Capítulo 9

¿Puedes llegar a confiar en un hombre otra vez?

¿Puedes llegar a amar a un antiguo como yo?

De Dominic para Solange


Dominic supo el momento exacto en que el sol se ocultó. Había pasado siglos bajo tierra esperando ese momento en que su cuerpo cobraba vida y la tierra lo devolvía de vuelta al mundo. Había esperado con impaciencia a que su hora llegara. Solange se había retraído en silencio tras su revelación. Sabía que ella sentía que le había dado demasiada información, y lo más importante, que le había proporcionado una forma de que ambos sobrevivieran.

Solange era muy inteligente. Tenía que haber sabido que le daba una llave para un futuro, y después había desaparecido en el interior de su jaguar, ocultándose de él, ocultándose de sí misma y sobre todo, ocultándose de las repercusiones de su admisión. La confianza se tambaleaba en el borde de una navaja muy afilada. Si él hacía la jugada equivocada, lo perdería todo. Solange era un premio demasiado grande para perderla por una conducta descuidada.

Solange Sangria era un milagro en más formas de las que Dominic había pensado. Revivió la imagen de la pelea con el vampiro una y otra vez en su cabeza. Ella no debió notar algo tan pequeño, pero él había observado durante mucho tiempo la tierra donde muchos de los parásitos habían caído cuando huyeron de su corriente sanguínea. Sin saberlo, ella había extendido su otra mano para limpiarse la sangre del vampiro, esparciendo más de la suya propia por encima del ácido negro que ardía a través de su piel… o así debería haber sido.

La sangre ácida había ardido atravesando la carne, pero en el instante en que llegó a hacer contacto con las venas de ella, la sangre de vampiro se secó y cayó de su carne. Ella estaba ocupada lavándose en el río, y no se había dado cuenta. ¿Qué había en su sangre? ¿Era ella aquella a la que Xavier había estado buscando por su sangre? Y si era así, ¿qué tenía ella que ver con el libro que el príncipe protegía tan cuidadosamente?

El sonido de los latidos de su corazón llenó la caverna. Sus ojos se abrieron de golpe. El jaguar yacía a través de su cuerpo, obviamente en guardia. Enterró una mano en el espeso pelaje. Era sedoso, como el suave cabello de Solange, las hebras estaban surcadas de un color suave y leonado que parecía transformarse en remolinos en su pelo. Acarició con los dedos el pelaje y subió hasta su cabeza.

El jaguar bostezó perezosamente.

– Has estado levantada todo el día. Tenía poderosas salvaguardas rodeándonos. -Se enderezó-. Transfórmate.

Estabas en guardia contra los no muertos y los magos. Tus salvaguardas funcionan también con humanos y con otros animales, pero no estoy segura de que funcionen con Brodrick. No quiero que él te encuentre incapaz de defenderte porque me esté persiguiendo.

Él esperó. Tenía una paciencia interminable. Ella no quería afrontarlo, pero cuanto más tiempo permanecía en la forma del felino, más aterrador se volvía el enfrentarse a él. Dominic ya había estado en su mente muchas veces. La información fluía de uno a otro y comenzaba a saber cómo pensaba ella. Si no tenía mucho cuidado, huiría, más asustada por su conexión, que crecía tan rápidamente, de lo que lo estaba por cualquier batalla.

Le llevó algunos minutos. El felino suspiró, el cálido aliento explotó en su mejilla.

Quisiera algo de ropa, por favor. Sería… más fácil.

– Por supuesto. -Aunque la prefería desnuda. Desafortunadamente ella era una tentación a la que sería difícil continuar resistiéndose. La pasión corría intensa en ella. ¿Cómo podría no ser así? Era apasionada con su causa, apasionada con su familia y sería apasionada con su compañero en la cama. Mezcla ese fuego con su clara vulnerabilidad hacia él y tienes un afrodisíaco claramente intoxicante. Sonaba somnolienta. Él sabía que había permanecido despierta la mayor parte del día, preocupada por si Brodrick encontraba su lugar de descanso. Acarició con sus dedos el espeso pelaje, masajeando esos músculos fuertes.

– Quédate como estás y yo regresaré enseguida. Puedes dormir mientras cazo.

Mmmmm.

La nota adormecida en su voz era más Solange que jaguar, y su cuerpo se tensó instantáneamente. El suave sonido le provocó un fuerte pinchazo en la ingle, tal como esperaba. Pero que la bestia se alzara ferozmente, exigiéndole que reclamara a su compañera, no sólo era impactante sino también inquietante. No era la sangre del vampiro en sus venas; era su sangre Carpato. Había encontrado a su compañera después de esperar durante siglos y tenía la oportunidad de un futuro con ella. Su alma clamaba por la de ella y de pronto la oscuridad era mucho más densa y fea. Su árida existencia le resultaba insoportable ahora que había estado en la mente de ella… ahora que podía sentir de nuevo.

Ondeó la mano y la capa de tierra que él mismo había permitido que le cubriera cayó, mientras extraía cuidadosamente su cuerpo de debajo del jaguar somnoliento. Mientras lo hacía, murmuró una orden, empujándola suavemente hacia el sueño.

Sintió cómo se estiraba lánguidamente en su mente. Eso no va a funcionar conmigo.

