Rikki volvió, duchada y caliente con un chándal y se acurrucó en su silla predilecta debajo de su manta de consuelo. Claramente, todavía estaba en estado de shock, aunque tenía mejor color.
Blythe metió un café en sus manos y cogió su taza de té, mirándoles a ambos con ojos fríos y tranquilos.
– Tenemos que llamar a Jonas -anunció en el silencio.
Rikki jadeó, casi derramó su café y dejó la taza, sacudiendo la cabeza.
– No. No, Blythe. No podemos hacer eso. No puedes hacer eso. Es el sheriff. -Comenzó a retorcerse los dedos agitada, meciéndose de aquí para allá.
Lev le puso una mano en el hombro para calmarla, pero ella continuó agitándose. Él levantó la ceja a Blythe, advirtiéndola. Rikki había pasado por suficiente. Empujarla más sólo causaría que se retirase sobre ella misma, en su opinión.
– Exactamente -dijo Blythe, ignorando a Lev. Se inclinó hacia Rikki-. Cariño, no todos con una insignia no escucharán. He conocido a Jonas desde que era un chico y es un buen hombre.
Rikki se mordió el labio.
– Sé que cree que yo comencé esos fuegos, Blythe. Lo puedo ver cuando me mira.
– Tenemos pruebas de que no lo has hecho -dijo Blythe con calma.
– Sé que cree que lo hice -insistió Rikki-, y no lo quiero aquí. No confío en él.
– Ninguna de nosotras ha hablado de tu pasado jamás con nadie -respondió Blythe-. Él no tiene ninguna razón para pensar eso. No tiene razón para saber nada en absoluto sobre ti.
Rikki volvió los ojos oscuros y atormentados hacia ella.
– Jonas es la clase de hombre que investigaría a cualquiera que se acercara a su familia. Y tú eres de su familia tanto si te gusta creerlo como si no. Él ha mirado mis antecedentes y los de todas nuestras otras hermanas.
Blythe suspiró.
– Eso puede ser verdad, pero no anula el hecho de que no pensará automáticamente que eres culpable porque los investigadores especularon que lo eras. Y ahora tenemos pruebas irrefutables de que no eres culpable.
Rikki continuó meciéndose, retorciendo los dedos en el regazo. Sus ojos estaban un poco salvajes, la mirada recorría el cuarto como si buscara un escape. Siguió sacudiendo la cabeza.
– No lo quiero aquí, Blythe. No puedo tenerle aquí mirándome como lo hace.
Lev se agachó delante de ella y puso su mano sobre la de ella.
– No tenemos que tenerlo aquí, Rikki.
Blythe lo fulminó con la mirada.
– Rikki, piensa en Jonas, no en los otros policías que has tenido alrededor. Cada vez que ha estado cerca de ti, ¿cómo te ha tratado? ¿cómo te ha mirado? No superpongas el pasado en un hombre que no es de ese modo. Él no tiene nociones preconcebidas acerca de nadie. Jonas es su propio hombre y sopesa los hechos antes de decidir. Cree en dar a la gente una segunda oportunidad, y si eres honesta contigo misma, Rikki, admitirás que tengo razón acerca de él.
Lev agarró el mentón de Rikki en la palma.
– Mírame, laskovaya moya. -Su voz era tierna, su mirada amorosa-. Estoy aquí contigo. Blythe, Judith y todas las otras saben que tú no empezaste esos fuegos. Yo sé que no lo hiciste. ¿Importa realmente cualquier otro? Somos una familia. Estaremos contigo. No estoy entusiasmado con meter al sheriff en esto y si tú realmente no lo deseas, puedo manejar esto por nosotros.
– ¡No! -Blythe fue inexorable-. Piensa lo que le estás pidiendo que haga sólo porque tienes miedo, Rikki. Levi quiere permanecer aquí contigo. Si surge la violencia, quizás tenga que irse, y de algún modo, y no soy psíquica, creo que él te protegerá con todos los medios a su disposición. No importa lo que cualquiera de vosotros diga, creo que él es el ruso perdido de ese yate. Y si él no quiere que nadie lo sepa, entonces hay una buena razón para ello.
– No le hagas esto -dijo Lev bruscamente.
Rikki tragó con fuerza y se estiró en busca de la mano de Lev, adhiriéndose con fuerza.
– No trato de asustarte, cariño -dijo Blythe, haciendo caso omiso de la oscura amenaza en la voz de Lev-. Sólo quiero que pienses racionalmente. Sé que es difícil permitir entrar a Jonas en nuestro círculo, pero es un buen hombre. Si confías en mí, te pido que extiendas esa confianza a él. Levi merece comenzar una vida sin algo colgando sobre su cabeza. Quienquiera que esté ahí fuera para matarte usó un arma esta noche. ¿Realmente deseas que Levi tenga que utilizar una también?
