Capítulo 12

Me descubres. Luego me sanas

de todas las cicatrices y conflictos.

Y cuando mi vida caía en picado,

me agarraste.

Había olvidado cómo sonreír,

pero tú me volviste a enseñar.

De Solange para Dominic


Solange trató de regularizar su respiración, sabiendo que él la estaba observando de cerca. Carraspeó y trató de sonar tranquila.

– No creo haber pasado tanto tiempo con otra persona en años.

Minan… mía. Las palabras fueron un susurro suave y tierno en su mente. En voz alta, con su tono sereno, agregó:

– Ni yo tampoco. -No le dio la naranja pelada, sino que tomó un gajo y se lo acercó a los labios-. Hacemos este recorrido juntos.

Todo en Solange se estabilizó. La mente se calmó y se encontró con que podía respirar. Simplemente tenía que emparejarse con el ritmo básico de los pulmones de él. Dentro y fuera. En realidad no era tan difícil. Estaban en esto juntos, para bien o para mal. A él no parecía importarle que titubeara torpemente con las palabras, que no tuviera ni idea de lo que estaba haciendo. Dominic parecía aceptarla con todos sus defectos.

Abrió la boca y aceptó la fruta fresca. Reventaba de sabor. La naranja era una de sus frutas favoritas y difíciles de conseguir. Sabía que él la había creado especialmente para ella. Él parecía pensar de ese modo, encontrar en algún pequeño rincón de su mente las cosas que ella más amaba y proveérselas. Pasó la mano por encima de la túnica exquisita. Podía verse la piel sedosa y tersa a pesar de las pequeñas cicatrices blancas, esos puntitos que ella siempre había detestado y ocultado estaban expuestos ahora como si no tuviesen importancia. Un poco inconscientemente los frotó a través del material de encaje.

– Cuando la luz de la vela juega sobre los puntos, parece como si estuvieran vivos, bailando por encima del muslo. Es un espectáculo sumamente erótico, Solange y me hace desear seguirlos con mi lengua. Saborearé cada centímetro de ti y esos deliciosos puntos me enseñaran el camino hacia el banquete.

Ella se sonrojó de nuevo. No había manera de controlar el arrollador color así que abrió la boca cuando él le deslizó otra rodaja de naranja entre los labios. Las palabras de Dominic otra vez habían le llamado la atención sobre su propio cuerpo. Las estrellas dispersas no hacían nada por ocultar la hinchazón de los pechos o sus anchas caderas. Se retorció un poco, deseando que la silla estuviera más en las sombras, como estaba la de él. Solange cruzó las piernas.

– Preferiría que estuviesen abiertas para mí.

Su voz era tan suave. No fue una orden, sólo una simple declaración. No había pretendido cerrarse a él… Levantó la mirada a su rostro. Dios, qué hermoso era.

– ¿No preferirías que fuese un poco modesta?

Lo cual, cuando uno pensaba en ello, era divertido. Los felinos por regla general no eran recatados. Cuando se transformaba, iba desnuda. Eso era todo lo que había, no obstante esto parecía tan diferente.

– Esperaría que mi mujer fuera sólo para mí y que estuvieras lo suficientemente cómoda… y que confiaras lo bastante en mí… para recrearte en tu sexualidad. Eres naturalmente apasionada y sensual. Me gusta mirarte, verte deseándome. Cuando siento tus ojos moviéndose por mi cuerpo y cuando puedo mirar tan abiertamente lo que es mío, es para mí un gran placer.

Sonaba tan sencillo, no obstante llevó un gran esfuerzo por su parte descruzar las piernas para proporcionarle la vista de una mujer lasciva y necesitada. No podía evitar sentirse sexy y un poco malvada, pero aún así era una de las cosas más difíciles que había hecho. Peor aún, envió otra oleada de calor que le brilló entre las piernas. Él inspiró, arrastrando el aroma de su excitación a los pulmones.

Solange sabía que su reacción a la solicitud de Dominic sólo lo estaba animando a sacarla de su cascarón… y estaba un poco asustada de hacia dónde podía conducir esto. Esa simple sonrisa de agradecimiento, para ella era el elogio más grande que él le podría concederle. Era impactante lo gratificante que resultaba complacerlo, cuando nunca había tratado de complacer a nadie.

– Esa es mi mujer.

Él le hizo una pequeña y cortés reverencia que hizo que una ola de placer la atravesara. Sus modales eran tan del Viejo Mundo, al igual que su lenguaje ceremonioso, pero parecía encajarle y lo hacía, en su opinión, tanto más atractivo.

– ¿Cuál es tu plan?

Su ceja subió rápidamente y ella se sonrojó.

– No eso -dijo Solange-. El campamento del vampiro. Me dijiste que habías ingerido sangre del vampiro para que te reconocieran como parte integrante de su conspiración. ¿Crees que los parásitos en tu sangre por sí solos tu granjearán su aceptación?

