Mírame… ahora mírate a través de mis ojos.
Mírate: la más hermosa sobre la tierra.
De Dominic para Solange
Dominic extendió la mano hacia Solange. Su cuerpo ardía por ella. Apenas podía razonar por la necesidad de su toque, la necesidad de su piel suave deslizándose contra él. Necesitaba desesperadamente estar dentro de ella. Su alma le rugió para que la atara a él, para que reclamara lo que le pertenecía. Para que se unieran por siempre. Su disciplina estaba agotada y nada se interponía entre él y la mujer que amaba.
La levantó en brazos, acunándola. Amada Solange. Ella parecía excitada, sexy y temerosa a la vez. Cada instinto protector de él emergió a la superficie. La mezcla de mujer sensual, tan desesperada por él como él lo estaba por ella, combinada con la inexperiencia inocente sólo se añadía a su necesidad de ser tierno. Había esperado que con la intensidad de su celo felino, ella fuera muy experimentada en hacer el amor, pero estaba claro que no lo era.
El amor era casi abrumador, amenazaba con ponerlo de rodillas. Ella no tenía noción de lo bella y atractiva que resultaba para él. Los carpatos veían lo que había en el interior. El cuerpo era simplemente una cáscara. Quizás porque podían cambiar a cualquier forma que eligieran, el exterior les importaba poco. Pero él podía ver dentro de su corazón y de su mente, y se había enamorado profundamente. Solange era la mujer perfecta para él, con su lealtad feroz, su valentía a toda prueba y su sensualidad natural.
Había esperado durante tanto tiempo, tantos siglos, hasta que toda esperanza por esta única mujer se había desvanecido. La sostuvo acunándola contra su pecho desnudo, apenas capaz de asimilar que ella por fin era suya. Su cuerpo sufría por ella, la sangre caliente palpitaba en su ingle, el pene sufría un dolor constante y fuerte que se negaba a remitir. Su piel, toda esa suave extensión de seda y satén, lo llevaba al borde de la locura. Había sido paciente, esperando a que ella se entregara, que confiara en él lo suficiente, pero los demonios que rabiaban en los machos Carpato nunca se habían calmado, nunca lo dejaban en paz, exigiendo que la atara a él, que la reclamara como suya.
Ella pasó las manos sobre su torso, levemente, sólo el susurro de un toque mientras él la acostaba suavemente en la cama. Estaba tan alterado por la necesidad, que casi se olvida de la cama. Atrapó su corto gemido en la boca mientras la besaba, su sedoso cabello agarrado en el puño. Se permitió el lujo de perderse en las sensaciones de Solange mientras la besaba una y otra vez. Seda caliente, una promesa de las cosas por venir. Esa fantástica boca se movió contra la suya, toda miel, especias y únicamente ella.
Una fiebre de amor y deseo rugía en su cuerpo. Dominic Buscador de Dragones, perfectamente controlado y disciplinado, no podía controlar durante más tiempo su propia temperatura. La deseaba tanto que apenas podía respirar. Disciplina y control eran su modo de vida. Era una experiencia única arder por dentro y por fuera, tener el corazón martilleando en el pecho y el pene temblando de pura necesidad por una mujer… la necesidad de una compañera.
Adoraba el aspecto que ella tenía bajo él, los ojos tan aturdidos y hambrientos, el deseo desnudo en su rostro. El rubor que se extendía por su cuerpo le encantaba. Los pechos eran preciosos bajo la luz de las velas, una tentación a la que no podía resistirse. Bajó la cabeza, el pelo se deslizó por su cuerpo de tal modo que ella se retorció bajo él, con las terminaciones nerviosas ya inflamadas.
Sus pequeños gemidos entrecortados lo volvían loco y deseaba, necesitaba, más. Cerró la boca alrededor de la suave elevación de su pecho y atrajo dentro el pezón. Un temblor la recorrió y gritó, un pequeño sonido, suave y roto, que casi hace añicos los últimos vestigios de su control. Adoraba los suaves y tentadores pechos, y más aún adoraba su reacción cuando tironeaba y hacía rodar el pezón con sus dientes y dedos. Ella estiró el cuerpo hacia él, se retorció bajo su asalto, y él no pudo evitar fundir las mentes y así sentir cada sensación que manaba de su cuerpo. Debajo de él, el estómago y los músculos de ella se tensaron, meneaba la cabeza salvajemente sobre la almohada. Las caderas se agitaban, buscando su cuerpo.
Él succionó, alentando los suaves gemidos de placer indefenso. El calor se precipitaba por sus venas y ya sentía las contracciones en la matriz de ella.
– Dominic. -Susurró su nombre, una y otra vez, con los puños apretados en el pelo de él, sujetándolo hacia ella.
El sonido necesitado en su voz le elevó la temperatura unos cuantos grados más hasta que pensó que quizás sería posible arder de dentro afuera. Se tomó su tiempo, prodigándole una tierna atención a los pechos, atormentando y tironeando, la lengua danzando, tirando con fuerza con la boca y pasando la lengua con delicadeza, dando diminutos mordiscos y calmando el escozor con un golpe cariñoso de lengua.
