Esperaré hasta que lo veas, aunque me lleve la eternidad…
Solange, mi asombroso regalo sin precio.
De Dominic para Solange
– Cuando Dubrinsky abandone su guarida y corra a ayudar a la aldea, será demasiado tarde, habremos matado a su gente. La sangre correrá en ríos por las calles. Los nuestros se darán un banquete más allá de lo imaginable, celebrando nuestro nuevo orden del mundo -continuó Giles, el maestro vampiro.
Los vampiros rugieron otra vez, pero esta vez el sonido no fue exactamente igual de fuerte. Más de ellos se alejaron del círculo interior para mirar ávidamente hacia el laboratorio donde los humanos vivían y trabajaban. Dominic empujó su necesidad de sangre tan lejos como se atrevió. Quería más información, y el control de Giles sobre su cónclave comenzaba a desenmarañarse rápidamente.
– Nuestro títere aguarda nuestras órdenes. Será programado para conducir un camión con la bomba al interior de la casa del príncipe. Su compañera está embarazada. Los conseguiremos a todos. Desde debajo del suelo, dos de los nuestros destruirán todo lo que haya por encima de ellos. Y desde el aire, destruiremos todo hacia abajo. Una vez que él haya desaparecido, el recipiente dejará de existir.
Dominic esperó a que el rugido de aprobación se calmara.
– ¿Qué hay de su hija? -preguntó, manteniendo la voz tan baja que los vampiros tuvieron que esforzarse para oír.
Giles pareció molesto.
– No importa. Es una hembra.
Ha pasado demasiado tiempo en compañía de Brodrick. El sarcasmo de Solange llenó su mente. Los hombres-jaguar se están escabullendo al bosque. Presienten que algo va a suceder y no desean forman parte de ello, agregó.
¿Van hacia ti?
La idea de que los hombres-jaguar pudieran ir tras ella mientras él estaba ocupado le conmocionó. Debería haber estado preparado para que abandonaran el lugar. Los animales salvajes tenían unos sentidos afilados, leían las emociones. No podían pasar por alto el hambre voraz y el descontento de los vampiros. Hasta era posible que el hambre les hubiera atrapado también y hubieran ido de caza.
No. Pero permaneceré alerta. Tú sólo preocúpate por estar en un nido de asesinos muy peligrosos.
Y tú recuerda que donde estén esos dos, Brodrick no andará lejos.
Él sintió su intranquilidad y supo que se estaba concentrando en protegerle a él más que a sí misma. Se tragó su inclinación a darle la orden de retirarse. Ella no lo haría. Él no lo habría hecho si sus posiciones hubieran estado invertidas. Tenía que confiar en sus habilidades.
Te amo.
Dos pequeñas palabras. El tono de Solange tranquilo y suave. Respiró. Ella tendría cuidado. Él la necesitaba y ella lo sabía.
Su orquesta estaba en posición, todo lo que tenía que hacer era comenzar a dirigirla. Envió las piezas del plan a Zacarías. No tenían el calendario, pero Giles no iba a darlo, no cuando querían poner a pruebasu plan primero. Era ahora o nunca. Tenía que destruir a tantos de los no muertos como fuera posible. No quería que nadie escapara para que supieran que su plan había quedado comprometido, así que este frenético frenesí tenía que comenzar con otra persona. Miró a los vampiros de confianza de Giles.
Estás sonriendo.
¿Lo estoy? Quizá me siento un poco malvado.
La sintió tomar un aliento tranquilizador. Él hizo lo mismo y se estiró en busca del técnico en el interior del laboratorio. Toma el arma del guardia y hiere a los investigadores de dentro del edificio. Oblígalos a salir fuera.
La vista y el abrumador olor de la sangre harían que los vampiros perdieran el control. Todo eso haría que uno de ellos fuera detrás de los humanos heridos y la presa se rompería. Los otros harían lo mismo. Estaba seguro de que Giles trataría de afirmar su autoridad y mandaría a sus vampiros menores a controlar a la muchedumbre y eso los dejaría abiertos para un ataque. Los guardias del tejado empezarían a disparar en un esfuerzo por proteger a sus colegas de los no-muertos y en el tumulto subsiguiente, esperaba que Solange y él pudiesen matar a voluntad.
Los sonidos de disparos quedaron amortiguados por las gruesas paredes del laboratorio, pero no obstante, fueron claros. Giles dejó de retener la atención de la multitud, deteniéndose bruscamente cuando todos se giraron hacia el tumulto. Un relámpago se bifurcó a través del cielo, muy cerca, crepitando, cegador con el calor candente. Un rayo se estrelló contra un árbol junto del grupo. El árbol estalló, las ramas se astillaron y el tronco se ennegreció. Las llamas se precipitaron por la red de ramas.
Los hombres salieron del laboratorio, irrumpiendo en el claro entre la selva y el edificio. Las batas blancas y las camisas de los guardias estaban salpicadas de sangre roja, fuerte e invitadora. Algunos de los hombres, obviamente recién despertados e ilesos, gritaron a los guardias. El informático se precipitó fuera blandiendo un arma, disparando a la multitud caótica.
