Jonas salió al porche con gracia casual. Lev había visto a los de su clase cientos de veces en las sombras. Jonas Harrington era mucho más de lo que dejaba ver. Era un hombre grande, pero se movía con fluida gracia. Sus nudillos y manos habían visto combate. Llevaba el arma como si formara parte de él. Tenía una funda atada a la pantorrilla y un cuchillo en la bota. No habló mientras Lev lo guiaba desde la casa al círculo ennegrecido que rodeaba la casa.
– Lo planeó bien. Empapó el suelo rápidamente, muy rápidamente, con un acelerante -empezó Lev.
Cuando se giró, un puño voló contra su cara. Jonas era rápido y fue un ataque por sorpresa, pero Lev logró bloquearlo con el antebrazo, desviando el golpe y dando un paso adentro, dio un doble puñetazo en el estómago del sheriff. Golpear al hombre fue como golpear un roble. Gruñó, pero no se dobló, ni sacó el arma.
– Voy a darte la paliza de tu vida, hijo de perra -Jonas le escupió las palabras, una rabia baja y controlada ardía en su tono.
Lev no contestó. No tenía la menor idea de por qué el sheriff querría darle una paliza, pero por muy hábil que fuera el hombre era obviamente una pelea cuerpo a cuerpo y su instrucción no podría compararse a la de Lev.
Dieron vueltas uno alrededor del otro, dos guerreros adustos, ojos fríos, caras decididas. Jonas estalló en acción, enviando una patada dura de frente, que Lev desvió, pero como Jonas dio un paso hacia él, el sheriff lanzó un duro puñetazo directo que rozó la mandíbula de Lev cuando éste apartó la cabeza. El golpe, a pesar de ser sólo un roce, fue duro, la fuerza detrás de él fue atroz. Se movieron entrando y saliendo del espacio del otro, lanzando golpes y bloqueándolos, así como patadas ocasionales. Lev se mantuvo alerta, sin saber cuál era el jodido problema. Podía matar a Jonas, rápida y eficientemente, pero perdería a Rikki y su refugio.
Mientras luchaban, una cosa llegó a ser muy clara para Lev, Jonas Harrington había visto combatir, pero no era un asesino. Podía luchar, pero no tenía instintos de matar. No le cupo duda en su mente de que sería capaz si había necesidad, pero no tenía la falta de emoción que se necesitaba para ser un asesino. Jonas Harrington luchaba porque en su mente, Levi había hecho algo que merecía una paliza. Lev, por otro lado, se había deslizado instintivamente en su instrucción. Vio una docena de oportunidades de matar al sheriff y planeó, y desechó cada una en su mente. Con serenidad. Con calma. Sin emoción.
– Quizás quieras permitirme saber de qué va esto -sugirió Lev durante uno de los momentos que se separaron.
Jonas se limpió la boca con el dorso de la mano y escupió sangre.
– Mi hermana. Elle Drake, bastardo. Permitiste que ese hijo de puta la violara.
Lev conocía el nombre Drake, pero no a Elle Drake. Recordó nombres y caras. El golpe en su cabeza había borrado cosas un tiempo, pero sus recuerdos habían regresado en pedazos. Sacudió la cabeza.
– Lo siento. Nunca he conocido a Elle Drake.
Jonas había estado moviéndose para atacar y eso le detuvo. Se enderezó, los ojos fríos sobre Lev, mientras arrastraba aire a los pulmones ardientes.
– Eres un Prakenskii. Conocería esos ojos en cualquier parte. Eres el hermano de Ilya, y estabas en ese yate. Hannah y Elle no te reconocieron porque no te esperaban, pero Ilya me dijo que estabas protegiendo al bastardo de Stavros.
Lev se quedó silencioso. Tenía un hermano llamado Ilya, el más joven, separado de brazos de su madre por hombres enmascarados, mientras gritaba y les rogaba que no se llevaran a su bebé.
– Elle trabajaba de encubierto y tu jefe la secuestró.
El estómago de Lev dio bandazos. La recordaba. Había tratado de sacarla del yate cuando se dio cuenta de las intenciones de Stavros de tomarla. No sabían que trabajaba de encubierto, pero tenía poder psíquico y Stavros estaba decidido a utilizar eso en su propio beneficio. Stavros estaba tan sucio que estaba implicado en todo, desde ventas de armas a tráfico humano. También compraba planes de defensas. El trabajo de Lev había sido abrirse camino en la organización y llegar a ser un miembro de confianza para tener pleno acceso a las operaciones de Stavros y encontrar quién le suministraba mujeres, armas y secretos, en su mayor parte los secretos.
Lev había estado cerca, pero no había terminado el trabajo. Y entonces el buque se hundió, matando a Stavros, dejando a Lev sin sus respuestas y años de trabajo malgastados. Y una oportunidad en la vida, lejos de tomar decisiones sobre quién vivía, quién moría, quién se quedaba para encontrar un destino de tortura, servidumbre sexual para que alguien pudiera encontrar respuestas y la red entera.
