Capítulo 12

Rikki balanceaba un pie de aquí para allá mientras oscilaba suavemente en el columpio, mirando fijamente hacia la oscuridad que se arremolinaba. No tenía la menor idea de qué hacer con Lev. Había decidido que podía quedarse, pero no sabía cómo compartir su vida. Ella necesitaba un cierto ambiente para vivir en paz, y si permitía a Lev en su mundo, no sería justo esperar que se amoldase a sus necesidades. Estaba definitivamente intrigada por el hombre, por lo que sentía por él. Lev estaba perdido e intentando encontrar su camino, justo como lo había estado ella. No podía hacer menos por él que lo que Blythe y las otras habían hecho por ella.

Suspiró otra vez. Quizá había empezado a ayudarlo porque sintió que él lo necesitaba pero ahora no estaba segura de sus propias motivaciones. Estaba empezando a sentirse fascinada por él, casi obsesionada y realmente podía concentrarse en algo si estaba interesada en un sujeto. Hasta ahora, el sujeto nunca había sido otro ser humano, pero su rara conexión con Lev parecía estar creciendo. Pensaba demasiado en él.

– Ese es tu tercer suspiro.

Un millón de mariposas revolotearon en su estómago. Levantó la mano y sacudió los dedos, soplando sobre ellos como si apagara un fuego. Al darse cuenta de lo que había hecho, dejó caer la mano rápidamente. Le había llevado años de esfuerzo concentrado detener ese patrón infantil de sacudir las manos y soplarse en los dedos repetidas veces. El acto era hipnotizador y permitía que su mente se concentrara en la pauta repetitiva en vez de tratar con lo que era nuevo e incómodo. Miró a la cara de Lev. Sí. Él lo había advertido.

– No estaba contando -contestó.

– Te preocupas demasiado. -Levantó el plato con el sándwich-. Te he traído algo de comer.

El estómago le dio bandazos. Su sándwich estaba en uno de los platos que sus hermanas le habían dado. Esta era la segunda vez que él los había utilizado y ella no podría hacerlo otra vez. Dobló las manos en el regazo.

– Jamás utilizo esos platos.

– ¿Por qué?

Había curiosidad en su voz, pero nada más que pudiera detectar. Frunció el ceño tratando de pensar qué decirle. No utilizaba los platos porque los adoraba y tenía miedo de que algo les sucediera. Sonaba estúpido cuando pensaba en admitir la razón en voz alta. Sus hermanas le habían dado los platos para que los usara y aún así, durante cuatro años, sólo los había mirado. Mantener los platos como nuevos parecía muy lógico hasta que trataba de decirlo en voz alta. Incluso Blythe se había opuesto a que no los utilizara.

Levantó la mirada a al rostro de Lev. No había expresión en su cara, sólo una comprensión apacible en sus ojos. Ese vistazo hizo que otra ronda de mariposas revolotearan. Quería estirarse y trazar cada línea de su cara.

– Sé que suena tonto, incluso para mí, pero nadie más me ha dado algo jamás, no después de que mis padres murieran, y no quería arriesgarme a astillar ni a romper un solo plato.

Él sonrió. El corazón de Rikki saltó. La sonrisa no era de diversión, burla o para ridiculizarla, era casi tierna.

– Eso tiene perfecto sentido para mí. Pondré esto en un plato de papel por ahora y compraremos platos que no nos importe romper o astillar. Podrías poner este conjunto en una vitrina. Lucirían hermosos. -Bajó la mirada al borde del plato con las conchas y las estrellas de mar, todo en blanco, pero obviamente hechos a mano-. Realmente, el conjunto entero es una obra de arte. Sería una lástima que se arruinaran.

Los nudos en su vientre se desenredaron y pudo respirar otra vez. No se había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración. Parpadeó ante el ardor repentino en los ojos y giró para mirar la lluvia que caía. Todavía era suave pero comenzaba a caer con fuerza. El frente de la tormenta entraba desde el océano y traía mucha agua, la cual se necesitaba. Su cuerpo se sintió más unido y menos como si fuera a salir volando con la lluvia.

– Veré qué más puedo utilizar.

– Tomaré el sándwich -ofreció ella con astucia. No podía evitarlo si no podía comer el brócoli aquí fuera en el porche. Generalmente partía un trozo y lo untaba en el frasco de la mantequilla de cacahuete. Sacó el sándwich del plato y le dio un mordisco, degustando el sabor de su comida favorita.

Él sonrió como si le leyera la mente, lo que quizá hacía, pero Blythe no estaba allí para sermonearla de que todo era bueno. Se comió el sándwich con felicidad. Lev desapareció en la cocina con el plato y ella se quedó sola con la noche. Las nubes habían dejado caer el velo de la oscuridad temprano. Columpió el pie al mismo ritmo de la lluvia y cerró los ojos para absorber el sonido.