Sonó un disparo desde el tejado cuando un guardia disparó. El sonido resonó por el bosque. El informático se tambaleó, y en el borde del círculo de los vampiros, el llamado Milán cayó al suelo.
Hecho.
La voz de Solange cuchicheó en su mente y él dirigió una serie de golpes al sorprendido grupo de vampiros. Incineró al caído Milán así como a otros dos que estaban cerca. Mientras lo hacía, un grupo de vampiros se apresuró hacia los técnicos que sangraban. Giles gritó a sus vampiros menores que intercedieran, que formaran una pared entre los humanos y los vampiros hambrientos, mientras el maestro vampiro comenzaba a retirarse.
El primero de los no-muertos desgarró al primer técnico, cayendo sobre él, tragando la sangre rica y caliente. Los guardias del tejado abrieron fuego. El sonido reverberó una vez más por el bosque y Kiral saltó, girando. Levantó la vista hacia el dosel, exponiendo sus colmillos. Sonó una lluvia de disparos. Los hombres chillaron con horror. La sangre salpicó a través del patio. Los vampiros se atacaron furiosamente, irrumpiendo a través de la guardia de Giles para llegar al banquete.
El relámpago golpeó el suelo, acertando a Kiral, incinerándolo en el lugar. Un vampiro atrapado entre los disparos de los guardias y el relámpago cayó, con agujeros de balas en el cuerpo y la otra mitad del cuerpo quemada. Se arrastró ciegamente por el suelo hacia la sangre que se encharcaba mientras los otros le pisoteaban para llegar a los humanos que se habían acurrucado en un esfuerzo por protegerse a sí mismos.
El clon de Dominic empujó, tironeó y se abrió camino arañando con la manada de frenéticos n-muertos, ansioso por conseguir la sangre que se esparcía por el aire y sobre los aterrorizados humanos. Los guardias dispararon a la masa, añadiendo caos. El relámpago se bifurcó y golpeó, el trueno rugió, añadiéndose al terrible estruendo.
Dominic fluyó a través del suelo, golpeando con el puño en el corazón del vampiro más cercano, su velocidad era tanta que fue una mera mancha. Tomó el corazón y rápidamente lo incineró antes de cambiar de dirección y correr hacia Giles. Los vampiros menores se estaban haciendo trizas, tratando desesperadamente de unirse el banquete y llegar al pozo de sangre para reparar sus cuerpos rotos. Atrapó a Giles dentro de la línea de grandes árboles.
Dominic golpeó con fuerza, hundiendo el puño profundamente, los dedos buscaron el último premio. El vampiro maestro se retorció, arañando la cara de Dominic con las garras, cavando surcos en la mandíbula y el cuello. Se inclinó y hundió los dientes profundamente, forzando a Dominic a retirarse. Los dos se miraron fijamente el uno al otro, la sangre goteaba de la boca y las manos de Giles, y fluía negra por su pecho. El cuello y la cara de Dominic sangraban libremente.
Giles se lamió los labios.
– ¿Cómo puede ser? Eres uno de nosotros.
– Soy Buscador de Dragones, idiota -dijo con desprecio en su voz-. ¿Realmente creíste que escogería abandonar mi alma y unirme a tus despreciables filas?
Giles gruñó, revelando los dientes ensangrentados.
– Eres el responsable de este lío.
Dominic se encogió de hombros.
– Por supuesto. Pero te culparán a ti.
Deliberadamente el vampiro chupó la sangre de Dominic de los dedos.
– Tienes los parásitos. Contestaron a mi llamada. -Mientras hablaba dio un paso a su izquierda.
Dominic no esperó zl ataque; golpeó rápidamente y con fuerza, con un rayo que se estrelló donde el siguiente paso de Giles le llevaría. El maestro vampiro gritó cuando la energía candente le quemó el hombro y bajó por el costado, la cadera y la pierna, un rayo láser que le cortó un cuarto del cuerpo por completo, cauterizando mientras ardía a través de la carne podrida.
Giles cayó, rodando, estirándose hacia su cuerpo cortado, arañando, tratando de arrastrarlo hacia si, mientras Dominic se lanzaba sobre él, dirigiendo su puño profundamente una vez más y hundiendo los dedos a través de la carne descompuesta para alcanzar el corazón marchito. Un siniestro crac fue su única advertencia. Una lanza le golpeó por la espalda, empalándolo, llevándolo al suelo y sujetándolo allí. Las raíces estallaron entre la vegetación para envolverse alrededor de su garganta y enrollarse en torno a su cuerpo, sujetándolo.
Dominic hizo explotar la energía hacia el exterior, quemando las raíces leñosas. Mientras lo hacía, las raíces formaron una jaula de madera gruesa, que lo mantenía prisionero. Sólo era una táctica dilatoria, una oportunidad para que Giles reparara su cuerpo podrido. Dominic se apoyó y empujó la lanza a través de su cuerpo, cauterizando la herida mientras lo hacía. El dolor le atravesó. Oyó el eco del grito desgarrador de Solange y la expulsó de su mente, atemorizado de que sintiera ese dolor abrumador.
Obligó a su cuerpo a controlarse, rodó, viendo la multitud de murciélagos que le miraban fijamente con ojos hambrientos. Se dejaron caer, cubriéndole la cara y la cabeza, mordiendo ferozmente mientras hacía explotar la jaula de raíces para liberarse. Se las arregló para ponerse de rodillas, lanzando a un lado a las criaturas que mordían y se tambaleó un poco cuando se puso de pie.
