– Recibimos la llamada hacia las once treinta -dijo Jake mientras hacía pasar a Myron a la recepción del St. Barnabas.
Jake tenía aspecto cansado y los ojos rojos e hinchados. Pasaron a toda prisa por delante del mostrador circular de la recepción de visitas y esperaron el ascensor.
– ¿Cómo está Jessica? -inquirió Myron.
– Se pondrá bien -respondió Jake-. Ojalá pudiera decir lo mismo de Nancy Serat.
– ¿Qué ha pasado?
– La han estrangulado con un alambre. -Las puertas del ascensor se abrieron y Jake pulsó el botón de la quinta planta-. Llamó al timbre y, al no abrirle nadie, Jessica entró por la puerta trasera. El asesino debía seguir allí. Le dio un golpe en la cabeza y salió corriendo. Cuando Jessica volvió en sí, nos telefoneó. Diría que ha tenido mucha suerte de que el agresor no se la cargara.
El ascensor se abrió tras emitir un ¡ding!
– ¿En qué habitación está? -preguntó Myron.
– En la quinientos cincuenta.
Myron fue corriendo por el pasillo y dio la vuelta a la esquina. Jessica yacía en la cama con el rostro lívido. Junto a ella, un médico preparaba una inyección. Jake apareció detrás de Myron pero se quedó en la puerta.
– ¿Myron? -dijo Jessica con voz débil.
– Estoy aquí -contestó Myron cogiéndole la mano. Jessica tenía un aspecto menudo, frágil y solitario-. No voy a irme a ninguna parte.
El médico le puso la inyección y dijo:
– Necesita descansar.
– Estoy bien -insistió Jessica débilmente-. Quiero irme de aquí.
– Creemos que es mejor que se quede esta noche para tenerla en observación.
– Pero…
– Hazle caso, Jess -la interrumpió Myron-. Esta noche ya no podemos hacer nada.
La inyección empezó a hacerle efecto y Jessica puso los ojos en blanco.
– Nancy…
– No pasa nada -dijo Myron para tranquilizarla.
– Tenía la cara azul…
– Shhh.
Jessica se durmió. Acto seguido, Myron se dirigió al médico y le preguntó:
– ¿Se va a recuperar?
– Sí, no se preocupe. Creo que el choque producido por lo que ha visto ha sido peor que el golpe en la cabeza.
– Vamos, le invito a un café -dijo Jake poniéndole la mano en el hombro.
– Prefiero quedarme aquí -repuso Myron.
– Ya volverá más tarde. Tenemos que hablar.
Myron miró a Jessica. Parecía profundamente dormida.
– Estará inconsciente un buen rato -le aseguró el médico.
Jake y Myron salieron en silencio al pasillo y volvieron a la recepción en el ascensor. Aquel lugar tenía el típico olor a hospital, aquella extraordinaria combinación de antiséptico y comida hospitalaria. Win había ido a aparcar el coche y ahora se encontraba sentado en la zona de espera. Al verlos venir se levantó y fue hacia ellos.
– ¿Es éste su amigo Win? -preguntó Jake haciendo un gesto con la barbilla-. ¿El tipo del que me habló P. T.?
– Sí.
– Dígale que se espere aquí. Quiero hablar a solas con usted.
Myron le hizo una señal a Win. Éste asintió, se volvió a sentar, cogió un periódico y cruzó las piernas. Jake lo quedó mirándolo durante un minuto.
– ¿Está tan loco como dice P. T.?
– Bastante.
– Vamos.
Fueron a buscar un café y se sentaron a una mesa que había en un rincón.
– La unidad de criminología está examinando la casa de Nancy. Me enviarán un mensaje si descubren alguna cosa.
– ¿Qué ha averiguado hasta ahora? -inquirió Myron.
– No mucho. Nancy pasó los últimos días en Cancún; era un regalo de graduación de sus padres.
– ¿Ya lo saben?
– Iré a verles en cuanto terminemos de hablar -dijo Jake tras negar con la cabeza. Luego se produjo un largo silencio que Jake interrumpió finalmente al preguntar-: ¿Cómo acabó Jessica involucrada en este asunto?
– Me pidió que investigara la muerte de su padre. No cree que fuera asesinado en un atraco.
– Pensaba que el asesinato de su padre estaba relacionado con la desaparición de su hermana -dijo Jake.
– Sí.
– Yo también lo he pensado. Tengo el expediente en el coche.
– ¿El expediente del homicidio de Adam Culver? -preguntó Myron enderezándose en el asiento.