Una mano se deslizó sobre el estómago plano, sintiendo cómo los músculos de allí se tensaban y contraían de excitación. Su corazón repiqueteaba bajo la boca, un frenético y rítmico latido que llamaba a su sangre. Los colmillos le llenaron la boca espontáneamente, la tentación invalidó toda disciplina. La lamió a lo largo de la cremosa elevación de su pecho y la mordió con delicadeza. Ella se quedó completamente inmóvil.
Él levantó la cabeza para capturarle la mirada con la suya. Sus ojos de gata habían pasado del verde al dorado. Le cubrió el sexo con la mano, el calor húmedo lo llamaba tan fuerte como el latido de su corazón. Expuso los colmillos, dejando que los viera, sabiendo que el demonio en él estaba cerca de la superficie; le brillaban los ojos. Nada importaba excepto su aceptación… su total confianza.
La respiración de Solange salió en una ráfaga explosiva mientras él empujaba dos dedos profundamente dentro de su caliente vagina. Abrió la boca y los ojos de par en par.
¡Dominic!
Quédate conmigo, kessake. Esto será bueno para ti.
La acarició con delicadeza, sintiendo los temblores que le recorrían el cuerpo. Inclinó la cabeza y le lamió el pecho cremoso justo a lo largo de la dulce elevación.
Le encontró el clítoris con el pulgar mientras le hundía los colmillos. El cuerpo de ella casi se convulsionó. Sintió la explosión que la sacudió, tensando los músculos bajo los dedos de él. Su cuerpo casi se encorvó. El dolor del mordisco dio paso al éxtasis erótico. Sabía que no podía tomar mucho, pero deseaba darse un festín con ella de todos los modos posibles. Era deliciosa, su sabor meloso y especiado llenó sus sentidos. Su pene latió y ardió. Ella se retorcía bajo él, la necesidad urgente ardía candente y brillante, rugiendo a través de sus venas como una tormenta de fuego. Solange gimió suavemente y el cuerpo de Dominic reaccionó con agresividad salvaje, hinchándose tanto, que el dolor se volvió un suplicio brutal.
Le pasó la lengua por los pequeños pinchazos y bajó a besos hasta la barriga, en una ráfaga casi frenética. Quería el control y lo intentó, pero en el instante que agarró su trasero y levantó las caderas hacia la boca, en todo lo que pudo pensar fue en darse un festín. Se obligó a comprobar el estado de su mente sólo una vez, su mirada clavada en la de ella. Los ojos relucían con conmocionada excitación.
Solange inspiró ante la pura sensualidad grabada en el rostro de Dominic, y el hambre en sus relucientes y siempre cambiantes ojos. No podía negar que estaba perdiendo el control, y aunque estaba aterrorizada, su cuerpo estaba entusiasmado. Se sentía como si hubiera estado esperando este momento toda la vida. Él se detuvo, la contempló con los párpados medio cerrados, las gruesas pestañas intensificando el vívido azul de sus ojos.
Con la mirada fija en la suya, él pasó la lengua lentamente a través de los suaves pliegues aterciopelados. El cuerpo entero de ella se estremeció. Su jadeo fue fuerte en el silencio de la habitación. Se agarró a los amplios hombros, intentando encontrar un ancla cuando ya era demasiado tarde. Él hizo un sonido, un bajo y primitivo gruñido, antes de darse el gusto. Y esto era un gusto. Se dio un banquete con ella, extrayendo el líquido caliente de su núcleo con caricias de la lengua. La lamió y acarició. La chupó y mordisqueó. Con las manos le controlaba las caderas mientras ella me sacudía impotente, gritando por el orgasmo, rogándole que parara, que no parara nunca, mientras él la llevaba más y más alto hasta que se sintió al borde de la locura.
La fiebre ardió caliente y intensa, y aún así ella no podía alcanzar el orgasmo que necesitaba sin importar lo alto que creciera la presión. No podía parar de empujar hacia él, retorciéndose, meneando la cabeza, agitando las caderas, tan fuera de control como parecía estar él. Dominic hacía sonidos, profundos gruñidos animales mientras la devoraba, la lamía, la succionaba, de modo que su matriz se contrajo, llorando y tensándose, derramando más de la crema caliente que él necesitaba para intentar saciar el hambre feroz.
El placer onduló por el vientre de Solange, se extendió por sus muslos y se concentró en lo más profundo de su ser, fuertes olas ondeantes que le estremecieron todo el cuerpo y tensaron cada músculo y célula. Oyó su propio y desesperado grito mientras él le chupaba el sensible clítoris una última vez antes de alzarse de rodillas sobre ella.
– Espera. -Ella apenas pudo sisear la orden. Su cuerpo todavía temblaba con los efectos secundarios y su mente se negaba a despejarse.
Aún así, Dominic, siempre consciente de sus necesidades, se quedó quieto, los ojos le brillaban casi de un rojo rubí, la lujuria y la impaciencia estaban estampadas en su rostro sensual rostro. Pero no se movió, la respiración llegaba en irregulares y ásperos jadeos mientras la observaba luchar por hablar.
Solange inspiró profundamente, intentado despejar lo bastante su mente para confesar. Era necesario. Debería hacerlo hecho días antes.