El corazón encontró el ritmo, entonces su pulso lo siguió. Afinó su audición para centrarse en cada gota. La lluvia comenzaba a caer con más fuerza y se encontró oyendo la música que siempre hacía en la cabeza, ahogando todos los otros ruidos. Estaba fascinada por los varios tonos mientras las gotas golpeaban objetos, el tejado, los árboles, el cemento, el asfalto, la tierra. Todo hacía un sonido ligeramente diferente.

Compártelo conmigo.

Fue consciente de Lev, cerca, tan cerca que el calor de su cuerpo la calentó, pero no abrió los ojos. Esa voz en la cabeza ordenaba, terciopelo sobre acero, un roce de calor que se esparció como una droga por sus venas. El centro de la palma izquierda latió como si él lo hubiera rozado con los dedos, acariciándola físicamente, pero sabía que no lo había hecho. Se encontró abriendo su mente sin saber realmente cómo lo hacía, pero compartir deliberadamente su mundo fue una experiencia extraordinaria para ella, quería compartirlo con él.

En el momento que le permitió entrar completamente en su cabeza, fue como si de algún modo se unieran, piel con piel. Le sintió en su interior. Todo lo femenino en ella respondió a lo masculino en él. Las corrientes eléctricas crepitaron por el calor en sus venas reuniéndose y ardiendo. Captó imágenes en su mente, eróticas y sorprendentes, tentadoras y un poco aterradoras. El aliento se le quedó atrapado en la garganta y respiró hondo, atrayéndolo a su interior aún más.

Quiero experimentar todo lo que tú experimentas.

Ella dejó salir el aliento. Él sabría cómo su cuerpo reaccionaba al suyo. Ya lo sabía. El color le subió por el cuello y la cara. Era normal ser atraída físicamente por un hombre, especialmente por uno tan caliente como Lev, ¿pero de esta manera? Cada célula de su cuerpo estaba en alerta. Estaba caliente, allí mismo en medio del aguacero.

¿Sientes lo mismo? Ella no podía preguntarlo en voz alta, pero tenía que saberlo.

El aliento de él fue entrecortado contra su nuca. Aún más fuerte.

El corazón de Rikki saltó ante su honradez. Él no estaba avergonzado ni violento por sentir una atracción sexual tan abrumadora.

¿Eres tú? ¿O soy yo?

Creo que tenemos una química extraordinaria. Nunca me había encontrado con esta necesidad antes, tan fuerte que es un hambre que crece en vez de permitir controlarla.

Había satisfacción en saber que no estaba sola y que él era honesto con ella acerca de la manera en que su cuerpo respondía al suyo.

No sólo mi cuerpo, lyubimaya, corrigió. Refrésquenos con la lluvia.

La poesía completa de su sugerencia apeló a su alma. Levantó las manos y empezó una sinfonía que por primera vez realizó para alguien aparte de sí misma. Brillantes diamantes cayeron del cielo, chispeantes y perfectos. El sonido pareció preciso al principio, pero en respuesta a las órdenes de sus dedos, ella comenzó a oír notas individuales, el golpeteo de la lluvia, más fuerte en la orilla de bosque.

Lev la había visto hacer esto antes, pero nunca había experimentado verdaderamente lo que ella hacía cuando desaparecía dentro de su cabeza. Rikki era un elemento de agua, pero sabía que incluso si no lo hubiera sido, este era su mundo, este otro lugar donde el sonido no era fuerte y las luces no quemaban.

Inhaló bruscamente cuando fue atraído a otra dimensión, una realidad alternativa, más vívida, más viva, que el mundo en el que vivía. El paisaje fue pintado con sonidos. Suave al principio, como un cuarteto de cuerda, la lluvia casi lloraba con alegría.

Ella cambió el ritmo de caída para introducir varios sonidos de baterías, el ritmo palpitaba, un lazo de media banda, el golpe del bajo, todos fluyendo juntos en una sinfonía de color y magia. Ella creaba una pauta complicada y compleja, o quizá estaba allí todo el tiempo y él nunca había estado sintonizado con ello antes.

Él podía oír las notas individuales y, como en una fuga de Bach, los contrapuntos al construir una melodía temática. Mientras la música parecía suave, era también fuerte y exigente, una fuerza a tener en cuenta, construida de la naturaleza misma. Cada voz individual era diferente, como si una variedad de instrumentos tocara varias melodías, pero de algún modo todos se unían para crear una obra maestra.

Como los movimientos de una sinfonía, la lluvia enviaba vibraciones por su cuerpo, pintando el mundo en un mapa físico de montañas, valles y picos altos que caían en barrancos profundos. Las estructuras físicas eran creadas por el sonido mismo, y los colores eran intensos y vívidos, sustancia creada por el sonido, por el sentimiento. Se dio cuenta de que eran las emociones en ella, bloqueadas al resto del mundo, estaban allí justo debajo de la superficie, un caldero de calor, fuego y fría lluvia. Los colores vívidos y los sonidos expresaban lo que sentía, la asombrosa intensidad de sus emociones.

Por primera vez en su vida, Lev excluyó el mundo a su alrededor. Se perdió en la maravilla y la belleza de la lluvia que caía. Estaba totalmente fascinado, experimentando una euforia alegre, un compartir con Rikki que era íntimo más allá de su imaginación. Este mundo, esta creación, era tan verdadero como ellos, sólo que nunca se había abierto a otra dimensión antes.

