Capítulo 16

Los ojos de Rikki revolotearon, Lev se sacó la camisa por la cabeza y la tiró a un lado. Necesitó un minuto para quitarse los zapatos, calcetines y los pantalones. Ella esperó, sus ojos oscureciéndose con pasión. Él podía ahogarse en esos ojos, decidió, centrando su mirada en la de ella, caminó rápidamente para abrir de un tirón la puerta de cristal.

Ella inhaló bruscamente, inclinando la cabeza cuando él se acercó. Lev envolvió los dedos alrededor de su nuca y la atrajo hacia él. En el momento que la tocó, se sintió completo. El agua se derramó sobre ambos como una cascada exótica. La ducha había sido construida para aparentar como si estuvieran en la naturaleza, el mar rodeándolos, y el agua, como lluvia o cascada, acentuaba el efecto. Ella pertenecía a ese entorno, y cuando su cuerpo se movió contra el suyo, estaba relajada y acogedora.

Amaba su olor, la fragancia femenina le rodeaba como un perfume embriagador. La confianza en sus ojos, la necesidad y la pasión, lo excitaba como nada más podía. Las manos femeninas le recorrieron el pecho, los dedos trazaron sus definidos músculos. Por primera vez había posesión en su toque. Un reclamo por parte de ella.

El aliento escapó del cuerpo de Lev cuando los dedos de Rikki se cerraron sobre su pene erecto, trazando una ardiente sensación de arriba a abajo a lo largo y alrededor del grueso contorno. Ella se arrodilló sobre las baldosas grises y azules y ahuecó el peso de sus pelotas en las palmas.

– ¿Qué haces? -Apenas podía pronunciar las palabras cuando sintió su aliento, casi caliente y dulce, bañando la palpitante punta del pene. Con manos inestables cambió la cascada del agua a una suave lluvia.

– Practicando -contestó en un tono ronco, sensual-. Me gusta ser buena en lo que hago y me gusta complacerte. -Lamió las gotas nacaradas y luego tarareó, saboreándolas como si él le hubiera dado el más fino de los vinos-. Sabes bien.

– Debo admitir que me alegra que lo creas así. ¿Qué habríamos hecho si no fuera así?

Ella le dio una sonrisa descarada.

– Habría untado mantequilla de cacahuete sobre ti y te habría lamido -ofreció-. Aún podría.

La felicidad explotó a través de él. Y luego ella lo tomó en su boca, permitiendo que su polla se deslizara hacia abajo por el calor sedoso de su lengua y él perdió todo pensamiento coherente. Como antes, Rikki estaba totalmente concentrada en lo que hacía, llevando a su cuerpo al cielo, pero supo que ella estaba lejos, completamente hipnotizada en la exploración de su cuerpo. Ahora, sus ojos se enfocaron en los suyos y ella le miró, totalmente concentrada en él, no sólo mecánicamente, y al igual que antes, cuando lo había tocado, él supo que había sangre y no agua helada corriendo en sus venas.

Su boca, se hacía más caliente por momentos, su lengua se sentía sutilmente diferente, jugueteando con la parte oculta de la punta del pene en el punto más sensible para luego volver rápidamente a la punta otra vez, haciéndolo gemir. No tuvo tiempo de asimilar las vetas sofocantes de puro calor que se precipitaron por sus venas. Sus dientes chirriaron suavemente y su polla se sacudió. Los labios de Rikki se deslizaban de arriba abajo, y luego sobre su saco, jugueteando con la base para después engullirlo otra vez.

Había fuego en su boca, trasladándose hacia él, y la tensa succión alternada y la danza de su lengua le desequilibraron. El placer fue casi abrumador y por todo esto, se vio perdido en las oscuras profundidades de pasión en sus ojos.

Sintió ese primer intento indeciso en su mente mientras ella se unía suave y ligeramente. Lev sabía lo que Rikki estaba haciendo, pero de todas formas se abrió a ella, permitiéndole que le acariciara en el interior de la cabeza, que aumentara su placer al permitirle experimentar el suyo y, sobre todo, que siguiera las imágenes en su cabeza. Jadeó cuando ella lo tomó más profundo, tragando, los tensos músculos se ciñeron a su alrededor.

El agua cayó sobre ellos, clara y fresca, aumentando la belleza del momento. Los azulejos brillaban como si el mar hubiera cobrado vida. Las suaves luces jugaban sobre la piel de Rikki, convirtiendo a la delicada carne en un placer cremoso de puro satén. El agua acarició su cuerpo, corrió en riachuelos sobre sus hombros y bajó por el valle entre sus pequeños y perfectos senos.

En todo momento esos ojos oscuros lo mantuvieron cautivo. Había amor, había placer puro y un deseo por él tan intenso como el que él sentía por ella. Su boca nunca rompió el contacto, aunque lo deslizara al mismo borde de sus labios y luego lenta, muy lentamente lo envolvía con ceñido y fiero ardor.