– No necesitaré un arma. -La voz tranquila de Lev lo dijo todo.
Blythe tembló pero lo miró directamente.
– Creo en las segundas oportunidades. Todos nosotros las necesitamos. Si esta es tu oportunidad, entonces tienes que comenzar bien.
Rikki se meció unos pocos minutos más, haciendo un sonido estrangulado de pena que rompió el corazón de Lev. Blythe se echó para atrás y esperó, Lev aceptó la sugerencia de ella. Rikki tenía que encontrar su propio camino. Lo había estado haciendo durante muchos años y cualquier respuesta física que le llevara a ayudarla a llegar, él estaba dispuesto a dejar que la manejara. Ella no querría interferencias. Era independiente y ese estado de ánimo lo había ganado a duras penas. Merecía todo el tiempo que le llevara arreglarlo.
Rikki agitó las manos delante de su cara y se sopló en los dedos como si las puntas estuvieran ardiendo.
– Le puedes llamar, Blythe. Pero sabe de los otros fuegos.
– Quizá, Rikki -concedió Blythe suavemente-, pero eso no significa que no esté dispuesto a darte el beneficio de la duda; de otro modo, ¿no crees que habría venido y me hubiera advertido?
Rikki se meció un momentos más, pero las manos se calmaron mientras fruncía el entrecejo, pensando. Lev se encontró respirando normalmente otra vez ante la vista de ese pequeño ceño. El cerebro de ella estaba en funcionamiento otra vez, expulsando el caos. Rikki era muy frágil, y él siempre tendría que estar atento ante el hecho que su casa necesitaría rutina y equilibrio absolutos. Había sido prudente, aunque por un momento o dos, el impulso de coger a Blythe y sacarla por la fuerza había sido muy fuerte.
Rikki se mordisqueó el labio inferior hasta que Lev tuvo miedo de que se hiciera sangre.
– Quizá tienes razón. Me paró el otro día y fue agradable. Podría haber sido malo y haberme puesto una multa.
– Entonces llamémoslo y pidámosle que salga y eche un vistazo a donde éste hombre ha estado mirando la casa y al daño que ha hecho esta noche -animó Blythe-. Si lo deseas, puedo hablar con él. Le puedo decir que estaba contigo cuando el fuego comenzó.
– Sabes que la policía querrá hablar con Rikki -dijo Lev. Su tono era desapasionado, pero lo hizo sonar como una reprimenda. Blythe tenía buenas intenciones, pero él se oponía a desorientar a Rikki. La policía iba a querer hablar con todos si él era alguna clase de representante de la ley.
– Quizás. -Blythe se encogió de hombros-. Pero incluso si lo hace, Rikki lo conoce. Y ella me conoce. No voy a dejar que Jonas la intimide, lo cual estoy segura nunca haría. -Se inclinó y tomó las manos de Rikki, deteniendo los dedos que se movían nerviosamente-. Pequeña, escúchame. Conoces a Levi mejor que nadie. ¿Qué piensas que haría él para protegerte?
– No. -El tono de Lev se volvió bajo y mortal-. No la pongas en la posición de pensar que ella tiene que protegerme.
– Lo hace -respondió Blythe tranquilamente-, de ti mismo.
Las pestañas de Rikki revolotearon dos veces antes de levantar la mirada a los ojos de Lev. Éste sintió el impacto de esas profundidades oscuras de terciopelo en el estómago. Ella estaba definitivamente de regreso y pensando. Blythe había encontrado el estímulo correcto para forzar a Rikki a volver del borde de fusión.
Laskovaya moya, no tienes que preocuparte por mí. Puedo cuidar de mí mismo. Es lo que hago. Y este hombre, este pirómano, pronto no será un asunto. Lo estoy rastreando ahora.
Lev. Cuchicheó su nombre en su mente. Intimo. Tierno. Una reprimenda.
– Blythe tiene razón. Debemos hacer esto del modo correcto. Llamaremos a Jonas y le daremos una oportunidad.
Él se sentó sobre los talones.
– Sabes que hay peligro en eso también.
– Sólo si tratas de interferir en su cabeza. Tiene sus propios dones -dijo Rikki-. Siento su energía cada vez que estoy cerca de él.
– ¿Energía buena o mala? -incitó Blythe.
Lev se enderezó, girando los fríos ojos azules hacia Blythe.
– Puedes parar en cualquier momento.
– Levi, esto es importante. Ése hombre no sólo trató de atraparnos dentro de la casa, tenía un arma. Si no estuviera tan decidido a matarla con fuego, podría estar al acecho. ¿Qué defensa tiene ella contra eso?
– A mí. -Su voz fue implacable. Seguro. Confiado-. Nadie va a hacerle daño.
– Entonces utiliza la ley. Permite que llame a Jonas.
