Capítulo 18

Mírame… ahora mírate a través de mis ojos

Mírate: el hombre perfecto de mis sueños

De Solange para Dominic


Solange contuvo el aliento mientras observaba a Dominic caminar a zancadas a campo abierto hacia el laboratorio, con su aire de confianza y superioridad. Ella no tenía más opción que permanecer escondida en los árboles, por lo menos a ciento diez metros de él. Entonces, los parásitos se calmaron. Habían desaparecido todavía, pero definitivamente habían puesto fin a sus tentadores y dolorosos susurros. Ella quería estar más cerca, donde pudiera sentir que tenía una oportunidad de protegerlo, pero una vez dentro Dominic sólo podría compartir sus pensamientos con ella mediante la unión de mentes.

Con el corazón en la garganta, mantuvo la mirada fija en él. Podía ver a tres guardias humanos. Dos estaban en la puerta del laboratorio y uno cerca de la esquina sur. Los guardias le observaron con inquietud, pero nadie lo desafió. Retrocedieron bajo la impactante mirada de los penetrantes ojos de Dominic.

Identificó a los dos hombres jaguar, mantenían un ojo cauteloso sobre el grupo de vampiros que estaban dando vueltas por el patio abierto. Ambos permanecían cerca del bosque, donde podían cambiar fácilmente y desaparecer en el dosel de la selva en caso de que lo necesitaran. Estaban fuertemente armados, algo que rara vez se veía en los hombres jaguar. La mayoría confiaban en su felino para protegerse, pero estos obviamente no querían arriesgarse al encontrarse con vampiros y humanos.

Un pequeño grupo de vampiros impecablemente vestidos estaba a la derecha de la puerta, hablando, tratando de parecer humanos, pero los guardias habían notado su falta de naturalidad y se mantenían lo más lejos posible de ellos. De vez en cuando uno de los vampiros miraba hacia un humano y sonreía, dándose un festín con los ojos y babeando. Era una provocación deliberada y el hecho dijo a Solange que incluso los vampiros estaban de los nervios. Una reunión de este tipo era inaudita. Habían llegado representantes de varios maestros vampiros, pero el hambre era la emoción más relevante que podía leer. Había poca gente para donar sangre y si querían mantener sus reuniones en secreto, no podía haber una masacre. Los vampiros habían ido sin alimentarse, y el olor a sangre humana tenía que estar volviéndolos locos.

Un rayo de luna cayó sobre la cara de Dominic, destacando los bordes oscuros, la línea de su fuerte mandíbula y su brillante, larga y suelta melena. Parecía exactamente lo que era: un peligroso depredador, y toda persona o cosa se apartó de su camino. Lo había visto de muchas maneras: como guerrero dispuesto a ir a la batalla, como hombre, ayudándola a aprender a apreciar el hecho de ser una mujer, y como amante, ferozmente apasionado e infinitamente tierno. Pero nunca había visto a la leyenda en acción.

Todos le dieron un amplio margen, sobre todo los vampiros, que reconocieron a la leyenda que caminaba entre ellos. Se dispersaron mientras él atravesaba deliberadamente su círculo. Nadie le habló, pero no le quitaron los ojos de encima, ni siquiera cuando anduvo directamente hasta la puerta. Los guardias de hecho la mantuvieron abierta. Desapareció en el interior y los vampiros cerraron filas y comenzaron a susurrar.

No me gusta esto, protestó Solange. ¿No podrías haber entrado sin ser visto?

Dominic tenía en la cabeza el plano del laboratorio a partir de los dibujos que Solange había hecho para él. Ella había pasado horas escondida dentro de las instalaciones, prestando atención a los detalles. Tenía que entrar en la zona que alojaba los ordenadores, y disponía de los códigos de seguridad para ello.

Esto es lo que hago mejor, kessake. Estaré bien. Sólo estáte lista y mantente alerta. No pueden detectarte o nuestro plan fallará.

Solange le bufó, y en el fondo él sonrió ante el bufido de su gatita. Yo también te quiero.

Ella se calmó y él atravesó la entrada principal hacia la sala que conducía a las salas de experimentación. Ella había dicho que había al menos cinco científicos trabajando en varios experimentos. Eran humanos y participaban con la sociedad para detener a los vampiros. Desafortunadamente para ellos, estaban en connivencia con los mismos a los que trataban de erradicar. Los vampiros los guiaban hacia los carpatos, y los miembros de la sociedad humana hacían todo lo posible para matar a tantos como fuera posible.

Abrió la puerta y el olor de la sangre asaltó sus sentidos. Se había alimentado de los trabajadores de Zacarías, haciéndose fuerte para la larga noche por venir. Iba a estar en dos lugares al mismo tiempo, una hazaña difícil para cualquiera. Él era experto en ello, pero aún así, la clonación de uno mismo drenaba fuerza con rapidez y tenía que estar al cien por cien para la batalla.