Giles se levantó,con el su cuerpo cosido de cualquier modo, un cuarto del mismo ennegrecido y grotesco. Gruñó, la baba le corría por la cara, los ojos le ardían rojos.
– Mi cuerpo está muerto, Buscador de Dragones. Puedo ser cortado en un millón de pedazos y todavía derrotarte. Tu cuerpo es de carne y hueso. Sientes dolor.
La ceja de Dominic se disparó hacia arriba. Estaba debilitado por utilizar la energía para sostener la tormenta y para mantener su clon donde los otros vampiros lo pudieran verlo claramente. No quería que se comprometiera la información. Sabía que algunos de los emisarios escaparían y no podía correr el riesgo de que cambiaran el plan. Eso significaba ser visible para que no hubiera ninguna oportunidad de que alguien descubriera que él había provocado la destrucción del laboratorio y de todos los que habíaen él.
– Te adulas, Giles. Siempre lo hiciste. Pareces estar intentando ganar tiempo. ¿Crees que tus peones vendrán a protegerte? -Mantuvo su tono con una provocación baja. Giles se había creído invencible, pero estaba sorprendido. Dominic sabía que su reputación era legendaria y el maestro vampiro prefería que fueran sus acólitos los que combatieran contra el Buscador de Dragones en vez de él mismo. También era bien consciente de que el no-muerto tenía un ego inmenso y, aunque era verdad, la provocación insultaba.
Estoy yendo hacia ti. Solange tenía un sollozo en la voz.
No, permanece lejos de aquí. Le derrotaré.
No estoy en posición de ayudarte.
Elimina a tantos como sea posible, pero dispara sólo cuando lo hagan los guardia. No estaré allí para rematarlos, así que pueden detectar tu presencia.
Dominic mantuvo su atención centrada en Giles. La cara del vampiro se retorcía en una máscara de puro odio. Dominic le aguijoneó más.
– ¿Perdiste el control de ellos, verdad? En vez de proteger a los humanos, los están desgarrando a trozos, engullendo sangre. Y de algún modo creo que si te las hubieras arreglado para escapar, Ruslan hubiera estado muy, muy enfadado. No es el hombre más indulgente que he conocido.
Los ojos rojos comenzaron a arder, pero el vampiro tenía el genio bajo control.
– Este incidente sólo hará que los humanos estén mucho más ansiosos por unirse a nosotros para cazar a los no-muertos. Les señalaremos la preciosa aldea del Dubrinsky.
Dominic había logrado apartar el dolor lo bastante cómo para poder respirar otra vez. Solange trataba de hacerlo por él, emparejando el ritmo de los ardientes pulmones a su respiración.
Dominic se inclinó ligeramente y ondeó la mano, asegurándose de que Giles siguiera el gesto con su mirada furiosa mientras Dominic reunía la energía poderosa que crepitaba y crujía en lo alto del cielo. Permitió que el poder llenara su cuerpo agotado y, dejando un segundo clon atrás, se alejó de su cuerpo, dejando el clon expuesto y abierto.
Quedándose delante, insustancial y transparente, esperó a que Giles hiciera su movimiento. Su clon se encorvó un poco y se apretó la palma contra el agujero ennegrecido del pecho, a la izquierda del corazón. Podía sentir cómo le abandonaban las fuerzas. Dos clones y una tormenta drenaban su energía rápidamente, pero mantuvo su forma transparente.
Giles cargó, precipitándose con toda su fuerza y velocidad sobrenatural, yendo a matar. Dominic dio un paso adelante para encontrarse con el impulso, utilizando el ímpetu de Giles y su propia fuerza increíble para darle un puñetazo. En la fracción de segundo antes de que el vampiro llegara al puño, Dominic se materializó, disolviendo al clon. Giles se empaló en el puño extendido. Dominic agarró el corazón antes de que el no muerto supiera que estaba sucediendo. Extrajo el órgano marchito y ennegrecido y lo tiró a distancia del maestro vampiro, dirigiendo el rayo al objeto podrido.
Giles chilló horrorosamente, el grito reverberó por el bosque. Se tambaleó por el suelo, buscando el corazón perdido con las manos. Arrugándose lentamente contra el suelo, escupió a Dominic antes de que su cuerpo sucumbiera a la pérdida. El relámpago saltó a su cuerpo, incinerándolo. El vampiro se retorció en las llamas ardientes, como si una parte de él todavía estuviera viva. El fuego siseó y farfulló una protesta, pero ardió rápidamente, reduciendo al no muerto en cenizas.
Dominic se dejó caer sobre una rodilla, con la cabeza baja, arrastrando aire a los pulmones. Todavía tenía que esperar que Josef le señalara que era seguro destruir el laboratorio y llevar a Solange a un lugar seguro.
¡Dominic! su voz le dio el estímulo necesario para moverse.
Giles está muerto. Vuelvo a la batalla.
Puedo oír la fatiga en tu voz. ¿Necesitas sangre? Puedo donde estás.
