Cuando me levanté al día siguiente no pude evitar el sonreír pensando en Japhy encogido delante de aquel llamativo restaurante preguntándose si nos dejarían entrar o no. Era la primera vez que lo había visto asustado de algo. Pensé hablarle de esas cosas aquella misma noche. Pero aquella noche pasó de todo. En primer lugar, Alvah había salido por unas horas y yo estaba solo leyendo cuando de repente oí una bicicleta delante de la casa y miré y vi que era princess.
– ¿Dónde están los demás? -preguntó. -¿Cuánto puedes quedarte?
– Tengo que irme ahora mismo, a no ser que telefonee a mi madre.
– Vamos a llamarla. -Muy bien.
Fuimos al teléfono público de la estación de servicio de la esquina y dijo a su madre que volvería dentro de un par de horas, y cuando caminábamos por la acera le pasé el brazo por la cintura, pero apretándole con la mano el vientre, y ella exclamó:
– ¡Oohh! No puedo resistirlo. -Y casi nos caemos de la acera y me mordió la camisa justo cuando pasaba junto a nosotros una vieja que nos riñó enfadada y después de que se alejase nos dimos un larguísimo y loco beso apasionado bajo los árboles del atardecer. Corrimos a casa donde ella se pasó una hora literalmente retorciéndose entre mis brazos y Alvah entró en medio de nuestros ritos finales de bodhisattvas. Tomamos el habitual baño juntos. Era estupendo estar sentados en la bañera llena de agua caliente charlando y enjabonándonos mutuamente. ¡Pobre Princess! Era sincera en todo lo que decía. Me gustaba de verdad y me enternecía y hasta llegué a advertirle:
– No seas tan lanzada y evita las orgías con quince tipos en la cima de una montaña.
Japhy llegó después de que se fuera ella, y también vino Coughlin y, de repente (teníamos vino), se inició una fiesta enloquecida. Las cosas empezaron cuando Coughlin y yo, que ya estábamos borrachos, paseamos por una concurrida calle cogidos del brazo llevando enormes flores que habíamos encontrado en un jardín, y con una nueva garrafa de vino, soltando haikus y saludos y satoris a todo el que veíamos por la calle y todo el mundo nos sonreía. -Caminamos diez kilómetros llevando una flor enorme -gritaba Coughlin.
Yo iba encantado con él. Parecía una rata de biblioteca o un gordo a reventar, pero era un hombre de verdad. Fuimos a visitar a un profesor del Departamento de Inglés de la Universidad de California al que conocíamos y Coughlin dejó los zapatos en la puerta y entró bailando en casa del atónito profesor, asustándolo un poco, aunque de hecho por entonces Coughlin ya era un poeta bastante conocido. Después, descalzos y con nuestras enormes flores y nuestro garrafón, volvimos a casa hacia las diez de la noche. Yo acababa de recibir un giro postal aquel mismo día, una beca de trescientos dólares, y le dije a Japhy:
– Bueno, ahora ya lo he aprendido todo, estoy preparado. ¿Por qué no me acompañas mañana a Oakland y me ayudas a comprar una mochila y útiles y equipo para que pueda irme al desierto?
– Muy bien, conseguiré el coche de Morley y vendré por ti a primera hora de la mañana; pero ahora, ¿qué tal seguir con este vino?
Puse el pañuelo rojo en la bombilla y bebimos vino y estuvimos allí sentados charlando. Fue una gran noche de conversaciones muy interesantes. Primero, Japhy contó sus últimas aventuras, cuando había sido marino mercante en el puerto de Nueva York, en 1948, y andaba con una navaja en el bolsillo, cosa que nos sorprendió mucho a Alvah y a mí, y después habló de una chica de la que estuvo enamorado y con la que había vivido en California.
– Me tenía salido a todas horas, joder. Entonces, Coughlin dijo:
– Cuéntales lo del Gran Ciruelo, Japhy. Y al instante, Japhy dijo:
– Gran Ciruelo, el maestro zen, fue interrogado. Se le preguntó cuál era el gran significado del budismo, y él dijo que flores de junco, tallos de sauce, agujas de bambú, hilos de lino, en otras palabras, agárrate, muchacho, el éxtasis es general, eso es lo que significa, el éxtasis de la mente, el mundo no es sino mente, y ¿qué es la mente? La mente no es sino el mundo, joder. Entonces el antepasado Caballo dijo: "Esa mente es Buda." También dijo: "Ninguna mente es Buda." Luego, hablando de Gran Ciruelo, añadió: "La ciruela está madura."
