Tres días después, Myron acompañó a Jessica al aeropuerto.
– Déjame delante de la terminal -dijo ella.
– Esperaré contigo en la puerta de embarque.
– Deberías volver.
– Tengo tiempo.
– Habrá mucho tráfico.
– Me da igual.
– ¿Myron?
– ¿Qué?
– Déjame delante de la terminal. Ya sabes que no me gustan los numeritos.
– No voy a hacer ningún numerito.
– Tú siempre haces un numerito.
Silencio.
– ¿Qué va a ser de Gary Grady? -preguntó Jessica.
– He enviado toda la información a la dirección del instituto y a la prensa local. No sé si lo meterán en la cárcel, pero está acabado.
– ¿Y qué hay del señor Gordon?
– Ha dimitido esta mañana. Va a dedicarse al sector privado.
– ¿Y los violadores?
– Cary Roland es el fiscal del distrito. Este caso va a conllevar titulares muy grandes, así que lo hará lo mejor que sepa. Y Ricky Lane va a declarar como testigo de la acusación para obtener una reducción de condena.
– ¿Has dejado a Ricky como cliente?
Myron asintió.
– Y también has perdido a Christian.
Myron volvió a asentir.
– Pues a fin de cuentas -concluyó Jessica-, este caso no te ha reportado ninguna compensación económica.
– Me preocupan más las compensaciones personales.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Pues que vuelves a estar conmigo.
– ¿Y eso no es bueno?
– Sí lo es, si no fuera porque te vas.
– Tan sólo un par de meses. Para la presentación de un libro.
Myron aparcó delante de la terminal.
– Volveré -dijo ella.
Myron asintió.
Jessica le dio un beso que él convirtió en un beso largo hasta que al final ella lo apartó de sí. Myron la dejó ir a regañadientes.
– Te quiero -dijo él.
– Yo también te quiero. -Jessica se bajó del coche-. Volveré.
Myron se quedó mirando cómo Jessica se dirigía hacia la entrada y la vio pasar por las puertas de cristal automáticas, ir hacia la puerta de facturación y desaparecer por las escaleras mecánicas. Aun después de dejar de verla, se quedó mirando por donde había desaparecido hasta que un guardia de seguridad le dio unos golpecitos en la ventanilla y le dijo:
– Oye, chaval, esto es una zona de descarga. ¡Muévete!
Myron miró hacia la terminal una última vez y después puso rumbo a su despacho.