Capítulo 3

Pero entonces más allá de toda esperanza, entraste en mi sueño…

Ojos encendidos como los de un gato, pero la necesidad aguda de una niña.

Tu leal corazón guerrero. Tu angustia, "No me dejes".

Tu cabeza en mi regazo: ¡Csitri! Fuerte y salvaje.

De Dominic para Solange


Los pájaros se quedaron en silencio. Los monos suspendieron cualquier sonido. Incluso los insectos contuvieron el aliento. Todo en el bosque se quedó inmóvil. El color estalló tras los ojos de Dominic, cegándolo incluso dentro del cuerpo del águila, de forma que por un momento todo lo que pudo ver fueron colores vívidos y agudos, cada tono de verdes, rojos y violetas deslumbrantes, las flores en los árboles estaban empapadas de agua y brillantes más allá de toda imaginación. Su estómago se tensó y se quedó rígido, la náusea afloró como una ola gigantesca, los colores eran tan brillantes que golpearon su mente tras siglos de ver en tonos de gris.

Pensó que el águila sería una protección, pero los colores salían de todas partes, no había forma de dispersarlos tras los ojos del pájaro, le golpeaban, llenando su mente, abrumándolo con variados tonos de brillo. Los guacamayos se posaban en las ramas, mirándolo con curiosidad mientras él navegaba hasta el suelo y cambiaba a su propia forma. Dominic se tambaleó, presionándose una mano contra el estómago revuelto y levantando la otra para protegerse los ojos. No había forma de detener los colores… era como si una represa hubiera estallado en su cerebro y cada tono y tinte concebible, cada matiz, se mezclara y luchara por la supremacía.

El pesar vivía en él, respiraba en él. Arrepentimiento. Miedo. Sorpresa. Cada emoción que hubiera podido sentir lo golpeaba a cada ola de ataque. Cayó sobre una rodilla, intentando procesar, ordenar lo que sentía y lo que sentía ella, las emociones eran tan abrumadoras que lo dejaban desorientado y vulnerable. Su compañera estaba viva… estaba aquí en alguna parte de esta selva. La mujer de sus sueños, la mujer a la que había cortejado tan lentamente, construyendo la confianza entre ellos, era real, no el mito sin materia que creía que era.

No. Su negación fue baja, su llamada destrozada en respuesta a la de ella.

Esto no podía estar pasando. Ahora no. No después de tantos siglos. No cuando se había rendido y comprometido con una senda que los destruiría a ambos. Ella no podía ser real. Esto no podía estar pasando. Sólo le quedaban días de vida. Si la tocaba, si la reclamaba, los uniría, la condenaría a su destino.

Quedaré destruida si me dejas. La voz de ella llenó su mente, los tonos suaves y tan dolorosamente familiares. ¿Por qué no había considerado el que ella fuera real? La había tenido delante todo el tiempo y no la había reconocido.

Durante mil años caminó por la tierra buscándola. Compañera. Podía saborear la palabra en su boca, sentirla en su alma. Llevaba tanto tiempo solo, recorriendo un sendero honorable, uno que había escogido, pero la había deseado… no, necesitado. La oscuridad llamaba a su alma. Miles de hombres, muchos de sus amigos y parientes, habían encontrado la muerte a sus manos. No había ningún solaz, ningún lugar hacia el que volverse, sólo el recuerdo del honor y la esperanza mortecina de que ella acudiría a él.

¿Cuántas veces había caminado en la noche necesitado? Sálvame. A veces se había creído loco. La soledad persistente, la llamada del mal siempre tirando de él, y la necesidad de sentir algo… cualquier cosa… era tan abrumadora como los años interminables que se extendían en aislamiento implacable.

Te necesito. La angustia en la voz de ella lo desgarró.

¿Qué había hecho? Rendirse. Había perdido toda esperanza y había dado los pasos para abandonar este mundo mientras su honor todavía estuviera intacto. La decisión había estado arrellanada en la nobleza, una forma apropiada para que un Buscador de Dragones abandonara su existencia, pero aún así un acto de cobardía. Había llegado a un punto donde sabía que estaba demasiado cerca de la oscuridad, la necesidad de sentir era tan fuerte que había arraigado en su fuerte linaje. No quería arriesgarse a ser el primer Buscador de Dragones en sucumbir a la llamada del vampiro. Se había negado a arriesgarse a entregar su alma, y siendo así, cuando el riesgo se había vuelto agudo y agonizante, tomó la decisión de terminar con sus días.

Quédate. Quédate conmigo. La angustia de ella le arañaba.

¿Cómo decirle que era demasiado tarde? Se cubrió la cara con la mano, llorando lágrimas de sangre. Su decisión de ingerir la sangre del vampiro y terminar con su vida le había costado el último jirón de su sueño. Peor aún, le había costado a ella. Su mujer. Su mujer tan fuerte, pero tan frágil. ¿Qué había hecho? La había traicionado como habían hecho todos los demás machos en su vida.

La conocía… conocía sus miedos más íntimos. Sus pensamientos. Ella se los había contado, pero él no había escuchado, no como un compañero. Debería haberlo sabido, pero se había rendido, desesperado volvió la espalda a la persona más importante de su vida.