¿Salvar a un individuo? ¿O a las masas? Nunca se había permitido pensar demasiado tiempo en esas preguntas. Él era una herramienta, nada más, para ser utilizado y descartado. Permaneció silencioso, cerrando su mente al rugido de dolor de las preguntas no contestadas, de las caras anónimas de individuos que había dejado atrás. Matar nunca le había molestado. Había sido moldeado, entrenado y programado para eso. Pero las víctimas… Eso había sido mucho más difícil de empujar detrás de la puerta cerrada del cerebro.
Permitió que Jonas obtuviera su disparo. Un derechazo a la mandíbula. El dolor estalló por su cabeza ya dañada. Se sacudió, soslayó el segundo golpe y levantó la mano. Podía sentir la adrenalina fluyendo caliente y brillante, la ráfaga de poder que se movía por su cuerpo y supo que sus ojos estaban fríos como el ártico, brillaban con un fuego reprimido. Respiró para alejar el instinto de matar, sin apartar nunca la mirada de la del sheriff.
– Has tenido uno porque no pude encontrar un modo de salvarla. Pero ser civilizado es nuevo para mí. Tengo instintos y no se irán simplemente. Ven a por mí otra vez y pondré tu culo en el suelo y entonces tu ego va a estar apaleado. Ahora mismo, estás enojado. Acepto eso. Pero no seas estúpido. Si conoces a mi hermano, sabes de lo que soy capaz.
No había visto a Ilya desde que lo habían arrancado de brazos de su madre. Todos los chicos habían luchado por recuperarlo, armas, puños, olor a sangre y muerte en las narices. No, no iba a disculparse por su vida. No a este hombre que nunca podría comprenderlo. Rikki podía aceptar los pecados de Lev. Tenía plena confianza en ella, pero no iba a pedir perdón a nadie más.
– ¿Quieres ayudarme a encontrar al bastardo que trata de matar a Rikki o debo hacerlo solo?
Jonas se enderezó lentamente, su expresión dura.
– ¿Crees que esto se ha terminado? ¿Que voy a permitir a un asesino en mi pueblo donde Elle tendrá que vivir con verte cada día?
– Ella será la primera en decirte que hacía mi trabajo -dijo Lev tranquilamente-. No tiene que gustarte y tampoco a mí. Es evidente que has visto combatir. ¿Me estás diciendo que los inocentes jamás sufrieron porque tuviste que llevar a cabo tu misión?
– ¿Qué coño estás haciendo aquí?
– Hacer una elección para vivir. Soy Levi Hammond y pienso hacer mi vida aquí.
Jonas sacudió la cabeza.
– No lo creo.
– Tú no tienes que creerme. Sólo Rikki tiene que creerme. Por otro lado, encontraré a este hombre que la amenaza y tú nunca encontrarás el cuerpo si te alejas de esto. Tuve la elección de si implicarte o no, y escogí permitir que Blythe hiciera la llamada. La historia de Levi Hammond no tiene ni un agujero. En unos pocos días la gente comenzará vagamente a recordarme. Puedo tener una vida aquí. No estoy dispuesto a rendirme porque a ti no te guste lo que hice.
Jonas nunca apartó los ojos de la cara de Lev y éste podía sentir el poder en el hombre, la energía que se arremolinaba en torno a él. Harrington tenía secretos propios. Lev permaneció inmóvil, permitiendo que el hombre se decidiera.
– Eres un bastardo de sangre fría, Prakenskii. Tenemos a un hombre en el pueblo. Dice que está investigando la muerte de un ciudadano ruso, pero es malditamente fácil decir que es un exterminador. Si averigua que estás aquí, te meterá una bala en la cabeza.
La sonrisa de Lev no contenía humor.
– Encontrarás que no es todo tan fácil…
Todavía esperó. Jonas no parecía comprender el peligro en el que estaba metido y ahora mismo, con esta amenaza, se estaba balanceando muy cerca del borde del precipicio. El horrible accidente estaba todo planeado, paso a paso en la mente de Lev. No ahora por supuesto, los nudillos desgarrados y las magulladuras le señalarían a él, pero Harrington tenía un trabajo de alto riesgo. Sería bastante fácil atraerlo a una zona desierta, había tantas en las tierras arboladas, y el hombre se encontraría con un accidente.
Jonas estudió su cara durante mucho tiempo.
– Tu hermano tiene su hogar aquí.
A Lev no le gustó la ondulación de anticipación que apenas pudo suprimir. Las emociones eran difíciles de controlar una vez liberadas.
– ¿Se supone que eso es alguna clase de amenaza? -Mantuvo su voz suave-. Mi hermano fue entrenado de la misma manera que yo. Comprenderá.
– Tu hermano está casado con Joley Drake. Quizás no sea tan comprensivo como piensas -advirtió Jonas.
Lev se encogió de hombros.
– Puede probar suerte.
– Él no es el único de quien tendrás que preocuparte. Jackson y Elle están de luna de miel, pero Jackson puede tener unas pocas palabras que decirte.
Lev abrió las manos, abarcando la granja.