Él conocía todos los trucos para aumentar el placer de su compañera sexual, aunque nunca hubiera experimentado la generosidad verdadera del amor. La agarró del cabello e hizo que levantara el rostro hacia el suave rocío de la ducha, los ojos de Lev eran brasas. El calor inundó su mente, lo rodeó, eliminando cada imagen horrorosa de su pasado, hasta que sólo estuvo Rikki con su dulce y dadivosa boca, aceptando su naturaleza.

Su cuerpo se tensó más y más, y tiró de su pelo, necesitando desesperadamente estar dentro de ella, ser una parte de ella. Rikki entró en sus brazos sin vacilar, abrazándolo por el cuello cuando la levantó, envolviendo las piernas alrededor de su cintura. Aseguró los tobillos detrás de él y Lev colocó su cuerpo sobre el suyo. Ella lo recibió con esa misma exquisita lentitud que había usado con su boca. Lev sintió como el cuerpo femenino se abría para él, un poco reluctante. Los apretados pétalos se desplegaron cuando su grueso eje la penetró cada vez más y más profundo hasta que estuvo a horcajadas sobre él, estrecha y apasionada haciéndolo estremecer con el placer de ella.

La dejó encontrar su propio ritmo y Rikki comenzó a moverse como las olas que tanto amaba, de arriba abajo, aunque hiciera estrechos y pequeños círculos y moviera las caderas como si cabalgara sobre las olas. Él amó esa creciente confianza, el modo en que extendía la longitud del brazo, como los dedos se unían detrás de su cuello, echando la cabeza hacia atrás mientras sus caderas seguían ese ritmo lento que estaba seguro le volvería loco. La expresión en su rostro era inestimable, puro éxtasis, sexy, era una mujer lujuriosa perdida completamente en su amante elegido.

El agua goteó hasta donde sus cuerpos se unían, encharcándose y luego corriendo hacia abajo en pequeños ríos hacia sus muslos. Las gotitas chisporroteaban como si estuvieran electrificadas. No sabía si era el agua corriendo caliente, o su propia piel sensible, o algo que ella hacía con el elemento acuático. No importaba cómo, mil lenguas aterciopeladas lamían su piel, y cuando ella se movió en esa lenta y sensual cabalgata, él sintió que el líquido caliente bañaba la punta de su pene.

Su femenina, estrecha y caliente vagina, le ceñía y se movía como si estuviera viva, rodeándolo de seda viva, envolviéndolo, ordeñándolo, ahogándolo y causando una acalorada fricción cuando él casi se deslizaba fuera y luego ella otra vez se asentaba hasta el fondo. La tensión creció, girando en su interior como un géiser. Los dedos del pie, las piernas, los gruesos muslos se estremecieron por la excitación. El magma llegó a su punto de ebullición y ardió, la presión aumentaba en su pulsante polla y en su tenso saco.

Con un gemido bajo, la agarró de las caderas y tomó el control. Se hundió en ella, profundamente y con fuerza, llegando hasta el fondo, golpeando su sensible cerviz de tal forma que ella lanzó un grito y hundió los dedos en sus hombros, preparándose para una cabalgata salvaje. Se la dio, cambiando de esas lentas y crecientes ondulaciones, a un mar tempestuoso surgiendo sobre ella una y otra vez.

Su música comenzó, esos pequeños quejidos suaves y suplicantes gemidos, que se encontró esperando. La voz de Rikki se mezcló con el sonido de carne uniéndose y la cadencia del rocío de la ducha. Se perdió en ella, permitió que ella lo purificara, ahuyentara a las personas, lugares y las cosas que había hecho y visto. Sólo era Lev Prakenskii, consumido por la mujer a la que amaba más que cualquier cosa o a alguien en la tierra. Truenos rugieron en su cabeza. Su corazón palpitó, y su sangre hirvió en las venas mientras el magma se hacía más caliente y comenzaba a formarse en sus pelotas. Sintió su primer temblor, luego la ola, el terremoto, barriendo en él junto al enorme orgasmo de ella, de modo que perdió todo control, vertiéndose en ella, profundamente y con fuerza, y sumamente satisfecho.

Durante un momento los pulmones de Lev ardieron y su corazón casi explotó. Sus piernas temblaron. La apoyó contra la pared para impedir que ambos aterrizaran en el suelo. Presionó su frente contra la de ella y luchó por respirar.

Ya tebya lyublyu, Rikki -murmuró suavemente-. Te amo. Sé que crees que es demasiado pronto. No quiero asustarte, pero es verdad y tengo que decirlo. Así que te lo diré en mi lengua materna y tú no tendrás miedo.

Sus ojos oscuros lo tragaron, y luego ella se inclinó hacia adelante y tomó posesión de su boca, un beso dulce, sensible, se vertió hacia él.