– Bueno, todo eso es muy interesante -observó Alvah-. Pero "Oú sont les neiges d'antan?".
– Bueno, en parte estoy de acuerdo contigo porque el problema es que esa gente veía las flores como si estuvieran soñando, aunque, joder, el mundo es real. Smith y Goold book y todos viven como si fuera un sueño, mierda, como si ellos mismos fueran sueños o puntos. El dolor o el amor o el peligro te hacen real de nuevo. ¿No es así, Ray, como lo sentiste cuando estabas tan asustado en aquel saliente? -Todo era real, es cierto.
– Por eso los hombres de la frontera son siempre héroes y siempre fueron mis héroes y siempre lo serán. Están constantemente alerta ante la realidad de las cosas que puede ser real y también irreal, no les importa. El Sutra del Diamante dice: "No tengas ideas preconcebidas sobre la realidad de la existencia ni sobre la irrealidad de la existencia", o algo así. Los grilletes se ablandarán y las porras caerán al suelo. Seamos libres en cualquier caso.
– El presidente de Estados Unidos de pronto está bizco y se va volando -grito.
– ¡Y las anchoas serán polvo! -grita Coughlin.
– El Golden Gate cruje con el óxido del poniente -dice Alvah.
– ¡Y las anchoas serán polvo! -insiste Coughlin.
– Dame otro trago de la garrafa. ¡Jo! ¡Jo! ¡Jo! -Japhy se pone en pie de un salto-. He estado leyendo a Whitman, oíd lo que dice: Alzaos, esclavos, y haced temblar al déspota extranjero. Señala así la actitud del Bardo, del bardo lunático zen de los viejos senderos del desierto que ve que el mundo entero es una cosa llena de gente que anda de un lado para otro cargada con mochilas, Vagabundos del Dharma negándose a seguir la demanda general de la producción de que consuman y, por tanto, de que trabajen para tener el privilegio de consumir toda esa mierda que en realidad no necesitan, como refrigeradores, aparatos de televisión, coches, coches nuevos y llamativos, brillantina para el pelo de una determinada marca y desodorantes y porquería en general que siempre termina en el cubo de la basura una semana después; todos ellos presos en un sistema de trabajo, producción, consumo, trabajo, producción, consumo… Tengo la visión de una gran revolución de mochilas, de miles y hasta de millones de jóvenes norteamericanos con mochilas y subiendo a las montañas a rezar, haciendo que los niños rían y que se alegren los ancianos, haciendo que las chicas sean felices y también las señoras mayores, que serán más felices todavía, todos ellos lunáticos zen que andan escribiendo poemas que surgen de sus cabezas sin motivo y siendo amables y realizando actos extraños que proporcionan visiones de libertad eterna a todo el mundo y a todas las criaturas vivas; eso es lo que me gusta de vosotros dos, Goldbook y Smith, que sois dos tipos de la Costa Este a la que creía muerta.
– ¡Y nosotros que pensábamos que la muerta era la Costa Oeste!
– Habéis traído hasta aquí un viento refrescante. Pensad en el granito puro del jurásico de Sierra Nevada con las dispersas y altas coníferas de la última era glacial y los lagos que acabamos de ver y que son una de las más grandes expresiones de esta tierra; pensad en lo auténticamente grande y lo sabia que será esta América, con toda esa energía y exuberancia y espacio centrado en el Dharma.
– ¡Vaya! -dice Alvah-. ¡Joder con ese viejo y cansado Dharma!
– ¡Sí! Lo que necesitamos es un zendo flotante donde un viejo bódhisattva pueda ir de un sitio a otro y estar siempre seguro de encontrar sitio donde dormir y amigos y comida.
– "Los jóvenes estaban alegres y esperaban algo más y Jack preparó la comida, en honor de la muerta" -recité.
– ¿Qué es eso?
