Capítulo 16

Nunca podré traicionarte.

Nunca podrás separarte de mí.

Eternamente enamorados, en esta vida y la siguiente.

Eres mi mismo corazón.

De Solange para Dominic


Solange despertó con el cuerpo fuertemente envuelto alrededor del de Dominic. Por primera vez no había dormido en su forma jaguar. Había deseado yacer a su lado, piel contra piel, y despertar mirando su cara, tocando su cuerpo. Antes soñaba con él, a veces de a noche, a veces durante el día, pero ahora Dominic siempre ocupaba su mente. A veces parecía el centro de su mundo y no sabía cómo o cuándo se había apoderado él de sus pensamientos.

A veces, como ahora, se sentía como si fuera a la deriva en un mar de necesidad, ansiando la forma en que sus hermosos ojos se movían sobre ella con aquella mirada de tan intenso deseo que apenas podía respirar. Esta tarde, al despertar, se sentía casi poseída por la necesidad de estar con él, como si él verdaderamente fuera la mitad de su alma. Había pasado su vida sola, independiente, y era extraño despertarse con Dominic como su primer pensamiento. Quería ser todo lo que él necesitara tanto como él era todo lo que ella necesitaba.

Dominic había despertado a la mujer en ella. Por primera vez en su vida se sentía atractiva y viva. Disfrutaba de la forma en que la miraba cuando se paseaba por el refugio con las ropas que él le había pedido que llevara. Descubrió que le gustaba vestirse para él, ver la oscura lujuria construyéndose mientras su mirada la seguía por la cámara.

Se sentó lentamente y lo miró. Las pestañas de él se levantaron en el momento que ella se movió, los brazos subieron deteniendo su avance. Los senos desnudos rozaron su duro pecho mientras la sostenía en el lugar. Tenía pestañas imposiblemente largas que en otro hombre habrían parecido femeninas, pero la negra medialuna solo servía para resaltar el color de sus ojos. Su lenta y atractiva sonrisa le derritió el corazón y la hipnotizó ligeramente.

– Bésame, kessake. Bésame ahora antes de que esa pequeña bola de pelos caiga botando sobre nosotros y estropee mi buen humor -gruñó él. Deslizó la mano hasta su cabello para cerrarla allí, sin darle ninguna opción excepto obedecer.

Solange se inclinó sobre su cuerpo, inconscientemente sensual deslizando su piel contra la de él sólo por el puro lujo de tocarlo. Era tan físicamente hermoso para ella, su cuerpo afilado por la batalla, un guerrero en la flor de la vida, todo lo que atraía a su gata. Pero la inesperada dulzura en él, la forma en que miraba por sus necesidades, la forma en que se concentraba tan completamente en ella como si todo lo que ella dijera le importara, atraía a la mujer.

Se tomó su tiempo para bajar la cabeza, saboreando la forma en que se sentía, esa deliciosa y caliente necesidad que se derramaba sobre ella, mezclándose con un terrible, aterrador y aplastante amor que le robaba la cordura. En el momento que sus labios rozaron los de él, el fuego comenzó, rodando por ella abrasadoramente y fuera de control. La mano de Dominic mantuvo la presión constante en la nuca mientras se tomaba su tiempo para explorar su boca, largos y tóxicos besos que le derritieron los huesos.

Las manos de él acariciaron cada curva, inflamando las terminales nerviosas aún más, hasta que su cuerpo se estremeció de deseo. Una mano se arrastró más abajo, el pulgar rozando suavemente, casi con tiernas caricias sobre su montículo y más abajo a su sexo. Él capturó su respiración jadeante con la boca, manteniéndola cautiva mientras se tomaba su tiempo besándola hasta que cayó contra él como una gelatina que no pudiera moverse.

Dominic la envolvió con los brazos, y con la boca soldada a la de ella los hizo flotar desde la rica tierra al suelo de la cámara. Dejó al pequeño cachorro enroscado en una pequeña bola de piel, que todavía dormía encima del suelo sanador.

Solange sintió la manta tejida bajo sus pies desnudos cuando él la bajó, pero su cuerpo ya no le pertenecía. Más que nada se sentía caliente y necesitada y tan enamorada que apenas podía encontrar las palabras. Sólo podía mirarlo con el corazón en los ojos. Dominic Buscador de Dragones. La leyenda. El hombre. Suyo.

La sonrisa de él fue lenta y segura.

– ¿Baño o comida?

Ella aplastó la necesidad de decir “tú”. La confundía tan completamente que no podía hablar. Echó un vistazo a la invitadora agua caliente y le sonrió, esperando que se uniera a ella.

– Adoras bañarte -dijo él con su mirada ardiente quemando sobre ella.

Solange asintió. Era muy consciente de él a su espalda mientras se dirigía hacia la piscina burbujeante. El agua se cerró sobre su piel, hormigueando, levantando burbujas, la espuma sensibilizabasus terminaciones nerviosas de tal manera que el aliento se le quedó atrapado en la garganta y cerró los ojos, dejando que la sensación se precipitara sobre ella.

