Capítulo 5

Cuando me encuentras,

Me completas

Me devuelves a la vida nuevamente.

De Dominic para Solange


Dominic observó lentamente a los cuatro vampiros que les rodeaban. Decir que era muy extraño que tantos no-muertos se reunieran sería ponerlo muy suavemente. Aun quedaba la cuestión de la adulación de Drago. Dominic no hizo mucho más que mirar a Zacarías, pero el otro Carpato tenía nervios de acero. Podía sentir el hambre vertiéndose de los vampiros. Se habían levantado con un apetitos voraz y él suponía que los humanos del laboratorio estaban estrictamente fuera de los límites, si querían mantener la fachada de que estaban ayudando a perseguir y matar vampiros, se suponía que los Carpatos eran los vampiros. Eso significaba que Zacarías sería comida para todos ellos.

Drago hizo una mueca.

– Creo que estás superado en número.

Dominic enarcó sus cejas.

– ¿En serio? -Flexionó sus hombros-. El premio es mío. Le reclamo y nadie, absolutamente nadie lo alejará de mí.

Un gruñido se alzó entorno al círculo. Dominic les proporcionó un poco de espacio, sobre todo para que él y Zacarías pudieran luchar espalda con espalda. Normalmente Dominic habría preferido golpear sin ningún tipo de juego previo, pero sospechaba que había otro vampiro que aún no se había unido a la fiesta, lo cual significa continuar con su actuación de vampiro indignado.

– ¿Crees que viajando con esta manada me intimidas Drago? Éste -Dominic señaló al vampiro de baja estatura con quien se había encontrado en los campos de batalla-, es un gusano, arrastrándose sobre el vientre en todas las batallas. No te será de ninguna utilidad. -Su voz estaba llena de desprecio-. Y luego está ése. -Dominic indicó al mejor vestido del grupo. Era más alto y más musculoso, incluso todavía mantenía limpia su forma, los dientes aserrados apenas estaban ennegrecidos-. Jason, un petimetre que prefiere la ropa de colores en vez de hacer el trabajo. Me diviertes, Drago, con tu elección de guerreros. No puedes luchar tú mismo y no tienes buen ojo para los que te ayudarán en la batalla.

Se alzó un murmullo de protesta, pero ninguno de ellos se atrevió a atacar, no sin permiso, y no cuando Dominic parecía tan confiado. Una explosión de saliva brotó de la boca de Drago cuando gritó una protesta. Su mano se aferraba fuertemente a algo en su cadera, las uñas afiladas y puntiagudas se clavaban profundamente en lo que había estado acariciando.

Humo y llamas estallaron debajo de su puño y Drago gritó y alejó la mano. Llena de ampollas y quemada, la carne se desprendió de los huesos. Una sombra tomó forma. Drago se tambaleó hacia atrás, gimiendo y sosteniéndose la mano contra el pecho. Los otros tres vampiros pusieron distancia entre ellos y la escena que estaba se desarrollaba, en silencio, intentando pasar desapercibidos. Dominic y Zacarías permanecían inmóviles.

El hombre que surgió de las sombras era alto, con hombros anchos y largo cabello ondulado, con la piel sin defectos y su ropa inmaculada. Sus oscuros ojos se fijaron en Dominic por un breve instante, se deslizaron sobre Zacarías y luego volvió a Dominic. La imponente figura de poder, claramente un maestro, no era uno de los hermanos Malinov. De alguna manera, contra todos los pronósticos, los hermanos unidos habían logrado reclutar a un gran maestro.

Demyan, del linaje Tiranul. Hermano de Dimitri. Pensamos que había muerto hacía años. Dominic identificó al maestro avisando a Zacarías. Crecimos con él. Es un maestro en la batalla.

Las nuevas emociones eran difíciles de controlar, había sido amigo de Demyan. Viajaron juntos durante un tiempo, luchando contra el enemigo, matando a cualquier vampiro con el que se encontraran. El dolor lo llenó, intenso, sacudiéndolo por un momento. La familia Tiranul había sido famosa como maestros de la espada, y estaba seguro de que Demyan nunca renunciaría a su amor por la hoja. Los no-muertos inclinaron la cabeza.

– Veo que estás disfrazado y estos imbéciles no te reconocieron. -La voz era hipnotizadora. Su tono bajo.

Dominic había olvidado el poder en esa cautivadora voz. Cambió sus rasgos ocultando toda cicatriz de forma que se pareciera al que Demyan recordaba. Dominic sabía que había sido un hombre guapo en todos los sentidos, mucho antes de que se hubiera quemado en la lucha para salvar al príncipe. Permitió que su cabello largo y negro fluyera limpiamente por la espalda en una cola de caballo, atado con el cordón de cuero fino, siempre un arma si uno la necesita.

– Mucho mejor. Dominic Buscador de Dragones.

Dominic inclinó la cabeza con aire regio.

– Estos… -Movió la mano en un círculo despectivo para indicar a los vampiros que lo rodeaban. No se molestó en mirar a los ofensores, su gesto y el tono de voz lo decía todo-. Interrumpieron mi noche.

– Tontos de ellos. Pero bueno, no les has permitido saber quién eres realmente.

Dominic se encogió de hombros.

– No considero que mi identidad sea necesaria para intimidar a los de su calaña.