– Esto es para mí. Aquí es donde voy a estar. Pueden probar suerte.
– ¿Por qué aquí? Muévete.
– Esta es la casa de Rikki. Tiene una vida aquí y ha trabajado duro para conseguirla. No voy a dejarla atrás y no voy a alejarla de todo esto.
– ¿Esperas que crea que te has enamorado de Rikki Sitmore?
– Me importa una mierda lo que creas.
Jonas sacudió la cabeza y se dio la vuelta, dándole la espalda. Su postura le dijo a Lev que el sheriff estaba alerta en caso de que le atacara. Lev se agachó al lado del ennegrecido terreno. La mayor parte del agua se había filtrado al suelo, por lo que sólo permanecía unos centímetros y la mayor parte había desaparecido, dejando césped fangoso y ennegrecido. Hedía a una mezcla de gas y humo.
Jonas se tomó su tiempo, examinando completamente el área, tomando una serie de fotografías, cogiendo muestras del agua en varios lugares en pequeños tubos y luego tomando trozos del césped quemado.
– ¿Dijiste que le viste? -preguntó Jonas, agachándose al lado de Lev para tocar con los dedos el agua una vez más.
– Era alto pero bastante delgado. El rastro indica que mide quizá uno sesenta o uno setenta. Aunque se movía rápidamente y es fuerte. Tenía un lanzallamas en la espalda y debía haber almacenado gasolina. Ha tenido mucha práctica. Cuando fui consciente de él, ya estaba corriendo alrededor de la casa. -Y eso significaba que los búhos habían ido a cazar y no habían descubierto al incendiario hasta que regresaron. Ése había sido su error y podría haberles costado la vida. No podía permitirse perderse tanto en Rikki que abandonara sus instintos de supervivencia.
– ¿Cómo consiguió prender fuego tan rápidamente? El suelo tenía que haber estado empapado después de las tormentas. Aún con un acelerante… -Jonas se calló, sacudiendo la cabeza.
– Estás casado con una Drake. Tengo que presumir que sabes manipular energía.
Jonas se levantó y se alejó de Lev, utilizando su linterna para recoger el césped aplastado por donde el incendiario había huido de vuelta al risco.
– Sigue hablando.
– Él es un elemento. Manipula el fuego.
Jonas se puso tieso pero no contestó, siguiendo el rastro hacia el risco. La cuesta estaba resbaladiza y había varios charcos de agua inesperados. Jonas anduvo de aquí para allá, dando zancadas largas, y parándose repentinamente, donde el agresor se giró para disparar su arma. El sheriff pasó mucho tiempo sacando fotos y localizando los casquillos, reuniéndolos también con cuidado.
– Parece que se rompió una presa -comentó Jonas mientras rodeaba dos de los charcos más grandes-. ¿De dónde vino toda esta agua?
– Tuvimos suerte. Llovió.
Jonas miró las nubes.
– No llovió en Sea Haven o en nuestra casa, sólo a unos kilómetros de aquí. La niebla es espesa, pero no lo bastante para crear esta clase de inundación.
Pescaba. Una buena táctica, pero Lev estaba cómodo con el silencio y no dijo nada. Jonas suspiró.
– ¿Quieres atrapar a ese imbécil o no? Tienes que decírmelo todo.
– ¿Qué tiene que ver una lluvia fuerte con atraparlo? -Preguntó Lev-. Y podría atraparlo yo mismo. Sus rastros de neumático están por todas partes. Trabaja con fuego. La cara está marcada y requiere puntos. Viene de la misma ciudad que Rikki. Y está en tu pueblo. Apuesto a que no es tan difícil de encontrar.
Jonas se agachó otra vez, encontrando esta vez el lugar donde los búhos habían atacado al incendiario. Había lugares con sangre en el césped mojado, pero no tantos como Lev pensó que habría. La lluvia había apagado el fuego, pero también había destruido la evidencia. Jonas buscó en el terreno, moviéndose primero en un círculo estrecho y luego ampliándolo lentamente. Encontró dos plumas y varios cartuchos gastados. Lo metió todo en bolsas de pruebas y añadió varias raspaduras de la sangre. Otra vez, se tomó su tiempo, repasando completamente el suelo.
– ¿A qué coño disparaba? ¿A ti? ¿O a los pájaros?
– Me disparó unas pocas series, desde allí hasta aquí. -Lev se giró para indicar el lugar donde el agresor se había parado-. Luego disparó a los búhos.
– Los que lo atacaron. -Había escepticismo en la voz de Jonas.
– Yo no llevo plumas sobrantes de búho en el bolsillo -dijo Lev.
– Sí. Apuesto a que no. Me gustaría saber qué llevas allí -murmuró Jonas, entre dientes, una vez más agachándose e iluminando el terreno con la linterna-. Subió por aquí a la carretera. Hay gotas de sangre dispersas por su rastro. -Colocó la herramienta de medición y tomó varias imágenes de las huellas de zapatos en el barro.