– Los vampiros que he conocido hasta ahora han creído en la llamada de los parásitos, pero éstos nunca están en actividad contigo alrededor. También tomé tu sangre hace poco. -Le sostuvo otro gajo de naranja en los labios y esperó hasta que Solange clavó los dientes en él-. Conque si estás pensando en acompañarme de algún modo, no funcionará.

Ella lo miró ceñuda.

– Por supuesto que voy a guardarte las espaldas. No puedo imaginarme que no estés pensando ya en formas de matar a Brodrick.

– Naturalmente.

Ella olvidó todo excepto vestir su armadura guerrera. Sus ojos verdes se volvieron felinos y le frunció el entrecejo.

– Nunca cometas el error de creer que no sé lo que estoy haciendo. Si hablabas en serio cuando dijiste eso de ser socios, lo del respeto y la igualdad de condiciones, sabiendo quién soy realmente, entonces tienes que saber que voy a estar cuidándote la espalda.

Apartó de un empujón la silla, olvidando la túnica como telaraña mientras se paseaba inquieta por el suelo de la caverna, su jaguar merodeaba cerca de la superficie.

– O me aceptas como soy o no. No puedes tener ambas alternativas. Nunca sería capaz de quedarme salvo esperando mientras tú estás en peligro.

Sólo el sonido del agua cayendo en la piscina llenaba el cuarto. Solange era consciente de su respiración ruda y agitada, del ritmo cardíaco acelerado, de la oleada de adrenalina en su cuerpo. El silencio de Dominic se prolongó hasta que la tensión fue casi insoportable. Simplemente la miraba con esa mirada oscura, insondable y muy directa que lo decía todo.

Ella levantó la barbilla y le devolvió la mirada. Proteger a aquellos que amaba era su esencia. Si el creía que podría transformarla en algo o en alguien distinto con unas pocas vestimentas eróticas, estaba muy equivocado. Ella no servía para este tipo de mierda, de ningún modo. Simplemente volvería a ser un jaguar y encontraría un lugar en el bosque. Sintió la familiar picazón recorrerle la piel y la llamada de la naturaleza se embraveció dentro de ella. Huir… era la única salida.

– Eres una combatiente feroz, Solange. Cuando no puedes ganar una batalla, ¿qué haces?

Ella contuvo a su jaguar para tratar de poner en funcionamiento sus cuerdas vocales.

– Me retiro y planeo una forma diferente de hacerlo.

– No puedes ganar una batalla conmigo. Ni tú. Ni tu jaguar. Ambos perderíamos si te empeñases en tal acción.

– ¿Qué es exactamente lo que estás diciéndome? Porque no vas a darme órdenes.

– Andas buscando pelea y me niego a unirme a ti. Tienes la mala costumbre de sacar conclusiones precipitadas y pensar lo peor de mí.

Ella abrió la boca y la volvió a cerrar, esforzándose por respirar y apartar el pánico. Y era presa del pánico. Quería, hasta necesitaba escapar antes de que él llevara esto más allá. Hasta que ella lo deseara con cada célula del cuerpo e hiciera cualquier cosa por retenerlo. Tenía más amor propio que eso.

Dominic se acercó a ella, ignorando la mirada de advertencia en los ojos de Solange, una mano le abarcó la garganta, dejándola sentir su inmensa fuerza. Más que fuerza física, ella podía ver el poder y la confianza que los siglos le habían otorgado. La mirada en esos ojos la estremeció. Censura. Censura pura y sin adulterar. Y dolía. Tal vez se lo merecía, pero en verdad dolía.

– No puedes mentirme a mí o a ti, Solange. No lo permitiré. Quieres huir de mí, no por tu amor propio, sino por cobardía. No quieres confiar en mí con tu cuerpo o tu corazón y me estoy acercando demasiado a ambos.

– Me romperías en mil pedazos -se defendió ella-. ¿No lo ves? No soy esa mujer que deseas.

– ¿Cómo sabes lo que quiero cuando te niegas a mirar… o escuchar? Estabas esperando tu oportunidad y creíste encontrarla. ¿No te dije que te respetaba como guerrera? ¿Que creía que eras mi igual y una socia? ¿Crees que te mentiría? Soy Dominic Buscador de Dragones y el honor de un Buscador de Dragones nunca ha sido puesto en duda, ni una sola vez en miles de años. -Ahora había un filo en esa voz normalmente tranquila.

Solange sintió las lágrimas reunirse detrás de sus ojos. Por supuesto, había jodido las cosas. Era demasiado bueno para ser verdad. Tal vez simplemente no podía manejar el ser feliz después de tantos años de furia y amargura.

El movió la mano hacia la nuca y de repente los dedos estuvieron haciendo un masaje tranquilizador.

– Respira, Solange. Simplemente toma aire.

Los pulmones estaban ardiendo en busca de aire y ella ni siquiera se había dado cuenta. La verdadera vergüenza, una emoción que ella no había conocido hasta ahora, era más amarga que la furia. Dominic se había puesto a sí mismo en la línea de fuego. Ella realmente no le había dado una oportunidad, no en su corazón. La mente lo había intentado y el cuerpo ciertamente lo deseaba, pero había tanto miedo de que le desgarrara el corazón que realmente no se había comprometido con él. Estaba lista para huir ante la primera señal de peligro proveniente de él.