Él soltó una carcajada, sorprendido. El sonido llenó la caverna de felicidad.

– Sólo era un experimento, kessake, para ver si estabas atenta.

Por primera vez sintió la caricia de su diversión y la intoxicante sensación explotó sobre él. Se había relajado lo suficiente como para responder a su broma. No era mucho, pero era un principio. Ella le había ofrecido su revelación, y estaba aterrorizada por las consecuencias, pero él todavía se las arreglaba para atravesar sus defensas y hacerla reír.

– No tardaré -prometió y debido a que adoraba la sensación de todo ese pelaje suave y sedoso, y sabía que ella se escondía en lo más profundo de la forma del felino, recorrió deliberadamente con los dedos toda su columna vertebral.

Sintió el temblor de ella en respuesta, pero el jaguar no levantó la cabeza y le dedicó una mirada penetrante. Mantuvo la cabeza sobre las patas. Él flotó hacia la superficie de la caverna y se disolvió en el túnel como si fuera vapor, escaneando el área que rodeaba su lugar de descanso antes de desentrañar las salvaguardas. Las reemplazaría, pero si ella estaba en lo cierto sobre Brodrick, no podría garantizar su seguridad frente al macho jaguar. Eso significaba que no podría viajar demasiado lejos de ella y que tendría que estar especialmente alerta hacia el depredador.

En el momento en que estuvo a buena distancia de Solange, los parásitos empezaron sus susurros llamándolo para que sintiera la ráfaga de la matanza. No estaban tan activos, la sangre de Solange todavía los dominaba, pero cuanto más se alejaba de su compañera, más gusanos mutantes despertaban, arañando y dando zarpazos a sus entrañas, exigiéndole que eliminara toda huella de sangre Carpato o de la familia real jaguar y las reemplazara con la sangre ácida del vampiro, el ambiente donde prosperaban las criaturas.

Ignorándolos, continuó saliendo de las cavernas. El vapor se derramó en el terreno abierto, por abajo, paralelo al suelo, subiendo más alto una vez que alcanzó el bosque más frondoso. La niebla gris se movió hasta que se apiló sobre sí misma, tomando la forma de una águila harpía, volando en círculos a gran altura por encima de la zona mientras aseguraba las salvaguardas alrededor de la serie de acantilados que ocultaban las cavernas de caliza, todo mientras usaba la mirada penetrante para detectar cualquier movimiento en la base que indicase que el macho jaguar estaba sobre su rastro.

La selva tropical era un estallido de colores, flores coronando los troncos de los árboles, grandes salpicaduras de rosa, púrpura y brillante rojo rubí. Captó todos y cada uno, saboreando los hermosos colores que no había visto en siglos. De nuevo podía apreciar el mundo en lugar de simplemente recordarlo. En verdad, incluso sus recuerdos habían palidecido en el último siglo. Ahora podía mirar hacia abajo desde el círculo en expansión y absorber la imagen de los árboles cubiertos de flores, la explosión de colores, el verde vívido de los árboles y los matices brillantes de los hongos. Las cascadas y los estanques que punteaban el paisaje junto con el caudaloso río que serpenteaba dentro y fuera del bosque, abriéndose camino entre el terreno escabroso, eran hermosos para él.

No encontró ninguna señal de Brodrick por ninguna parte. Aliviado, volvió sobre sus pasos hacia el lugar donde habían luchado contra los vampiros. Sabía que Zacarías se encontraría con él allí si fuera posible. Debajo de él divisó el laboratorio. Alguien ya había empezado las reparaciones en el costado del edificio. Dio vueltas en lo alto, intentando captar el olor de Brodrick. Si encontraba al tipo, lo mataría. Sabía que Solange tenía intención de enfrentarse a su padre biológico, pero lo que realmente importaba era que él fuera incapaz de continuar su matanza de aquellos que consideraba impuros y sus secuestros y brutales asaltos a mujeres.

Una carga repentina se formó en el aire circundante y Dominic se posó en los árboles, plegando sus alas y vigilando mientras una alta e impresionante figura emergía de la niebla que rodaba la tierra a la altura de sus rodillas. El hombre se quedó en pie un momento, el cabello plateado bajaba por su espalda, su constitución era fuerte y musculosa. Se giró y Dominic lo reconoció de los viejos tiempos. Giles. Un viejo amigo. En su familia habían sido artesanos. Dominic siempre admiró a Giles. Era preciso y controlado en el combate, un buen hombre para tener a la espalda en una pelea. Nunca hubiera esperado ver a Giles como vampiro.

Tenía buen aspecto, su rostro era impecable, sus dientes blancos y su notable encanto se distinguían incluso con la distancia que había entre ellos. Tenía que haber sido un vampiro durante mucho, mucho tiempo para adquirir la habilidad necesaria para cubrir toda evidencia de carne purulenta y alma ennegrecida. Giles dio unos golpecitos con el pie, el único movimiento que indicaba que podría estar molesto. Obviamente estaba esperando algo y estaba impaciente porque ese algo o alguien se retrasaba. Y eso era todo lo que Dominic necesitaba saber. Giles era un maestro vampiro, experimentado tanto en las artes oscuras como en la batalla. Estaba acostumbrado a estar en la cima de la cadena alimenticia. Y si estaba involucrado en la conspiración de los Malinov para derribar al Príncipe, ésta era mucho más peligrosa de lo que nadie había supuesto. Ningún maestro del calibre de Giles se prestaría a prestar servicio a otro. Los vampiros estaban evolucionando. De algún modo, los Malinov habían logrado encontrar la forma de controlar la vanidad de los vampiros y su ansia por la destrucción temeraria.