– Prefiere ese lugar de allí -indicó Lev-. Puede ver la casa de Rikki y tiene una gran vista de su porche trasero, donde le gusta pasar la mayor parte de su tiempo cuando tiene compañía.
– Ha estado refugiado aquí -contestó Jonas, rodeando el área, iluminando el terreno con la linterna.
Lev le permitió encontrar la pequeña zona ennegrecida donde el incendiario había jugado ociosamente mientras vigilaba a Rikki. Jonas pasó otros pocos minutos colocando marcadores y fotografiándolo todo, concentrándose en la pauta que el incendiario había creado.
– ¿Está seguro de sí mismo, verdad? -comentó Jonas.
– Ya no.
– No -Jonas estuvo de acuerdo. Suspiró y se enderezó, girándose para encarar a Lev-. Ahora estará enojado. Se retirará un tiempo, hasta que se cure, pero cuando regrese, lo hará sin nada que perder.
Lev se preguntó si el sheriff sabía lo que sería eso. El incendiario tendría miedo de acercarse a la casa de Rikki con los búhos montando guardia. Iría a por el barco. Rikki adoraba su barco y tanto si se la llevaba con el fuego o no, perder su barco le dolería. Y el incendiario quería definitivamente herirla, hacerla sufrir.
– ¿Cómo escapa ella? -se preguntó Jonas en voz alta-. Debe estar furioso sobre eso. ¿Cuántas veces se ha escabullido de él? ¿Y quién odia tanto a un niño?
– Otro niño.
Jonas se detuvo bruscamente y se giró hacia Lev.
– ¿Qué demonios acabas de decir?
Lev se encogió de hombros.
– Preguntaste quién odia tanto a un niño. Un adulto no. ¿Qué adulto podría abrigar esa clase de odio concentrado por una chica de trece años? ¿Especialmente una que es autista? Esto tiene que ser un ataque personal. Está dirigido contra Rikki. No contra las familias adoptivas ni su novio. Esto es para borrarla de la faz de la tierra. Erradicarla de la tierra, como se dice.
– ¿Quizá alguien que tiene como objetivo niños autistas? -reflexionó Jonas-. Comprobaré los otros fuegos del pasado, para ver si alguna de las familias tiene niños que podrían ser autistas.
Lev cabeceó en aprobación.
– Buena idea. Aunque… -Se calló.
– Escúpelo -Jonas sacó fotografía de las huellas que se dirigían a la carretera y de las marcas de paso de los neumáticos en el barro-. Cualquier idea merece ser escuchada.
– Se siente personal para mí. Bulle en odio hacia ella. No cualquier niño. Rikki. Desea su muerte. De otro modo, ¿por qué seleccionó casas vacías cuando practicaba, cuando no podía encontrarla? ¿Por qué no selecciona a otro niño autista?
El ceño de Jonas concedió ese punto.
Un búho gritó, atrayendo la atención de Lev. Miró a lo alto y dos búhos que volaban en círculos con alas silenciosas se dejaron caer hacia abajo.
– ¿Amigos tuyos? -preguntó Jonas.
Lev no contestó. Los búhos empujaron la imagen de agua y barcos meciéndose en su cabeza y salió corriendo. Jonas le siguió.
– Dime -gruñó-. No estoy bromeando. Este es mi pueblo. Mi gente.
– Está en el puerto.
– ¿Estás armado?
– Sí. Y Levi Hammond tiene permiso para llevar un arma oculta.
Jonas escupió otra maldición y Lev gesticuló hacia su vehículo.
– Llamaré por refuerzos. No dispares al bastardo. Hablo en serio, Levi. Crearás un lío tremendo cuando no deseas uno. Déjame a mí el disparar si hay que hacerlo. Seguro como él infierno que no puedes atraer la atención sobre ti con un limpiador en el pueblo.
– ¿Vas a dudar?
Jonas lo miró brevemente, la cara seria, la boca apretada y los ojos duros. Giró la cabeza y se retiró del camino de entrada, dando vueltas al volante con una mano mientras alcanzaba la radio con la otra.
– ¿Qué puerto?
– Albion.
Sí. Jonas Harrington podría y apretaría el gatillo. Lev podía ver porqué Ilya le había ofrecido amistad a este hombre. Era ferozmente leal, sin temor a asumir el mando, y haría el trabajo, por aborrecible que fuera. Pero lo sentiría. Se acostaría con ello. Una medida de respeto se arrastró en su interior.
– ¿Cuántos disparos voy a tener que recibir para vivir aquí? -Era una concesión. La única que podría dar. Sabía lo que él haría a cualquier hombre que tuviera algo que ver con herir a Rikki. No había podido comprenderlo hasta que la encontró. Estaban en la carretera, las luces brillaban, la sirena encendida-. Quizá deberíamos entrar silenciosamente y no avisarle. Sólo una sugerencia.
– Es para abrir camino. Apagaré las luces y la sirena antes de salir de la carretera.
– Veo mucho tráfico -dijo Lev. No había ni un coche en la carretera.