– ¿No ves? No puedo hacerlo -dijo-. Voy a seguir lastimándote. Nunca he vivido en una casa con personas. Nosotros vivimos en campamentos y aprendemos a defendernos. No he tenido un hogar desde que tenía ocho años. -Solange no sabía si estaba implorando compresión o rogándole que la dejase marchar.

Los dedos continuaron ese lento y seductor masaje.

– Entonces quizá es hora de que tengas un hogar, Solange. Quiero ser tu hogar. Dame tu confianza. Sé que podemos hacer esto.

– Necesitaríamos un milagro -dijo Solange, sacudiendo la cabeza-. Quiero hacer esto, Dominic, de verdad que quiero, pero simplemente no creo que sea capaz. Miro dentro de tus ojos y una parte de mí sabe que estaré a salvo si me entrego a ti, pero me aferro a la seguridad con tanta fuerza que no creo que pueda dejarme ir y enamorarme. Eres como ese héroe increíble, más grande que la vida, que ha entrado en mi pesadilla personal y yo simplemente nunca he creído en héroes.

Él rozó las lágrimas de sus ojos con los dedos, las atrapó en las manos y ejerció presión. Ella contuvo la respiración cuando las abrió. Brillantes gemas de color rojo y verde engarzadas juntas con eslabones de oro yacían en la palma de la mano.

– Verde por tus ojos y rojo por tu temperamento, tengo mucha debilidad por ambos.

Solange habría retrocedido si él no la hubiese sujetado en el lugar.

– Tienes demasiado poder para cualquiera, Dominic. -No podía evitar el temblor de su voz.

– Dices que necesitamos un milagro. -Dio golpecitos en la mano de Solange hasta que la abrió. Dejó caer el brazalete en la palma-. Tenemos un milagro, Solange. Tú y yo juntos podemos ser un milagro. ¿Cuáles son las posibilidades de que te encontrara aquí después de tantos siglos de estar solo, en este lugar donde vine para mi batalla final?

Los dedos de Solange se cerraron alrededor de las gemas y las pegó a ella.

– Quiero ser la mujer que necesitas, Dominic, pero estoy demasiado asustada de perderme.

– ¿Cómo harías eso?

– Me preguntaste que hago cuando no puedo ganar una batalla. ¿Cómo podría ganar alguna vez contigo? Eres demasiado fuerte. No sólo fuerza física. Podría ser capaz de oponerme a eso. No son ni siquiera tus dones. Es el poder en ti. El poder absoluto que percibo irradiando de ti.

Él le sonrió y peinó hacia atrás la caída de ondas suaves alrededor de su cara.

– Ese poder te pertenece, Solange. Está ahí para tu protección. Para tu felicidad. Para tu uso. Te pertenece. Tú aún no lo comprendes, pero eres inteligente y una luchadora. No luches contra mí. Lucha por nosotros. Lucha por mí. Sin ti, no puedo sobrevivir. ¿Puedes hacer eso? -Él se inclinó y le rozó los labios con un suave beso-. Eres una mujer fuerte, Solange. ¿Me salvarás? Eres la única que puede.

El corazón de Solange se contrajo.

– No me necesitas, Dominic. Eres tan… tan absoluto. Podrías tener cualquier mujer que quisieras. Esto tiene que ser un extraño error.

Él negó con la cabeza.

– En muchos sentidos los carpatos parecen ser una especie superior y es cierto que tenemos muchos talentos, pero en verdad, como cada especie, tenemos debilidades. Los jaguares y los humanos pueden formar pareja con cualquiera y a menudo confunden atracción física con una relación duradera. Para los carpatos sólo hay una. Eres mi otra mitad. No hay equivocación, Solange. Fuiste hecha para mí. Si optas por no comprometerte, estaré perdido.

Solange parpadeó para contener las lágrimas y abrió la mano para mirar el brazalete, las fogosas gemas rojas anidadas en su palma.

– Tengo muy, muy mal genio -le advirtió-. Y una boca muy soez.

Muy suavemente, él tomó el brazalete de la mano y se lo abrochó alrededor de la muñeca. Se inclinó y rozó esos labios respingones con otro beso antes de deslizarle la túnica del cuerpo con mucha delicadeza.

– Entonces tendremos que enseñarte otros usos para tu boca. Sueño con eso a menudo.

El cuerpo de Solange reaccionó, inundándose de calor. Él inclinó la cabeza hacia ella, un movimiento lento y seguro que sólo parecía aumentar la expectativa de ella. Las piernas le temblaban y se levolvieron de gelatina. Jadeó cuando él la levantó en brazos y cuando se giraron había una alfombra gruesa y tejida a mano que recubría el banco. Ella tuvo tiempo para un breve pensamiento… ¿cómo lo hace?

– Creo que necesitas relajarte. Estás temblando otra vez.