Dominic la siguió a la charca, encontrando un lugar en la roca lisa de modo que sólo su pecho y cabeza estuvieran fuera del agua. Solange hundió la cabeza bajo el agua y dejó que él la empujara contra sí de forma que pudiera lavarle el pelo. Le encantaba la sensación de sus fuertes dedos masajeándole el cuero cabelludo. El agua lamía su barbilla mientras él le aclaraba el cabello.

– He estado pensando en el pequeño cachorro -se aventuró ella, tratando de no parecer tímida. Su reciente descubrimiento de cuán profundamente estaba enterrado él dentro de ella la hacía sentirse más vulnerable que nunca-. Si le das tu sangre carpato, ¿crees que podrás arreglarlo? Es tan lindo, Dominic. ¿Es posible? ¿Darle tu sangre una vez los parásitos se hayan desaparecido?

El cachorro era sólido por el frente y detrás, pero en el medio era sombra, lo cual hacia difícil, sino imposible, que el gato comiera.

– Tal vez. Honestamente no sé qué se puede hacer por el pequeño -él le hundió la cabeza debajo del agua para enjuagar la sedosa y larga masa.

Había pena en su voz y Solange frunció el ceño. Esperó hasta que hubiese terminado y luego rozó la palma de su mano sobre los fuertes músculos de su pecho.

– Pensaba que la sangre carpato podía curarlo casi todo.

– Esto es magia retorcida, Solange -dijo, capturando su mano y presionándose su palma sobre el corazón-. Quiero ayudar, pero no veo cómo podemos deshacer este daño.

Ella suspiró y sin darse cuenta se inclinó hacia delante para lamerle una gota de agua que le bajaba por el pecho.

– No tuvieron tiempo de programarlo para que necesitara mi sangre. Es una cosita dulce, pero tenemos que encontrar una solución rápido o morirá de hambre. ¿En qué estaban pensando?

– Dudo que les importara si el gato estaba hambriento, mientras hiciera lo que ellos quisieran.

– Tenemos que hacer algo. Mantenerlo dormido es la única manera de impedir que muera de hambre, pero es una solución temporal.

Ella le creía. Él había dicho que quería ayudar pero que todavía no sabía cómo. Ahora conocía a Dominic profundamente, la esencia de quién era, lo que defendía, y no permitiría que el gatito sufriera. Prestaba atención a los detalles, sin importar lo que fuera.

Se dio la vuelta completamente en sus brazos y tentativamente estiró la mano hacia él para explorarlo. Era tan sagrado para ella, casi creía que debería pedirle permiso para tocarlo. Se sentía muy atrevida al recorrerle el pecho con la palma de las manos. Él no hizo ningún movimiento para detenerla y su reticencia se desvaneció. Siguió los esculpidos contornos, memorizando cada músculo definido, tratando de absorber la forma y la sensación de él a través de las yemas de los dedos mientras acariciaba su cuerpo. Oyó el cambio en su respiración, sintió la inquietud en su cuerpo, el deseo que se alzaba. Permaneció tranquilo, mirándola con la aprobación que ella ansiaba en su mirada.

Sus dedos trazaron cada costilla, su afinada cintura, extendiéndose sobre su vientre plano, duro. Apreció cómo reaccionaba el conjunto de músculos bajo su mano. Ya estaba duro, muy excitado, grueso y largo y estirándose hacia sus manos, pero entonces él se movió, suspirando suavemente.

– Tenemos que ser cuidadosos, Solange. Necesitas comer.

Su voz era firme y ella dejó que la protesta muriera en su garganta. Necesitaba comer, pero le necesitaba más a él. Se tocó los labios con la lengua y asintió, apenas atreviéndose a respirar por si la cosa mala saliera. Como una protesta.

Se suponía que esta tarde no iba de ella y de lo que necesitaba, quería que fuera de él, pero no estaba segura de cómo proceder.

Él la secó con una toalla suave y caliente, como siempre teniendo cuidado de que estuviese resplandeciente y fresca antes de hacer lo mismo con él. Solange no se movió, lo miraba sin parpadear, con temor a perderse la más mínima señal proveniente de él. Dominic se puso su habitual ropa elegante ondeando la mano con facilidad de una forma que ella encontraba impresionante.

– ¿Qué túnica? -Su voz era baja y ronca, dando por supuesto que ella querría uno de los vestidos que él había hecho para ella, los vestidos que él prefería que vistiera cuando estaban solos.

– La túnica del dragón -dijo ella, incapaz de mirarlo a los ojos. Adoraba esa túnica. Su corazón palpitaba con fuerza y saboreó el miedo y la excitación en la boca. Cuando llevaba la túnica Buscador de Dragones se sentía no sólo hermosa, sino además como si verdaderamente le perteneciera.

Dominic tendió la mano y el exquisito encaje elástico descansó en su palma. Galantemente sostuvo la túnica para que ella pudiera deslizar los brazos dentro. Le anudó el cinturón él mismo, de modo que se ajustara en el medio, revoloteando sobre sus caderas, pero dejando el frente abierto. La tela se pegaba a los costados de los senos, dejándolos desnudos del encaje sembrado de estrellas.