– Dominic. -Apenas fue capaz de decir su nombre, pero tenía que contárselo. Tenía que saberlo-. Nunca he estado con un hombre. -No podía calmar sus inquietas caderas que le buscaban, mientras él se arrodillaba tan cerca, a sólo unos centímetros de su cuerpo hambriento.
Él frunció el ceño.
– Por supuesto que sí. Eres un jaguar. He visto las imágenes. El hombre desnudo, tú… -Su ceño se intensificó. Obviamente no quería hablar del pasado sexual de ella-. No importa.
– Importa. Estoy tratando de decírtelo.
– No necesito saber. He visto las imágenes en tu mente. Solange. Cada vez un hombre distinto cuando tu felina estaba en celo. Estuviste con ellos…
Ella cerró los ojos, avergonzada.
– Lo siento, sé que te dejé creer eso, todo el mundo lo piensa, incluso Juliette y Jasmine, pero no es verdad. Lo intenté. Mi gata me arrastra con sus necesidades, pero ni siquiera pude dejar que me tocaran. Cada vez, entraba en pánico. El pensamiento de permitir que un hombre me tocara me ponía enferma. Es sorprendente cómo los vómitos les matan las ganas a los hombres.
– Dime que estás segura, Solange.
– Sabes que sí. Te deseo. Deseo esto.
– Necesito oírtelo decir.
Ella no apartó la mirada, la suya firme, pero apenas pudo expulsar las palabras, la respiración áspera e irregular. Estaba ardiendo de necesidad y estaba más que desesperada por él. Una parte de su ser deseaba tirar de sus caderas hacia las de ella y que se clavara en su interior.
– Más que nada, Dominic, confío en ti. Quiero que estemos juntos a tu manera. Tengo miedo, pero sólo por lo desconocido, no por ti o por nosotros. Estoy segura.
Él dejó caer las manos hacia los muslos y los abrió todavía más, levantándolos sobre sus brazos. Se inclinó sobre la mujer, forzándola a subir más las piernas para brindarle un mejor acceso. Su erección se frotó contra la sensible entrada y ella gritó cuando dardos de fuego le atravesaron el cuerpo. Cerró los ojos, con miedo de lo que iba a venir, pero tan desesperada porque él aliviara esa terrible hambre creciente que parecía no poder saciar. Temía que nunca consiguiera suficiente de su placer. Sus manos y boca eran tan increíbles, no podía imaginarse de qué era capaz su cuerpo.
– Solange, sigue mirándome. -Sus ojos brillaron con determinación y firmeza-. Te avio päläfertiilam, eres mi compañera.
No sólo le dijo las palabras; las cantó. La musicalidad de su voz siempre la había atraído. Sentía cada palabra mientras las pronunciaba en su idioma natal y luego las repetía en el idioma de ella para que pudiera entender lo que significaban. Su corazón empezó a latir incluso más rápido cuando notó la punta ancha de su pene empujar dentro de ella.
– Éntölam kuulua, avio päläfertiilam, te reclamo como mi compañera.
Las palabras vinieron de algún lugar en lo profundo de su interior y resonaron profundamente dentro de ella. Adoraba ser reclamada, pertenecerle exclusivamente a él. Lo quería con cada aliento que entraba en sus pulmones. Necesitaba su placer más de lo que necesitaba el propio. Y pertenecerle era tan correcto.
Las manos de él aferraron las de ella con más fuerza, obligándola a mantener el contacto visual. Ella nunca había estado tan excitada, o cachonda, en su vida. Adoraba alzar la mirada hacia él, sentir la gruesa y dura pasión estirándola mientras la invadía. Se sentía vacía por dentro y necesitaba ser llenada por él, con su esencia.
– Ted kuuluak, kacad, kojed, te pertenezco.
El cuerpo de Solange se inundó una vez más con una oleada de pura pasión. Notó la resbaladiza humedad entre sus muslos, la excitación le tensaba los músculos del estómago. Él le pertenecía. Cada centímetro. Y ella se ocuparía de su cuidado… de su felicidad y de su placer. Dominic empujó dentro de los apretados pliegues otro centímetro, estirándola hasta que ardió, justo al límite de la incomodidad.
– Élidamet andam, ofrezco mi vida por la tuya.
Ella entregaría su vida por la de él, pero eso no era lo que esas palabras significaban exactamente, era muchísimo más. Cada aspecto de su vida estaba en sus manos. No podía evitar que sus caderas se movieran, intentando atraerlo más profundo, aún cuando lo notaba demasiado grande para encajar. Él parecía saber lo desesperada que estaba, pero también lo estirada que se sentía. Permaneció quieto, esperando que el cuerpo se adaptara a su tamaño.
– Pesämet andam, te doy mi protección.
Sabía que él siempre, siempre, tendría su protección a cambio, y podía vivir con eso. No la trataba como si no pudiera ocuparse de sí misma. Respetaba su habilidad para luchar contra un enemigo. Él siempre la protegía, incluso esperando a que el cuerpo se le adaptara a la invasión del suyo.
– Uskolfertiilamet andam, te ofrezco mi lealtad.