La colocó boca arriba en la mesa acolchada. Ella clavó la mirada en el techo de la caverna. Era como si hubiese lanzado su túnica azul medianoche encima de ella y hubiera esparcido asombrosas estrellas plateadas por el cielo nocturno. Reconoció la constelación del dragón. Este dragón estaba ardiendo, como si las estrellas no se hubiesen descolorido con el tiempo y todavía tuvieran las alas.

– Voy a darte un masaje en el cuero cabelludo. No tienes que preocuparte por nada, Solange. No estoy esperando o pidiendo nada de ti en este momento. Sólo para relajarse.

Los dedos de Dominic eran fuertes, pero tan suaves. La voz gentil e hipnótica acariciaba su piel como terciopelo mientras los dedos trabajaban su magia.

– Quiero que te sientas cálida, kessake. Y segura. Porque siempre estás a salvo bajo mi cuidado. ¿Sabes lo que es el ritual de unión? ¿Te habló tu prima de ello?

La voz descendió una octava. Solange escuchaba el sonido, concentrándose en cada cadencia y ritmo de su tono mientras contemplaba los ojos ardientes y afilados dientes del dragón en lo alto.

– En realidad no. No entendí lo que dijo.

Su mente estaba un poco nublada por el placer absoluto que producían esas manos. No había manera de que pudiera no relajarse, no con sus grandes manos quitándole la tensión.

– El macho de nuestra especie tiene grabadas las palabras de unión desde antes del nacimiento. Una vez que se las decimos a nuestra compañera, ella está atada, alma con alma, a nosotros. Creemos que el alma se dividió. El varón es la oscuridad y ella la luz.

A pesar de la pura magia de los dedos, ella respingó.

– Seguramente se cometen errores. Ya te lo he dicho antes, queda muy poca luz en mí. Yo mato, Dominic. Planeo un ataque y lo ejecuto con precisión y sin vacilaciones.

Él esperó en silencio, Solange se mordió el labio y luego levantó la mano izquierda en el aire para poder mirar el brazalete. La luz de las velas atrapó los rubíes y las esmeraldas y resplandecieron a la vida.

– Tal vez esa no sea exactamente la verdad. Últimamente, he estado titubeando. -La confesión salió con una queda y pequeña prisa. No quería mentirle-. Las últimas veces que he sabido que iba a matar a alguien, me sentí enferma por dentro. Pero si no lo hago, sé que dañarán a otra mujer en algún momento, en algún lugar y que no hay nadie más para detenerlos.

– Sé que eso fue difícil de admitir para ti misma, ni que decir para mí.

La aprobación en su voz la calentó. Se alarmó al verlo surgir amenazadoramente por encima de ella, pero las manos comenzaron a trabajar en los hombros, esos dedos fuertes penetraban en cada músculo tenso y ella cedió bajo su magia.

– No puede haber error. Cuando oí tu voz, mis emociones regresaron. Después de siglos de vivir de los recuerdos, fue un poco difícil no sentirse abrumado. Mi primer pensamiento fue encontrarte y llevarte conmigo a la fuerza, como creo que habrían hecho mis ancestros. Veo el color. Tu cabello, todo ese cabello suave y sedoso con tantos colores mezclados. -Frotó las hebras entre los dedos-. Tan hermoso.

Ella trató de ahogar el pequeño gemido de placer que suscitaban sus elogios. Intentó concentrarse en la boca del dragón mientras esas manos mágicas continuaban el masaje a lo largo de la clavícula. La sensación era como si sus huesos se derritieran. Su cuerpo comenzó un delicioso cosquilleo, como si sus terminaciones nerviosas hubieran comenzado a excitarse una vez más. Debería haberse alarmado, pero estaba demasiado relajada bajo sus servicios para protestar. La hacía sentirse hermosa y cuidada. La hacía sentirse como si realmente fuera su compañera protegida y a salvo.

– ¿Por qué no me llevaste a la fuerza? -preguntó ella.

La voz de Solange sonaba lejana, somnolienta. Tal vez incluso un poco sexy. De ninguna manera realmente ella.

Las manos le acunaron los pechos. Los músculos del estómago se apretaron cuando él comenzó un lento y delicado masaje y esta vez había aceite en sus manos. El corazón de Solange latía con fuerza, llamando la atención de Dominic hacia su pulso acelerado.

– Llevarte a la fuerza no sería adecuado para ti. Para algunas mujeres, sí, pero tú, mi kessake, mi gatita… precisas seducción. Delicadeza. Amor. Tengo que ganarme tu confianza y no lo querría de ninguna otra manera.

La mirada de Solange saltó a su cara cuando él tironeó e hizo rodar los pezones entre los dedos índice y pulgar. Dejó tras de sí un aceite de menta que comenzó a generar calor en las propias puntas de los pechos.

– ¿Se siente bien, Solange? Tu cuerpo es sexy, una tentación que se vuelve cada vez más difícil de resistir. Eres muy receptiva y eso es muy tentador para mí.