Le ahuecó los pechos en las manos levantando el peso suave, sus ojos se calentaron. El aliento de Solange le explotó en los pulmones cuando él se inclinó y le chupó el pezón profundamente en su boca, tirando y haciéndolo rodar con la lengua y dientes hasta que fue una pequeña punta. La boca se movió al pecho izquierdo y repitió la misma atención, tomándose su tiempo, excitando y acariciando hasta que los suaves gemidos se convirtieron en quejidos y lloriqueos de deseo.

Ella jadeaba mientras él seguía prodigándole atenciones a sus sensibles pezones. Sentía los pechos hinchados y calientes y su cuerpo tenso porun dolor impaciente y familiar. Sacudió la cabeza con la mirada nublada y el pelo derramado sobre sus hombros en completo desastre.

– Se suponía que esto era para ti -susurró ella.

Él sonrió y le levantó la cara.

– Es para mí -Dejó caer mano hacia abajo por la túnica abierta para encontrar su sexo. Deslizó un dedo dentro de ella-. Estás tan caliente y mojada para mí, Solange. Tan lista. Para mí.

Ella se estremeció, jadeando por el impactante calor que le recorrió el cuerpo.

– Esto es definitivamente para mi placer -susurró él-.Todo para mí. Quiero tocarte, Solange. Y necesito saber que das la bienvenida a mi toque en cualquier momento. -Empujó dos dedos en su interior e emitió un sonido de apreciación en lo profundo de su garganta.

Ella sintió que ese sonido resonaba a través de todo su cuerpo. Todo en ella se calmó. Haría cualquier cosa para su placer. Si era importante para él que ella estuviera excitada, se enorgullecería de estar preparada para él.

– Adoro cómo te sientes -susurró él, sus ojos oscureciéndose más-. Suave como la seda -se llevó los dedos hacia la boca -. Pero aún más, me encanta la forma en que sabes.

El corazón de Solange se sacudió. Se perdió en sus ojos, en sus oscuras y ardientes profundidades, se fundió hasta que el violento mundo alrededor de ella se alejó y no pensó nada más que enél. Un temblor le recorrió el cuerpo mientras Dominic se chupaba los dedos, sus ojos eran oscuros y calientes. Se le escapó un pequeño gemido mientras un disparo de lujuria recorría todo su cuerpo.

Él sonrió, con satisfacción masculina muy evidente.

– Ven conmigo, Solange. Necesitas comer.

¿Comer? ¿Realmente había dicho él comer? Su cuerpo estaba caliente y necesitado y ¿él quería que comiera? Se lamió los labios y tomó su mano extendida. Él la condujo a la mesa iluminada con velas y sostuvo para ella la silla de respaldo alto. Esta pequeña caverna era su mundo, y a él le gustaba la elegancia y las galas. Los platos sobre la mesa eran hermosos, como lo era la vajilla de plata. Todo lo que Dominic hacía tenía un toque elegante. Era del Viejo Mundo y galante, y la hacía sentir especial mas allá de cualquier cosa con la que hubiese fantaseado alguna vez. Solange empujó la incómoda sensación de no pertenecer. Ella pertenecía aquí, con Dominic.

Se puso la servilleta en el regazo, los dedos se deslizaron sobre el suave material. Bajo la mesa se retorció los dedos en una agonía de necesidad. Él le había dado todo esto. Un hogar. Un hombre que la trataba como una igual. Un hombre que la escuchaba y dirigía sus miedos con respeto y amor. Ella nunca había imaginado que una relación pudiera ser tan buena y la entristecía la pérdida de su gente. Todas las mujeres que habían sido brutalmente usadas y tiradas a un lado porque Brodrick rechazaba reconocer que eran buenas para algo aparte de para dar crías.

Dominic era lo opuesto a todo lo que ella despreciaba en un macho. La alimentaba con carne, un pequeño mordisco a la vez, carne, cosa que él encontraba repulsiva y aún así reconocía que su gata lo necesitaba. Podía ver el esfuerzo que había hecho él por estudiar qué comida satisfaría mejor a su cuerpo, y el resultado estaba todo allí. A Dominic le importaba su salud y bienestar. Le importaba su tranquilidad.

Solange se mordió con fuerza el labio inferior, las lágrimas brillaron en sus ojos. Parpadeó para alejarlas con la esperanza de que él no las hubiese visto, pero Dominic lo veía todo cuando se trataba de ella, cada pequeño detalle.

– ¿Qué pasa? -Le tomó la barbilla en la mano y levantó su cara hacia él-. Dime.

Él podría haber examinado fácilmente su mente, pero le gustó que no lo hiciera. Que esperara. Esto le permitía reunir el coraje que necesitaba cuando era demasiado tímida o estaba avergonzada. Al final, sabía que lo superaría y que comprendería completamente que todo lo que ella sentía y decía era importante para él.