Jonas le lanzó una mirada. Una. Lev reprimió el impulso de reír. Jonas trataba con mucha fuerza de que no le gustara, pero el hombre tenía sentido del humor. Si Lev iba a hacer esto, convencer a este hombre de que tenía intención de quedarse y vivir en paz, tenía que fiarse del juicio de su hermano y dar a Harrington una razón para fiarse de él. No era fácil. Era un hombre que mantenía los secretos celosamente guardados y ciertamente no los compartía con extranjeros, extranjeros norteamericanos. Respiró y saltó por el precipicio.
– Los secretos de gobierno a los que me referí antes no sólo están siendo desviados por mi gobierno, sino por el vuestro también. Tres países según sé. Alguien fue tras uno de vuestros grandes pensadores, un hombre llamado Wilder. Damon Wilder. Intentaron secuestrarlo y mataron a su compañero. La cuestión es que, Wilder sigue en activo, y quieren lo que fuera que haya diseñado para ellos.
Por el rabillo del ojo captó la reacción de Harrington. ¿Por el nombre? ¿Por el conocimiento? Jonas no lo miró, pero la postura de su cuerpo había cambiado de manera sutil y definitivamente escuchaba, prestando atención.
– Tenemos el equivalente a tu Wilder. Un hombre llamado Theodotus Solovyov. Su guardaespaldas, Gavriil Prakenskii, fue severamente herido, apuñalado siete veces al evitar un secuestro. Fue capaz de impedir que consiguieran a Solovyov, pero quedó permanentemente lesionado. Se vio obligado a retirarse, a tomar una nueva identidad a fin de mantenerse vivo.
Hubo un corto silencio.
– Así que yendo tras Stavros encontraremos para quién trabajaba…
– Con quién trabajaba -corrigió Lev.
Jonas asintió.
– Es personal. ¿Otro hermano?
– Nosotros no nos retiramos como otras personas. Somos parte de un pasado vergonzoso. Nadie sabe qué hacer con nosotros. Es más fácil matarnos que preguntarse si algunas vez expondremos el pasado y los secretos que cargamos. No confían en nosotros, aunque a nuestra manera todos somos patriotas. Amamos a nuestro país. La información que te he dado sobre Theodotus Solovyov es apenas un secreto de Estado. Es pública y está en las noticias, como el ataque contra Wilder. Con algo de esfuerzo, sería fácil de encontrar.
– ¿Sabes dónde está Gavriil?
Esa información nunca sería compartida. Habían establecido una señal de emergencia cuando se habían encontrado, pasándola de hermano a hermano. Gavriil se había registrado. Cuando supiera que estaba a salvo, Lev también se registraría. Guardó silencio y Jonas no lo presionó.
– Jackson es un aterrador hijo de perra -ofreció Jonas a cambio-. Es de tu tipo. Tendrá algo que decir. Es puñeteramente bueno con un rifle de francotirador. Le he visto hacer disparos que sólo uno o dos más pueden hacer en el mundo. No querrás mirar por encima del hombro esperando a que venga por ti. Tiene paciencia. Esperará su tiempo. Lo harás bien con él.
Lev emitió un suspiro interno de alivio. Harrington lo había aceptado lo suficiente para darle una oportunidad.
– Está de luna de miel, y estará fuera por un tiempo. Planea llevar a Elle a un largo viaje para darle más tiempo para recuperarse antes de regresar a casa para ser parte de Sea Haven otra vez. Esto nos dará un poco de tiempo para que el resto de la familia se acostumbre a la idea de que estás por los alrededores.
Esto era tanto una aceptación como una advertencia.
– No me iré a ninguna parte. Rikki necesita a Blythe y a sus otras hermanas. Necesita bucear y ésta costa. Todo esto funciona para ella aquí. -Lev le hizo una declaración. Calmado. Normal. Sin desafío. No pedía perdón o aceptación, sólo que lo dejaran en paz. Él tenía a Rikki y su mundo, y él encajaba allí.
Jonas apagó las luces y la sirena medio kilómetro antes de entrar por el desvió hacia el puerto, donde los árboles de eucalipto permanecían en silencio balanceándose ligeramente con el viento que llegaba del océano. Formaban una barrera bajando a lo largo y rodeando la colina hasta el pequeño estacionamiento en la entrada del puerto, el reflector iluminó al barco de Rikki y al hombre con un pie en el muelle y uno en el Sea Gypsy.
Se dio la vuelta y fue corriendo hacia ellos. El reflector lo cegó inmovilizándolo y revelando las profundas heridas que cubrían su furioso rostro. Sostenía un arma en las manos, conectada por un tubo flexible a tres latas en un aparejo a su espalda. Roció el coche con llamas, sumergiéndolo inmediatamente en un brillante y ardiente calor. Durante un momento estuvieron en el infierno, quitándoles el aire, el fuego chamuscando y ardiendo sobre el coche y a lo largo de la tierra. La visibilidad era nula, sólo se veían las llamas rodeándolos, y subiendo sobre el vehículo.