La lluvia creció y fluyó, vertiéndose sobre las cuestas y valles, cada sección respondiendo con una ráfaga fuerte o suave de música, como si hubiera voces melódicas bajo la lluvia llamando y contestándose mutuamente con más y más fuerza. Las gotas giraron y bailaron mientras caían sobre la casa, creando pequeños remolinos de prismas de cristal.

Estaba perdido, atrapado en la belleza y el sonido. Todo chispeaba contra la noche, un millón de estrellas llovían sobre ellos. Las gotas comenzaron a tocar y luego a hundirse en su piel, las absorbió hasta que se sintió parte del diluvio, flotando en el espacio entre el cielo y tierra. Esto era el mundo de Rikki, como lo era el mar. El agua fría la rodeaba, la transportaba, sosteniéndola para consolarla en un mundo que nunca podría comprender.

Ella quería vivir en este mundo o en el mar profundo. La sintió estirarse a por ello, dejó que la tomara y la llevara girando más lejos de la realidad, y él fue con ella, una caída libre en el color vívido y el hermoso sonido. La música fluyó alrededor de él con la lluvia. Los rayos de color centelleante eran violines llorones, y entonces un ritmo de calipso separó las gotas una vez más.

Bruscamente se fue y estuvo allí parpadeando, como si despertara de un sueño, mirando alrededor, tratando de orientarse y volver a un mundo que no era exactamente tan brillante y vívido. ¿Dónde estaba la música? ¿El vívido color? El mundo parecía lánguido en comparación. Puso sus brazos alrededor de ella y la sostuvo mientras ella volvía de su viaje a otra dimensión. No tenía ninguna otra manera de describir lo que había experimentado, pero supo que esa expresión absorta de concentrada atención que a menudo venía en Rikki significaba que estaba allí, en ese mundo que tenía en la cabeza.

Ella giró la cabeza, permitiendo que cayera sobre el hombro de Lev, aceptando la seguridad de sus brazos.

– Tienes frío, lyubimaya, vamos a meterte dentro y prepararte para ir a la cama.

No quería que se quedara fuera en el porche sola. Tenía miedo de perderla en ese otro mundo. Siempre estaría allí, como estaría el mar, llamándola con un susurro suave y tentador. Le besó la coronilla. Era enteramente posible que él no supiera ni una cosa acerca del amor, pero se conocía por dentro y por fuera, cada fuerza, cada debilidad y sabía absolutamente que su vida estaba entrelazada con la de ella para siempre.

No quería estar lejos de ella. Se encontraba escuchando el sonido de su voz, mirando su pequeño ceño, esperando su mirada directa para poder caer así en esas profundidades oscuras de sus ojos. Caída libre. Eso es lo que había estado haciendo desde el momento que la conoció. Y quería esta vida. Tenía intención de agarrarla con ambas manos. Correcto o equivocado, se estaba enamorando de ella, y cada momento que pasaba en su compañía intensificaba el sentimiento. No podía imaginarse volver a esta sin ella.

La cogió en brazos, sin esperar su protesta jadeante, y la llevó de vuelta a la casa, pateando la puerta para cerrarla detrás de ellos.

– Tengo que cerrarla -dijo ella.

– Prepárate para ir a la cama y yo cerraré la casa. -Quería echar un vistazo rápido alrededor y poner unos pocos guardias extra en el lugar.

Rikki estaba de pie fuera de la puerta del cuarto de baño, sacudida por la manera como se sintió cuando la dejó, llevándose la mayor parte del calor en el cuarto. Tiritó, consciente de que algo había cambiado entre ellos. Compartir su mundo con él, permitirle entrar en su cabeza, sólo había hecho que la conexión entre ellos fuera más profunda. Ella estaba feliz sola, pero, lentamente, Lev se estaba introduciendo más y más profundamente en su vida, en sus emociones.

Ella no dejaba entrar a personas porque no podía arriesgar su frágil felicidad. Sin Blythe y las otras, estaría muerta. No habría podido continuar su solitaria existencia preguntándose a cada momento si verdaderamente era un monstruo capaz de quemar vivas a las personas. Lev se estaba envolviendo en su corazón. Ella se estaba acostumbrando a su presencia en la casa, pero más que eso, se estaba acostumbrando a su toque.

Nunca le había gustado que la tocaran, ni siquiera la gente que amaba. Lo toleraba porque sabía que lo necesitaban, pero nunca había querido sentir piel contra piel, hasta Lev. Se frotó el centro de la mano izquierda en círculos lentos, encontrando que era tranquilizador, casi como si acariciara la piel de Lev. Le encontraba cálido, permitiéndose casi fundirse en él, en vez de sentir su toque como un picor incómodo o a veces incluso doloroso.