No fue ninguna traición.

La resignación matizaba el tono de ella. Aceptación. Eso dolió casi tanto como saber que se había rendido de intentar encontrarla. En el momento en que tuvo el primer sueño extraño, un sueño despierto, debería haber renovado sus esfuerzos por encontrarla. Al contrario que los Carpatos más jóvenes, él había oído las extrañas historias que algunos de los mayores contaban sobre cómo la llamada de las compañeras podía oírse a través de grandes distancias y podía manifestarse en gran variedad de modos extraños. Había caído en la misma trampa que tantos de los suyos sin comprenderlo. Había perdido la esperanza, y eso lo había dejado abierto y vulnerable a la tentación del vampiro. Ella no lo llamaba traición, pero para él, un hombre de honor, cuando el honor era todo lo que tenía, era el peor pecado que podía haber cometido.

Tal vez otro podría no entenderlo. Yo he abandonado la esperanza muchas veces. Cuando todo lo que tenemos es honor, cuando nos erguimos solos contra horrores tales como los que hemos visto, algunas veces la desesperación es todo lo que nos queda.

Ella lo avergonzaba y lo hacía sentirse orgulloso. Una mujer que permanecía a su lado. Sabía lo que él había hecho. Se lo había contado. Sabía lo que era un Carpato, lo que podría ocurrir si se desviaba, incluso por un momento, del camino. Y tenía que saber lo que significaba eso cuando la había informado de que había ingerido la sangre del vampiro e iba a internarse en su terreno para espiar.

A su alrededor la selva se había convertido en otro mundo. El sonido de la lluvia era un ritmo suave, música que tamborileaba a la par que su corazón. El gris se había convertido en una neblina plateada, increíblemente hermosa, cada gota era un prisma de cristal reluciente. Sintió las gotas individuales sobre su piel, y por primera vez, la sensación fue sensual. Abrió la boca y saboreó la lluvia, mirando alrededor con maravilla mientras abría la mente para compartir el precioso don que ella le había proporcionado. La oyó jadear cuando comprendió la enormidad de lo que les unía. Era una comunión que él nunca había esperado experimentar y la presencia de ella incrementó la reacción de su cuerpo.

Respiró profundamente cuando la sangre se precipitó a su ingle, cuando cada terminación nerviosa de su cuerpo se puso en alerta y su piel pareció crepitar sólo con el toque de la lluvia. Extrañamente los parásitos estaban callados, casi como si estuvieran tan hipnotizados por la presencia de ella como él. Los horrendos susurros de su mente cesaron completamente.

Se permitió a sí mismo sólo sentir, beber de la presencia de ella, disfrutar de ese momento de no estar solo. Compartían la misma mente, y por una vez, todo en él se asentó, estuvo en paz. También podía sentir la corrección en ella, aunque sabía que estaba horrorizada por las cosas que le había revelado sobre sí misma en sus sueños compartidos. A ella le avergonzaba que la hubiera visto tan vulnerable, que hubiera visto un lado de sí misma que mantenía oculto a todos los demás.

Me siento a la vez honrado y privilegiado por conocerte tan completamente… por conocer a la mujer, no sólo a la guerrera.

Una parte muy masculina en él se alzó, dominante, protectora, un indicio de celos ante la idea de que otro hombre descubriera su vulnerabilidad. La mujer le pertenecía sólo a él… como él a ella. El mundo podía ver al guerrero en ambos, pero el hombre y la mujer disfrutaban de una intimidad que nadie más necesitaba conocer.

En lo alto, la última luz palideció dejando a la tierra en sombras y en completa oscuridad. Todo se quedó inmóvil… la selva contenía el aliento. No había ningún viento, aunque una nube oscura se movió con rapidez a través de la canopia, un revoloteo de alas ruidosas en la quietud de la noche que caía.

Murciélagos. Dominic siseó una advertencia en su mente. El no muerto se alza…

Desde la red de cavernas formadas por las raíces como aletas del árbol Kapoc emanaron miles de murciélagos diminutos, respondiendo a la llamada de sus amos. La tierra escupió garrapatas y ejércitos de hormigas, que treparon sobre los árboles y rocas.

Tendrán hambre. Cambia y ocúltate, ponte a salvo. No es seguro comunicarse de este modo. Cualquier oleada de poder les alertará.

Él ya estaba en pie, moviéndose con rapidez, deslizándose al personaje familiar del guerrero insuperable. Ser un compañero era nuevo para él, pero esto… esto sabía cómo hacerlo. Alzó el vuelo estirándose hacia el cielo, una nube oscura entre nubes oscuras, con la forma de un millar de murciélagos, con colmillos y garras, todos rabiosamente hambrientos… como él. Permitió que su hambre se amplificara, oyó al viento aullar en lo alto del dosel, protestando por las cosas antinaturales que viajaban cruzando el cielo. Cualquier cosa que se cruzara en su camino sería destruida. Los animales guardaban silencio, los depredadores nocturnos se pusieron furtivamente a cubierto. El relámpago cruzó el cielo nocturno, dividiéndolo con látigos de ardiente electricidad blanca. El trueno retumbó, sacudiendo la tierra.