Las lágrimas ardieron. La mayor parte de su vida se había sentido sola, luchando por una causa que no podía ganar. Se hizo cargo de Juliette y Jasmine, y de cientos de otras mujeres. Este hombre siempre estaría a su lado, sin importar lo que ocurriera, su primera lealtad sería con ella. Empujó más hondo y se detuvo cuando ella gritó estremeciéndose ante el terrible ardor. Le sentía enorme, imposible de acomodar en su estrecha vagina. Pero aún así, su cuerpo no parecía saberlo, desesperado como estaba por su invasión.
Una vez más él esperó, respirando profundamente, luchando por controlarse. Los dedos apretados con los de ella. Sus ojos eran increíbles, intensos, cambiantes, hermosos.
Respira para mí. Relájate.
Ella tomó aliento, siguiendo el ritmo de los pulmones de él, haciendo un esfuerzo consciente por relajar los músculos tensos. Había tenido más miedo del que pensaba, cerrándose sobre él. En el instante que su cuerpo lo aceptó, Dominic se deslizó otro centímetro dentro de ella.
– Sívamet andam, te ofrezco mi corazón. Sielamet andam, te ofrezco mi alma. Ainamet andam, te ofrezco mi cuerpo. Sívament kuuluak kaik että a ted, tomo los tuyos a mi cuidado.
Solange sintió la diferencia profundamente en su interior, diminutos hilos los entretejían, como si su corazón y alma fueran uno con los de él. Él había alcanzado su barrera, la delgada membrana que la protegía, esa línea que no había permitido que nadie atravesara para poseerla. Las lágrimas le bajaron por el rostro. Ya no tenía miedo de confiar en él; había dado ese salto de fe y se había entregado a su cuidado sin reservas.
– Ainaak olenszal sívambin, tu vida será apreciada por mí para siempre. Te élidet ainaak pide minan, tu vida será puesta por encima de la mía siempre. -Su voz se hizo más grave. Más firme.
La intensidad de su declaración la hizo temblar. Sus ojos resplandecían de un cálido turquesa. Él bajó la cabeza, le lamió el pulso y hundió los dientes en ella mientras sus caderas avanzaban, rompiendo la barrera. El dolor fue una aguda quemazón casi cubierta por la conmoción de los colmillos. Se detuvo de nuevo mientras ella respiraba, alejando la sensación de quemazón y estiramiento. Muy lentamente levantó la cabeza de nuevo para mirarla a los ojos, con sus cuerpos unidos.
– Te avio päläfertiilam, eres mi compañera. Ainaak sívamet jutta onleny, atada a mí para toda la eternidad. Ainaak terád vigyázak, siempre a mi cuidado.
Se inclinó y se apoderó de su boca durante un breve y vertiginoso momento, luego le soltó las manos y empezó a moverse, un lento y largo deslizar que hizo que cada terminación nerviosa ondulara por la sensación. El fuego la atravesó. Solange jadeó, con los ojos abiertos de par en par por la sacudida.
Se retiró y avanzó, más fuerte, más rápido, la fricción enviaba relámpagos que se arqueaban sobre ella. Nunca había soñado que nadie pudiera volar tan alto o sentir tanto placer. Era aterradora la pérdida de control, y aún así excitante. Clavó las uñas en sus bíceps, intentado encontrar una manera de anclarse dentro del creciente remolino de ardiente pasión.
El cuerpo de Dominic se movió de nuevo y ella apretó los músculos, oyéndole jadear.
– Estás tan apretada, Solange, calor ardiente.
¿Eso era bueno? No lo sabía, pero él se estremeció contra ella, su respiración se volvió incluso más áspera que antes, y cada vez que ella se levantaba para encontrarlo, sus fuertes manos la animaban. Se sentía tan bueno, esas largas y profundas caricias de fuego abrasador. No quería que se detuvieran, y aún así temía quemarse viva si no lo hacían. Él no se detuvo. Sus primeras caricias delicadas dieron paso a un ritmo más fuerte, más rápido, que le quitó la respiración y la envió a escalar más alto de lo que se imaginó que fuera posible.
Él se sumergió profundamente y ella gritó, un bajo y casi maullante sonido. La presión creció y creció, sin aflojar mientras él se fundía más profundamente y perdía todo el control. El fuego se extendió por el cuerpo de Solange. Calor ardiente que se precipitó por sus venas. La tensión estiraba sus nervios hasta el punto de quebrarse, y más lejos aún, hasta que se esforzó por lograr la liberación, las lágrimas le bajaban por el rostro, una tormenta de fuego la consumía. Siempre entrando en ella, terciopelo sobre acero, entre sus muslos, cabalgándola duro, penetrándola muy profundo.
El ritmo feroz siguió una y otra vez hasta que sólo pudo jadear, la aprensión la llenaba, su cuerpo ya no le pertenecía. Se retorció impotente, meneándose bajo él, sacudiendo la cabeza salvajemente, mientras él la sujetaba, su cuerpo llevándola más y más alto. Ella abrió la boca para gritar pero no salió ningún sonido. Cada uno de sus sentidos estaba concentrado entre sus muslos, centrado en la profunda y dura fuerza que se enterraba en su cuerpo una y otra vez.
