El funeral.
Myron llegó con retraso y se escondió detrás de una columna. Necesitaba desesperadamente darse una ducha, afeitarse y echar una siesta. Y además era evidente.
Vio a Jessica en el primer banco. Estaba sentada a un lado de su madre y Edward al otro. Los tres lloraban.
El sacerdote pronunció la típica perorata sobre la muerte como un actor que se supiera demasiado bien su papel. No dijo nada nuevo ni original. No había ataúd, ni ningún cadáver bien vestido descansando en paz. El sacerdote parecía preocupado por aquel hecho, por la ausencia del atrezzo habitual. No hacía más que señalar hacia abajo en los momentos apropiados y entonces se detenía al darse cuenta de que no tenía nada delante.
Myron se mantuvo aparte durante toda la ceremonia. La iglesia estaba completamente llena de gente. Paul Duncan estaba en la segunda fila, detrás de Carol. De vez en cuando le ponía la mano en el hombro, pero nunca durante mucho tiempo. Había que guardar las apariencias. Christian estaba sentado a su lado, con la cabeza gacha en gesto de oración. Otto Burke y Larry Hanson estaban unas cuantas filas atrás. Qué gran jugada en el terreno de las relaciones públicas. Sin duda la prensa destacaría el sincero interés que demostraba Otto Burke por las penurias de sus jugadores. Había que guardar las apariencias.
Win estaba casi en la última fila. A su derecha estaba sentada Sally Li, que tenía el rostro lívido, como si ansiara fumarse un cigarrillo. Myron había hablado con ella la noche anterior. Había hecho el análisis y éste había dado los resultados esperados.
El señor Gordon, el decano de estudiantes, y su mujer Madelaine estaban en un extremo de uno de los bancos de la izquierda. El decano tenía una expresión adusta. En cambio, a Madelaine Gordon le sentaba muy bien el color negro. Myron reconoció a otras caras entre la multitud, aunque no sabía cómo se llamaban. De hecho, daba igual.
El sacerdote hizo unos comentarios finales sobre el más allá, sobre la voluntad de Dios y la reunión con los seres queridos en el cielo. Los sollozos de Jessica le hacían estremecer todo el cuerpo, pero nadie le ofreció su hombro para llorar ni nadie le ofreció consuelo. Parecía menuda y frágil. Myron sintió que se le secaba la garganta.
Vamos allá.
Al terminar la ceremonia, Myron no lo dudó ni un segundo. Recorrió el pasillo con paso firme y Jessica fue corriendo hacia él sin pensarlo dos veces. Se abrazaron y cerraron los ojos. Los dolientes apartaron la mirada y empezaron a dirigirse hacia la salida. Win no perdía de vista a Otto Burke, a Larry Hanson y al señor Gordon.
– ¿Dónde estabas? -preguntó Jessica mirándole a los ojos.
Myron tragó saliva. Le dirigió un gesto de reconocimiento a Paul Duncan, estrechó la mano de Edward y de Christian y le dio un beso a Carol en la mejilla.
– No sé muy bien cómo decírtelo -empezó Myron.
– ¿Qué ocurre?
– He encontrado a Kathy -dijo mirándola fijamente a los ojos-. Está viva.
Todo el grupo se quedó sin habla.
Jessica abrió la boca y volvió a cerrarla sin decir nada.
– He quedado con ella esta noche -añadió Myron.
– No lo entiendo -dijo Jessica tras reunir las fuerzas necesarias para hablar.
– Es una larga historia. Pero está viva. Esta noche te la traeré de vuelta a casa.
Jessica miró a su madre y Carol le devolvió la mirada. Todo el mundo se intercambió miradas de asombro.
– Voy contigo -dijo Jessica.
– No puedes.
– Pues claro que puedo.
– Se lo prometí -dijo Myron-. Yo solo. Nadie más. Tiene miedo.
– ¿De qué?
– De la persona que intentó matarla.
– ¿Quién?
Myron respondió con un gesto negativo de la cabeza y luego añadió:
– No me lo quiso decir. Al menos por teléfono. -Myron cogió a Jessica de la mano. Estaba fría y rígida, como una losa de mármol-. La llevaré directamente a casa. Lo prometo. Entonces hablaremos, pero ahora no podemos arriesgarnos a ahuyentarla.
Jessica negó con la cabeza. Parecía totalmente confundida.
– ¿Dónde vas a quedar con ella?
– En el bosque.
– ¿Qué bosque? -preguntó Jessica apartándose un poco-. Nada de lo que dices parece tener sentido.
– No te lo puedo decir, Jess. Se lo prometí. Kathy contó que ahí fue donde la dieron por muerta. Quiere enseñarme el lugar donde pasó.
Se hizo un largo silencio y, al final, Paul dijo:
– Dios mío.
Carol casi se desmayó en sus brazos.
– ¿Dónde ha estado? -inquirió Jessica.
– Solo sé lo poco que he podido descubrir en mis investigaciones. Ha pasado la mayor parte del tiempo recuperándose de sus heridas. También ha estado en el Caribe, en una isla llamada Curasao. Le seguí el rastro a partir de una entrada en el registro del St. Mary Hospital la noche que estuvimos allí. El día de su desaparición encontraron una paciente inconsciente en medio de la carretera. Dijo que se llamaba Katherine Pierce.
– ¿Pierce? -preguntó Carol entrecortadamente-. Ése era mi apellido de soltera.
– Todavía no conozco todos los detalles. Le dieron un golpe muy fuerte en la cabeza que le fracturó el cráneo. El agresor la dio por muerta, pero no lo estaba. La enterró en el bosque. Después Kathy recobró la conciencia y logró salir a la superficie cavando a través de la tierra. Es un milagro que consiguiera sobrevivir.
– ¿Está viva? -dijo Jessica con lágrimas en los ojos.
– Sí.
– ¿Estás seguro?
– Sí.
Jessica le dio un fuerte abrazo a su madre y Edward se les unió. Christian y Paul se quedaron mirándolos estupefactos. Myron miró hacia la puerta y vio a Win esperando allí. Su gesto de asentimiento fue casi imperceptible.