– Es un poema que he escrito. "Los jóvenes estaban sentados en una arboleda escuchando al Amigo que les hablaba de las llaves. Muchachos, dijo éste, el Dharma es una puerta… Veamos… Chicos, os hablo de las llaves porque hay montones de llaves, pero sólo una puerta, una colmena para las abejas. Así que escuchadme y trataré de contároslo todo tal y como lo oí hace tiempo en la Casa de la Tierra Pura. A vosotros, muchachos con dientes empapados de vino que no entendéis estas palabras, os lo explicaré de un modo más sencillo, como una botella de vino y un buen fuego, bajo las divinas estrellas. Y ahora escuchadme, y cuando hayáis comprendido el Dharma de los antiguos budas y deseado sentaros con la verdad bajo un árbol solitario, en Yuma, Arizona, o dondequiera que estéis, no me deis las gracias por haberos contado lo que a mí me han contado. Así es la rueda que hago girar, ésa es la razón de que yo exista: la Mente es el Hacedor, sin motivo alguno, porque todo lo creado ha sido creado para desaparecer."
– Eso es demasiado pesimista y como un mal sueño -dijo Alvah-, aunque el sentido es puro, como el de Melville. -Tendremos un zendo flotante para los jóvenes del Amigo empapados en vino. Vendrán a él y se instalarán y aprenderán a tomar el té lo mismo que aprendió Ray, y también a meditar como debería hacerlo Alvah, y yo seré el monje que está al frente del zendo con una gran tinaja llena de grillos.
– ¿Grillos?
– Eso es, una serie de monasterios para que vayan los amigos y se recluyan y mediten dentro de ellos, podemos instalar grupos de cabañas en la Sierra o en las Altas Casca das o como dice Ray allá en México y tener enormes grupos de hombres santos y puros que se reúnen para beber y hablar y rezar y pensar en que las ondas de la salvación fluyen en noches como ésta, y además tener mujeres, pequeñas chozas con familias religiosas, como en los viejos tiempos de los puritanos. ¿Quién dice que la policía norteamericana y los republicanos y los demócratas tienen que decirnos lo que tenemos que hacer?
– ¿Y qué pasa con los grillos?
– Una gran tinaja llena de grillos, dame otro trago, Coughlin, grillos de un par de milímetros de largo con grandes antenas blancas a los que criaré yo mismo; peque ños seres sensibles dentro de una botella que cantarán realmente bien en cuanto crezcan. Quiero nadar en los ríos y beber leche de cabra y hablar con monjes y leer únicamente libros chinos y deambular por los valles hablando con los campesinos y sus hijos. Tenemos que organizar semanas de recogimiento colectivo en nuestros zendos donde nuestras mentes traten de volar y salir despedidas como resortes y entonces como buenos soldados volveremos a reunirlo todo con los ojos cerrados, exceptuando, claro, lo que está equivocado. ¿Has oído mi último poema, Goldbook?
– No, ¿cómo es?
– "Madre de hijos, hermana, hija del anciano enfermo, virgen, tu blusa está rota, y tienes hambre y estás desnuda, yo también tengo hambre, toma estos poemas."
– Bonito, bonito…
– Quiero ir en bicicleta bajo el calor de la tarde, llevar sandalias de cuero del Pakistán, hablar en voz alta a monjes zen amigos envueltos en delgadas túnicas de verano y con la cabeza rapada. Quiero vivir en templos de oro, beber cerveza, decir adiós, ir a Yokohama, al tumultuoso puerto de Asia lleno de siervos y bajeles, esperar, trabajar, regresar, ir, ir a Japón, volver a Estados Unidos, leer a Hakuin, limpiarme los dientes con arena y disciplinarme todo el tiempo mientras sigo sin llegar a ningún sitio, y aprender así… aprender que mi cuerpo y todo se cansa y enferma y desaparece y así averiguar todas las cosas de Hakuyu.
– ¿Quién es Hakuyu?
– Su nombre significa Blanca Oscuridad, su nombre significa el que vive en las montañas de regreso del Agua Blanca del Norte adonde iré caminando, ¡por Dios! tiene que estar lleno de empinadas gargantas cubiertas de pinos y valles de bambú y riscos.
– ¡Iré contigo! -(Era yo).