– Se siente correcto amarte -susurró ella, retirándose para bajar la mirada hacia el rostro masculino-. Quizás es demasiado pronto. Todas mis hermanas así lo creerían. Pero nunca me he sentido así. Ni lo haré otra vez. No creas que tengo que oír palabras bonitas, Lev, no te pido un para siempre…

– Deseo el para siempre. -Él saboreó la palabra-. Nunca había considerado que tendría una oportunidad de un para siempre. Me gusta como suena. Tomaré esto. Para siempre contigo.

Ella lo besó otra vez. Mientras las olas de placer corrían a través de la unión de sus cuerpos, los dedos de Rikka se deslizaron en su pelo y le montó suavemente hasta que ambos estuvieron totalmente agotados. Ella bajó las piernas, poco dispuestas a separarse de él.

– Amo cuando estás dentro de mí. -Su mano le acarició el pecho desnudo. Ella se agachó para capturar una gota de agua que se aferraba a la dura punta de un pezón.

Él acunó la cabeza de Rikki.

– Amo estar dentro de ti.

Recogiendo el champú, él le lavó el sedoso cabello, los dedos masajearon suavemente el cuero cabelludo. Al enjuagar, se tomó su tiempo enjabonándose el cuerpo con su gel de baño, demorándose en todos los lugares que la hacían saltar o temblar de necesidad.

– Podría pasar todo el día aquí contigo -le dijo él, aclarando con esponja el jabón de su piel.

Ella asumió el control. Sus manos eran confiadas ahora, recorriendo su cuerpo con tal ternura, que él lo desgarró por dentro.

– No será tan divertido cuando el agua caliente se enfríe sobre nosotros, que es lo que está a punto de suceder.

Sus manos le acariciaron tiernamente la ingle, resbaladizas por el jabón, lavándolo a fondo antes de enjuagarlo. Él le sonrió abiertamente, la atrapó en sus brazos y la besó otra vez. Se veía tan atractiva, con esos ojos oscuros y el cabello hacia atrás, sus labios ligeramente hinchados por sus recientes besos.

– Tienes razón. El agua se está enfriando. -Cerró la ducha y le dio una toalla antes de secarse él mismo.

Un ave llamó. Otra contestó.

– Vamos a sentarnos en el pórtico trasero y observar el cielo esta noche. Se supone que una pequeña tormenta viene desde el océano hacia tierra firme. Adoro observarlas entrar. No es un gran sistema, pero el cielo siempre es tan grandioso con esas nubes agitadas. Se vuelven más pesadas y oscuras y puedes sentir la lluvia en el aire.

– Alguien está aquí, laskovaya moya -susurró Lev. La apartó suavemente y se puso rápidamente los vaqueros. No podía perder tiempo en mirarla, mojada y despeinada y verla como si hubiera estado haciendo el amor a conciencia. Con los pies desnudos se dirigió al dormitorio y comprobó sus armas.

Rikki le siguió a la puerta de dormitorio y se paró mirándole con diversión, secándose distraídamente con la toalla.

– Sólo mis hermanas me visitan -indicó-. Creo que estás a salvo.

– Prefiero estar seguro -contestó, dirigiéndole una pequeña sonrisa alentadora. Podría sentirse divertida con sus medidas de seguridad, pero estas formaban parte de él y nunca se liberaría del todo de su entrenamiento.

La supervivencia era parte de la razón por la que se había aferrado a ella con ambas manos, entregándose casi completamente antes de darse cuenta de lo que hacía. La supervivencia era el núcleo de quien era, y Rikki representaba la existencia de lo quedaba del original Lev Prakenskii. Ese hombre había sido lentamente consumido por el fantasma que se deslizaba a través del mundo asumiendo nuevas identidades, mudando de piel e identidad en un abrir y cerrar de ojos. Ella no tenía ninguna verdadera noción de su mundo y el peligro que acechaba por aceptarlo en su vida, pero él sabía, que aun si ella conociera todos los riesgos, los aceptaría.

– Me distraes -indicó, acercándose a ella, una mano le acunó el pecho desnudo, mientras se inclinaba para capturar su boca con suya.

Adoraba la sensación de su piel, sedosa y suave como la de un bebé. La forma en que ella temblaba ante su toque. La forma en que sabía. Todo. Todo de ella. Trazó un camino de besos hacia su oreja, mordisqueando, presionando apremiantes besos como alas de mariposa en su barbilla, cuello y de regreso al delicado lóbulo de la oreja.

– Podría comerte por completo, Rikki.

El pezón se endureció en la palma de Lev y él transfirió su atención a su seno, masajeando y tironeando, para luego agacharse para introducir la sedosa carne en su boca. Ella acunó su cabeza junto a sí, sosteniéndolo, mientras los estremecimientos la embargaban, y los pequeños quejidos envolvían a Lev en su música. Él presionó su frente contra la de ella e inhaló, tomando la fragancia femenina en sus pulmones.

– Eres tan hermosa, Rikki.

– En realidad, soy bastante delgada -dijo naturalmente-. No tengo muchas curvas.

