bajo su nariz.
El balanceo de Rikki aumentó en fuerza. Comenzó a agitar las manos, girando los dedos y luego soplando las puntas como si apagara llamas.
– Tiene que hacerle preguntas de sí o no -dijo Jonas-. Y retroceda.
– ¿Vio usted a un hombre en el agua ese día? ¿Alguien vivo?
Rikki sacudió la cabeza violentamente.
– Una ola. Una ola grande. -Se permitió deslizarse lejos, en las brillantes aguas del charco donde las ondas habían venido a la vida.
Hubo un silencio mientras Ivanov estudiaba su creciente agitación. Suspiró.
– No voy a conseguir nada de ella. Tengo que ver la casa.
El batir aumentó. También el balanceo.
Jonas fue muy suave.
– ¿Podemos echar un vistazo, Rikki? No tocaremos nada.
Se meció durante un minuto luego asintió, los ojos pegados al charco.
El ruso juró y empujó la puerta de la cocina. En el momento que tocó el picaporte, ella empezó a hacer un sonido estrangulado con la garganta, su única protesta. Jonas, claramente dividido entre Rikki y el ruso, le siguió adentro.
– No toque nada -declaró Jonas-. Ella le ha dado permiso para echar un vistazo, eso es todo. Ella… -su voz se desvaneció, dejando a Rikki completamente en su propia mente.
No les vio salir. Estaba demasiado lejos en su mente. Ya no los oyó más, sólo el sonido de su propio mundo a donde se retiraba cuando el ruido y el dolor llegaban a ser demasiado. El ruso nunca la podría encontrar allí y no podría encontrar a Lev tampoco. No les podría seguir en su mente, sin importar cuanto entrenamiento tuviera. Podría mantener a Lev a salvo hasta que llegara a ella. No le gustaba que nadie presenciara sus "crisis" pero esta vez, permitió que sucediera. Había sido su elección y no estaba avergonzada.
Vuelve a mí, laskovaya moya, la voz de Lev brilló en su mente, penetrando las olas ondulantes. Me has mantenido a salvo, pero ahora necesito que regreses conmigo.
Fue doloroso volver a un lugar donde los colores y los detalles parecían tan aburridos al principio, después del fascinante e hipnotizador reino submarino.
– Él no regresará -la saludó Lev, atrayéndola a sus brazos-. Ha sido una cosa muy valiente y no lo olvidaré. Jamás.
Ella le sonrió, parpadeando un poco desorientada.
– Él nunca creerá que te permitiría cerca de mí, mi barco o mi casa.
– ¿Por qué lo has hecho? -preguntó Lev y la sacó de la hamaca, para llevarla a la casa-. ¿Por qué me has elegido?
Ella le trazó la mandíbula fuerte por debajo de la suave barba.
– Tus ojos. Veo tu verdadera esencia y te conozco de un modo que nunca podría conocer a nadie más.
Hicieron el amor toda la tarde. Jonas llamó preguntando por Rikki, obviamente preocupado por si la habían empujado demasiado lejos. Le aseguró que había convencido a Petr Ivanov que su última esperanza de que Lev estuviera vivo se había desvanecido. Nadie había visto a un extranjero. Nadie creía que alguien pudiera haber sobrevivido en el agua fría y no había rastros de un superviviente. Ivanov había salido para el aeropuerto de San Francisco, para volar a casa.
Lev cocinó la cena, una cuidadosa preparación de ensalada, que Rikki mordisqueó como si fuera un conejo, rebuscando para desechar cualquier cosa que pensara ue parecía espantosa; patata asada, que le gustó; y un pequeño pedazo de filete. Él tuvo que quitar cada pedazo de grasa y ella jugueteó con él durante mucho tiempo antes de comer algo, pero comió y él se sintió como si hubiera conseguido una victoria inmensa.
A última hora de la noche se tumbaron juntos en la cama con las luces apagadas, Lev tenía la cabeza en su regazo mientras sacaba el tema que había querido abordar.
– Sabes, laskovaya moya, he estado pensando. Debemos planear nuestra boda. Una pequeña ceremonia civil aquí. Sólo con tus hermanas. Nada estrafalario, sólo nosotros. -Lev la miró a la cara con cuidado-. Soy bueno en abrirme paso rápidamente entre el papeleo.