– Mire, yo no soy ningún idiota, señor Bolitar. Usted ha empezado a investigar después de dieciocho meses de su desaparición. ¿Por qué? Por el asesinato del padre. Usted vio algún tipo de conexión entre ambos sucesos. Aunque para serle sincero, yo no la veo. En ese expediente no hay nada que así lo certifique. Tal vez algunas inconsistencias, pero ninguna conexión.
– ¿Qué clase de inconsistencias? -preguntó Myron.
– Se supone que Adam Culver debía estar en Denver cuando fue asesinado. En una conferencia de médicos forenses en el Hyatt Regency, pero no asistió. No cogió el vuelo de esa mañana.
– ¿Y en el expediente se dice el porqué?
– Adam no se encontraba bien. Es un motivo razonable.
– ¿Quién les dijo eso?
– Su mujer.
– ¿Y qué más? -preguntó Myron tras una pausa.
– Nada más. La escena del crimen, una calle tranquila, no tenía nada de especial. Le clavaron un cuchillo en el corazón.
– ¿Y qué hacía allí?
– Su mujer nos dijo que había salido a comprar algunas cosas a la verdulería.
Myron se quedó pensando en ello un momento.
– Resulta un poco extraño para alguien que no se encontraba bien -dijo Myron.
– Sí, para nosotros es muy fácil decirlo ahora, pero la policía andaba tras un atracador. A nadie le importó una mierda el vuelo que no había cogido ni lo que eso pudiera significar.
– ¿Hubo testigos del asesinato?
– Ninguno. El expediente es bastante parco en detalles. -Jake se inclinó hacia delante y miró fijamente a Myron intentando que apartara la vista, pero le aguantó la mirada-. Bueno -dijo Jake muy despacio-, y ahora le toca hablar a usted. Y no me venga con que no quiere hacerle daño a nadie. Ya es demasiado tarde para eso. ¿Por qué se ha metido usted en todo este asunto?
– Ya se lo he dicho. Por Jessica.
Jake se echó todavía más adelante hasta ponerle la cara a tan sólo unos centímetros de distancia de la suya.
– Deje de tomarme el pelo -le espetó-. No soy ciego. Ya sé que Jessica Culver tiene un buen polvo, pero no me venga con que decidió dejarlo todo y ayudarla porque sí. Usted no anda tan escaso como para eso.
– También tenía que pensar en Christian -dijo Myron.
– ¿Qué le pasa?
– Es mi cliente número uno. Seguía preocupado por la desaparición de su novia.
– Sí, hombre, ¿y qué más? -repuso Jake en tono burlón.
– ¿Qué quiere decir con eso?
– Pues quiero decir que no me creo que Christian sea inocente.
– Pero usted aseguró que el análisis del ADN del semen…
– No estoy diciendo que la violara.
– ¿Y entonces qué está diciendo?
– Que podría estar involucrado -repuso Jake-. Su cliente no tenía ninguna coartada sólida en el momento de la desaparición. Según su versión, se fue a dormir a las once, pero nadie ha podido confirmar su coartada.
– Tiene una habitación individual -dijo Myron-. ¿Cómo quiere que alguien le confirme que estaba durmiendo si vive solo?
– Es sospechoso -contestó Jake.
– ¿Pero por qué? Se vio a Kathy Culver entrar en los vestuarios del equipo después de las diez, ¿no es cierto?
Jake asintió con la cabeza.
– Y usted sabe que Christian estuvo hablando con el coordinador del equipo contrario hasta las diez y media -continuó Myron-. Eso está confirmado.
– Pero ahí se acaba la coartada.
– Después de eso se fue a la cama. Kathy fue vista vagando por el otro lado del campus a las once. No veo ninguna relación.
– Tal vez no haya ninguna -se limitó a decir Jake-, pero se trata de su novio, y el novio siempre es el principal sospechoso. Además, hay otra cosa.
– ¿Qué?
– Sus compañeros de equipo.
– ¿Qué pasa con ellos?
Jake se terminó el café y le dio unos golpecitos a la taza para obtener las últimas gotas.
– Colaboraron en todo lo que pudieron, supongo, pero las declaraciones de algunos de ellos fueron imprecisas. No sabría decirle exactamente por qué, pero algunos parecían más nerviosos de lo habitual. Como si estuviesen ocultando algo. Como si quizás, y sólo quizás, estuvieran protegiendo a su quarterback estrella antes del partido decisivo.
Excepto que, por lo que Myron sabía, a nadie del equipo le caía bien Christian. Sus compañeros no hubieran hecho nada fuera de lo común para protegerle. Todo lo contrario.
Pero entonces, ¿por qué estaban nerviosos?