Dos figuras más fluctuaron, transparentes durante algunos momentos antes de revelarse completamente, algo que usualmente ocurría cuando alguien se había transportado rápidamente. Ambos estaban despeinados, aunque cuando emergieron del todo bajo la luna, se recompusieron. Giles ya fruncía el ceño ante su falta de habilidad para mantener su apariencia en todo momento. Los recién llegados no eran vampiros menores, otro punto para Giles. La mayoría de los maestros podían mantener cerca sólo a los más nuevos, para servir como peones mientras aprendían las costumbres de los vampiros, pero ambos hombres tenían habilidades obvias.

– Ambos llegáis tarde -acusó Giles. Entrecerró los ojos, fijando esa mirada rojo rubí en el hombre a su izquierda-. Ibas a escoltar a Demyan y sus secuaces hasta esta posición. No los veo. Espero que tengas una buena explicación, Beau. -Giró la cabeza lentamente, un movimiento de reptil que hizo que el segundo hombre diera un paso atrás-. Y tú, Fabron, no los veo contigo tampoco.

Un estremecimiento traspasó a Beau.

– Fuimos al lugar señalado para encontrarnos con ellos, Giles, pero no estaban allí. Registramos la zona. Algunos kilómetros al este había señales de una batalla. Creo que el mayor de los hermanos De La Cruz está en esta zona y los atacó.

El aliento de Giles siseó entre sus dientes.

– Ese gusano humano que torturamos nos mintió. Debería haberlo mantenido con vida más tiempo. Dijiste que escaneaste su cerebro…

– Los hermanos protegen a los que les sirven -le recordó Fabron.

Instantáneamente el aire crepitó y algo golpeó con fuerza la mejilla de Fabron. Las chispas cayeron, en un despliegue deslumbrante. Giles ni siquiera parecía haber alzado su mano. Dominic estudió al vampiro con más cuidado. Era refinado. Muy rápido, sus acciones eran demasiado veloces para ser seguidas por el ojo humano, pero Dominic había visto el movimiento como un borrón. Por un momento pensó que había parpadeado, pero Giles realmente se había movido, había usado un gesto de su mano para empujar la carga eléctrica hacia sus secuaces. No era sorprendente que estuvieran acobardados. Él debía parecerles como un mago, capaz de hacer cosas que nadie más podía.

– ¿Crees que Zacarías ha destruido a Demyan y a sus secuaces?

Fabron y Beau asintieron ambos vigorosamente.

– Hubo una batalla. No pudimos leer la tierra. Ahora la selva tropical contraataca.

En lo más profundo del cuerpo del águila harpía, Dominic sonrió. Él y Zacarías habían acertado en que al borrar toda huella de la sangre vampira de la tierra y los árboles, la selva tropical podría repararse a sí misma. Dominic incluso se había acordado de estimular el crecimiento del bosque antes de permitirse cuidar de su compañera. Ella le había parecido tan bella, allí de pie como el guerrero feroz que había combatido justo a su lado, mirándolo con los ojos de una mujer vulnerable.

No esperaba la marea de emoción abrumadora. Se había sentido protector hacia ella. Deseaba tanto acogerla en sus brazos y sostenerla cerca. La confianza lo era todo con una mujer como Solange. Él tenía que ganarse su lealtad y su respeto, y sobre todo su amor. Entendía que era un regalo y la apreciaba aún más por su reserva. No era un hombre que hubiera compartido alguna vez a su mujer y esa faceta de ella, suave y vulnerable, le pertenecía sólo a él.

Estudió a su enemigo. Había esperado entrar en ese campamento y finalmente morir. Ahora, había ocurrido un milagro. Podía librar su organismo de los parásitos y reclamar a su compañera. Había un futuro para él, para los dos, y eso lo cambiaba todo. Tendría que ser mucho más cuidadoso. Tenía todos los motivos para vivir ahora. Antes, cuando entraba en batalla no había nada que perder. La vida cambiaba dramáticamente cuando uno encontraba la otra mitad de su alma. Quería vivir. Quería pasar tiempo con ella. Podría alzarse cada noche durante el resto de su existencia, mirándola directamente a los ojos.

De repente Giles levantó la cabeza y echó una ojeada rápida a su alrededor. Un rápido y penetrante sondeo embistió a Dominic, un ataque veloz y poderoso dirigido a la zona circundante, un empujón para atraer y sacar a la luz al enemigo. Dominic sintió el dolor lacerante, descartándolo; tranquilizando al pájaro mantuvo los patrones del cerebro equilibrados para no alertar al enemigo de su presencia. La sonda pasó lentamente, pero él permaneció en el interior del águila, manteniéndose inmóvil. El pájaro tenía hambre, buscaba comida, su aguda mirada acechaba en busca de una presa antes de que cayera la noche. La sonda volvió, más dura, más profunda, una lanza dolorosa y precisa. El pájaro extendió sus alas y luego se recolocó mientras Giles continuaba, satisfecho de que no hubiera enemigos alrededor.