Los dedos de ella se inmovilizaron en el pelo, los oscuros ojos se oscurecieron más. Por un momento hubo bastante silencio en el cuarto para que él pudiera oír palpitar el corazón de Rikki. La tomó del brazo, deslizando la mano hasta la muñeca donde el pulso palpitaba en su palma.
– Te he asustado, lubov moya, y no era mi intención. Ya hablamos de matrimonio.
– Hablar no es lo mismo que planear.
– ¿Por qué debemos esperar?
Ella se humedeció los labios.
– Tienes que pensar en eso, Lev. Pensar en serio. Hay tantas cosas que no puedo hacer. Éste es mi mundo, aquí mismo, pero es muy estrecho. Yo no viajo, nada en absoluto. Esta es mi casa. Planeo vivir mi vida aquí. La granja y mi submarinismo. Trabajo fuera, a veces con Lexi, pero raramente tengo compañía. Vivo una vida solitaria a propósito. Necesito rutina. Tengo dificultades para aceptar cambios en mi vida. No puedo entrar en tiendas donde hay luces fluorescentes, que es casi por todas partes.
Él le sonrió.
– Es una larga lista. Déjame ver. He viajado toda mi vida y estoy listo para un hogar, uno permanente. Quiero trabajar con mis manos y el traje de buceo me queda bien. Prefiero una vida solitaria. Estoy incómodo alrededor de muchas personas. No me importa la rutina en la casa, fuera puede ser más difícil, pero hemos conseguido un buen compromiso. Me dejas entrar en tu cuarto de baño para ducharme.
– Sólo porque hay algunas ventajas.
Le dirigió una sonrisa, pero era forzada. Definitivamente la había asustado. Lev atrajo la mano a la boca y mordisqueó suavemente.
– ¿Piensas que te dejaré?
Ella frunció el entrecejo y él tuvo el deseo loco de bajarle la cabeza y besarla para quitarle ésa mirada de la cara. La agarró de la nuca e hizo eso, movió la boca sobre la suya, besándola una y otra vez, satisfaciendo su necesidad de saborearla, perdiéndose en la belleza de su respuesta.
– Laskovaya Moya, yo haré las compras en las tiendas para nosotros. Te estoy pidiendo que creas en mí del modo en que yo creo en ti.
– Sólo has degustado la libertad, Lev. Puedes ir adónde quieras ahora. Todos piensan que estás muerto. Puedes tener cualquier vida que quieras. Cualquier mujer. -Forzó una pequeña sonrisa y los dedos le agarraron del pelo-. Una que pueda tener hijos.
Él se quedó inmóvil por dentro. Allí estaba. El problema como lo veía ella.
– La vida que deseo está aquí. La mujer que deseo está aquí. En cuanto a niños, yo nunca consideré tener alguno, así que si no tenemos, no echaré en falta nada en lo que nunca he pensado en primer lugar.
– Si tenemos un hijo, tendría miedo de que resultara como yo -admitió ella en voz baja.
Él la besó otra vez, dolido por dentro.
– ¿Una mujer de valor? ¿Una que se abre paso por sí misma en el mundo? ¿Una que tiene éxito sin importar las probabilidades?
– Es difícil crecer no siendo normal en un mundo donde lo diferente no es aceptado. Una pequeña cosa como cambiar la luz en las escuelas quizás hubiera ayudado, pero fue más fácil deshacerse de mí antes que gastar dinero. Enseñar a los niños comprensión y tolerancia hubiera ayudado también. No quiero mi vida para mi niño. No pienses que me quejo, Lev, porque no lo hago. Sólo creo que las probabilidades de que cualquier hijo mío tuviera que luchar cada día de su vida para que le acepten son más grandes.
– Me conformo con haber conseguido toda tu atención -dijo-. Quiero envejecer contigo, Rikki. Te pido que te entregues a mí completamente.
Los ojos de Rikki se suavizaron y se volvieron tiernos.
– Entonces sí. Absolutamente sí.
Afuera, un búho chilló, luego un segundo. Lev salió rodando de la cama, se puso en pie de un salto alcanzando el arma y metiéndola en la funda que había colocado sobre la mesa. Se puso la funda, dio un tirón a una chaqueta y salió corriendo.