Nadie levantó la vista cuando entró. Había cuatro hombres con bata blanca rodeando a un quinto que no era humano. Iba vestido con ropa de combate y su rostro era hermoso, los ojos oscuros irresistibles, cada cabello estaba en su lugar a pesar de la humedad y el calor. Estaba pasando un mal rato conteniéndose, con el olor de la sangre tan fuerte en la sala.

Dominic prestó poca atención a cualquiera de ellos, su atención estaba centrada en el sexto hombre de la habitación. Éste era el que mantenía al vampiro a raya, el que impedía que cayera sobre los técnicos de laboratorio y les chupara la sangre. Él era el que mandaba, el que se aseguraba que el vampiro de la silla permitiera que los humanos le extrajeran sangre de las venas. Había estado dos veces a punto de morir a manos de Dominic. Su nombre era Flaviu, y se detestaban el uno al otro desde jóvenes. Flaviu había demostrado ser proclive a dañar animales incluso antes de perder sus emociones. Dominic no se sorprendió al verlo traicionar el camino del honor carpato tan pronto.

Flaviu se levantó bruscamente, dejando al descubierto sus colmillos amenazantes, pero retrocediendo un poco para darse más espacio. Su mirada se dirigió con disimulo hacia la puerta.

– No te… esperaba.

Dominic no le hizo caso, tratándolo como a un vampiro inferior, con desprecio, como si no fuera digno de su atención.

Los colmillos se descubrieron de nuevo, traicionando el rasgo narcisita tan frecuente en los vampiros. Cuando hablaba, la voz de Flaviu era ronca, como si su voz no pudiera evitar los colmillos. El vampiro se movió inquieto en la silla, lo que le valió una reprimenda de uno de los hoscos técnicos del laboratorio.

– ¿Qué estás haciendo aquí, Buscador de Dragones? -exigió Flaviu, en tono agudo-. Se supone que nadie tiene que estar aquí. Tienes que irte.

Dominic dejó de moverse por la habitación, examinando cada uno de los experimentos y comprobando las diapositivas bajo la lente del microscopio. El silencio se prolongó y alargó. Dejó que el vampiro se retorciera bajo su penetrante mirada. Varios latidos de corazón más tarde incluso los técnicos levantaron la vista de su trabajo.

– ¿Realmente piensas que voy a obedecer a un gusano como tú? He venido por la llamada, pero por nadie voy a entrar a ciegas en la trampa. Hazte a un lado o desafíame, pero piénsalo cuidadosamente antes de hacerlo -su tono goteaba desprecio.

El cuarto se oscureció. La tensión se extendió hasta un margen tenso y delgado. Siseando, Flaviu se apartó de Dominic. El vampiro que estaba sentado en la silla se puso de pie de un brinco, apartando a golpes a los técnicos.

– Henric -dijo Flaviu bruscamente.

Al instante el vampiro menor detuvo su movimiento hacia adelante, pero sus ojos brillaban de rojo con odio. Sin otra palabra, los dos vampiros salieron de la habitación. Dominic se permitió un breve brote de satisfacción.

Van a estar esperándote. A la primera oportunidad te tenderán una emboscada.

Soy muy consciente de eso. Les llevaré directamente a tí.

Buena idea. ¡Me estoy aburriendo mientras tú estás teniendo toda la diversión! Haz funcionar tu magia, Dominic, y entra en la sala principal.

Escaneé a los técnicos cuando entré, y ninguno de ellos conoce el código de seguridad de la habitación.

Miró a los hombres, quienes de inmediato desviaron la mirada y volvieron a sus respectivos puestos de trabajo, cada uno sosteniendo un vial de sangre. Se acercó a uno de los puestos. Varios frascos de sangre estaban etiquetados con diversos nombres, Brodrick era el más destacado. Alguien quería ver si los hombres jaguar tenían algún efecto sobre los parásitos. Se acercó y probó la resistencia del técnico más cercano.

Su cerebro estaba abierto, lo cual tenía sentido. Los vampiros querían trabajando en los ordenadores del laboratorio a hombres los que pudieran influenciar fácilmente. Atacó con rapidez, penetrando en la mente del hombre en busca de información sobre los experimentos. Compartió sus hallazgos con Solange.

Los técnicos creían que los hombres que trabajaban en esta región habían sido infectados con un parásito desconocido y estaban trabajando en una solución. Se les había sugerido que los hombres que vivían y trabajaban aquí, es decir los cambiaformas, aunque estaba claro no entendían que fueran cambia ormas, podrían haber desarrollado una inmunidad contra los parásitos. Así que estaban haciendo pruebas con su sangre y la sangre infectada. Habían obtenido algunos resultados con la sangre de Brodrick.

Solange acarició su mente, un roce suave y amoroso que lo sacudió con la intensidad de los sentimientos contenidos en ese pequeño gesto de ternura.

– ¿Qué estás haciendo aquí? -la voz fue dura y dominante.

Dominic se volvió lentamente, su mirada cayó sobre el guardia. El arma estaba apuntándole con firmeza al pecho y sus ojos eran inexpresivos y fríos. Le dio un empujón al cerebro del técnico que estaba más cerca de él.