Ven a mí, Dominic. Había una orden en la voz masculina.

Una voz profunda y suave de autoridad… un hombre acostumbrado a la obediencia instantánea. Dominic reconoció la voz. Había pasado tanto tiempo. Fueron algo así como amigos, guerreros unidos en los viejos tiempos. Respetaba mucho al hombre y sus asombrosas habilidades para la lucha.

Zacarías. Abandona este lugar.

Te ayudaré. Se me ha informado de lo que has hecho. Necesitarás toda la ayuda posible para semejante tarea. Estoy al sur, un viejo caminando solo junto al río.

Dominic sintió la vieja camaradería emanando de la nada. Moriría en este alzamiento o en el siguiente y aun así su compañera le había dado este poderoso don de la emoción. Podía sentir, no sólo recordar, cuánto había apreciado a Zacarías con su inteligencia rápida y sus feroces habilidades para la lucha. No se planteaba que algún vampiro pudiera imitar al mayor de los hermanos De La Cruz, la resonancia era demasiado perfecta… nadie podía retratar adecuadamente el poder del hombre con sólo su voz.

Estaría bien verte, viejo amigo, pero es peligroso. Si los cinco pudieran ponerte las manos encima, probablemente se alegrarían más que si se las arreglaran para capturar al Príncipe. Dominic envió la advertencia, seguro de que Zacarías era bien consciente de que los que lideraban el alzamiento de los vampiros eran los hermanos Malinov. Una vez, los hermanos De La Cruz y los Malinov estuvieron tan unidos como una familia, ahora los hermanos Malinov odiaban a los De La Cruz con toda la malicia y la traición que sus almas negras podían conjurar.

¿Sabes si los hermanos que quedan están aquí? Dominic giró hacia el sur. Lo hizo más que nada para proteger a Zacarías. Si el no muerto lo divisaba habría una pelea. No dudaba de las capacidades de Zacarías en la lucha, pero los no muertos parecían haber crecido significativamente en número, e incluso un guerrero con la habilidad de Zacarías podía ser derrotado.

Los persigo. Parecen ser varios de los no-muertos menores, recientemente reclutados, y unos pocos más con mayor experiencia. He divisado a dos maestros, pero ninguno son los Malinov. Han fijado su objetivo en mis hermanos, Dominic. No tengo más elección que cazarlos.

Ese era Zacarías. Sus hermanos siempre lo primero. Le importaba poco su propia vida, pero sobreviviría para eliminar cualquier amenaza hacia sus hermanos pequeños. Lo cual era risible. Los otros cuatros hermanos De La Cruz eran guerreros más que capaces, cada uno altamente cualificado, entrenados por Zacarías, con la experiencia de miles de batallas.

Los murciélagos giraron en el cielo, un revoloteo negro de alas que giraban más apretados para conseguir una mejor visión del suelo. Lejos, más abajo, caminando a través de los árboles, había un viejo encorvado que utilizaba un bastón con aspecto muy vulnerable, una tentación para cualquier vampiro que se preciara. Dominic sonrió para sí mismo. Zacarías no era propenso a mucha charla. Atraía a su enemigo y disponía de él sin fanfarria o bravata.

Tomó tierra a una distancia segura, sólo porque la prudencia dictaba precaución en medio de territorio enemigo. El viejo permaneció a unos pocos metros de él. Se estudiaron el uno al otro. Zacarías continuaba aparentando edad, pero no había forma de confundir esos penetrantes ojos acerados. El cabello alborotado estaba veteado de gris, pero Dominic sabía que era tan negro como el ala de cuervo sin el disfraz.

– Arwa-arvod mäne me ködak, que tu honor perdure en la oscuridad -saludó Dominic, adelantándose a zancadas. Estrechó los antebrazos de Zacarías con el antiguo saludo de más alto respeto entre dos guerreros.

Zacarías le agarró con fuerza, recordando el afecto.

– Arwa-arvo olen isänta, ekäm… el honor te sostenga, hermano -devolvió formalmente-. Ha pasado mucho desde que oí nuestro idioma. Hablamos portugués o español por regla general. Algunas veces alemán. Tenemos que adaptarnos al país en el que buscamos vampiros. Es un continente grande para que cinco de nosotros patrullen y los Malinov lo saben.

Se separaron y se evaluaron con la mirada el uno al otro. Dominic sonrió.

– Ha pasado mucho tiempo, Zacarías.

Zacarías asintió con la cabeza.

– Mucho he permanecido en la lucha, sustentado por el honor. Mis hermanos han encontrado a sus compañeras y mi tarea casi ha concluido.

Dominic lo miró agudamente.

– Has abandonado toda esperanza de encontrar una compañera propia.

– Estoy cansado de esta vida, Dominic -estuvo de acuerdo Zacarías-. Y ya no puedo cambiar para encajar con los tiempos. Las mujeres son diferentes, han crecido más allá de todo lo que conocíamos. He vivido demasiado tiempo como un hombre dominante, mi palabra es ley, todo se hace a mi manera. Las mujeres que he observado no estarían contentas viviendo bajo las restricciones que yo les impondría, no puedo ser otra cosa que lo que soy. -Sacudió la cabeza-. No puedo lamentar lo que no conozco. Puede que no sirva para ser compañero. Esos días hace mucho que pasaron.