– Llama a Jonas. Pratt está aquí. Está jodidamente cerca. No sé cómo ha pasado a los centinelas. Y sal de aquí, sube a la carretera y espera.
No esperó para ver si le obedecía, ya estaba saliendo como un rayo por la puerta. Un asesino decidido con mucha experiencia podría hacer mucho daño. El incendiario tenía que ser detenido ahora. Se movió rápidamente, siguiendo esta vez las imágenes que el búho le proyectaba. Gerald Pratt estaba en el área del jardín, en la cuesta que llevaba a la casa de Rikki.
Jurando, Lev corrió a través del terreno desigual. Pratt había entrado por la entrada trasera. Al igual que muchas personas desequilibradas, era astuto, y entró a favor del viento, teniendo cuidado de no poner sobre aviso a los pájaros. Había colocado sus líneas de fuego como un general. El suelo estaba mojado, pero no empapado, y con suficiente combustible, ardería rápidamente y se propagaría directo a la casa de Rikki.
Cuando Lev corrió entre los árboles pudo oler el queroseno, denso y fuerte, y supo que Pratt había estado en ello durante un tiempo. Los troncos de los árboles que le rodeaban habían sido salpicados con el líquido inflamable. El incendiario trabajaba lenta y muy cuidadosamente alrededor de la casa de Rikki para atraparla dentro. Pratt había estado tan dominado por la necesidad de destruir a Rikki que no había esperado a que hubieran bajado la guardia. Había elaborado otro plan de ataque y lo estaba aplicando inmediatamente.
El combustible Jet A proporcionaría el necesario calor para secar el suelo entre la vegetación espesa y la casa de Rikki. Una vez que Pratt encendiera el fuego, podría manipular las llamas, hasta que ardieran lo bastante caliente para subir por la ladera, consumiendo todo a su paso, incluyendo la casa de Rikki. Esta vez, Pratt cortaría todas las rutas de escape empapando los árboles en el risco por encima de ella también. Si Pratt no hubiera sido un elemento fuego, Lev no habría estado tan alarmado. El suelo no estaba seco y preparado para la menor chispa, pero Pratt tenía la capacidad de controlar el fuego, de hacerlo arder con bastante fuerza como para provocar el daño que pretendía. El calor se arremolinaría detrás de las llamas, creando más oxígeno y alimentando el fuego mientras crecía en tamaño hasta que todo a su paso se consumiera.
Con el corazón palpitando desenfrenado y saboreando el temor en la boca, Lev se maldijo por no haberse asegurado de que Rikki estuviera a salvo. Había estado tan concentrado en apartar a Pratt de su vida, que no había considerado que pudiera quedar atrapada esperando a Jonas y al cuerpo de bomberos. Miró al cielo. Había nubes, pero no tan pesadas como la otra noche. Unas pocas parecían gris y negras, pero no muchas.
Lev, ¿dónde está?
Se permitió respirar. El incendiario no sabía que podían comunicarse en silencio. Giró la cabeza para echar un vistazo por encima del hombro y pisó la piscina de líquido. El suelo estaba saturado de combustible. Supo instantáneamente que el hombre había esperado compañía. Estaba en su profesión y había sido educado en el modo que el fuego funcionaba. Debería haber estudiado la topografía de la granja y el bosque circundante.
La casa de Rikki estaba considerada interfaz urbana, una casa rodeada por cantidades tremendas de combustible. Había limpiado los peligros cerca de la casa y plantado sólo plantas resistentes al fuego y de bajo crecimiento dentro de los diez metros de su casa. Había convencido a sus hermanas para hacer lo mismo. La mayor parte de las plantas contenían agua, haciéndolas perfectas para soportar sequías y para ayudar a resistir el fuego. Las podaba regularmente y quitaba toda la vegetación muerta, permaneciendo extremadamente vigilante a causa de los fuegos en su pasado. Fresas salvajes, jarritos y fucsias estaban más cerca de la casa, mientras que plantas como la lavanda, milenrama, flor de mono y ciclamores proporcionaban un círculo mediano con la salvia y conchas en el extremo exterior. Por todo el jardín, tenía aspersores y un vasto suministro de agua.