– Tiene una consulta conmigo, Felipe -respondió de inmediato el técnico.

– Lo siento, tío -dijo Felipe, sacudiendo la cabeza-. Tienen gente que viene de todas partes y se ven raros. Pensé que tal vez fuera uno de ellos.

Dominic sonrió tranquilamente.

– Sí yo también tengo esa mala sensación. Todos ellos parecen un poco arrogantes, como si estuviéramos por debajo de ellos o algo así -le tendió la mano-. Dominic. Con suerte, espero no estar aquí tanto tiempo.

– Felipe -dijo el guardia, tomando su mano extendida.

Dominic puso a prueba su resistencia. Este hombre podría tener el código de seguridad para entrar en la habitación donde se alojaban los equipos.

– Puedo ver por qué todo el mundo está de los nervios. ¿Quiénes son esas personas? ¿Por qué están aquí?

Felipe se encogió de hombros.

– Brodrick nos dice quién viene y cuándo se van.

Dominic le envió una oleada de camaradería, una prueba sutil de aceptación masculina. Felipe le sonrió y le dio una palmada en el hombro.

– ¿Estás contando los minutos?

Felipe asintió con la cabeza.

– Maldita sea, seguro. Quiero que todo el mundo se vaya tan pronto como Brodrick dé la orden. Nos ponen de los nervios a todos. Tarde o temprano uno de los chicos va a disparar accidentalmente a uno de ellos.

– Sí, eso sería terrible -dijo Dominic, el sarcasmo rezumaba por su voz. Empujó un poco más profundo en el cerebro del guardia. Al hombre realmente no le gustaban los visitantes, y podría usar eso en su beneficio. Felipe era el jefe de seguridad y los vampiros no habían pensado en proteger su cerebro, por supuesto, ninguno creía que un cazador carpato se fuera a infiltrar en la reunión.

– Brodrick tiene a un par de sus hombres para protegerlo. Los llama la “élite” y está claro que creen que eso les da derecho a hacer lo que quieran. Cada vez que traen a una mujer aquí, se le echan todos encima. Y les gusta hacerle daño. Son unos crueles hijos de puta. Nos mantenemos alejados de ese lado del laboratorio cuando tienen a una allí.

Dominic sintió la reacción de Solange, su estomago revuelto, el latido del corazón acelerado y la pena porque no podía evitar que los hombres jaguar secuestraran mujeres y las llevaran a lugares donde otros permitían sus atrocidades.

Nosotros nos aseguraremos de que Brodrick no pueda continuar haciéndolo. Le envió tranquilidad, incluso mientras empujaba más profundamente en la mente del guardia, implantándole más semillas sobre su amistad. Felipe acabaría por creer que se conocían desde hace mucho y que podía confiar en él.

– Brodrick tiene un montón de hombres que vienen -dijo Dominic, introduciendo inquietud en la mente del guardia-. Debe estar pasando algo grande. -Aumentó la inquietud, mirando hacia la habitación donde se alojaban los equipos.

Felipe siguió su mirada y frunció el ceño, frotándose el puente de la nariz.

– He contado diecisiete peces gordos y unos pocos que parecen estar sirviendo a los demás.

El guardia dio unos pasos hacia la puerta, obviamente cada vez más preocupado, como para comprobar lo que probablemente fuera su responsabilidad principal.

Dominic extrajo de su mente que tres técnicos informáticos trabajaban día y noche en su investigación, buscando mujeres psíquicas y relizando un seguimiento de su linaje. Este era su momento. El guardia estaba abriendo la puerta, y él tendría que estar en dos lugares al mismo tiempo. Dominic se separó de su propio cuerpo, dejando a su clon alejado de Felipe, de pie en la sala y a la vista de todos los investigadores y Felipe. Levantó la mano mientras el guardia miraba a su alrededor para asegurarse de que cuando marcara el código nadie más pudiera ver los complicados números.

Dominic permitió que su verdadera forma se disolviera en moléculas, más ligeras que el aire, flotando alrededor de Felipe como partículas de polvo mientras el guardia marcaba su código y abría la puerta para mirar en la sala principal. Dominic simplemente entró flotando. Satisfecho de que los técnicos estuvieran trabajando y de que nadie les hubiera molestado, Felipe cerró la puerta. Dominic oyó sus pasos alejándose.

Josef era un carpato joven, al que se consideraba un adolescente salvaje, a pesar de estar a principios de la veintena, y estaba obsesionado con los ordenadores. Dominic había contactado con el chico para que le ayudara, sabiendo que la información que había en los ordenadores sería vital para los carpatos. Éstas mujeres eran compañeras potenciales. También tenían necesidad de protección. Antes de que toda la operación fuera destruida, necesitaban esa información. Josef había desarrollado un virus que podría destruir toda la red que los jaguares y los vampiros estaban usando. Una vez cargado, el virus se propagaría como el fuego y lo destruíaria todo, filtrándose de un ordenador a otro sin ser detectado hasta que fuera demasiado tarde para salvar nada.