Jalee se apoyó en el respaldo de la silla y esbozó una sonrisa, lo que evidenció un cambio de táctica por su parte.
– Oiga, señor Bolitar, he sido muy amable, ¿no? Yo le he contado todo lo que sé y usted sigue ocultándome algo. Eso no es justo. Dígame algo más, algo que todavía no me haya dicho. He ido a visitar a su amigo el decano, el señor Gordon, hace unas horas, tal y como me sugirió usted. El hombre me ha recibido cordialmente y ha sido muy amable, sin pedanterías de mierda. Y eso no es típico de él. De hecho, diría que estaba cagado de miedo. ¿Por qué?
– ¿Le ha dicho algo?
– Uy, me ha dado mucha información. Que Kathy era una chica maravillosa, que era muy buena estudiante, muy trabajadora y bla, bla, bla. ¡Ah, sí!, y también me ha dicho que su amiga, la que está arriba, fue a verlo. Al parecer, Jessica quería el expediente de su hermana. Qué cosas, ¿verdad?
– Tratábamos de reunir toda la información posible.
– ¿Información sobre qué?
Myron miró su café. Parecía las aguas residuales de una cloaca.
– La mañana del día en que Adam Culver fue asesinado, éste hizo una visita a Nancy Serat.
– ¿Cómo sabe usted eso? -inquirió Jake abriendo los ojos de par en par.
– Nancy dejó un mensaje en el contestador de Jessica para quedar esta misma noche a las diez. También le dijo que había visto a Adam Culver la mañana del día en que lo asesinaron.
– ¡Dios bendito! -exclamó Jake a la vez que se cruzaba de brazos y los apoyaba sobre la barriga-. Entonces, Adam Culver va a ver a Nancy Serat por la mañana. Descubre algo. Algo importante. Tan importante que cancela el vuelo.
– Tan importante que acaban matándolo -añadió Myron.
Jake asintió, pensativo.
– Y luego el asesino se ve obligado a deshacerse de la fuente de información.
– Nancy Serat.
– Exacto -dijo Jake-. Aun así, estuve interrogando a esa chica durante horas. Le pregunté acerca de todo… -añadió Jake bajando el volumen de voz hasta hacerse apenas audible.
De repente, pareció recordar alguna cosa. Myron sabía qué estaba preguntándose. Cualquier policía se haría la misma pregunta. ¿La cagué? ¿Me olvidé de preguntarle algo? ¿Habrá muerto esa chica por mi culpa?
– Si Nancy hubiera sabido algo tan importante -dijo Myron-, el asesino no habría esperado dieciocho meses para silenciarla. Creo que todo este asunto es más complicado de lo que pensamos. Yo diría que Adam Culver ya lo había descubierto casi todo. Nancy tenía la última pieza del rompecabezas, una pieza que por sí sola no significaba nada, excepto para Adam Culver.
– ¿Intenta hacerme sentir mejor?
– No. Es exactamente lo que pienso. Si creyera que la ha cagado ya se lo habría dicho.
– Usted no ha visto el cuerpo -dijo Jake en voz baja-. Una estrangulación no es una visión agradable. El maldito alambre casi le corta la cabeza. No es una buena forma de morir, señor Bolitar. -Jake hizo una pausa y negó con la cabeza-. Después de haberla visto ya sé lo que Jessica debe estar preguntándose porque yo no dejo de preguntármelo a mí mismo.
– ¿Qué?
– ¿Acabaría Kathy igual que ella?
Se hizo el silencio. Bebieron un sorbo de café. El de Myron ya estaba frío, pero no le importó. El café frío y asqueroso parecía encajar con la situación.
– P. T. me lo contó todo sobre usted -dijo Jalee tras tomar un buen trago de café-. Me dijo que era inteligente, que podía confiar en usted. No suele decir eso de mucha gente. Me dijo que Win y usted eran lo mejor que ha habido nunca. Puede que poco convencional, pero ahora mismo a mí eso ya me va bien. Soy policía. Tengo que seguir unas reglas. Pero usted no. Tiene más libertad. Sin embargo, éste es mi territorio y no voy a quedarme de brazos cruzados como si fuera el puto extra de una película. -Puso las manos sobre la mesa. Eran grandes y encallecidas, y no llevaba anillos-. Así que ahora quiero que me lo cuente todo, señor Bolitar. Ya. Solos usted y yo. No saldrá de aquí, tiene usted mi palabra. Y no se calle nada, ¿de acuerdo?
Myron hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
– Pues venga, chaval, empieza a cantar. Soy todo oídos.
Myron sacó la revista y se la mostró a Jake.
– Todo comenzó con esto.