Drago gruñó, pero cedió cuando Demyan le lanzó una fría mirada.

– No he oído la noticia de que uno de los Buscadores de Dragones se hubiera unido a nuestras filas y eso sería una gran noticia, pero tu sangre llama a la mía.

Dominic le envió una sonrisa enigmática.

– Puedo caminar entre los Carpatos, sin temor a sus sospechas. Es útil, aunque a veces tedioso. Éste -indicó a Zacarías, con un gesto indolente- reconoció mis intenciones antes de que pudiera matarlo. -Inhaló profundamente, aspiró el tentador aroma de la poderosa sangre en sus pulmones, y lanzó a Zacarías una sonrisa satisfecha, permitiéndose, sólo por un pocos segundos, mostrar en sus ojos el resplandor rojo rubí cuando se volvió de nuevo hacia Demyan-. Su sangre es… poderosa.

Por un momento Demyan perdió su compostura, el atractivo de la sangre antigua era una tentación que estaba más allá de su control. La piel se estiró y crispó, y luego se dividió en partes, dejando ver una masa de gusanos que se retorcían. Sus labios se afinaron y se retrajeron para revelar unos dientes puntiagudos, horribles agujas ennegrecidas encerradas en una boca abierta y hundida. El cráneo hundido, a los huesos se pegaba a la poca carne, al igual que el deformado, retorcido y ennegrecido corazón. El maestro vampiro olfateó el aire, un perro de caza desesperado por la sangre antigua rica y poderosa.

Los vampiros menores reaccionaron, salivando, siseando, acercándose a Zacarías. Dominic levantó las manos hacia el cielo y se calmaron de inmediato.

– No entiendes -dijo Demyan, su voz era ronca ahora, pero se las arregló para recuperar su compostura, la ilusión de belleza regresó a él-. Éste debe ser llevado al laboratorio. Puedes usarlo tantas veces como desees para tu sustento, pero no puedes matarlo.

Dominic dejo caer las manos a los costados poco a poco, como si el maestro vampiro le estuviera arrullando con su voz.

– Lo puedo usar aquí sin compartirlo -señaló Dominic.

Se deslizó un pequeño paso más cerca de Demyan, Zacarías se movía con él para que la acción fuese tan sutil que aquellos que los rodeaban no lo percibieran.

– Es el enemigo más odiado de nuestros líderes. Se nos premiará a todos en gran medida por su captura.

– Quieres decir que soy el más temido. -Por primera vez habló Zacarías, con un látigo de desprecio-. Me teme, todos lo hacen. -Hizo una pausa-. Justo como deben.

Demyan siseó.

– Tú eres alimento para los cinco. Te arrastrarás ante ellos.

Los ojos de Zacarías estaban muy negros.

– Creo que ya no son cinco. Un par de ellos buscaron y encontraron la justicia.

– ¿Piensas que puedes burlarte de ellos? ¿Que puedes insultarlos? Vas a sufrir mucho antes de que te permitan morir.

Zacarías extendió los brazos.

– Han enviado a muchos tras de mí, siglo tras siglo he sido cazado, y todavía estoy vivo.

– Yo soy el que engañó a Zacarías. -Declaró Dominic su propiedad-. Nadie más.

– Buscador de Dragones. -Zacarías escupió su disgusto-. No tienes derecho a usar ese título. Lo deshonras. Te kalma, te jama ni?kval, te apitäsz arwa-arvo. No eres más que un cadáver ambulante con larvas infectadas, sin honor. -Inclinó la cabeza hacia Dominic regiamente-. Sé que buscas la justicia que te mereces y una vez que estos gusanos con los que viajas se hayan ido, terminaremos nuestro pequeño baile.

Drago no pudo contenerse. Voló hacia Zacarías con los dientes expuestos, gruñendo y escupiendo. Tanto Demyan como Dominic se giraron hacia él, levantando una mano. El vampiro menor se estrelló contra una barrera invisible y salió disparado hacia atrás.

Dominic emitió una risa corta, sin humor.

– Veo que tu mascota necesita un poco más de entrenamiento, Demyan. No obedece todas tus órdenes.

Demyan se encogió de hombros.

– Es difícil conseguir ayuda decente en estos días. Creen que saben más de lo que saben. No tengo paciencia para enseñarles cómo matar a un cazador.

– ¿Por qué molestarse? No necesitas a alguien como éste -Dominic hizo un gesto hacia Drago, con evidente desprecio.

Demyan, como la mayoría de los vampiros, se regodeo con la alabanza.

– Son útiles, como averiguarás. Estás acostumbrado a trabajar solo, pero descubrirás que tener gusanos para servirte tiene sus ventajas, sobre todo en una posición como la mía. Únete a nosotros.

– Sí, hän ku lejkka wäke-sarnat, traidor, mentiroso. Arrástrate hacia tu nuevo amo -instó Zacarías.

Demyan se volvió hacia él.

– Puedes cacarear todo lo que quieras pero tu sangre pronto alimentará a nuestras filas.

Dominic carraspeó.

– Un pequeño detalle, Demyan. -Esperó hasta que el maestro vampiro se volvió hacia él-. Su sangre me pertenece a mí, y yo nunca he creído en compartir… -Sonrió y se produjo un claro desafío en su sonrisa.