Él no pudo menos que sonreír. Ella no buscaba elogios, lo decía literalmente. Él no sólo se había referido a exterior, sino también a su interior.

– Tienes las suficientes para mí. Y trabajaremos en lo de la delgadez. Soy un excelente cocinero. Tú sólo tienes que aprender a comer otra cosa que mantequilla de cacahuete. -Se apartó de ella antes de perderse otra vez-. También eres una terrible distracción.

Le acarició el desnudo culo mientras se deslizaba a su lado y se dirigía a la cocina. El camino de entrada desembocaba en un círculo. Rikki, así como su familia, siempre usaban el aparcamiento de atrás. Había más espacio y el acceso circular corría paralelo a la carretera principal. No encendió las luces, sino que esperó en medio de la oscuridad creciente cuando un coche que reconoció como el de Blythe aparcó al lado de la camioneta de Rikki. Ella se quedó sentada durante un momento, contemplando la casa, obviamente inquieta por algo, antes de abrir su puerta y salir. Tan pronto como vio que estaba sola y que traía comida, salió para ayudarla.

– Blythe, es bueno verte -saludó, quitándole los paquetes-. En realidad puedo cocinar ahora. Claro que aprecio que todas impidáis que me muera de hambre, pero iremos de compras mañana y cocinaré. Haremos un pequeño experimento de ensayo y error, y veremos si podemos encontrar otras cosas que Rikki pueda comer cómodamente.

Blythe lo siguió hacia el porche, pero se detuvo en la puerta.

– Tienes que ir lento con ella, Levi.

Él asintió.

– Estoy aprendiendo eso. Aunque es un viaje que vale la pena. Entra.

Blythe sacudió la cabeza.

– No sé cómo logra aceptarte en su casa, pero está muy afligida cuando entramos nosotras. Apenas si resistió cuando tuvimos que entrar en la casa el otro día.

– Pero no debido a su autismo -dijo Lev-. Teme por tí. Si no detienes esto ahora, se volverá parte de su rutina y perderá la capacidad de tener invitados en su casa. Esto es limitante para ella. Su casa es su asilo. Su refugio. Tiene que sentirse cómoda con su familia en ella. Entra y sólo actúa de forma natural.

Blythe se humedeció los labios con nerviosismo, pero entró en la cocina, mirándolo con ojos especulativos. Lev sabía que su cabello estaba húmedo y la camisa abierta. Ella sabía que él era más que un hombre de paso por la vida de Rikki. Él también sabía que eso la preocupaba. No podía culparla. Las hermanas le habían leído correctamente, pero iba a quedarse. Blythe tendría que aprender que Rikki era su mundo y que estaba segura en sus manos. Puso la comida sobre la mesa y caminó con los pies descalzos por la sala de estar, Blythe lo siguió de mala gana.

– Es Blythe, Rikki. Ha traído comida -llamó.

– Ah, bien. Quería verla -respondió Rikki-. Iba a decirle que gran cazador eres, casi consiguiendo un bacalao gigantesco. -Sonriendo, salió del dormitorio, su pelo estaba despeinado y aún húmedo, sus ojos brillaban con la risa y sus manos todavía se abrochaban la blusa.

La sonrisa desapareció de su rostro en el momento en que vio a su hermana de pie en la sala de estar.

– Ah. -Agitada pasó la mano a través de los mechones mojados de su cabello-. Pensé que me esperarías en el porche.

– Fuera hace un poco de fresco para estar cómodo -dijo Lev suavemente-. Así que le pedí que entrara. Sabía que querrías que permaneciera caliente.

Rikki abrió la boca dos veces para decir algo y la cerró, tragando con fuerza. Su ceño estuvo de vuelta con ambas cejas castañas juntas. Giró en círculo, viéndose indefensa y vulnerable.

Lev le envolvió el brazo alrededor de su cintura y la atrajo hacia él, dejando caer la barbilla sobre su coronilla.

– ¿No estás preocupada por tu acechador, no es así, corazón? Tengo un excelente sistema de alerta. No puede acercarse sigilosamente a nosotros. Tu hermana está segura.

Los dedos de Rikki se agarraron nerviosamente a la camisa de Lev.

– ¿Estás seguro?

– Totalmente -dijo-. Nunca pondría la vida de tu hermana en peligro.

– Él logra herir o matar a todos lo que me importan -dijo ella.

– No esta vez, dulzura. -Laskovaya moya, confía en mí. Empiezo a conocerlo y sus días están contados. No permitiré que te haga daño.

Lev besó su cuello y luego señaló a Blythe una silla.

– Rikki me lanzó un pez hoy. Uno con dientes gigantescos.

Forzó una pequeña sonrisa. Rikki todavía estaba tensa. Definitivamente la estaba empujando hacia su zona de comodidad al tener a Blythe en la casa con ellos. Causalmente cruzó hacia la puerta y la abrió, dejando la mosquitera en su lugar, pero permitiendo que Rikki viera que tenían una clara vía de escape si había un amago de fuego.