Dominic flotó através de la habitación hasta que estuvo moviéndose alrededor del técnico. El hombre estaba absorto en su trabajo, sin importarle que la mujer sobre la que estaba reuniendo información pudiera terminar secuestrada y violada, o muerta y desechada como basura por los hombres que le contrataban. Dominic sondeó la mente del técnico. Una vez más, se sorprendió de que el hombre no estuviera protegido.

Brilló y tomó forma, de pie detrás del técnico, enterrando sus colmillos en el cuello del hombre. La sangre fue energizante, y tomó suficiente para el intercambio, para poder controlar al técnico desde la distancia. Permitió que una pequeña cantidad de su propia sangre goteara en la boca del técnico. El intercambio le dio el control absoluto. Poco importaba que el técnico ingiriera los parásitos, ya que no seguiría vivo mucho tiempo. El técnico tomó de su mano el pequeño pendrive con el programa que permitiría a Josef tomar el control de los ordenadores a distancia. Podría descargar todos los datos que necesitaban, y cuando hubiera terminado, cargar el implacable virus.

Una vez el programa de Josef estuvo en el equipo, Dominic recuperó el pendrive y el técnico abrió la puerta. Flotó fuera para volver a conectarse con su cuerpo. Los ordenadores estaban ahora en las más que capaces manos de Josef. Dominic tenía otro trabajo que hacer.

¿Estás seguro de que el chico será capaz de recuperar todos los datos y destruir su red? Solange parecía ansiosa.

Él sabe lo que está haciendo, aseguró Dominic, rezando en silencio por tener razón. Josef era molesto, pero muy inteligente y la programación era su primer amor.

La reconexión con su cuerpo hizo que le atravesara una vibración y por un momento le temblaron las piertas. Guardó esa reacción en su mente. No podía permitirse el par de segundos que tardó en reajustarse cuando estuviera en medio de los vampiros. Un momento de debilidad, de vulnerabilidad y lo despedazarían. Él era uno de los más temidos y por lo tanto el más odiado de los guerreros Ccarpato. Y los vampiros tenían buena memoria. Existían a base de una dieta constante de odio y venganza.

Dominic se abrió paso a través del laboratorio. En realidad, era más pequeño de lo que parecía desde el exterior porque las paredes eran gruesas para resistir un asalto, así como para mantener el frío en su interior. Había dormitorios para los hombres que vivían allí, cinco científicos y tres técnicos informáticos. Los barracones estaban unidos, alojando a diecisiete guardias. No había evidencia de que los hombres jaguar durmieran allí, lo que encajaba con su personalidad. Ellos querrían dormir en el bosque donde podrían ver o sentir al enemigo cuando viniera hacia ellos.

Una de las habitaciones tenía varias celdas con barras. Había manchas de sangre en el suelo de la celda, así como salpicaduras de sangre en la pared, de las mujeres salvajamente asesinadas allí. Nadie se había molestado en limpiar, y las manchas se amontonaban unas encima de otras. Cada prisionera tendría que soportar el estar acostada en la celda sabiendo que otras habían sido asesinadas allí. La visión enfermó a Solange y la sintió llorar en silencio.

No hay forma de salvarlas a todas, kessake ku sívamak, mi amada gatita salvaje. En esta vida sólo podemos hacer nuestro mejor esfuerzo. Envió calidez y consuelo.

Lo sé, es sólo que necesitaban a alguien, y la idea de que murieran así, solas, asustadas, sin nadie que las ayudara… Se interrumpió.

El corazón de Dominic se derritió un poco. Su Solange. Misericordiosa. ¿Quién iba a creer la verdad acerca de ella? No puedo llegar tarde a esta reunión, Solange. ¿Estás preparada para esto?

Él sintió su reacción inmediata, la columna de acero, la valentía inquebrantable. Su necesidad de protegerle. Por supuesto que lo estoy. Había acritud en su voz, una reprimenda obvia, la implicación de que no tenía necesidad de preguntar.

Dominic sabía que estaba preparada, pero quería que ella lo supiera. La vista de las celdas realmente la había conmocionado. Se dirigió con valentía desde el laboratorio al patio abierto. Los vampiros se habían reunido un poco más allá de la zona abierta alrededor del edificio, lo suficientemente lejos para que nadie más tuviera la oportunidad de escucharlos.

Giles tenía a su corte, con al menos veinte vampiros a su alrededor, mientras sus propios vampiros menores le guardaban la espalda. Dominic tuvo que admitir que era un espectáculo increíble, uno del que nunca había soñado que sería testigo. Los egos de los vampiros eran demasiado grandes, y no permanecían mucho tiempo en compañía de otros vampiros. Y las fuentes de alimento finalmente desaparecían. Como fuera, el hambre que irradiaba del grupo era tan abrumador que, a pesar de que se había alimentado bien, todavía sentía un apetito voraz.