Inesperadamente, fue Rikki quien lo cambió todo. Si realmente vas a ser Levi Hammond y no Lev, el hombre en la sombra, tenemos que saltar con ambos pies. Hagámoslo. Llamémoslo. Si no va bien, entonces exploraremos la opción dos.
Lev suspiró, se dio la vuelta alejándose de las dos mujeres y caminó por el suelo. Esta casa, la granja, era su refugio, un refugio a salvo de intrusos. Cada momento lejos de ella incrementaba el peligro para él. Cada persona que le viera era una amenaza. No había tenido tiempo de plantar suficientes semillas, ese recuerdo oscuro que crecería con cada avistamiento. Había querido ir a Sea Haven esa mañana temprano y ver a Inez, la mujer que finalmente convencería a todos de que Levi Hammond ya había estado en Sea Haven y en su tienda durante años. Tenía la reputación de desaparecer, de perseguir sueños, pero todos ellos jurarían finalmente que lo conocían.
Un sheriff. Uno con dones propios. Se frotó la barba, ese cabello suave que ahora mantenía pulcro y recortado, que alteraba su apariencia y cubría viejas cicatrices. Tendría que escoger cada palabra con cuidado, mantenerse en las sombras, permitir que las mujeres hablaran, pero se podía hacer. Había estado en situaciones peores y más tensas.
– ¿Levi? -llamó Rikki.
Él asintió, el estómago le daba vueltas. Tenía demasiado que perder. Nunca había tenido nada que perder antes. Tuvo el fuerte impulso de agarrar a Rikki, tirarla en el camión y salir pitando. Su futuro, su vida estaba allí en los ojos de ella. No era por la granja, o la casa, el escondrijo perfecto. Se trataba de una mujer.
Fijó su mirada en la de Rikki, mirándola directamente a los ojos, tratando de decirle la enormidad de esta decisión, lo que les podría costar. Ella respiró, la oscuridad de su mirada brilló con inteligencia, con entendimiento.
– Llámalo, entonces -dijo Lev, y bruscamente se dio la vuelta, saliendo a zancadas de la casa hacia el porche de atrás.
Nunca había dependido de otro ser humano para nada, hasta que Rikki llegó. Los instintos de supervivencia chillaban, arañando profundamente, su instrucción protestaba la decisión. Iba en contra de quién y qué era, su esencia, aunque si deseaba esta vida, tendría que conceder en ciertas cosas. Tendría que aprender, como otros, a vivir dentro de la ley, o tan cerca como pudiera.
Oyó los pies descalzos de Rikki salir de la casa, yendo detrás de él. Ella envolvió ambos brazos en torno a su cintura y apoyó la cabeza contra su espalda. Se reclinó sobre él. Lev miraba la noche, inhalando el olor a humo y lluvia. El olor de Rikki. Puso ambas manos sobre las de ella.
– Esto es arriesgado, cariño. Lo sabes, ¿verdad?
Hubo un pequeño silencio. Las ranas se llamaban mutuamente, felices por la lluvia. Una cigarra cantaba su canción. Rikki giró la cabeza para depositar un beso en el hueco de la espalda antes de descansar la mejilla contra su espina dorsal.
– Podemos hacer esto.
Él sonrió sin girar la cabeza. Con esa sencilla declaración, ella les había atado juntos, los había hecho uno. Cuando me case contigo, no podré utilizar mi nombre de pila. Había pena en su voz, en su corazón. Quiero que te cases con el hombre verdadero, no el que he fabricado.
Ella le sostuvo sin vacilación. No iba a encogerse lejos de él, no con su cuerpo ni su mente. Siempre tendré al hombre verdadero, sea cual sea el nombre para vivir que él elija para nosotros. Eres real, Lev, no una sombra que alguien creó.
La sonrisa de Lev se amplió. Por fin comprendía los misterios. Allí de pie en el porche con la oscuridad rodeándoles, escuchando el coro de ranas, supo lo que había dentro de todas esas casas a través del mundo. Se había parado fuera de ellas a menudo, escuchando el murmullo de voces, el sonido de la risa de niños, y se había preguntado qué sentían, por qué se escogían el uno al otro, por qué lo arriesgarían todo.
Nací Lev Prakenskii. No todo acerca de mí es una mentira, Rikki. Nunca te fallaré. Lo que siento por ti es real. Lo abarca todo y es duradero. Las cosas que tu hermana te dijo ahí adentro, fueron cosas que me enseñaron, técnicas de supervivencia esenciales para un hombre aislado de toda ayuda y oculto. No lo estoy haciendo contigo. Puedo ofrecerte mi nombre real, uno que nunca podremos utilizar, pero deseo que lo conozcas.
Ella continuó apretando su cuerpo contra el suyo, permitiendo que la noche los envolviera. El arranque repentino de lluvia que ella había extraído de las nubes había llegado a ser poco más que niebla sin el tirón de su energía. Amortajaba los árboles con un velo blanco lleno de humo, bloqueándolos del resto del mundo. Él disfrutó del silencio, del sonido de las ranas jugando en los charcos después del fuerte aguacero.