– ¡Mierda! -Jonas frenó abruptamente, zigzagueando lejos del spray de fuego. El coche giró, tierra y rocas volaron por el aire, pero al menos fueron capaces de respirar.
Las balas perforaron el frente del coche y rajaron el cristal del parabrisas, un pulcro agujero apareció justo a la derecha de Lev y agrietó todo el cristal. Ambos hombres se agacharon y Jonas abrió su puerta de un empujón, tirándose a tierra lejos de las llamas, con el arma en la mano. Lev se arrancó el cinturón de seguridad y lo siguió, arrastrándose lentamente sobre su vientre sobre el asiento para alcanzar la puerta abierta cuando más balas atravesaron el coche.
Jonas respondió al fuego, intentando proveer alguna cubierta a Lev, rociando sus balas a través del fuego en una ráfaga directa. Su atacante se movió, dirigiéndose hacia la ladera, lanzando llamas mientras se retiraba. Incendió la noche con fuego, sin importarle las casas o el paisaje. Docenas de fuegos empezaron y no estaba Rikki para atraer la lluvia de las nubes.
Lev aterrizó en la tierra junto a Jonas, que ladraba órdenes por radio probablemente llamando al cuerpo de bomberos. Los árboles y la tierra estaban húmedos, pero no empapados, y el incendiario usaba un acelerador muy inflamable.
La ladera se vio iluminada por una brillante bola naranja en medio de la noche. Las chispeantes llamas saltaban y crecían en respuesta a las demandas del hombre. No pudo llegar al Sea Gypsy, aunque lo había intentado, rociando las llamas en un amplio arco mientras corría hacia las colinas, golpeando al muelle, chamuscándolo, pero sin encender la madera mojada. El humeante vapor se elevó del muelle, el calor se mezclaba con el frío y se elevaba como una mística capa gris, rodeando los barcos y oscureciendo la visión sobre el río.
Sea Haven y la mayoría de las ciudades contiguas eran demasiado pequeñas para tener un cuerpo de bomberos o departamento de policía. El sheriff patrullaba a lo largo de la línea costera y los voluntarios tripulaban los camiones de bomberos. Jonas no esperó a los refuerzos; empezó a escalar la colina, intentando abrirse camino a través de la línea de fuego para alcanzar al incendiario, pero era imposible. Al final, Lev y él trabajaron tan rápido y duro como pudieron para salvar las estructuras y árboles cuando el fuego trató de precipitarse desde a colina hacia el bosque más denso.
Pareció que pasaban horas antes de que pudieran volver a la granja. Más fotografías. Declaraciones. El cuerpo de bomberos trabajaba aún para apagar el último fuego. Tenían cartuchos para embolsar y habían tomado todos los trozos de pruebas. Ambos estaban cubiertos de humo negro. El coche no se veía mucho mejor, pero había sobrevivido con apenas un daño superficial. Por lo visto esto también se incluiría en las pruebas.
Cuando regresaron, cansados, con la garganta lastimada y ojos irritados, las mujeres se sintieron obviamente disgustadas. Jonas recogió a su esposa y Blythe revisó meticulosamente a ambos hombres antes de marcharse. Lev esperó hasta que los coches se alejaron por el sendero antes de permitirse mirar a Rikki. Sus ojos brillaban, como si ella hubiera estado llorando o estuviera cerca de las lágrimas.
Nadie había llorado jamás por él. Él tocó su cara con dedos gentiles, trazando un camino desde la comisura del ojo hasta la barbilla.
– Así que estás vivo -dijo ella, con voz ronca-. Eso es bueno.
– Te echamos de menos, lubov moya. El tipo logró escabullirse. Los polis lo buscan, pero no van a encontrarlo. Comenzó múltiples fuegos y tú no estabas allí para apagarlos.
– Ven, date una ducha y luego puedes contarme lo que pasó. -Ella tiró de su mano, arrastrándolo por la casa hasta el cuarto de baño.
Estaba bastante seguro de que ella no podía hablar. Mantuvo la cabeza gacha, pero pudo ver que estaba muy afectada. Lev comenzó a tranquilizarla, pero ella sólo sacudió la cabeza y señaló al cuarto de baño. Mirándose en el espejo pudo ver la razón. Su rostro estaba manchado con mugre y estaba seguro de oler a humo.
– Tiraré esa ropa -anunció ella una vez que el agua manó sobre él.
– No tengo mucha ropa -indicó él-. Tal vez podríamos lavarlas.
– Las llevaré a la basura.
Ella cerró de golpe la puerta y Lev interpretó eso como la última palabra. Sonriendo, levantó la cara al agua. Comenzaba a amarla tanto como Rikki hacía. Se tomó su tiempo, dejándole a ella el espacio que necesitaba para desahogar su alivio en la intimidad. Su corazón latía con fuerza, sin embargo, ante el pensamiento de que ella había estado preocupada por él… lo suficientemente preocupada para llorar.
Salió descalzo y desnudo del cuarto de baño, secándose el enmarañado cabello con la toalla. Durante las últimas semanas éste había crecido de su corte militar inicial, cayéndose alrededor de los ojos. Tendría que conseguir un buen recorte, pero creía que el pelo más largo añadía algo a la personalidad de Levi Hammond.