Abrió la puerta del cuarto de baño y se tambaleó. No se había sentido tan patosa en tierra firme desde hace mucho tiempo, pero la dirección de su pensamiento la había desconcertado. Nunca iba a poder dormir sin él si le permitía entrar más en su vida. Nunca se sentiría feliz otra vez si… no… cuando se fuera. Nadie podía vivir con sus excentricidades. Ahora estaba bien en su propia piel, pero era completamente consciente de que ella no era un modelo “estándar”.

Se restregó la cara, mirándose a los ojos. Le vio allí. Lev. ¿Cómo había conseguido entrar en ella? Por primera vez en mucho tiempo estaba aterrorizada. No de su cocina echa un lío ni de que otra persona compartiera su casa, sino porque estaba empezando a necesitarle. Fue meticulosa al cepillarse los dientes, un tormento para ella ya que la sensación la repelía, pero también tenía una manía acerca de los dientes y los deseaba tan inmaculados como fuera posible. Cada vez que se cepillaba los dientes, recordaba a su madre cepillando y contando, ayudándola a centrarse en los números y no en la sensación. Todavía contaba y eso la ayudaba a arrancar su mente del terror de enamorarse de Lev, Levi, Hammond.

Ese ni siquiera era su verdadero nombre, no es que le importara, pero él se estaba despojando de la piel vieja y poniéndose una nueva. Él podía estar en su vida un tiempo corto y despojarse de ella igual de rápidamente. Con el corazón palpitando, se cepilló el pelo las cien veces de costumbre, contando cada una con cuidado antes de colocar el cepillo en el lugar exacto donde siempre lo ponía.

Dio un paso fuera de su ropa, la piel sensible, los senos le dolían. Respiró hondo para aplastar esa necesidad creciente, se puso un top y los culottes a juego, una concesión a su feminidad. Le gustaba la ropa interior hermosa. Se sentó encima de la colcha, su manta con pesos al alcance. Permitía que Lev durmiera debajo de las mantas, agudamente consciente de que él rara vez dormía con ropa. Se había acostumbrado a darle un masaje de noche, diciéndose que le ayudaría a relajarse y dormir, pero en realidad era una excusa para trazar cada músculo de su cuerpo hasta que lo conociera bastante íntimamente.

No esta noche. Sacó resueltamente un libro y lo abrió, enfocando la luz de su mesilla de noche a las páginas. No levantó la mirada cuando Lev entró, pero no pudo evitar verle, su energía llenó el cuarto entero. A pesar de sus resoluciones, su cuerpo se revolvió volviendo a la vida. Él se movía como una criatura de la selva. Fluido y fuerte, era en cada centímetro un hombre, en cada centímetro un depredador. Podía despojarse de su nombre pero no podía cambiar lo que tenía bajo la piel, y eso se mostraba en su manera de caminar.

Los músculos ondularon con fuerza. Los muslos eran columnas fuertes y las caderas estrechas. Los hombros eran anchos, el pecho ancho y estaba bien dotado, un hecho que no podría evitar tampoco. Su simetría le atraía. Conocía el flujo de los músculos debajo de la piel. Sabía el calor que podía generar. La seda del cabello, ya creciendo hacia fuera y un poco despeinado, las pestañas largas y los agudos ojos azules se combinaban para hacer que su pulso latiera desenfrenado y su sangre se agitara.

Él se deslizó bajo las mantas después de apagar la luz del techo para que sólo la lámpara brillara sobre las páginas del libro. Rikki se quedó muy quieta, la cabeza apretada contra el cabezal de la cama mientras Lev cambiaba de posición debajo de las mantas, poniéndose de lado y colocando la cabeza directamente en su regazo. Por un momento no pudo respirar. Trató de fingir que podría leer pero era imposible, y sabía que él lo sabía.

– Apaga la luz, Rikki -dijo suavemente.

Ella vaciló un momento, todavía atemorizada de moverse, pero no tenía objeto tratar de leer cuando él tenía el brazo alrededor de sus muslos y la cabeza la acariciaba en busca de una mejor posición, el aliento le calentaba los muslos desnudos. Las mantas estaban entre sus cuerpos, pero el modo en que él la sostenía era la cosa más íntima que había sentido jamás en su vida. Se estiró y tocó la lámpara, hundiendo el cuarto en la oscuridad. Podía oír su propio corazón palpitándole en los oídos.

Ni siquiera el sonido de la lluvia le traía paz. Contó en silencio, sin querer moverse, pero atemorizada de tener que hacerlo por el completo terror de tal cercanía. Lev respiraba uniformemente, pero no estaba del todo segura de que estuviera más relajado que ella. Esperó en la oscuridad, pero él no hizo ningún sonido ni ningún movimiento. Se dio cuenta de que se estaba manteniendo más inmóvil que ella, aguardando, incluso esperando su rechazo.

Dejó salir el aliento y dejó caer la mano en su cabeza, acariciando suavemente el espeso cabello.

– ¿Estás bien, Lev? -preguntó, su voz suave y más tierna de lo que quería que fuera.

El brazo se apretó alrededor de sus muslos.

– A veces mi niñez está demasiado cerca.

Habían hablado de ello más temprano, cuando le había hecho preguntas que él no quiso contestar.