Lev se giró ligeramente y envolvió el brazo alrededor de Rikki, atrayéndola por detrás de él, a su lado, bajo el hombro donde podría mantenerla caliente en la niebla que se arremolinaba.
Blythe carraspeó.
– He calentado la cena. Venid a comer, los dos.
Lev había sido consciente de que ella se movía cerca de la cocina y le fue imposible ignorar el olor a comida. No importaba que su mundo pudiera derrumbarse en las siguientes horas, su cuerpo necesitaba combustible. Le dio la espalda a la noche y, manteniendo a Rikki a su lado, entró en la casa.
Echó una mirada a la cocina espaciosa. Éste era su hogar. Blythe había puesto la mesa con la vajilla que Rikki adoraba tanto. Él recogió con calma tres platos y los volvió a guardar en el aparador.
– Rikki le tiene mucho cariño a esta vajilla -explicó mientras los sustituía por platos de papel-. Vamos a encontrar otro conjunto que no importe si los astillamos o rompemos.
Blythe aceptó sus palabras prácticas con una pequeña sacudida de la cabeza.
– Ya veo -fue todo que dijo.
Lev sacó la silla de Rikki y ella se sentó, pareciendo regia con el chándal.
– Eres bueno para ella -dijo Blythe, mirando como Rikki cogía un tenedor, en vez de protestar porque los tres estuvieran sentados para comer juntos en su cocina.
– Ella es buena para mí -corrigió Lev y se hundió en la silla al lado de Rikki.
– Ella está justo aquí, escuchando la conversación, y al contrario de lo que parece ser la creencia popular esta noche, tiene un gran oído -Rikki tomó el tenedor y comenzó a mover las judías verdes por el plato.
Lev se echó a reír.
– Ella también es cómica -indicó-. Y cree que no advertiremos que no está comiendo.
– Estoy estudiando estas cosas. Parecen como orugas verdes grandísimas. -Arrugó la nariz mientras miraba fijamente las verduras ofensivas.
Blythe rió.
– Las judías verdes son buenas para ti.
Rikki puso los ojos en blanco.
– Estás obsesionada con todas las cosas verdes, Blythe. -Apeló a Lev-. ¿No crees que parezcan un poco confusas? -Empujó a las judías un poco más por el plato, les sonrió, luego cambió a una cara ceñuda.
Lev sintió una sacudida inesperada de felicidad en la región del corazón. No podía evitarlo, se inclinó y rozó la yema del pulgar sobre sus labios. El pequeño ceño se emparejó al que le dirigía al plato.
– Prueba la patata, cariño. Te gustará.
Ella hizo muecas y tocó la patata rellena tentativamente con el tenedor, como si pudiera explotar.
– Es amarilla y blanca.
– Buenos colores -comentó él-. No colores marinos, sino colores de queso. Supongo que la próxima vez considerarás inyectar tinte azul en el queso, Blythe.
Blythe asintió.
– Lo haré. No había pensado en eso.
– Muy graciosos, los dos. ¿Ahora quiénes son los cómicos?
Lev acercó el plato y cortó la patata rellena de queso en pequeños trozos.
– No hay nada verde en esto. Sólo queso y patatas.
Rikki inspeccionó el contenido con cuidado antes de tomar una pequeña porción con el tenedor.
– Yo no te envenenaría -le aseguró Blythe.
– Quizás trates de envenenar a Levi -indicó Rikki-, y yo podría por accidente haber conseguido la patata con arsénico.
– Tienes razón -dijo Blythe alegremente.
Lev se encontró riendo, cómodo ahora con Blythe. Se entenderían. Quizá ella podía ver, o sentir, que lo que sentía por Rikki era verdadero. Se encontró incluido en el muy pequeño círculo de personas a las que Blythe permitía entrar en su vida. Era una buena persona, con buenos motivos. Y él adoraba cómo quería a Rikki.
– Te habrías merecido que trajera a casa ese enorme y feísimo pez para cenar -dijo Lev.
Rikki se puso un pequeño trozo de patata en la boca y masticó, tragó y le dirigió una rápida y provocativa sonrisa a Lev.
– Esa cosa nunca iba a entrar en esta cocina. -Tomó otro trozo de patatas-. No están tan mal, Blythe.
Blythe se apretó una mano sobre el corazón.
– Vaya elogio.
– El más alto -admitió Rikki, masticando otro trozo-. Creo que me gusta esto.
– Necesitaré definitivamente la receta -dijo Lev-. Estoy reuniendo tantas como puedo. La he tenido comiendo sólo dos de los platos que enviaste. En su mayor parte mantequilla de cacahuete.
– ¡Oye! -protestó Rikki, disparándole una rápida y casi culpable mirada a Blythe-. Como ese brócoli todas y cada una de las noches.