Cuando acabemos aquí. La idea de su sangre, esa increíble fuerza sanadora fluyendo por su cuerpo, le dio energía. Volvió a zancadas al laboratorio por entre los árboles mientras permitía que su clon se disolviera.
Solange suspiró de alivio y concentró su atención otra vez en la escena caótica del laboratorio. Los chillidos de terror llenaban el aire y el olor a sangre lo impregnaba todo. Bala tras bala llovían desde el tejado. El no-muerto, ahora lleno de agujeros de bala, alzó la vista para marcar a los guardias como presa. Ella había deseado que esos hombres murieran, pero no así, no de esa manera tan horrible. Los vampiros habían perdido todo el control, devorando todo lo que tuviera sangre. No podía divisar a ningún hombre-jaguar. Se habían esfumado a la primera señal de problemas.
Se encajó el rifle en el hombro otra vez y apretó el gatillo una fracción de segundo después de que un guardia disparara. Una lluvia de disparos ahogó el suyo. El relámpago se estrelló contra el vampiro derribado. Buscó a través de la mira para tratar de encontrar a uno de los vampiros que Dominic había querido destruir. Era difícil identificar a cualquiera de ellos ahora. Las imágenes se habían desteñido, dejándolos como cadáveres podridos, con la piel cayéndose, ojos hundidos con mechones grises o blancos pegados al cráneo.
La sangre estaba por todas partes, en su ropa y caras; las manos estaban resbaladizas a causa de ella. Solange fue a reconocerlos por la ropa, esperando acertar. Localizó a uno que pensó que era Arlo a los pies del edificio, bajo el alero, fuera de la vista de los guardias. Subía rápidamente por un lateral del edificio, subiendo por la pared como un lagarto, saltó sobre la espalda de Felipe, rompiéndole el cuello con los dientes. El primer disparo le atravesó la parte de atrás del cráneo, el segundo le entró por la espalda directo al corazón. Su forma se hizo añicos, se dio la vuelta con la cara cubierta de sangre, los ojos ardiendo como un loco y miró hacia el bosque. Saltó al aire, estaba comenzando a cambiar cuando el relámpago le golpeó, incinerándolo hasta que las cenizas llovieron sobre la masa de vampiros frenéticos que desgarraban y rasgaban, engullendo la sangre brillante y caliente.
Solange se enjugó el sudor de la cara, el estómago le daba bandazos. Nunca había visto nada parecido al caótico baño de sangre que estaba toeniendo lugar. Los no-muertos devoraban todo lo que había a la vista, desgarrándose mutuamente, chasqueando y mordiendo como una manada salvaje de animales hambrientos. Estaba acostumbrada a las leyes del bosque, pero esto era algo enteramente diferente. El sudor le goteó por los ojos y estiró la mano otra vez para enjugárselo. Su gata saltó cuando registró el sonido amortiguado de unas alas poderosas por encima. Salió rodando del refugio del árbol, agarrando una liana y usando el empuje para que la llevara al siguiente árbol. Había perdido el rifle, pero llevaba la ballesta y las flechas alrededor del cuello y tenía un cuchillo atado al muslo.
El águila harpía chilló cuando falló, las inmensas garras golpearon el aire vacío. Muy afiladas, del tamaño de las garras de un oso pardo, habría resultado gravemente herida si el gran pájaro hubiera logrado hundirlas en ella.
Solange, habla conmigo.
La calma de Dominic la tranquilizó. Encajó una flecha en la ballesta y estudió el cielo nocturno. El águila volaba en círculos, preparando otro ataque. El relámpago bifurcó el cielo, permitiéndole ver como se acercaba el inmenso pájaro.
Falló por poco. Tu amigo Akos envió al águila harpía detrás de mí. Está dirigiendo el ataque. Quizá puedas quitármelo de encima para que no tenga que disparar a este hermoso pájaro.
No corras riesgos, Solange. Dispara si tienes que hacerlo.
Solange calculó el ataque del pájaro, permitiendo que su gata la guiara con sus reflejos. Cuando el águila se acercó, planeando bajo en el dosel, dejándose caer rápidamente, el pesado batir de las alas fue una advertencia en su cabeza. Esperó, contando en silencio para sí misma. No quería matar a la magnífica criatura, no cuando sabía que un vampiro la estaba utilizando para atacarla. Comúnmente el pájaro nunca habría hecho tal cosa, a menos que ella estuviera demasiado cerca de su nido.
Las garras casi le arañaron la cara cuando se agachó, pero el pájaro no tuvo manera de girar, las ramas estaban demasiado cerca y limitaban severamente la maniobrabilidad del águila. Las alas usaron poderosos golpes para ganar suficiente altura y alzarse una vez más hacia el cielo turbulento. Pesadas nubes negras se iluminaban en los bordes con los relámpagos que crepitaban, revelando el águila mientras daba círculos hacia ella una vez más.
Siguió al pájaro con la ballesta, pero algo en ella se negaba a matarlo. Había habido demasiadas muertes ese día. Todavía podía oír los chillidos, el terror, el sonido de disparos, y sabía que los hombres restantes estaban siendo masacrados. Todos esos trabajadores del laboratorio habían sido plenamente conscientes de que estaban localizando mujeres para raptarlas, violarlas y matarlas. No le gustaba el modo en que estaban muriendo, pero al menos ellos habían escogido su propio camino. El águila harpía estaba siendo forzada a una conducta poco natural.
