Ciento veinte

Al otro lado de la ciudad. En un loft que todavía es un caos, Pietro, Enrico y Flavio están de pie junto a una puerta cerrada.

Enrico pregunta en voz baja a los otros dos:

– Pero ¿qué está haciendo? No lo entiendo.

Pietro sacude la cabeza.

– ¿Cómo que qué está haciendo? ¡Llorar!

– ¡Venga ya, no me lo puedo creer!

Pietro se aleja un poco y los demás lo siguen.

– ¿Hablas en serio?

– Sí, se oía perfectamente. ¡Hasta sorbía por la nariz!

Pietro abre los brazos.

– Anda que echarse a llorar a los cuarenta por una que… ¡Bah! Es absurdo.

Flavio le sirve de beber.

– No entiendo qué tiene que ver la edad con todo esto. ¡Lo mismo da que sean veinte o cuarenta! Eso depende de lo que sientes por una persona, del tipo de emoción o de sentimiento, de hasta qué punto estás enamorado, ¡y no de los años que tienes!

– Pues a mí no me parece que esté diciendo ninguna estupidez: creo que es ridículo llorar por una mujer a los cuarenta años. ¿Lo entiendes?

Flavio se irrita.

– ¡Porque no es una cualquiera! Es su mujer, la mujer de su vida, su esposa, la madre de sus hijos…

Pietro puntualiza:

– Para empezar, deberías usar el condicional, podría haber sido la mujer de su vida, su esposa y la madre de sus hijos. -Acto seguido señala la puerta cerrada de la habitación de Alex-. De momento no es nada de todo eso, y la posibilidad de que Alex pueda casarse realmente con ella es, siendo objetivos, muy, pero que muy baja.

Flavio sacude la cabeza.

– Me das asco, y pensar que eres amigo suyo…

– ¡Precisamente por eso le digo la verdad! No le engaño, no le doy falsas esperanzas como querrías hacer tú, asegurándole que las fábulas existen… Lo que existe es una realidad… ¿Y sabes cuál es? -Indica con la mano el cuarto donde está Alex-. Que él tiene cuarenta años y está encerrado ahí llorando, y que ella, en cambio, tiene veinte y también está encerrada, sólo que follando… No se trata de una fábula ni de una pesadilla; es, ni más ni menos, la realidad de las cosas. Y ésta puede ser a veces hermosa, a veces hermosísima, otras así y otras asá, y en algunos casos puede llegar incluso a dar asco. Pero lo mires como lo mires, empieza y acaba, y ésa es la realidad.

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