Lev asintió, afirmando que era verdad.
– Lo moja crudo en la mantequilla de cacahuete.
Blythe se estremeció.
– Si funciona. Por lo menos comes algo sano.
Terminaron la comida con Rikki tratando de explicar las maravillas nutritivas de la mantequilla de cacahuete y cómo la toma de calorías era lo único que necesitaba cuando buceaba. Se comió toda la patata, una judía verde y una pequeña porción de pollo antes de que apartara el plato y se mimara con un puñado de galletas de mantequilla de cacahuete.
Tiraron los platos de papel y restauraron la cocina al prístino orden que Rikki necesitaba para sentirse cómoda en su casa. Estaban limpiando cada mancha del mostrador cuando el radar de Lev saltó. Un búho ululó dos veces, llamando desde los árboles. El pájaro huyó, pasando en silencio por la ventana de la cocina.
Los veo. Lev le envió tranquilidad a su centinela.
– Tenemos compañía -dijo en voz alta.
Rikki se tensó, su expresión era afligida. Lev suavizó la luz del salón, asegurándose de que hubiera muchas sombras en las que deslizarse.
El coche rodeó el paseo de delante, la primera vez que Lev había visto que alguien hiciera eso, señalándole que estos visitantes eran primerizos. El sheriff era un hombre alto y bien formado. Aparcó el coche cerca de la puerta principal e inmediatamente caminó alrededor para ayudar a su pasajero. Se detuvo un momento para mirar cuidadosamente alrededor, estudiando el ancho foso, el césped ennegrecido y marchito bajo la oscura capa de agua grasienta.
El sheriff tomó el brazo de la mujer mientras caminaban a la puerta. Él se movía con fluida gracia, su mirada se movía por la propiedad, aunque daba la apariencia de poner toda su atención en la mujer. Lev se deslizó atrás para dejar que Blythe y Rikki los saludaran primero, queriendo valorar a la pareja antes de que fueran completamente conscientes de él.
La mujer que atravesó la puerta era terriblemente hermosa y estaba muy embarazada. Sonrió con timidez a Rikki y abrazó a su prima.
– Blythe. Ha pasado demasiado tiempo desde que nos hicimos una buena visita. Debes dejarte caer más a menudo. -Su voz era musical. Suave como una brisa tibia.
Lev reconoció el poder cuando entró en el cuarto. Hannah Drake Harrington había sido una supermodelo durante algunos años, apareciendo en portadas de revista y caminando por las pasarelas de todo el mundo, pero pese a toda su serenidad, parecía un poco vacilante. Él leía a la gente fácilmente, uno de sus dones, y ella estaba muy incómoda, aunque no lo mostraba en su cara.
El hombre que entró detrás de ella con una mano en su cintura, la cara fuerte, los ojos que abarcaban todo vieron a Lev inmediatamente y lo valoraron rápidamente.
– Hannah, Jonas, ya conocéis a Rikki. Éste es un buen amigo suyo, Levi Hammond -Blythe realizó las presentaciones-. Levi, Jonas Harrington es el sheriff local y Hannah, su esposa, es mi prima.
Rikki se retiró realmente hacia Lev, la cara de un blanco absoluto. Chocó contra él y Lev colocó las manos sobre los hombros temblorosos. Fue difícil cuando siempre era consciente de mantener las manos libres, pero ella necesitaba su toque. Estoy aquí, lubov moya, estás a salvo. Le acarició la mente mientras la tranquilizaba.
Estirándose alrededor de ella, estrechó la mano ofrecida del sheriff. Jonas tenía un apretón fuerte, pero no intentó ningún juego masculino, sólo se la estrechó con una firme sacudida y le dejó ir. Pero estaba tomando nota de la manera en que Lev sostenía a Rikki así como advertía la obvia agitación de Rikki.
Hannah sonrió suavemente.
– Rikki, me alegro de verte otra vez. Nos encontramos hace un par de años en la tienda de Judith, ¿recuerdas?
Rikki asintió e hizo gestos hacia una silla.
– Gracias por venir. -Su voz era tensa, muy baja, pero logró sonar hospitalaria.
– Jonas me dijo que habías llamado y pensé que me daría la oportunidad de verte, aunque sea una llamada de trabajo -dijo Hannah.
Era difícil para ella. Lev podía oírlo en su voz. Había venido por Rikki, para hacer esta visita más fácil para ella. ¿Había sido idea suya o del sheriff? Pensó que había sido del sheriff. Sin advertencia, Jonas lo miró directamente, sus sagaces ojos lo estudiaban. Había peligro allí. Reconocimiento.
Lev nunca había visto a Jonas antes, pero él pareció reconocer a Lev. Imposible. No había fotos de él. Ninguna huella del hombre que había muerto en el yate. Sabía con absoluta certeza que nunca se habían encontrado, pero había reconocimiento en la cara de Jonas. Se alejó del sheriff, deslizando la mano por el brazo de Rikki y empujándola hacia una silla lejos de la luz, donde podía pararse detrás de ella, en las sombras.