– ¿Te lanzó un pez? -Blythe se sentó en una silla con una sonrisa alentadora-. ¿Lo hiciste, Rikki?

Rikki se hundió en su silla favorita y echó un vistazo con inquietud a la puerta de la cocina. Lev amablemente fue a la cocina a abrirla para ella.

– Siempre se queja de mi mantequilla de cacahuete así que pensé que podría echarle una mano con la comida.

– El pez estaba poseído. -Lev continuó con la historia-. Se contoneaba, forcejeaba e intentó arrancarme la pierna, y ella en el agua riéndose.

La risa de Rikki era genuina y la tensión en él se desvaneció.

– Parecía estar haciendo una salvaje danza de la lluvia. Y estaba en apuros, iba a entregar mi barco al pez.

– No es cierto. -Lev no podía apartar los ojos de su rostro. Amaba observar sus expresiones. Quizás nunca había mirado a las personas antes. Estas no significaban nada para él. Nunca podía ver su dolor y sufrimiento. No podía dejarles afectarle o fallaría en su misión. La misión importaba, el fin último, no el individuo. Nunca escuchó la risa. Si te permitías oírla o sentir diversión, la oirías y sentirías dolor.

Como si leyera sus pensamientos, Rikki le agarró la mano izquierda en las suyas.

– Definitivamente iba a hacerlo, Blythe. Iba a abandonar el barco.

La yema del pulgar se deslizó sobre el centro de su palma. Él sintió su caricia, no en su piel, sino profundamente en su cuerpo, una intimidad que los unía más allá de todas las expectativas. Quédate. Ella se lo había susurrado. Dándole una oportunidad. No le quería en el frío… en las sombras. Veía más allá del fantasma al hombre y de alguna manera le daba sustancia. Ella le había dado una casa, un refugio. Y ahora le había entregado esta… intimidad más allá de toda imaginación.

Otra vez quiso estrecharla en sus brazos, sepultar su cuerpo en el de ella y mantenerlos unidos hasta que compartieran la misma piel. No había creído posible amar a una mujer, amar a alguien, del modo que amaba a Rikki. Sintió la mirada de Blythe sobre él y se obligó a apartar la mirada de Rikki. Los instintos afilados durante años de supervivencia le impedían mostrar sus sentimientos. Rikki le volvía vulnerable, y sus sentimientos por ella la hacían el objetivo perfecto si alguien quisiera alcanzarlo.

Lev se aclaró la garganta.

– Si quiero oír rumores, ¿dónde es el mejor lugar?

– Inez en la tienda de comestibles -dijeron Rikki y Blythe simultáneamente. Se miraran entre sí y rieron.

– Todo el mundo habla con ella. Conoce a todos y tarde o temprano, todos le cuentan su vida y milagros -añadió Rikki.

– Pero no quiero pintarla sólo como una chismosa -clarificó Blythe-. Ella no es así. Se interesa de verdad por las vidas de las personas y cuida de ellas. No revela nada confidencial y protege a la gente del pueblo. Las Drake, una de nuestras familias más prominentes, son muy amigas de ella. Joley es una estrella en la industria musical y Hannah era un supermodelo. Kate escribe novelas que son éxitos de venta. A menudo, los reporteros vienen al pueblo, sobre todo en busca de chismes y trapos sucios.

– Blythe es prima hermana de las Drake -ofreció Rikki-. El nombre de su madre también es Blythe. Es una familia enorme. Juro, que hay tantas primas que podrían tomar el control del pueblo.

Blythe asintió, su mirada fija en Lev.

– Probablemente podríamos. Y recientemente hubo una avalancha de bodas.

– Tu familia parece interesante. No tuve ningún hermano así que siempre me he preguntado cómo sería tener una familia grande.

– Ruidoso -dijo Blythe-. Y feliz. Tengo muchas primas, pero ninguna hermana. Mi madre logró tenerme a mí, pero no más. Ella tenía a seis hermanas. Era la tercera y muy talentosa a su manera. Nunca pude mentirle. -Se rió suavemente-. No fue tan fácil durante mis años adolescentes, pero todas las reuniones con mis primas eran divertidas. Las vacaciones eran las mejores.

– ¿Así que estas unida a tus primas?

Ella asintió.

– Las veo a menudo. Por eso vine aquí, para estar cerca de la familia. Encontré este gran trozo de propiedad. La mayor parte de la granja ya estaba explotada.

– ¿Por qué no entró tu familia contigo en esto? -preguntó Lev.

Su expresión se cerró.

– No se lo pedí. Sentí que era necesario que lo hiciera sola. -Indicó a Rikki con la barbilla-. Estoy contenta de haberlo hecho. Nunca tuve hermanas menores y esta granja ha permitido que tenga mi propia gran familia.

Rikki sonrió.

– Yo también estoy contenta de que lo hicieras así.