No vengas aquí, Rikki. Ha echado combustible por todas partes. Y recuerda, tiene un lanzallamas. En el momento en que sepa que estamos fuera de la casa y en el bosque, encenderá ese acelerante. Te quiero fuera de aquí.
Bien, eso no sucederá. Estoy extrayendo toda la humedad que puedo de este área, del cielo y de debajo de nosotros. No la puedo utilizar hasta que él haga su movimiento. Una vez que eso suceda, cortaré su vía de escape utilizando la charca. Tiene que haber calculado que escapará por ahí. No voy a dejar que nuestra granja arda. El sheriff y el cuerpo de bomberos están en camino. Les he dicho a mis hermanas que se vayan inmediatamente.
Ésa era su mujer. Fría bajo el fuego. Decidida. Podía enfrentarse a un entrenado interrogador ruso y usar lo que otros llamaban una debilidad como su fuerza más grande, y entonces fría y deliberadamente salía a la noche y trabajaba con él, a pesar del peligro, para salvar la granja. Por supuesto que Pratt tenía un plan de fuga. Iba a prenderle fuego a las colinas y al bosque. Tenía que tener un sendero seguro para salir.
Permaneciendo agachado, Lev se movió en un semicírculo, más despacio ahora, estirándose en busca de los pájaros para que le dieran una idea clara de dónde estaba trabajando el incendiario. Se movió en silencio, sabiendo que si Pratt le oía llegar, utilizaría inmediatamente el lanzallamas y provocaría la fuente de ignición. Ardería lo bastante caliente para provocar un fuego en la ladera.
Rikki tenía que estar al descubierto. Nunca podría reunir las nubes dentro de los árboles. No sabía qué era peor, si saber que estaba en el bosque donde en cualquier momento Pratt podía convertir todo el bosque en llamas rugientes o al descubierto donde podía ser un objetivo fácil para un arma. No podía verla mientras se abría camino entre árboles y maleza, de vuelta al valle más abajo donde la charca de riego estaba situada.
Al otro lado del valle, a unos cuarenta metros, pudo ver a Pratt, trabajando frenéticamente, lanzando un chorro de combustible desde una mochila en la espalda. El incendiario roció generosamente los arbustos que llevaban al primer anillo de protección de la casa de Rikki, la artemisa. Pratt saturó varias áreas mientras corría en torno al perímetro exterior del patio. Soltando la mochila, la empujó cerca del camino que se dirigía a la charca y se puso la mochila del lanzallamas.
Lev apuntó a la sien del hombre. Antes de que pudiera apretar el gatillo, Pratt tropezó con una rama grande que estaba caída en el sendero y cayó al suelo, saliendo de la vista de Lev. Las llamas explotaron rojizo anaranjadas, encendiendo los gases. El mundo alrededor de ellos estalló. El gas en los árboles alrededor de Lev se encendió, las llamas saltaron al aire hasta que no pudo ver nada. El calor le abrasó. El oxígeno se había ido, alimentando las llamas hambrientas, vertiéndose en el fuego hasta dejarlo jadeando. Se dejó caer al suelo para tratar de encontrar un modo de respirar.
Estoy atrapado.
Rikki estaba preparada para ese momento. El cielo se abrió sólo sobre el bosque y la pequeña cuesta donde Pratt había preparado con tanto cuidado su asalto. Había concentrado la lluvia en el área exacta donde el incendiario había vertido combustible. El agua se estrelló contra Lev, empapándolo, aplastándole el pelo sobre la cabeza, corriendo en arroyos por su cuello. El rugido que le había rodeado cuando el fuego saltó a la vida, tan fuerte sólo segundos antes, se había convertido en un siseo de serpiente. No parecía haber gotas de agua individuales, sino cubos de agua cayendo sobre los árboles y su cabeza.
La lluvia cayó en dos lugares concentrados por lo que Lev pudo decir. Era difícil ver a través del espeso velo gris, pero el agua se vertió en la charca para riegos, ya llena y ahora se desbordaba por las orillas, los árboles y el pequeño valle. El valle era un embudo, atrapando el agua que caía por las laderas y enviándola en torrente como un río hacia la carretera y la charca. El agua burbujeó desde el subsuelo, añadiéndose al repentino suministro, que se alzaba a toda velocidad.