* * *

Solange se empujó sobre las manos y las rodillas y miró cuidadosamente alrededor. Inhaló el olor de los dos hombres-jaguar. Quería recordarlos para poder reconocerlos en cualquier lugar, para recordar a los hombres responsables de robar la luz de los ojos de su amada prima.

Reunió toda la fuerza que pudo, se arrastró a lo largo del tronco hacia la orilla y se dejó caer al suelo, en el fango y la hierba. Jaulas de raíces gigantes hacían que la selva tuviera un aspecto extraño, oscuro y misterioso, donde las criaturas podían mirarla con ojos llenos de miedo o hambre. Se puso de pie y se cayó dos veces, así que se arrastró más profundamente en el bosque. Podía cambiar, pero tenía tantas lesiones, que dudaba que el jaguar fuera mejor que su forma humana.

Usó una liana para levantarse otra vez, y tambaleándose, se dirigió en dirección a las cinco pequeñas cuevas de pierda caliza. Cada una de ellas parecía ser de una única pequeña cámara, pero había descubierto años antes, en una de ellas, una entrada que llevaba a una red de cavernas más profundas bajo tierra. Más de una vez se había retirado a ellas cuando necesitaba sanar las heridas y estar a salvo. Nunca se le ocurría acudir a sus primas, o a cualquier otra persona. Estaba herida y vulnerable. Nunca correría el riesgo de guiar a un enemigo a las puertas de su familia. Eso simplemente no estaba en su código.

Envolvió los brazos alrededor de su cintura y continuó el viaje. Era peligroso moverse a través de la selva tropical de noche, sangrando por una media docena de heridas, pero no se atrevió a tratar de examinar su cuerpo. Ardía con cada paso y sabía por experiencia cuánto daño podían hacer las garras y los dientes, pero por regla general se curaba rápidamente. Brodrick podría haberla matado, pero no lo había hecho. Estaba enojado, pero quería su sangre real y su capacidad de cambiar de forma. Era tan depravado como para pensar que podría darle un hijo real.

Se pasó la mano por el cabello enmarañado y desaliñado. Se lo cortaba frecuentemente cuando estaba fuera de control. Su cabello era espeso como lo era el de la mayoría de la gente-jaguar, y crecía rápidamente. Cuanto más se lo cortaba, más rápido parecía crecer. El color era negro como la noche, al igual que el pelaje de su jaguar, con unas pocas vetas doradas. Si hubiera alguna característica que pudiera ser considerada hermosa en ella, habría sido el cabello. Ahora no tanto.

Sus ojos de gata le permitían ver el camino en la oscuridad a través de los árboles y arbustos, el bosque de helechos gigantes y la maraña de raíces que serpenteaba por el suelo. Se limitaba a poner un pie delante del otro. Había estado aquí antes, herida, dolida, cansada y lo estaría de nuevo. A veces, como esta noche, no había victoria para nadie. Annabelle había muerto, no volvería a casa con su marido. Probablemente ni siquiera sabía por qué esos hombres la habían secuestrado de su casa en Francia.

Solange cerró los ojos brevemente y luego los abrió de golpe, inhalando profundamente, consciente del silencio de los insectos. El zumbido era continuo por regla general, un ruido de fondo que nunca cesaba, sin embargo, esta parte del bosque estaba anormalmente silencioso. Algo peligroso se escondía aquí. Algo no natural. No era un jaguar. Ningún depredador que caminara por la noche y fuera familiar para los habitantes de la selva tropical. El peligro tenía que ser el no-muerto.

Se fundió en los árboles, con el cuerpo cerca del tronco. Buscó a su jaguar para comprobar la noche. Su corazón comenzó a latir con fuerza. No uno, sino varios, justo delante. Sintió la reacción familiar y muy extraña en sus venas. La adrenalina corrió por su cuerpo. Se giró para alejarse lentamente y captó un olor familiar.

De La Cruz.

Reconocería ese olor en cualquier lugar. Juliette lo llevaba encima, al igual que Mary Ann. Maldijo en voz baja. Estaba exhausta, pero él era de la familia y la familia era sagrada. Trató de despejar su cerebro y pensar con claridad. En este momento estaba débil, desvalida no podía entrar en batalla contra los vampiros sin un plan o la cabeza despejada. En algún lugar cerca de ella había un escondrijo, pero… Se dio la vuelta en todas direcciones, tratando de sacudirse el cansancio en preparación para la batalla.

Los vampiros eran difíciles de matar. Podía arrancarles el corazón como jaguar, pero no podía incinerarlos. Los no-muertos tenían sus armas especiales. Riordan y Manolito habían trabajado con ella, perfeccionando sus habilidades, y tenía que admitirlo, proponiendo armas especializadas que le dieran alguna ventaja, justo lo que necesitaba en estos momentos. Eran criaturas monstruosas.

Se dirigió unos metros al norte, trotando, ignorando el dolor de su cuerpo. Nada importaba sino proporcionar ayuda a cualquier hermano que estuviera en problemas. Encontró su escondrijo justo al lado de la senda que conducía a la primera cueva de piedra caliza. Nunca entraría dentro de una de las cueva, siendo consciente de que los vampiros y los Carpatos iban bajo tierra para descansar. Sacó las armas que necesitaba, masticó varias hojas que ayudarían a aliviar el dolor y el ardor de su cuerpo pero que no nublarían su mente, y corrió hacia el campo de batalla.