– No tan rápido, viejo amigo -dijo Dominic, sacudiendo la cabeza-. Yo me rendí y escogí entregar mi vida por mi gente. Es demasiado tarde, tomé la sangre y ésta me come desde dentro. Pronto mi cerebro se pudrirá, y no tendré más opción que revelarme ante aquellos a los que pretendo espiar. Caeré luchando, pero dejo atrás a mi compañera. La encontré al fin, en mi última hora. No traiciones a tu mujer como yo a la mía.

Se produjo un largo silencio. La mirada fija de Zacarías nunca abandonó la cara de Dominic.

Dominic asintió con la cabeza.

– Veo en color. Siento emoción.

– Y acudes al mismo corazón de la guarida del enemigo.

– Así es. El pesar es una piedra pesada que cargar -admitió Dominic-. Y la culpa. La encontré y aún así debo dejarla. Si la reclamo, ella me seguirá.

La apariencia de Zacarías no vaciló ni una vez. Su impresión de un anciano humano era impecable. Parecía, olía e incluso mantenía el cerebro para la exploración de un vampiro, con los pensamientos de un hombre colocando cámaras nocturnas. Pero detrás de la fachada era el hombre que Dominic había conocido hacía tanto tiempo.

– Debemos encontrar un modo de intercambiarnos de lugar. Inféctame y luego dirígete a los sanadores para ver si pueden salvarte.

Dominic quiso sonreír ante la exigencia en la voz de Zacarías. Tal vez el hombre tuviera razón al decir que había sido durante demasiado tiempo un depredador dominante. No había vuelta atrás. Sus experiencias formaban quienes y qué eran y en qué se convertían. Zacarías no encajaba con una mujer moderna. Un compañero se dedicaba a hacer feliz a su otra mitad. Él sólo conocía su camino.

El pesar por el hombre y sus muchas vidas de servicio presionaban con fuerza sobre Dominic. Zacarías, como si leyera los pensamientos de Dominic, se encogió de hombros.

– No hay necesidad de sentir emoción por mí, Dominic, cuando yo no puedo sentirla por mí mismo. Estoy aquí en primer lugar para recuperar a un miembro díscolo de la familia, y en segundo, para descubrir dónde están los Malinov. Me ha llegado la noticia de que podrías necesitar ayuda con tu plan. Que tome tu lugar tiene sentido si ciertamente es posible.

Dominic frunció el ceño.

– ¿Un miembro díscolo de la familia? -No podía imaginar a ningún miembro de la familia de Zacarías que no se sometiera a su control.

Zacarías inclinó la cabeza.

– Solange Sangria. Es jaguar. Su prima Juliette es compañera de Riordan, y la hermana de Juliette, Jasmine, está bajo el cuidado y protección de nuestra familia. Solange es un problema, una pequeña gata salvaje. Tengo que admitir… reluctantemente… que tiene mi respeto como guerrera, pero la matarán si continua por la senda que ha escogido. Sus dos primas se acongojan por ella y temen, con razón, por su vida.

Dominic sintió su corazón retorcerse. Solange Sangria. El nombre era hermoso. El sonido resonaba en su alma. Ella era suya. No de Zacarías, ni de su familia; pertenecía solamente a Dominic. Solange Sangria era la única persona… la única cosa… en el mundo entero que deseaba para sí mismo. Abrazó el nombre, sabiendo con absoluta certeza que Solange era el nombre de su compañera. Sonaba auténtico, el corazón de una guerrera, su feminidad oculta al mundo, pero ahí sólo para él.

– Ella es mía.

Los ojos de Zacarías parpadearon.

– Debería haber sabido que sería Solange. Esta mujer es astuta y tan salvaje como los felinos de la selva. A pesar de eso, Dominic, es una mujer de valía para el mundo y una pareja digna de un guerrero de tu talla. Ha visto demasiado horror y masacre. Vive para la batalla. Me temo que no se retirará de esta lucha. Necesitará cuidados, Dominic. Razón de más para tomar tu lugar.

– Ingerir la sangre y abrirme paso hasta el campamento enemigo fue mi decisión -replicó Dominic-. Ésta es mi batalla, Zacarías. Fue mi elección y no tengo más opción honorable que llevar mi carga hasta el final.

– Tu compañera puede que sienta otra cosa.

– Si es mi auténtica compañera, entenderá que no puedo hacer otra cosa que continuar con este curso de acción. No esperaría que otro, sin importar cuán generosa fuera la oferta, ocupara mi lugar. Sería perjudicarlo a él y a su compañera. No puedes fallar a tu mujer, Zacarías, rindiéndote antes de tiempo.

Una sonrisa débil tocó la boca de Zacarías, pero fracasó en suavizar sus rasgos impertérritos o alcanzar el acero frío de sus ojos.