Los latidos de los guardias humanos que patrullaban en torno al edificio eran demasiado fuertes, un tambor atronador que les llamaba. Dominic alimentó sutilmente ese hambre, aumentando la necesidad mientras se deslizaba en el grupo. Su parásitos saltaron y se regocijaron, respondiendo a la llamada de los demás en los cuerpos de los vampiros que le rodeaban.

Solange había estado muy quieta, temerosa por él, pero él sabía que tenía las manos firmes como una roca en su arma. Ahora los tenía a la vista y una parte de ella se tranquilizó a pesar del peligro.

– Buscador de Dragones -la voz de Giles atravesó los susurros de los parásitos, los siseos y los gruñidos de los vampiros.

Sabía que el maestro vampiro se fijaría en él. Era una leyenda entre ellos. Los murmullos empezaron y se quedó de pie, mientras todos se volvían para mirar. Un odio negro se añadió al hambre aplastante que emanaba del grupo. Dio un paso y se apartaron de inmediato, retrocediendo un paso mientras él se movía hacia Giles. No miró a derecha o a izquierda, mantuvo su mirada desafiante sobre el maestro vampiro. Caminó con absoluta confianza, con superioridad y desprecio en su expresión.

Giles lo miró de arriba abajo, como si Dominic estuviera por debajo de él, pero los vampiros menores se acercaron a él como si se lo hubiera ordenado.

– Había oído rumores de que te habías sumado a nuestras filas, pero no los creí…

Flaviu se apartó de Giles, revelando exactamente quién le había dicho al maestro vampiro que el Buscador de Dragones estaba entre ellos. Échale un buen vistazo, Solange. Te los enviaré a ambos, a él y a su amigo, el que está a su izquierda, detrás de ti. Infórmame antes de matarlos para que pueda ocultar los sonidos y el fogonazo…

No hay problema.

La confianza en su voz lo tranquilizó. Ella podía ocuparse de la pareja. Le dirigió un saludo engreído y burlón a Giles mientras se encogía de hombros.

– Ruslan solía tener buen juicio. Si lo tiene ahora, ya veremos.

– Tú le has jurado lealtad.

De nuevo Dominic se encogió de hombros.

– Si ha encontrado una manera de derrocar a la familia Dubrinsky, le ayudaré. Draven Dubrinsky comenzó todo este lío con la traición con Xavier al compañero de vida de mi hermana. Su padre debería haberlo destruido, pero le permitió continuar con vida mientras que el resto de nosotros estábamos obligados a defender a nuestro pueblo. Necesitamos un líder fuerte.

Giles asintió lentamente, mirándolo un poco aliviado. Estaba claro que no quería tener que tratar de derrotar a Dominic en una batalla. Su alivio fue evidente para los demás vampiros también y retrocedieron mientras Dominic regresaba a la retaguardia del grupo. No quería a ninguno de ellos a su espalda. Podía detectar fácilmente a los que habían sido seguidores durante algún tiempo. Estaban mucho más cómodos dentro del grupo, mientras que otros, como él, permanecían apartados.

Giles se levantó y todos guardaron silencio.

– Nos hemos reunido con un propósito, para ver la destrucción de la familia Dubrinsky. Por todas partes, los enviados de los cinco se reúnen con nuestros miembros para que sepan que el momento de levantarse y hacerse cargo del gobierno está cerca.

Se elevó un rugido. Al amparo de esa energía, Dominic se alimentó de las ansias de hambre. Necesitaba el olor de la sangre para mejorar el efecto y miró fijamente al guardia que mantenía un ojo sobre ellos, con su pistola cerca y el cuchillo en la mano mientras tallaba un trozo de madera. Su mano resbaló y gritó, soltando bruscamente la cuchilla. La sangre brotó. Dominic envió una suave brisa a su alrededor, enviando el aroma directamente a la masa de vampiros hambrientos.

Giles levantó la mano y esperó a que la multitud se tranquilizara. Varios volvieron la cabeza hacia el guardia que estaba sangrando. El guardia no les prestó atención, sin darse cuenta de que sus apariencias cubrían a monstruos y de que estaba en grave peligro. Caminó varios pasos, gritando a su compañero, la sangre goteaba sobre el suelo. Dominic abanicó la brisa apenas lo suficiente para enviar otra ráfaga de olor al aire.

– Dubrinsky vive como en los viejos tiempos. Nosotros nos hemos pasado a la tecnología moderna, y al final ésta lo derrotará. Gobierna su pequeño rincón del mundo y se olvida de tener una visión más global. Hemos adquirido riqueza y la usaremos de manera inteligente. Nuestra empresa cuenta con un satélite y hemos establecido claramente el lugar de descanso favorito de Mikhail Dubrinsky.

El rugido aumentó de nuevo, un grito ensordecedor que cubrió el mensaje subliminal que Dominic envió al cónclave. Hambre. Royendo, mordiendo, hambre que se negaba a irse. Hambrientos de sangre. Maravillosa, aromática adrenalina impregnada en la sangre. Los guardias humanos caminaban por ahí pensando que estaban al mando, sosteniendo sus patéticas armas. Los seres humanos eran tan frágiles, una mordedura en la carne y la sangre caliente bombeada deliciosa como una fuente. Había muchos, suficientes para que con unos instantes de labor estimulante, el cónclave pudiera satisfacerse. Abrirían unas pocas arterias y la sangre salpicaría por todas partes, lo suficiente para alimentarlos a todos.