Entró a favor del viento, atrayendo la fuerza de su jaguar cuando se temía no poder seguir adelante. Cuando sintió las piernas demasiado parecidas a goma para sostenerla, se tumbó boca abajo y se deslizó a través de la vegetación, ignorando el enjambre de insectos atraídos por sus heridas. Usando los dedos y los codos, se acercó un poco más al grupo de hombres que se reunían bajo los árboles.

Podía oír el gemido de los árboles y el gemido de la hierba mientras los no muertos pisoteaban los helechos y la maleza, aplastando flores y hojas, envenenando todo lo que tocaban. El hermano De La Cruz era fácilmente reconocible. Todos tenían ese sello impresionante de autoridad absoluta, hombros anchos y rostro apuesto. Éste tenía que ser el escurridizo Zacarías, el mayor de los cinco hermanos. Había visto una vez a Nicolás, y conocía a Riordan, Rafael y Manolito. Zacarías parecía tranquilo y confiado, en lo más mínimo preocupado por estar rodeado de vampiros.

Se quedó sin aliento cuando el hombre que estaba delante de él se giró ligeramente y lo vislumbró. Su Carpato, el hombre de sus sueños. No tenía cicatrices, pero era sin duda el que venía a ella en sus peores momentos. El único ante el que ella feliz y estúpidamente se había desahogado y derramado sus lágrimas como un bebé quejica. Era aún más guapo en la vida real de lo que lo era en su imaginación, lo cual hacía peor que le hubiera contado sus más oscuros secretos.

Dejó salir su respiración lentamente, maldiciéndose a sí misma por reaccionar como una mujer en lugar de como una guerrera. Él no necesitaba una mujer ahora, necesitaba sus habilidades de lucha y eso era lo que podía darle. Ese podría ser el único regalo que jamás tendría para él, pero lucharía con cada aliento de su cuerpo para salvarlo del círculo de carne podrida que lo rodeaba.

Se acercó más, y se detuvo bruscamente cuando captó el destello de los ojos del alto Carpato. Su mirada se deslizó sobre ella, sabía que estaba allí. Estaba segura de que él lo sabía. Él dio una pequeña sacudida con la cabeza, la cual Solange tenía toda la intención de ignorar. Zacarías miró en su dirección y sintió el peso de su desaprobación. Eso aligeró considerablemente su estado de ánimo. Él siempre la había desaprobado, y esa constante en su vida le dio un nuevo impulso de energía. Realmente encontraba un placer secreto en molestar a los hombres autoritarios.

Apartó esos pensamientos tan satisfactorios y utilizó sus últimas reservas de fuerza.


* * *

Dominic sintió el repentino cambio en su sangre, todo quedó en silencio e inmóvil. Los parásitos habían estado frenéticos, tratando de matarlo de adentro hacia afuera, pero ahora se retiraban como si de un enemigo mortal se tratara. Cada terminación nerviosa de su cuerpo se puso en alerta. Olfateó el aire, pero no había ningún olor delator. Eso no importaba. Lo sabía. Su compañera estaba cerca. Demasiado cerca.

Zacarías levantó repentinamente la cabeza en alerta, su mirada oscura barrió el bosque de los alrededores antes de tocar la cara de Dominic.

Tenemos compañía.

El poder estalló a su alrededor mientras Demyan mantenía a los vampiros menores bajo control. No tenían forma de saber que los Carpatos se esabantcomunicando.

Mi compañera.

Avísala.

Dominic nunca cambió de expresión. Solamente miró a Zacarías, manteniendo su atención dirigida hacia Demyan. Nunca abandonarías a tu compañera, Zacarías, no en un combate. No eres capaz de eso, ni ella tampoco.

Es una mujer.

Es mi mujer y es una guerrera como conviene a mis necesidades.

Zacarías emitió un sólo sonido que significaba muchas cosas. Indignación. Desaprobación. Desacuerdo. Solange estaba bajo su protección, pero los compañeros tenían prioridad sobre todo lo demás. En todo caso, conocía a la mujer por su reputación. Era tan terca como una mula.

¿Y qué pasa si la matan? Te suicidarás.

Estoy en una misión suicida, respondió Dominic. Ya estoy muerto.

Zacarías suspiró. Que así sea, viejo amigo.

Los vampiros menores oscilaron, los pies se movieron en una pauta muy similar al redoble de un ritual ceremonial. El poder crujió en el aire. El trueno retumbó a lo lejos. Un látigo de relámpago resplandeció en lo alto.

– Veo que empiezas a impacientarte, Demyan -dijo Dominic.

– No estoy acostumbrado a la interferencia -espetó.

Sabía al igual que Dominic que la demora sólo le hacía parecer débil ante los ojos de sus seguidores, pero era reacio a atacar a un Buscador de Dragones.

– Nunca he conocido a nadie lo bastante estúpido para interponerse entre yo y lo que es claramente mío.

– ¿Piensas detenernos y evitar que llevemos a este traidor ante los maestros? -gruñó Demyan.

Una vez más sus labios retrocedieron y los dientes ennegrecidos y puntiagudos fueron una burla contra su imagen hermosa.