Bajó la cabeza y la larga cascada de cabello sedoso y negro medianoche se derramó sobre su pecho, atormentándole los sentidos mientras le chupaba el pezón en lo profundo de la boca y lo acariciaba con la lengua. Ella se oyó gemir, un sonido suave y entrecortado que se acercaba a una súplica. Él le acunó ambos pechos, giró la cabeza y encontró el otro pezón, tristemente descuidado y se lo metió en la boca, dándole al pecho izquierdo la misma atención, pausada y tierna. El placer era tan intenso que Solange se estremeció, sus caderas se movieron impacientes.

Las manos bajaron acariciándole las costillas y el vientre. Él encontró los pequeños y tensos músculos y comenzó un masaje lento y acompasado.

– ¿Entiendes, Solange, que eres la única mujer en mi mundo? La única mujer que puede elegir entre la vida y la muerte para mí. Eres el centro de mi universo y siempre lo serás. Cuando te digo que tu placer es el mío, lo digo literalmente. Puedo sentir la respuesta de tu cuerpo. Puedo sentir tu mente relajándose tal como lo hacen tus músculos y me complace ser el único, el único que puede hacer eso para ti. Yo soy el hombre al que tu cuerpo responde y tu mente acepta.

Los dedos resbalaron hacia el pubis, masajearon muy delicadamente, acariciaron superficialmente su sexo húmedo y se movieron hacia el interior de los muslos. La respiración de Solange estalló en una ráfaga irregular mientras las manos continuaban ese masaje que le derretía los huesos y sus músculos tensos. Todo a lo largo de sus pantorrillas hasta los pies, él continuó amasando y acariciando hasta que ella simplemente se derritió allí, sobre la mesa.

La mano sobre el hombro la instó a darse la vuelta. Apenas pudo reunir las fuerzas, estando ya a la deriva en un estado de excitación y relajación. Giró la cabeza hacia un lado cuando él le extendió los brazos a los costados y comenzó a trabajar sobre los hombros con sus dedos sagaces.

– ¿Por qué dijiste que no te puedo acompañar cuando vayas a la reunión de los vampiros, cuando sabes que no seré capaz de mantenerme al margen? -Ella susurró las palabras, las pestañas cayendo mientras las manos iban hacia la espalda.

Estaba usando un aceite de algún tipo. Olía un poco a menta y cuando se lo aplicaba, frotándoselo sobre los músculos, el calor se esparcía. No estaba segura de si era el aceite, las manos o la respuesta de su cuerpo, pero en su interior más profundo, la temperatura se elevó. Él trabajó en cada brazo y luego por la parte baja de la espalda hasta que ella casi ronroneó. Un jaguar puro no podía ronronear, pero su especie podía, gracias a Dios y ahora mismo podría ser un momento apropiado.

– No puedes estar cerca de mí… o de ellos. En el momento en que los parásitos te perciban se tranquilizarán y sabrán que tú o Brodrick estáis cerca. Vamos a necesitar un buen plan.

Ella frotó la mejilla contra el suave acolchado de la mesa.

– Eso era lo que estabas tratando de decirme, pero saqué conclusiones de manera prematura.

– He analizado cómo lo expresé. Quizás pude haber escogido mis palabras más cuidadosamente.

Las manos en la parte baja de la espalda se sentían maravillosamente bien.

– Creo que estás siendo quien eres, Dominic. Fuiste nombrado correctamente. Posees tendencias dominantes. Por desgracia, aunque dudo que naciera con ellas, yo las he desarrollado.

– Tus habilidades de lucha son extraordinarias, como lo es tu coraje en la batalla -reconoció él.

Su elogio envió un cálido rubor a través de ella. Las manos se movieron más abajo, hacia las nalgas, trabajando profundo en el músculo, amasando a conciencia hasta que el cuerpo estuvo flojo. Se tomó unos pocos momentos para acariciar con ternura las curvas exuberantes antes de que las manos le separaran los muslos. Ella pensó en protestar; ya estaba excitada más allá de lo que pensaba que podía soportar. Pero esta vez él comenzó con los pies, así que se sometió, creyéndose a salvo.

Cuántas veces había cojeado en su camino de regreso a esta fría cueva, ensangrentada y dolorida y había deseado justamente esta única cosa… un masaje. Se recordaba contando a su hombre de ensueño cuan a menudo fantaseaba con un masaje. La enterneció que él recordara y se preocupara lo suficiente como para brindarle esta asombrosa experiencia. Nunca se había sentido tan mimada en su vida.

Las manos se abrieron camino firmemente subiendo por las piernas y la respiración de Solange se quedó atascada en la garganta cuando él empezó a presionar y masajear por encima de las rodillas. Las caricias ascendieron más arriba, hacia la unión de las piernas y ella no pudo detener el flujo de húmeda y reveladora excitación. Realmente podía sentir su vagina latiendo, vacía y necesitada. Se le escapó un pequeño y se metió el puño en la boca. Debería haberle pedido que se detuviera, pero se sentía como en el cielo.

– Entonces, ¿qué crees que deberíamos hacer? -Intentó mantener su mente en la batalla, en cualquier distracción, pero era tan consciente de esos dedos fuertes que se acercaban más y más al lugar donde ella más lo necesitaba.