– Le fallé hace mucho, amigo mío. No puedo cambiar. No puedo ser lo que este siglo dicta como apropiado, y no quiero serlo. No puedo exigir a una mujer que viva según mis reglas. -Se encogió de hombros-. Hace tiempo que llegué a un entendimiento con esto.

– Tal vez ella escogería hacerlo, entregándose por propia voluntad.

– A eso me refiero. ¿Qué voluntad propia tendría conmigo? Tú y yo sabemos que ninguna.

– No puedes saberlo hasta que ocurra -dijo Dominic-. El mundo cambia. Ahora no sientes nada, pero si una mujer restaura tus emociones…

– La sujetaría demasiado fuerte. Soy demasiado viejo, Dominic, demasiado apegado a mis costumbres. Mis demandas serían absolutas.

– Entonces tu compañera tendrá que ser una mujer extraordinaria que encontrará un modo de tratar contigo -predijo Dominic-. No estés tan ansioso aún por arrojar la esperanza por la borda. Los compañeros están destinados, Zacarías. No los encontramos en cualquier parte. Sólo hay una para completarnos, y aún así no creo que sea siempre fácil, creo que el vínculo sólo se produce con el que es la otra mitad de nuestra alma.

Zacarías se encogió de hombros, sin estar convencido. Sin más preámbulos, se desgarró la muñeca con los dientes y la sostuvo ofreciéndosela a Dominic.

– Necesitarás sangre fuerte para hacer esto, hermano mío. Toma lo que ofrezco libremente. Acudiré a tu llamada y te sostendré a lo largo de esta prueba.

Dominic se llevó la muñeca a la boca y bebió, el embate de sangre fuerte y ancestral lo golpeó como una bola de fuego, apresurándose a través de su sistema para empapar e infectar órganos. Los parásitos reaccionaron con un frenesí de dolor apuñalador. Podía sentirlos en sus venas, arañando bajo su piel, desgarrando y dando zarpazos en su intestino. Cerró la herida en la muñeca de Zacarías e inmediatamente empujó a tantos parásitos como fue posible a través de sus poros, sangrándolos para mantener el daño a su sistema tan mínimo como fuera posible.

Zacarías evaluó a las mutaciones que se retorcían con interés.

– Riordan me habló de tales cosas. ¿Así es como identifican a los que trabajan con los Malinov?

Dominic alzó la mano para llamar al relámpago, incinerando a las viles criaturas.

– Sí. Debo mantenerlas dentro de mí y se multiplican muy rápido. Gregori atrajo nuestra atención sobre ellas cuando las encontraron en Destiny, la compañera de Nicolae. Gary, un macho humano que trabaja con él, comparó estos parásitos con los que tengo desde la ingesta y descubrió que los nuevos son más fuertes. No está seguro de lo que significa eso, sólo que Xavier los mutó aún más. Creo que vuelven loco a su anfitrión. Susurran continuamente… -Su voz se interrumpió y sus ojos se encontraron con los de Zacarías-. Cuando estaba cerca del jaguar, las voces cesaron. Los parásitos dejaron de moverse dentro de mí, casi como si tuvieran miedo, como si se ocultaran.

– ¿De qué? -preguntó Zacarías-. ¿De tu mujer?

– Si temen a una hembra, no podrían haber infectado a Destiny -señaló Dominic.

– Tal vez, con Solange cerca, el dolor simplemente sea más fácil de ignorar.

Dominic negó con la cabeza. Las cejas de Zacarías se dispararon hacia arriba.

– Aunque aprecio tu actual disfraz de vampiro, los parásitos que se retuercen cerca de tu ojo son un poco exagerados.

Dominic apartó de un golpecito a la ofensiva criatura y observó como se incineraba. El relámpago se horquilló a lo alto y los árboles temblaron.

– Se están acercando, Zacarías.

Zacarías lo evaluó con ojos fríos.

– ¿Crees que he viajado toda esta distancia para huir cuando el enemigo se aproxima? Me quedaré aquí y haré mi papel como investigador encorvado para instalar estar cámaras nocturnas con las que captar al elusivo jaguar. Incluso tengo un permiso adecuado para mi trabajo y credenciales. He descubierto que es un buen cebo para los malignos.

– ¿Tus hermanos están cerca?

– No permanezco cerca de ellos. Su felicidad es lo que trato de asegurar, pero estar cerca de ellos es perturbador en modos que no puedo explicar. -Dibujó otra sonrisa sin humor-. Irrito a sus compañeras con mis exigencias. Parece que no tengo derecho a preocuparme por su seguridad.

Dominic rió, sin preocuparse de que sus dientes afilados de vampiro brillaran negros y atroces en la noche.

– No puedo imaginarme cómo suenas para esas mujeres.

Zacarías se encogió de hombros.

– A ninguna de ellas debería permitírsele hacer lo que hacen. Hasta Rafael se ha ablandado.

Un ejército de hormigas emanó y cubrió el tronco caído justo detrás de Zacarías. En un momento el tronco estaba cubierto de musgo y hongos y al siguiente era una alfombra en movimiento de negro y rojo vertida sobre él. Dominic apartó a Zacarías del tronco, lanzándolo detrás de él, una reacción instintiva para proteger al otro hombre. Incluso mientras lo hacía, alzaba una mano al cielo, llamando a varios tridentes de relámpago.