Horrorosos gruñidos y murmullos de protesta provinieron de los cuatro vampiros menores. Se separaron, apostándose en un semicírculo flojo alrededor de Dominic. Los insectos se arremolinaron sobre los troncos de los árboles y sobre los troncos caídos. Los murciélagos se zambulleron y giraron en el aire por encima de ellos. Una serpiente resbaló por la rama del árbol más cercano y brillantes ranas diminutas miraron fijamente con oscuros ojos redondos. Demyan había formado a su ejército.

Dominic se alejó un poco de Zacarías para dar al Carpato espacio para luchar. Dominic iría a por Demyan, la mayor amenaza. Tendría que confiar en Zacarías para mantener a los demás lejos de él. No sería fácil, pero podría hacerse.

– Quizá tú llames maestro a otro, Demyan, pero yo no lo haré.

Drago dejó escapar un chillido de indignación.

– Lo ha jurado. Su sangre llama.

– Hago lo que me conviene. No me conviene entregaros mi premio a vosotros y luego ver cómo los tres os alimentáis de lo que me pertenece.

Demyan les recordó deliberadamente que de los cinco hermanos Malinov que habían empezado la campaña para destruir al pueblo Carpato, ahora sólo quedaban vivos tres. Los hermanos de Zacarías habían contribuido en gran parte a destruir a los maestros vampiros.

– El sol está cerca de aparecer y estoy cansado de este pequeño juego. ¿Quién comenzará el baile entonces, Dominic? -preguntó Demyan tranquilamente.

El silencio cayó. El bosque contuvo la respiración. Los vampiros se balancearon de atrás hacia delante.

Solange surgió de las sombras, el arma sujeta hacia abajo, ya apuntada hacia el vampiro vestido a la última moda. Lo había marcado como fácil de matar, y Dios sabía que necesitaba uno fácil.

Dominic no se giró ni la miró. La mirada de Zacarías fue fría, sin reconocimiento. Los vampiros que se balanceaban se pararon durante un momento, murmurando y mostrando dientes negros. La ceja elegante de Demyan se disparó hacia arriba y luego sonrió, una sonrisa afectada, lenta y malvada.

– Me gusta bailar -anunció ella y disparó la flecha directa hacia Jason, el vampiro coloridamente vestido, apuntando al lugar perfecto en el pecho cubierto de seda. La flecha se encendió poco antes de desgarrar la carne para encontrar el corazón reseco, incinerándolo con la llama candente.

Jason no tuvo tiempo de reaccionar, ningún tiempo de chillar ni vengarse. Implosionó, el fuego estalló a través de la piel y el hueso, rociando sangre llameante y gusanos ennegrecidos al suelo.

Zacarías giró para golpear y hundir el puño profundamente en el pecho del vampiro más cercano, conduciéndose directamente al corazón. Lo arrancó, la acción sucedió tan rápidamente, que el no muerto bien vestido todavía no había logrado caer al suelo. Zacarías llamó al relámpago para incinerar el corazón mientras se giraba para enfrentarse al siguiente adversario. Drago era el discípulo de Demyan, el vampiro menor era un peón para el maestro, pero mientras Drago viviera, Demyan permanecería y lucharía, creyendo que tenía una mejor oportunidad de supervivencia contra un cazador. Era imprescindible mantener a Drago ocupado y entretenido hasta que Dominic maniobrara hasta colocar a Demyan en una posición óptima para matarlo.

Dominic estuvo sobre Demyan antes de que el maestro vampiro pudiera reaccionar, saltando la distancia en un esfuerzo por terminar la batalla antes de que comenzara realmente. El vampiro había tenido siglos para perfeccionar sus habilidades y adquirir conocimientos, volviéndose más poderoso con cada siglo hasta puder parecer hermoso y limpio, manteniendo a los demás vampiros como sus esclavos. Los Carpatos envejecían de la misma manera, pero la astucia sólo llega ba cuando estaban cerca de convertirse. Dominic quería parar el combate antes de que empezara.

Los ojos de Demyan se abrieron por la sorpresa. Estaba claro que había creído que los parásitos en la sangre de Dominic le controlarían, evitarían que atacara a uno de los suyos, como deberían haber hecho. Giró fuera de su alcance poco antes de que el puño de Dominic penetrara en su pecho, buscando el corazón. Sus ojos se volvieron salvajes y Dominic logró hacer retroceder la mano cuando unas cuchillas giraron cerrándose alrededor de Demyan, creando un traje móvil blindado.

– Debería haber sabido que utilizarías la pericia de tu familia -dijo Dominic, estudiando las cuchillas giratorios.

Nunca se había topado con nada parecido en todas sus luchas con los no muertos. No parecía haber un patrón evidente que pudiera detectar, las hojas giraban en torno a Demyan a diferentes velocidades, de forma que era imposible introducir el puño a través de la armadura sin cortarse el brazo.

– Deberías haber sabido que era mejor no desafiarme -corrigió Demyan.

Dominic archivó la insinuación del ego del vampiro para un futuro uso. Las hojas giraron y oscilaron, destellando como plata en la noche oscura. Dominic captó el brillo de una hoja larga, sólo un destello rápido, su única advertencia. Se las arregló para formar su propia espada y encontrarse con el balanceo de la hoja de Demyan. Las chispas llovieron alrededor de ellos cuando el metal se encontró con metal con tal fuerza que el bosque se sacudió. El sonido reverberó entre los árboles. Los pájaros chillaron. Un éxodo en masa siguió cuando las espadas se estrellaron una y otra vez.