– ¿Nos hemos conocido, señor Hammond? -preguntó Jonas, tomando asiento en el sofá al lado de su esposa.
La apertura del juego había empezado. Lev se encogió de hombros casualmente.
– Creo que lo recordaría, pero he estado viniendo y yéndome durante años, así que es posible.
Blythe colocó una taza de té sobre la mesa al lado de su prima y entregó al sheriff la suya. Se sentó cómodamente en una silla frente a ellos.
– Gracias por venir. He querido hablar contigo sobre este asunto durante mucho tiempo, Jonas, pero no hemos tenido pruebas hasta esta noche. -Le contó sobre los padres de Rikki, las casas de acogida y por último la muerte de su prometido.
Hannah parecía cerca de las lágrimas.
– Rikki, lo lamento mucho. Cuán terrible para ti. No tenía la menor idea.
Su reacción era real. Lev mantuvo los ojos en el sheriff. Jonas tenía que saber la historia de Rikki, pero no la había compartido con nadie, ni con su esposa, en la que confiaba. Y estaba claro que confiaba en ella. El amor entre ellos era palpable. Jonas Harrington jugaba sus cartas en secreto.
Jonas se inclinó hacia Rikki.
– ¿Vino esta noche?
– No ha sido la primera vez -respondió Lev por ella. Rikki parecía incapaz de hablar, un sonido estrangulado y bajo surgía de su garganta. Encontró la manta de consuelo y la metió alrededor de ella. Ella le ofreció una pequeña sonrisa agradecida.
– Estuvo en el risco vigilando la casa hace cosa de una semana. Encontré donde había estado jugando con fuego. Y entonces, el otro día, entramos utilizando el camino trasero y encontramos que había estado estudiando la disposición de la granja. Pienso que contactó con el corredor de bienes raíces que vende la propiedad junto a ésta.
– ¿No pensaste en llamarme entonces? -preguntó Jonas. Su tono era apacible, pero le echó a Blythe una mirada que era definitivamente una reprimenda.
Lev se encogió de hombros.
– Rikki necesitaba poder llegar a una decisión por sí misma.
Mantuvo la cara en las sombras mientras hablaba y el rostro ligeramente apartado de Jonas, presentando pocos rasgos que le definieran. Colocó los dedos alrededor de la nuca de Rikki, aliviándole la tensión. Ella lo estaba intentando, él tenía que darle eso. Podía decir que ella estaba siguiendo la conversación en vez de retirarse a su cabeza, pero le llevaba mucho esfuerzo. Mantenía las manos bajo la manta de consuelo y sabía que se estaba retorciendo los dedos, una compulsión que no podía detener cuando estaba agitada.
– ¿Y esta noche? -animó Jonas.
Blythe retomó la historia.
– Rikki siempre mantiene las puertas de la casa abiertas cuando alguien a quien ama está con ella. Como puedes ver, cuando diseñamos la casa nos aseguramos de que con las puertas abiertas se pudiera ver completamente a través de la casa al exterior, a la parte delantera y a la trasera. Levi se dio cuenta de que el incendiario estaba allí y salió a enfrentarse con él.
– ¿No me llamaste, Blythe? -Otra vez fue una reprimenda. Tranquila, pero el hombre estaba muy molesto-. Todos vosotros pudisteis haber muerto.
Blythe, generalmente tan compuesta, apartó la mirada, el color le manchó las mejillas.
Rikki se revolvió debajo de la manta, los ojos oscuros casi se volvieron negros.
– Ella nunca iría en contra de mis deseos. Yo tenía miedo de llamarte. -Inclinó el mentón-. Nunca he tenido mucha suerte en lograr que los policías me crean.
Jonas asintió.
– Puedo comprender eso, Rikki. Encontré unas pocas cosas en esos informes que pareció que dejaron pasar. Tenía miedo de que ese hombre te encontrara.
– ¿Sabías todo esto? -preguntó Hannah.
Él le tomó la mano mientras asentía.
– Blythe nos contó que iba a comprar la granja con cinco mujeres más… -Se encogió de hombros.
– Las investigaste -concluyó Hannah.
– Por supuesto. -No había disculpa.
A Lev le gustó por eso. Él habría hecho lo mismo.
– ¿Qué pasaron por alto?
Jonas se llevó la mano de Hannah a la boca y le besó los nudillos antes de soltarla.
– El tiempo. Sus quemaduras fueron severas en el primer fuego. Estuvo hospitalizada durante semanas y luego necesitó cuidados especiales porque estuvo muy traumatizada. No estuvo en ninguna parte cerca de la casa flotante cuando el fuego la consumió y mató a su prometido. Hubo varios testigos que la vieron en el puerto limpiando el barco.