Dominic le siseó. No puedo encontrar a Akos. Mata al águila y ponte a salvo rápidamente. Lo rastrearé.
Una advertencia. Una orden. Preocupación. Dominic pensaba que el vampiro iba tras ella. Solange pensaba que era más probable que el no-muerto estuviera aprovechando la oportunidad para escapar.
Se preparó para obedecer, mirando como el águila preparaba su acercamiento y luego se dejaba caer rápidamente desde el cielo con las garras extendidas para atraparla. Calculó el regate una segunda vez, dándose cuenta de que esas garras eran más grandes de lo que había pensado, y se lanzó fuera de la trayectoria. Extendió la mano, esperando agarrar la liana que había marcado como su cuerda de seguridad, pero falló, la mano sólo agarró el aire vacío.
No había forma de cambiar en el aire; todo lo que podía hacer era volverse tan laxa como fuera posible y tratar de encontrar vegetación suave. Aterrizó con fuerza, el aire escapó de sus pulmones, la hizo jadear sin respiración y la dejó incapaz de moverse. Las estrellas estallaron detrás de sus párpados. Estaba tumbada sobre la gruesa vegetación, desesperada por respirar y el cuerpo le dolía en un millón de lugares. Cerrando los ojos, permitió que se le escapaba un pequeño gemido, considerando el dormir allí mismo. Levantarse parecía demasiado esfuerzo.
Dime que estás viva y bien, Solange, exigió Dominic. Akos va detrás de ti y tengo que detenerlo.
Considérate invitado. Yo me tumbaré aquí y descansaré.
Dominic se lanzó al aire, siguiendo el débil olor a sangre que Akos había dejado. El vampiro era violento, con un rayo de crueldad que tenía desde la niñez. Al destrozar a los humanos había conseguido cubrirse de sangre por todas partes. No se había molestado en tomarse el tiempo necesario para limpiarse, probablemente reviviendo la experiencia y regocijándose en el recuerdo del baño de sangre. Disfrutaba del sufrimiento y del terror de sus víctimas, y el olor a sangre que impregnaba su ropa realzaría el recuerdo.
Dominic oyó el chillido del águila y cambió de dirección bruscamente. Akos huía, llamando a la harpía mientras corría por el bosque, zigzagueando entre los árboles, ignorante de que dejaba gotitas de sangre detrás. Dominic no quería alejarse demasiado de Solange, no con todos esos vampiros en la zona. En este momento se habían alimentado bien y se dispersarían rápidamente, temiendo la ira de Giles. Nadie excepto sus vampiros menores sabría que había sido destruido y se irían inmediatamente. Aún así…
Alcanzó la niebla unos minutos más tarde. Las gotitas de sangre dispersadas por el rastro gris de vapor identificaron al vampiro instantáneamente. Dominic utilizó una rara orden carpato. Los vampiros habían nacido Ccrpato y por lo tanto todavía estaban sujetos a la ley de la sangre.
– Veriak ot en Karpatiiak, por la sangre del Príncipe, muonìak te avoisz te, te ordeno que te reveles. -Su voz retumbó a través del bosque, sacudiendo los árboles. El suelo onduló bajo sus pies, y arriba el relámpago dividió las nubes oscuras.
Los monos aullaron y se precipitaron por el dosel, agitados. El águila harpía chilló otra vez, interrumpió su vuelo antes de recuperarse y asentarse en las ramas de un árbol, plegando lentamente su gran extensión de alas. El susurro en la maleza traicionó una multitud de fauna. Una serpiente levantó la cabeza y los lagartos dieron saltos a través de ramas y troncos.
El vapor ondeó, tomó sustancia hasta que Akos, transparente y luchando contra la orden, aterrizó con fuerza en el suelo y se tambaleó rápidamente para ponerse de pie. Sus ropas estaban empapadas en sangre fresca y la boca, los dientes y la mandíbula estaban manchados. Las salpicaduras de sangre atrapadas en su cabello parecieron brillantes puntos negros cuando el estallido de un relámpago iluminó el bosque oscurecido. Sonrió, mostrando los dientes puntiagudos.
– Buscador de Dragones. Debería haberlo sabido.
Dominic caminó en círculos hacia la derecha, manteniendo un ojo cauteloso en el cielo. Akos utilizaría al águila harpía como distracción y trataría de terminar la batalla rápidamente. Un combatiente despiadado elegía únicamente las batallas que podía ganar. Sus ojos habían adoptado un brillo rojo, pero recorrían los alrededores, como si Akos pensara que todavía podía escapar.
– No hay forma de escapar a la justicia -dijo Dominic tranquilamente, mirando a los ojos huidizos.
Levantó la vista sólo una fracción de segundo y Dominic utilizó su velocidad borrosa, estrellándose contra Akos mientras el águila harpía se dejaba caer desde el cielo. El puño penetró la pared del pecho mientras las garras se estiraban a por sus ojos. Los hizo girar, el vampiro estaba chillando, la sangre negra manaba sobre el puño y el brazo quemaba hasta el hueso. Las garras del águila se envolvieron en torno al cráneo de Akos, rasgando y rompiendo para sujetarse.