La espada de Demyan descendió con un golpe directo sobre la cabeza de Dominic. Él apenas logró levantar la hoja para parar el golpe y alejarlo, con los brazos levantados al nivel de su cabeza para evitar que la espada cayera sobre ella. En el momento que levantó los brazos, las hojas giratorias más pequeñas se lanzaron hacia él, como disparadas por un arma, cientos de cuchillos lanzados simultáneamente. Dominic barrió la espada a través de su cuerpo, golpeando y alejando a la mayor parte, pero una se alojó en su muslo y otra en el pecho.

Las hojas habían sido ideadas con la habilidad Carpato, forjadas por un maestro, y cortaron limpiamente carne y músculo, enterrándose profundamente. Dominic no tuvo más elección que disolverse en vapor para deshacerse del metal. Las hojas cayeron a tierra, pero Demyan era demasiado experimentado para permitir que ese breve respiro lo detuviera. Siguió las gotitas de sangre, el olor, y como un sabueso, se introdujo en la nube de vapor, cortando con su espada.

Dominic se materializó, respondiendo, empujando el dolor al fondo de su mente mientras se enfrentaba a cada uno de los movimientos de Demyan, su cerebro trabajaba para encontrar la pauta de los cuchillos que se arremolinaban. Debía anticipar cada uno de los movimientos de Demyan y adelantarse a él.

Cuando Dominic saltó para atacar a Demyan, Solange se giró y disparó a Robert, el gusano, con un suave movimiento. La flecha voló, atravesando el pecho para perforar el corazón, estallando en el mismo calor candente que incineraba todo aquello con lo que entrara en contacto. El agotamiento era algo que ni siquiera su fuerza de voluntad podía vencer. Las piernas se le doblaron y se encontró sentada en el terreno ondulante. A su alrededor el suelo gimió. Comenzaron a tejerse amplias grietas a través del suelo del bosque, pequeñas fracturas que se ampliaron lentamente hasta que los escombros comenzaron a caer en ellas.

– Aléjate -gritó Zacarías mientras se apresuraba hacia Drago-. Ponte a salvo.

Ella le lanzó una mirada ardiente. ¿Parecía estúpida? Ya estaba poniéndose en pie y saltaba hacia las ramas más bajas de un árbol joven. Como refugio no ofrecía mucho, se doblaba bajo su peso pero la alejó del suelo que se fragmentaba.

Oyó el choque de metal contra metal y giró la cabeza para ver cómo llovían chispas. El corazón le saltó a la garganta. Casi se levantó en la rama débil del árbol, el temor por su Carpato la atravesó inesperadamente. No tenía la menor idea de cuánto había invertido en el hombre al que había inventado. Lo miró fluir como agua sobre el suelo desigual, evitando raíces de árboles mientras bailaba alrededor del maestro vampiro. Las hojas giratorias hipnotizaban y se vio forzada a concentrar su atención otra vez en Zacarías. No había manera de que pudiera ayudar a su Carpato, pero si Zacarías podía derrotar a Drago, él podría ayudar a vencer al poderoso vampiro.

Zacarías y Drago se juntaron, dos combatientes violentos elevándose sobre el suelo, cerniéndose en el aire durante sólo un momento. Zacarías introdujo el puño en la pared del pecho e instantáneamente miles de murciélagos se dejaron caer desde el cielo para cubrir su cuerpo, los dientes le desgarraron la carne, lo alejaron del vampiro menor. Tropezó bajo ese peso, cayendo a tierra, donde los murciélagos lo empujaron hacia bajo.

Solange soltó una tercera flecha mientras Drago se precipitaba al frenético festín de los murciélagos, pensando obviamente en matar a Zacarías mientras las criaturas nocturnas le tenían atrapado. La flecha se hundió en el hombro de Drago, estallando en llamas cuando golpeó la carne. El hombro del vampiro explotó de dentro afuera. El hombro, el brazo y el costado del cuello se volvieron negros y se convirtieron en cenizas. Drago chilló, la cabeza giró con brusquedad, esos agudos ojos rojos la encontraron en el precario refugio del árbol.

A Solange, el corazón le golpeó con fuerza en el pecho. Se agachó, preparada para saltar, mientras encajaba otra flecha en la ballesta. Aullando, Drago lanzó el brazo sano hacia el cielo para que las oscuras nubes hirvieran y el relámpago se bifurcara por los bordes. El rayo se estrelló contra el árbol mientras ella saltaba a las ramas del siguiente árbol, aterrizando con fuerza, sujetándose con una mano, las garras estallaron de la mano izquierda para agarrarse el tronco mientras su mano derecha agarraba su arma. Pocos de su clase podían realizar una proeza tan difícil en medio de una batalla, utilizando una parte de su cuerpo en forma de jaguar y la otra en forma humana.

Se arrastró por la rama, levantando el arco para conseguir otro disparo. Zacarías se puso de pie, girando tan rápidamente su fornido cuerpo que pareció emborronarse, arrojando a un lado a los murciélagos, dejando su ropa destrozada y ensangrentada. Se inclinó ligeramente cuando se movió a la derecha, forzando a Drago a moverse también.

– Veo que has aprendido un truco o dos de tu maestro.