– Quiero leer cosas sobre Hakuin que fue a ver al anciano que vivía en una cueva, dormía con ciervos y comía castañas, y el viejo le dijo que dejase de meditar y dejase de pensar en los koans, como Ray dice, y que en lugar de eso aprendiera a dormir y despertar, le dijo, y cuando te acuestes debes doblar las piernas y respirar profundamente y después concentrar la mente en un punto que esté cinco centímetros por debajo del ombligo hasta que te sientas como una bola de energía y entonces empiezas a respirar desde los talones y te concentras diciéndote que el centro está justo aquí, y es La Tierra Pura de Amida, el centro de la mente, y cuando despiertas debes empezar a respirar conscientemente y estirarte un poco y pensar en lo mismo el resto del tiempo.
– Mira, eso me gusta -dice Alvah-, esas señales indicadoras que llevan a alguna parte. ¿Y qué más?
– El resto del tiempo, le dijo, no debes esforzarte por pensar en nada, simplemente come bien, no demasiado, y duerme bien, y el viejo Hakuyu dijo que entonces tenía trescientos años y que imaginaba que viviría otros quinientos más. ¡Oye! Eso me hace pensar que a lo mejor anda todavía por allí, si es que queda alguien.
– ¡O el pastor le dio una patada a su perro! -cortó Coughlin.
– Espero encontrar esa cueva en Japón.
– No se puede vivir en este mundo, pero no hay otro sitio adonde ir -dijo riendo Coughlin.
– ¿Qué significa eso? -pregunté.
– Significa que la silla donde estoy sentado es el trono de un león y que el león se mueve, ruge.
– ¿Y qué dice?
– Dice: "¡Rajula! ¡Rajula! ¡Cara de la Gloria! ¡Universo masticado y tragado!"
– ¡Valiente chorrada! -protesté yo.
– Me voy a Marin County dentro de unas semanas -dijo Japhy-. Pasaré cientos de veces alrededor del Tamalpais y contribuiré a purificar la atmósfera y a que los espíritus locales se acostumbren al sonido de un sutra. ¿Qué piensas de eso, Alvah?
– Pienso que es una alucinación maravillosa y que me gustan esas cosas.
– El problema contigo, Alvah, es que no haces bastante zazen por la noche, en especial cuando hace frío afuera, que es cuando sienta mejor, además deberías casarte y tener hijos mestizos, manuscritos, mantas hechas en casa y leche materna sobre el suelo feliz de una casa como ésta. Consíguete una cabaña que no esté excesivamente lejos de la ciudad, vive modestamente, vete a ligar a los bares de vez en cuando, escribe y piensa encima de las colinas y aprende a cortar leña y a hablar con las abuelas, tonto del culo, coge cargas de leña y dáselas, bate palmas, consigue favores sobrenaturales, aprende el arte de las flores y cultiva crisantemos junto a la puerta, y cásate, por el amor de Dios, consíguete una chica sensible y lista que mande a la mierda los martinis y todas esas estupideces de la cocina.
– ¡Hombre! -dice Alvah, sentándose muy derecho y alegre-, ¿y qué más?
– Piensa en las golondrinas y en las chotacabras que llenan los campos. ¿Sabes, Ray? Ayer traduje otra estrofa de Han Chan, escucha: "Montaña Fría es una casa, carece de vigas y paredes, a derecha e izquierda están abiertas las seis puertas, el vestíbulo es el cielo azul, las habitaciones están desocupadas y vacías, la pared del este choca contra la del oeste, en el centro no hay nada. Nadie me inquieta, cuando hace frío, enciendo una pequeña hoguera, cuando tengo hambre preparo unas verduras, nada tengo que ver con el kulak, con su granero y sus pastizales… levanta una prisión para sí mismo y una vez dentro de ella, no puede salir, piensa en ello, podría sucederte a ti."
Después, Japhy cogió su guitarra y se puso a cantar, finalmente también yo cogí la guitarra y compuse una canción a partir de las notas que obtenía pulsando las cuerdas con los dedos, rasgueándolas, dram, dram, dram, y canté la canción del Fantasma de Medianoche, el tren de mercancías.
– Cuando hablas del Fantasma de Medianoche de California, ¿sabes en qué pienso, Smith? En calor, mucho calor, y en bambú creciendo más de diez metros v balanceándose en la brisa y más calor y un montón de monjes alborotando con sus flautas en algún sitio y cuando recitan sutras con redobles de tambor y ruido de campanillas y ruido de bastones es como oír a un enorme coyote prehistórico cantando… Las cosas que residen en vosotros, locos, se remontan a los días en que los hombres se casaban con osos y hablaban al búfalo ante Dios. Pásame otro trago. Tened siempre los calcetines remendados y las botas engrasadas.