Solange no se atrevía a descansar de verdad, estando allí sin protección, temerosa de que el vampiro enviara al águila tras ella. Abrió cuidadosamente los ojos para mirar al dosel oscurecido. Tres pares de ojos felinos resplandecían sobre ella, mirándola con la intensa concentración de los depredadores. El corazón le saltó en el pecho y comenzó a latir con fuerza. Hombres-jaguar. No se habían alejado mucho del laboratorio, probablemente habían encontrado un refugio en el dosel y contemplado la sangrienta masacre. Su primer instinto fue tratar de huir, o cambiar y huir, pero éstos eran machos fuertes, rápidos y feroces, acostumbrados a cazar. No tenía ni una oportunidad así que permaneció quieta, dispuesta a no asustarse.
Dominic. Mantuvo la voz muy tranquila. ¿Cuán lejos estás?
Cuéntame, amada.
Ella saboreó el sonido de su voz, tan tranquilo, tan seguro de sí mismo. Su corazón se tranquilizó. Esta vez no estaba sola. Estos hombres nunca la tomarían viva. Se lo había prometido a sí misma hacía mucho. Sabía que Dominic vendría a por ella. Sólo tenía que retenerlos aquí.
Brodrick y dos de sus soldados. Dame una estimación. Puedo mantenerlos distraídos. Sintió la ballesta en la mano. No la había dejado caer. Y tenía el cuchillo.
Sintió su vacilación. Debo destruir a Akos. ¿Puedes arreglártelas hasta que llegue? Dime la verdad.
Los dedos de Solange se apretaron alrededor del arco. Lo levantó y disparó. La flecha voló directa, pasando como un rayo por el cielo, a través de las hojas y ramas hasta clavarse en uno de esos ojos felinos resplandecientes. Al impactar la flecha ardió, quemando a través del cráneo. Oyó el ruido sordo cuando algo pesado cayó de las ramas. Rodó una y otra vez hacia la cuesta que le daría alguna apariencia de cobertura.
Tengo esto cubierto.
Se le llenó la boca de hojas y hormigas cuando rodó por el barranco y patinó en el barro hasta aterrizar en un pequeño riachuelo que desembocaba en una corriente más grande. Se arrastró apresuradamente a la jaula de uno de los árboles más grandes del terraplén. Ofrecía poca protección pero no podrían venir a por ella por detrás, y estaba armada y preparada. Era sólo cuestión de tiempo antes de que resolvieran cómo atraparla, pero sólo necesitaba comprar tiempo. Esperaban que cambiara y huyera, pero ella no iba a jugar a eso.
Akos está delante, le estoy rodeando por detrás.
Su águila puede estar con él ahora, advirtió Solange. Pudo oír juramentos. Uno de los dos hombres jaguar había cambiado, probablemente para comprobar a su compañero. Estaba muerto. No había manera de que pudiera haber sobrevivido a ese disparo. Presta atención al cielo.
Como si le contestara, el relámpago estalló en un despliegue espectacular, extendiéndose por el cielo. Las nubes oscuras eran moradas, con bordes de fuego. Se enjugó el sudor de la cara con la manga. Una ramita chasqueó y todo su cuerpo se tensó.
– Chica lista.
El corazón se le hundió. Había sabido todo el tiempo que sería él. Brodrick. Apretó los dientes para evitar que le castañetearan. El viento se levantó de repente, completamente inesperado, e inexplicable, aullando entre los árboles, llevando las voces de todas las mujeres que este hombre había asesinado, gritándole que les trajera justicia. La lluvia caía a ritmo constante, un sonido lastimero que acompañaba los gemidos del viento.
– ¿Las oyes? -preguntó, su voz sorprendentemente tranquila. Mantenlo hablando. Quizá, si tenía suerte, entraría en su línea de tiro.
– ¿A quiénes? -preguntó Brodrick.
– Las muertas. -El aullido se elevó hasta convertirse en un tono febril-. Te están llamando. -Mantuvo su voz baja, esperando que tuviera que acercarse más para oírla. ¿Y dónde estaba el otro?
– Es a ti a quien llaman -corrigió con un gruñido-. Sal de ahí y tira tu arma.
– Puedo tener tu sangre corriendo por mis venas, pero logré sacar la inteligencia de mi madre. Me deseas, ven y atrápame.
Oyó como otra ramita se partía a la izquierda. El otro hombre estaba dando un rodeo, tratando de llegar a ella mientras Brodrick la distría. Susurró a su gata, cerciorándose de que estuviera alerta.
– Solange, tienes que saber que nuestra raza se muere -dijo Brodrick en tono razonable, como si fueran viejos amigos discutiendo un largo tema familiar.
Ella apenas podía distinguirlo, estaba bastante lejos de ella, poniéndose un par de vaqueros. Apartó los ojos. Era lo bastante listo para no entrar en su línea de tiro, aunque… se meneó, empujando con los pies hasta que tuvo suficiente espacio para tumbarse boca abajo. Se arrastró sobre el vientre centímetro a centímetro lentamente, utilizando la capacidad del gato de quedarse congelada para no alertarle del cambio de posición.