Rachas de fuego se volvieron feroces llamas y la tensión se enroscó más fuerte mientras el frenético movimiento todavía profundizaba más. Dominic. El nombre fue un grito agudo en su caótica mente.
Déjate ir para mí, la convenció.
¿Podía ella volar así de alto sin morir? Abrió los ojos y miró su amado rostro. Las líneas de lujuria y amor grabadas tan profundamente, la sensualidad y la feroz intensidad de sus ojos, la boca perfecta, y esas manos fuertes que la agarraban con tanta firmeza. El largo cabello caía alrededor de su rostro como un ángel caído.
Él se movió ligeramente y la fricción sobre su sitio más sensible envió su mente a un descontrolado placer. Ella jadeó, se tensó, clavó la mirada en la de él mientras todo su cuerpo se apretaba alrededor del pene, sujetándolo casi violentamente, apretando y ordeñándolo mientras sensación tras sensación desgarraba su cuerpo. El orgasmo ardió en su interior, una tormenta de fuego fuera de control, llameando en su estómago, extendiéndose a sus pechos y a sus muslos. Gritó mientras el pene crecía aún más y él se vaciaba, el condón la mantenía a salvo. Podía sentir el calor abrasador, cada terminación nerviosa estaba viva de placer.
Dominic se derrubó sobre ella, luchando por respirar, sujetándola con fuerza, tenía las piernas femeninas todavía atrapadas sobre los brazos, su cuerpo todavía estaba enterrado en el de ella. No quería dejarla jamás. En el momento que tuvo fuerza, la atrajo a sus brazos y rodó colocándola encima como si fuera una manta, con la cabeza en su pecho yla oreja sobre su palpitante corazón.
Por primera vez en su vida se sentía completo. Durante demasiados siglos se había sentido completamente solo y ahora nunca más lo estaría. Abrazarla se sentía correcto. Permitió que su mano se deslizara por la curva de la espalda hasta la redondeada curva del trasero. Ella era suya y se había entregado a sí misma libremente, sin reservas, abriéndole mente y corazón. Lo había aceptado en su cuerpo, su cielo privado, su santuario.
Enredó la otra mano en su abundante cabellera. Adoraba sentirla, toda seda y satén. Su suave piel parecía fundirse en él, convertirse en parte de él. Se movió ligeramente, sintiendo la reacción instantánea en el interior de los muslos de ella, cómo le agarraban y latían en torno a él, abrazándolo como si no quisiera que abandonara su cuerpo.
Sus sentimientos por ella eran tan abrumadores que no pudo hablar durante un momento. Sabes que te amo, Solange, lo hizo sonar como una afirmación, porque no había manera de que ella pudiera no saberlo.
Sintió su sonrisa. Solange hizo un esfuerzo por levantar la cabeza lo suficiente para lamerle el pulso, un lento y lánguido movimiento que un compañero de vida haría naturalmente. Su cuerpo respondió con una sacudida de su miembro. Quería, no, necesitaba, sentir su mordisco, intercambiar sangre en la forma carpato.
Ella depositó un beso sobre el latido que palpitaba frenéticamente. Sí, puedo sentir que me amas, su voz se tornó tímida. Espero que sientas lo mucho que yo te amo a ti.
La rodeó con sus brazos y la apretó contra él, esperando hasta que la sintió acurrucarse contra él. Gracias por tu confianza. Siempre la guardaré como un precioso regalo.
Ella frotó la barbilla contra su pecho y luego le acarició la garganta con la nariz.
– Dices cosas que me vuelven del revés, Dominic -tragó con dificultad-. No sabía que un hombre pudiera ser como tú.
– Me parece perfecto que pienses así. -Y se lo parecía. Su mujer era sólo suya, y le gustaba que nadie más hubiera visto nunca este lado de ella. Ella reservaba su confianza y fe para él.
– No creo que pueda ser capaz de moverme de nuevo -dijo ella, mientras deslizaba una mano por su pecho para curvarla en su garganta-, ¿se vuelve mejor que esto? Porque si es así, no lo soportaré.
Él se rió suavemente.
– Vivirás. Veré que lo hagas. Porque es mi intención repetir esta experiencia tanto como sea posible.
– Claro que sí.
– Pero sin condón. Quiero sentir cada centímetro de ti envolviéndome. -Permitió que su cuerpo se separara de ella.
– Te dije que los parásitos evitarían entrar en contacto conmigo.
– Me niego a correr el riesgo.
El silencio saludó su declaración, aunque él detectó un pequeño mohín en sus labios.
– ¿Acabas de poner los ojos en blanco? -preguntó él.
Ella rió suavemente.
– Pudo haber pasado -admitió.
Rodó sobre ella abruptamente, inmovilizando su cuerpo bajo él, su expresión se mostró severa mientras le estudiaba el rostro sonriente. Le enmarcó el rostro con las manos y la besó. No era lo que quería hacer, pero no pudo evitarlo. Era tan hermosa para él, tan milagrosa. Solange Sangria Buscador de Dragones. Suya.