La luz blanca, ardiente y brillante, golpeó el árbol caído. Las hormigas estallaron en llamas, chasqueando y humeando, algunas saltaron en el aire, otras se arrastraron hasta la vegetación que cubría el suelo del bosque, rodeando los pies de Dominic para llegar a Zacarías.

El aliento de Dominic siseó entre sus dientes. Vampiro. Viene a por ti.

Entonces seguramente deba esconderme tras de ti acobardado. Había casi un borde de humor áspero en la voz de Zacarías, como si vagamente recordara la ironía y el humor.

El relámpago siguió al enjambre de hormigas, varios golpearon, pero la masa se extendió por el suelo rodeando a Zacarías. Los dos guerreros retrocedieron más y más, barriendo la tierra a su alrededor con fuego para despejar los restos.

– Muonìak te avoisz the… Te ordeno revelarte -ordenó Dominic, con voz baja, pero el tono fue de una autoridad absoluta.

Las palabras ancestrales utilizadas con el poder del antiguo guerrero cargaban tanta fuerza como el relámpago.

La masa de insectos onduló, era una alfombra viva que comenzó a convertirse en una sombra oscura que se arrastró por el suelo. Obviamente intentando resistir, la sombra comenzó a oscilar entre una sombra insustancial y miles de hormigas.

– Veriak ot en Karpatiiak, muonìak te avoisz agbaainad ès avoisz te ete kadiket… por la sangre del Príncipe te ordeno que tomes tu auténtica forma y te reveles ante los instrumentos de la justicia -exigió Dominic.

Un gemido chirriante, como uñas sobre una pizarra, reverberó a través de los árboles. El bosque respondió con gritos doloridos. Los monos lloriquearon, enroscando las colas, con la cabeza baja, las manos sobre las orejas.

La sombra insustancial creció hasta convertirse en un cuerpo alargado, los brazos del vampiro se extendieron hacia Zacarías, con los dedos de las manos huesudos y nudosos, las uñas afiladas y ligeramente curvadas como garras. El vampiro alzó la cabeza desafiante, revelando piel tirante sobre el hueso, desgastada en ciertos lugares parecía que la carne hubiera sido arrancada, con gusanos saliendo de los agujeros abiertos. Escupió a Dominic.

– Traidor. Eres uno de nosotros. Comparte a este tonto. -El vampiro enterró las uñas en el suelo y se arrastró más cerca de Zacarías, con la atención centrada en el “investigador humano”. Emitía gruñidos mientras hablaba, sus cuerdas vocales estaban oxidadas y tensas. Sonaba más animal que hombre. Sus rodillas huesudas se hundían profundamente en la tierra, y bajo su cuerpo la tierra gemía y pequeños gusanos blancos y feos se contorsionaban y contoneaban cuando los dejaba caer. Su cuerpo largamente podrido indicaba que llevaba muchos años siendo vampiro, posiblemente siglos, aunque no era un maestro.

Dominic golpeó rápido, como era su costumbre. Hacía mucho que se había rendido con las bravatas y la charla. Estaba allí sólo con un propósito… destruir al no-muerto. No había razón para hablarles a menos que fuera para conseguir información, y sabía que había más de ellos en la zona. Éste estaba demasiado cerca de Zacarías y podía llevar cuentos a los demás.

Golpeó mientras el vampiro todavía se arrastraba sobre la barriga hacia Zacarías, quien permanecía absolutamente inmóvil, la imagen perfecta de un humano horrorizado por una pesadilla vuelta a la vida. El puño de Dominic atravesó la espalda del vampiro, desgarrando músculo y hueso, penetrando profundamente, buscando el corazón.

La sangre del vampiro salpicó su mano y su brazo, negra y brillante en la oscuridad del bosque. Quemaba a través de la piel. Todo ello mientras los parásitos en el interior de Dominic chillaban y gritaban impotentes en protesta, apuñalando sus entrañas de forma que sentía como si hubiera tragado cristal. Un fuego ardiente se cerró alrededor de su muñeca y brazo cuando las sanguijuelas del no-muerto intentaron protegerlo, envolviéndose alrededor de la carne de Dominic y mordiendo rápido. Dominic empujó más profundamente ignorando el dolor.

Sintiendo que el cazador estaba cerca de su corazón, el vampiro desesperado rodó con rapidez, aullando, sus dientes aserrados chasquearon contra Dominic mientras la otra mano se extendía a por el tobillo de Zacarías. Dominic fue hacia la tierra que había bajo el putrefacto cadáver andante, su mano empujó infaliblemente a través de los parásitos atacantes incluso mientras los de dentro de su propio cuerpo reaccionaban con agitación, apuñalando y arañando, desgarrando sus órganos para controlarlo.

Zacarías eludió la mano tanteante del vampiro, desvaneciéndose para reaparecer a unos cuantos pasos de distancia, con sus ojos fríos estudiando el cielo y la tierra en vez de la lucha entre cazador y presa. A unos cuantos pasos de distancia la savia corría como sangre negra rezumando del tronco de una higuera. Las hojas se arrugaron y gotas de savia golpearon el suelo con un goteo lento, humeando y quemando un agujero entre la espesa vegetación que rodeaba el árbol. Un pequeño puercoespín disparó sus púas en posición erecta, escabulléndose lejos del árbol, dejando caer de sus patas la fruta.