Rikki se apretó la mano contra la boca y se meció, hablando desde detrás de los dedos temblorosos.
– Llegué tarde. Era la primera vez que él estaba en mi casa flotante. Me centro en algo y no advierto el paso del tiempo. -Sonó lejana, como si estuviera muy lejos de ellos-. Debería haber estado allí. Me estaba esperando. No me di cuenta de qué hora era hasta que uno de los buzos me preguntó dónde estaba. Generalmente limpiábamos el barco juntos, pero quiso comprar comida para cenar. -Miró a Jonas con ojos conmocionados-. Yo no cocino.
Jonas asintió.
– Está bien, Rikki. Leí todo con cuidado y tomé notas. Les eché un vistazo antes de venir, por eso no las he traído. Creo que te busca y cuando te encuentra, planea su fuego y entonces pasa a la acción. Le llevó un tiempo encontrarte después del primer fuego. Fuiste del hospital a la clínica y luego a la casa de acogida. Cuando te encontró, trató de matarte con el mismo método que antes. Pudiste alertar a la familia. La pareja así como su hijo dijeron que les salvaste la vida, pero los investigadores sospecharon porque no pudiste contestar sus preguntas de modo satisfactorio. Había vacíos en tu historia.
Un temblor recorrió a Rikki. Blythe se revolvió, pero Jonas le envió una mirada aguda.
– Estoy llenado los vacíos con mis propias conjeturas. Estabas traumatizada después de perder a tus padres. Siendo autista y necesitando rutina, otro fuego debió haberte enviado dando tumbos otra vez. Probablemente fuiste incapaz de contestar preguntas.
– Deberían haber sabido eso -respondió Blythe con un tono bajo y enojado.
– Estoy de acuerdo -Jonas mantuvo los ojos sobre Rikki, juzgando obviamente su capacidad de enfrentarse con la narración de su pasado.
Rikki se humedeció los labios y tragó con dificultad.
– Estoy bien. Quiero atraparle.
– Otra vez te perdió la pista y sospecho que se enojaba cada vez más, continuó provocando fuegos, aunque probablemente no tan públicos. He hecho que mi cuñado haga comprobaciones por mí y hubo varios fuegos sospechosos en la ciudad donde creciste. Almacenes abandonados. Una tienda vacía. Dos casas en ruinas, otra vez vacías. Varios fuegos en céspedes. Pienso que practicaba. Te esperaba a ti y el momento oportuno, manteniéndose entretenido.
Tenía sentido. Lev había tenido los mismos pensamientos pero sin la información. El acosador de Rikki nunca estaría verdaderamente feliz sin su amante, el fuego. Lo necesitaría, y la necesidad crecería como un anhelo por una droga hasta que no pudiera resistirlo y sucumbiera a la tentación. El ciclo se repetiría una y otra vez. Si hubiera logrado matar a Rikki, todavía habría sido incapaz de detenerse, aunque probablemente se dijera que lo haría.
– Te encontró una tercera vez, y otra vez lograste, de algún modo, salvar a la familia y todos salieron vivos.
Rikki sacudió la cabeza y un pequeño sonido escapó. Empezó a mecerse lentamente.
– No todos.
Jonas frunció el entrecejo.
– Todos salieron, Rikki -le aseguró.
– El perro no. No su perro. -Se volvió más agitada, moviendo las manos ahora, un signo seguro de que se dirigía al borde.
Lev se agachó delante de ella, indiferente a lo que los otros pensaran. Mírame lubov moya, mírame sólo a mí. Estás a salvo conmigo. Si quieres terminar esto, lo haremos. Les haré irse.
Los ojos oscuros se encontraron con los de él, y esta vez, fue Rikki quien podría haberse ahogado. Parecía asustada, y cuando él tocó su mente, se dio cuenta de que por encima de todo temía retirarse delante de la compañía. Ésta era su casa, su refugio, había instalado sus cosas para poder vivir tan cómodamente como fuera posible. Le agarró las manos muy suavemente en la suya.
Se le ocurrió que tanto Hannah como Jonas hablaban con voces bajas y suaves. Habían venido a la casa sabiendo que Rikki era autista y necesitaba su ambiente para estar tan tranquila como fuera posible. Jonas no le había contado a su esposa nada sobre el pasado de Rikki. Lev estaba seguro que Hannah sabía por su prima que Rikki era autista.
– ¿Necesitas un descanso, Rikki? -preguntó Jonas.
Lev podría haber besado al hombre. Mostraba respeto por ella. Se dirigía a ella, no a Blythe ni a él. Ella parpadeó varias veces, respiró hondo y, todavía mirando a los ojos de Lev, negó con la cabeza.
– Estoy bien. -Murmuró las palabras entre dientes, pero fueron audibles en el silencio del cuarto.
Lev retrocedió detrás de ella, todavía agarrándola de la mano, el pulgar rozando la muñeca.