– Me conmueves -ella no podía encontrar las palabras-. La forma en que me amas, me conmueve. -Luchaba para que las palabras pasaran a través del grueso nudo en su garganta. Ella no era como él. No podía encontrar elogios fácilmente, pero esto no quería decir que no sintiera las emociones tan profunda e intensamente como él.

La sonrisa de Dominic hizo que su mundo se enderezara nuevamente. Su corazón revoloteó y se encontró devolviéndole la sonrisa, respirando fácilmente, como si sus pulmones siguieran el ritmo de su voz.

– Quiero hablar de la conversión contigo, Solange. Tenemos que examinar cada ángulo antes de tomar una decisión. No tenemos ninguna idea de lo que esto le hará a tu sangre, o a ti, y eso me preocupa. Tu jaguar es fuerte y puede haber repercusiones.

Ella continuó comiendo, contemplando su cara a la luz parpadeante de las velas mientras le daba vueltas y más vueltas a la idea en su mente. Conversión. Convertirse en Carpato. Vivir en la tierra. Tomar sangre en vez de comida. Podría hacer todas esas cosas mientras estuviese con él, pero no podría abandonar a la otra mitad de quien era. Ella era jaguar. Siempre sería jaguar.

– ¿Qué pasa si no me convierto?

Él se encogió de hombros, con un movimiento fácil y casual.

– Ya te lo dije. Ambos envejeceríamos y moriríamos juntos.

– ¿Te quedarías conmigo?

– Tú eres mi compañera. Eres la mujer que amo. No hay ninguna otra respuesta. Y Solange -se inclinó hacia ella, de modo que su mirada fuera sostenida por la suya-, nunca habría arrepentimientos.

Le creyó. Eso cambió las cosas instantáneamente para ella. Él dejaría todo por ella sin arrepentimientos. Todo en ella lo amaba, lo anhelaba, deseaba desesperadamente darle todas las cosas que él le había dado a ella. Se sentía un poco impotente al no saber lo que las mujeres hacían por sus hombres, pero aunque no lo supiera se forjaría su propio camino, como él parecía estar haciendo con ella.

Cogió un trozo de mango.

– ¿Destruiría a mi jaguar?

– No tengo la respuesta para eso. ¿Qué pasó con tu prima?

– Dijo que su jaguar hizo difícil la conversión, pero que siente a su gata con ella, aunque no del mismo modo.

– ¿Tú sangre es diferente a la de tu prima?

Asintió.

– Su madre era de la realeza, pero no su padre. El linaje está ahora casi exterminado. Sólo estamos Brodrick y yo. Sé que soy la última de mi clase. No puedo salvar a nuestra gente. Lo he sabido durante algún tiempo y por muy triste que sea, es la verdad. Nuestro tiempo pasó -tomó aire-. Quiero proteger a mi jaguar. Ella es tanto yo como la guerrera y la mujer. ¿Hay algún modo de meterla despacio en el mundo carpato y ver si acepta?

– Una vez sea capaz de reunir la información que necesitamos podemos intentar un intercambio de sangre para ver qué tal se lo toma. Ahora mismo, si yo tomara tu sangre mataría a los parásitos restantes en mi cuerpo, y los necesito para ganar la entrada al conclave de los vampiros que ocurrirá en el próximo alzamiento.

Ella trató de respirar regularmente, de evitar que su corazón latiera con fuerza.

– Deberíamos probar a qué distancia tengo que estar de ti para que los parásitos no reaccionen a mi presencia. Soy una buena tiradora y puedo disparar desde una buena distancia, pero no con la ballesta. Necesito eso para matar vampiros.

Él asintió.

– Pensé que tu ballesta era ingeniosa.

– Me gustaría atribuirme el mérito, pero Riordan, el compañero de Juliette, me ayudó a crearla. Mezcló este gran acelerante para mí porque los vampiros parecían mostrarse cada vez más en esta área. Sabíamos que Brodrick había hecho una especie de alianza con ellos. Me tomó un tiempo entender el por qué. Todo el mundo pensaba que estaba controlado por los vampiros, pero yo sabía que no. Sabía que ellos no podrían influir en él.

– Pasé un tiempo difícil intentando comprender por qué un hombre vendería a toda su especie sin que un vampiro controlara su mente, porque él tiene que saber que los vampiros están influyendo en sus hombres jaguar, que no tienen esa particular marca de protección.

– Es totalmente malvado -dijo Solange, bajando la voz inconscientemente. Tembló, recordando la mirada en los ojos de Brodrick mientras acuchillaba la garganta de su amiga de seis años porque no podía cambiar-. Disfruta de su poder sobre las mujeres. Mi tía me contó como arrastró a mi madre fuera de la casa por el pelo después de matar a sus padres, luego la retuvo cautiva durante meses. Estaba muy rota cuando la dejó ir. Ella sólo tenía diecisiete años entonces y él fue terriblemente cruel. Disfruta haciendo daño a las mujeres, y en su posición como líder de la gente, los hombres abrazaron su filosofía de que las mujeres estaban para servir cada uno de sus deseos y que podían tratarlas como quisiesen. Brodrick cree que todas las mujeres son menos que él, y que tiene todo el derecho de hacerles daño para su propio entretenimiento.