– ¿Dónde estás, Rikki? -Él sabía dónde estaba. Inevitablemente en su hamaca en el pórtico trasero, pero quiso darle la cortesía de advertirla.
– Aquí fuera -llamó ella.
Él oyó el crujido cuando ella se deslizó del asiento y fue a la puerta para verlo acercarse. Definitivamente había estado llorando. Las lágrimas se enredaban y aferraban a sus largas pestañas, dejándolas puntiagudas y brillando con diamantes líquidos.
– ¿Estás bien, laskovaya moya? -Su voz fue amable cuando envolvió los dedos alrededor de su nuca y se acercó a ella.
Rikki abrazó a Lev y sepultó la cara contra su pecho.
– Estaba tan asustada por ti. ¿Por qué te fuiste sin mí?
– Estaba absolutamente a salvo.
– No estabas a salvo. No me mientas. Pude sentir que estabas en problemas. Habría intentando tocar tu mente con la mía, pero tuve miedo de distraerte y hacerte daño.
Él acarició su pelo, amando el modo en que su cuerpo se derretía en el de él como terciopelo líquido. Ella siempre le recordaría al mar, tempestuoso y suave, acogedor y misterioso. Como las olas contra la roca, él podría romperse en un millón de pedazos, esparcirse en partículas diminutas, y caer totalmente en el calor de su amor.
– Ven, acuéstate conmigo -invitó él.
– Lev, tuve tanto miedo por ti. -Ella alzó la vista hacia él, y esos ojos oscuros estaban empapados con lágrimas-. No sabía que podía sentirme de esa forma.
– Ahora sabes cómo me siento yo contigo. Me aterrorizas, Rikki, con los riesgos que corres.
Le retiró el cabello y se agachó para persuadirla con besos. Sus labios temblaron y él le capturó el lleno labio inferior entre los dientes y tiró suavemente. Rikki abrió la boca bajo la de Lev, tomando tanto como daba. Sus esbeltos brazos le rodearon el cuello, manteniendo la cabeza junto a la de ella, su cuerpo presionando contra el suyo.
– No asumo riesgos. Soy una submarinista concienzuda -susurró ella en su boca. Lo besó con hambre creciente, cada beso más largo y más exigente.
– Vamos a la cama, Rikki. -Lev tomó su mano y la hizo entrar en la casa, asegurando la puerta y conduciéndola a través de diferentes habitaciones hasta el dormitorio, haciendo una pausa sólo para apagar las luces.
Había un poco de luz de luna brillando como plata por la ventana, pero suficiente para derramarse por su pálido cuerpo cuando él tiró de su camisa por la cabeza. Plasmó un rastro de besos desde la comisura de sus labios hasta sus senos, una mano acunó el suave peso en la palma mientras se amamantaba. Arrastró su otra mano a través del vientre desnudo, las yemas de sus dedos lo masajearon suavemente. Había posesión en esos largos y extendidos dedos cuando jugueteó con la parte oculta de su pecho, disfrutando de su reacción, el estremecimiento de entusiasmo, el pequeño temblor que atravesó su cuerpo, y el pequeño quejido que le dijo que ella estaba húmeda para él.
Le quitó los vaqueros por las estrechas caderas, llevándose las bragas con éstos mientras los deslizaba por sus piernas. Ella puso una mano sobre su hombro para estabilizarse mientras salía de ellos, quedándose completamente desnuda. Él la rodeó, apreciándola. Rikki no se movió mientras lo hacía, los dedos de Lev le acariciaron la cintura, luego la cadera, frotando sus nalgas y la unión donde el muslo y su trasero se encontraban. Adoraba acariciar su suave piel, amaba la forma en que ella simplemente se entregaba tan completamente a él.
De regreso frente a ella, pasó la mano sobre sus pechos y tironeó de sus sensibles pezones en su camino a la unión entre sus piernas. Su mano acarició, los dedos se deslizaron profundamente y luego salieron para girar, de modo que el cuerpo de ella se ruborizó y su respiración cambió. Él sintió el calor de su estrecho canal alrededor de los dedos, y las caderas femeninas se movieron en respuesta involuntaria.
Cerró los ojos y saboreó la sensación de su sedoso calor. Por él. Una bienvenida. Sus manos subieron hasta los senos cuando Rikki se meció contra él y le lamió la plana tetilla. Como una descarga eléctrica, el chisporroteo corrió desde la lengua femenina a la ingle de Lev. Su erección pesada se hizo aún más llena y latió con anticipación.
Lev la agarró por el cabello e hizo que echara hacia atrás la cabeza, dándose el gusto, besándola repetidas veces, devorando el dulce sabor de Rikki, deleitándose en el modo en que se abría a él y lo tomaba. Se tragó el gemido de ella, ese sonido suave lo endureció aún más. A veces soñaba con ese sonido, y se despertaba duro y dolorido. Cuando se giraba hacia ella, ella siempre, siempre iba a su encuentro con impaciencia.