Un mono gritó y saltó de las ramas más altas a las del siguiente árbol como si quemara. Varios pájaros alzaron el vuelo y una serpiente alzó la cabeza, con la lengua horquillada extendiéndose hacia la savia oscura y rezumante. Ranas y lagartos abandonaron las ramas y los insectos llevaron a cabo un éxodo masivo.

Zacarías se acercó fluyendo sobre la tierra, moviéndose rápido, buscando el árbol justo cuando el enorme tronco se abrió y expelió a la horrenda criatura que lo envenenaba. Al instante el hedor a huevos podridos se mezcló con la carne en descomposición arrojada al aire inmóvil. Flotó sobre los árboles circundantes y los arbustos se marchitaron. Las flores cerraron sus pétalos y se encogieron lejos de la abominación.

– Drago, viejo amigo. Veo que has venido a visitarme -dijo Zacarías gentilmente-. Hace mucho que te emití una invitación, pero te negaste. Qué bien que finalmente hayas optado por la justicia. Bastante retrasada.

Drago gruñó, retirando los labios en una mueca que reveló unos dientes horrendos, puntiagudos y negros, manchados con la sangre de las muchas vidas que había tomado. Acariciaba el aire bajo su mano, como si acariciara a una criatura invisible, cada toque era preciso.

– Estúpidos advenedizos. Están tan ocupados luchando por un pedazo de comida, que no reparan en el premio que tienen ante ellos. -Cuando habló, Drago gruñó cada palabra, tan precisas como los movimientos de su mano.

– Pero tú sí -dijo Zacarías amablemente. Sus ojos fríos continuaban barriendo los alrededores. Drago nunca se enfrentaría a él tan tranquilamente a menos que pensara que tenía ventaja.

Tras él, Dominic era muy consciente del segundo vampiro en escena, pero a su alrededor brotaban tentáculos corriendo por el suelo del bosque, buscando una presa. Alejó al vampiro de un empujón, dándole la vuelta y metiéndole la cara podrida en la tierra entre los tentáculos, incluso mientras su puño empujaba a través de la masa de parásitos que se retorcían para llegar al corazón.

Los tentáculos rodearon inmediatamente el cuello y el cráneo del vampiro, pero tiraron de sus piernas y brazos en un intento de arrastrarle bajo tierra. Las puntas de los dedos de Dominic alcanzaron el corazón frío y marchito. El no-muerto chilló y redobló sus esfuerzos para apartar a Dominic. El silencio absoluto del cazador era enervante. El vampiro no tenía ni idea de si Dominic era uno de sus colegas reclutados por el maestro, como indicaban los parásitos en su sangre, o si era un cazador muy hábil, como indicaba su orden de antes. Dominic había invocado el nombre del Príncipe, algo que ningún vampiro haría jamás.

Los dedos de Dominic se enterraron alrededor del órgano ennegrecido, sintiendo cómo más parásitos se retorcían contra su palma mientras encerraba el premio en su puño y comenzaba a extraerlo del cuerpo del vampiro. Los tentáculos luchaban con él por la posesión. En lo alto, el relámpago se horquilló con presteza. El trueno resonó amenazadoramente. El sonido fue horrendo, la succión de la sangre ácida del no-muerto que intentaba retener desesperadamente el corazón, el chillido agudo del vampiro y el gemido del los parásitos que salpicaban fuera del cuerpo, abandonando a su anfitrión.

Los tentáculos tiraban frenéticamente del no-muerto en un esfuerzo por arrastrarlo bajo tierra, fuera del alcance de Dominic, pero Dominic se alzó con el corazón en el puño, goteando parásitos y ácido en la tierra mientras saltaba lejos, llamando al relámpago. El rayo golpeó el cuerpo antes de que los tentáculos pudieran salvarlo. Tiró el corazón a la llama de un blanco ardiente y dirigió la energía por la tierra ennegrecida hasta que cada tentáculo y cada parásito estuvieron incinerados. La mano y el brazo le ardían, la carne casi había sido comida hasta el hueso. Se enjuagó la carne en los bordes de la luz para eliminar la sangre y matar a cualquier parásito remanente que pudiera haber quedado sobre su piel.

Profundamente dentro de su cuerpo, en las venas y órganos, los parásitos se apresuraron a ocultarse del calor cegador, proporcionándole, por un momento, un alivio temporal de la tortura agonizante y constante. Ni una vez permitió que su apariencia pasara de su personaje de vampiro a la del cazador Carpato. Sólo cuando terminó levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Drago. Él gruñó, retirando los labios para revelar dientes manchados de sangre y serrados, su gruñido de desafío.

– Es con mi comida con la que estás jugando -exclamó y avanzó a zancadas entre los árboles para poner su cuerpo entre Zacarías y la nueva amenaza.