Más cabezas se volvieron hacia el guardia. Dos de los vampiros se relamieron los labios y el disfraz resbaló un poco. El pelo oscuro y denso desapareció para revelar su verdadera naturaleza, unos mechones grises que cubrían el cuero cabelludo.

Solange, los dos vampiros, Faviu y su amigo Henric, tienen mucha hambre. Voy a enviártelos.

Ya era hora, respondió ella. Estaba pensando en echarme una siesta.

– Tenemos un ataque previsto desde tres flancos, pero primero vamos a golpear a Dubrinsky donde le duele. Siente debilidad por la gente del pueblo donde vive. Atacaremos a los humanos, sus mujeres y niños. Creerán que el ataque principal se centrará allí, pero en realidad vamos a seguir sus movimientos por satélite. Él no esperará un ataque desde el aire, desde el suelo y desde debajo de la tierra al mismo tiempo. Y entonces será destruido.

El guardia había desaparecido por la esquina del laboratorio, pero Dominic había clonado una imagen de él goteando sangre, dirigiéndose al bosque, y proyectaba esa imagen en la cabeza de Henric y Flaviu. Los dos vampiros se miraron y luego a los demás. La saliva goteaba de la boca de Henric, y Flaviu dejó expuestos sus colmillos en dos ocasiones. Dominic simplemente esperó, permitiendo que la imagen del guardia se reprodujera en sus cabezas.

– Nosotros, por supuesto, tenemos en marcha un ensayo. Vamos a intentar este tipo de ataque primero sobre un par de nuestros más grandes enemigos, a fin de perfeccionar el ataque contra el príncipe.

El corazón de Dominic se sacudió ¡Zacarías! ¿Estás oyendo esto? Tienen que estar hablando de tu familia. Tu gente está en peligro.

Un poder fluyó hacia su mente. Zacarías. No había nervios, como si la constante llamada del vampiro hubiera sido empujada lejos por pura fuerza de voluntad. Zacarías tenía más voluntad, coraje y corazón que ningún otro guerrero que Dominic hubiera conocido. Cumpliría con su deber, protegería a su familia, y no habría ninguna otra distracción hasta que la misión se hubiera completado.

Te oigo. He enviado la noticia a mi familia y está siendo enviada al príncipe en estos momentos. Joseph ya casi ha terminado de copiar los datos de los ordenadores. ¡Sal de ahí!

Dominic sonrió un poco ante la absoluta autoridad en la voz de Zacarías. Esperaba obediencia. Todo el mundo obedecía a Zacarías. Siempre lo hacían. Zacarías era rápido y mortal, y ostentaba un poder tremendo. No tenía paciencia para los que no seguían sus órdenes. No hablaba a la ligera, y si decía algo, ese algo se convertía en ley.

Lo haré tan pronto como haya completado mi tarea.

Dominic interrumpió la conexión, necesitaba centrar su atención en Solange. Estaba en los árboles, moviéndose rápidamente, atrayendo a los dos vampiros lejos de la seguridad del cónclave. Él se movió un poco más dentro del círculo de vampiros, queriendo estar seguro de que le veían y no lo pudieran culpar más tarde de la desaparición de esos dos. Más que nada, quería destruir a Giles. El vampiro se había vuelto poderoso y arrogante.

Solange ¿Puedes matarlos?

Solange suspiró. Por supuesto que podía matarlos. Dominic insistió, preocupado. Antes, se hubiera sentido insultada por eso, pero ahora sabía que amar a alguien significa que siempre estás preocupado por su seguridad. Ella se sentía ciertamente aprensiva por el hecho de que Dominic estuviera rodeado de una multitud de no-muertos hambrientos.

Henric se disolvió en vapor, buscando a través de los árboles al guardia que faltaba o el rastro de sangre que le llevara a él. Solange se colocó las flechas en el hombro, la ballesta en la espalda, y utilizó una liana para resbalar desde el dosel al suelo. Hizo lo que pudo para parecer indefensa, se ahuecó el pelo tarareando, tratando de parecer una turista perdida. Vagó sin rumbo fijo, dejando huellas que un aficionado podría encontrar, pero todo el tiempo dirigiéndose hacia el segundo vampiro, el que Dominic había llamado Flaviu.

Flaviu salió de detrás de un árbol y le hizo una reverencia.

– Pareces perdida.

Solange le dedicó una sonrisa tentativa. Había practicado un millón de veces con la ballesta, ahora tenía que hacerlo bien.

– Estoy perdida. Mis amigos y yo estamos de acampada y me separé de ellos.

Mientras hablaba, tomaba posición. Ahora o nunca. Henric no estaría muy lejos. Ahora, Dominic.