– Creo que tenemos un par de días antes de que la gran reunión se lleve a cabo. Hay más vampiros en la zona. Quiero asegurarme de que se mantengan alejados de la gente de Zacarías.

Ella frunció el ceño.

– ¿Puedes hacer eso?

– Voy a intentarlo. Será una salvaguarda difícil de proyectar y necesitaré sangre para hacerla.

– No me importa que tomes la mía -dijo Solange y se dio cuenta de que era verdad. Prefería proveerle ella antes de que lo hiciese cualquier otro. Al final, cuando había logrado superar el miedo a ser conquistada, lo había encontrado una experiencia erótica.

El dedo bajó por su trasero, trazando la carne firme y se deslizó por su sexo muy húmedo. Ella respiró bruscamente y se dio la vuelta. No podía aceptar un momento más de esas manos sobre ella. Nunca en la vidase había sentido tan necesitada. Dominic retrocedió y la ayudó a sentarse. Estaba demasiado floja para estar de pie.

– No sé si es seguro para mí tomar tu sangre, para cualquiera de nosotros. No hasta que consigamos la información necesaria de los vampiros.

– ¿Para cualquiera de nosotros? -Solange encontraba difícil mirarlo. Era tan hermoso y ella estaba tan desnuda, la piel ruborizada, la respiración casi ronca. ¿Cómo no había quedado tan afectado por tocarla como ella por su toque?

– Tu sangre puede matar a los parásitos y yo los necesito -explicó él-. En cuanto a ti, el acto de tomar tu sangre es muy sensual y no me arriesgaría a perder el control y convertirte. ¿Cómo te sientes ahora?

– Me siento mejor. Gracias.

– ¿Más relajada?

Ella se mordisqueó el labio. No quería mentirle. Él había resultado ser un montón de problemas para ella.

Dos dedos le levantaron el mentón.

– ¿Qué pasa, kessake ku toro sívamak… amada gatita salvaje? Pensé que habíamos acordado que cuando hago una pregunta, requiero una respuesta. ¿No es así de fácil?

Ella negó con la cabeza e intentó una sonrisa.

– No tan fácil como lo haces sonar.

– ¿Qué te da miedo decirme?

Ahora estaba avergonzada de estar sentada delante de él completamente desnuda, con el cuerpo tan insoportablemente excitado que apenas podía pensar con claridad y mucho menos encontrar las palabras correctas para hablarle. Se sentía vulnerable una vez más. ¿Por qué debía ser tan difícil expresar sus necesidades sexuales? ¿Qué más quería de él? La forma en que había dicho que tomar su sangre era sensual y el tono de la voz cuando pronunció las palabras había enviado a su cuerpo ya excitado a un aterrador frenesí de deseo. Se tranquilizó; a pesar de su cuerpo embravecido, desesperado por el orgasmo, no estaba segura de que su mente le permitiese recibirlo sin luchar. Tan típico del jaguar y tan difícil de explicar.

– Es embarazoso y no quiero decepcionarte. -Vamos. Ella le había dicho la verdad. Bien. Tal vez había susurrado, pero logró decir las palabras sin tartamudear.

– Sólo me decepcionas cuando no confías en mí lo suficiente como para compartir tus necesidades.

¿Cómo podría describir el lento… creciente, ardiente e implacable dolor que se negaba a darle descanso? El silencio se prolongó entre ellos. Él no se movió, el cuerpo inmóvil, los ojos en los de ella, negándose a permitirle apartar la mirada.

– Estoy muy… -La voz de Solange se desvaneció y negó con la cabeza-. Siento como si me estuviese quemando viva. Me duele.

Una sonrisa lenta jugueteó brevemente en la boca de Dominic. Los ojos se caldearon.

– ¿Por mí? ¿Yo puse ese dolor aquí? -Los dedos se deslizaron por su estómago desnudo hacia el suave montículo. Las yemas hicieron un lento masaje-. ¿Yo te pongo así? ¿Es toda esta humedad una bienvenida para mí?

Ella cerró los ojos, dejando caer la cabeza hacia atrás mientras Dominic la acariciaba. En lo profundo, su cuerpo empezó a latir.

– Por supuesto que para ti. No sabía que podía sentirme de esta manera.

– Nunca deberías esconderte de lo que eres, Solange. O de tus necesidades. Ciertamente nunca deberías tratar de esconderlas de mí. Soy el único que puede satisfacerte. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Solo yo. Quiero que te aceptes a ti misma como una mujer, como mi mujer. Nunca he entendido por qué una mujer debería estar insatisfecha sexualmente o de cualquier otra forma. Los compañeros deberían confiar uno en el otro lo suficiente como para compartir sus necesidades.

Muy suavemente, él le presionó la mano contra el hombro y la obligó a tumbarse de nuevo en el banco.

– Sólo relájate otra vez y déjame ubicarte donde te quiero.

Ella se tragó su aprensión y le dejó moverle el cuerpo, con lo que su trasero quedó en el extremo del banco y las piernas flexionadas. Le separó los muslos, tendiéndola allí, con los pies apoyados en el suelo.