La gruesa y retorcida raíz se enrollaba mientras subía para unirse al conjunto de raíces que se apoyaba en el árbol y formaba su jaula. Deslizó lentamente la ballesta al borde bajo la raíz. Sólo había un par de centímetros de espacio libre, pero suficiente para disparar una flecha. Era un ángulo complicado, y no podría utilizar una de las flechas especiales de vampiro, sino la más pequeña y más tradicional.
– Por supuesto que lo sé, Brodrick. Tú lo hiciste y además con deliberada maldad. Sabías exactamente qué estabas haciendo así que ahórrame el discurso de “tienes que salvar nuestra especie”. ¿Quién es tu amigo? ¿El que se mueve furtivamente más sonoramente que las cigarras? Cualquiera creería que si se supone que es tu guardián, habría aprendido a ser silencioso. -El sarcasmo goteó.
Ajustó el ángulo ligeramente cuando él se desvaneció de vuelta a las sombras. Se movería. Un pie. Una mano. No importaba qué parte de su anatomía expusiera; le tendría.
Brodrick suspiró excesivamente fuerte.
– Reggie, puedes salir de ahí.
La molestia afilaba su voz. Unos dedos de alarma rozaron la espina dorsal de Solange. Tembló, frunciendo el entrecejo. Estaba tramando algo. Su única ventaja era que la querían viva. Brodrick nunca la mataría y desde luego tampoco su compañero. Era demasiado valiosa viva. Era una cambiaformas con sangre real. Brodrick deseaba un heredero. Por repugnante y despreciable que sonara, ella conocía sus intenciones. Saboreó la bilis en la boca, pero su mirada nunca abandonó la figura oscura que andaba de acá para allá detrás del velo de la espesa maleza.
Brodrick se movió otra vez y ella disparó desde donde estaba tumbada en el suelo, la flecha salió disparada entre la maleza. Él gritó. Maldijo. Ella oyó como su cuerpo caía pesadamente cuando se derrumbó, chocando contra la maleza. Elevó una oración silenciosa para que allí hubiera ortigas.
– Voy a hacer de tu jodida vida un infierno, pequeña puta -rugió, sus gruñidos reverberaron por el bosque-. Cada día que vivas no será nada más que dolor. Conozco más maneras de provocar dolor a una perra en celo de las que jamás has imaginado.
En los pequeños límites de la jaula de raíces, Solange encontró difícil encajar otra flecha en la ballesta. Se meneó, tratando de permanecer traquila. La pierna le rozó contra la madera gruesa en el lado derecho cuando trató de poner el brazo en posición. Algo la agarró del tobillo, sujetándola con fuerza contra el suelo. Sintió el pinchazo, una picadura aguda, mientras soltaba la ballesta, sacó el cuchillo de la funda del muslo y con un sólo movimiento rodó apuñalando, clavando la hoja profundamente en el costado del hombre que la mantenía contra el suelo.
¡Ven ahora! envió la llamada frenética a Dominic. Me han clavado una aguja.
Había sabido que Brodrick tramaba algo. La habían engañado al romper las ramitas, haciéndola pensar que Reggie estaba a su izquierda. Error estúpido y estúpido. Trató de permanecer calmada, respirando uniformemente, sin querer que lo que fuera que le habían inyectado se moviera demasiado rápido por su sistema. Pensaban que tenían tiempo. Se dormiría, la sacarían y la tendrían a su merced. No eran conscientes de Dominic.
Reggie escupió maldiciones mientras se tambaleaba saliendo de las raíces. Caminó unos dos metros, se tambaleó y cayó a cuatro patas.
– Brodrick. Ven aquí y ayúdame.
Estaba al descubierto, donde ella podía dispararle a voluntad una flecha. Utilizando movimientos lentos y cuidadosos, Solange encajó otra flecha en la ballesta y esperó, esta vez tan atrás en la jaula como pudo. No podrían atravesar el conjunto de raíces fácilmente con sus cuerpos fornidos, y ella no iba a ponérselo fácil.
Tenía la frente punteada de sudor. Su visión se enturbió. En torno a ella, las raíces retorcidas se movían ligeramente, como si estuvieran vivas.
– Brodrick -gimió Reggie. Se apretaba el costado con las manos. La sangre goteaba sin parar entre sus dedos.
– Para de gimotear -dijo Brodrick con brusquedad-. Has dejado que la pequeña puta te clavara el cuchillo. Te dije que era letal. La has subestimado.
– ¿Por qué será -preguntó Solange, su voz sonaba metálica y muy lejana-, que el hombre que ataca a la mujer siempre se molesta cuando ésta se defiende? Nunca he comprendido eso.
– No tengo inconveniente en una pequeña lucha. Se añade al placer cuando una mujer lucha, todo ese temor delicioso -dijo Brodrick, ignorando la angustia creciente de Reggie. Su socio comenzó a arrastrarse hacia la maleza-. Adoro mirar sus caras cuando ruegan o suplican, tan dispuestas a hacer algo por mí, a soportar cualquier cosa por mí, sólo para vivir. -Su risa era burlona, llena de desprecio-. Créeme, tú harás lo mismo.