– No quería sacar a relucir malos recuerdos -se disculpó ella.

– Nunca le he contado a otro ser de humano cosas de mi vida.

Ella conocía el sentimiento de estar expuesto y vulnerable, vuelto del revés. Le había sucedido en el grupo de consejeros para el dolor con las mujeres que consideraba como sus hermanas. El resultado de exponerse podía ser, y a menudo era, desastroso. Para Lev, tenía la sensación de que podría terminar en violencia o muerte.

– No te estoy pidiendo eso, Lev -dijo-. No tienes que pagar esa clase de precio por estar conmigo. No lo necesito.

– Sí, lo necesitas. Tienes que saber lo que soy.

El corazón se le contrajo y entonces comenzó a latir a una velocidad alarmante. Se estaba entregando a ella. No estaba lista. No sabía si podría hacer un compromiso. Estaba contenta con su vida, en paz consigo misma. Le gustaba su vida. Él cambiaría eso dramáticamente.

– Lev. -Quiso pararlo. No tenía que desnudarse para que ella se sintiera segura con él, y eso es a lo que tenía más miedo-. Tu pasado no me da miedo.

Los dedos de Lev empezaron unos círculos lentos y seductores en el muslo, justo sobre el tatuaje de gotas de agua, trazando cada una, grabándolas en la memoria.

– Debería, Rikki. Los hombres como yo, no se supone que nos tumbamos en la cama con una mujer ni tenemos un lugar al que llamamos hogar. Eliminamos amenazas y cualquiera que nos conozca es una amenaza.

– Has tenido muchas oportunidades de matarme, si eso es lo que estás implicando, Lev. Todavía estoy viva, así que no creo que tu amenaza sea muy real. -Continuó acariciándole el pelo, tratando en silencio de enviarle un mensaje de que le aceptaba sin explicaciones. Cualesquiera que fueran los demonios que le dominaban con tanta fuerza no era necesario exponerlos o reconocerlos, no a menos que él necesitara contárselo.

Él suspiró.

– Toda mi vida ha sido supervivencia e instintos de supervivencia. No estoy seguro de tener alguna. Tú nunca deberías traer a un extraño a tu casa, Rikki. Especialmente a un hombre que tiene tanto que ocultar.

Ella se encontró sonriendo. Él estaba intentando desesperadamente decirle que le echara, pero al mismo tiempo, los dedos se movían en esos excitantes círculos y el modo en que su brazo se envolvía en torno a sus muslos era claramente posesivo. Quizá estaba todo en su imaginación, pero no se estaba moviendo, en su mayor parte porque él tenía más miedo de su conexión que ella. Había ido a la cama atemorizada de darle demasiado de sí misma, pero aquí estaba él, sintiéndose exactamente igual. Y quizá eso era amor. Ser vulnerable y permitir entrar a otra persona hasta que pudiera herirte, pero también podían dártelo todo.

– Te lo he dicho, Lev, sé todo lo que necesito saber sobre ti.

Él levantó la cabeza ligeramente, mordiéndole un poco la pierna por la frustración, el más pequeño de los pellizcos. Se sintió más erótico que una reprimenda. Ella rió.

– Si quieres que te eche, Lev, eso no va a suceder.

Él se dio la vuelta para mirarla a la cara.

– Tienes que hacerlo, lyubimaya, porque evidentemente no soy lo bastante hombre para hacerlo yo mismo.

Ella se habría reído del drama de sus palabras, pero había demasiado dolor en esa cara, cuando él raramente, sino jamás, demostraba emoción. Le suavizó las líneas como si pudiera borrar el pasado para él, frunciendo los labios como si fuera a besarlo.

– Compartiste algo hermoso conmigo esta noche, Rikki. Quiero eso. Incluso lo necesito. Pero no tengo nada tan hermoso para darte a cambio. He estado pensando mucho en eso, acerca de lo que te daría, y no tengo nada útil para darte.

– Eso lo tengo que decidir yo -lo desafió ella-. Si necesitas hablar de tu niñez, estás a salvo conmigo. Si debes romperte en un millón de pedazos, estoy justo aquí, Lev. Los encontraré todos, soy buena en los detalles, y los recompondré. Aquí estás a salvo.

La lluvia golpeaba y como de costumbre ella tenía la ventana abierta, necesitando los sonidos y los olores calmantes. Si unas pocas gotas perdidas le golpeaban la cara o el cuerpo, estaba bien con ello. Siempre se aseguraba de que no hubiera nada demasiado importante cerca de la ventana abierta durante una tormenta. Se sentaba en silencio simplemente escuchando. Generalmente la lluvia la llamaba y la transportaba lejos, pero ahora estaba demasiado concentrada en Lev. En su respiración entrecortada. La seducción de sus dedos. La necesidad en él.