Pero como si eso no fuera bastante, Coughlin dice con toda tranquilidad:
– Sacad punta a vuestros lápices, arreglaos la corbata, sacad brillo a los zapatos y cerraos la bragueta, limpiaos los dientes, peinaos, fregad el suelo, comed pasteles de fresa, abrid los ojos…
– Peinad el suelo y comed los ojos, eso está bien -dice Alvah, pellizcándose muy serio el labio de abajo. -Recordando todo el tiempo en que he hecho cuanto he podido, pero el rododendro sólo está iluminado a medias, y las hormigas y las abejas son comunistas y los tranvías están aburridos.
– Y japonesitos en el tren F cantando Inky Dinky Parly Vu -grité yo.
– Y las montañas viven en la ignorancia total así que por eso abandono; por tanto, quitaos los zapatos y metéoslos en el bolsillo. Acabo de contestar a todas vuestras preguntas, venga un trago, mauvais sujet.
– No pises al tonto del culo -grité borracho.
– Trata de hacerlo sin pisar al armadillo -dice Coughlin-. No seas mamón toda la vida, estúpido de mierda.
¿No ves lo que quiero decir? Mi león ha comido bastante v yo duermo al lado de él.
– ;Oh! -dice Alvah-. Me gustaría entender todo eso.
Y yo estaba asombrado, MUY asombrado, por el rápido maravilloso golpeteo en mi cerebro dormido. Todos estábamos superpasados v borrachos. Fue una noche loca. Terminó con Coughlin y yo peleándonos v haciendo agujeros en las paredes y a punto de derribar la,casa: Alvah estaba muv enfadado al día siguiente. Durante la lucha casi le rompo la pierna al pobre Coughlin; incluso yo mismo terminé con una astilla clavada varios centímetros en la piel que sólo saldría casi un año después. Entretanto, en determinado momento, Morlev apareció en la puerta como un espectro llevando un par de litros de yogur y preguntando si queríamos un poco. Japhy se fue a las donde la madrugada diciendo que vendría a recogerme por la mañana para iniciar el gran día destinado a la compra de mi equipo. Todo anduvo muy bien con los lunáticos zen; el furgón del manicomio estaba demasiado lejos para oírnos. Pero hay una enseñanza en todo esto, como se comprueba al pasear de noche por una calle de los alrededores y hay una casa v otra a ambos lados de la calle, todas ellas con' la lámpara del cuarto de estar encendida v dentro el cuadrado azulado de la televisión, cada familia concentrando su atención en el mismo espectáculo v nadie habla; silencio también en los alrededores; perros que te ladran porque pasas sobre pies humanos v no sobre ruedas. Se comprende lo que quiero decir: uno empieza a parecerse a todo el mundo y piensa también como todos, v los lunáticos zen hace tiempo que han vuelto al polvo, con la risa en el polvo de sus labios. Sólo se puede decir una cosa de la gente que mira la televisión, de los millones v millones clavados en el Ojo único: no hacen daño a nadie mientras están ahí sentados delante del Ojo. Pero tampoco hace daño Japhy… lo veo en los años venideros caminando sigilosamente con la mochila a la espalda, por calles de las afueras, pasando junto a las azules ventanas de la televisión, solo, dueño de los únicos pensamientos no electrificados por el Amo de la Conexión. En lo que a mí respecta, quizá la respuesta esté en mi poema del Amigo que dice:
– ¿Quién gastó esta broma cruel a uno tras otro, escapándose como una rata al desierto tan llano? -preguntó Montana Slim, gesticulando hacia él, el amigo de los hombres, en su cubil de león-. ¿Se volvió loco Dios, como aquel indio que era un dador con más vueltas que el mismo río? ¿Por qué nos dio aquel jardín, un paraíso, para inundárnoslo luego todo vengativo? Dinos, buen amigo, lo que sepas; Harry v Dick quieren saber ese truco y por qué es tan bajo y tan mezquino el Eterno Escenario. ¿Dónde está el sentido de tanta comedia?,
Y pensé que quizá pudiera saberlo con estos Vagabundos del Dharma.