– ¿Dónde está Etienne? -exigió Giles.

– Estaba buscando huellas, esperando averiguar dónde podría haber ido Zacarías.

– ¡Stupide! ¡Imbécillité! -siseó Giles con desagrado-. No tiene ni una posibilidad de matar a Zacarías. Ya estará destruido. -Con un gesto de repugnancia, Giles escupió en la tierra. Los diminutos parásitos blancos se agitaron y se retorcieron.

– Los demás deberían estar aquí en pocos días -dijo Beau, claramente esperando que Giles permitiera un cambio de tema.

– Si hemos perdido a Demyan y a sus secuaces, somos pocos para desarrollar los planes. Represento a los maestros. Necesitamos organizar a nuestra gente para un golpe contundente contra el Príncipe. Debe ser puesto de rodillas.

Los tres hombres se dirigieron hacia el laboratorio. Mientras se aproximaban a los guardias humanos, Giles extendió su mano hacia los otros y susurró una orden.

– Dejadlos. Sois humanos.

Dominic estaba impresionado por la forma en que los vampiros asumieron inmediatamente la conducta de un humano, manteniendo los ojos hacia el suelo en lugar de mirar la tentación de la carne y sangre humana. Sentían un desdén absoluto y despreciaban a los hombres humanos con quienes trabajaban, pero no cayeron sobre ellos y se deleitaron con ellos como normalmente harían. Dominic sintió el hambre voraz, la llamada de la sangre, los parásitos que chillaban de deseo por la sustanciosa y cálida tentación, al mismo tiempo que la necesidad de mostrarles cuán inferiores a ellos eran. Pero los vampiros simplemente ignoraron la llamada.

Los maestros habían hecho un buen trabajo imponiendo su voluntad a los vampiros menores. Sólo eso ya representaba un peligro. El comportamiento había evolucionado hacia la inteligencia real. Los vampiros siempre habían sido astutos y letales, pero un grupo coordinado con inteligencia y estrategia a sus espaldas, con habilidad para controlar a esas criaturas mortíferas y poderosas, era impresionante e incluso aterrador.

Los hermanos Malinov habían congregado un ejército compuesto de jaguares, humanos y vampiros. Tenían un plan y éste tenía una semblanza de disciplina. Para Dominic, era la disciplina lo más problemático. Observó a los vampiros desaparecer en el interior del edificio antes de extender sus alas y dirigirse hacia el cielo para encontrar a Etienne. El vampiro no regresaría con su amo, pero sería Dominic quien contribuiría a la feroz reputación de Zacarías.

El águila harpía atravesó la canopia con una velocidad asombrosa, moviéndose rápidamente para cubrir la distancia antes de que Etienne encontrase el lugar de descanso de Zacarías. Dominic sabía que el cazador tenía casas de verdad en la zona. Era posible que hubiera ido a una de ellas. Siglos atrás los hermanos De la Cruz habían establecido una relación con una familia humana que los protegía durante el día, velaba por sus tierras y ayudaba a mantener la ilusión de que eran humanos. Habían construido un imperio, sus ranchos de ganado eran bien conocidos, pero sus enemigos a menudo iban también tras los miembros de la familia. Zacarías tendría fuertes salvaguardas, pero si el vampiro lo rastreaba hasta su casa, los humanos correrían peligro. A esta hora, Zacarías estaría fuera cazando.

Divisó el lugar donde había tenido lugar la pelea con Demyan y sus vampiros menores. A primera vista, la zona parecía estar tranquila, pero cuando descendió en picado más abajo, pudo ver la vegetación marchita donde se había contraído bajo la antinatural abominación que pisó la tierra cuando Etienne y los otros vampiros fueron en busca de Demyan. Una parte del césped se había marchitado donde los no muertos habían pasado.

El águila harpía voló hacia el río tomando una ruta directa. Dominic estaba repentinamente preocupado por lo que pudiera encontrar. En las lindes de los árboles, el extenso rancho de los De la Cruz estaba enclavado en el valle entre las colinas circundantes. Estaba rodeado de bosque, pero meticulosamente conservado para que el ganado pudiera vagar libremente por la tierra exuberante. La casa de estilo español con gruesas paredes y frescas terrazas tenía forma de U con un patio en medio. El verdor del patio proporcionaba una especie de oasis, con diversos arbustos y flores de todos los colores.

A lo largo del pasillo de piedra, los penetrantes ojos del águila divisaron la brillante y roja sangre. El arroyuelo era estrecho y avanzaba lentamente entre las piedras en una delgada línea de color carmín. Dominic descendió, tomando su forma humana mientras se inclinaba sobre el hombre caído. Había luchado, pero el vampiro casi le había cercenado la garganta. Ya estaba muerto, y Dominic le dejó, encaminándose hacia la casa. La puerta había quedado abierta, proporcionándole una buena vista de la amplia y sombreada habitación.

Escuchó un gruñido y una palmada proveniente de otro cuarto.

– ¿Dónde está? -exigió Etienne, su voz escupía y siseaba, alertando a Dominic de que estaba perdiendo el control rápidamente.

– Nunca te lo diré.