Solange no esperó una respuesta. La ballesta se deslizó a su mano, la flecha se ajustó suavemente mientras la levantaba y disparaba casi en un movimiento continuo. La punta de la flecha atravesó el pecho de Flaviu y se incendió, un fogonazo al rojo vivo. Él abrió la boca pero el corazón se le había incinerado en el pecho y su cuerpo se derrumbó hasta el suelo lentamente, el fuego se extendió desde el interior hacia fuera. El vampiro estalló en llamas y rodó, con su grotesca y delgada boca estirada sobre sus colmillos largos y manchados. Intentó morderla, arañando la tierra, tratando de arrastrarse a través de la vegetación para alcanzarla. El humo se elevó, rojo negruzco, extrañas formas con bocas abiertas aparecieron y luego se apagaron.

Solange se apartó del muerto viviente mientras las restantes llamas estallaban en una brillante bola de fuego y llovían cenizas.

Sal de ahí, siseó Dominic. Corre.

Ella salió huyendo de la evidencia del vampiro quemado. No había viento por debajo del dosel, pero un trueno retumbó a lo lejos y la espesa capa de niebla que se había desarrollado comenzó a convertirse en una llovizna constante. Eso podría ayudar a eliminar su olor, pero lo dudaba. Henric vendría tras ella.

Saltó por encima de un tronco podrido, corriendo a toda velocidad hacia el pequeño alijo de armas que había escondido a noventa metros en la enorme y extensa maraña de raíces. Su felina saltó repentinamente, golpeando con fuerza contra sus huesos, desesperada por salir. Instintivamente Solange cambió de dirección. Detrás de ella oyó un grito agudo.

– ¡Para, mujer! – Henric envió la orden, empujando con fuerza en su cerebro.

Solange se detuvo bruscamente y se volvió hacia él, sus movimientos no eran coordinados, eran espasmódicos como los de una marioneta. Lo miró parpadeando, moviendo la cabeza con el miedo estampado en su expresión.

Henric sonrió, ahora que la tenía bajo su control. Quería su terror, quería la adrenalina que fluía por su sangre. El subidón que le daba era mejor que el sexo para él. Dobló el dedo meñique hacia ella.

Solange no sintió la presión en su cerebro. Sacudió la cabeza violentamente y dejó escapar un pequeño chillido. ¿Qué hacían la mayoría de las mujeres cuando estaban aterrorizadas? Cuando ella estaba aterrada, y se había asustado bastantes veces, su mente corría pensando en todas las armas posibles que tenía a su disposición. Hacía mucho tiempo que había aprendido que su intelecto y su capacidad para mantener la calma eran sus dos armas más poderosas. En esta situación, estaba segura de que una pistola, un cuchillo y, definitivamente, su ballesta serían más útiles.

Hizo un movimiento como si fuera a correr pero sus pies se negaran a moverse.

– ¿Qué quieres?

– ¿Estás teniendo problemas para huir? -se burló Henric. Deliberadamente dejó que su máscara civilizada se deslizara, mostrándole la piel tirante por encima del cráneo, sus ojos color rojo sangre brillando intensamente y sus dientes oscuros manchados de sangre revelando la parodia de una sonrisa.

– ¡Socorro! -Solange se retorcía frenéticamente-. Qué alguien me ayude por favor.

– Nadie va a venir en tu ayuda -Henric dio un paso hacia ella y vio cómo las lágrimas empañaban los ojos de Solange-. Nadie va a venir. Nadie puede salvarte.

– ¿Qué eres? -deliberadamente retrocedió, retorciéndose las manos.

Henric se acercó arrastrando los pies, prolongando su miedo, alimentándose de él. Se miró la mano. Las uñas se alargaron convirtiéndose en garras largas y afiladas. Sonriendo, la volvió a mirar.

Solange sujetó la ballesta y sonrió. Ahora, Dominic.

– Entonces, supongo que será mejor que me salve a mí misma -dijo en voz alta mientras disparaba una flecha.

Henric trató de disolverse, pero ella estaba muy cerca, casi demasiado cerca. La flecha le atravesó el corazón, casi saliéndole por la espalda cuando se incendió. Henric, medio sustancia medio niebla, gritó y aulló. Escupió maldiciones, mientras trataba de desalojar la flecha que ardía al rojo vivo desde su espalda hasta el corazón. La flecha había atravesado el centro del corazón marchito, empalando el órgano y sujetándoselo en el pecho.

Solange colocó tranquilamente otra flecha en la ballesta y le disparó una segunda vez, mirando con frío distanciamiento como ardía hasta convertirse en cenizas. Respiró hondo y soltó el aire.

Están muertos, Dominic. ¿Dónde me quieres?

¿No hay heridas? ¿Ni siquiera un rasguño de correr a través del bosque?

Ella oyó la preocupación en su voz y cuidadosamente inspeccionó su cuerpo para asegurarse de que no tenía cortes o arañazos.

Estoy bien.

Vuelve a tu posición original. Conseguiré que las cosas funcionen aquí. Todo está en su sitio. Cuando el infierno se desate, estos son los líderes que quiero que trates de liquidar.