Blythe estudió el rostro de Lev. Parecía que le miraba a los ojos. Él sabía que su vello facial le escondía muy bien. Tenía cicatrices en brazos y manos, y estaba seguro que ella las había notado pero no había hecho ninguna pregunta.

– Me recuerdas un poquito al marido de Joley. Algo alrededor de los ojos, o tal vez la forma en que observas a las personas. Te pareces mucho a él. Es ruso y trabajó para alguna clase de agencia del gobierno. No estoy realmente segura de cual. Su apellido es Prakenskii.

Prakenskii. Él ni siquiera parpadeó. La supervivencia tomó el control. Su cuerpo permaneció relajado y él pareció suavemente interesado, no más. Si alguien le hubiera tomado el pulso, habría sido una roca de estabilidad.

No me mires, Rikki.

Rikki se meció suavemente en su silla y casualmente recogió el calidoscopio portátil que Judith había hecho especialmente para ella. Lev podía ver que era hermoso, el exterior azul y las brillantes aguas como si uno se estuviera bajo el agua mirando hacia la superficie llena de palmeras que bordeaban el océano.

Sigue examinando tu calidoscopio. Ella está pescando y no podemos darle nada. Esto pondría su vida en peligro.

En voz alta, le habló a Blythe, sin ni siquiera echar un vistazo a Rikki para ver si ella le había entendido. Tuvo que confiar que manejaría esa solicitud sin vacilar.

Lev miró a Blythe directamente a los ojos y se encogió ocasionalmente de hombros.

– Debe ser mi madre rusa. Bien, mitad rusa. Su madre se casó con un contratista que había trabajado en un gran proyecto de construcción allí. Era traductora. Quizás me dio ojos rusos.

– ¿Eres consciente -preguntó Blythe-, que aunque el yate que se hundió fuera un buque griego, uno de los extraviados a bordo era ruso? He oído que alguien ha estado en la tienda de Inez preguntando por supervivientes, en particular sobre el ruso.

Rikki respiró y sostuvo el calidoscopio, como si la conversación fuera algo banal y no le concerniera en lo más mínimo.

– Debes ver esto, Levi.

– ¿De verdad? -le dijo a Blythe mientras recibía el calidoscopio ofrecido-. Creí que se había confirmado que todos estaban muertos. No he estado manteniéndome al corriente de las noticias.

Blythe asintió.

– Judith me dijo que él le mostró una fotografía del hombre que buscaba. Era aproximadamente de tu altura y peso.

Lev se rió de ella.

– ¿Supongo que estás insinuando que yo soy ese hombre?

– Es plausible. Apareciste al mismo tiempo.

Él colocó el calidoscopio ante su ojo y miró por el tubo. La celda llena de líquido capturó la imagen y sintió la sensación de estar tanto en el agua como bajo ella simultáneamente. Judith era claramente notable cuando se refería a diseñar. El calidoscopio era perfecto para Rikki, el efecto, calma y tranquilidad, le daba a uno la sensación de estar en casa en el mar. El objeto contenía una variedad de colores, agua, turquesa, varios tonos de verdes, coral, colores de conchas naturales, pulidos nacarados, frescos plateados y candentes dorados. Dentro encontró muchos objetos, incluso peces, conchas, caballos marinos, algas, burbujas, formas de olas y cristales que sugerían el centellear del sol en el agua.

– Es hermoso, Rikki -dijo él, su voz fue suave, al devolvérselo y dejó caer un beso encima de su cabeza-. Tu Judith es un genio. -Él concentró su atención una vez más en Blythe, dedicándole una sonrisa fácil como sólo Levi Hammond podría hacer-. Si estás preocupada porque pueda ser ese ruso perdido, es muy fácil comprobarlo. Estoy seguro que conoces a las personas apropiadas.

Ella no apartó la mirada de él.

– Hay muchos miembros de la familia en las fuerzas policiales.

Rikki dejó el calidoscopio y miró con ceño a Blythe.

– ¿Acusas a Levi de algo, Blythe? ¿Qué está mal contigo? Creí que habíamos superado eso.

Lev podría haberla besado. Ella tenía el tono correcto de ultraje, de acusación en los ojos. Cuando tocó su mente, notó que ella no estaba representando un papel. Estaba preocupada, su familia había señalado que aceptaban a Lev, así que sus lealtades debían estar con él.

Eso no funciona de esa forma, Rikki. Te ama no sólo como a una hermana, sino como la hija que nunca tuvo. Todo lo que ella oye hace que sienta la necesidad de protegerte, y nosotros, de hecho le estamos mintiendo. Es posible que sienta eso y la inquiete.

Blythe parecía incómoda.

– El ruso dijo cosas espantosas. Dijo que el hombre de ese yate era un asesino, que era muy peligroso y quienquiera que le ofreciera amistad, él sólo le estaría usando. Afirmó que encontraría a una mujer, la haría enamorarse de él, la usaría para esconderlo, y al final la mataría para mantener a salvo su identidad.