Una voz femenina. Bastante joven. Aterrada. Justo como les gustaba a los vampiros. La descarga de adrenalina en la sangre actuaba como una droga inundando su sistema.

– Así que morirías por él.

– Sí. -La voz tembló, pero las palabras eran firmes.

Dominic irrumpió por la puerta tan dramáticamente como le fue posible, esperando desequilibrar al vampiro. Etienne giró mientras descargaba el golpe mortal, lanzando un golpe directo contra la garganta de la mujer, rompiendo arterias, cuerdas vocales y carne. La sangre salpicó por todo el cuarto. La mujer se sujetó la garganta con ambas manos y cayó de rodillas mientras Dominic saltaba la distancia, golpeando con fuerza al no muerto, alejándolo de la mujer.

Un rugido anunció la llegada de Zacarías. Estalló por la ventana, rompiendo cristal y adobe. Los escombros llovieron sobre ellos mientras Dominic agarraba al vampiro con una mano y conducía la otra al pecho. Etienne se disolvió, tratando de salir del cuarto a través de la ventana abierta. Las gotitas de sangre se arrastraron detrás, revelando su presencia en el banco de niebla.

Zacarías se dejó caer de rodillas al lado de la mujer y le apartó suavemente las manos de la garganta. Era joven, aún para años humanos, quizás a principio de los veinte. Ojos castaño oscuro, muy grandes, enmarcados con largas pestañas negras. Podía ver cómo la luz retrocedía en ellos, pero ella parecía contenta de verlo vivo. Por alguna razón, esa pequeña ondulación de reconocimiento le afectó trastantos siglos de vacío. La familia de ella había servido a la suya durante generaciones. Su padre había caído muerto en su patio y esta joven mujer se moría en el suelo del dormitorio, tratando obviamente de proteger su morada.

Le envolvió las manos alrededor de la garganta y presionó calor sobre la piel, brillante y caliente y doloroso para ella, lo sabía. No podía evitarle el dolor, no con la vida drenándose de su cuerpo tan rápidamente. La garganta estaba aplastada. Se envió fuera de su cuerpo y entró en el de ella, trabajando tan rápidamente como podía para reparar el daño de la arteria, para contener el flujo de preciosa sangre. Confiaba en Dominic para que mantuviera al no muerto lejos de él mientras trabajaba en la mujer, dejó su cuerpo vulnerable al ataque mientras cauterizaba meticulosamente la arteria, cerrando y sellando la enorme herida.

Sin pensar en las consecuencias, Zacarías se cortó la muñeca y la sangre goteó en la boca de la mujer, acariciando hasta que ella tragó por reflejo. Tuvo que guiar la sangre a través de la garganta desgarrada para que empapara las venas y las células de su cuerpo. Reemplazó lo que había perdido, sin pensar en quedar demasiado débil para moverse. No había suministro de sangre para él, no con la sangre de Dominic tan contaminada. En este momento no le importaba.

La familia de esta mujer había hecho mucho por la familia De la Cruz y no iba a perderla. La había visto un par de veces moviéndose por la casa, limpiando, siempre a lo lejos. Rara vez se juntaba con alguien estos días. La llamada de la oscuridad había llegado a ser fuerte en él estos últimos años y pasaba la mayor parte de su tiempo solo, lejos de la tentación. Raramente utilizaba esta casa, hasta estas últimas semanas. Sus hermanos tenían compañeras y eso sólo aumentaba la oscuridad en él mientras se sentía separado de ellos, tanto tiempo solo. No conocía otro modo de vida, así que había venido aquí para poner distancia entre él y sus hermanos. Pero al hacerlo así, había puesto en peligro a estas personas que estaban bajo su protección.

Zacarías logró poner los pies debajo de sí mismo e inclinándose, tomó el ligero peso de la mujer en sus brazos, acunándola contra el pecho. Él era fuerte, pero se había despertado hambriento y el olor a sangre sólo aumentaba su necesidad. Darle su sangre le había debilitado aún más. La llevó por la casa al dormitorio principal, situado sobre su guarida. La trenza era larga y gruesa, una masa de cabello negro azulado ahora manchado de sangre. No tenía la menor idea de si viviría o moriría, pero había hecho todo lo que podía. La tumbó en la cama y cubrió su cuerpo con una manta antes de volverse hacia el sonido de la batalla.

Gruñidos horribles erupcionaban mientras Etienne luchaba contra la trampa en la que Dominic lo había encerrado, haciéndole imposible permanecer en forma de vapor. La sangre manchaba la cara de Dominic y el hombro. Marcas de garras salvajes le habían cortado el pecho en dos lugares, rasgando la ropa cuando el vampiro trató de llegar al corazón del cazador. Etienne no era un aficionado en la batalla, y luchaba con magia y habilidad, sabiendo que estaba frente a un antiguo, un experto en destruir no muertos.

Etienne parecía peor que Dominic, la sangre negra veteaba su cuerpo. Había perdido su capacidad de mantener la apariencia, la piel apretada contra el cráneo hacía que pareciera un esqueleto andante. El pelo una vez oscuro era ahora sucios mechones grises, largos, como colas que sobresalían de un cráneo en su mayor parte calvo. Los ojos eran hoyos hundidos de odio, y los dientes habían tomado su forma aserrada y puntiaguda, cubiertos con la sangre de sus muchas víctimas.