Adoraba su boca, su sabor, su calor, los largos y adictivos besos que ella nunca rechazaba. Ella se abrió a él, besándolo una y otra vez hasta que ambos se quedaron sin aliento y volvió a derrumbarse sobre ella.
Su risa burbujeó y Solange empujó su cuerpo pesado.
– Me estás aplastando.
– Lo sé, pero no puedo moverme.
Intentó empujarlo, pero la risa retumbaba en el pecho de Dominic y no pudo moverse. Él le acarició el cuello con la nariz.
– ¿Estabas intentando moverme?
– Estoy despertando al gatito y él saltará sobre tu trasero desnudo.
Él rodó de nuevo, con más rapidez que gracia. La idea de las garras del gato sombra acercándose a ciertas partes de su anatomía era suficiente para asustar a cualquier hombre, incluso a un guerrero carpato.
Sonrió.
– Eres todo un bebé. Déjame levantarme. Tenemos que despertarlo y resolver cómo vamos a alimentarlo.
Él permitió a regañadientes que sus brazos se separaran, dejándola libre. Solange se levantó con piernas temblorosas, sonriéndole. Esta mujer le robaba el aliento. Su cuerpo brillaba con un fino brillo tras hacer el amor. Le gustaba que no intentara cubrirse. Sus pechos se levantaban orgullosos y podía ver las marcas dejadas por sus dientes, boca y manos. Su pelo estaba salvajemente despeinado y su boca un poco hinchada por los besos. Parecía que le hubieran hecho minuciosamente el amor, pero quería ver su semilla bajando por el interior de esos muslos.
– Adoro mirarte -dijo él, levantándose.
– Lo sé -respondió ella, con un ronroneo de satisfacción en la voz. Se metió en la piscina y se enjuagó.
Dominic, totalmente vestido, la esperó con una toalla tibia.
– Debo ir a cazar -dijo-. Y reconocer el terreno un poco.
– Iré contigo, pero quiero encargarme antes del cachorro.
– Esta noche no hay necesidad -refutó él-. Puedo mirar y calcular la distancia a la que tienes que estar alejada de los vampiros para mantener a los parásitos en silencio.
Restregó las gotas de agua de su piel, queriendo lamerlas. Su cuerpo ya estaba agitándose. El apretado agarre de su cuerpo combinado con su calor abrasador era adictivo, y nunca se saciaría, sin importar cuántas veces la hiciera suya. Y tenía intención de hacerla suya un millón de veces.
Solange se vistió con el corto y ajustado vestido verde esmeralda. A él le encantaba la forma en que la tela ajustada se pegaba a los costados del pecho aunque los mantuviera alejados de él. No pudo resistirse a acariciar el ligero peso sólo para sentir esa suavidad contra la palma. Hizo rodar los pezones entre los dedos y tironeó hasta que se convirtieron en pequeñas puntas duras.
– Vas a hacer que me humedezca y me vuelva deseosa otra vez -advirtió ella.
– Te quiero así. Si pudiera, te tendría en un estado continuo de excitación. Cuando todo esto termine, estate preparada para pasar un largo tiempo de esa forma. -Deslizó la mano bajo el corto dobladillo para acunar su desnudo montículo. Su pulgar trazó círculos sobre el clítoris con una lánguida habilidad. A Solange se le quedó atascado el aliento en la garganta y él se inclinó para capturar el gemido entrecortado en su boca-. Adoro la forma en que suenas -confió él-. Me complaces, Solange. Mucho.
– Me alegro, Dominic. Quererte es muy fácil.
Cuando ella comenzó a montar su mano, él sacó abruptamente los dedos y los lamió, con los ojos fijos en el rostro de ella.
– Continúa deseándome.
– No creo que eso sea un problema.
Se sentó al otro lado del cuarto, lejos de ella, queriendo verla con el cachorro. Los maullidos se alzaron cuando Dominic hizo un gesto con la mano y levantó el hechizo de dormir. El gatito se estiró antes de levantar la cabeza, su mirada se movió rápidamente en torno al cuarto hasta que encontró a Solange. Corrió rápido hacia ella y se restregó arriba y abajo por su pierna.
Ella dejó caer la mano en el pelaje y se arrodilló a acariciar con su nariz a la criatura gimiente.
– Debemos llamarle de alguna manera.
Dominic se encogió en su interior.
– Probablemente sea mejor mantener las distancias -aconsejó.
– Necesita un nombre -insistió Solange.
Dominic suspiró. No quería darle un nombre al animal, no cuando dudaba de poder salvar a la criatura. ¿Cómo podía uno convertir la sombra en materia? Ella ya estaba medio enamorada del pequeño bulto de pelaje y garras, y no podía soportar romperle el corazón. Ya había tenido suficiente sufrimiento en su vida. Él había curado heridas terribles, algunas hasta mortales pero esto… Suspiró de nuevo.
– Hän sívamak, si te apegas y no puedo salvarlo, vas a llorar la pérdida.
– Darle un nombre no supondrá ninguna diferencia, Dominic -respondió ella, sus ojos revelando tristeza-. Ya estoy enamorada de él.