– A la cama, laskovaya moya, antes de que no tenga ningún control.
Sus ojos se oscurecieron y ella cayó de espaldas, llamándolo con un dedo. Las manos de Lev le separaron los muslos y sólo el calor de su aliento la hizo gritar. Entonces la lamió, como un gato tras la crema, usando la lengua, extasiándola con fuerza y rapidez, llevándola al borde y luego retirándose otra vez. Él adoraba el modo en que su cuerpo se estremecía, la forma en que sus caderas se elevaban y el modo en que la delicada música, sin aliento, sonaba en sus oídos. Su sabor era salvaje y libre, y su necesidad de ella crecía cada vez que ella se retorcía y gemía.
Inhaló su olor, la fragancia de su mujer, y frotó la barba entre sus muslos, observando las olas de excitación subir por sus piernas hasta su canal y luego a su vientre, donde los músculos se unieron fuertemente en respuesta.
Lev.
La sollozante súplica que había estado esperando le indicó que estaba perdiendo el control, que había empujado y estirado sus límites un poco más. Agarró su cuerpo y tiró de ella, arrastrándola de las caderas y girándola hacia él de tal forma que quedó sobre manos y rodillas. Mantuvo una mano sobre la espalda de Rikki, obligándola a bajar la cabeza y a que sus caderas quedaran en el aire.
Ella jadeó cuando presionó en su entrada la palpitante punta de su polla. Empujó hacia atrás, intentando empalarse en su grueso eje. Él pasó suavemente las uñas a lo largo de su espalda y sobre sus nalgas. Otra vez hubo un efecto de ondulación, las piernas de Rikki se estremecieron y su cuerpo tembló. La sujetó por las caderas y entró de un golpe en casa.
El cuerpo femenino lo aceptó en su estrecho y caliente refugio, envolviéndolo fácilmente, rozando y acariciando mientras ella lenta, casi renuentemente, permitía su invasión. Siempre existía ese exquisito momento cuando estaba tan apretada que él no estaba seguro de si podría forzar su camino al cielo, pero sus pétalos en flor se abrieron y le permitieron la entrada. Ardiente calor. Suave terciopelo. Estrecho y tenso, aferrándolo cuando entraba profundamente, se retiraba y regresaba otra vez a casa.
Marcó un rápido y duro ritmo, la posición de Rikki le permitía un acceso aún más profundo de modo que se sentía como si estuvieran fundidos para siempre. Su sangre ardió, fluyendo como metal líquido, elevándose desde algún sitio en lo profundo de su interior, extendiéndose como una tormenta de pasión por su cuerpo. Se agachó para besarle la columna. El movimiento provocó ondulaciones en el cuerpo femenino que hicieron que ella le estrujara como un torno.
– Aún no, aún no -canturreó ella-. No de esta forma.
Lev tomó aliento, cuadró la mandíbula y se quedó quieto.
– Dime cómo.
– Quiero ver tu cara -susurró ella-. Tengo que ver tu cara.
Él apretó los dientes mientras obedientemente se retiraba. Ella lanzó un grito cuando la abandonó, se dio la vuelta para tumbarse sobre la cama, con los muslos abiertos para él, posando los pies en la cama, y las rodillas separadas. Él le agarró el culo con una mano, le envolvió las caderas con el brazo y, con la mirada centrada en ella, se sepultó profundamente de un empujón, hundiéndose hasta la empuñadura. Las luces y los colores parecieron explotar detrás de sus ojos, incluso mientras observaba su cara, ese milagro de belleza, la mirada, el aliento, el rubor cuando la llevaba a las alturas.
Arrastró la mano libre sobre sus senos, a su estómago y al suave montículo donde estaban unidos. Ella curvó la espalda, sus caderas se movieron al ritmo de las de él, el tiempo quedó suspendido. Sólo existía el sonido. El aroma. La sensación. Él se dejó ir, se permitió ahogarse, entregándose a la suave música y al amor en los ojos de Rikki. Su cuerpo lo contenía, lo sostenía como las olas al volverse henchidas mareas y su caliente liberación bañó el interior femenino. Sintió la ráfaga por su cuerpo, por el de ella, por sus cuerpos unidos.
Esperó, quieto dentro de ella, luchando por respirar. Esperó. Ella sólo le miró con una vidriosa y sexy mirada, que le volvió del revés.
– Dilo. Tengo que oírte decirlo -pidió él, manteniéndola bajo su cuerpo.
Ella no fingió entender mal. Se rió de él, con esa risa que le quitaba el aliento.
– Te amo, memo.
Lev bajó la mirada hacia ella durante unos pocos segundos más, y luego se le escapó una sonrisa, acercándose aún más.
– Nunca me han llamado memo antes. Hay tantas primeras veces contigo. -La abrazó y sepultó el rostro en su cuello-. Vamos a dormir.
– Ya estoy medio dormida -murmuró ella somnolientamente. Su mano se deslizó sobre él y se durmieron juntos, con los cuerpos entrelazados entre sí.