Dominic cogió velocidad, agarró la cabeza entre las grandes manos y desgarró, alejándose con rapidez cuando Etienne arañó otra vez con garras afiladas y manchadas de sangre. Hubo un crujido audible y Etienne chilló, girando tan rápidamente que se convirtió en una mancha, se lanzó sobre Dominic y llevándolo al suelo, alargó la cara en un morro de colmillos goteantes. Abrió las mandíbulas y se dirigió al cuello de Dominic.

El capataz de Zacarías, Cesaro Santos, entró en el patio con tres de sus hombres tras él, todos con rifles. Se detuvieron con un patinazo cuando vieron al no muerto desgarrando a Dominic, mitad esqueleto y mitad animal. Antes de que cualquiera se pudiera mover, un jaguar pasó a toda velocidad ante los tres hombres para golpear con fuerza contra la espalda del no muerto, golpeándolo con tanta fuerza que dio un salto mortal y aterrizó con fuerza varios metros más allá.

Dominic ya se había disuelto bajo él, deslizándose con la intención de arrancar el corazón del vampiro, pero ya no estaba en posición. El siguiente golpe del jaguar llevó a Solange directamente a la espalda del vampiro. Los dientes crujieron sobre la cabeza y la sacudió como una muñeca de trapo. El cráneo se agrietó como un fruto seco, los huesos aplastaron el cerebro. Uno de los hombres que estaba junto a Cesaro se llevó el rifle al hombro, pero Zacarías estuvo allí antes de que pudiera apretar el gatillo, empujando el cañón hacia el suelo. Cesaro se abrió la camisa, exponiendo el cuello a Zacarías.

– Tome lo que necesite -ofreció.

Zacarías podía oír el latido del corazón. La tentación era demasiado. Nunca podría parar, no en el calor de la batalla cuando estaba tan hambriento. Sacudió la cabeza y dio un paso para alejarse, los colmillos explotaron en su boca. No pondría en peligro a los que le servían, los que estaban bajo su protección. Mejor encontrar el amanecer que sucumbir ahora.

Lo siento. Dándose cuenta de su error, Solange se disculpó ante Dominic, mientras trataba de retroceder ante el no muerto.

Etienne la desgarró, un golpetazo afortunado que le rompió la piel del vientre. La atrapó en el aire, lanzando a la gran gata con su enorme fuerza. Aterrizó con fuerza a distancia. Él se arrastró hacia ella, tambaleando la cabeza, derramando las tripas.

Ningún problema, contestó Dominic con su infalible calma. Aprenderemos a coordinar nuestros ataques con el tiempo. Muévete a la derecha un poco, lo bastante lento como para que crea que puede atraparte, pero que estás rodeándole para otro intento. Cuando me mueva, salta lejos rápidamente.

Dominic sintió su tranquila seguridad. Solange sabía cómo luchar, y con un vampiro él era el experto. Ella era demasiado inteligente y experimentada como para no reconocer eso. Si no hubiera interferido, él ya habría conseguido el corazón del no muerto. Era una lección y ella aprendía rápidamente. Respetaba el hecho de que ella no se castigara por los errores. Simplemente hacía lo que había que hacer.

El jaguar hembra empezó a trazar un círculo, los ojos verdes brillaban mientras se fijaba en su presa. Con la cabeza abajo y las orejas giradas hacia atrás indicando agresión sin temor, empezó a acechar lentamente, sin apartar nunca los ojos de la presa.

Los humanos retrocedieron con el odio en sus ojos mientras miraban cómo el jaguar rodeaba al vampiro, los rifles listos. Lo único que les impedía disparar era el deseo de su jefe o jefe [1], dependiendo de en qué idioma estuvieran pensando. Detestaban a ambas especies. Durante demasiado tiempo habían aguantado que los hombres jaguar abusaran de sus mujeres. Siempre tenían que proteger a las mujeres con cuidado, reduciendo su libertad cerca del bosque. El vampiro era una amenaza siempre presente que colgaba sobre sus cabezas y amenazaba a su jefe así como a sus familias. Bien versados en las maneras de matar a un vampiro, cada uno de ellos estaba armado con una estaca, una antorcha y una cruz, así como con rifles.

Zacarías no se atrevió a alejarse de ellos, sabiendo que era su presencia solamente lo que impedía que mataran al gato, y que si lo hacían, Dominic los mataría a todos. El Buscador de Dragones estaba en movimiento, su cuerpo fluido y elegante era algo hermoso, tan rápido que fue una mancha, golpeó con fuerza a Etienne mientras el jaguar saltaba hacia atrás fuera de alcance.

Etienne chilló, un extraño sonido bestial que asustó al ganado que dormía a lo lejos. La manada se puso en pie, mugiendo y dando pisotones inquietamente. Cesaro hizo un gesto con la mano hacia atrás, señalando hacia las colinas ondulantes, y sus hombres se marcharon corriendo. Otros salieron de las casas dispersas de las colinas, lanzándose sobre los caballos, precipitándose a calmar al ganado asustado.

El vampiro giró, moviéndose rápidamente como un tornado, girando y arremolinándose, tratando de utilizar los pies como una broca, excavando en la tierra, esperando escapar así del cazador implacable. Dominic giró con él, fuera de la vista en los escombros, mezclado en el tornado que iba de la tierra al cielo. Fluyó con los vientos turbulentos, implacable en su resolución de destruir al no muerto.