Lev se arrastró hacia adelante sobre las manos y rodillas a través de los árboles a la orilla del bosque. No podía conseguir un buen disparo sobre el incendiario y no quería avisarle de su presencia, así que continuó moviéndose hacia adelante entre la maleza que ardía. Pratt luchó por ponerse de pie, pero fue golpeado de nuevo contra el suelo por la caída de una gran rama rota. Rodó, pareció enredarse por un momento y luego luchó por ponerse de pie.
El agua se arremolinó alrededor de sus tobillos, subiendo rápidamente, vertiéndose ahora desde los sistemas de regadío a través de la granja. El agua cayó desde el techo de casa de Rikki, bajando por los canalones hasta los canales que llevaban a las zanjas. El área entera había sido diseñada para preservar el agua. Cada zanja conducía al embudo principal, en el cual Pratt parecía estar atrapado. Dio una desganada pasada otra vez con el lanzallamas, pero supo que era imposible.
Lev utilizó los codos para propulsarse a través del barro y la hierba para abrirse camino y tomar posición para disparar. Pratt se tensó de repente y giró la cabeza, alzando la vista a la ladera hacia la casa de Rikki.
Ella estaba en lo alto de la colina, la cara hacia arriba, hacia el cielo, las manos elegantes mientras realizaba su sinfonía salvaje. La lluvia respondió a sus órdenes y cada tercer compás, la mano derecha se movía hacia arriba, la palma levantada. Parecía una antigua sacerdotisa venerando a la diosa de la lluvia. Lev trató de gritarle, advertirla, pero el trueno resonó y el viento se llevó el sonido de su voz. Pratt lanzó el lanzallamas a un lado y sacó una pistola.
Sin vacilación, Lev disparó varias veces, sabiendo que el ángulo estaba mal, pero todo lo que le importaba era distraer al hombre y alejarlo de Rikki. Se puso en pie de un salto y corrió hacia el incendiario, disparando todo el tiempo. Pratt se giró para enfrentarse a la amenaza inmediata, escupiendo balas hacia Lev. Estaba igual de ciego, tratando de ver a través de la lluvia que caía a la figura oscura que iba hacia él. Incapaz de ver a Lev, medio giró y disparó a Rikki. El agua se arremolinaba alrededor de sus rodillas ahora.
Lev se detuvo patinando cuando se dio cuenta de que estaba a punto de correr directamente a esa creciente masa de agua. Introdujo un nuevo cargador en el arma y se arrodilló, tratando de conseguir un disparo claro, disparando para atraer la atención de Pratt de vuelta a él.
Pratt estaba en problemas y lo sabía. Disparó a Lev varias veces y luego abandonó todo intento de matar, cambiando su necesidad de castigar por la supervivencia. El agua se arrastró subiendo hasta sus muslos, y ahora la corriente era fuerte, tirando y empujando, conduciéndolo hacia la charca. Estaba atrapado por la pesada mochila y no podía aflojar las hebillas con la lluvia que caía.
Cayó otra vez, rodó, la mochila le arrastraba. Llevaba botas y el agua las había llenado. La pesada chaqueta y la ropa se añadían a su peso. La corriente lo barrió sobre la orilla hasta la charca de riego. Se hundió, salió a la superficie con un chillido de miedo y se hundió otra vez.
Rikki se desplomó en lo alto de la colina y el corazón de Lev casi se detuvo. Se abrió camino a toda costa a través del barro resbaladizo para llegar hasta ella, mientras trataba de mantener un ojo sobre Pratt. El cuerpo subió una vez más, rodó como un tronco pesado y desapareció otra vez, esta vez en el centro de la charca. Lev alcanzó a Rikki. Estaba boca arriba, los ojos abiertos, mirando fijamente a la lluvia mientras ésta caía. Sin su orquestación, la lluvia se ralentizó considerablemente.
– ¿Estás herida? -Le recorrió el cuerpo con las manos.
– Mi pantorrilla se sienten en llamas.