Su primera reacción fue cerrar las piernas, pero la mano de Dominic se asentó sobre el interior de la rodilla tan, pero tan suavemente que descubrió que no podía moverse. Trató de respirar de manera uniforme. Él no estaba reteniéndola físicamente, pero aún así, el poder de su mente lo hacía. No quería que se detuviera, pero se sentía absolutamente vulnerable. Su cuerpo estaba abierto ante él, su centro más íntimo. Ella era una mujer y tendría que aceptar la invasión.

Se le escapó un pequeño sollozo. Invasión. ¿Era así cómo veía ella el sexo? ¿El hacer el amor? ¿Qué pasaba con ella? ¿Y cómo podía él soportar él que estuviera tan absolutamente aterrorizada de un acto tan natural? Le deseaba. Lo necesitaba. Estaba excitadísima, tanto que sabía que su aroma impregnaba el aire. Pero no se movió. No podía moverse.

Dominic se cernía totalmente vestido sobre su cuerpo desnudo, y ella encontraba la situación aún más excitante, especialmente cuando la mirada de párpados pesados iba a la deriva tan posesivamente sobre ella. Podía ver que estaba duro, grueso y listo para ella. Ella había hecho eso. Solange Sangria, con su cuerpo no tan perfecto, sus estúpidos balbuceos y los millones de errores que había cometido en la relación. Había sido ella la que había provocado esa tremenda erección en un hombre tan sorprendente, poderoso y tan sensual.

– Cuando dejas escapar esos pequeños y entrecortados sollozos, Solange, debería ser por estar fuera de ti de placer, no porque estás molesta con tus pensamientos. No estás lista para unirte a mí todavía. Cuando lo estés, querrás ocuparte de mis necesidades. Eso será la única cosa que tengas en mente. Dejarán de existir otras preocupaciones aparte de complacerme, como yo hago contigo ahora. Así es como debe ser.

Los dedos trazaron los pechos y luego simplemente bajó la cabeza y tomó posesión de su boca. La sacudida de placer envió una corriente de electricidad directamente a su vagina. Ella gemía mientras la lengua se enredaba y se batía en duelo con la de ella. Nunca había besado a un hombre así. Ni siquiera una vez. Nada la había preparado para Dominic arrastrándola a un mundo sensual y deslumbrante, donde su propio cuerpo se negaba a ser de ella. Su reclamo era la cosa más dominante que jamás había experimentado.

Esa boca se adueñó de la de ella e insistió en su obediencia. Ella no podría haberse detenido si hubiera querido. Además de la naturaleza apremiante y seductora de Dominic, podía saborear la lujuria oscura en él, la pasión que manaba por ella, tan fuerte como un río salvaje. Él parecía alimentarse de su boca, besándola una y otra vez, las manos fuertes enmarcándole el rostro mientras la devoraba.

Justo cuando los brazos de Solange comenzaron a rodearle el cuello, él le mordió el labio inferior con la cantidad suficiente de fuerza para aguijonearla, enviando un dardo de fuego que pasó como un rayo de sus pechos a su sexo. Gimió otra vez cuando él trazó un camino de besos hasta la redondez de los pechos. Allí, la acarició con la nariz por un momento mientras el corazón de Solange saltaba y las caderas se volvían aún más inquietas.

– Adoro cómo suenas. Tan sexy -murmuró contra el pezón.

Antes de que ella pudiera responder, arrastró el pecho dentro de esa caldera extremadamente caliente que era su boca, chupando con fuerza, la lengua dando golpecitos y lamiendo, alternando con los dedos mientras tironeaba y hacía rodar el pezón. Ella oyó su grito roto y las caderas se agitaron. No sabía que pudiera ser tan sensible. Arqueó la espalda dándole mejor acceso, le rodeó la cabeza compulsivamente con los brazos. Trató de ahogar los pequeños sollozos de necesidad que surgieron cuando toda disciplina y pensamiento la abandonaron. Pequeñas luces explotaron detrás de sus ojos y la sensación la abrumó.

Él le prodigó atención a los pechos. Sintió el roce de los dientes y oyó el cambio en la respiración de Dominic… por ella. Todo por ella. Él estaba en su mente, lo que aumentaba su placer, mostrándole a ella el de él. Amaba sus pechos. Podría pasar horas chupando allí, agasajando, jugueteando y atormentando. Algunas de las imágenes de la cabeza de Dominic eran chocantes, pero a pesar de ello muy eróticas, y en ese momento estaba dispuesta a darle cualquier cosa si acababa de aliviar la terrible y creciente urgencia de su cuerpo.

El pelo rozó el estómago de Solange mientras bajaba besándola, deteniéndose sólo un instante para atormentar el ombligo antes de moverse aún más abajo.

– Por esto -murmuró contra el desnudo montículo- no quiero nada entre mi boca y tu piel. Quiero que sientas todo lo que puedo darte.

Las manos le acunaron el trasero y le levantó las caderas hacia su boca, la lengua pasó rápidamente sobre ella con un lánguido y casi perezoso lengüetazo. Pegó un salto y su grito la escandalizó. Ese sonido desesperado y necesitado no podía haber salido de ella.