El gatito dio brincos por el cuarto, el extraño gruñido ronroneante resonaba en su pecho. El gato-sombra probablemente pesaba alrededor de 20 kilos, y era todo músculo, pero no podía mantener su forma sólida. Dominic podía ver evidencia de rosetones en el lustroso pelaje negro, prueba de que los magos habían usado un jaguar en sus experimentos para producir al gato sombra.
– Sombra -dijo él.
Ella rió suavemente.
– Muy imaginativo.
– ¿Cómo lo llamarías tú? -la desafió.
– Sombra, por supuesto -dijo ella.
El gatito empujó el rostro contra el de Dominic y le lamió la cara, se retiró, y después dio brincos para golpearlo juguetonamente con la pata. Podía ver porque Solange quería salvar a esta cosita. El rostro del cachorro era mono. Hizo una mueca ante la palabra.
La suave risa de ella ondulaba en su mente mientras el gatito se daba por vencido con él y saltaba a través del suelo hacia ella.
– Adorable. Es adorable.
– Vas a coleccionar todo tipo de criaturas a lo largo de nuestra vida juntos -Gimió en voz alta, pero muy en el fondo se encontró riendo. Debía haber sabido que ella tenía un corazoncito blando. Había pasado una vida entera protegiendo a las mujeres y cuidando a sus primas. La áspera y peligrosa Solange se derretía a la vista de cachorros y gatitos.
Ella estaba rascando las orejas del cachorro.
– Soy peligrosa, Buscador de Dragones, y harías bien en no olvidarlo. Y no vayas a contarles a mis primas tus pequeñas teorías sobre mí.
– No he tenido todavía el placer de conocerlas -dijo él, manteniendo un tono especulativo-. Creo que tendremos conversaciones muchas largas.
Le lanzó una mirada amenazadora.
– He trabajado muy duro en ser hosca. No vas a arruinar mi reputación, especialmente con el compañero de mi prima.
Él elevó sus cejas.
– ¿No quieres que te vean tan femenina?
Ella hizo una mueca de dolor, apretando los dientes.
– No soy femenina.
El gato sombra la golpeó tan fuerte que casi se cae hacia atrás. Tuvo que agarrarlo por el cuello para sujetarse. Inmediatamente el gatito puso la cabeza sobre su hombro y soltó su gruñido ronroneante.
– Eres femenina, toda suave y blanda por dentro -se burló él.
Parecía horrorizada, aún mientras calmaba al gato sombra, inconsciente de la imagen que daba, la mirada de preocupación que tenía en la cara mientras mimaba al animal. Dominic sentía el corazón tan estúpidamente suave y blando como acababa de etiquetarle a ella. Solange era tan hermosa para él, tan compleja y misteriosa como la flor más hermosa que hubiera visto jamás.
El gato se soltó y corrió por la habitación, abalanzándose sobre cualquier cosa que pareciera moverse. La risa de Solange lleno el cuarto, suave y musical, sus ojos seguían las travesuras del gatito mientras éste correteaba por la caverna. Sombra abrió los ojos de par en par y presionó sus orejas hacia adelante, invitando a jugar. La acechó a través de la habitación, con el lento paso congelado de un gato, y luego se abalanzó sobre ella. Pero ella saltó a un lado, evitando el choque. El gatito rodó sobre sí mismo, el impulso le hizo sobrepasarla. Se levantó unos metros más allá, sacudiendo su cabeza.
Dominic vio la mirada formándose en los ojos de Solange, y antes de poder protestar, ella ya había echado a correr por la cámara y emboscado al gato. Rodaron juntos, una y otra vez, Solange con su casi inexistente vestido y el gato con garras y dientes letales.
Con el corazón en la garganta, Dominic agitó la mano, formando la imagen de ropa, gruesa y protectora, alrededor de Solange: vaqueros de grueso algodón y un top de manga larga con un chaleco como escudo. Los dos rodaron por el suelo, gruñendo, bufando, levantándose, separándose y luego juntándose en una feroz batalla fingida, rodando una vez más.
El gatito se detuvo, arqueando la espalda. Con su larga cola enroscada, esquivó a Solange y luego rodó de costado. Mantuvo la cola en una posición de gancho, indicando que quería jugar. Riendo, ella lo aceptó.
Dominic se dio cuenta que ella estaba comprendiendo al gatito, aprendiendo sus fortalezas y debilidades, tratando de hacerse una idea de lo andaba mal en su interior. ¿Por qué la mitad de su cuerpo estaba atrapada en la forma de sombra? Se arriesgó y salió de su propio cuerpo, sabiendo que el animal era importante para ella y que lo quería salvar de una lenta inanición.
Los hermanos magos habían estado obviamente presentes cuando Xavier mutó especies para sus propios propósitos retorcidos. Dos de los dientes en la boca del gato eran tubos para extraer y almacenar sangre. El gato había sido criado con un propósito, obtener sangre para los magos. Su aparato digestivo y estómago estaban marcados y llenos de bultos, como si la combinación de ADN de gato y magia negra hubiera chocado y se hubiera formado tejido cicatrizal. La sombra revestía la mitad del gato, evitando que sus órganos internos funcionaran. No podía ver cómo sería posible, pero si el gato podía esperar, podía intentar darle sangre después de que hubiera expulsado los parásitos.