Allí estaba. La verdad y aún así una mentira. No se atrevió a mirar a Rikki. ¿Y si creía a Blythe? La información era imposible de ignorar. Rikki extendió y tomó su mano, su pulgar presionó profundamente en el centro de su palma. Ella lo acarició allí y llenó su mente de calor y amor.

Te olvidas, Lev, que a veces estoy en tu cabeza. Blythe no tiene esa capacidad. Sé que tus sentimientos por mí son genuinos. No siempre estoy segura que tengan sentido, o que un día no te despertarás y te darás cuenta que el golpe en tu cabeza te afectó la inteligencia, pero asumiré ese riesgo.

El alivio fue inmediato, y físico, sus piernas se sentían un poco inestables, su corazón se tensó fuertemente en su pecho. Sabía cuánto había invertido en Rikki… todo. Sin ella, estaría de vuelta en el frío, pero esta vez de sopetón.

No voy a ninguna parte, Rikki.

– Sé que es difícil para ti, Blythe. No me conoces. Sólo aparecí con Rikki un día y me acerqué. Claro que quieres protegerla. Sólo puedo darte mi palabra, la cual nunca he roto, que no heriré intencionadamente o dañaré a Rikki. Quiero casarme con ella y vivir mi vida con ella. -Él le retuvo la mano para evitar su protesta-. También me doy cuenta que esta relación sucedió rápidamente. Rikki y yo encajamos. No es sólo una atracción física. Ella es mi milagro. No puedo explicarlo mejor que eso. No acostumbro a darle explicaciones a alguien, pero tú eres importante para ella. Eres su familia y ella te ama. Quiero que me aceptes en tu familia también.

Blythe presionó sus labios temblorosos como si pudiera estar cerca de las lágrimas.

– Quiero creerte.

– Todo lo que pido es una oportunidad.

Fuera de la casa, hubo una agitación de alas y algo pesado rozó contra la puerta mosquitera. Un búho chilló. Otro lo imitó.

Rikki brincó, sus dedos se aferraron al calidoscopio.

– Él está aquí -dijo ella, su voz era baja, asustada.

Lev dejó caer una mano en su hombro.

– Quédate en la casa. Hablo en serio, Rikki. Blythe mantenla dentro. Vigila las puertas por si acaso.

Se movió rápidamente, antes de que cualquiera de ellas pudiera protestar. Se había puesto deliberadamente una camisa de color oscuro y salió por la ventana del dormitorio, extendiéndose hacia sus espías. Un búho volaba en círculos encima de la casa mientras el otro se asentaba en las ramas altas de un árbol sobre el risco. Ambos estaban agitados.

Lev juró en voz baja y echó un vistazo al cielo. Había nubes, algunas eran oscuras y pesadas, lo cual podría ser algo bueno. Empezó a escalar el risco y el búho en lo alto gritó una advertencia. Dejó que su mente se expandiera. No había querido tomar posesión y ver a través de los ojos del búho porque eso le debilitaba, pero no tenía ninguna opción. Los gritos frenéticos del ave indicaban problemas en otra parte. Rodeó la casa, entrando bajo la cubierta de una pequeña sección adosada de rododendros.

El olor a gasolina era fuerte. Una amplia franja de maleza y hierba había sido empapada formando un gran círculo rodeando la casa. Sólo podía distinguir una sombra oscura moviéndose rápidamente por el risco. Empezó la persecución, desenfundando el arma y corriendo sobre el irregular terreno. La sombra se giró y lo que parecía un arma estaba atado a una manguera que salía de una mochila a su espalda.

Las llamas salieron del arma y se extendieron por el terreno hasta que una docena de fuegos explotaron. El hombre usaba su manguera como lo haría un bombero, y a lo largo de todo el amplio círculo más fuegos ardían rojos y naranjas. Lenguas hambrientas lamían el combustible y giraban sobre la tierra para conectarse como brillantes puntos de la cola de un cometa encendido.

La energía cantaba en el aire, una gran fuerza potente, oscura por el odio y la determinación de destruir. El hombre había ganado el risco desde donde podía mirar como su creación tomaba forma. Cuando dirigió las llamas para que fluyeran juntas y cerrar cualquier posibilidad de fuga, Lev atacó, usando a los búhos, llamándolos hacia abajo, con las garras extendidas, los ojos y oídos agudos.

¡Rikki! Sal al porche. Llama a la lluvia. ¡Hazlo ahora y hazlo rápido!

Lev tenía completa fe en ella. Si había agua en esas pesadas nubes, ella haría que se derramaran sobre las llamas. Corriendo, rodeó el borde del círculo de fuego. Mientras subía a la terraza, una bala gimió al lado de su oreja. El incendiario tenía un arma.

Atacad, ordenó Lev a las aves.

Se dejó caer al suelo, contó hasta cinco y corrió otra vez. Los búhos se zambulleron sobre el pirómano, cayendo desde el cielo como bombarderos. Las aves de rapiña eran ante todo depredadores, y fueron a por la cara y ojos. El hombre gritó horriblemente y levantó los brazos para protegerse la cabeza cuando tropezó, corriendo hacia su camioneta.