Jonas siguió hablando.
– Estuviste a salvo en las instalaciones de cuidado infantil porque siguieron moviéndote, nunca pudo saber con seguridad dónde estabas. No puedo imaginar que no tratara de buscarte y probablemente estaba frustrado. Basado en esa teoría, miramos los años cuando tenías entre dieciséis y dieciocho, cuando te soltaron. Hubo un conjunto de fuegos, incendios provocados y esta vez las casas estaban ocupadas.
Ante su jadeo él sacudió la cabeza.
– Las familias estaban lejos en el momento que comenzó los fuegos, pero sus casas y todo en ellas fue destruido. Necesitaba algo para alimentar su adición. Crecía.
– Y culpó a Rikki -dijo Lev-. ¿Por qué?
– Esa es la cuestión caliente, ¿verdad? -respondió Jonas. Miró a Rikki-. ¿Alguna idea?
Ella frunció el entrecejo.
– He tratado de averiguarlo. -Miró a Lev-. Ambos. Lo hemos repasado una y otra vez. Tenía trece años cuando atacó la primera vez, y honestamente, incluso en el colegio, yo tenía un ayudante. No podía manejar las luces y el ruido muy bien. Lo dominé, pero fue muy difícil. Podía volverme muy violenta cuando alguien se me cruzaba.
– ¿Comenzaste alguna vez un fuego?
Jonas dejó caer la pregunta tan suavemente, un cirujano hábil con un escalpelo, cortando hasta el fondo del asunto.
Lev sintió a Rikki enderezarse por la atrocidad. Tocó su mente y encontró furia ciega. Sacó la mano de un tirón y él tuvo la sensación de que se lanzaría sobre el hombre, tomando su pregunta como una acusación. Le apretó los dedos alrededor de la muñeca, como sujetándola con grilletes, aunque los otros no podían verlo.
Trata de hacerte perder los estribos. Respira. Te está probando, utilizando un método clásico de interrogatorio. No reacciones. Piensa antes de hablar y luego dile la verdad.
En voz alta, sin apartar la mirada de Rikki, se dirigió a Jonas. Mantuvo su tono bajo, terciopelo suave, pero era una advertencia, la única que pensaba dar.
– No puedes utilizar esas tácticas en Rikki. Su mundo ha sido una pesadilla y no reacciona como los otros lo hacen generalmente.
– Jonas -empezó Blythe.
Rikki giró la cabeza y por primera vez miró a Jonas a los ojos.
– Yo nunca podría comenzar un fuego. -Se estremeció-. No puedo tener una cocina a gas, porque no puedo estar alrededor de una llama abierta. De niña, me volvía violenta y golpeaba mi cabeza contra el suelo. Sería imposible para mí.
– Y aún así, pensaste que eras responsable. -Jonas se inclinó hacia delante-. En tu declaración, después de que tu novio muriera, dijiste que de algún modo quizá comenzaste los fuegos de forma subconsciente. ¿Por qué pensarías eso?
Rikki comenzó a castañetear los dientes y Lev no pudo soportarlo más.
– Se acabó -dijo, dejando en claro que terminaba la entrevista y que él estaba a cargo. Si Jonas persistía, estaría tratando con alguien más aparte de Rikki-. Rikki no comenzó los fuegos y pudo haber estado lo bastante traumatizada en el pasado para considerar la idea, pero ahora lo sabe mejor. Él estuvo aquí. Yo le vi. La evidencia está fuera de esta casa.
La fría mirada azul de Jonas se deslizó sobre él, pero solamente asintió.
– Este hombre no sólo ama el fuego, lo necesita -dijo Lev, cambiando la dirección de la investigación-. Lo encontrarás en un trabajo que le permita estar alrededor del fuego todo el tiempo.
Jonas asintió.
– Creo que tienes razón. Se oculta a plena vista. Ahora que la ha encontrado, no descansará hasta terminar lo que comenzó.
– Está herido -dijo Lev calladamente-. Tiene la cara un poco despedazada. Probablemente lo bastante para necesitar puntos. Se ocultará hasta que se cure y pueda cubrir las cicatrices.
Jonas se enderezó lentamente, los ojos azules brillaron como diamantes.
– ¿Te enredaste con él?
Lev sacudió la cabeza.
– No, estaba demasiado lejos y el fuego estaba entre nosotros. Me disparó, pero vi un par de búhos dejándose caer, quizá defendiendo un nido, entraron en modo cacería y le arañaron la cara. Le oí chillar.
– Así que hay un rastro de sangre.
– Sí. -Lev podía decir que el sheriff estaba pensando en eso, mirándolo de cerca ahora, con abierta curiosidad en la cara, pero no preguntó por qué un búho volaría desde un árbol y atacaría el acosador de Rikki.
– Vamos a ver -Jonas se levantó de un salto de la silla.