Sintió los músculos del gato abultándose, listo para otro salto, y salió rápidamente para reentrar en su propio cuerpo. Vio el borrón de movimiento cuando el gato saltó por el aire, sobre la cabeza de Solange. Su garra trasera rozó su sien, rasgando la piel y empujándola contra la charca rocosa. El corazón de Dominic casi se detiene cuando escuchó el fuerte y siniestro crujido.
Solange se deslizó hasta el suelo, con ojos vidriosos. Estuvo a su lado al instante. La sangre se derramaba por la parte trasera del cráneo. Entró de inmediato en su cuerpo, sin importarle que el gato pudiera atacarle en su cuerpo indefenso. No había fractura de cráneo, sólo una inmensa y desagradable herida. La reparó de adentro hacia fuera antes de regresar a su propio cuerpo. Levantándola, hizo un intento poco entusiasta de mover al gato con el pie, pero cuando éste no se movió, la llevó a la cama.
– Háblame.
Con el humor destellando en sus ojos, respondió:
– ¡Ay! ¡Un gran ay!
El alivio lo inundó.
– Me has quitado unos pocos años de vida.
– Buena cosa que seas inmortal. Debo estar volviéndome lenta. Debí haber apartado la cabeza. Él es torpe pero rápido y fuerte. -Miró hacia el gato y su risa se apagó-. ¡Sombra! Detente. Esta lamiendo la sangre, Dominic.
Dominic se giró para detener al gatito, casi agitando la mano para quitar la sangre, pero advirtió un punto sólido, justo en el medio del gato, donde antes no estaba. El ritmo de su corazón se aceleró.
– Solange. -Se paró a corta distancia del cachorro, sin hacer ningún intento de evitar que lamiera la sangre-. Mira.
Ella se sentó con cautela.
– ¿Qué estoy mirando?
Dominic ya había limpiado la sangre de su cabeza y piel y hecho desaparecer el dolor de cabeza. Cuando él decía que la cuidaría, se lo tomaba literalmente.
– Tu sangre actúa como una especie de arma contra la magia negra.
Dominic apenas podía creer la revelación. Con razón Xavier la había estado buscando.
– Tu sangre no sólo mata a los parásitos. Xavier creó los parásitos con magia negra pero aquí están, a la vista, y se vuelven inofensivos, de vuelta a su forma original.
– Eso es imposible -se levantó, sacudiendo la cabeza-. Revisa su interior, Dominic. Asegúrate de que mi sangre no le daña.
Al instante Dominic estuvo a su lado, pasándole un brazo firme brazo alrededor de la cintura, pero sus ojos estaban en el cuerpo del gato. Había escuchado rumores sobre una sangre, sangre real, que podía vencer a la magia negra, pero en todos sus siglos y en todos sus viajes, el rumor nunca había sido demostrado. Poco a poco, Brodrick y sus ancestros habían asesinado a la misma cosa que podía haberlos protegido.
Dominic hizo lo que ella le había pedido. El masivo tejido cicatrizal estaba reparándose lentamente y las capas de sombra estaban dando lugar a tejido y células que pertenecían al interior del gato. Fusionó su mente con la de ella para que pudiera ver la evidencia por sí misma.
– Eso no tiene sentido.
Solange dio un paso hacia el gatito. Ya una buena parte de su lado izquierdo era sustancia. El pelaje era más delgado y todavía había lugares donde la sombra se mostraba, pero su sangre estaba expulsando a la magia.
– Xavier necesitaba tu sangre para abrir el libro porque era lo único que podía hacer después de hechizarlo. Nadie lo entendía -murmuró Dominic, más para sí mismo que para ella-. Xavier era demasiado listo incluso para sí mismo. Selló su libro para que ningún mago pudiera utilizar sus hechizos. Estaba volviéndose paranoico, estaba ya enfermo y tratando desesperadamente de mantenerse vivo utilizando la sangre carpato para sustentarse. Pero tenían que estar surgiendo jóvenes magos, que creían en poder, así que selló su libro de hechizos. Después tampoco él no pudo abrirlo. Esa es la razón por la que tu sangre sea tan importante.
Solange se estremeció. Dominic le frotó los brazos con las manos para calentarla.
– Xavier se ha ido de este mundo, Solange. No te puede dañar. Los magos que lo crearon -movió su mano hacia Sombra-, se fueron hace mucho. Abandonaron el rancho junto a la propiedad de los De la Cruz.
Ella frunció el ceño hacia él.
– ¿Cómo sabes eso?
– Los carpatos se envían noticias entre sí al levantarse. Zacarías envió un mensaje.
Solange se arrodilló junto al gatito, rodeando su cabeza con sus brazos y sonriendo hacia Dominic.
– Si mi sangre ha hecho esto, entonces me alegro. Nunca he estado particularmente orgullosa de mi linaje, pero si puede hacer todo éste bien, entonces lo conservaré.
Dominic frunció el ceño, pero no dijo una palabra. No quería arrebatarle este momento por nada, ni siquiera para explicarle lo que pasaría durante la conversión.