Lev no tenía un disparo claro hacia él, pero el incendiario disparó más de tres veces, probablemente a los búhos que se arrojaban hacia él. La camioneta salió, zigzagueando carretera abajo.

Seguidlo, pidió Lev.

Los búhos dieron vueltas y salieron en línea recta, las alas agitándose con fuerza, silenciosos depredadores acechando a su presa. Las nubes se abrieron en un retumbar y el agua cayó, empapando la granja, la casa, las tierras que rodeaban la casa, los árboles y plantas. El humo ondeó en el aire y el fuego siseó en protesta. Rikki caminó hacia el fuego, sus manos eran el conductor. Él podía oír su voz a lo lejos ahora, una canción de amor, elevándose con la ferocidad de la lluvia, golpeando el fuego con la inundación de una cascada.

El incendio no era oponente para el concierto de Rikki, al no ser ya alimentado por el fuego, ni empujado por una fuerza oscura, cesó de rugir, trató de gruñir y luego sucumbió con unos silbidos más al impacto del chaparrón.

Él la admiró, con su rostro respingón hacia la lluvia, dirigiéndola impertérrita hacia su peor enemigo. La amó más en ese momento, con las oscuras nubes girando y rompiéndose en truenos, Rikki estaba de pie resuelta mientras dirigía su sinfonía. Tranquilamente rodeó la hierba quemada, lentamente, tomándose su tiempo para asegurarse de que no quedara ninguna ascua perdida bajo las capas de agujas de pino y vegetación para luego hacer erupción cuando menos se esperara. Implacablemente empapó el área, hasta que el agua formó profundos charcos. Sólo entonces el torrente amainó.

Lev pasó su mirada de ella a Blythe, que estaba de pie en el pórtico, una mano presionando su corazón, su expresión intimidada mientras observaba a Rikki. Él se sentía de la misma forma, espeluznante admiración y maravilla, un respeto abrumador por su capacidad de manipular el agua. Él estaba acostumbrado a los dones psíquicos, pero un elemento… eso era verdadero poder.

No había ninguna razón para intentar seguirle la pista al incendiario. Los búhos harían un mejor trabajo y en cualquier caso, necesitaría asistencia médica para las heridas en su cara causadas por las afiladas garras. Su tiempo definitivamente se agotaba.

Lev caminó de vuelta hacia Rikki, esta vez mucho más despacio. Estaba empapada por el chaparrón, pero no parecía notarlo o importarle. Ella rodeó su casa dos veces, permitiendo que la lluvia distribuyera mucho más uniformemente, para que así el agua tuviera una oportunidad de empapar la tierra. El amplio sendero de tierra ennegrecida era ahora barro, un gran foso que rodeaba su casa.

Cuando pareció como si fuera a empezar una tercera ronda, él dejó caer el brazo alrededor de sus hombros.

– Se terminó, Rikki. Volvamos a casa.

Alzó la vista hacia él, sus ojos estaban tan empapados como su ropa, un fondo oscuro de alivio y horror.

– No empecé esos fuegos, Lev… Levi. Alguien mató a mis padres y a Daniel. No fui yo y ahora lo sé con seguridad.

Un pequeño sollozo, entre la alegría y la pena escapó de ella.

– Todos estos años de no saber… -Se calló, pero sus hombros temblaban.

El simplemente la alzó, acunándola contra su pecho, caminando a zancadas a través de la tierra empapada por la lluvia hacia al porche. Blythe se había precipitado de regreso a la casa y surgió con una gran y gruesa toalla. Él puso a Rikki en el pórtico y la secó suavemente.

– Claro que no fuiste tú. Todas te lo dijimos.

– Lo sabía. -Parecía un poco sobresaltada-. Pero no con seguridad. Había esa pequeña parte de mí que aún tenía miedo.

Ella entró en sus brazos y él la mantuvo cerca.

– Estás empapada, Rikki. Ve a tomar una ducha caliente.

– Tú también estás mojado.

Él besó su frente.

– Tomemos en cuenta a tu hermana esta vez. Sabes lo que pasa cuando nos duchamos juntos. -Presionó su cuerpo más cerca así ella podría sentir cuanto le había excitado su actuación con la lluvia.

Rikki ladeó la cabeza, una pequeña sonrisa surgió en sus labios.

– Puedes tener la toalla.

Él la tomó, más para cubrir que para secar. La miró cuando se dirigió hacia la casa. El paso era fluido y ligero hasta que tropezó, como si, de regreso a la tierra, sin el agua, estuviera fuera de su mundo.

– ¿Sabías que ella podía hacer esto? -preguntó Blythe-. Mis primas pueden hacer cosas, pero esto es demasiado increíble.

Él restregó su goteante pelo.

– Ella es malditamente increíble.

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