Dominic cogió un trozo de mango y lo sostuvo ante su boca hasta que Solange le dio un mordisco. Ella sabía que le preocupaba que no comiera lo suficiente, podía leerlo en su mente. Así que se comió la fruta y sintió un pequeño júbilo estúpido cuando un destello de aprobación le iluminó los ojos.

– Su padre antes que él era igual, lo mismo que el padre de éste. Algo ocurrió hace mucho tiempo que provocó esto, ya fuera que naciera enfermo y retorcido, o que algún suceso lo volviera así, probablemente nunca lo sabremos, pero Brodrick fue criado por su padre para disfrutar cazando mujeres.

– No tenía que seguir con lo que fue antes. Al final, todos somos responsables de las elecciones que hacemos -discutió ella-. Él permitió la extinción de una raza entera por seguir sus depravadas inclinaciones. Odio que su sangre fluya por mis venas.

Él le pasó la mano por el cabello, para consolarla.

– Eres una mujer increíble, Solange, y para nada parte de él.

Ella sintió el revoloteo en su corazón y levantó la vista, sin preocuparle que él pudiera ver las estrellas en sus ojos. Dominic la hacía sentirse como una princesa de cuento de hadas, hermosa cuando sabía que no lo era, especial cuando era ordinaria, sexy cuando no tenía ni idea de cómo ser una mujer. Dominic era su Príncipe Azul y siempre lo sería. Cada día con él le parecía un regalo, una fantasía que nunca podría haber invocado por sí misma.

En todos aquellos días en los que inventaba un compañero de fantasía, su “perfecto hombre ideal”, nunca había comprendido lo perfecto que podía ser él para ella. Era un hombre, y ella nunca había sido capaz de obligarse a confiar en un hombre. Después de conocer a Riordan y a Manolito De La Cruz, de observar a los dos con sus primas y su amiga MaryAnn, había deseado confiar en ellos y llegar a quererlos por quienes eran, pero… suspiró. Había sido Dominic quien le había permitido encontrar su fe en los hombres.

– Quiere la base de datos de las mujeres psíquicas que los vampiros han reunido -dijo Solange-. Están buscando a toda mujer con puntuación alta en habilidades psíquicas, y haciendo preguntas sobre sus antecedentes, son capaces de reunir suficiente información para rastrear quiénes son descendientes de la gente jaguar. Esencialmente, Brodrick utiliza la base de datos como lista de objetivos para matar a las que cree que no pueden producir un cambiaformas y criar con aquellas que pueden.

– Obtendremos los datos, Solange, protegeremos a las mujeres y destruiremos el laboratorio y todos sus ordenadores -le aseguró.

Parecía una tarea imposible. Ella llevaba años intentando averiguar cómo llevarla a cabo, pero había sido incapaz de idear un plan.

– No soy buena con los ordenadores -admitió ella-. No tengo ni idea de como copiar la información. Al final, simplemente me figuré que sería mejor volarlo todo y esperar que los datos desaparecieran también. Tracé un plano del edificio para poder colocar explosivos y echarlo abajo.

Dominic se inclinó y lamió el zumo de mango de sus labios. Su útero se tensó y los músculos de su estómago se contrajeron.

– Creo que podemos conseguir la información. Tengo un amigo dispuesto a ayudar con el problema de los ordenadores. Me dio instrucciones precisas.

Para Solange, ese lametón sensual había hecho que le subiera la temperatura y se volvió agudamente consciente de su cuerpo una vez más. Él parecía excesivamente consciente de ella también.

– ¿Qué amigo? -preguntó, intentando mantenerse en el tema.

Con la yema del pulgar él le trazó lentamente la línea de la clavícula hasta la punta del pecho. Ella contuvo el aliento bruscamente. El pulgar continuó bajando hasta el estómago desnudo y más abajo.

Una pequeña sonrisa tiró de la boca de Dominic.

– Se le considera un chico punk, aunque no es mucho más joven que tú en años humanos, pero es muy hábil con los ordenadores. Quería venir, pero no podía arriesgarme a que se creyera capaz de luchar con un vampiro. Su nombre es Josef, y a veces creo que la mayor parte de los machos Carpato, incluido yo mismo, hemos considerado enviarlo con los vampiros sólo para acabar con sus travesuras. El chico es muy moderno y está un poco descontrolado. Está esperando junto a su ordenador para tomar el control de los del laboratorio al igual que de su red.

Ella rió.

– Nunca había considerado que los Carpatos pudieran tener problemas con sus hijos. Y éste parece inteligente.

– Te sorprenderías. Yo mismo fui bastante salvaje. Una vez casi cambié en medio de una enorme piedra sólo para presumir.

La ceja de ella se arqueó.

– ¿Salvaje? ¿Cómo de salvaje?

La sonrisa de él bordeó una mueca burlona.

– No tanto como pretendía ser.