A su propia manera callada, Lev estaba tan desesperado de ser salvado como ella lo había estado antes de que Blythe y las otras la alcanzaran. Cualquiera revelación que él pensara darle era algo que protegía violentamente. Un pedazo de sí mismo, el último pedazo. Y se lo entregaba a su cuidado. Reconoció la enormidad de lo que él estaba haciendo. Permaneció silenciosa, esperando, insegura de lo que él iba a decir, pero sabiendo que cambiaría su vida para siempre si lo decía, porque nunca le daría la espalda, nunca se alejaría, por difícil que fuera. Si él le daba tal regalo, si se hacía vulnerable, ella atesoraría y le protegería con cada aliento de su cuerpo.

Lev continuó acariciando con los dedos la longitud satinada de su muslo. Era un regalo hacer algo tan sencillo, estar en la cama con una mujer, tocarle la piel, inhalar su olor mientras la lluvia caía sobre el tejado. La deseaba más que a nada en su vida. Deseaba a esta mujer, esta vida con ella, pero se sentía culpable al saber que no veía al asesino en él. No era justo. Era un hombre violento, frío, sus emociones estaban enterradas profundamente, permitiéndole una habilidad que pocos podían lograr. Había mirado el sufrimiento de otros, la necesidad de ir en su ayuda había sido suprimida para centrarse en lograr su objetivo.

Lo arriesgaba todo, pero nunca podría vivir consigo mismo si ella no adquiría el conocimiento de la clase de hombre que era. Quería que una persona lo conociera. Lo viera. Y si le aceptaba como estaba, roto, manchado, incluso retorcido, él nunca la dejaría. Ella tenía que ver en él. Era el único regalo verdadero que le podía dar. La amaría violentamente, la protegería con todo en él, pero ella tenía que ver y aceptar quién y que era realmente.

– Cuando era niño, vivíamos en un apartamento diminuto. Hacía frío gran parte del tiempo. No como esto, sino realmente frío. Recuerdo hielo por dentro de la puerta.

Los dedos de Rikki se inmovilizaron en el cabello, los curvó y aguantó como si se diera cuenta de que la historia que le estaba contando iba a ser fea y horrible pero narrada con una voz práctica, porque él nunca lo podría encarar de otra manera que no fuera mirándolo desde una gran distancia y desde detrás de una pared transparente donde las emociones no tenían lugar.

– Éramos siete, todos chicos. Eramos de edades muy similares y dormíamos juntos en la misma cama, menos el bebé. Así era cómo permanecíamos calientes, creo. Apenas puedo recordar las caras de mis padres, pero mis recuerdos de ellos son buenos. Eran buenos con nosotros. Mi padre era un hombre que tenía dones asombrosos y nos los pasó a todos nosotros. Los dones nos permitían hacer cosas que la mayoría de la gente no puede.

– Tenemos una familia en este pueblo que tiene dones extraordinarios -concedió Rikki-. Recuerda, te las mencioné.

– Eso no me sorprende -murmuró, volviéndose para acariciarle el muslo con la nariz. Descansó la cabeza en su regazo otra vez-. Sea Haven tiene una energía poderosa. Puedo sentirla cada vez que camino fuera. Es más fuerte cuanto más nos acercamos al océano. El poder atrae el poder, como los elementos atraen a los elementos. No me sorprendería si varias personas que viven en Sea Haven o alrededores tuvieran algún grado de poder psíquico.

– Supongo que tienes razón. Todos nosotros sentimos el tirón de este lugar, y yo nunca he sido más feliz -admitió Rikki.

– Nosotros no vivíamos cerca de alguna energía poderosa, pero mi padre tenía unos dones innegables y en aquel momento había confusión en el gobierno, conspiraciones y muchos individuos luchando por sus propias agendas. Mi padre apoyó al partido equivocado y vinieron una noche como una fuerza inmensa, muy aterradora.

“Me acurruqué allí con mis hermanos, espantado. Los soldados irrumpieron en nuestro apartamento. -Podía sentir cómo temblaban los muslos debajo de la cabeza, pero la mano estaba anclada firmemente en su pelo, como si se lo sostuviera, y su brazo estaba en torno a sus hombros. Ella era muy empática, y aunque él viera su niñez desde lejos, ella estaba sintiendo lo que él debía haber sentido”

“Ejecutaron a mi padre primero y luego a mi madre. Fui separado de mis hermanos, y cada uno de nosotros fue tomado y enviado a complejos de entrenamiento. Con nuestra genética particular, creyeron que podríamos servir mejor a nuestro gobierno si éramos adoctrinados a una edad temprana y no teníamos lealtad los unos por los otros ni a una familia. Más tarde, por supuesto, me di cuenta de que, como estoy seguro que mis otros hermanos hicieron, nos temían, justo como temían a nuestro padre. Desafortunadamente, éramos tan jóvenes que sus técnicas de adoctrinamiento y aislamiento funcionaron.”

Ella comenzó a hacerle pequeñas caricias por el pelo.

– ¿Qué te hicieron?