– Mmm. Delicioso. Sabes a néctar para mí. Espero que lo disfrutes, kessake, porque tengo el presentimiento de que este será uno de mis pasatiempos favorito.

Se tomó su tiempo al principio, un tormento tierno y lento mientras besaba, lamía y exploraba hasta que ella estuvo retorciéndose debajo de su boca. La lengua se hundió profunda y la respiración de Solange salió de forma sibilante. Y entonces le acarició esa dura y pequeña protuberancia donde cada terminación nerviosa se concentraba. Ella casi convulsionó de éxtasis.

Dominic se dio un festín, exactamente como si este fuera su pasatiempo favorito. La lengua experta nunca se detuvo y cuando golpeteó y luego chupó el clítoris, los gritos rotos se convirtieron en súplicas. Se tomó su tiempo, hundiendo los dedos profundamente mientras bebía a lengüetazos de su crema. Los temblores la atravesaban mientras gemía entrecortadamente, desesperada por lograr la liberación. El corazón de Solange latía desenfrenadamente, casi al mismo ritmo con la pulsación de su matriz. Su cuerpo serpenteaba más y más apremiante hasta que la sensación fue casi insoportable. Trató de empujarse sobre la boca; sacudiendo las caderas descontroladamente. El hambre dentro de ella aumentaba más y más sin un final a la vista. Tenía miedo de estar perdiendo la razón, moviéndose agitadamente sobre el tapete, los gritos y las súplicas llenaban la habitación.

La boca implacable no se detuvo, la lengua chasqueó sobre la diminuta protuberancia inflamada, rápido y lento, luego hundiéndola profunda para extraer más néctar, empujándola más allá de cualquier límite que ella nunca hubiese considerado, más allá de cualquier fantasía. Sollozó, imploró y le prometió cualquier cosa si simplemente le permitía llegar al orgasmo. Las caderas se levantaron empujando contra la boca impotentemente. El tormento era exquisito, un placer tan profundo que rayaba con el dolor.

– Dominic, por favor -suplicó-. Necesito…

A mí. Me necesitas a mí.

Las palabras resonaron en su mente. Él levantó la cabeza con ojos centelleantes, casi rojos rubí, una promesa feroz y oscura que por poco le detiene el corazón. Entonces Dominic bajó la cabeza y chupó otra vez en su punto más sensible, golpeteándolo con la lengua fuerte y rápido. Dos dedos la penetraron y ella se atragantó, gritando mientras su cuerpo se apretaba como un torno, el orgasmo recorriéndola rápido y duro, tanto que la espalda se le arqueó y las caderas se restregaron contra las manos.

Las lágrimas le rodaban por el rostro y cuando levantó la mano para enjugarlas, él se movió sobre ella. Le quitó el sudor de la piel como si nunca hubiese estado allí, saboreando sus lágrimas como si fueran un vino fino, retirándole suavemente el cabello húmedo mientras ella bajaba de las impactantes ondas de puro éxtasis. Fue infinitamente tierno, tan amoroso que se sintió envuelta en un capullo de amor cuando hacía mucho tiempo había olvidado que tal cosa existía. Él le estaba dando algo que no tenía precio y no era el éxtasis de su cópula. Le hacía sentir esperanzas otra vez.

La voz tranquilizadora de Dominic le murmuraba al oído diciéndole lo hermosa que era. Cuando encontró energía levantó la mano y recorrió las arrugas en su cara, el pequeño cordón de cicatrices que le llegaba hasta el hombro.

– Me siento como si estuviera en medio de uno de esos cuentos de hadas que mi tía solía contarnos. -La voz era inestable, las pestañas estaban húmedas y puntiagudas y le temblaba la boca-. ¿Eres real, Dominic? ¿Me arriesgo a creer en ti?

Él la levantó en brazos, acunándola cerca de su pecho.

– Sí.

Solange clavó la mirada en esos ojos autoritarios. Él no se movió ni habló. Sólo esperó. Estaba empezando a conocerlo ahora. No le importaba el tiempo que llevara que ella entendiese las cosas. Si necesitaba tiempo, él se lo daría. Algo cambió dentro de ella. Se sentía un poco expuesta; ese trocito de confianza se afianzaba y la hacía demasiado vulnerable a él. Nunca se había permitido necesitar a nadie, era muy fácil que la muerte se los llevara. Había aprendido esa lección a una edad muy temprana. Nadie estaba a salvo. Ni los padres, ni los hermanos recién nacidos. Ni los mejores amigos. Nadie. Si se atrevía a amarlos, pronto le eran arrancados.

– No me has dejado devolvértelo -susurró ella.

– Me has dado más que lo que puedas saber, kessake. Estás agotada. Descansaremos ahora y mañana comerás correctamente.

Sonrió, demasiado cansada para decirle que sonaba como si estuviese dándole órdenes. Y tal vez lo estaba. Pero en este momento necesitaba desesperadamente irse a dormir. Ni siquiera le importó que él abriese la tierra y que descendieran suavemente dentro de ella mientras la abrazaba.

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