Su cuerpo se estremeció cuando él le acunó el sexo, acariciando y rozando con un largo dedo. La mirada de él había caído hasta sus pechos, haciéndola una vez más muy consciente de su cuerpo. Podía hacerlo tan fácilmente, sólo rozarla con la mirada y cada célula respondía. El rubor comenzó en algún lugar cerca de los dedos de los pies y se arrastró hacia arriba. Olvidó de qué estaban hablando, todo desapareció de su cerebro dejándola abierta de par en par.

Tomó un profundo aliento y admitió la verdad ante él.

– No puedo pensar de lo mucho que te deseo.

La mirada de Dominic saltó a la de ella.

– ¿Confías en mí lo suficiente, Solange? No sólo deseo tu cuerpo. Quiero que te entregues completamente a mí. Cualquier cosa que te pida. Cualquier cosa que necesite. Incluso si te asusta un poco, si confías en mí, podemos tenerlo todo. No va a haber marcha atrás una vez que nos comprometamos. Nos uniré y no hay retirada de esa posición. Nuestras almas estarán unidas y no habrá salida para ninguno de los dos. No puedes cometer un error. Mis necesidades serán las tuyas. Cada momento de tu vida estará dedicado a mí. A mi placer y comodidad. Te entregarás a mi cuidado, tu salud y felicidad, toda a mi cargo.

Ella se tragó el miedo que se estaba alzando. Se negaba a ser derrotada en esto, su única posibilidad de felicidad.

– Porque tu cuidado está en mis manos.

Ella quería que él viera que entendía lo que estaba intentado decirle. Todo lo que pensaba, todo lo que le importaba, era importante para él… y él quería ser igual de importante para ella.

Él asintió lentamente. La habitación parecía muy tranquila y extremadamente silenciosa, como si incluso su guarida contuviera la respiración. La mirada de él permaneció firme en la de ella.

Solange tomó un aliento y sonrió, el martilleo de su corazón se tranquilizó buscando encontrar el ritmo del de él. Nunca se había sentido tan segura de nada.

– Te deseo con todo mi corazón, Dominic. Puede que tenga miedo a veces, pero confío en que me prestarás ayuda. Y te lo prometo, haré todo lo posible por hacerte feliz.

Los ojos de él se volvieron de un azul profundo y penetrante. Su voz descendió a una nota baja y seductora con la que Solange había llegado a familiarizarse.

– He esperado mucho tiempo para oírte decir eso.

Sus dedos le acariciaron el pecho. El pezón se tensó y se inclinó hacia delante para capturarle el pecho en el caldero hirviente de su boca.

Ella gritó, arqueando la espalda, subiendo las manos para acunarle la cabeza. El cabello sedoso de él fluyó por sus brazos y echó la cabeza hacia atrás mientras el fuego la envolvía y ardía en su interior. Dominic tenía una boca mágica, ardiente y tan talentosa.

Se sintió un poco aturdida cuando él la levantó de la silla y la llevó al medio de la cámara. Un ondeo de su mano cambió la habitación entera. Las velas volvieron a la vida a lo largo de las paredes, con llamas tan altas que sólo un suave brillo lanzaba luz por la habitación. La alfombra pareció espesarse bajo sus pies desnudos, aunque en realidad todo lo que Solange veía era al hombre que estaba de pie frente a ella.

Muy suavemente él le deslizó la bata de gasa del dragón de los hombros, dejando que la tela elástica se amontonara alrededor de sus pies. El aliento se le quedó atascado en la garganta cuando sintió el trozo de encaje bajar por su piel desnuda. Él la cogió por los hombros, bajando la mirada a su cara girada hacia arriba. El corazón de Solange atronaba en su pecho, casi hipnotizada por el control absoluto de él, por su enorme fuerza, pero sobre todo por el calor de sus ojos. Se estremeció bajo su toque, incapaz de apartar la mirada de la creciente intensidad de esos ojos. Él deslizó las manos por los brazos hasta las muñecas, estudiándola con toda su atención.

La miró a los ojos unos momentos más, manteniéndole la mirada cautiva mientras entrelazaba gentilmente sus dedos con los de ella y le apartaba los brazos del cuerpo. Muy lentamente, su mirada cayó en una larga inspección del cuerpo femenino.

Ella sintió como se ruborizaba y los pezones se pusieron de punta bajo tan hambrienta mirada. Donde antes podría haberse sentido avergonzada, ahora que podía ver la apreciación en esos ojos, el deseo absoluto, se sentía más sensual que nunca. Más mujer que guerrera. Se enorgullecía del hecho de excitarlo.

– Me encanta la forma en que tu cuerpo se humedece por mí -dijo él, inhalando su fragancia de bienvenida.

Ya le había dicho esto muchas veces, pero esta vez lo sentía diferente, sabiendo que le estaba diciendo la pura verdad. Se ruborizó hasta un tono más profundo de rosa. Estaba húmeda por él. Dispuesta. Él no la había tocado y su cuerpo había respondido con una necesidad urgente, tensándose, sus terminaciones nerviosas ardientes y en carne viva. Descubrió que también estaba orgullosa de lo excitada que él la ponía cuanto estaba cerca de él. Dominic necesitaba que respondiera… y ella lo hizo.