– Me mantuvieron lejos de mis hermanos y me colocaron en un complejo donde me entrenaron y educaron. Hablo múltiples idiomas y tuve que perfeccionar cada acento. Aprendí sobre armas, combate cuerpo a cuerpo y técnica sexual. Tuve que aprender absoluto control y disciplina. La diversión era derrotar al enemigo de uno, y todos eran un enemigo. Fuimos entrenados para trabajar solos. Fuimos entrenados para soportar la tortura y no rompernos. Mi fuerte era la capacidad de despojarme de una identidad por otra. Puedo mezclarme dondequiera, convertirme en cualquiera, y me he servido a mí y a mi gobierno bien. Desde que me apartaron de mis padres, no recuerdo ni una vez que no haya estado entrenando. El deber y la disciplina fueron mi niñez.

No había compasión en su voz ni en su mente. Aceptaba su vida y aceptaba que no podía cambiar lo que le había sucedido.

– Debe haber sido una niñez espantosa.

– Formó quien soy, lo que soy. Maté para ellos, Rikki. Centenares, quizá miles en mi vida. Viví en las sombras y cacé para ellos. No sé si era una cosa buena o una cosa mala. Sólo era. Todavía no tengo la menor idea de por qué estaba en ese yate, pero tengo imágenes en la cabeza de acontecimientos que me llevaron a ese yate. Creo que el hombre tras quien andaba estaba envuelto en el tráfico de personas. Había mujeres… -Se encogió de hombros-. Tuve que tomar decisiones difíciles que afectaron otras vidas.

Lev cayó en el silencio, tocando la mente de Rikki, le mostró imágenes de mujeres siendo brutalmente torturadas, de muertes violentas, repentinas y horribles, de matanzas a sangre fría que manchaban su alma y con el tiempo habían astillado la mayor parte de ella. Esperó que calaran las implicaciones de lo que había contado y mostrado. Rikki quizá no le creyera. Había muchos niños raptados por razones políticas y criados para ser una ventaja para el gobierno o las policías secretas, o incluso para ser asesinos especiales. Él y sus hermanos fueron temidos por sus dones, pero también fueron las siete herramientas más útiles que tuvo su país. Eran también los más peligrosos.

– ¿Has visto alguna vez a tus hermanos? -preguntó Rikki, su voz suave, casi una caricia.

Él cerró los ojos y saboreó el toque de los dedos en su cabellera. Debería haber sabido que ella se centraría en la pérdida de su familia en vez de en los asesinatos.

– He visto a tres de ellos. Nuestros senderos se cruzaron en los trabajos. -No daría más explicaciones, no podía. Todos se habían preocupado de que si se sabía que habían hablado, uno de ellos sería escogido como ejemplo para todos y sería eliminado. No se arriesgarían a ningún contacto adicional a menos que fuera una emergencia.

Rikki se quedó silenciosa durante mucho tiempo, dándole vueltas en la cabeza a sus revelaciones. Él nunca había tenido una oportunidad en la vida. Estaba tan solo y perdido, como lo había estado ella. Él tenía miedo de estirar la mano a por algo mejor. Ella sabía cuán difícil era dejar ir lo familiar. Por malo que fuera, uno sabía las reglas de su propio mundo.

Le acarició el pelo y reclinó la cabeza contra la cabecera, permitiendo que la lluvia la tranquilizara mientras el corazón le dolía por él.

– Creo que estás mejor aquí, Lev. Permanece aquí un tiempo y permítete vivir. No hay ninguna atadura No voy a pedirte nada. Sólo averigua quien quieres ser, quien eres realmente debajo de todo ello. Quienquiera que esa persona sea, será bienvenida aquí.

El ardor detrás de los ojos dolió. Estaba allí tumbado, sosteniéndola, temeroso de que si se movía, se rompería, se fragmentaría en un millón de pedazos. También sabía que a ella no le importaría si lo hacía, no le vería como menos hombre. Ella simplemente le aceptaría.

Respiró y se permitió sentir el amor real por otro ser humano. Le había contado la dura verdad. La emoción era fuerte, le inundaba, invadía cada parte de su mente, su corazón y su cuerpo. Sacudido con ello. Dejó que le consumiera, que llenara cada espacio vacío. Varios latidos de corazón pasaron antes de que pudiera hablar.

– Quiero pasar mi vida contigo, Rikki, no sólo unos momentos, no unas noches. Si me aceptas trabajaremos juntos, no importa lo que suceda, y encontraremos un modo de hacerlo funcionar.

El corazón de ella saltó. Él lo sintió, pero no levantó la mirada.

– No quiero volver a vivir en las sombras, lyubimaya. Si hacemos esto, tiene que ser completamente, porque no sé cómo ser de cualquier otra manera que cómo me entrenaron para ser. Aquí, contigo, soy diferente. Si te dejo, regreso a un vacío negro. Quizá pertenezco allí -acarició el muslo con el mentón-, pero he saboreado algo más. Eres mágica para mí, Rikki. No sé por qué, pero sé que sin ti, no tengo una oportunidad de vivir una vida normal.

Ella hizo un sonido estrangulado con la garganta.

– Lev. Bajo ningún esfuerzo de la imaginación, soy la norma. Quizá no me ves como soy. Ni siquiera puedo permitirte usar mi cuarto de baño. De algún modo has logrado entrar en la cama, pero yo todavía respingo cuando estás en la cocina y no puedo mirarte cocinar. ¿Es esa la clase de vida que imaginabas para ti?