El aire comenzó a cargarse. El vello de los brazos se le erizó. Zacarías gritó una advertencia a Solange mientras arrastraba a Cesaro al suelo, cubriéndole con su cuerpo. Solange saltó lejos del aire que se cargaba y casi aterrizó en una fuente. Se aplastó tan cerca del suelo como le fue posible justo cuando el relámpago golpeó, el rayo subió desde la tierra al cielo y volvió a caer otra vez. Etienne chilló horrorosamente. El olor a carne descompuesta y podrida se convirtió en humo, penetrando en el aire con un hedor asqueroso.

Zacarías sólo podía oler sangre a su alrededor mientras yacía encima del capataz. El olor estaba por todas partes, pesado en los pulmones. Los colmillos se negaban a retroceder. El sonido de corazones latiendo se convirtió en un tambor de deseo palpitando por su cráneo. La carne caliente era atrayente, el cebo de sangre caliente fuerte, el pulso justo bajo su boca. Tan cerca. Tan tentador. El susurro era insidioso en su oreja. Esta vez nada más.

La boca casi tocaba ese pulso. Las orejas se le llenaron del sonido, el reflujo y el flujo de la fuerza de la vida en el cuerpo de Cesaro. Su mente se negaba a funcionar, inundada ahora con la necesidad. Esta vez nada más. Podía oler el delicioso temor. La adrenalina que circulaba por las venas. Movió la cabeza hacia atrás, su vista se estrechó ante esa tentación.

El jaguar le golpeó con fuerza, alejándolo del cuerpo de Cesaro. Rodó y se levantó, su mente era una neblina roja de necesidad e ira. Los ojos rojo rubí se clavaron en Solange, furioso porque le hubiera robado la presa. Ella merodeaba de acá para allá entre Zacarías y Cesaro, manteniéndole lejos de esa sangre caliente y picante que su cuerpo necesitaba tan desesperadamente. Siseó su ira, los dos depredadores atrapados en la mirada, cada uno esperando el ataque del otro.

Cesaro se movió lentamente, con cuidado, tratando de no atraer la atención del gran gato. Sus dedos estaban a centímetros del rifle y, palmo a palmo, lo atrajo hacia él. Don Zacarías necesitaba y él proveía, como su familia había hecho siglo tras siglo. Si era su sangre lo que Zacarías necesitaba, Cesaro se la daría. Los dedos atrajeron el rifle a la mano y cerró el puño a su alrededor. Respiró hondo y se puso de pie, con la culata del arma bien ajustada contra el hombro, y la vista sobre el gato. Muy lentamente el dedo encontró el gatillo y comenzó a apretar.

Detrás de ellos, manchado de sangre, con la camisa y el pecho destrozado, Dominic rugió un desafío a Zacarías mientras con una mano le arrancaba el rifle a Cesaro y lo golpeaba para alejarlo con la otra. El golpe fue tranquilo, pero tan fuerte que hizo volar a Cesaro contra la casa.

– Ocúpate de a la mujer -ordenó Dominic, su voz fue una orden baja que no toleraba discusión. Señaló y el hombre se puso lentamente de pie, con aspecto aturdido, los ojos mostraban su confusión.

Cesaro estaba protegido de la compulsión, así que fue sólo la pura fuerza de la personalidad de Dominic la que invalidó la lealtad arraigada del capataz por proteger a Zacarías.

– Está en el dormitorio y necesita atención médica inmediata. -Eso incitó al hombre a la acción. Corrió a la casa, dejando a los dos Carpatos uno frente al otro. Dominic tenía las manos a los lados-. Zacarías. -Sólo el nombre. Una llamada.

Zacarías sacudió la cabeza. Los cuchicheos se negaban a parar, golpeando como un redoble en lo profundo de sus venas, en su mente, hasta que estuvo consumido con el deseo oscuro por sangre.

– Vete. Vete mientras puedas, viejo amigo. Sálvate.

Ekam. Hermano. Anaakfel. Viejo amigo. -Había angustia en la voz de Dominic, en su corazón y en su mente-. Ésta no es tu elección. Tu elección es servir a tu gente. Te necesito. El Príncipe te necesita. Tenemos que conseguir esta información para él. -Mientras hablaba, Dominic se deslizaba en posición, el corazón tan pesado que apenas podía evitar las ardientes lágrimas que le atravesaban la garganta. Había una bola de ellas alojadas allí. Zacarías. Un hombre noble más allá de la imaginación de cualquiera. Matarlo se sentía como un sacrilegio.

Voy a cambiar, Dominic. Necesito ropa.

La voz de Solange lo asustó. Estaba tan tranquila. Su absoluta serenidad le sorprendió. La sintió en su mente, supo que sentía su amor por Zacarías. Eran antiguos. Habían sido amigos de niños. Pasaron siglos luchando contra el mismo enemigo, a veces lado a lado, otras veces solos, pero siempre habían estado en el mundo compartiendo el mismo destino. El corazón se le rompería cuando matara a Zacarías, pero lo mataría. Le ahorraría la humillación de perder su honor. El pueblo Carpato lo recordaría como al héroe que fue de verdad.