Estaba notablemente tranquila mientras que él sentía como la locura arraigaba. Le rasgó los vaqueros con la punta del cuchillo, frenético por ver el daño. La bala apenas la había rozado, llevándose más tela que piel, y hundió la cabeza, sufriendo arcadas.. No tenía tiempo de vomitar, oyó un ruido por encima de ellos y se giró, levantando el arma. Jonas apareció, flanqueado por otros varios. Lev simplemente colocó el arma en el suelo y levantó a Rikki en brazos. Cuando alcanzó el porche, la lluvia había cesado por completo.
Varias horas más tarde, un equipo había recuperado el cuerpo y una colección de pruebas así que Jonas fue a unirse a ellos al porche de atrás para tomarles declaración.
– ¿Estás bien, Rikki? -preguntó Jonas suavemente-. ¿Ha visto un paramédico esa herida?
– Sí, Blythe estuvo aquí hace un par de horas e insistió. Envió café a tu equipo.
– Mala suerte, que Pratt cayera en la charca con su mochila. No tuvo ninguna posibilidad -comentó Jonas.
– Yo no lo llamaría mala suerte. Y quiero que me devuelvas mi arma cuando termines tu investigación.
Rikki se quedó en silencio, con la cabeza baja y las manos tapándole la cara. Lev y Jonas intercambiaron una larga mirada por encima de su cabeza.
– Casi se han ido, cariño -murmuró Lev.
Ella se meció de aquí para allá en silencio y él se dejó caer en el porche al lado de ella y envolvió el brazo alrededor de sus hombros, atrayéndola hacia él y escudándola con su pecho y brazos.
– Rikki -dijo Jonas suavemente-. Gerald Pratt y su familia estuvieron en el mismo accidente que tus padres y tú, poco antes de tu decimotercero cumpleaños, el gran accidente múltiple en la autopista. ¿Recuerdas ese accidente?
Lev la sintió tomar aire profundamente. Asintió, pero no levantó la cabeza.
– El coche de Sitmore golpeó el coche de Pratt por detrás, lanzando el coche de Pratt por el aire. Golpeó un tanque de combustible y se incendió con las chispas que otro vehículo que se deslizaba por el guardarail, metal contra metal, enviaba al aire.
– Había fuego por todas partes -murmuró ella con voz infantil-. Por todas partes. Mi madre estaba herida. Las personas chillaban. Un coche golpeó el nuestro con mucha fuerza por detrás y nos empujó al coche de delante. El ruido fue terrible.
– El accidente no fue culpa de tus padres y ciertamente no tuya. Cualquiera que lea el informe puede ver claramente que el problema comenzó cuando chocaron dos camiones, provocando una reacción en cadena detrás de ellos. La visibilidad era pobre, la carretera estaba resbaladiza y el desastre golpeó. -Jonas se pasó una mano cansada por el pelo-. Ahora se ha ido, Rikki, y ya no puede herir a nadie a quien ames. -Cuando ella permaneció silenciosa, suspiró y comenzó a darse la vuelta.
Rikki se incorporó, cuadrando los hombros.
– ¿Por qué me quería a mí y mi familia muertos?
Jonas se encogió de hombros.
– Quien sabe lo que le sucedió a su mente. Estuvo en un coche ardiendo con sus padres, alguien lo sacó, pero él los vio morir en el fuego. Se obsesionó con el fuego después de eso. Tomó clases, se convirtió en voluntario a temprana edad, continuó su educación y entonces se unió al Departamento Forestal contra el fuego de California.
Blythe salió de la casa y dejó caer la mano sobre el hombro de Rikki.
– Vuelvo a casa, cariño. Duerme.
– Gracias por el café -dijo Jonas-. Lo apreciamos.
La miraron alejarse, demasiado cansados para levantarse. Rikki reclinó la cabeza contra el hombro de Lev y miró a Jonas, realmente lo miró a los ojos.
– Culpó a mi familia y quiso que muriéramos de la misma manera, ¿verdad?
Jonas asintió.
– Eso creo. Malgastó su vida tratando de vengarse por un accidente. Fue sólo mala suerte que tu coche estuviera detrás del suyo. Dormid un poco, ambos parecéis agotados. Y vigila esa herida, Rikki, no querras una infección.
Lev le tendió la mano.
– Gracias.
– Es mi trabajo -dijo Jonas, estrechando la mano de Lev antes de darse la vuelta.
Lev levantó a Rikki en brazos y la llevó a la casa.