Drago retiró los labios para mostrar los espantosos dientes.

– Lamentarás tu desprecio.

Zacarías sonrió.

– Creo que no.

Los dos adversarios se precipitaron hacia adelante otra vez, dos gladiadores chocando mientras el trueno retumbaba sobre sus cabezas.

Alrededor de Solange los árboles gimieron y se inclinaron mientras la agitación masiva continuaba. Desde su posición podía ver el centro de la red, con las grietas que se abrían hacia fuera, estirándose como hilos sedosos, buscando…

Jadeó. Era un ataque contra una persona específica. Su Carpato. El suelo se hinchaba y las grietas se estiraban para encontrarlo. Podía ver las enormes líneas en la tierra desviándose en todas direcciones, alejándose de Zacarías y el vampiro contra el que luchaba.

Las hojas giraban demasiado rápido, haciendo que disparar una flecha fuera casi imposible. Era buena, pero la coordinación era imposible. Con el corazón en la garganta, miró a su Carpato. Él parecía estar anticipando cada movimiento que el vampiro hacía, su espada se encontraba con la del otro, choque tras choque llameante. Desde su atalaya podía ver que el vampiro trataba de maniobrarlo a una posición, pero el Carpato parecía capaz de evitar las trampas. Por dos veces vio que su hoja penetraba los cuchillos giratorios, un tajo que barrió limpiamente a través del blindaje y se hundió hondo en el vampiro.

La sangre negra se esparció a través de las hojas giratorias, siseando cuando el ácido golpeó el suelo. Demyan escupió sangre a su Carpato y se tocó la cabeza a modo de saludo simulado. Su Carpato cortó una segunda vez, golpeando a través del blindaje, y los ojos de Demyan se volvieron locos, la neblina roja de matar se reflejó en ellos. Atacó con fuerza, haciendo retroceder al Carpato, temeroso ahora de permitirle el ataque, ya que de algún modo su oponente había averiguado cómo calcular el giro de las hojas.

Las grietas se ampliaron, atrayendo la atención de Solange otra vez, ahora eran de varios metros de largo, el terreno se abría unos buenos centímetros. Era imposible ver cuán profunda era cada grieta.

¡Ten cuidado! Apestaba que ni siquiera conociera su nombre. En el suelo, una trampa. No sabía qué clase de trampa, pero se acercaba a él, anillo tras anillo de grietas de telaraña. Envió la imagen detallada a su mente.

Dominic. El nombre le fue entregado en un tono calmado y objetivo, incluso mientras la espada paraba empuje tras empuje, el vampiro trataba claramente de llevarlo hacia los agujeros que se ensanchaban y se abrían en el suelo del bosque. Soy Buscador de Dragones.

Solange frunció el entrecejo, la adrenalina corría salvajemente, la sangre en sus venas bombeaba en una feroz y casi violenta reacción a los parásitos en la sangre del vampiro. Podía sentir realmente la reacción dentro de ella, como si su sangre se alzara para luchar contra la sangre del vampiro con repulsión absoluta. Todo en su interior se sentía salvaje e incontrolable, pero él era justo lo contrario. Dominic. Eso fue todo. Como si estuviera paseando por una pradera de flores y no en el combate de su vida.

Respiró, observando como el maestro vampiro lo guiaba, retrocediendo, atrayéndolo, girando a la izquierda, luego a la derecha, atacando, retrocediendo, pero manteniendo la atención de Dominic en él mientras esgrimía con habilidad su espada. Esa terrible hoja afilada cortó el pecho de Dominic, destrozando la ropa elegante y dejando tajos profundos en su piel.

El maestro vampiro y Dominic anticipaban los movimientos uno del otro, un ballet muy violento que era tan aterrador como hipnotizador, ella no podía apartar la mirada. Todo mientras esos anillos seguían rodeando a Dominic, acercándose más y más. Para su horror, unas arañas comenzaron a salir de las grietas. Las reconoció inmediatamente. Las arañas brasileñas eran sumamente venenosas y agresivas. Las piernas larguiruchas se expandieron unos buenos doce centímetros y parecieron detenerse, se levantaron para mirar a Dominic con sus ocho ojos, los dos más grandes resplandecían con el mismo odio maníaco de color rubí que exhibía Demyan. Mostraron unas mandíbulas rojas, una señal de ira, la evidencia de su prontitud para atacar.

Solange sabía por experiencia que los Carpatos podían expulsar el veneno mortal de su sistema, pero con múltiples mordeduras terriblemente dolorosas, Dominic tendría problemas para luchar contra el maestro vampiro. Ella no podía rociar el suelo con fuego para incinerarlas, pero quizás podía interrumpir el plan de batalla de Demyan. No tenía la menor idea de cómo atravesar esas hojas giratorias pero estaba dispuesta a intentarlo. Antes de que tener oportunidad de dejárselo saber a él, sintió la conmoción en su mente.

Distráelo con tus flechas y yo llamaré al relámpago para quemar estas criaturas. Mira el débil borrón debajo de su corazón. Atacaré con fuerza. Tendrá problemas para mantener los cuchillos en varias pautas. Ése es su punto vulnerable.