Déjanos, Solange.

Dominic flexionó los dedos. Había recibido una paliza al matar a Etienne. El antiguo había sido un combatiente hábil y Dominic había sufrido varias heridas. Zacarías era uno de los mejores guerreros, de los más experimentados con que se había encontrado jamás. El amor de Dominic por él, su respeto, sería difícil de vencer. No quería a Solange en ningún lugar cerca de esta batalla. Estaba seguro de que mataría a su amigo, pero también existía la posibilidad de que Zacarías lo matara a él.

Hay una oportunidad de salvarlo.

Su primera reacción fue ordenarle que se alejara, pero la absoluta certeza de su voz le hizo tambalearse. Más que nada, la deseaba protegida. Pero Zacarías era lo más cercano a un verdadero amigo que jamás llegaría a tener, y Dominic no quería tener que matarlo.

Ella no esperó a que se decidiera, sino que cambió de forma a su izquierda. Él la vistió con su ropa normal, vaqueros desteñidos y una fina camiseta que era perfecta cuando se movía por el bosque. Había surgido más cerca de Zacarías de lo que le gustaba y sabía que era deliberado.

– Soy tu familia, Zacarías -dijo, dirigiéndose al cazador Carpato.

Con varios siglos de edad, Zacarías era más que intimidante bajo circunstancias normales. Pero estaba cerca de convertirse, gruñía, los ojos ya le estaban cambiando, revelando la neblina roja del vampiro que intentaba poseer su mente.

Dominic se puso en posición de golpear. Necesitaría cada gramo de velocidad y fuerza que poseía para atravesar la pared del pecho de Zacarías y extraer el corazón antes de que éste pudiera vengarse. El ataque tendría que ser una completa sorpresa si quería tener alguna oportunidad de terminarlo todo rápidamente. La idea le enfermaba, pero repasó meticulosamente cada movimiento en la cabeza. Solange había unido su mente con la de él. Sabía que veía el ataque en su mente, pero continuó intentándolo, dando otro paso hacia el cazador.

Mientras Dominic extendía una mano para detenerla, Zacarías dio un paso fuera de su alcance y sacudió la cabeza.

– Tómala y vete mientras puedas, Dominic. -Su voz fue poco más que un gruñido.

– Mírame -insistió Solange-. Soy tu familia. Tu hermana. ¿Realmente destruirías lo que has protegido tanto tiempo? El olor a sangre, tanta muerte, te llama, pero yo me ofrezco libremente, como tu hermana, como alguien que está bajo tu protección…

El aliento de Dominic siseó entre dientes, el corazón le palpitaba desenfrenadamente. Ella le estaba leyendo la mente, viendo las costumbres tradicionales y muy formales de los Carpatos. Su vida por la de él. No, Solange. No aceptaré eso.

Por ti, no por él. Esto es un regalo para ti. Deseo quererle y verlo como tú lo haces. Tú ves honor y yo quiero ver eso también. Permíteme darte lo que puedo ofrecer de mí misma. Esto es para ti.

No a riesgo de tu vida.

Tú arriesgas la tuya para matarlo. Déjame arriesgar la mía para salvarlo.

Si no la había amado antes, lo hacía ahora. La fuerza de la emoción le estremeció cuando Solange extendió la muñeca hacia Zacarías. Todo mientras miraba como Zacarías les vigilaba. Zacarías era más depredador que cazador. Quizás ambos en ese momento. Ambos eran seres peligrosos. Pero Solange se había enfrentado antes al peligro impávidamente. Respiró y permitió que una uña se deslizara sobre su piel, abriéndose la vena. Manaron unas brillantes gotitas rojo rubí, pequeñas y hermosas gemas, brillando como joyas.

– Ven, hermano -dijo suavemente-. Aliméntate y luego acude a la tierra. Esto pasará. Ha sucedido antes. Eres fuerte y te necesitamos.

Zacarías no podía apartar los ojos de la sangre.

– No de este modo. Nunca así. Es demasiado peligroso, Dominic. Aléjala de mí.

– Honraré tus deseos si vas demasiado lejos -prometió Dominic, con el corazón en la garganta junto con el nudo de lágrimas sin derramar-. Eres mi hermano. Nuestro hermano. Bebe. Mantendrás el control. -Intentó un pequeño empujón para ayudar a Zacarías, pero al final, era su elección. Él tenía que luchar contra la bestia, encontrar ese último pedazo de fuerza para superar esta nauseabunda crisis.

Solange se mantuvo firme. De todos, ella era la más tranquila. Extendió la muñeca hacia Zacarías. Si él daba un paso adelante para aceptar la ofrenda, se expondría completamente a Dominic. Ella se había colocado como cebo. Los tres lo sabían.

Vida o muerte.

Escoge la vida, imploró Dominic en silencio.

Zacarías se deslizó a través del espacio entre ellos, tomando la muñeca que Solange le ofrecía, con el pecho y el corazón completamente expuesto y vulnerable a Dominic. Deliberadamente mantuvo un brazo lejos del cuerpo mientras con la otra mano tomaba la muñeca de Solange.

Ella no pudo evitar el estremecimiento que le atravesó la mente, o el cuerpo, pero se mantuvo firme mientras la boca de Zacarías le cubría la muñeca y bebía.

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