Tenía una buena vista sobre él ahora, si permanecía quieto, pero tenía que darse prisa. Sus brazos empezaban a sentir los brazos de plomo. Se enjugó el sudor de los ojos con el codo, construyendo una imagen de él en su mente. Su tamaño. Su forma. Estaba detrás del helecho y la maleza, su perfil en sombras era retorcido.
– Deberías haberme matado cuanto tuviste la oportunidad -dijo ella, deseando su respuesta, deseando asegurar más su posición. Su visión era sorprendentemente borrosa.
– Cuando me des un hijo, será un placer para mí hacerlo, y tardarás mucho tiempo en morir -contestó, la confianza suprema en su voz-. Como el viejo Reggie.
Reggie se desplomó en el suelo, gimiendo, pero su fuerza drenada con su sangre.
Solange inhaló profundamente, y cuando exhaló, disparó la flecha. Brodrick gruñó. Esperó, el corazón latiendo rápidamente. El suelo se sacudió cuando Brodrick se volvió loco, irrumpiendo a través de la maleza, destruyendo todo a su paso, su rabia hirviendo. Rugiendo, se precipitó hacia su refugio, aplastando las raíces, atravesando las astillas de madera para agarrarla del pelo. Dio un fuerte tirón. Solange se tumbó en el suelo, soltando la ballesta de la mano entumecida. La arrastró fuera de lo que quedaba de la jaula de raíces y la tiró al suelo.
Míralo. Sigue mirándolo. Dominic estaba tranquilo.
Ella sintió la misma calma. Esto tengo que hacerlo yo.
Como separada de sí misma, oyó los puños que golpeaban su cuerpo, vio la máscara retorcida de odio y gruñidos alzándose sobre ella, pero no sintió nada más aparte de su motivación, su propósito. Este monstruo había matado a casi todos los que ella había amado alguna vez. Había destruido innumerables vidas así como a una especie entera. Lo miró con una mirada indiferente e impasible que le enfureció aún más. Se agachó sobre ella, le agarró la camisa con la mano. Antes de que pudiera arrancársela del cuerpo, ella vertió cada gramo de energía y voluntad que tenía en la mano que sostenía el cuchillo.
Golpeó con la hoja, directamente a su negro corazón. No tuvo la suficiente fuerza para empujarlo tan profundo como hubiera querido, pero a juzgar por la erupción de sangre que manó sobre la hoja, estaba segura de que sería suficiente para matarlo. Los ojos de él se abrieron de par en par en completo shock. Solange pudo ver que nunca había considerado la idea de que una mera mujer pudiera derrotarlo. La rabia reemplazó a la sorpresa y dejó caer las manos desde la empuñadura del cuchillo a su garganta.
Antes de que pudiera le envolverle los dedos alrededor del cuello, una explosión de energía candente lo golpeó alejándolo de ella. Dominic se arrodilló al lado de Solange, sus manos le nrecorrieron suavemente el cuerpo. En todas portes donde la tocaba, las magulladuras sanaban.
– Tengo que extraer el sedante de tu cuerpo, Solange -dijo y procedió a hacerlo.
La ayudó a sentarse. Solange descansó la cabeza contra su pecho por un momento.
– Gracias. Todavía estoy inestable.
Presintiendo un movimiento, Dominic se dio la vuelta, protegiendo con su cuerpo a Solange mientras se enfrentaba a Brodrick. El hombre se arrancó el cuchillo del pecho, y utilizando sus últimas fuerzas, fue a tirárselo a Solange. Dominic arrojó fuego, un rasgo Buscador de Dragones raramente utilizado. Las llamas engulleron al cambiaformas, ardiendo en brillantes llamas rojo anaranjadas.
Solange levantó la ceja.
– No sabía que podías hacer eso. Es como un poco raro.
Él la besó.
– No me hagas enfadar y no tendrás que verlo otra vez.
Ella rió suavemente.
– Quiero irme a casa.
– Josef ha terminado por fin. Puedo echar abajo el laboratorio -le dijo-. Y entonces podremos regresar a casa.
Con los ojos fijos en la conflagración llameante, y los chillidos de Brodrick llenando el aire, ella suspiró suavemente.
– Hazlo, entonces. Quiero dormir durante un mes. -Su pesadilla había terminado por fin. Los otros cambiaformas se dispersarían y serían problema de otra persona. Con suerte, irían donde la ley los pudiera alcanzar.
Dominic se concentró en el laboratorio, construyendo la imagen en su mente. Había prestado atención a cada punto estructural. Subterráneamente levantó la primera onda directamente debajo del edificio. La tierra tembló. Brodrick se desmoronó y se retorció en el suelo. A lo lejos podían oír el retumbar mientras el laboratorio se sacudía. Dominic no se detuvo hasta que el último bloque estuvo hecho pedazos y no quedó nada.
Se giró y miró al cielo a través de la lluvia que caía, bajando el relámpago una última vez. El rayo golpeó el cuerpo de Brodrick que se retorcía, incinerándolo completamente. La energía candente saltó a Reggie y lo convirtió en ceniza.
Le tendió la mano a Solange.
– A casa, mi vida. Tenemos a ese pequeño montón de piel y garras que alimentar.
Solange puso la mano en la suya y sin una mirada hacia las cenizas ennegrecidas, caminó lado a lado con su compañero hacia casa.