Debería haber sabido que él tendría el mismo plan que ella. En sus sueños a menudo discutían las batallas en las que habían participado y pensaban definitivamente de forma semejante. Apuntó con cuidado, respirando profundamente para calmarse, con los ojos fijos en el lugar justo debajo del corazón de Demyan. Los cuchillos eran terribles, destellando, arranques plateados que nunca parecían mostrar una apertura. Esperó con una completa fe en que Dominic maniobraría hasta colocar al maestro vampiro en su línea de tiro. Conseguiría lanzar una, quizá dos flechas y él la atacaría. Tenía que estar lista para abandonar su asidero, pero no iba a bajar al suelo, no con esas arañas por todas partes. Ella no tenía la capacidad Carpato de expulsar el veneno de su sistema.

Dominic, tan tranquilo como siempre, ignoró los miles de ojos que lo miraban fijamente y se deslizó cerca de Demyan, entrando en ángulo y forzando a Demyan a dar un paso a un lado o ir hacia atrás. Por un segundo diminuto su blindaje vaciló, repitiendo la pauta, y Solange dejó volar la flecha. No estuvo cerca de ser un disparo mortal, pero se hundió en el lugar bajo el corazón y estalló. El aire se cargó rápidamente, el cabello se le puso de punta. Saltó.

Instantáneamente, el mundo alrededor de ella estalló con calor y una gran explosión de luz. La fuerza la impulsó hacia atrás en el aire. Utilizó su flexible espina dorsal felina para girar, sus manos buscaron una rama. No tuvo más elección que dejar caer la ballesta para salvarse. Necesitaba ambas garras para agarrarse a lo que surgiera y evitar golpear el suelo, ahora en llamas, las arañas ardían y saltaban con horrorosos chillidos, un hedor asqueroso que penetró en el aire, haciéndola toser.

Arrastró su cuerpo árbol arriba, su fuerza disminuía. Vio a Zacarías mirar a Dominic, quien hizo un asentimiento imperceptible. Su corazón dio un salto. Se comunicaban y planeaban un ataque supremo. Zacarías se condujo a través de las defensas de Drago con una facilidad que le hizo darse cuenta de que había estado manteniendo deliberadamente al vampiro menor vivo por alguna razón que ella no podía entender. Golpeó el puño y atravesó la pared torácica, casi levantando al no muerto en el aire con su fuerza.

Hubo un horrible sonido de succión cuando extrajo el corazón y lo lanzó a las llamas que Dominic había convocado. Al mismo tiempo, Dominic calculó su tiro, introduciendo su hoja directamente entre los cuchillos. Las chispas se convirtieron en fuegos artificiales, las hojas afiladas se detuvieron, rompiéndose y cayendo para revelar el cuerpo de Demyan veteado de sangre.

El maestro vampiro rugió su odio, asimilando cómo el cuerpo de Drago se convertía en cenizas, su mirada saltando hacia Zacarías. El conocimiento de que los dos cazadores trabajaban unidos lo golpeó. Solange vio la sorpresa en su cara. Instantáneamente unas lianas se dejaron caer desde los árboles, enrollándose como serpientes vivas alrededor de Dominic mientras éste empujaba el puño hacia el pecho de Demyan. Solange se despojó de su ropa apresuradamente, arrancándose la blusa y empujando los vaqueros a un lado. Saltó del árbol al suelo que ondulaba, cambiando con una velocidad experta. Las enredaderas se envolvieron, apretando a Dominic, sujetando un brazo y cubriendo su boca y nariz. Una serpenteó por su cuello, apretando con fuerza alrededor, mientras otra se convertía en la cabeza de una víbora y retrocedía, exponiendo los dientes para golpear en el ojo.

El jaguar aguantó la repentina agitación del suelo debajo de ella, asentándose, esperando. En el momento que la hinchazón bajó, cargó contra Demyan, apresurándose hacia él desde atrás. Su atención estaba fijada en Dominic, dirigiendo las enredaderas que lo encarcelaban. El jaguar golpeó el maestro vampiro con fuerza, hundiendo los dientes en la nuca. Las mandíbulas poderosas sujetaron su cráneo mientras el ímpetu del ataque del jaguar lo conducía hacia adelante hasta empalar el pecho en el puño extendido de Dominic.

Cuando Solange saltó hacia atrás, Zacarías recogió la espada desechada de Dominic y, con un balanceo violento, cortó el cuello de Demyan. La cabeza salió volando y Solange se giró, incapaz de observar el espectáculo de una cabeza rodando por el suelo, directa al fuego. Sus chillidos la arañaron por dentro e incluso en su forma de jaguar, sintió subir la bilis. Dominic tiró el corazón a las llamas y los dos Carpatos se enderezaron, con las cabezas gachas, respirando con dificultad, mientras en torno a ellos el suelo ardía con fuego y la sangre de vampiro quemaba a través de la piel hasta el hueso.

Solange se dirigió al árbol donde había dejado su ropa desgarrada, sin mirar atrás. Sabía que los dos machos Carpato estaban concentrados en sus heridas, curándose a sí mismos como mejor podían antes de tratar de limpiar el área y eliminar toda la sangre de vampiro así como los parásitos, para ayudar a la recuperación de bosque.

Se vistió detrás de la maleza, considerando el huir, pero estaba demasiado cansada para intentarlo. No podía ayudar con la limpieza general. Tendría suerte de encontrar un lugar seguro donde dormir. Armándose de valor, cuadró los hombros y se giró, casi chocando contra… él.

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