– No puedo evitarlo -respondió-. Mirarte me hace sentir así.

Él le sonrió, una sonrisa lenta y sexy que hizo que el corazón se le tensara en el pecho. Dominic tiró de su cuerpo desnudo, lenta e inexorablemente, hasta el suyo completamente vestido.

– Desvísteme, kessake.

Ahí estaba, todo lo que había estado esperando… anhelando. Los ojos de él se habían vuelto negros con una mezcla potente y muy intensa de amor y lujuria. Sintió la respuesta instantánea de su propio cuerpo, ya completamente concentrado en el de él. Podía contar las pulsaciones del corazón de Dominic. Conocía el fluyo y reflujo de la sangre en sus venas. Conocía su mente y su corazón. Por fin tenía la oportunidad de conocer su cuerpo, de memorizar cada músculo, cada zona erógena.

Le deslizó la elegante chaqueta de los hombros, doblándola cuidadosamente y colocándola casi reverentemente sobre el pequeño asiento junto a la charca. Una ráfaga de calor le coloreó la piel cuando deslizó las manos hacia abajo por la camisa y luego fueron hacia los botones. Apenas podía respirar mientras abría cada uno para revelar el pecho desnudo. Una vez más le apartó la tela de los hombros. Sostuvo la seda blanca contra su cara, inhalando la fragancia profundamente a los pulmones antes de doblarla y colocarla pulcramente en el banco.

El calor explotó a través de su cuerpo cuando pasó las manos por el pecho y bajó por el plano estómago antes de caer en la parte delantera de los pantalones pulcramente planchados. Estaba de pie descalzo, con los zapatos colocados bajo el banco como si los hubiera puesto allí ella misma, lo que le permitió arrodillarse ante él mientras le bajaba los pantalones por las piernas largas. Él le colocó la mano gentilmente sobre el hombro mientras salía de ellos, una pierna cada vez.

El aliento de Solange se le quedó atascado en la garganta cuando la pesada erección se liberó. Estaba grueso y lleno, cada centímetro tan hipnotizante como el resto de él. Dobló los pantalones casi ausentemente, con la mirada fija en él. Apenas fue consciente de que la tela abandonaba sus manos para unirse a la pila de ropa sobre el banco. Sólo podía mirar, hipnotizada, irresistiblemente atraída por la prueba de su excitación por ella.

Acunó su pesada bolsa en las palmas y se inclinó hacia adelante para lamer casi impotentemente la pequeña gota perlada que brillaba en la amplia cabeza de su miembro. El aliento abandonó los pulmones de Dominic en una ráfaga explosiva mientras su pene tironeaba con las feroces sensaciones que le atravesaban. Ella se inclinó hacia delante y le arrastró profundamente a la boca, sintiendo satisfacción cuando todo el cuerpo de Dominic se estremeció de placer.

Adoraba lo increíblemente ardiente y liso que lo sentía contra la lengua, el peso que llenaba su boca, deslizándose, oh, tan lento, un poquito más adentro cada vez. Él le permitía controlarlo todo, dejándola acostumbrarse a su tamaño y sensación. Terciopelo sobre acero, llenándole la boca con su calor y su fuego, con su deseo por ella. Se tomó su tiempo, deseando conocerlo íntimamente, cada pulso de su dura carne.

Él gimió profundamente en su garganta cuando ella le pasó la lengua sobre la cabeza amplia y procedió a retirarse para lamer delicadamente una vez más. Lo recorrió con la mirada y la satisfacción se disparó ante la tensa excitación que llevaba tallada en la cara. Él le aferró el cabello en el puño, una luz roja titilaba en las profundidades de sus ojos mientras le empujaba la pene contra la boca. Ella le acarició la cadera desnuda con una mano mientras con la otra trazaba círculos en la base de la pesada erección, y deliberadamente curvó la lengua alrededor de la base de la amplia cabeza.

Él dio un tirón contra su boca y el aliento le abandonó los pulmones en una ráfaga áspera. Un gruñido de advertencia retumbó en su pecho y garganta. De nuevo, la satisfacción la atravesó. Ella siempre había prestado atención al detalle. Podía hacer esto bien. No iba de ella, iba de él y su placer, e iba a averiguar cómo darle placer.

Lo miró a los ojos, observó los músculos de su mandíbula mientras, con infinita lentitud, tomaba la sensible cabeza de su pene en el hirviente calor de la boca. Las caderas masculinas saltaron involuntariamente, desesperado por que le acogiera más profundamente. Sintió el pellizco erótico de dolor en su cráneo donde los dedos de él apretaron como acto reflejo, y gimió. La vibración atravesó su boca directamente hasta la carne dura y sintió el tirón de respuesta. Permitió que la dura longitud se hundiera en la boca y fue recompensada con un tirón de sus caderas y el sonido de su respiración áspera llenando la cámara.