– Mi vida es matar, Rikki. Acecho a mi objetivo, me sumerjo en sus vidas, los mato y desaparezco sin dejar rastro. No hay nada de mí porque no soy real.

– Eres real.

Él rodó de espaldas para mirarla a la cara.

– No soy real para nadie más. Soy un fantasma para la mayoría de las personas, un arma que el gobierno suelta en el mundo cuando lo necesita. Cuando lleguen al punto donde sea demasiado aterrador para que lo manejen, se promulgará un contrato y entonces será cuestión de tiempo antes de que alguien como yo se presente para eliminarme.

– Pero has sido leal y has llevado a cabo cualquier tarea que te han pedido, por aborrecible que fuera para ti, ¿correcto? -protestó Rikki-. ¿Por qué alguien a quien has servido te querría muerto?

– Tengo demasiada información corriendo de aquí para allá en mi cabeza y soy peligroso. Presumirán eso finalmente, si no trabajo para ellos, trabajo contra ellos.

Ella frunció el entrecejo y él no pudo detenerse, estiró la mano y trazó los labios suaves.

– Entonces es una cosa buena que todos piensen que estás muerto, Lev.

Él suspiró.

– El hombre en la plataforma ese día. Le llamaste Ralph. Me vio.

– Tu cara no. Dije que estabas de visita. ¿Y por qué lo recordaría?

– ¿Honestamente no lo sabes, verdad? -Estaba un poco sorprendido por su ingenuidad-. Trataba de coquetear contigo y tú no le diste ni la hora.

– Eso es tonto. Es amistoso con todos los buzos. Y tú tenías una conmoción e imaginaste cosas.

– Es mi trabajo captar cada pequeño matiz, Rikki. Es la diferencia entre la vida y la muerte. Créeme, el hombre coqueteaba. Te encuentra intrigante. Y probablemente es la primera vez que te ha visto con un hombre.

Ahora su ceño alcanzó las cejas y él tuvo que trazarlas también porque no podía resistirse.

– Me vio. Y cuando vengan a mirar, y lo harán, mencionará que estuviste fuera en el mar ese día y que yo estaba contigo. Eso dirigirá a algunas personas muy malas directas a ti. -No estaba seguro de si la estaba advirtiendo, pidiéndole permiso para matar a Ralph o si necesitaba ver su reacción al saber que Ralph había estado interesado.

– Quizás seas un poco paranoico, Lev. ¿Por qué demonios hablaría él con unos perfectos extraños sobre vernos a cualquiera de los dos?

– Porque mi gobierno enviará a su mejor limpiador y él sabe cómo conseguir información.

Ella sonrió de repente.

– Bien, adivino que debemos tener un plan para cuando eso suceda.

Él la miró fijamente a la cara durante mucho tiempo, preguntándose cómo la había encontrado. El agua estaba tan fría, tan oscura, los pulmones ardían y sus oídos casi habían implosionado, su cuerpo y la cabeza habían sido golpeados contra las rocas, hundiéndose hasta que sólo estaba la muerte esperando. Había visto la muerte. No había sido mejor para él que la vida. Y entonces Rikki. La tocó con reverencia.

– Sabes que tengo la intención de hacerte el amor.

Ella se quedó muy quieta, como él había sabido que haría.

– No lo has intentado.

Él no estaba seguro de que quería decir eso, si estaba decepcionada o sólo indicaba la verdad. Se figuró que era probablemente lo último. Ella era muy aficionada a la realidad.

– Tiene que estar bien para ti, Rikki. Eres diferente. Eres real, no un trabajo. Tú importas. Yo nunca he estado con una mujer que me importara.

– No puedo imaginarte no consiguiendo a ninguna mujer que desees, Lev.

Él sonrió, el corazón de repente más ligero mientras le besaba el muslo derecho sobre una de esas gotas de agua brillantes. Estaba muy encariñado con esos culottes. Los que ella llevaba tenían pequeñas rayas rosas, envueltas en torno a ella como si fuera un regalo para ser abierto.

– Gracias, pero nunca deseé a una mujer para mí mismo. Ha habido mujeres. Demasiadas. Trabajos. Las utilicé para conseguir lo que quería. Eso no va a pasar jamás contigo. Esto va a ser acerca de hacer el amor contigo.

Acarició los dedos sobre el muslo de raso, sobre las gotas. ¿Eran lágrimas? ¿Cómo podía ser ella tan suave cuándo pasaba tanto tiempo en el agua? Había siempre un perfume débil, justo fuera de alcance, sutil, pero así era Rikki.

– Tengo que advertirte, Lev -su voz tembló, y por primera vez cuando la miró, ella apartó la mirada-, no soy muy buena en las relaciones sexuales. No es como si tuviera mucha experiencia, y cuando alguien me toca, a veces duele.

Él se sostuvo sobre un codo y la deslizó hacia abajo para que se tumbara debajo de él.

– Bien, tendremos que ir lento y ver lo que te gusta y lo que no, ¿verdad?

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