Solange estudió las imágenes en su mente. Reconoció a Giles y a sus vampiros menores. Dominic había prestado atención a otros cuatro. Uno parecía más viejo, algo inusual que un vampiro hiciera esa elección. Un hombre distinguido de pelo plateado que llevaba, algo de lo más inusual, un traje de negocios.

Atiende al nombre de Carlo. Lleva tanto tiempo viviendo en que se cree parte de la mafia.

Podía verlo. Desde luego parecía intimidante. El segundo hombre era delgado, con ojos fríos y opacos de asesino. Llevaba ropa informal y la hizo temblar sin razón alguna. Tenía el cabello más largo y echado hacia atrás, al estilo habitual de los carpatos. Tenía la mandíbula pronunciada y balanceaba ociosamente una cadena. Estaba de pie, a distancia de los demás, y su mirada no se perdía nada.

Akos. Solía viajar con un halcón. No me sorprendería si utilizara un águila harpía para vigilar los cielos, le advirtió Dominic. Donde quiera que va, hay un baño de sangre.

Genial. Él y Brodick probablemente sean amigos.

Los hombres como Brodrick y Akos no tienen amigos, sólo gente a lo que utilizan como peones. No lo subestimes. Si tienes la oportunidad de matarlo, aprovéchala cuando comience el frenesí.

Solange se sentía un poco incómoda con la palabra frenesí.

¿Qué vas a hacer?

Los enfrentaré los unos cona los otros. Tan pronto como Joseph me informe de que el virus ha tenido oportunidad de funcionar introduciéndose en los ordenadores y destruyendo los datos y de extenderse por la red, destruiré el laboratorio también.

– Los va a enfrentar los unos con los otros -murmuró ella en voz alta. Tenía en la cabeza una imagen de los vampiros devorándose los unos a otros.

Volvió a subir al árbol y encontró su lugar de descanso favorito. Dos ramas que formaban una agradable y pequeña base para que descansara cerca de sus armas. Su rifle de francotirador preferido estaba esperando y lo comprobó como de costumbre. Nadie había perturbado su punto ciego, pero buscó pistas, siempre cuidadosa de los hombres-jaguar.

Estoy en posición. Usó la mira para tener una mejor visión de sus blancos.

La tercera imagen que le envió era la de un hombre bajo y fornido que fácilmente podría haber pasado por un hombre jaguar. Tenía gruesos y fibrosos músculos en el marco de un cuerpo de culturista.

Su nombre es Milan. Intentará superarlos a todos en crueldad sólo para demostrar su valía. Si no puedes cogerlo, te largas. Si sólo dispones de tres disparos, Solange, utiliza uno de ellos con él.

Lo haré. Sé lo que estoy haciendo.

Pueden volar, le recordó.

Ella le inundó su mente con calidez. Era extraño tener a alguien preocupado por su bienestar.

No soy la única en la guarida del león. Muéstrame al último.

Este es Kiral. El hombre había elegido la forma de un hombre joven y viril. Vestía pantalones vaqueros ceñidos, y Solange dudaba seriamente de que el bulto del frente fuera realmente suyo. Estaba bastante segura de que se había puesto relleno en los pantalones.

Puede elegir su forma, le recordó Dominic.

Podía oír el humor en su voz.

Eso es simplemente obsceno. Me asusta con ese paquete. Creo que voy a dispararle a él primero.

La suave risa de Dominic calmó sus nervios.

Se tomó su tiempo estudiando a cada objetivo potencial. Los vampiros estaban hablando todos a la vez, pero podía sentir la tensión en el aire, a pesar de la distancia. La lluvia caía constantemente, volviendo su refugio un poco resbaladizo, y se ató a un par de lianas para mayor seguridad. La tormenta tronó, y por dos veces, en la distancia, un rayo se bifurcó.

El aire estaba cargado, como si la violencia fuera a estallar en cualquier momento. Se dio cuenta de que no era la única que lo sentía. Había movimiento en el techo del laboratorio. Los guardias se arrastraban por la azotea plana, permaneciendo agachados, poniéndose en posición. Estaban fuertemente armados y Felipe los lideraba. Solange estaba bastante segura de que Dominic le había incitado de alguna manera a reunir a sus hombres para defenderse de una amenaza potencial, pero ella sabía que eran el cebo.

Giles continuó agitando a los vampiros, lanzándoles planes y haciendo hincapié en la tecnología y en cómo Mikhail Dubrinsky, el Príncipe del pueblo carpato, vivía en la oscuridad y se negaba a cambiar con los tiempos. Solange pudo ver que la agitación de la multitud había aumentado y muchos de ellos estaban teniendo problemas para mantener la ilusión de su apariencia. El hambre los golpeaba y el olor a sangre era pesado en el aire. Nosabía cómo estaba amplificando Dominic el olor con la lluvia que caía, pero lo estaba logrando.

Con eficiente precisión encajó la mira en el arma y el rifle en el hombro. Estaba segura de que el frenesí estaba a punto de comenzar.

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