Las velas titilaron, la suave luz lanzaba sombras a lo largo de las profundas líneas talladas en la cara de él. Su pecho subía y bajaba, brillando como bronce a la luz. Él le ajustó el ángulo de la cabeza para poder deslizarse un poco más profundamente, utilizando pequeños y casi indefensos empujones. Ella sabía que él controlaba sus movimientos, pero adoraba la forma en que no podía estarse quiero, necesitando el ardiente apretón de su boca.

Él latió contra su lengua, y ella adoró la cruda sensación, la textura lisa y el calor ardiente y sexy. Sabía a hombre, un sabor especiado, erótico y muy masculino al que sabía que sería adicta para siempre. Sabía a Dominic, pasión y deseo, amor y aceptación. Le acarició por encima y alrededor, volviéndose más descarada mientras sentía su reacción. Mantuvo la mirada fijada en la de él, observando cada signo de placer, y cuando vio brillar sus ojos, los párpados cayendo pesadamente, aplanó la lengua y frotó el sensible punto justo bajo la corona, el cual había descubierto por puro accidente.

Movió la cabeza, una retirada lenta, todo el rato observando el calor en sus ojos, juzgando su placer mientras acariciaba con la lengua pasándola a lo largo de ese punto dulce. Se detuvo por un momento con la punta entre los labios, observándole contener el aliento, cómo sus ojos se volvían de un azul más profundo, casi negro medianoche, y muy lentamente lo tomó de nuevo. Ardía por la necesidad de complacerlo, de darle el placer exquisito que él le había dado a ella, el mismo cuidado concentrado.

Observar su cuerpo, sus ojos, sentir como crecía la sensación, era tan afrodisíaco para ella. Sintió la respuesta de su propio cuerpo, la presión ardiente entre sus piernas, el dolor en sus pechos y la necesidad que se alzaba tan urgentemente por él. Había una aguda satisfacción en su propia respuesta, pero se mantuvo concentrada solamente en complacerle.

Incrementó la succión, lenta y luego rápida. Dura y luego suave, todo el tiempo su lengua jugueteaba y danzaba. La voz ronca y musical de él se volvió gutural, excitándola. Su empuje se volvió un poco más profundo mientras él patinaba al borde del control. Lo tomó un poco más profundamente y succionó más fuerte, provocando un gemido áspero.

Solange se quemaba viva, por dentro y por fuera. Sentía la boca ardiente, pero entre las piernas estaba en llamas con la urgente necesidad. Deseaba… necesitaba… el cuerpo de él dentro del suyo. Su cuerpo anhelaba el de él, el anhelo era tan abrumador que deseaba saborearlo para siempre en su boca, el cuerpo de él impreso en el suyo para siempre.

La mirada de Dominic se fijó en la de ella, manteniéndola cautiva mientras comenzaba a asumir el control del ritmo, empujando un poco más profundamente. Ella apretó la boca alrededor de él, incrementando la succión, desesperada por él. El empujón rápido y duro le quitó el aliento, pero mientras él penetraba más profundamente ella aprendió rápidamente cómo respirar cuando podía porque no quería parar… ahora no, ni nunca. Adoraba lo que le estaba haciendo, adoraba poder arrebatarle así el control y reemplazarlo con un placer tan descontrolado que no podía concentrarse en nada más.

Él gimió, con la respiración acelerada.

– Basta, kessake, no puedo aguantar.

La mano en su cabello comenzó a tirarle de la cabeza hacia atrás, aunque las caderas se negaban a cooperar, utilizando estocadas rápidas y duras para empujar profundamente en la apretada boca.

Pasó la lengua danzando sobre él, acariciando y rozando, llevándolo al borde mismo de su control. Él apretó la mandíbula y la obligó a echar la cabeza más hacia atrás.

– Esto es demasiado peligroso, Solange.

Ella lo soltó a regañadientes, respirando con dificultad, confusa.

– No entiendo. Deseabas esto. Me deseabas…

– Deseo -corrigió él con los dientes apretados-. Te deseo. Pero no puedo ponerte en peligro. Tengo parásitos en mi sangre que podría pasarte.

– No pueden hacerme daño -señaló ella, frustrada y sintiéndose más molesta por momentos. Se dejó caer al suelo y lo fulminó con la mirada-. Tú comenzaste esto.

– Pensaba que podría mantener el control lo bastante para separar los parásitos y evitar que entraran en contacto contigo, pero se quedan inmóviles cuando estás cerca y no puedo pensar con claridad. Lo siento, Solange. Creí que haría el amor contigo este alzamiento.

Ella levantó el brazo, sus dedos acariciaron la dura y larga erección, observando con una mirada ardiente el estremecimiento que recorría el cuerpo masculino.

– ¿Alguna vez has oído hablar del condón? ¿Los Carpatos no tenéis condones? Porque se me ocurre que si estás tan preocupado, un condón podría ser justo la solución.

La sonrisa fue lenta en llegar.

– No había pensado en eso. Por norma general los Carpatos no necesitan tales cosas.

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