Sabe quién soy, advirtió Zacarías. Nunca me habría desafiado abiertamente si no tuviera alguna sorpresita asquerosa en la manga.

– No tienes ni idea de quién es éste -gruñó Drago-. Es un premio más allá de toda comparación.

– Te recuerdo de los viejos tiempos -aguijoneó Dominic-. Drago, un cobarde llorón y quejica. Siempre desapareciendo en la batalla.

Drago sonrió burlonamente.

– Me las arreglaba para vivir otro día mientras tantos otros caían.

Dominic estudió a su enemigo. La mano de Drago continuaba con esas caricias precisas, bajando lentamente cerca de su cadera, como si estuviera acariciando a un perro. Su tono tenía una cadencia extraña, cada palabra separada, casi como si puntuara cada una con una parada después de pronunciarla. Dominic había visto muchas trampas en sus siglos de luchar con el vampiro, pero aquí estaba en un territorio nuevo.

Dio otro paso más cerca del no-muerto en un esfuerzo por ponerse en una posición donde cerrar rápidamente la brecha y terminar con el vampiro antes de que la trampa se accionara.

Drago sacudió la cabeza.

– Eres uno de nosotros, jurado ante los cinco maestros. Éste es Zacarías De La Cruz, enemigo jurado de nuestros líderes. Lo querrán vivo.

Dominic se encogió de hombros.

– No puedes atribuirte el mérito habiéndolo encontrado yo.

Zacarías flexionó los hombros, evaluándolos a ambos con ojos fríos.

– No he sido capturado aún, ni creo que ninguno de los dos tenga la habilidad para derrotarme en la batalla, solos o en equipo, pero bienvenidos sois a intentarlo.

Dominic resopló burlón.

– Cazador, quédate quieto mientras me ocupo de este estúpido. -Permitió que su mirada recorriera el bosque circunstante, prestando atención a los árboles más cercanos.

Drago había viajado evidentemente a través de la tierra y entrado en la higuera por las raíces, emergiendo del tronco cuando lo creyó seguro. Si viajaba con otros… y por su confianza, Dominic estaba seguro de que así era… podían estar utilizando los árboles como escondite.

Mantente lejos de los árboles, advirtió Zacarías.

Zacarías debía haber tenido la misma idea, porque ya estaba cambiando de posición, intentando asegurar un punto desde donde pudiera mantener un ojo en los árboles de alrededor. Dominic agradecía tener al cazador cubriéndole la espalda. Podían parecer depredador y presa, pero habían luchado juntos muchas veces en el pasado, en los viejos tiempos, cazando al vampiro y a los enemigos de humanos y Carpatos por igual. No había ningún otro al que hubiera escogido como compañero en la lucha.

Los dedos de Drago se alzaron y cayeron sobre su compañero invisible.

– Éste cazador será entregado a los maestros.

Dominic arriesgó una mirada a Zacarías. Era en cada centímetro un cazador Carpato, hombros amplios, largo cabello fluido y ojos fríos bajo el fuego, aunque minutos antes había sido un anciano encorvado, toqueteando sus cámaras en los árboles. ¿Cómo supo quién eras? El disfraz de Zacarías no había tenido ningún fallo.

No tengo ni idea.

– Yo soy un maestro -gruñó Dominic, manteniéndose en el papel de fanfarrón y matón, como tantos de los no-muertos-. Tú no puedes decirme lo que debo hacer con mi presa. Lárgate o encontrarás el mismo destino que ese tonto que me desafió.

Drago escupió en el suelo del bosque, y los pequeños parásitos se retorcieron obscenamente en las hojas secas y podridas. Sus ojos brillaron de un rojo profundo, echó la cabeza hacia atrás y aulló. Un árbol a la izquierda de Dominic se estremeció. Una larga serpiente que estaba retorcida alrededor de las ramas alzó la cabeza y reptó a lo largo del tronco, desenroscando su largo cuerpo mientras descendía a la tierra y reptaba hasta los pies de Drago. Su larga lengua probó el aire y luego la pasó sobre los parásitos antes de levantarse, tomando su autentica forma horrorosa, irguiéndose en pie a unos centímetros de su compañero.

Los dedos de Drago continuaban acariciando el aire bajo su palma mientras la tierra justo detrás de Zacarías estalló y arrojó a un tercer vampiro. Un cuarto emergió de las ramas retorcidas de la higuera ennegrecida de la que había salido Drago, y Dominic lo etiquetó automáticamente como el eslabón más débil. Su cara todavía era medio reconocible, la carne todavía cubría los huesos encogidos. Dominic se había tropezado con él cuando todavía era un cazador, ni siquiera un antiguo, aunque fue incapaz de controlar su deseo de emoción y obviamente había capitulado ante el susurro de oscuridad. Su nombre había sido Roberto, pero Dominic pensaba en él como un gusano.

Zacarías miró a los cuatro vampiros que les rodeaban. Podríamos tener un problemilla aquí.

Dominic envió la impresión de una sonrisa burlona. Justo como en los viejos tiempos. Como a mí me gusta.

Siempre estuviste un poco loco. Te encanta la batalla. El tono de Zacarías era seco.

¿Y a ti no? Había risa en la pregunta.

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